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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

No tenía escritos completamente estos dos últimos caps (no como yo quería), así que perdón por la tardanza. 

 

Este capítulo es fuerte en emociones, prepárense :3

Ya casi terminamos.

Anuncios parroquiales abajo.

 

Gracias por seguir <3

 

Aclaración: Si se acuerdan bien de los capítulos de la terapia, Kristian es el mejor amigo de Misha en su infancia. 

 

–(Mamá)…
–(Aquí estoy, mi bebé).

 

El pequeño Misha, de cinco años, se había colado en la habitación de sus papás mientras Inessa miraba aburridísima una película que estaban dando en la tele. Su vida, la que había dejado sólo siete años atrás siempre fue más interesante. Todavía no se acostumbraba a ser un ama de casa. Rogaba porque ya le dieran una respuesta del trabajo de Pavel, para trabajar aunque sea unas pocas horas y salir de la rutina en lugar de pasarse el tiempo acostada porque sus hijos la requerían poco y dormían y jugaban mucho y las únicas amigas que tenía seguían siendo las drogadictas de la esquina. Y ni ellas querían verla porque ya se les hacía una señora más.

En la película había una discusión intensa de una madre y una hija, y la madre estaba gritando como loca porque su niña se había unido a una banda de algo que parecían unas cholas rusas en motocicletas. La madre de la televisión se alteró y le gritó a la chica:
“¡Tú ya no eres mi hija!!”

 

–(Mamá)… –Misha la sacó de su trance, con una vocecita curiosa y mirando la tele, con un peluche de Cheburashka en los brazos.
–(¿Pasa algo?)
–(…¿Una mami puede dejar de querer a un hijo?)
–(Claro que no, eso es absurdo, mi vida).
–(Nunca vas a dejar de quererme, ¿verdad?).

 

Inessa se rio, extendió los brazos y cuando Misha corrió hacia ellos, lo apretó fuerte.

–(No creas en las películas, mi cielo) –le dijo– (No hay nada más fuerte en el mundo que el amor de tu mamá).

 

 

– – – – – – – –

 

 

Ari estaba lavando platos y platicando con sus amigas cuando su teléfono sonó y se secó las manos con lo primero que tuvo a la mano (una Servitoalla) para contestar. Sólo esperaba un tipo de llamada esa tarde. Adivinó.

 

–¿Qué pasó?? ¿Necesitan algo?? –preguntó al recibir la llamada de Ian.
–Oye Ariadna ¿Dónde queda esa clínica??
–¿Cuál??
–¡La madre esa a donde llevaron a Misha!! ¿Para dónde es??
–¿Por qué??? ¿Qué fue lo que pasó??
–Si te estoy preguntando dónde está eso, ¿Qué crees que pasó??
–¡Carajo! ¿Están bien?? ¿Misha está bien??

 

Las chicas que estaban con Ariadna se quedaron mudas y pararon la oreja.

 

–¡No, Ariadna!! ¡Su madre se puso como una maldita demente y se lo está llevando otra vez a la mierda ésa de lugar!! –Ian casi le gritaba al teléfono– ¿Dónde queda esa madre??
–¿Se lo lleva ahí?? –preguntó Ari– ¿Ella te dijo?
–¡Que sí, carajo!!
–Ian, oye…
–¿Qué???
–¡Ese lugar ya no existe!!
–…¿Qué?
–Lo cerraron dos años después de que Misha estuvo ahí ¿No supiste de eso??
–¡No!
–Un chavo y tres chavas que salieron los denunciaron y cerraron el lugar ¿En serio no sabías?? ¿No viste ninguna noticia en alguna página gay??
–¡Me importan un cuerno esas pendejadas! ¿Entonces??
–A ver, calma, ¡tranquilo!!
–…
–Tienes razón, Ian. Eso no salió, no me acuerdo de haberlo visto en las noticias ni una vez.
–…

La angustia no dejaba que Ian pensara claro, pero cuando logró tranquilizarse un poco, su cerebro reaccionó.

 

–Entonces –dijo– Si nadie se enteró, quiere decir que la señora lo está llevando a un…
–Sí, lo está llevando a unas pinches ruinas.
–¡Lo va a querer llevar a otro lado cuando vea eso! ¡Y ahí sí ni cómo diablos saber a dónde se lo lleva!!
–…
–Tengo que alcanzarlo antes de que lleguen.
–Tú sólo no, Ian. Hay que ir con alguien que nos pueda ayudar.

 

La angustia lo volvió a hacer perder el control.

–¿¿A quién???

–Conozco a algunas personas que pueden, Ian. Lo que está haciendo la señora es un maltrato a…
–¿Y a qué hora vas a venir con tus amigos??
–…
–¿Cuánto tiempo es de aquí a ese lugar?
–Espera, deja investigo.

 

Ian oyó cómo Ari alejaba el teléfono y hablaba con una amiga, que al parecer ya estaba sacando el dato de internet. Esperó unos segundos.

–¿Ian? –lo llamó la pelinegra.
–¿Qué pasó?
–Está hasta por la colonia de La Orquesta, atrás de lo que era la Plaza Theremín, la que se quemó.
–Mierda…
–Ahorita te mando la dirección por mensaje.
–¿Y cuánto me tardo??
–Te haces unos… una hora y veinte, tomando pesero.
–¿Y él, que va en coche como rayo, cuánto se va a tardar??
–…Cerca de cuarenta y cinco minutos, Ian.
–¡Me lleva el diablo!! ¡La puta madre!!

Ariadna pudo oír que Ian pateaba una basura.

 

–Mira –le dijo ella– Ahorita rápido consigo a alguien con coche y paso por ti para irnos todos, ¿Está bien??
–¿En cuánto tiempo vas a venir?
–No sé, es que tengo que llamar a las personas que te digo…
–¿¿O sea que quieres que espere a tus amigos todavía hasta que lleguen y nos vayamos para allá??? –respondió Ian, fuera de sí– ¡No, yo me voy YA, Ariadna!! ¡No puedo esperar ni cinco minutos!!
–¿Y qué vas a hacer tú sólo, Ian??
–¡Lo voy a traer!!
–¿Sí entiendes que te vas a hacer más de camino yéndote por tu cuenta que esperando a que lleguemos por ti??
–…
–¡Déjame hacer dos llamadas y te llevo!!

 

El moreno le colgó el teléfono. Lo que menos quería era que Ariadna llegara a hacer un escándalo y el señor Pavel se enterara y llegara para llevarse a Misha directamente a Rusia para servir en el ejército, o por lo menos a otra nefasta clínica mucho más lejos de lo que Inessa podía llevarlo.

 

Inmediatamente, miró su teléfono y se puso a pensar rápido, mientras veía los contactos de su agenda.

Descartó a sus padres porque estaban trabajando. Owen tenía coche y sabía manejar, pero tardaría otros veinte minutos en llegar. Pensó en un número considerable de contactos a la vez y casi estaba por marcar el número de Owen, hasta que se topó con un contacto que le había dicho una vez que cada martes y jueves pasaba cerca de la casa de los Lébedev para abastecerse de un rico café en una tienda de mayoreo cercana.

Rogó al cosmos porque no lo hubiera hecho más temprano en el día.

Marcó el teléfono.

 

–¿Aló?
–¿Bueno?
–… ¿Quién es?
–Buenas tardes, señor Kunin. Habla Ian.
–… ¡Oh! –exclamó el ruso maduro del otro lado– ¡Hola, chamaco! (¿Qué se te ofrece? Hoy Misha no trabaja).
–No señor, no es eso. ¡Necesito su ayuda!!
–… ¿Qué tienes? ¡Hijo, parece que se te está muriendo alguien! ¿Por qué me llamas a mí? Llama a tus papás.
–¿Señor, dónde está??
–¿Yo??
–¿Ya vino a recoger el café??
–No, pero de hecho ya casi llegué a la tienda. Acabo de pasar hace unos diez minutos por casa de Misha, de hecho vi pasar el carro de su madre…

¿Cómo no lo había visto?
–¿Puede regresar??
–… ¿A qué quieres que regrese? ¡Voy por mi café!
–Señor –dijo el moreno– Le juro que si no estuviera desesperado no estaría llamándole a usted. Perdóneme, pero es de vida o muerte.

 

Ian se oía tan angustiado que el señor se espantó.

–¿Es tan malo esto, muchacho??
–Necesito que me lleve a una parte. ¡Yo le pago la gasolina!
–¿Pues a dónde tienes que ir???
–¡A alcanzar a Misha!!
–…
–…¿Señor?
–Espera, estoy dándome la vuelta.

Cuando el señor Kunin dijo eso, Ian sintió que el cielo se le iluminaba.

 

–¿Estás en casa de Misha? Muchacho…
–Sí, señor.
–¿Qué pasó?
–…
–Bueno, me cuentas en cinco minutos que esté allá. Permanece tranquilo.
–¡Muchas gracias, gracias señor!!
–Ya, ya. Que esto no se te haga costumbre. Espérame y cuelga el teléfono.
–¡Gracias!

 

Colgó el teléfono, casi dándole gracias al Dios en el que dejó de creer en sus épocas de “abortos” y golpizas.

Quien quiera que esté allí arriba, le había dado una oportunidad de ir y alcanzar a Misha.

 

Era un momento crítico y espantoso, pero cuando el señor Kunin arribó y salieron rumbo al lugar, se sintió especialmente bendecido por la vida.

 

 

– – – – – – – –

 

 

La verdad es que Misha no emitió sonido alguno cuando le dijo esas palabras a Ian, pero la señora Inessa alcanzó a verlo despedirse del moreno con el rabillo del ojo y en cuanto aceleró y pudo pasar unas calles, se detuvo en un punto de tráfico ligero.

 

Se estacionó en la entrada de una tienda y volteó hacia atrás.

– (¿Qué le dijiste?)
–…
– (¿¿Qué le dijiste, Mijaíl??)

 

Misha no la vio a los ojos, porque sabía que si todo lo que había pasado en la casa apenas le había sacado una lágrima, su alma no aguantaría ver esos ojos de rechazo un segundo más.
Seguía pensando que los hombres no debían llorar; al menos no demasiado. Que había roto mucho últimamente su propia regla, sí; las experiencias de vergüenza, traumas renacidos y dolores que había tenido que pasar recientemente lo lastimaron de su orgullo también.

Pero nada se comparaba a esto. Nada.

 

Nadie debería ver nunca así a su madre. Nadie en el mundo.

 

–(No le dije nada) –contestó a Inessa.
–(¡Mentiroso!!)
–… (Le dije adiós).

 

Inessa aún estaba roja de coraje.

–(¡¡Pues me alegro, porque nunca en la vida volveré a dejar que se acerque a ti!!) –sentenció ella– (¡No te acercarás ni a tus amigos en un buen tiempo después de que hayan acabado con tus conductas en la clínica!!!)
–…
–(¡Baja del coche y cámbiate al asiento delante de ti!!)
–(No voy a salir corriendo si me voy atrás).
–(¡Cambia de asiento YA!!)
–…

 

El rubio obedeció y ejecutó las acciones que su madre mandó.

Una vez de vuelta adentro en su nuevo asiento, Inessa arrancó furiosa hacia la avenida de nuevo.

–(Te atreves a hacerle señas de amor enfrente de mi vista… Impúdico asqueroso).

Misha no dijo nada. Se quedó cabizbajo e inmóvil. Sólo el movimiento del auto avanzando le movía los rizos y dejaba ver un poco de su cara.

–(Me avergüenzas).

 

Misha se estaba sintiendo en el vestíbulo del infierno, pero fue Inessa quien lloró. Se le salieron las lágrimas y comenzó a sollozar.

–(Me avergüenzas tanto) –repitió– (Ojalá pudiera dejar de ser tu madre ahora. No… Yo no quiero un hijo depravado… Antes quisiera que abandonaras la escuela… cometieras algo estúpido… Algo normal).

Y él seguía sin decir nada.

 

–(Pero esto… Esto).

La ira le vino a ella en una punzada y el semáforo en rojo le cayó muy bien para volver a golpear a Misha en la cara con la palma extendida.

Y de algún modo, esa palmada ruidosa fue mil veces más dolorosa que el golpe noqueador de su padre, años atrás, mientras viajaba también en el asiento del copiloto.

De esa vez había aprendido que las súplicas no servían de nada.

De hecho, ni siquiera se protegió de la segunda palmada. ¿Para qué?

 

–(Estás repulsivamente sucio. Sucio, sucio, sucio. Das asco) …

Más que la palmada, las palabras de Inessa le daban choques de dolor justo en el corazón.

 

Otro semáforo rojo.

 

–(Le diré a la señora Piña cuando lleguemos, que te administren tres veces todos los tratamientos que te dieron aquella vez, les diré que intenten todo).
–(Mamá) …
–(Y tu padre se va a encargar de ese mocoso mañana. Tiene la felicidad contada, la maldita alimaña).

 

Ian, una “maldita alimaña”.

Sólo así Misha comenzó a reaccionar.

 

–(No tienes derecho a decir eso de Ian, mamá) –replicó.
–(¿Qué???) –Inessa abrió toda la boca– (¡¡Cierra esa repugnante y percudida boca, que has de tener plagada de los gérmenes de ese desperdicio!!)
–…
–(Porque, así como enfermo estás, tuviste cosas íntimas con él ya ¿No es así??).
–…
–(Tú no puedes ser mi hijo).

 

Se puso el semáforo verde que les dio acceso a la calle siguiente. Vieron dejar atrás varios edificios.

–(En esa clínica te lavarán a conciencia. Ya verás) …

Misha podía estar deprimido a morir, pero también estaba muy molesto.

 

–(Mamá) …
–…
–(Mamá)…
–(¡¡Qué!!!)
–(¿A dónde me llevas?)

La pregunta le valió una palmada más, pero ahora no reaccionó.

 

–(¿No quedó entendido que te llevo a curar??)
–(No me llevas a ningún lado).
–(¡Deja de decir estupideces!)
–(Mamá, ese lugar está cerrado).

 

Inessa lo miró al punto, clavándole las pupilas. Empero, tuvo que volver a fijar la vista al frente; casi le da un golpe al auto que cruzaba frente a ellos. Luego volvió a mirarlo.

 

–(Ariadna me lo dijo) –continuó el rubio, adivinando la pregunta en la cara de su madre– (Fue una noticia… ¿Papá no te lo dijo?)
–(¡Yo no vi ninguna maldita noticia! ¿Ariadna sabe de tu condición???)
–…
–(¿Quién más sabe de tus perversiones?? ¡Oye!!)
–…
–(¡Mijaíl!!).
–(De hecho, todo el mundo).
–…
–(Todos excepto en casa… en familia).

 

La rusa señora se mordió el labio inferior. Tembló de rabia y le lanzó otro golpe a su hijo.

–(¡¡Aún peor que estar enfermo, tienes que ventilar la clase de vergüenza que eres!!!) –Le dio tres o cuatro golpes más en la cabeza– (¡Nos enlodas de tu vergüenza!!)
–(¡Sólo no me escondí como un cobarde, mamá!) –Exclamó él, al recibir el último golpe.
–(¡Menor vergüenza sería que fueras uno!).
–…
–…
–(No, mamá).
–…
–(Dejar de ser un cobarde… Mamá…) –dijo el pecoso– (…Fue lo mejor que pude hacer en todos estos años).
–(¡Cállate!!)
–…

 

Inessa observó que la afluencia de coches bajaba y aceleró.

Misha pudo ver un par de comercios y casas que empezó a reconocer de su salida de la clínica; cuando sus ojos revisaron y pasaron lista de todo lo que veía a través de la ventana del vehículo, convenciéndose de que la pesadilla había terminado y estaba afuera.

 

–(No te sirve de nada esa mentira) –dijo la rusa– (¡Vas a estar encerrado hasta que hayan probado todo para curarte y salgas hasta con ganas de buscar una mujer para esposa!! No te molestes en mentirme).
–(¿Crees que te estoy mintiendo, mamá?)
–(¡No lo dudo!! Has de estar desesperado por regresar para verte con esa porquería)…

 

No faltaba demasiado para llegar, cuestión de unos diez minutos.

Ya podía verse el primer indicio de la gran estructura quemada y clausurada de lo que alguna vez fue un parque comercial y se volvió un símbolo de tragedia un par de años atrás.

 

Para este punto, Misha ya no sólo se sentía triste. Algo de la irritación de su madre se le estaba pegando.

Hay un límite en cada persona para permitir que la humillen.

 

–(¿Tú crees, madre, que lo que no me quitaron siete años, lo pueden quitar unos simios en meses?)
–(¡¡Ya cállate!!!)

Pero Misha continuó.

–(¿Por qué no me lo quitaron en más de medio año en que estuve encerrado ahí??)
–(¡Claro que te lo quitaron!!)
–(¡No, mamá! ¡Te mentí!!)
–(¡No te creo!!)
–…
–… (Es la maldita ideología del mundo, la que te metió de nuevo estas anormalidades en la cabeza).
–(¿¿Tú crees que yo seguía una maldita ideología a los once años??)
–(Fue ese demonio, disfrazado de manzana podrida) …
–(¡Yo lo amé primero!!) –Ahora sí el Misha sumiso a su madre había desaparecido– (¡¡Ian era un estúpido niño de ocho años que veía Sam el Robot y yo ya había besado a Kriz!!!)

 

Esa confesión hizo que los ojos de Inessa se expandieran a un nivel desconocido incluso tal vez por la ciencia.

 

–(¿¿YO TE PAREZCO UN MALDITO IDEÓLOGO??) –siguió su hijo– (¿¿TE PAREZCO ESO, MAMÁ???)

 

Las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas ahora también rojas del joven de ojos color del mar. Una perturbadora mezcla de ira y dolor.

Se ganó una nueva cachetada, que lo hizo dejarse vencer y chocó con la puerta. Se quedó allí, como bulto. Un gran bulto frágil de metro con ochenta y seis, bañado en humedad de la nariz y del flujo de sus lagrimales.

 

Cada vez se acercaban a ese terreno cercado lleno de ruinas de negro, donde cerca de treinta personas habían perdido la vida en un día de paseo. Nunca sabes lo que va a pasar.

 

–(Te van a curar).
–(No).
–(Te van a curar, enfermo).
–(No, mamá).
–(Te van a curar).
–(¿¿Vas a dejar de repetir eso???).
–(¡TE VAN A CURAR!!!).
–(¡QUE NO!!!).
–…
–(Van a curarte de todo el mal que tienes en la cabeza).
–(Ni siquiera habrá quien me cure cuando lleguemos).
–(Mentiroso).
–(Te dejé llegar hasta aquí para que lo vieras por ti misma).
–(Eres un mentiroso).
–(Ya sabía que no me creerías nada).
–(Ya cállate).
–(Nunca me curaron nada).
–(Mentiroso irrespetuoso).
–…
–(Cuando lleguemos quiero que tú mismo digas a qué viniste).
–(¿A quién? ¿Al aire??)
–(Deja de contestar estupideces).
–(Vas a entrar por esta calle, y voy a ver tu cara cuando no haya nada).
–(Y de paso voy a autorizar que te den una moderada paliza para que aprendas a respetar otra vez).

 

Ya se estaban adentrando a la calle que daba al terruño de la clínica. Las ruinas carbonizadas quedaron atrás y se veían ya a cierta distancia, pero las ruinas de la clínica seguían en pie, aunque plagadas de grafitis en el portón principal.

 

Misha se carcajeó, como solía hacerlo con la señora Piña y sus aplicadores. Como cuando estaba desesperado y creía que irles contra la corriente lo mantendría cuerdo.

–(Ja ja ja… Entonces ¿Qué cosas autorizaste que me hicieran la vez pasada??)

 

La madre se quedó con una ceja arqueada, al ver los rayones en la entrada; pero al oír reír a Misha de esa manera, volteó enseguida.

Ésa era la risa de la Inessa joven y maldita.

Se la heredó.

 

–(¿Qué les dijiste que me hicieran, Inessa??)
–…
–(¿Ves cómo está la entrada? ¿Observas eso?)

 

Inessa abrió su puerta y salió del auto.

–(Baja) –le ordenó a su vástago. Caminó hasta la puerta de Misha y lo bajó tomándolo del brazo, lo suficientemente sujeto como para asegurarse de que no iba a correr a ningún lado.

Se acercaron a la entrada de ese tan negativo lugar para el rubio.

Si bien el ver la mera entrada rayada le había producido escalofrío a él, cada paso que se acercaban era como acercarse a un pozo repleto de arañas, serpientes y criaturas ponzoñosas.

Eso habían sido para él. Las sentía aunque ya no estuvieran, aunque la telaraña ya estuviera seca.

 

Con todo y esa sensación, no opuso resistencia al jaloneo de Inessa, que lo condujo hasta que estuvieron frente a frente con la pequeña puerta de acceso.

Así, la señora rubia y pecosa, sujetando a su crío en una mano, tocó varias veces con la otra.

Nadie respondió. Tocó una vez más, insistentemente; dejó pasar medio minuto, antes de volver a tocar. Paró oreja y la puso al contacto con el metal frío de la puerta, pero adentro no oyó ni un alma. El único ruido era de los autos y la contaminación auditiva usual de la ciudad. Nada más.

 

–¿Hola?? ¡Buenas tardes!! –Exclamó al aire, esperando una respuesta.
–(Te lo dije) –Se burló Misha. Ella le dirigió una mirada de furia.

 

La madre iracunda descargó su frustración lanzando un poderoso puntapié con su aguda zapatilla izquierda y, para sorpresa propia y la de Misha, la puerta se abrió.

Al parecer, todo ahí adentro siempre funcionaba con violencia.

 

Ahora, al ver de nuevo esa oficina exterior y el corredor a aquel patio, a Misha se le fue el valor e intentó zafarse de la señora. No quería poner ni medio pie adentro.

–(¡CAMINA!!) –gritó Inessa. Le dio un empujón por la espalda para que entrara.
–(¿¿No entiendes que no hay nadie???) –chilló Misha.
–(¡Seguro que hay alguien en la dirección, camina!!)
–(¡NO HAY NADIE!!)

 

Ya la poca paciencia de Inessa Lébedeva se estaba acabando.

Con el grito insolente de su hijo, terminó por agotarse.

–(¡YA CÁLLATE!!!) –Lo volvió a golpear en la cara y lo empujó, mientras lo miraba con desprecio absoluto.

Pudo haberle dado un golpe más, no obstante, eligió contenerse, dándole a Misha la oportunidad de incorporarse después de la agresión anterior.

 

Su hijo la miró con decepción.

 

No la miró con la decepción que ella esperaba. Inessa deseaba que Mijaíl estuviera arrepintiéndose por dentro, sintiéndose culpable por todo lo que había hecho, le había dicho y estaba haciendo, con tal de no hallar la cura para sus males. Quería que su hijo sintiera esa vergüenza que le provocaba, sobre su propia carne.

No.

Misha la miró con decepción, pero no por él. La miraba como sintiendo lástima por ella, como mirando a alguien que parece no tener remedio. Estaba decepcionado de ella. Había roto la promesa que las madres le hacen millones de veces a los hijos en su vida. El amor eterno que una madre promete, él se lo reprochaba en sus ojos. Jamás había visto esa mirada, más que cuando lo vio partir a la clínica mientras aplacaba a Pavlovna y cuando salió de la institución. La reconoció.

Pero nunca antes le pareció tan punitiva.

 

Misha intentaba castigar a su propia madre, con la única arma que tiene un hijo ante alguien que promete amor y entrega la primera piedra de repudio de las tantas que parece estar destinado a recibir en la vida.

Sus ojos decían… “Qué decepción, mamá. Yo tampoco quiero ser hijo tuyo”.

 

Y sus labios dijeron:

–(Este cementerio de porquería no era una clínica, mamá).
–…
–(Hace muy poco yo recibí terapia de verdad. Y no gracias a ti, ni a papá).
–(¿¿Cómo que terapia???) –Inessa frunció el ceño.
–(Tuve que arreglar mis traumas psicológicos en una clínica real, mamá) –Respondió el rubio, consciente de adónde se dirigía la conversación– (Pero traumas de verdad, no esas estupideces en las que crees tú)…
–… (¿Qué??)

 

Misha volvió a tragar saliva. Ya había iniciado.

 

–(¿Qué les permitieron hacer tú y papá a los que me cuidaban aquí?)
–…
–(¿Les permitían golpearme, atarme de un pie a un mueble toda la tarde?)
–(¿Qué tonterías estás diciendo??)
–(En el auto) –continuó Misha– (Tú dijiste que ibas a autorizar a que me dieran una paliza. ¿Eso no estaba autorizado antes?)
–…
–(¿Qué les dijeron que me hicieran?)
–…
–(¿Al menos tuviste curiosidad, aunque fuera un poco…) –El tono del ruso se descompuso un poco– (… de saber por qué te dijeron que iba a estar mucho más tiempo aquí y luego de la nada te llamaron para que me recogieras?)
–…
–(¿No te importó nada de lo que pasó?)
–(Cuando saliste) –Respondió Inessa– (… te preguntamos qué fue lo que habías hecho aquí adentro para curarte).
–…
–(Tu respuesta fue como la que nos dieron. Sesiones bíblicas, terapia psicológica, trabajo en técnicas para que pudieras acercarte a una chica).
–…
–(Sé que tuvieron que ponerte a raya un par de veces, con un par de golpes).
–…
–(Te mojabas en la lluvia y te enfermaste muchas veces. Le gritabas a tus maestros)…

 

Cada cosa que iba enumerando la rubia mayor, se la cuestionaba más, con esa cara de Mijaíl de estarse burlando, ése balanceo de cabeza como diciendo “Qué mentiras tan grandotas”.

 

–(¡Tú nunca me dijiste lo contrario!) –terminó.

Misha ladeó la cabeza, mirando algún punto en el cielo y tosió, antes de que una pequeña fuga de lágrimas se asomaran por sus cuencas.

 

–(Era parte del trato) –dijo él.

–… (¿Cuál trato??)
–(Dijeron que tenía que guardar silencio, porque si les hacía caso, iban a llamarlos para que me dejaran salir).
–(¿Qué??)
–(Mamá)…

 

Misha la miró. La tomó de la mano con suavidad y jaló un poco de ella.

–(Acompáñame).

 

Iba a ser un viaje ilustrativo. De cualquier forma, ya había entrado.

 

Si su madre no había sido capaz de ver su dolor ni siquiera en el viaje, lo vería ahora.

 

 

 

Notas finales:

Anuncios parroquiales:

 

1. Me han llegado varias seguidas en el instagram de personitas que no reconozco. Si es alguno de ustedes, sepan que por asuntos familiares ya no publico ahí. La página que abriré tentativamente se llamará "Los niños no visten celeste (BL)" y realmente sólo estoy esperando a registrar bien esta cosa en safecreative o algo así. 

 

2. Como ustedes ya sabrán acá es un sueño guajiro subir imágenes de cualquier tipo y esta es una historia que más que disfrutar escribir, disfruto dibujar xD. En Wattpad es distinto, allá estaré alternando los capítulos escritos con galerías. Se les invita a pasar a "Los niños no se visten de azul celeste" de Ajoloteconaudifonos. 

 

3. Estoy tentada a subir un cap con puras curiosidades acerca de Ian y Misha ¿Les parece la idea? 

 

Tengan bonito viernes y nos leemos mañana :3 coman rico y desvélense. 

 

Se les quiere <3


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