Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Dije que adelantaría el viernes, pero ñé xD 

¿Hay alguien que me diga si esta historia va bien? Tal vez me aloco demasiado con las descripciones, no lo sé...

Ok, empecemos...

 

 


Días después de la charla en la estética (¿Revisar fecha? Preguntar a Yulia).

 

Joaquín Herrera Lombera, de dieciséis años, era una persona extremadamente dulce, aún con todo su léxico sacado de todos los programas y las páginas de gays "locas" que había visto en su vida. En realidad, cuando no se ponía en esos planes era alguien bastante agradable; se reía mucho y hacía tantos gestos que parecía la encarnación de Serena la de Sailor Moon. Cuando esta personita quería, era realmente encantadora; cuando quería también, era ofensiva y poco considerada. Cuando algo la hacía enojar, como Ari, era muy difícil que se quedara callada. Hasta cierto punto era entendible, porque muchas veces en su vida había tenido que estar a la defensiva. A pesar de la fragilidad que evocaba, emocionalmente podía ser bastante fuerte, aunque tenía sus momentos de colapso, como todo el mundo.

No te hagas una imagen mala de Joaquín por lo que te voy a contar en este capítulo.

 

 

Cerca de una semana después de la plática de la asamblea, justamente Ariadna y él estaban por la calle, hablando de lo lindo acerca de las "transformaciones" del castaño.

 

Joaquín tenía mucha más ropa de chica que de chico y le encantaba presumirla, cuando tenía más oportunidad de brillar que de recibir un golpe. En las fiestas donde no encontraba ninguna hostilidad, "Joaquina" siempre brillaba como una estrella. Sonreía, bailaba, cantaba (muy lindo, por cierto) y aconsejaba. Soñaba, entre las sábanas de su cama y a la luz de la luna, en llevar a "Joaquina" más allá de un espectáculo.

Era el germencito de una vida difícil pero muy prometedora según sus metas. Estaba trabajando en la estética de su madre sólo porque en su antigua escuela el acoso le dio menos piedad que a Ian, con la diferencia de que la diva no le calló nada nunca a sus padres; pero planeaba terminar sus estudios, una carrera universitaria y cumplir todos sus sueños.

 

Iban pasando cerca de un parque de juegos para niños, cuadras llenas de casas y tiendas de abarrotes y paredes llenas de "VOTA ASÍ ESTE 4 DE JUNIO. DIPUTADO FULGENCIO HURTADO". La Colonia Pintores parecía bastante más grande, porque casi todos los sectores socioeconómicos tenían su zona allí, pero en verdad estaban algo pegados entre sí.

 

–Tengo ganas de escoger un nombre con mi inicial –iba Joaquín hablando sobre su proyecto de vida , mientras Ari lo veía con una sonrisa. Ellos se conocieron gracias a Ian y así Ariadna pudo (mejor tarde que nunca) hacerlo "uno de sus niños"... El castaño tiene también una larga historia por contar.

–Ja ja ja, vale –se emocionó la china morena– Algo que suene poderoso como tu voz y hermoso como tus vestidos.

–Estaba pensando en Jenny, Jennifer –propuso el otro– Ya estoy que me revienta que me digan Joaquina cuando salgo entaconada, ja ja ja.

–Joaquina no suena tan mal, suena bonito.

–¡Noooo! Ja ja ja...

–¿Qué? A mí me gusta, ja ja...

–No, no, Ari...

– Está bien, como tú lo quieras, siempre y cuando te sientas a gusto con él.

 

Muchos lugares como esta ciudad (así como yo lo cuento) se ven mucho más grandes de lo que son.

En realidad, siendo justos, tarde o temprano Ian se encontraría con su tormentoso pasado.

En realidad también, Ari y Joaquín se encontraban con él más seguido de lo que deseaban.

 

Acercándose justo por la esquina de frente, en sentido contrario por la vereda, se avistaba una cabeza rubia y rizada, moviéndose como loca al compás loco de una canción de The Prodigy. Parecía uno de esos metaleros que mueven la cabeza como si presumieran sus largos cabellos suaves como en comercial de shampoo; los chinos le parecían resortes.

 

Para gente como Ari, Ian o Joaquín, no era nunca un encuentro agradable con él; menos con los dos que se le acercaban pues ellos llevaban ya un extenso historial de conflictos y agresiones. Mijaíl solía ponerse muy colérico y conflictivo con cualquier persona que considerara parte de "la comunidad de enfermos" como les llamaba. Hasta sus amigos lo sabían y los que pensaban diferente de él no lo veían con buenos ojos cuando se ponía en ese plan. Su actitud pendenciera le valía insultos y peleas, pero al ruso parecía no inmutarle ni afectarle absolutamente nada de lo que le dijeras. Al parecer, su forma de pensar estaba honrosamente cerrada a cualquier cambio.

 

A los dos amigos les hervía la sangre viéndolo caminar. Luego, cuando Misha notó su presencia aproximándose por la acera, intentó hacer como si no los viera. Tenía muchas otras cosas en qué pensar como para estar peleándose.

Ojalá Joaquín hubiera pensado un segundito en ello.

 

–Pues sí, Ari... como te decía...–Hizo como que le decía a su amiga– Todo mundo debe aprender su lugar.

 

Y Ari tampoco pensó. O tal vez, pero se había quedado con demasiadas ganas de lucha libre el otro día en el parque.

 

–Sí, Joaquín–agregó–¡TODO el mundo debe aprender a quedarse calladito en su lugar, sin joder a nadie!!

 

 

Para ese punto, era imposible que Misha ni siquiera los hubiera visto por el rabillo del ojo; no le quedó de otra que voltear a verlos, pero con ese gesto de asco que siempre les dedicaba con todo su corazón.

–Iugghh... –lo oyeron murmurar mientras los veía discreta pero despectivamente.

 

Pelea de obvios sin control, al final.

 

–TODOOOO, TOOOODO mundo debe aprender su lugar –Exclamó Joaquín, justo cuando Misha iba pasando a un lado suyo. Ambos pegaron sus brazos al cuerpo para no tocarse. No tocarse era la decisión más inteligente que podían tomar en el momento.

 

Lo que no fue tan inteligente, fue lo que Joaquín pronunció a continuación, confiado de que Misha, unos pasos lejos, ya no lo escuchaba.

–Lejos de Ian...

Pasó tranquilamente...

...

 

 

Un apretón en el cuello, y adiós al caminar perfecto.

Joaquín pudo sentir cómo su cabeza estrelló violentamente contra el muro de ladrillo sólido, mientras Misha lo sostenía como un pato de cacería. Igualito que la vez de la fiesta. Qué nostalgia...

 

Misha le dirigió toda la furia de su cuerpo en una mirada de odio que daba miedo.

 

– ¿¿Qué dijiste, asqueroso?? –interrogó al otro. Poco le importó estarlo estrangulando.

–¡¡ME LO DEJAS EN PAZ, MALDITA BASURA, TÚ...!!!– Ari jaló la camisa del ruso por detrás, en un intento inútil y desesperado porque soltara a Joaquín.

 

Viendo que aquella táctica risible no daba para nada, detuvo y en lugar de eso, lo agarró con sus manitas a puñetazo en la espalda, sin que el agresor se inmutara.

Joaquín sólo se retorcía.

 

–¡Grábalo, Ari!! –Gritó, tratando de pegarle al rubio– ¡¡Mira cómo se me pone pendejo!!...

– ¿Qué dijiste de Ian, cagada con patas??– Misha apretó más el agarre de su mano en el cuello de aquél.

– ¡Ah! ¡¡Entonces sí lo conoces, machito!! –dijo el castaño, con el poco aire que tenía.

– ¿¿¿Y tú cómo mierda sabes que yo lo conozco???

– ¡¡¡GRÁBALO ARI, me está ahogando!!!

– ¿¿Tú cómo sabes que conozco a Ian, maldito anormal??

– ¡¡Ari!!! Gggg... Agh...

 

Sus gritos de auxilio y sus movidas de lombriz no hacían otra cosa que terminar de llenar de ira los huequitos de cerebro donde el eslavo todavía no la sentía.

Lo amenazó y le apretó el cuello aún más:

 

– ¡¡¡Donde sepa que le estás pegando TU MALDITA ENFERMEDAD... –Sentenció– ...no le van a alcanzar las cámaras a Ariadna para pararme de darte una paliza como la estás pidiendo, insulto a la naturaleza!!!

– ¡JA JA JA JA JA!!– el pequeño castaño con californianas rubias carcajeó justo frente a la mirada encolerizada de Misha– ¡¡¡Como si pegarle lo que tengo bastara para que su cabeza olvidara el chingamadral de odio que te tiene!!!

–...

–¡¡Suéltame ya, pendejo!! Aigh... –tosió.

 

Ahí cambió todo el curso de la disputa.

 

Mientras Joaquín se volvía a retorcer para zafarse, Misha relajó su fuerza y el ceño y su mirada furiosa se quebró, para dar paso a una cara que hizo notar a su rehén que le había dado justo donde le incomodaba.

 

–Sí, pendejo, ¡te odia!! –Recalcó el débil agredido– ¿Yo tengo la culpa de tus pendejadas?? ¡Suéltame!!!

– ...¿Qué te dijo él? –insistió el rubio. Con este cuestionamiento, Joaquín cayó en la cuenta de que también estaba rompiendo su promesa. Vaya, ya había abierto demasiado la boca.

 

Ari, que se había mantenido grabando desde que Joaquín pidió auxilio, detuvo la cámara; estaban a punto de hablar de algo que no terminaba de entender:

 

Si no era bullying, si no eran agresiones, si lo único que había pasado era una amistad olvidada...

¿Qué más tenía que ver Ian, el pobre desafortunado, con Mijaíl Lébedev, el euroasiático de pocas pulgas con fama de "te mato si te metes conmigo"?

 

–¿Qué te ha dicho Ian, adefesio?? –repitió el pecoso, aún amenazante pero mucho más suave en su hablar.

–No te importa un carajo lo que me dijo, ruso apestoso –dijo tajante Joaquín.

– ¡No te voy a soltar hasta que me lo digas, Joaquina, te lo juro!

–Idiota, ¡por mí síguele!! ¡¡¡Aquí Ari te está grabando!!!

–Si te suelto ¿Me lo vas a decir?

–Vete al demonio.

– ¡Joaquín!– intervino Ari.

– ¡¡QUE GRABES, ARIADNA!!!

–Joaquín...

–¿QUÉ???

– Ya... dile a este sujeto lo que quiere y vámonos. Ya. Al fin y al cabo no creo que se vaya a acercar a Ian...

 

Joaquín miró a Ari como a una loca.

 

–¡Tú hazme caso, yo sé lo que te digo! –pidió ella. Pero Joaquín enmudeció.

 

Miró de nuevo a Misha y éste seguía impaciente, pero por otro lado... ¿Desesperado?

Comprendió que los ojos azules que lo miraban eran capaces de retenerlo allí toda la tarde y la noche con tal de saber de su amigo. El rubio no medía bien su fuerza y aunque la disminuyera lo estaba lastimando demasiado; quizá ya tenía algunas marcas y no se podía permitir eso ahora; tenía una fiesta en unos días y su piel era fina y delicada. Además, de cualquier manera, el daño estaba hecho: Ian no iba a volver a confiar igual en él; sabía que era 95 % probable que Misha fuera a buscarlo, y así sabría que fue por la enorme boca de Joaquín la chismosa.

Le dio lo que quería a medias. Lo miró a los ojos.

 

Inhaló con desafío.

–Si tanto te urge saber POR FIN lo que pasa con Ian –dijo–Ve tú a preguntarle, haragán. A ver si tan valiente, idiota.

–..

–¡¡Ve, anda, simio gigante!! A ver si Ian te recuerda de alguna fiesta... Seguro fuiste muy bueno con él, idiota.

 

Lo anterior volvió a hacer rabiar al rubio– No hables de lo que no sabes, porquería humana.

–¡Tu chingada madre!!!

–Púdrete –Misha le dio una última ojeada de odio a su víctima y la soltó bruscamente; el castañito casi se cae directo en el concreto, tosiendo.

 

Ariadna fue en su ayuda y lo ayudó a no caer, mientras miraba con rencor al alto eslavo.

 

–Eres un animal –escupió, llena de impotencia por los golpes sin efecto que le había dado.

 

Misha volvió a colocarse los audífonos diadema que se había quitado para ahorcar a Joaquín y, como si se olvidara de adónde iba antes de la escena, giró y se dispuso a irse justo por donde había venido.

 

Pero antes de que se fuera, Ariadna lo pescó del brazo y el ruso reaccionó como si se le subiera un insecto.

 

–¿¿Tú qué quieres, feminazi?? –la quemó con la mirada.

–¿Qué buscas con Ian?? ¿Qué quieres hacerle??

Misha puso el entrecejo fruncido de nuevo.

–¿Qué te importa, pendeja??

–¡¡Te metes con él y te acabo, asqueroso!!

–No te metas en lo que no te importa. Te advierto de una vez. No te metas.

–¿Qué tienes que ver con él??

–...

–¿Qué??

–Tengo cosas que hablar con él, estúpida. ¿Tú eres Ian?? Entonces no te interesa.

 

Y se zafó para irse caminando, ante la fija mirada de los dos amigos.

–¿Por qué no lo grabaste?? –le reprochó Joaquín a la pelinegra, masajeándose la nuca. En efecto, le dejó marcas.

–No te iba a dejar en paz –Le contestó ella– Además, pues...

–¿Qué??

 

La morena siguió con la mirada el camino de su enemigo. Normalmente Misha lucía indiferente a las peleas que acabara de tener y se marchaba a paso seguro; pero por alguna razón, ahora se veía un poco distinto. Casi se da en la cara con un poste; no estaba atento al camino... Estaría ¿pensante?

 

–Este trae algo con Ian –concluyó– Míralo.

–Trae muchas cosas el perro ese.

–Ya sé, pero míralo. Como que lo veo diferente... Le urge saber de Ian.

–No debí decirle que lo fuera a buscar... Qué idiota –se lamentó Joaquín–¿Qué tal si le hace algo?

–...

–Ari...

 

El rubio desapareció de sus vistas, pero a la feminista se le había quedado grabada también la imagen de su rostro en cuanto Ian había aparecido en el tema de la afrenta.

No podía concluir nada, tendría que esperar a que su moreno amigo le contara. Lo único que podría hacer sería advertir a Ian del encuentro que le esperaba.

 

–No lo creo, Joaquín –dijo, sacando su teléfono– Pero, por si acaso, le mandaré un mensaje a Ian, para que tenga cuidado.

–...Ojalá tengas razón y el bruto ése se quede quieto.

Miraron a la calle una vez más.

–Veremos qué pasa –Suspiró ella.

 

 

- - - - - - - -

 

Sacó un nuevo diez en su examen de biología y Pía, la encargada de asesorarlo en su primer semestre pero que más bien se encargaba de ponerlo a régimen militar con sus tareas, se había quedado a clase. Ya podía morir en paz por esa tarde.

 

Por la calle Guache, próximo a un conjunto de casas y junto a un muro que anunciaba un mega concierto de banda y norteño para el pasado julio, Ian iba caminando al tiempo en que movía la cabeza y hacía como que cantaba en un concierto, sin hacer sonido. Estaba escuchando una canción de los Foo Fighters, su banda favorita y de la que era un fan hacía dos años. Una señora le fijó la mirada cinco segundos al pasar y él la saludó. Sabía que lo estaba viendo raro pero tampoco le importó.

 

Su estado de paz con el mundo no había sido tanto desde hacía mucho tiempo. Desde el día anterior también se dejó de mortificar por el incidente con... él. Había mandado al olvido el asunto para poder estudiar en paz y su dedicación había dado frutos. Iba con los ojos casi cerrados, echando de vez en cuando sólo una mirada al piso, para cuidarse de no tropezar.

 

Por eso, cuando por la calle y dirección contrarias, una cabeza rubia y un par de ojos azul vivo perdidos en sus pensamientos lo vieron por casualidad, él ni siquiera lo notó.

 

Mientras Ian había tenido un día excelente y despejado, a Misha le había ido bastante mal controlando su distracción. Sus constantes viajes en el fondo de sus reflexiones le valieron llamadas de atención de profesores y la burla de sus amigos. Y es que el encuentro con Joaquín hace un pequeño rato sólo era algo más qué sumar a los rollos de su cabeza.

Y todos tenían que ver con Ian... su antiguo y extraño amigo.

 

Al final, sus reflexiones mentales derivaron en la necesidad de accionar. Se acercó a Owen en una clase carente de maestro para pedirle un favor:

 

....

– ¿Para qué quieres eso, levaduras? (mote de Lébedev puesto por el moreno de apellido Flores, mitad británico)

–Luego te cuento. Por favor.

–Pinche levaduras, soy tu mejor amigo... está bien.

Owen sacó su teléfono y le marcó a Tomás –su otro mejor amigo–, con la seguridad de que éste se encontraba en la hora de receso de la secundaria. El aparato dio línea pronto y así de pronto Tomás respondió.

–Hola, ¿Tommy?... ¿Cómo estás? Je je, ése es mi niño.

Owen trataba a Tomás como un hermano pequeño. Demasiado cariñoso.

–...También estoy bien...Sí, yo... necesito un favor. ¿Tú le hablas a un tal Ian Lima?... Es que, necesito que me des su dirección.

Al cabo de tres o cuatro interrogantes, Tomás concluyó que Joaquín ya había ido de lengua suelta (¿Qué otra cosa podía ser?); titubeó para ceder la información, pero como a Owen no le negaba nada, le dio la dirección de Ian y el pelinegro de ojos verdes la iba anotando en un papelito...

....

 

 

Misha aún tenía aquel papelito apretado en su puño, pero no planeaba ir a casa de su ex amigo hasta el día siguiente. Sin embargo, en cuanto su distracción le permitió un segundo de lucidez y lo vio caminando en la banqueta de en frente, se guardó el papel arrugado y húmedo en la bolsa del pantalón.

E Ian iba cantando tan alegre... Era el protagonista de un viejo corto animado, donde el personaje camina y canta feliz por la acera, silbándole a un sol de caricatura.

 

Cantando a todo pulmón el ritmo de "Walk" hasta que, próxima la segunda estrofa, le cambiaron el momento...

 

–*Canturreo, canturreo, silbido, cantu*...

– ¡¡Priviet!!

– ¡AAAHH!!! ¡¡FUUUCK!!!

 

 

Cuando Ian sintió que le apartaron un audífono y le gritaron "¡¡Hola!!" en ruso, se le vino abajo la sonrisa y se asustó al grado de saltar como en caricatura y gritar como chica psicótica.

Y se espantó más cuando, microsegundos después del susto, que sí bastante motivo había sido, detectó el idioma del saludo y aquello le puso instantáneamente los pelos de punta. Hacía mucho que nadie lo saludaba de esa forma.

Y sólo podía ser...

 

–... ¿Te acuerdas de mí? –le sonrió Misha, muy animado, muy cerca de él y definitivamente, muy de miedo.

Ian se quedó allí petrificado; le colgaba el pequeño auricular que el rubio le había quitado.

 

El mundo parecía haber conspirado, casi cual película barata, para quedarse callado a partir de ese segundo, como si al haberse desconcentrado de la música que escuchaba, automáticamente todo el sonido se apagara con un interruptor.

 

Sin embargo, pese a cualquier efecto dramático que se presentara, Ian ni siquiera se le acercó. No movió nada. No dijo nada.

 

– ¿No te acuerdas?–repitió el eslavo. La sonrisa se le vino abajo... ¿Por qué era tan malditamente expresivo??

–...

–Ian...

 

El moreno de ojos negros, que hacía comprobable la diferencia de altura entre ruso y producto nacional estirando el cuello para verle la cara a Misha, bajó de nuevo la cabeza, suspiró un poco, colocó su audífono izquierdo de nuevo en su lugar y pasó por delante del güero con pecas sin siquiera rozarle un milímetro del codo.

 

–Oye no, ¡Ian!– El rubio realmente esperaba un reencuentro más emocionante que ver a Ian acelerar el paso cuando lo llamaba–¡Ian! ¡Oye!...

 

Gracias a la ventaja que le llevaba a Ian en longitud de piernas, le bastaron unos cinco pasos antes de alcanzar a su ¿amigo? y tomarlo por la mano en el aire. Ian volteó al instante.

 

Para mala suerte del diecisieteañero, la cara a Ian no le había cambiado. Estaba inexpresivo, excepto porque tenía las manos sudadas. Sus ojos, la única parte que denotaba algo, lo miraban con hastío por el jaloneo.

 

–Ian... –intentó una vez más –Oye...

–Hola.

–...

–...

–...Hola.

 

 

El sonido en el ambiente se volvió a apagar... a excepción del lejano ruido del señor de los camotes.

 

–Qué gusto– el moreno apagó la música, se quitó los audífonos y los acomodó en el borde del cuello de su playera. Estaba obligado a escuchar al menos tres palabras.

–Sí... No te había visto... –Misha sonrió de lado– No te había visto en mucho tiempo.

–Sí... –respondió el otro, encogiendo los hombros– Así parece.

–Pasas por aquí, nunca te vi y eso que...

–No, yo no venía para acá, ahora vengo por la escuela.

–Pues sí... tres años de secundaria, y jamás te había...

–Me adelantaron un año, no tuve segundo. Estoy en la vocacional.

 

Misha levantó las cejas. ¿Lo habían ascendido de año? ¿Eso se podía? ¡Qué brillante debía ser!

 

–Oh –continuó el extranjero–¿La que se encuentra por metro...?

–Sí.

–Pues, yo... bueno –titubeó– ...Pues, felicidades, amigo.

–Gracias.

–Sí...– Ian aprovechó este leve suspiro y descuido de Misha para soltarse de su agarre.

–...Yo tampoco sabía que vivías por aquí –comentó el moreno.

–Vivo aquí desde que nos dejamos de ver, Ian.

–Ah...

–Sí...

–Y nunca me dijiste.

–...

–...

 

El desprecio en los ojos de Ian se exponenció a través de toda la frase hasta exponenciarse en el "dijiste".

 

–...Lo siento –se disculpó el pecoso. No pudo ocultar su culpa.

–Sí bueno...–Ian bajó la vista. – Ni una visita, ni una llamada...

–...

–Ni siquiera una despedida... amigo.

–...

–...

–Ni siquiera yo sabía que me iría... Lo siento.

–Nee... –Ian negó con la cabeza–Ya no importa, no te preocupes.

–...

–Seguro que tuviste algo más importante...

–...

–Bueno, amigo...– Ian volvió a acomodarse los audífonos. – Mucho gusto, me paso a retirar a mi casa.

 

Casi pudo prender de nuevo el reproductor.

 

– ¿Tan temprano? –Misha no estaba dispuesto a dejar morir la plática. Ian suspendió el movimiento de su dedo hacia el botón.

–Mi maestro de inglés es una burla–lo miró– Exenté. Aunque lo mismo digo ¿Por qué tú tan temprano? ¿En dónde estás?

– En el Cch - - - - - - - –le informó Misha– Tenía una clase libre y la voy a aprovechar para leer un maldito libro de 800 páginas sobre la Guerra Fría.

–Vaya –suspiró Ian– Siempre te gustó la Historia de tu país...

–Ya no, tengo seguido jodidas tareas de esa clase. Como ésta.

–Qué mal...

–Sí, creo...

–...

–...

 

La plática volvió a morir.

 

–Pues adiós– Ian se dio la media vuelta y miró a su teléfono para activar la música de nuevo.

– ¡Ian!!

 

Misha volvió a tomarlo del brazo; casi se le cae el teléfono de la mano a los ojos negros que lo miraban con un signo de interrogación en cada pupila.

 

– ¿Qué te pasa?? -Ian frunció el ceño e intentó zafarse.

–Oye no te vayas –pidió el otro. No se fijó en lo desesperado que se veía haciendo eso.

– ¿Qué más querías?? –se rió el latino–¿No me puedo ir a mi casa?

–Ian...

 

Ambas miradas dirigidas justo a los ojos del otro.

 

–Ian– sonrió el ruso de nervios, sólo de un lado. – No me odias, ¿verdad?

– ¿Cómo??

–Sí... tú...

–Ah...– Ian volteó los ojos– Te dijo Joaquín ¿no?

–...Sí.

– ¿Y a ti qué?

– ¿Qué?

–Vamos, Mijaíl... no me vas a decir que de un día para otro te afecta lo que piense de ti. No te importó tres malditos años. No me vengas con esas cosas.

–Ian sí me afecta.

–Pues ignórame, como hasta ahorita. Ahora resulta que me extrañas... amigo.

–Amigo– Misha se mantuvo firme ante la insistencia de Ian de zafarse– Claro que me importa.

–Mijaíl, si te hubiera importado nuestra amistad, hace tres años que habría sabido qué rayos pasó contigo, sería como antes...

 

Lo mató.

 

– ¿Qué pasó contigo? –Ian le dio oportunidad a explicarse.

–...

–...Te escucho.

 

¿Por fin sabría por qué se fue (porqué "murió" y el señor se lo quitó)?

 

–Me fui por un tiempo muy largo, Ian–respondió Misha, al fin. Se oía nervioso–No tuve contacto con nadie. Y cuando regresé ya no volví a la otra casa, ¿Sí?, mi mamá... a mi mamá le dio por pelearse con la tuya, y un día quiso que ya no supiera de ti y que te habías mudado a no sé qué jodido lugar...

– ¿Te dijo eso?

–Sí... Por eso en el parque, yo no sabía, por eso me sorprendí.

–Vaya...

–Créeme.

–Bueno...

 

¿¿¿Era eso???

Misha era un completo estúpido.

 

–Ian–habló de nuevo el ruso–nunca me olvidé de ti.

– ¿Y por qué no me buscaste?

–...Es que tenía mucha pena de hacerlo. Sabía que me había ido sin despedir...

 

El colmo.

 

–Ja ja ja... bueno –Ian soltó una gran risa– Eso suena muy idiota.

–Sí...– exhaló Misha. – Pero... desde ése día que te vi con Ariadna te busqué... Hice lo que pude y...– sacó el pequeño papel arrugado de su bolsillo y se lo mostró al moreno– conseguí tu dirección. Iba a verte mañana.

–Pues ya te habrás dado cuenta de que es la misma casa.

–Sí, lo sé.

–Al menos podías haber pasado por ahí para averiguar algún día...

–...

 

Su Misha querido de trece años acababa de morir ahora.

 

–Je... Amigo -Abrió otro tema– Ese día te pusiste bien intenso.

– ¿Yo? –Misha levantó una ceja.

–Bueno, y Ari. Con eso de... la homosexualidad.

–Pues sí, es asquerosa.

 

La poca sonrisa que Ian había sacado a flote con las excusas de Misha se borró de golpe. Como su entusiasmo.

También su ánimo por conocer a este Misha nuevo se esfumó.

 

–Amigo–se acomodó la mochila– Se me hace tarde. Mis papás me están esperando.

–... ¿De verdad? –preguntó Misha.

–Sí, yo... me paso a retirar.

–Está bien...

–Cuídate.

–Ian ¿Cuándo te puedo ver de nuevo?

 

¿Este idiota pensaba que de verdad podía verlo de nuevo?? ¿Qué no había oído nunca del mariconcito acosado de la secundaria 67?? ¿De verdad no sabía nada de él??

 

–Pues... no sé –el moreno negó con la cabeza– Es que tengo mucha tarea, y van a ser los parciales...

–Ian, déjame verte mañana. Por...

–¿¡Pero qué carajo!??

 

Misha se había sobrepasado.

En un segundo, su palma se había deslizado ligera hasta llegar a la mano de Ian. Por poco no lo agarró de la cintura. Lo tenía agarrado como princesa.

Las viejas costumbres tarde o temprano traicionan.

 

– ¿¿Por qué me agarras así?? –exclamó Ian–¿Qué te pasa??

 

Misha lo soltó automáticamente.

 

–Perdón, fue sin querer –Se disculpó.

–...

–¡De verdad, perdón!

Ian lo miró de reojo. Misha parecía en extremo nervioso.

 

Pudo haberle dicho muchas cosas y hasta pudo hacer burla de él, pero Ian prefirió dejar pasar la ocasión. En verdad lo estaban esperando y en verdad se quería ir. Pronto.

 

–Sí, está bien, ya olvídalo –sopló– Yo entiendo, la costumbre.

–Disculpa, eso fue vomitivo, perdona –agregó Misha, refiriéndose al contacto.

 

Ahora sí que Ian estaba decepcionado.

 

–Antes no te disculpabas ni te asqueaba... –susurró casi para sí mismo.

– ¿Qué?

–Nada. Nos vemos.

–Ian.

–Ah... –El latino sopló de hastío y volteó los ojos– ¿Qué carajo quieres??

–Oye no quiero estar así contigo.

–...

–Ian... tú sabes bien lo que significas para mí.

¿Qué??

–... ¿Cómo que yo significo? –cuestionó.

–Ian...

 

El ruso estrechó la distancia entre sus cuerpos y lo miró directamente a las pupilas de nuevo.

 

–Ian –empezó el de ojos celestes–Tú me conoces mejor que nadie. Eres...Fuiste la primera persona en mi nueva vida. Hablé contigo cuando ni siquiera entendía lo que decías ni tú lo que yo decía.

–...

–Ian, me ha hecho falta mi mejor amigo.

–...

–Te extrañé mucho.

 

...¿En serio lo había extrañado??

¿Era en serio lo que estaba diciendo??

De momento, Ian no supo qué hacer con tantas cosas que estaba sintiendo. Tenía mucho desprecio clavado en su corazón, pero también, algo le dijo que era inútil que fingiera que esas declaraciones no le habían hecho sentir mejor.

Nadie es de piedra con algo tan importante.

 

–Ian –Insistió su amigo.

–...

–Yo quiero arreglar las cosas. En serio.

–...

–De veras que me hizo falta –le clavó un poco más el celeste de sus ojos– Y si estás tan enojado ahora, creo que me atrevo a decir que tú también me extrañaste, ¿o no?

–No.

–Tú no me engañas.

¿¿Por qué Mijaíl sabía hacer esto tan bien???

–¿Qué quieres? ¿Que te diga que sí a fuerzas? –contestó Ian.

–...

–¿Si te digo que sí, me dejas irme a mi casa??

–...

 

Misha ahora sí puso una expresión muy seria. Le había dado duro.

 

–No. No, Ian –aclaró–...No estás obligado a decir que sí.

–Gracias.

–De todas formas sé que sí lo hiciste.

–Carajo, Mijaíl... –soltó el latino al escuchar eso– ¿Y qué si te extrañé o no te extrañé?? No volviste e igual me jodí. ¿Qué quieres ahora??

–...

–Eras mi mejor amigo, pendejo, claro que te extrañé. Pero eso...

 

Estaba ganando, y metió la pata.

Sin dejarlo continuar más allá del "te extrañé", al güero se le iluminó la cara y se le dibujó una gran sonrisa cuando oyó eso último.

 

–Entonces sí me extrañaste –se apresuró a decir. Ian pegó un coraje.

–¡Déjame terminar, idiota!! –exclamó.

–¿Entonces sí podremos vernos de nuevo?

–No, pendejo.

– Ja ja ja ¡Por los viejos tiempos, Ian! –Misha volvió a reír y palmeó el hombro del otro–No te hagas del rogar.

–Tu puta madre.

–Ja ja, yo sé que quieres.

–...

–Te voy a buscar hasta que aceptes, Ian. Tú decides –El pecoso cruzó los brazos y sacó a relucir una facción confianzuda.

–Qué shit con este pendejo –Murmuró Ian para sus adentros y se rascó la sien. Sabía, al menos si no había cambiado, que Mijaíl Pavlovich podía ser hasta invasivo cuando se proponía algo.

 

Tenía dos opciones: o esperaba a que su ex amigo cumpliera su palabra, verlo hasta en la sopa y tener que pensar hasta en mil rutas diferentes de camino a su escuela; tal vez armando un escándalo con Ari que provocara que volviera a estar al centro de la mirada pública de la población adolescente de toda Pintores...

O...

 

–Bueno...–Ian se detuvo dos segundos a pensar. Lo miró una vez más y Misha seguía con ese mismo aspecto fanfarrón y tuvo ganas de mandarlo al infierno; sin embargo se jactaba de conocerlo lo suficiente todavía para saber que el ruso iba a perseguirlo cuantas veces más fuera necesario para hacerlo decir que sí. Y no quería otro susto como ése.

 

Se encogió de hombros y dijo algo al fin:

– ¿Dónde? –Accedió.

 

Misha cambió su cara por una muy contenta. Guardaba la calma, pero se notaba que rebosaba de felicidad por la aceptación.

–Pues... en mi casa, yo... –Pensó rápido. Se notaba que el entusiasmo le trababa– Mira, te propongo algo.

–Dime –pidió Ian.

–Tú... –Sonrió aún más–Eres muy bueno con los idiomas.

–Gracias.

–Y tú...

– ¿Y yo...?

–.¿Ya has aprendido ruso?

–Oh, ja ja...–Ian soltó una risa– I don't know a fuck about that...

–...Ehh, ¿Eh?

–Que no tengo ni maldita idea de ruso todavía, ja ja ja...

–Ah, no me digas que se te olvidó lo que aprendiste conmi...

Niet... Ne vsyo (No... No todo). – Ian sonrió presumido y Misha le correspondió.

–Y, ¿Te gustaría aprender un poco más?...

 

Ian lo escuchó atentamente. Lo que oyó lo hizo entusiasmarse también, le vio las ventajas y le dijo que sí. Era una buena oportunidad.

Después del segundo Sí, Misha usó sus mismas tácticas de hace varios años y lo logró.

Más que convencerlo, lo atrapó...

 

El rubio se volvió un poco más agradable en la plática, que duró unos quince minutos más. Le dio la oportunidad a Ian de reconocer un par de gestos familiares en su voz, su forma de moverse y los tics de su cara. Poco a poco, la molestia de Ian se fue disipando y acabó solamente en un dejo de resentimiento, que si bien no se fue por completo de él, se empequeñeció lo suficiente como para disfrutar, aunque fueren cinco minutos, de la compañía de ese antiguo cariño que nunca llegó a ser propiamente un cariño.

 

Misha tenía algo en su ser; una luz, algo bonito. Ni siquiera se dio cuenta cuando comenzó a hablarle muy alegremente, le contó sobre algunas cosas que hacía actualmente y, muy emocionado, el ruso le dio las indicaciones para llegar a la que ahora era su casa.

¿Le había alegrado tanto el día con ese "Sí"?

 

Se despidió con un choque de manos y una bonita sonrisa de alegría dibujada en su salpicada faz. Lo notó.

 

¿Cómo había logrado que Ian mismo también sonriera?

 

Misha era tan encantador, tan hipnotizante... igual que ésas chicas malas de película romántica, que vuelven una y otra vez al mismo perdedor para hechizarlo y hacerlo decir que sí a todo como si se tratara de un perico amaestrado por su amo. Podría ser homofóbico; podría ser (ERA) manipulador; podía ser encantador a su conveniencia y hacer por un rato que alguien se olvidara de sus fallas y de sus promesas rotas; podía hacer que la nostalgia de Ian apelara por él y le jugara en contra hasta que hiciera lo que quisiera.

 

Pero la carta que jugaba a su favor es que... Era Misha.

Tan cambiado en lo profundo y a la vez tan como siempre, pero era Misha.

 

Los sueños de la infancia, los sueños del corazón no se olvidan fácilmente.

 

...¡Era Misha!

 

Notas finales:

El Word me traiciona, perdón si a la hora de leer todavía se lo encuentran horriblemente espaciado, lo solucionaré.

Ora sí hasta el sábado, hermosos
Que el cosmos los bendiga <3

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).