Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Vengo a actualizar, bellezas xD

Sucede que por x cosas tengo que apurarme a subir los capítulos en Wattpad (allá también estoy, por si gustan pasarse) y quiero ir a la par allá y aquí. 

Llegando el capítulo 5, empezaré a actualizar cada viernes como dije. 

Otra cosa, nenes. Dejen un comentarito si pueden acerca de la historia. Parece que vendrá un momento decisivo para hacer algún cambio en la historia y la verdad a la fecha no sé si voy bien xD

De cualquier manera, gracias por leer.

Ya me callo y dejo el capítulo.

 

(PD: Si el capítulo se muestra con un montón de espacios, el Word me volvió a jugar feo :c Corrijo inmediatamente el capítulo, pero tarda una media hora. Una disculpa si es así). 

 

Tres años atrás, aquel mismo día en el parque.

 

-... ¿Mal? -preguntó Ian, y lo miró suspirar.

-...Yo no pienso que esté mal, es... Mis papás... la gente. Y... todo -se aclaró el pecoso.

-...

-...

 

Ahora sí, Ian necesitaba saber porqués.

 

- ¿Por qué te hace feliz esto? Mi mano... todo -le preguntó al ruso.

-Pues... porque eres tú.

 

Misha se había quedado demasiado tiempo en esos tres puntos suspensivos sólo para decir eso. Ian lo observó detenidamente.

 

- ¿Qué? -preguntó el rubiecillo, cuando se dio cuenta.

- ¿Y...por qué yo?

-¿Por qué tu, qué?

-Sólo haces estas cosas conmigo.

-...No lo sé -resopló Misha. Reflexionó un poco -Es raro.

-Bueno pues... sólo estás tomando mi mano. Nos gusta y ya.

-...

-¿Misha?...

 

A Ian el corazón se le aceleró, porque su ruso le hizo una pausa muy seria.

¿Sería que él...?

 

-Misha -se puso serio-¿Yo te...?

-¡No manches!! -Misha reaccionó y lo soltó como si le hubiera dicho "no me lavé las manos". Así siempre acababa con esas dudas.

- ¿Qué?? -cuestionó Ian, asustado por ello.

- ¿Yo a ti sí??-él arqueó su ceja rubia.

- ¿Tú a mí, qué??

 

Misha sacudió compulsivamente su cabeza horizontalmente.

 

-No Ian -declaró- No somos eso.

- ¿Qué cosa?

-Gays.

-¡Yo no te dije eso! -el moreno se molestó. El eslavo torció la boca con cara de asco- Aunque si tienes miedo de serlo, deja que te diga te ves bien gay cuando nos tomamos la mano. Parecemos novios.

-No tengo miedo -espetó Misha.

- ¿Cuál es tu problema?

- ¿Con qué??

-Pues con esto... -Lo volvió a tomar de la mano - Que nos confundan.

 

Las pausas que Misha hacía al responder a veces podían ser desesperantes.

 

-Pfff, la gente es como mi papá o mi mamá, Ian.

-O sea...

-O sea... Gerardo, Uriel y los demás... -Misha le apretó la mano, estaba molesto-Mierda, siempre tengo que estar soltándote la mano, Ian. Como si fuera la gran cosa, ¡Odio eso!

-Pero, tú mismo les das pie -refutó el pequeño pelinegro- Me sueltas y si te preguntan algo dices lo mismo que ahorita. "No somos maricones", "no tengo cara de maricón"...

-Porque me doy cuenta de que no podemos estar en paz así. - El rubio se excusó- El día en que conocimos Uriel y te fuiste a casa, me hicieron burla todo el camino, a ti también. Y eso que son amigos nuestros. Me dieron ganas de darle mierda en la boca para que se callara. Dijeron cosas de ti que no estoy dispuesto a permitir nunca.

 

Misha sonaba bonito e infantil y era un enclenque puberto, pero ya quisiera más de una persona adulta que alguien a su lado dijera algo como eso, con esa tajante seguridad. Cómo Ian no iba a sentir algo lindo con eso.

 

-A mí se me resbalan sus burlas, Misha -lo tranquilizó.

-A mí no.

 

Misha apretó su mano. Se puso frente a él, le acomodó los cabellos de las sienes y lo miró a los ojos. Le gustaba mucho mirarlo a las pupilas. Siempre fue una costumbre entre ellos. Ian sonreía al mirar el celeste intenso de sus ojos; el otro, sonreía también al ver la oscuridad profunda con destellos marrones de él.

 

- Ian, mientras yo esté contigo -empezó el rubio-jamás te pasará nada. Nunca nadie te dirá nada. Amigo, no hay nada en el mundo que me duela más que te digan algo.

 

La cara del mini latino se iluminó y soltó una ligera risita.

 

-Ja... ¿Ni parecer gay?

-...

 

Misha puso cara de duda y peló los ojos para arriba. Luego chasqueó los labios.

-Net... Ja ja ja, no -sonrió- Ni parecer goluboy.

- ¿Que parecer globo??

-¡Ja ja ja ja! ¡Goluboy! -aclaró-Maricón en ruso. Bueno... es azul celeste pero también se usa así. No le digas a mamá que dije eso porque me saca un diente.

-Ja ja ja ja...

- ¿Qué?

-Pues tienes entonces unos ojos muy maricones.

- ¡Ah, puta madre! Ja ja ja ja...

-Ja ja...

-Ian...

- ¿Eh?

-En serio. Ni eso.

 

Dejaron de reírse.

Ian volvió a mirarlo con curiosidad y Misha le sonrió una vez más. Se puso recto y parodió una pose de soldado.

 

-Si tuviera que elegir entre parecer marica y dejar nuestra amistad, defendería mi mariconería contra quien fuera...-dijo, como tratando de parecer amigable y a la vez hacerle ver que estaba hablando en serio.

-¿De verdad? -Ian quedó asombrado. Oír eso le había levantado el ánimo.

 

Cariño de niños aún en crecimiento. Uno de once, el otro de trece. Sonrisas grandes y mejillas rojas. Mejillas ardiendo; sobre todo en el rostro de Ian, que padece de sonrojamiento crónico. En su cara son rojas, y en la de Misha un poco más rosas; parecen bolas de helado de fresa y las pecas son las semillas. Las manos húmedas y juntas como si fueran solamente uno. Pero para ellos es natural. Tanto, que ni lo notan.

Cariño de ése que todos vivimos y que lo recordamos como algo sumamente puro e inocente, porque la niñez es así. Delicado y sin malicia que, desafortunadamente, cuando es niño y niña inspira ternura... Cuando es diferente, recibe insultos e inspira rechazo, y se percibe como la contaminación o la confusión de una mente que en realidad no entiende de nada, sólo entiende de cariño.

 

Las manitas sudadas no conocen de pensamientos perversos.

 

-Te lo prometo ¡Hombre promete y hombre cumple! -reafirmó Misha, haciendo un saludo militar aprendido de su papá, que hizo reír a su compañero. La risita que le provocó a Ian era muy precoz, pero era muy sincera y estaba llena de dulzura.

-...Gracias, Misha.

-Y tú también -Sonrió Misha de lado- Tú también debes prometerlo.

-Ja ja, Misha yo me haría marica por ti.

-Ah, bueno, je... -Se sonrojó de toda la cara.

-Sí, pero no te creas mucho con eso, ja ja...

-Tú me amas...

-No, ni aunque fuera gay, tienes pelos de paja y estás horrible.

-Pero te harías marica por mí, dijiste, ja ja.

-Ya quisieras, ja ja.

Todas las bromas tienen su grado de verdad.

 

- - - - - - - - - - - -

a32;

"¿Por qué shit estoy aquí?"

 

Ya se había pasado el encanto.

 

Hay hechizos cuyo efecto dura lo que la bruja hace rendir los 3 mililitros de poción invertida. Y bueno, éste era uno de ellos. De esos que hacen que el hechizado duerma como un niño y despierte sintiéndose como un perfecto idiota, un estafado cualquiera.

E Ian se despertó del conjuro con esa misma resaca.

 

 

Sí, era Misha, pero era un manipulador. Nunca nadie se pudo dar el lujo de burlarse de su inteligencia. Ian se sintió completamente embaucado.

 

El efecto de bruja rusa se le empezó a ir en cuanto le contó a Ari:

 

"¿¿TE VAS A VER CON ÉSE PATÁN?? ¿EN QUÉ DIABLOS ESTÁS PENSANDO?"

 

La morena de cabello chino se quedó con la boca hecha un círculo perfecto y él pudo observar cómo la ira se le subía a la cabeza; fue calmando sus vísceras mientras él le contaba lo que pasó: su mensaje de advertencia fue leído tarde y se había encontrado con el ruso en la calle, habían hablado, discutido y, con un par de explicaciones apenas coherentes (se dio cuenta al narrarlas), le contó lo que había pasado y al parecer todo se había arreglado o iba para allá. Además (se excusó) era un trato jugoso, porque se ahorraría unos buenos cientos de un curso de ruso y qué mejor, se lo daría alguien nativo del idioma. Las sesiones de aprendizaje serían de martes a jueves y de cinco a siete de la tarde.

 

Aún así Ari ignoró olímpicamente esa última parte del curso de ruso.

 

-Bueno... -se rascó la cabeza-Tú te veías veinte veces más enojado que eso. ¿No lo perdonaste demasiado fácil? Ni te consta que lo que te haya dicho sea verdad.

- ¡E...! ...

 

 

Y he ahí el origen de la pregunta que abre este apartado, que Ian se estaba haciendo al frente de la casa que Misha le había indicado como suya, en un croquis mal hecho; su ex amigo siempre dibujó horrible. Reconoció su casa porque ya tenía una idea de la dirección y porque había un pequeño letrero de bienvenida en ruso colgado junto a la puerta. Estaba justo a cinco metros frente a ella.

¿Y ahora, qué?

 

Ari tenía razón. Joaquín (que no contaba ya con su confianza pero sí con el peso de su opinión) le había dicho lo mismo. Antonio salió de su natural estado de calma y también se puso loco con la revelación. Tomás se limitó a encogerse de hombros y no decir nada, pues estaban hablando del otro mejor amigo de Owen; pero le dijo que tuviera cuidado. Absolutamente todos le dijeron lo mismo: había olvidado todo con tres explicaciones muy burdas.

 

Con todo ese trabajo de sondeo le quedaron claras dos cosas: 1) Que Misha era un mangoneador profesional, y 2) Que él mismo se había fallado y se sentía un imbécil por caer en tal mangoneo...¿Por qué iba tan decidido a tocar la puerta de esa casa?

 

Bueno, manipulador o no, Mijaíl seguía siendo un impertinente también. Ian estaba obligado a ir para esa casa so pena de topárselo otra vez por la calle y que le hiciera la misma estúpida pregunta de "¿Cuándo nos podemos ver?" hasta que esos lindos ojitos con pestañas amarillas lo convencieran. No tenía opción acerca de eso.

 

Si se lo topaba y le decía que no lo vería, continuaría buscándolo.

Si le gritaba y se ponía agresivo con él para que entendiera que no lo buscara, Misha de todos modos lo haría, o usaría de nuevo sus encantos y su preciosa carita para hacerlo sentir mal y hasta terminaría pidiéndole una disculpa.

Si lo evadía, Misha de cualquier forma lo encontraría.

Si lo acusaba con alguien de volverse un acosador que lo buscaba por las calles, Ari se metería más temprano que tarde y volvería a verse sumergido otra vez en un problema como el de los abusones. Ya no quería pasar de nuevo por nada parecido, caramba, ya quería descansar de eso.

 

Solución: Era más viable darle a su ex amigo ruso por su lado y asistir a dos horas de convenientes clases de ruso; en las cuales se encargaría de dejarle claro a Misha una estricta distancia sana de maestro (o intento de maestro) y alumno. Aprendería un idioma y terminaría de sacarse de encima la insistencia de Misha por ser amigos de nuevo.

 

Y, definitivamente, ¡Ahora ya nunca dejaría que Misha usara sus trucos con él! No volvería a caer...

O eso creía.

 

Para cuando llegó a la casa de Misha, los nervios lo traicionaron.

De pronto otra vez ya no quiso verlo, ya no quiso tener nada que ver con él. Se quedó sentado en la acera de enfrente, observando la fachada, con ganas de mandar todo su plan muy lejos.

 

"¿Por qué shit estoy aquí? ¿Por qué, simplemente, no lo mando a la mierda? ¿Podré cambiarme de escuela?"

 

Trató de tranquilizarse de nuevo y analizó todo desde cero. La insistencia de Misha, el curso, sus intenciones...

 

Como apasionado del estudio de lenguas, la idea de lo de las clases le atraía, fuera quien fuera; pero... Ahora que lo pensaba, ni siquiera estaba totalmente convencido de que Misha de verdad sabía dar una clase o sólo se haría el tonto y le daría una lista de verbos básicos. ¿Era ese un motivo suficiente como para darle a aquel pésimo amigo el privilegio de tenerlo en su casa de nuevo? ¿Y así de fácil? No... Quizá... ¿tal vez?

 

Si Misha era un insistente y estaba decidido a buscarlo cuantas veces fuera necesario... ¿No sería mejor confrontarlo y dejarle bien en claro que no quería nada con él? Además... ¿Qué tan insistente podía ser? ¿Nivel psicópata? No lo creía tan loco para eso.

 

Sus nervios y sus ganas de irse de allí le plantearon soluciones con las que podría perfectamente pasar de la invitación del ruso, irse a su casa y enfrentar después el problema.

 

Pero luego, vino algo nuevamente a su cabeza.

Algo que le interesaba mucho más que el curso de ruso.

 

 

...Las dudas. Las dudas... que Mijaíl debía contestar.

Pensó en todas sus dudas, en todas las preguntas que por todos esos tres años sin Misha le habían causado noches de dolor de cabeza.

 

¿Cómo es que Misha continuó su vida? ¿Qué había estado haciendo? ¿En qué había cambiado más allá de lo que vio en el parque (porque por lo que había visto en su segundo encuentro, seguía siendo igual de insistente y de persuasivo)? ¿Dónde había estado?

... ¿Por qué se había ido?

¿Valía la pena quedarse esa tarde en su casa para contestar esas preguntas?

¿Se iría o se quedaría?...

 

Estaba casi lanzando una moneda para decidir, cuando la puerta de la casa se abrió.

Muy tarde...

 

En cuanto vio los rizos rubios asomarse por la ranura, supo que era demasiado tarde para tomar una decisión.

 

En realidad, Misha sólo había salido para sacar la basura; faltaban diez minutos para las cinco, pero casi como si tuviera un imán en la frente, Ian atrajo su mirada.

 

- ¡Ah, perfecto, supiste llegar! -exclamó.

-Sí, me guié por lo de la tienda que señalaste- mintió el moreno, acercándose con media sonrisa- Llegué antes.

-Pasa. Ya sabes, lo de los zapatos -pidió el otro. En su rusa casa era costumbre quitarse los zapatos al entrar.

-Sí me acuerdo. Gracias. Oye, ten -Si algo no se le había olvidado en años a Ian, era cómo entraban las personas ahí. Le dio a Misha una pequeña canastita con dulces de ate, traídos por su tía Maripaz desde Veracruz.

- Gracias.

 

Al final, como siempre, la decisión la había tomado Misha por él...

Pero, en fin... No iba a saber realmente si las excusas del día anterior eran verdad, a menos que entrara y averiguara.

Se quedaría a resolver sus dudas.

 

 

Al entrar, ya puestas las pantuflas que Misha le otorgó para andar por su casa, estudió el contexto.

 

Las mismas cortinas que recordaba a sus diez años y la misma mecedora, pero la sala, el comedor y muchos elementos eran nuevos; no obstante, el olor de la casa era el mismo que recordaba de la otra. Este inmueble era más espacioso que el otro, pero era mucho más silencioso también. Daba una impresión de hogar de abuelitos por algunos tapetes, carpetillas tejidas y una repisa llena de figuritas de porcelana; sus padres (del rubio) siempre fueron muy clásicos, tanto en la decoración, como en casi todas las cosas.

 

Se miró en el espejo de la buena suerte. Estaba pisando propiedad de los Lébedev por primera vez en mucho tiempo. En resumen, se sentía como si se hubieran empacado también las vibras de la antigua casa. Sólo que esta parecía gustar más del orden, del silencio y del vacío.

 

- ¿Estás solo? -interrogó el moreno, mirando para todos lados.

-Sí. Padres ya casi nunca están, están en Tamaulipas. Y la defectuosa no ha llegado.

-¡Ja ja ja ja! -estalló en risas el pelinegro-¿Sigues diciéndole así a tu hermana?

- ¿Y por qué no? -sonrió el otro-Lo defectuosa no se le quitará nunca.

-Ja ja ja...

 

Misha retiró del sillón más largo algunas cosas y le señaló el lugar a su invitado.

 

-Siéntate si gustas -le ofreció.

-Gracias.

 

El moreno se sentó y acomodó el cojín tras de su espalda, hasta encontrar confort- Mmm... me gustaba más la sala que recuerdo -Comentó, una vez se quedó quieto.

-A mí también. -Misha encontró comodidad sentándose al lado de Ian, guardando moderada distancia- Tampoco me despedí de ella. Cuando llegué aquí, ya estaba ésta.

-De haber sabido, también me hubiera despedido -rió Ian- Estaba bien cómoda.

-Sí... Recuerdo que sacaba aire y era muy suave.

-De haber sabido.

-...

-No te preocupes.

-Perdón por no avisarte -se disculpó el eslavo- Antes de tu cumpleaños.

-Pues... no fue lo único de lo que no me avisaste.

-...Lo siento.

-...

 

Así de rápido se puede ir la alegría de una plática.

 

-¿Quieres algo? ¿Te puedo ofrecer algo? Está el té en la cocina, si quieres voy a... -preguntó Misha, tratando de salvar el ambiente.

-No, gracias, así estoy bien. Ja ja, no tienes que seguir tus costumbres al pie de la letra conmigo.

-¿Por qué no? Tú las cumpliste -el rubio alzó en su mano la canasta de dulces- Al menos acepta lo del té...

-Mmm... bueno, pues sí al té, gracias.

-Sí.

-Te acompaño a la cocina.

-...Sí, está bien.

 

Los dos chicos se pusieron de pie y caminaron a la cocina. Esta resultó ser mucho más amplia que la anterior; contaba con una pequeña rendija abierta hacia la sala (como para dejar enfriar algún postre) y una puerta con un ventanal de acrílico en forma de tenedor. Misha había planificado bien lo del té y tal bebida ya estaba lista para servirse, a buena temperatura.

 

Así, como tantas veces vio que los señores de la casa recibían a las visitas adultas, Ian recibió su taza servida de la mano de Misha. Le rozó un poco la mano al recibirla.

 

Qué diferencia ahora de antes: Ian ya no sentía ese cosquilleo dulce de mariposa con el toque del ruso. Aunque sólo se detuvo a pensar en eso un momento, no le pasó desapercibido. Antes, ese pequeño toquecito le ponía los cachetes rojos y sus precoces manitas le empezaban a sudar...Ahora todo eso se había ido.

 

Era la primera vez que tocaba a Misha... y no sentía absolutamente nada.

 

 

Se sirvió la única cucharada de azúcar que le gustaba ponerle a las tazas de té o café y tomó la bebida de inmediato; ya estaba tibio y no lastimaba la lengua. Misha le puso tres cucharas y lo tomó mucho más paciente.

 

-Está bueno-Ian rompió el silencio.

-Gracias.

-De nada.

 

Se vieron un momento y siguieron tomando.

 

El momento estaba bien muerto. Helado. Ni el té había ayudado.

 

-Mijaíl...

Ian trató de llamar la atención del ruso para decirle algo y quebrar el hielo, pero más que eso, logró que Misha frunciera bien el ceño.

 

-¿Por qué me dices así? -dijo el pecoso, con una cara de interrogación.

-...Pues porque así te llamas, ¿O tienes otro nombre?

-...

-¿Cómo quieres que te llame?

-Misha está bien, Ian -respondió el otro, aparentando volver a la normalidad. Lo palmeó en el hombro-No somos extraños, somos amigos. Dime Misha.

 

Ian estuvo a punto de decirle algo como "no somos amigos", pero simplemente alzó los hombros y siguió bebiendo el té.

Tenía cosas más importantes qué discutir...

 

-Oye ya no me contaste -Empezó. A lo que venía... - ¿A dónde fuiste por tanto tiempo?

 

No lo estaba mirando de frente, pues Misha veía hacia un punto perdido al frente, pero pudo ver que su respiración y el movimiento que hacía con su pierna se detuvo dos segundos. Como si lo hubiera agarrado por sorpresa.

 

-¿A dónde fuiste?

-Me regresé a Nóvgorod- soltó el rubio.

-Oh... ¿Allá? ¿Tan de repente? -el moreno arqueó las cejas.

-Bueno, así de repente vine también la primera vez.

-Ah...

- Sí.

-¿Y para qué?

 

Misha se tomó otro tiempo para contestar, con la excusa de un trago de té.

-Había problemas con mi visa y papá quiso que regresara con él -explicó.

- ¿Y por qué no se llevó a tu hermana?

-Ella es terca- El rubio comenzó a jugar golpeteando la taza con los dedos- Le gusta más aquí que allá. Al menos le gusta más el español. Lo habla todo el tiempo, hasta conmigo la tonta.

-Bien...-exhaló el pelinegro- Si ella puso resistencia y le hicieron caso... ¿Por qué te fuiste tú?

 

Misha calmó el movimiento de sus manos y lo miró molesto. Le estaba molestando dar explicaciones.

-...Porque, te lo dije. Tenía problemas con visa -repitió- Era más fácil para ellos que fuera yo quien regresara.

 

Algo había cambiado en la voz del güero. Estaba molesto y hablaba muy cortante.

 

-Está bien, sólo no te enojes -Ian hizo una mueca y bebió té.

- ¿Por qué estás preguntando esto?

-Tenía curiosidad.

-Ya te dije que no tenía planeado irme.

-...

-Ian...

-Ok.

-...

 

Misha inhaló y exhaló, se calmó y tratando de verse apacible, se acercó a él.

-Oye, amigo -le dijo- No te estoy mintiendo.

-...

-...Sigues enojado ¿Verdad?

-...

 

El silencio de Ian le terminó de quitar al ruso todos los ánimos.

 

-¿Sigues enojado conmigo, Ian? -preguntó. La respuesta le vino con la expresión de indiferencia de su amigo de piel canela, que más que responderle, siguió bebiendo té.

-...

-Ian -insistió- Ya te dije que lo siento. Ya te dije que te extrañé. No sé qué más decirte. Quisiera que pudieras perdonarme de verdad.

-Ok -soltó el latino. Lo más seco que pudo. Tan seco, que al instante, el semblante de Misha se llenó de decepción.

 

Así también de rápido un ambiente se pone tenso y agudo como una púa.

 

-Me odiaste, ¿verdad? -el de apellido Lébedev dejó su taza y lo miró atentamente. Pero Ian ni reaccionó.

 

El que calla otorga.

 

-Todo este tiempo me odiaste... -concluyó Misha- Como me dijo el adefesio...

-...

-Mierda, contesta algo.

-Vete al demonio -espetó Ian- Vuelves a decirle adefesio a Joaquín y te parto la cara.

-...

 

Ian volvió a sorber de su taza y ni siquiera tuvo que ver al rubio para darse cuenta de que lo había dejado estupefacto.

 

- ¿Entonces sí eres amigo de esa cosa? Vaya... -resopló el extranjero- Seguro lo consideras más amigo que yo ¿no?

-Sí.

 

Sorbió una vez más de la taza y observó a Misha quedarse helado con el rabillo del ojo.

-De hecho, él es mi mejor amigo -agregó el pelinegro.

-...

-Es mi mejor amigo y quiero que te calles si vas a hablar de él.

- ¿Es tu mejor amigo? -Misha compuso su rostro y trató de reír- ¿Por qué, qué ha hecho él por ti?

-Muchas cosas. No abandonarme cuando más lo apreciaba, por ejemplo.

-...

-Sí te odié, pendejo.

 

Cualquier intento de diplomacia había desaparecido.

 

-Yo no te abandoné, no seas dramático -refutó el ruso. Ian sólo tuvo que oír eso para volverse a enfurecer.

-El día que te fuiste, vine como siempre a tu casa. Nadie me abría la puerta.- Ian tragó lo último de té y dejó la taza- Me quedé como idiota en tu puerta, sólo para que me abriera Pavlovna con cara de regaño y me divagara otro rato antes de que tu mamá me dijera con un tono maldito que te habías ido lejos y que no nos veríamos jamás, y que era mejor que ya no me acercara a tu casa. Si a ti se te hace malo, imagínate a mí, con doce años, Mijaíl.

-...

-Te hice maldita falta, pero en casi tres años nunca intentaste llamar, ni siquiera me buscaste por maldito Internet...

-... ¿Y tú lo hiciste? -cuestionó el ruso- ¿Tú me buscaste?

-...

 

 

Pum.

 

Ni siquiera Ian había empezado bien a celebrar interiormente su firmeza con él, cuando Misha le hizo ver el otro lado de la moneda.

No supo qué contestar, y eso le dio un punto de ventaja al euroasiático.

 

-Claro - rió Misha - Te enfrascaste en el rencor que me tuviste, ¿no?

-Te busqué el primer año y medio por internet, y no había rastro de ti -refutó el moreno.

-Mis nuevas cuentas tienen año y medio, animal.

-...

- ¿Y si tanto querías hablar conmigo, por qué te escondiste cuando estaba peleando con Ariadna?

 

Dos, tres puntos de ventaja. Le volteó todo.

 

-Porque no quería saber nada de ti -se defendió Ian- Sabía más o menos por dónde vivías, por eso nunca pasé por aquí hasta que fue necesario.

-¿Cómo??

-¡Y el primer maldito día que fui al parque en años, te tuve que volver a encontrar!

 

Ya estaba. Llegó el momento de la pelea.

Era lógico que pasara. Misha había pretendido mal y se vio demasiado ingenuo; el "borrón y cuenta nueva" sólo funciona cuando de verdad no hay más cosas clavadas en la mente.

 

-Ah... -El pecoso rió irónicamente, de fastidio- Yo pensé un momento que no era tan malo haciendo croquis, pero ya sabías a dónde dirigirte. Ja ja ja... Sabías y no me buscaste tampoco.

-Pues porque interpreté tu desaparición sin intentos de encontrarme como que tú tampoco querías saber nada de mí -Siguió defendiéndose el latino- Después de todo, tú sabías perfectamente mi dirección también.

-Sí, Ian, pero a diferencia de ti, yo pensé que te habías mudado y además yo no puedo ir a verte.

- ¿Por qué??

-Porque... Mi madre.

-Pinche obediente. Me tienes en tu casa.

-Me dejó de importar mi madre- el ruso se hartó. - Oye, ¿Seguirá esta discusión hasta las siete?? ¿Sólo viniste a eso??

-...

 

Misha se ofreció a ser el que trajera la paz.

-Como sea, oye...- habló- Estos tres estúpidos años ya pasaron. Estamos aquí. Yo tengo diecisiete y tú quince, estamos más crecidos y creo que pensamos mejor las cosas, ¿verdad?

-...

-No nos buscamos, sí, fui un obediente de mami -Agregó, ladeando la cabeza- Y me costó caro, porque te extrañé. Y tú también me extrañaste.

-...

-O al menos noto que me extrañaste. Ya tenemos que dejar todo ese pasado de mierda en la basura, ¿O quieres seguir peleando?

-...

-Hey...

-...

-Al menos podrías aportar algo a la conversación.

-¿Como qué??

-Como que tú también tuviste algo de culpa.

-Vete a la mierda.

-"Me voy a la mierda"... Muy bien, Ian -El ruso se llevó la palma a la cara- Así vamos a solucionar las cosas...

-...

-Entiendo que me tengas rencor, pero al menos podrías entender que yo también te extrañé y te quería. También tú eras mi amigo.

-...

-Tampoco me trates como si hubiera sido tu novio y te abandonara.

 

"Tampoco me trates como si hubiera sido tu novio y te abandonara".

 

...Golpe bajo.

 

Lo que había dicho Misha hizo que Ian volteara a verlo con ojos de odio infernal. ¡Como si Mijaíl no se acordara de nada!! ¿Hablaba en serio? No tenía la autorización como para hablar de su abandono a la ligera, menos para decir algo tan tonto como "No me trates como si hubiera sido tu novio". De verdad era muy odioso, o se estaba haciendo el loco.

 

Estaba tal vez siendo un poco exagerado si se quiere, pero para Ian, Misha estaba subestimando lo que hizo; había significado demasiado como para tomar a la ligera el recuerdo del día en que se fue.

Y los demás recuerdos...

 

-¿Qué?? -Misha reaccionó a su mirada pulverizante.

-No, pendejo, no fuiste mi novio -respondió- Pero no necesitabas ser mi maldito novio para significar mucho para mí, y cuando te fuiste mandaste todo eso a la mierda, no importa si no sabías o te avisaron cinco segundos antes. Lo mandaste a la mierda. Mandaste a la mierda a tu mejor amigo.

-...

- El que tenía que buscarme eras tú.

 

Misha no supo qué contestar, el semblante se le tiñó de vergüenza.

Con eso, Ian tuvo por ganada la pelea.

 

- ¿Recuerdas ésa promesa que hiciste? -Soltó de repente.

-... ¿Cuál? -cuestionó Misha.

-No dejar que nadie me hiriera.

-Ian, yo me refería a ya sabes... ésas cosas...Tú sabes.

-¿Cuáles, pendejo??

-Las mariconadas que hacíamos. Cuando jugábamos y todo eso. No creas que no recuerdo.

-¿Era un juego?

-¿Qué creíste??

 

Tarán.

 

-...Nada -contestó Ian.

-¿Creíste que las mariconadas eran en serio?? No jodas, eran unas homosexualidades gigantes...

-Que no, pendejo, ya cállate.

-Bueno... Esa promesa trataba de eso. Te iba a proteger de quien pensara que éramos un par de torcidos.

-...Ah.

 

¿Estaban haciendo una travesura?

 

Al fin, después de tantos años de hacerse la pregunta del parque, Ian tuvo una respuesta: Sí.

Misha no se estaba haciendo el loco. Simplemente, todos esos momentos especiales para él no habían sido más que travesuras.

 

...Su primer amorcito, ése amorcito de la niñez, no había sido nada más que una simple travesura.

 

-Era eso -dijo Misha.

-Bueno.

 

Ian se tranquilizó mucho y se quedó en estado inexpresivo, pensando en lo que acababa de saber. Qué bueno que ya no lo amaba. En otros tiempos, le habría roto el corazón en diez mil pedazos. Aún ahora, era triste saber que se había enamorado de un juego.

Aunque lo intentó, no pudo ocultar su decepción en lo profundo de sus facciones.

Y Misha lo notó.

 

-Pero, también es válida para esto -le dijo el eslavo, con una voz mucho más comprensiva- Tienes razón, también dije que iba a protegerte de todo. Y me fui.

-...

-Lo siento, Ian -Suspiró- En serio que quisiera regresar el tiempo.

-...Está bien, no importa.

 

El aire se destensó y los dos quedaron viendo hacia un rincón perdido, sin cruzar las pupilas.

 

-¿No sientes eso tú? -preguntó Misha- Yo quisiera regresar el tiempo.

-...A veces.

-Lo siento demasiado.

-...Lo siento yo también.

 

Misha inclinó la cabeza para hacer contacto visual. Trató de sonreír un poco. Ya quería cerrar el tema.

-¿Entonces, Ian?...-dijo.

-¿Entonces, qué?

-... ¿Ya estamos bien? Estamos a mano.

 

Eran suficientes respuestas por el día.

-...Eso creo -afirmó el moreno.

-... Gracias -sonrió el otro.

-Sí, sí...

-De verdad.

-Sí...

 

Y después de este último Sí, el silencio y la calma volvieron a reinar en la situación.

 

-¿Quieres más té? -ofreció Misha.

-...Está muy rico, ¿tú lo hiciste?

-Hoy sí.

-Media taza, por favor.

- Claro... tú... Ian -titubeó un poco el eslavo- Oye...

-¿Qué?

-...¿Entonces, sí soy tu amigo, o me seguirás odiando? -trató de sonar medio en broma, medio en serio.

-...

-No quiero que me odies, Ian, por favor.

-No, Mijaíl, no quiero que seas mi amigo.

- ...

 

Al oír lo anterior, Misha volvió a desanimarse y sus ojos denotaron una luz de desconcierto.

 

La intención de Ian al decir eso había sido establecer esa distancia que quería desde un principio. De hecho, quiso ser firme ante esa luz de desconcierto. Sin embargo, la carita del ruso volvió a hacerle de las suyas y al verla, a Ian lo invadió esa enorme sensación de culpa que tanto odiaba que su ex amigo provocara a su antojo en él. Tanto fue así, que su mente lo obligó a desistir de su decisión...

 

-No, no quiero que seas mi amigo -sonrió el moreno- Quiero que te cases conmigo.

 

Misha puso ojos de plato.

 

-Ja ja ja... ¡Estoy jugando, cara de alpiste! -le dió un pequeño golpe amistoso- Está bien, empecemos de cero.

-Ah... ¡Ja ja ja! -el pecoso rió también, aliviado, y le correspondió el golpe- Ya iba a golpearte... Gracias, Ian.

-...

-¡No, mentira, ja ja ja! No te golpearía. No te volveré a fallar -le sonrió el de cabellos dorados- Te lo juro.

-Ok... gracias.

 

Iba a dejar entrar nuevamente a Misha a su vida... lo que prometió que no haría y ahora estaba a punto de hacer.

Fue entonces que quiso seguir bromeando.

 

-Ja ja ja... -comenzó a reír tímidamente.

- ¿Qué te da risa, Ian?

-Lo de las mariconerías. Vaya.

-Las mariconadas.

-Qué nombre...

-Pues son de maricones, ja ja ja ja... Son de anormales.

-...

 

Otra vez todo se puso mal, pero Misha ni siquiera lo notó.

Ian se había olvidado de que estaba hablando con un ruso de ideas muy diferentes al que conoció.

¿Iba a ser amigo de un homofóbico??

 

-Oye -se dirigió al pecoso.

-Dime.

- ¿Tanto asco te dieron?

-¿Qué? ¿Las mariconadas?

-Sí.

-... ¿Por qué lo dices?

-Por eso odias a los gays. Por las mariconadas.

 

Tenía otra duda:

¿Dónde quedó el rusito que conoció?

 

-Mmm, no -negó Misha- No es por eso. Las mariconadas eran... divertidas.

-Las hacemos entonces si quieres -bromeó el otro.

-No gracias. Qué asco.

- ¡Pero si las sigues haciendo! Ayer, con mi mano.

-...

-Ja ja ja ja... No te preocupes, yo también me "sentí bien", a ja ja ja... ¿Recuerdas?

-...

 

Cuando no hubo respuesta del ruso más allá de tres segundos, Ian se le acercó más allá del espacio personal y, riéndose como un niño, se abalanzó sobre Misha. Éste se quedó helado.

 

- ¡Te quiero mucho, Misha!- se recargó en su pecho, dio un brinco y le dio un beso bien clavado en la mejilla.

Sólo quería hacerlo enojar un poco, pero no imaginó qué tanto...

 

¡Crash!!

-¿¿Qué te pasa, pendejo??...

 

Misha tardaría más en pestañear que en echarlo al otro lado de la cocina, casi tirándolo, alejándose de él como si tuviera una enfermedad de alto contagio.

 

Si había una posibilidad de que la primera tarde fuera buena, se había ido por la ventana. El golpe lastimó el brazo de Ian con la esquina de un cajón. El moreno se quejó del dolor.

 

- ¿Qué ocurre contigo?? -gritó Ian.

- ¿Qué te pasa, idiota?? ¡¡No hagas eso!! -Exclamó el otro.

 

Empero, cuando vio el gran raspón de Ian que se hizo en el brazo y su cara de repudio, supo que tenía que calmarse.

 

-Oye, perdón... ¿Estás bien? -se mostró comprensivo otra vez, pero Ian seguía mirándolo con esos ojos cabreados por la reacción innecesariamente violenta contra él.

-...

-Ian -dijo, excusándose, o tratando de hacerlo- Yo también... yo también aprecio mucho que nos hablemos otra vez. Pero como te dije, somos más maduros ahora. Y hay ciertas cosas que no van a ser iguales. ¿Me entiendes?

 

Se hizo un silencio incómodo otra vez entre ellos. Ian tomó conciencia de lo que estaba pasando.

Misha no tenía intenciones de tolerar nada de esas cosas. Había cambiado, y no sólo en su tono de voz más grueso o su tamaño.

Y vino la piedra final.

 

-Oye- continuó el rubio. - No pienses que quiero cuidarme de ti.

- ¿Eh?? -Ian frunció el ceño- ¿Y por qué demonios tendrías que cuidarte de mí??

-Sé un poco sobre lo que dicen de ti. ¡No creas que no he escuchado de ti!

- ¿De mí??

-Claro que sí, Ian.

 

¿Así que el ruso homofóbico también había escuchado del niño acosado de la secundaria 67?

 

-Y qué bueno que llegamos a este tema-sentenció el rubio-porque también quería hacerte una pregunta.

 

¿En serio quería que él mismo se lo dijera?

 

-Sí.

- ¿Sí, qué, Ian??

-Soy gay.

-...

-Recontra gay, diría yo.

-...

 

 

Fallo rotundo de un primer día juntos. Y probablemente, de todos los demás.

El ruso sólo se quedó callado.

 

-No son rumores que escuchaste, porque seguro eso me ibas a decir, pedazo de imbécil -dijo el moreno- Cuando quieras hacer una pregunta, hazla sin rodeos.

-...

-Por eso no ibas a buscarme, ¿verdad??

-...

-Antes de que me corras, me voy yo, idiota.

 

Sin darle tiempo a Misha de contestar nada, salió casi corriendo hacia la puerta.

El rubio no iba siguiéndole, pero aún así, Ian se apresuró a ponerse los tenis y volar hacia la entrada principal y, posteriormente, hacia el pesero (bus).

 

 

No miró hacia atrás hasta que llegó a casa y cerró su puerta. Sus padres no estaban; subió hasta su recámara, se encerró, se sentó en su cama, y no dijo nada.

"Pedazo de imbécil" "Soy gay" "Recontra gay"... En su propia casa.

 

Sabía que era casi inminente que habría consecuencias de decirle eso. Pensó en lo de Joaquín, en lo de la pelea con Ariadna y concluyó que se había metido con alguien que tenía la mecha corta para alguien como él... con todo y mariconadas.

 

No podía confiar en su palabra. Misha había prometido no hacerle nunca nada, pero tal vez, eso sólo lo había dicho en caso de que fuera su amigo. Y Misha no se iba a permitir tener un amigo homosexual. Este Misha no.

 

Se tronó los dedos de las manos y divisó por la ventana la vieja casa de los Lébedev, al frente de la suya.

Debía mentalizarse para lo que viniera después.

Notas finales:

Es todo, bellezas.

Bonita noche!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).