Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Otro capítulo, dulzuras (quien quiera que me lea, porque ni en Wattpad me comentan :'v) 

Como sea, aquí estamos bellezas <3

Va el capítulo...

 

[CAPÍTULO REEDITADO] : 28/11/17

 

Cierta vez, poco menos de un año atrás.

-Cuéntame de eso.

- ¿De "la persona"?

-Sí, amor.

 

Ian suspiró. No quería tocar ese tema nunca. Sólo lo había mencionado un par de veces en charlas de amigos; un par de veces más a él, por encima.

 

-Pues, fue un chico -la explicación comenzó tímida- Hace dos años que no lo veo, ya van para los tres.

- ¿Tenías doce años?

-Amor -el moreno se sonrojó de vergüenza- tenía ocho cuando lo conocí.

-¿Ocho??? -El otro quedó impactado-¿¿Te gustó desde los ocho??

-No. No me gustó así de inmediato, ya casi tenía diez cuando...

- ¿Tenías nueve?? -exclamó de nuevo su compañía-¡Ay, eras muy pequeño, corazón!

-Sí, lo sé. - Volvió a suspirar y meneó la cabeza- Fui un morrito que se jodió desde muy temprano.

-¡Pero muy temprano!

-Él era mi mejor amigo.

-Oh... -asintió el otro- ...Y te gustaba en secreto -adivinó.

-Algo así.

-Pero él era hetero, ¿no? O también, por la edad ¿Cuántos años tenía?

-Él tenía once. Y ni tan en secreto.

- ¿Cómo?

-Él me abrazaba mucho, me trataba como si fuera...No sé.

 

Ian iba explicando mientras su pequeño y cariñoso novio lo asistía pasándole torundas de algodón con alcohol para curarse una pequeña herida profunda hecha por un abusón en el antebrazo. Al moreno ni siquiera le estaban prestando atención; la paliza de ése día se la ganó por defender a su principillo, mientras el otro escapaba para pedir auxilio, el cual llegó tarde.

 

- ¿Y qué pasó? -siguió preguntando el castaño, cuando aún se vestía como un chico vago cualquiera.

-Un día... Se fue.

- ¿Se fue? -le pasó otra torunda ... ¿Qué te dijo?

-Nada -Ian desechó la anterior, coloreada de rojito.

- ¿No te dijo nada?

-Un día, en mi cumpleaños, me dijo que nos veríamos y al día siguiente se había ido y jamás volvió.

-O sea... ¿Te ilusionó, te hizo su mejor amigo y luego se fue sin despedirse??

-Ajá. Lo último que supe de él, es que tenía novia, porque un primo la conoció.

- ¿ Tu primo Noé?

-Sí.

-Qué maldito...Corazón- su principillo lo tomó de la mano y lo abrazó con mucha ternura, sin tocar sus heridas de valiente- Yo te repararé. Estoy dispuesta a repararte, para que no pienses más en eso. Ya verás que ése no te merecía, cariño. - Lo besó en la mejilla. -Yo seré muy buena contigo.

 

Esa alma tan bonita, que a diferencia del muy prematuro Misha había llegado a sus más aceptables 14 años, estaba regalándole los momentos más lindos de su pubertad; atrás parecía quedar al fin el dolor del recuerdo del niño de las pecas; aunque se quedaba el rencor de la falta. Esta almita preciosa estaba ayudando a curar más que sus heridas del brazo, estaba curando los golpecitos de su corazón.

 

-Te amo, Joaquín -pronunció. Le dio un beso en la mano a aquella almita.

-Te amo, dulzura. Qué contenta me siento porque estoy contigo.

-¿Por qué últimamente hablas en femenino de ti? Deja el brillo un poco...

- - - - - - - -

 

 

Al día siguiente...

 

-Tú tienes la culpa, tonta -se quejó Ian, con el fin puro de hacerla enojar. Y lo logró.

 

- ¡Ah! ¡Pero ahí vas de caripendejo a hablarle al brutote ese! ¿Verdad?? -Joaquín azotó de puro coraje la escoba que estaba usando para barrer la estética y se puso la mano en la cintura, muy enojado. - ¡A mí no me quieras echar la culpa, Ian! ¡Tú sabías a lo que te atenías!

-Le tuve que ver la cara gracias a que la chismosa hizo que me fuera a buscar -respondió el otro. Sí le había molestado mucho la indiscreción, pero al tratarse de su ex más querido, siempre tenía más consideración. Se divertía viéndolo rabiar.

-Y tú bien contentote de ver al mastodonte cerebro de simio ¿No??

-No estaba contento -se rió- Me apendejé.

-Pues qué bruto. Si el mastodonte te viola, te dejas.

-No manches, ja ja ja...

-Pues como sea - El chico frágil, de piel vainilla con toques rositas y mechas rubias en el pelo volteó los ojos y siguió barriendo. - ¿Hoy por qué no vino a arrastrarte a hacer tarea tu amiga la pajarraca?

- ¿Pía?

-Sí, esa loca.

-Se quedó otra vez en la escuela, gracias a Dios. No es mucho mi amiga, me la asignaron de guía en mi primer semestre. Fue un programa de apoyo a nuevo ingreso.

- ¿Y entonces, a qué hora te vas a ir, cariño?- Joaquín señaló el reloj de pared- Ya casi dan las nueve.

- ¿Las nueve??? ¡Fuck! Me voy, Joaquín.

- ¡Cómo que Joaquín! -el castaño hizo pucheritos.

-Perdón... Me voy su majestad, fabulosa reina...-El moreno volteó los ojos y reverenció con cara de risa.

-Mmm, así está mejor. Ya vete. - Joaquín le dio un escobazo en el trasero e Ian se levantó. Se acercó y "la fabulosa reina" le dio un beso de chica en la mejilla para despedirse. Toda una dulzura- Mañana no te veo, cariño -añadió- Voy a ir a casa de mi estupidita.

-Ja ja, oye ¿Por qué le dices así a Antonio?

-Porque cuando le regalé el poster de su príncipe Asami o como se llame, se puso a gritar como niña y me lastimó el oído.

-Ja ja ja ja, ya sé cuál. Le encanta, lo tiene pegado en la pared pegada a su cama.

-¿De verdad? -Joaquín sonrió ampliamente.

-Sí, con todo su tapiz de posters. Te veo pasado mañana.

-Con cuidado.

 

Con eso último dicho, Ian salió disparado de la estética y Joaquín sólo lo vio marcharse. Siempre lo había visto marcharse y le daba gracia... sólo una única vez no se la dio.

 

Siguió barriendo su piso, terminó; se sentó y esperó a que su mamá llegara en el viejo y descuidado coche familiar para cerrar juntos el local e irse a casa. La señora le traía un cambio de ropa masculina; al castaño le encantaba vestirse de una manera femenina y coqueta, pero su papá aún estaba digiriendo que su hijo era la reina del castillo.

 

- - - - - - - -

 

Nueve de la noche, y Joaquín no fue el único que corrió esa noche hacia su casa.

 

- Por su culpa -sentenció la madre Zaira. No despegó la vista de la olla de guisado que estaba vaciando en un refractario.

- ¿Su culpa??

-Bueno... -la madre, alta y castaña de rizos se corrigió - A lo mejor no directamente, Ariadna, pero ella fue parte del problema.

-Pero ella no tiene la culpa -Ari, que era la hija de aquella señora, permanecía a su lado, persiguiéndola por la cocina mientras la mujer mayor, viuda y señora de la casa iba de un lugar a otro limpiando- ¿Por qué a mí no me dice nada??

 

Ari había llegado a su casa cerca de una hora antes, acompañada de Noriko. Allí encontró viendo la tele a su madre, a Alejandra su hermana gemela y a Owen, el amigo de Misha que también es, curiosamente, una suerte de primo de Ari y Alejandra pues es hijo de una señora de ascendencia inglesa ahora casada con su tío más cercano.

Y también era ex novio de Ari. Sí, de Ari.

 

Desde su salida del armario hacía ya aproximadamente año y medio, las fricciones en la familia no se hicieron esperar. Ariadna y Owen tenían una relación "secreta" de la que toda la familia sabía en el fondo y era muy incómoda y mal vista por los padres de ambos; pero la dejaban pasar porque en verdad parecían unidos sin remedio... Al menos por parte de Owen.

 

Él estaba profundamente enamorado, ella siempre lo amó...como a un primo y a un amigo. Él sabía que el amor que le tenía Ari no era ni la mitad del que él le tenía, pero nunca se imaginó que un día, sin aviso ni sospecha, la verdad de Ari le llegaría y él tendría que cargar con ser el simple pasado de una niña lesbiana; un chico con el corazón destrozado, porque el amor romántico de Ari ni siquiera había llegado a 1 en una escala de 100. La demás familia parecía contenta con el hecho porque al menos preferían que la chica tuviera novia en lugar de alimentar lo que parecía un incesto morboso... claro, excepto los padres de Owen, su mamá y el joven de rasgos tan europeos como los de su madre.

 

Esa noche había sido un encuentro muy poco afortunado porque Owen evitaba a Ariadna pero aún la quería mucho por ser su prima; pero a Noriko no le debía consideración alguna y a ella sí que la despreciaba. Ni siquiera los intentos de la señora y las gemelas por destensar el ambiente sirvieron: Owen se fue directo a su casa sin antes dejar en claro que la culpa de que se fuera era de la presencia de la novia de la que fue su propia chica, o la que creyó que fue suya.

 

Y obviamente Zaira y Alejandra siempre se ponían del lado de Owen.

 

-Te he dicho que no quiero que la traigas a la casa -siguió la madre.

-¿Por qué?? -protestó la pelinegra.

-Porque no es bienvenida. Mira lo que pasa por su culpa.

-¡No es su culpa, mamá, deja de defender sólo a Owen!! - Ari estalló- ¡Ya pasó año y medio y hasta cuando vengo sola se va y no me habla!! ¡Ya debería haberlo superado, no es normal!

- ¡No quiero que traigas a tu... novia, es la última vez que te lo digo!

Año y medio después, a su mamá todavía le costaba trabajo decir que su hija tenía una novia.

 

Después de eso, no hubo más peros que Ariadna pudiera poner. Pero allí no se acabó su calvario, pues en cuanto entró a la habitación que compartía con su gemela, ésta igual quiso sermonearla; a Alex, como le decían, (ya) no le causaba problema su sexualidad... se lo causaba Noriko, no la soportaba ni en pintura.

 

-Cállate y no quiero que abras la boca -advirtió Ari a su hermana, igual que ella pero con el cabello lacio.

-Si quieres seguir causando problemas con Owen por traer a tu cosa, es tu problema -Alex encogió los hombros y fijó la vista en el libro que leía.

-Cosa tu minipulga que traes encima, cara de bruta -Ari se refería a Tomás, que era novio de Alex. Él era dos años y seis centímetros menor que ellas.

 

Las dos se dirigieron una mirada de furia y Alex no volvió a decir nada. Al poco rato se durmió con el libro en la cara y roncando como jabalí. Ariadna, luego de un cansado día entre la escuela y el activismo, se puso sus audífonos y escuchó su lista favorita de reproducción, hasta que medio alcanzó a su hermanita en el sueño. También roncaba.

Y nada la hubiera interrumpido de sus ronquidos de no ser por la llamada entrante...

 

Tono de The Veronicas y después, la voz de Noriko.

-¿Lista? -le preguntó su chica. Apenas en un susurro, Ari le dijo que sí.

- - - - - - - -

 

 

 

- ¿Qué son estas horas de llegar, señor Lima Valdés?? -vociferó ella- ¡Sí, cómo no! ¡Aquí está su gata para hacerle de comer a la hora que venga!

-Mamá querida, dejé mi plato de ayer -Ian sonrió cínico-tú ya no me haces de comer.

-Ya no llegas a tus horas, te quedas platicando por allá, ¡ni modo!

-Señora -él hablaba mucho en broma con su madre- ¿Me va a dejar pasar o me va a dejar afuera?

-Con ganas de dejarlo afuera, señor pelado -ella le seguía el juego- Ande, ya pase, chistoso.

 

La señora le abrió paso y él le dio un buen beso en la mejilla. El moreno se dirigió inmediatamente a la cocina, abrió el refrigerador y sacó un plato de enchiladas para meterlo al microondas. Acto seguido, corrió hacia su cuarto. Sintiéndose liberado de su pesado día, lanzó su mochila a la cama y se sentó a la orilla, junto a ella; la abrió, sacó su cuaderno de matemáticas y alistó todo su material para hacer la tarea antes de que sonara la campanita del horno que le anunciaba su comida calentada.

 

Bajó veloz a la cocina, acomodó su plato en la mesa, se sirvió un vaso de agua de mango y se sentó a comer tranquilamente, reflexionando sobre las ecuaciones que estaba por hacer.

Ni siquiera se imaginó el golpe.

 

-Oye, Ian, a propósito- dijo la señora, mientras abría el refrigerador y se inclinaba para intentar agarrar un trocito del pastel que había mandado la tía Raquel, hecho por ella misma. - Hoy llegué temprano.

- ¿Qué te tocó hoy?

-Seguí con lo de los alemanes, quieren que sea su intérprete por unos días más, pero me dieron la tarde.

-Me alegro, mujer.

-Sí, yo también, son muy agradables. -Nubia logró sacar un enorme pedazo y lo comió entre sus manos como si fuera una niña pequeña. No era una mujer muy madura- Me fue a recoger tu padre... en cuanto llegamos a casa se durmió ja ja ja ja...

-No le haga burla mujer.

-Yo le hago lo que yo quiera joven... Pero eso no era lo que quería decirte...

- ¿Qué pasó entonces?

- ¡Mmm!-Exclamó Nubia con la boca llena. - ¡A que ni te imaginaf quén vino a vifitarte!- terminó de tragar el bocado. - Te vas a ir de espaldas, le dije que viniera mañana.

- ¿En serio? ¿Quién es??- El hijo le dirigió una mirada intrigada a su madre, al tiempo en que ella se acercaba. Se llevó a la boca un poco de enchilada.

-Te va a dar mucho gusto.

- ¿Por qué, señora?- sonrió.

- ¿Te acuerdas del güero?

 

¿¿¿"Del GÜERO"???

 

El trozo de tortilla que Ian tenía adentro se le pasó a la garganta y le provocó una tos especialmente violenta.

- ¡ARGHH! ¡BHHH!

- ¡¡HIJO!! -la señora se abalanzó para golpearlo en la espalda.

Fueron necesarios tres largos minutos para que dejara completamente de toser.

 

 

Tan pronto como terminó de comer y de fingir con Nubia que era una completa y buena sorpresa, subió a su cuarto, prendió su computadora y se conectó al "feis".

 

Buscó entre los amigos agregados de Tomás y encontró a Owen. Se dirigió a ese perfil y buscó en su lista de amigos, hasta toparse con la foto tomada desde lejos de un especial sujeto rubio haciendo una señal ofensiva con la mano izquierda, recargado en una pared de piedra. Con eso y con el nombre Misha Lébedev en letras cirílicas.

Le mandó un par de mensajes a toda velocidad.

 

"¿Qué mierda quieres??? ¿Por qué viniste a mi casa???" "????"

 

Se había armado de mucho valor para salírsele del clóset a Misha en su casa, aunque sabía lo que le había hecho a Joaquín y lo que podría hacerle a él. Tuvo que hacerse a la idea de que su acto valiente tal vez no saldría impune. Misha ya no era ese chico que recordaba y con tanta promesa rota, ya no podía esperar que respetara ese triste pacto en el parque de las ardillas.

Aún así, no se iba a echar para atrás.

 

Ian no era ningún cobarde. Años enteros de constante acoso y la reflexión adecuada que le permitió ver que con él no había ningún problema por ser homosexual, lo habían forjado para resistir alguna que otra pelea.

 

Sabía que el ruso lo podía dejar muy mal, pues era tal vez el doble de fuerte; sin embargo, no tenía miedo. El único temor que tenía era que aquella riña para la que ya se estaba preparando mentalmente fuera en su casa. No quería que sus padres vieran eso, nunca quiso que vieran nada de lo que le sucedía.

 

En las épocas del acoso, apenas cruzaba por la puerta de entrada y se recluía en el cuarto de baño, para borrar toda huella de maltrato; desgraciadamente, al ser un chico físicamente débil y recibir un acoso por parte de cinco, dichas huellas eran muy numerosas la mayoría de las veces. Tenía mucha experiencia en hacer de moretes y heridas abiertas unos rasguños apenas visibles; se había asegurado que el botiquín siempre estuviera bien abastecido. Claro, los dotes de enfermero y el agua oxigenada poco le ayudaron los dos últimos meses del periodo de víctima, porque cuando se unió el último miembro de la pandilla acosadora, trajo ideas muy innovadoras que dejaron atrás el bullying físico para pasar a una tortura mucho más psicológica, como llenarle el cuerpo de insultos con marcadores o humillarlo frente a más personas. Por fortuna para él, todo eso acabó cuando conoció a Ari, que siendo una activista, lo había salvado de eso.

 

Se encontraba pensando a qué lugar persuadiría al ruso para arreglar las cosas, cuando se dio cuenta que la contestación había llegado hace treinta segundos.

Si no estaba preparado para que fuera a su casa y le hablara a su madre, menos para lo que leyó en ese mensaje...

 

"Te fuiste demasiado rápido ayer" "¿Por qué no me dejaste hablar?"

 

... ¿Sólo quería hablar??

¿Era eso una petición de pelea?

 

-"¿Sigues ahí?" -le llegó otro mensaje. Luego de unos segundos sin reacción, el moreno se decidió a escribir-"¿Por qué me buscas?" -repitió la pregunta.

 

Si el pecoso no buscaba una pelea, ¿Qué?

 

-"Para pedir tu mano, idiota" -contestó sarcástico el rubio.

-"¿Cómo??"

-"Para hablar contigo, anormal"

¿Qué estaba sucediendo?

-"No soy ningún anormal, imbécil" -alegó Ian.

-"Eres un anormal aunque te pese, maricón"

-"¿Eso venías a decirme en casa?"

-"También"

-"Jódete"

−"Iba a hablar contigo de frente. Saliste de mi casa corriendo como el mariquitas­ que eres"

-"¿Hablar de qué??" "??"

 

Pasaron dos minutos enteros sin contestación.

-"Quería despedirme" -escribió Misha.

-"¿Despedirte?"

-"Sí"

-"¿Por qué? ¿Te vas otra vez?"

-"Eso creo"

Ian se detuvo un poco a contemplar esa respuesta.

 

Así es Mijaíl Lébedev, pensó, antes de responder. De pronto llega, de pronto se va; como damisela rebelde de película de amor o la gitana de la canción. Para su fortuna, esta vez no dolía. No más que perder una reliquia de la infancia. De hecho, eso era, en algún sentido. Aunque fuera el más bonito recuerdo, ya se había acostumbrado a su ausencia.

 

-"¿Te van a regresar a Nóvgorod?" -preguntó.

-"No"

-"¿A dónde te vas esta vez?"

-"A ningún lado, Ian. Me estoy despidiendo de ti".

Supo a qué se estaba refiriendo.

 

Aunque Ian ya no sintiera más "eso" tan especial por Misha, aquella respuesta le dolió, en la parte melancólica de su corazón; pero no le sorprendía en lo absoluto. Se estaba yendo voluntariamente de su vida otra vez. No lo quería cerca. Era un apestado. Era un maricón.

Sintió una lástima completa por la decisión del que antes fue todo para él.

 

-"Se te va a pegar lo maricón si te juntas conmigo ¿verdad?" -le contestó.

-"Algo así..."

Cómo le cabreaban ese tipo de respuestas.

 

-"Jajaja, pendejo" -respondió - "Eso no se pega. No sabes nada, maldito ignorante". "Y no te molestes en despedirte, no me interesas".

Ignorante y pendejo. Dos cosas que a ningún odioso le gustaba saber de sí mismo.

Ahora sí Misha dejó de ser amable.

 

-"No te pases conmigo, Ian, te lo advierto" -escribió.

-"Idiota. Tú no me adviertes nada. Peores personas me han amenazado. He estado en peores aprietos que tú".

-"No me pruebes".

 

¿Alguna vez has visto a un pequeño chihuahua ladrarle enérgicamente a un pastor alemán (ruso)? Así se veía Ian. Mucha adrenalina. Se divirtió mientras escribía su respuesta.

 

-"¿Sabes qué es lo que creo? Que viniste a mi casa con la idea de que ibas a encontrar a un puñetas cobarde que iba a llorar por ti. Pero te equivocaste. Yo no soy ningún puñetas, Mijaíl. No iba a dejar que me venciera lo que tuvimos alguna vez o lo que significaste para mí" "Así que te tragas tus pinches advertencias, que yo soy puto, pero el maricón aquí eres tú".

 

Enviado, leído y saboreado por el remitente. Sabía lo que seguía.

 

-"Mañana no te la vas a acabar, Ian" -leyó de parte del ruso.

-"Tampoco tú, imbécil. No soy cobarde con nadie. Contigo menos".

-"Mañana sabrás lo que es estar en problemas"

-"Jajaja... ¡Te recibiría ahora mismo, pinche inseguro de mierda!"

 

Enviado y leído.

Ahora sí que venía lo bueno.

...

 

 

Pasaron cinco minutos sin contestación.

Diez minutos.

Misha se desconectó.

Quince minutos.

Media hora.

 

...¿Ahora qué?

 

"Se fastidió y se fue a dormir". Ian se relajó, dejó la computadora.

Se retiró del escritorio, se masajeó por unos minutos la cabeza y se abalanzó sobre su cama, cansado. ¡La tarea!... Meh, tenía dos puntos extra, unas ecuaciones sin entregar no iban a afectarle en nada. No quería saber más del mundo. Comenzó a desvestirse; se bajó la cremallera del pantalón.

 

Pero no pasó mucho tiempo hasta que oyó una piedra en su ventana.

 

¡Crack!

Su imaginación.

 

¡Crack.. crack!!

¿Un pájaro, un ruido de la madera del marco?

 

¡Crack, crack, crack!! Pudo ver esa última piedra.

Estaba esquizofrénico, o de verdad un espectro lo buscaba afuera a las diez y media.

- - - - - - - -

 

 

 

La madre Zaira tomaba pastillas y tratamientos para dormir y Alex no se despertaba ni por la Tercera Guerra Mundial; así que, ciertas veces, cuando los quehaceres del día no les permitían verse o simplemente cuando no se aguantaban las ganas de verse, dos niñas se encontraban una vez que la dueña pelinegra de esa casa salía con cuidado por el ventanal y bajaba gracias a una vieja escalera.

 

-Buenas noches, mi chica hermosa -la recibía Noriko, con una sonrisa. La otra le daba siempre un beso mágico para saludar, colgándosele del cuello.

 

En medio de la oscuridad y asegurándose de que no hubiera algún vecino chismoso, se escabullían hacia la casa de la tía de Noriko, que trabajaba por las noches y quedaba cerca de la de Ari.

 

Inés ("Noriko") Pérez Reyes, de 18 años, era una visión, algo puramente estético. Era de piel tersa y de tono blanco tostado por el sol, pelo café muy oscuro, rizado pero menos definido que los chinos de Ariadna; alta, de labios gruesos, cara seductora y ojos verdes preciosos. Muy bella y aparentemente muy femenina, había chicos que la conocían (y chicas) que babeaban por ella, pero sólo la pelinegra feminista tuvo la capacidad de ganar su frío corazón antes totalmente desinteresado por el amor. Ella fue la venus, la figura de diosa que hizo a la gemela Martínez Avilés sacar el valor para decidirse a salir del armario, aún a costa del dolor de Owen.

 

Si la tía de Noriko (apodo por una caricatura) supiera que su casa era el lugar favorito de su sobrina para llevar a su dama y hacerle de todo en la sala o en su habitación, hacía mucho tiempo que le hubiera retirado las llaves, pero todo se alineaba hermosamente para que el secreto se guardara. Era la única oportunidad que ellas tenían para volverse locas; por lo menos en el sentido físico de las cosas.

 

Habían estado pasando una racha de peleas, que incluso hicieron pensar a Ari que era una tonta para mantener relaciones duraderas; pero aquel día, en cuanto entraron a la recámara, todo se les olvidó. Noriko casi siempre llevaba el control y desvestía a Ari con mucha y tiernísima delicadeza, se detenía un poco cuando llegaba a la parte de verla en sostén, porque le encantaba verla así. Ari le quitaba todo de una vez.

La pelinegra se dejaba mucho querer y también quería mucho. Absorbía como loca los pechos de Inés y la otra se iba casi directo sobre las piernas y las caderas. A la hora de juntar las pelvis o utilizar los dedos de las manos y sentir magia entre sus piernas, las dos apenas podían controlar sus gritos y guardárselos a volumen de sus propios oídos. La magia duraba cuantas veces la fuerza les daba.

 

Alrededor de una hora después, ya abrazadas una de la otra, aprovechaban para hablarse y confesarse, sacando todos sus problemas del día.

-Disculpa se te metí en problemas -comenzó Noriko.

-Reina preciosa... -Ari puso cara triste y le acarició la cara-tú no te disculpes por nada, bebé.

-Tu primo sigue muy enojado...

-...

-Si tu mamá sigue defendiéndolo así, nunca me querrá. Ella no me quiere nada.

-Oh... ¡pues ella se lo pierde, mi cielo! -la morena le besó el cuello- Ella y la tonta de Alex, no saben que no hay nada que me haga más feliz que estar contigo.

Noriko se sonrojó y la beso -Ay...por esto te amo, princesita china.

-Je je... Te amo mi amor.

 

Se apretujaron en un abrazo y rieron juntas de pura felicidad. Ari se acurrucó entre los pechos de Noriko, jugando a acariciarlos.

 

-Tengo que hablar con Owen -soltó la pelinegra. Noriko se sorprendió.

-¿Y crees que puedas hacer que todo quede en el pasado? ¿Le podrás hacer entender?

Habían pasado muchas cosas malas. Y Mijaíl seguía siendo un claro estorbo.

-Tengo que intentarlo -se decidió.

No volvió a su casa hasta las 4 de la mañana.

 

- - - - - - - -

 

 

La promesa había sido un juego. Era hora de enfrentar la cruda realidad.

 

Se escurrió como si fuera de agua hasta la puerta de entrada. Se aseguró de no causar el más mínimo ruido y cerró con llave. Traía puesta una sudadera verde para el frío, pero apenas recibió la cálida brisa que el clima loco de la ciudad permite en otoño, se la quitó.

Y, tal y como imaginaba, pero rogaba que no pasara esa misma fracción de corazón que se dolío con sus mensajes...ahí estaba él.

 

Misha traía apenas una camiseta blanca ligera y estaba sentado en la banqueta de frente. La luz de la luna le alumbraba en apenas algunos rizos que volaban con el viento, pareciendo hilos de oro bañados en plata. Qué guapura... qué decepción tan grande del destino haberlo puesto allí.

 

Caminó hasta él sin dudar un segundo. Estaba preparado. Iba a tener un encuentro muy malo con la persona que, unos años atrás por ésas fechas, había prometido que siempre lo protegería.

La vida puede ser muy dura; puede ponernos en contra de quien alguna vez quisimos con toda nuestra alma y corazón. Precisamente, tenía la sospecha de que, después de que todo acabara y se retirara a su casa, le dolería mucho más el corazón que el cuerpo.

 

-Oye, Mijaíl -empezó Ian-¿tienes idea de qué hora es?

-Son casi las once. Eso no me importa.

-...

El ruso se levantó y lo miró a la cara.

 

-Me dijiste que me recibirías ahora, ¿no? -dijo en seco el euroasiático. De verdad venía dispuesto a hacerle daño.

-Como quieras.

 

Misha hizo un acercamiento y ademanes como si se preparara en serio a proporcionar una golpiza. Ian sabía que no tenía oportunidad, pero años con los abusones al menos le iban a servir para saber más o menos cómo defenderse; tal vez ahora que sólo era uno sería mucho más fácil correr o darle un golpe que por algún regalo del universo dejara quieto al imponente güero con todo y su furia.

 

-Esto te lo ganas por maricón -sentenció Misha.

-Vete a la mierda -Con esa respuesta el pecoso se enojó aún más.

-Y te lo ganas también por no cerrar esa boca con quien tienes que hacerlo -vociferó Mijaíl aún más furioso. Ian dedujo que la paliza se aproximaba abundante.

El silencio incómodo se hizo otra vez.

 

Ian se quedó esperando el primer golpe. Ya estaba muy acostumbrado a que le hicieran el monólogo y el silencio antes de doblarlo con un puñetazo.

La tensión aumentaba y para Ian, ya se hacía tarde para que Misha terminara de romper esa miserable promesa de años atrás. Ya era momento...

....

 

 

Pero pasaron los silencios, los segundos y algún minuto.

...

 

Pasaron los silencios, y no se venía nada.

 

- ¿Qué?? -preguntó Ian, impaciente. Misha no dijo nada.

Pasó otro silencio más.

 

- ¿No venías a golpearme, idiota?? -El moreno comenzó a desesperarse.

-...

- ¿Y bien?? ¡Hola!!...

 

Misha se acomodó los rizos que le estorbaban para ver y se aclaró la garganta con furia. Pero una vez hizo eso, volvió a quedarse mirándolo. Ian se rió para sus adentros. Se burló de él haciendo como que miraba un reloj en su mano y lo volvió a mirar.

 

¿Qué pasaba? ¿Esto era todo? ¿Quedársele mirando como una bestia enjaulada?

¿Sería que no tenía el valor?

 

Al convencerse de que el ruso se había quedado como una estatua, se sintió con total ventaja para mofarse de él.

 

-Ja ja ja... ¿Qué te pasa?-soltó con fanfarronería, extendiendo sus brazos y encogiendo sus hombros. - ¿Te ganó la nostalgia?

-...

-¡Ja ja ja ja! No jodas, ¿Viniste a las once de la noche para esto??

 

El alivio que sintió de no ser golpeado y la cara de impotencia de Misha le dio el valor a Ian que no debía para, efectivamente, no cerrar la boca.

Era la primera vez que un matón se quedaba petrificado ante él y sí, se sentía bien... Pero se estaba burlando mucho más de lo que debía, porque con la risotada que pegó, Misha pareció poco a poco por su cara irse fastidiando y el fastidio le iba borrando el probable sentimiento de melancolía que lo había atacado.

El rubio se notaba siendo víctima del pasado y estaba cediendo, pero eso no implicaba que se dejara humillar...

Y menos por un gay.

 

-¿Yo era el débil, estúpido? -Ian siguió con su mofa- ¿Qué pas...?

 

¡Punch! ¡Suelo!...

 

Se calló al recibir un puñetazo directo en la cara, que lo mandó al piso. Una vez que vio al moreno rodar en el asfalto, Misha suspiró muy profundo, miró al cielo y sin detenerse a apreciar lo que había hecho, se dispuso a marcharse a su casa.

 

Así quedó hecha la triste pelea de egos; Misha había ganado, pero no se sentía como si alguien hubiera ganado.

Ian se tocó la cara y luego se miró la mano. El golpe le había sacado un hilo fino de sangre de la nariz, nada demasiado grave. Lo que le comenzó a preocupar fue la parte trasera de su cabeza que había pegado en el suelo. El impacto lo había dejado muy aturdido. Bastante. No pudo levantarse. El movimiento que le permitió hacer su condición apenas fue el necesario para girar la cabeza y observar a Misha alejarse por la calle.

 

Y así también, terminaba la historia del niño hermoso de la tierra mágica de Europa y el pequeño maestro de español. Así terminaba todo. En un puñetazo. En una nariz rota. Ian siguió mirándolo caminar por la oscuridad.

 

Sabía que era casi seguro que jamás lo volvería a ver. Sabía que, en el remoto caso en que llegaran a encontrarse de nuevo por la calle, serían nada más que dos sujetos llenos de rencor que se esforzarían por no mirarse. Sabía que había llegado el fin de aquella historia de dos niños, dos amigos que alguna vez se habían querido tanto, que el rubio que ahora se alejaba dejándolo en el suelo, había sido su primer amor. El único tan intenso que lo hizo llorar de dolor por semanas enteras. Años.

 

Sin que él mismo se diera cuenta, había empezado a llorar. Se acurrucó en posición fetal allí mismo. Lloró todo lo que pasó por su cabeza. Lloró en voz baja, pero la ausencia de ruido de la noche hacía que se escuchara como si sollozara a todo pulmón. Sintió vergüenza de sí mismo, pues pensó que si Misha lo escuchaba, pensaría que lloraba por el golpe como un debilucho; no sabría, no se detendría a pensar que en realidad, su moreno incondicional lloraba porque la vida es una perra y puede hacer que algo tan preciado para ti te olvide, te diga que eres un juego, te haga odiarlo y haga que ése algo te tire de un puñetazo, junto a un envase de plástico en el suelo mugroso de la calle.

 

Ese Dios del que hablaban seguramente debía odiarlo. Siempre lo castigaba. Siempre terminaba sus historias con llanto.

...

 

 

Fue entonces que sintió que lo tiraban del brazo y lo sostenían de la cintura para levantarlo. Se asustó en un principio, pero una vez que reconoció el tacto y la firmeza de aquellas manos, se dejó llevar como un pequeño muñeco de trapo.

 

Sintió un pecho tibio y unos brazos calientes que lo rodeaban y lo estrechaban como si fuera un preciado tesoro. El muñeco de un niño pequeño.

 

Él también lo rodeó con sus brazos y lo apretó, como alguien a quien no se ha visto en una eternidad.

 

-No puedo lastimarte -se excusó el ruso.

 

Al parecer, la nostalgia y el cariño (¡El cariño!) eran más fuertes que todo lo demás.

Misha aún sentía cariño por él, y curó sus lágrimas en un segundo y de la nada.

 

-Tienes que cuidar tu promesa -le habló Ian, con una voz flemosa, pero con esa pizca de alegría que le hizo ver también a Misha que el aprecio era mutuo... salió a flote de su corazón melancólico, y había sobrevivido a pesar del tiempo, a pesar de sí mismos.

 

El cariño era el ganador de la pelea de esta noche.

 

No se separaron en diez largos minutos.

Esa noche iban a dormir más felices que en mucho tiempo.

Notas finales:

Pasen al siguiente, hoy hay doble xD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).