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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

Aquí seguimos <3

 

REEDITADO: 01/04/2018

 


Si por Ariadna hubiera corrido la cuenta de aquel encuentro, lo hubiera mandado a la última punta de ya saben dónde, pero quería sus respuestas.


 


La puso de buenas escuchar El "Bolero falaz" en un puesto de la esquina, mientras esperaba. Aceptó sólo porque le quedaba de camino a una junta del colectivo, pero de todos modos no tuvo que esperar demasiado. Misha la encontró tarareando, justo en la parte de estar hasta la coronilla.


 


Misha sí quiso cagarse de risa cuando la vio, pero sus ojos de pistola cargada le hicieron ver que era mejor guardar silencio. Para él también era ridículo hacer eso, porque Ariadna no es la mamá de Ian ni se trataba de una pedida de mano; empero, ya que desde ahora se proponía estar muy junto con el cuerpecillo de lagartija, lo mejor era quedar en unos términos "estables" con la mejor amiga de su amigo.


 


Ari lo recibió con sus ojos quemantes y una cara de hastío, pero fue objetiva y preguntó lo que tenía que preguntar desde ese encuentro donde Joaquín estuvo presente. Misha le explicó en detalles generales:


Mejores amigos desde la infancia, reconciliación, confesión, nueva reconciliación y revivida de amistad larga. No me voy a detener demasiado en esta parte, porque así como tardas en leerla, ellos se tardaron en crear sus acuerdos.


 


-Si le haces daño o dejas que le hagan daño -empezó la morena, luego de la larga explicación-... te mato.


-Ja ja ja... Ah ¿Me estás amenazando?


-Estoy leyendo tu pinche futuro, cabrón.


Misha rodó los ojos-No tienes por qué ser tan agresiva.


-Yo te mato -Ari enfatizó el contacto visual.- Te mato yo, te mata el colectivo y te matan sus amigos, te mata...


-Yo puedo protegerlo mucho mejor que diez de tus colectivos idiotas, feminazi.


-Eso espero o para empezar te parto la cara.


-Deja de sentirte invulnerable conmigo, estúpida -el ruso frunció el entrecejo.- Te armas de valor por ser mujer y porque no puedo hacerte nada. De otra forma te habría callado hace mucho tiempo.


-Cuando tenías que estar callado no lo hiciste, idiota.


-Le quité a Owen una basura del camino.


-Pendejo.


 


Ari tomó el morral que traía consigo, le levantó el dedo medio al de pelo rubio y esponjoso y se retiró de allí, con el mismo mal sabor de boca que todavía le proporcionaba el tema de Owen.


Porque, dentro de todos sus rencores, sentía que Misha tenía razón.


 


Con que el mastodonte ruso usara esa boca y esa fuerza para proteger a Ian, le bastaba para vivir. 


Esta también era una historia de una amistad con final triste, pero como ambos pensaban, era mejor dejar eso atrás.


 


- - - - - - - - 


   


 


 


Y comenzaron esas tardes.


 


Los dos primeros días de clase de ruso, en realidad fueron una especie de clases de Qué pasó el uno con el otro durante 3 largos años. Casi lo único que importó fue ponerse al corriente.


Se contaron lo más relevante:


 


Durante su distanciamiento, Ian tuvo tres novios: el pequeño francés Ferdinand, a los doce; Carlitos, a los 13 y Joaquín, su relación más bonita, a los 14 años. Lo del primero empezó de mala gana y terminó muy mal, pues Ian rompió con él y al francesito resentido no se le ocurrió mejor venganza que gritar en un parque su homosexualidad al viento; dando comienzo al periodo de acoso, aunque en su forma más leve. Lo del segundo (Carlos) fue muy irrelevante y apenas duró un mes. Lo del tercero, Joaquín, tuvo más calidad; terminó por una causa muy personal de Joaquín y habían quedado en mejores amigos. Él era su confidente y uno de sus máximos apoyos.


 


Después de su regreso, Misha había tenido a su segunda y tercera novias. Estuvo la muy extrovertida Lizzi, un poco después de regresar al país y que terminó porque era una relación muy infantil, ella era muy inmadura. La tercera novia, América (Amy, de cariño) fue todo lo contrario; la describió como una chica muy madura, amable y, aunque muy liberal, también muy tolerante con las ideas del rubio pecoso. Con ella había probado cosas nuevas, incluida su primera vez y siempre se trataron como un par de amigos muy unidos, aún cuando se acabó el amor. Aún eran buenos amigos y se veían de vez en cuando. Ella últimamente tenía muchos problemas con su novio, un tipo igual de liberal que ella pero bastante más de mecha corta. A Ian el nombre se le hizo familiar, pero no le tomó importancia.


 


Ian había conocido a mucha más gente extranjera por el trabajo de su madre, tenía muchos amigos a distancia en varias partes del mundo. Era muy brillante en la escuela, casi un genio. Sus profesores de secundaria lo ayudaron a hacer una jugada para saltarse el segundo año, justo para que en su segundo semestre en la vocacional participara en un concurso de idiomas importante. Su más grande sueño era aprender todos los lenguajes que pudiera y ser intérprete, como la señora Nubia.


Misha lo conoció sabiendo ya inglés desde muy pequeño, pero ahora podía hablar también portugués, francés, un grado avanzado de alemán y un tanto de italiano. Más adelante, sus ojos estarían puestos en el chino, japonés, árabe y náhuatl. Era muy ambicioso y mucha gente lo tenía en altísimo concepto.


 


Misha era un total desinteresado en los idiomas, pero le encantaban la Historia universal y rusa, además de la filosofía, la literatura y la economía. Estaba decidiendo entre estudiar economía o ciencias políticas, pero la primera parecía la opción más acertada. Se esforzaba por ser un buen alumno, porque muchos profesores halagaban a sus compatriotas cuando lo veían; decían que eran personas muy letradas y con una cultura muy rica, y él no quería defraudar esa imagen. Eso sí, odiaba a su profesor de Historia, porque dejaba tareas ridículamente agotadoras, como la del informe del libro de 800 páginas y siempre le daba a él y a su hermana textos relacionados con Rusia, como si no pudieran hablar de otra parte del mundo. Aún así, valoraba y devoraba cada impreso, tenía una habilidad crítica de aplauso y algunos maestros en tiempos libres de las clases le pedían opinión cuando veían una noticia del país euroasiático. Lo único malo era que tenía muchos amigos y muy seguido lo regañaban por desastroso y por hablar.


 


Ian comenzó en algún punto a evitar los animales, los cuales a Misha le gustaban mucho; de hecho tenía una iguana, Limonchik, que se hizo presente para saludar al pelinegro. Ian gustaba de los chicos de casi todo tipo y a Misha le gustaban las chicas morenas y de ojos dulces. Ian había intentado estar con una chica y le resultó una experiencia desagradable en todos sentidos. Misha aplicaba mano dura con los novios de su hermana. Ian se ganaba algún dinero haciendo tareas de inglés y traduciendo canciones; los artistas más pedidos eran bandas de micropaíses, rock raro y cantantes de indie que sólo conocían en su casa. Misha trabajaba en una cafetería de comida rusa los sábados y le pagaban muy bien, porque embobaba a las visitas hablándoles en ruso y guiñándoles el ojo a las chicas que gustaban de él; les iba bien sobre todo ahora que su país estaba medio de moda, por la geopolítica, Putin, eventos deportivos y el anime reciente de patinaje sobre hielo.


 


Muchas cosas habían pasado en tres años. Uno escuchaba atentamente al otro con una cara de rebosante curiosidad y se hacían muchísimas bromas.


 


Ian seguía pensando que Misha era el homofóbico más flexible que había conocido, porque no se comportaba como uno.


Nunca le dijo nada acerca de Dios ni de la biología, se limitaba a hacer uno que otro comentario como "no es normal", si es que la pregunta salía. Nunca lo atacó directamente por su orientación sexual, ni siquiera cuando le contó de sus novios y sus preferencias de chicos; se portó bastante bien.


En resumidas cuentas, Ian no supo dar con la respuesta de por qué, cómo y de dónde rayos había pescado Misha la homofobia. Era virtualmente abierto de mente; estaba de acuerdo con la mayoría de los movimientos libertadores y las luchas sociales, incluido hasta cierto punto el feminismo actual; Ariadna le caía gorda por gritona, metiche y agresiva con él. No había rastro del origen del odio y era bastante raro que alguien que leyera tanto como él tuviera esa aversión.


 


Para rematar aquello, Misha tampoco actuaba como un loco del Frente familiar. Ni siquiera actuaba siempre acorde a sus límites. Algunas veces, le permitía al moreno descansar recargado su pecho o en sus piernas. También había resucitado unos cuantos cariños y apodos que solía ponerle cuando eran niños, y el favorito era "mi Ian". Le hablaba algunas veces por las noches para preguntar cómo estaba y contarle cosas, desde cómo decir cosas en ruso hasta sus frustraciones con la clase de Historia. El moreno también le comenzó a llamar y mandar mensajes seguido. Se mandaban memes y reían de estupideces... Casi como si esos tres años no hubieran pasado jamás.


 


Casi, porque a veces, Misha también podía actuar muy extraño. Era extraño de dos formas diferentes: cuando parecía que se estaba permitiendo un poco más de contacto físico con Ian, y cuando de pronto no quería ni que se tocaran, y le recordaba a su amigo de ojos negros las "reglas para no ser maricones" y comenzaba a sacar exageradamente su masculinidad. En ese aspecto, él era muy cambiante. Pero no había explicación. Si algo había pasado o alguien le había lavado el cerebro, Ian no podía saberlo por ninguna forma.


 


A pesar de que mucho más de la mitad de la clase de ruso consistía en holgazanear y reír juntos, Ian había aprendido muchas cosas nuevas; buscaba palabras y reglas gramaticales en internet y llegaba con Misha a aclarar dudas o ver si la web no mentía. La clase inicialmente sí era de 5 a 7, pero a veces duraba desde que ambos habían salido de clases hasta casi la noche. Misha sabía cocinar perfectamente, pero Ian se encargaba de preparar todo a menudo porque su sazón le gustaba mucho al ruso y éste lo hacía reír mientras cocinaba.


 


Joaquín y compañía sintieron la ausencia de Ian y, después de que le 'reclamaran' un día, el pelinegro llevó al rubio a la estética. A Joaquín se le pusieron los pelos de punta e intentó correr a Misha a escobazos; pero luego de una reiterada disculpa, quedaron relativamente en paz. Antonio se quedaba callado y no confiaba en él.


Y, como el grupito amiguero de Misha también resintió el cambio, Ian se incluyó y también convivió ciertas ocasiones con Owen y los demás amigos de la escuela. Muchos sabían quién era y lo que Misha pensaba, así que pasaban el rato con cara de interrogación, pero con mucha buena vibra. Owen se llevó bien con el moreno y le asignó el apodo de su apellido: balde de limas.


 


Algunas veces Ian, entre las lecciones de lenguaje eslavo, agarraba sin permiso el cuaderno lamentable de la clase de inglés de Misha y, como esa vez con el maestro, se ponía a rayar y tachonear cosas en pos de hacerla de corrector de apuntes y tareas (aunque mejor dicho prácticamente se los hacía). Misha comenzó mágica y extrañamente a ser alumno de excelencia en dicha clase y su cuaderno se rolaba entre los pupitres del salón. Todos subieron de promedio y así, Ian se hizo un lugarcito en cada corazón de los estudiantes del grupo y uno más grande en el de los amigos del pecoso.


 


Supieron lo de Pía y cuando podían salían en bolita de la escuela e iban a la de Ian a rescatarlo de las garras de su compañera, para irse todos a pasear antes de las lecciones rusas. Martes, miércoles y viernes eran de "bandita de Misha"; lunes, jueves y sábado era tiempo de visitar la estética.


 


Sólo una persona faltó las primeras semanas en todo ese encantador cuadro:


Galina, mejor conocida como Pavlovna. La hermana melliza de Misha.


En lo que respecta a ella, que también había sido su mejor amiga en la infancia, se había ido a un campeonato de baile a otro estado con sus amigas y se tomó también la libertad de también hacer un trabajo de fotografías por allí, así que se había ausentado y pasó tres semanas sin enterarse de todo lo acontecido.


El reencuentro con ella también iba a ser uno muy importante. Sucedió, precisamente, al primer día de la tercera semana de las sesiones de ruso.


 


Pavlovna se había vuelto una bellísima rubia, de sonrisa y cabellos largos de oro. Era sumamente vanidosa y se mantenía siempre bien arreglada. Tenía un cuerpo y un perfil perfectos, lo que le permitió ser modelo de agencias y artistas desde los quince. A pesar de ello, era una chica muy noble, alegre y encantadora. Sus pasiones eran el maquillaje, la música y el jazz (la danza) y en todos esos asuntos le estaba yendo bastante bien.


Aquel día estaba próxima a regresar de esa clase.


 


- ¿Recuerdas cuando la recibíamos con las almohadas?-le pregunto Misha a Ian.


- ¡Ja ja ja ja! Ya no me acordaba...-se carcajeó el pelinegro-Por cierto, ¿A qué hora llega?


-Defectuosa llega a las...-contestó el rubio mirando la pantalla de su celular- Espera, ya en cualquier momento llega.


-Ya quiero verla...A ella también la extraño.


 


Y era cierto, también la extrañaba bastante. La había conocido antes que a Misha. De hecho, había sido testigo de su llegada al país, cuando la niñera encargada de cuidarlo, en un acto de ineptitud lo dejó en el aeropuerto con su madre, justo para ver el primer arribo de la familia Lébedev en la tierra de los tacos y el nopal. La diferencia es que con ella siempre pudo comunicarse, pues ya venía medianamente estudiada en el español. Y claro, esa conexión con la hermana melliza nunca pasó de una amistad común y corriente. Ya la había saludado, hace cerca de año y meses atrás, pero únicamente de vista rápida, al salir de un pesero. Antes de pronunciar una palabra, tuvo que bajarse y ella sólo se asombró, sonrió y lo saludó enérgicamente con la mano antes de desaparecer de su vista.


Así que no sólo era el añoro que le tenía el que le entusiasmaba de su llegada. También había cosas que aclarar con ella.


 


Se quedó pensando en eso hacia la puerta, cuando Misha le dio un cojín del sillón.


 


-Ya sabes qué hacer-. Se sonrieron maliciosamente.


 


Pavlovna en esos momentos se estaba acercando sonriente a la casa, caminando tan coquetamente como siempre. Traía lentes de sol en forma de corazón y unos audífonos de diadema rojos con estampado de fresas, a través de los cuales escuchaba lo último de Serebro y el último éxito ruso de Vremya I Steklo. Movía la cabeza al compás de sus caderas, ignorando al chico que caminaba en sentido contrario a ella y que la vio de pies a cabeza, casi como babeando.


 


-¡Cuidado!- exclamó la distinguida rusa, antes de oír la caída del muchacho por meter el pie en la alcantarilla rota detrás de ella. Arqueó una ceja, pero no se detuvo hasta llegar a la puerta de su ruso hogar.


 


Una vez estuvo frente de ella, colocó su bolsa de la ropa del jazz en el piso. Como no escuchó algún ruido de soldados de videojuego siendo brutalmente masacrados o de música con guturales a través de la ventana, supuso que su hermano no se encontraba allí. Lo más probable era que estuviera otra vez con Owen y los compañeros de escuela haciendo un nuevo 'reto del vodka'; más tarde, cuando él ya necesitara ayuda para regresar a casa sin pelarse con alguien, pasaría a recogerlo. Ninguno de los amigos de la escuela reveló la "sorpresa".


 


Buscó en la mochila de la escuela su juego de llaves con la figurita de una pequeña iguana, en honor de Limonchik. Luego de encontrarlas, paró la música y se quitó los audífonos, acomodando su larga, rizada y preciosa cabellera dorada. Introdujo la llave y empujó la puerta...


 


 


Lo siguiente que pudo sentir fue cómo sus lentes de sol caían al piso a causa de un golpe bien dado en la cabeza con algo suave, seguido de una cadena repetitiva de puras tundas que le dieron en la cara, la cabeza y la espalda, haciéndola soltar varios gritos de susto y de impotencia contra el ataque. Cubrió su cabeza con las manos y se puso de cuclillas, hasta que finalmente cayó junto a sus lentes, rendida y agotada. Para cerrar, mientras cubría su cara hecha una pequeña bola en el suelo, escuchó un par de estruendosas risas, una a cada lado de sí. Eso sólo podía significar que, por primera vez en mucho tiempo, Misha la había esperado con una vieja táctica de bienvenida, haciendo cómplice de su plan a... ¿Owen, tal vez?


 


- ¡Ay, malditos! ¡Ya verán en un segundo!-exclamó irritada y, al mismo tiempo, muriendo internamente de la risa.


-Levántate, defectuosa- Misha se inclinó frente a ella y le tendió la mano para levantarse. Al tiempo en que se incorporaba, la rubia le daba repetidos golpes suaves de venganza a su hermano en el brazo.


- ¡Tonto!


-Te ves como un espantapájaros, ja ja ja ja.


- ¡Y tú, que prestas a Owen para tus tonterías!


 


Pavlovna tenía cabello en la cara, mismo que una vez estuvo de pie completamente y sin mareos, se quitó. Luego de acomodárselo, casi sintió que se volvía a caer de la sorpresa.


Se dio un tiempo para tener la boca totalmente abierta unos instantes antes de pegar un grito sonoro de emoción que le lastimó los oídos a Misha.


 


- ¡IIIAAAANNN!


 


La entusiasmada chica transformó su boca abierta en una sonrisa de loca y corrió a darle un fuerte abrazo a su viejo amigo. A Ian le pareció que sus órganos internos se le comprimían un poco. Ella tenía un poco de la fuerza de su mellizo.


- ¡Galina! ¡Cuánto tiempo!


- ¡Tonto! -La rubia le dio un pequeño golpe en la cabeza.- ¡Para ti soy Pavlovna! ¡Ahhhh! ¡Te extrañé, te extrañé, te extrañéeeeee!


- ¡Pero ni me fuiste a buscar, malagradecida!


Pavlovna lo soltó y le puso cara triste. -¡Ay! ¡Juro que te extrañaba muchísimo! ¡Quise tanto buscarte, fui una tonta al dejarme guiar por mi aburrido padre! ¡Lo siento tanto, bombón de chocolate!


- ¿Tu papá?


-Oh, es larga historia. Nuestros padres nos prohibieron casi todo lazo de amistad que teníamos por entonces, ¿no es así, hermanito tonto? Papá creyó que nos occidentalizábamos demasiado rápido y por alguna razón creyó que deshacernos de nuestras amistades iba a mejorar todo eso. ¿Verdad que qué tonto? ¡Ya no estábamos en Rusia! ¡Era obvio que iba a pasar! ¡Ay, pero a ti fue al que más extrañamos! Sobre todo mi triste y apestoso hermano.


-Cállate, defectuosa - respondió Misha a las palabras de su melliza. Ella le enseñó la lengua y él le hizo caras de monstruo.


 


Ver eso le hizo a Ian reír como un niño, pero entonces algo en su cerebro empezó a caminar...


Algo se le hizo raro.


Escaneando...


 


 


"Nuestros padres nos prohibieron casi todo lazo de amistad que teníamos por entonces[...]. Papá creyó que nos occidentalizábamos demasiado rápido y por alguna razón creyó que deshacernos de nuestras amistades iba a mejorar todo eso". 


Papá. Occidentalizar.


 


Y entonces se dio cuenta...


Algo no cuadraba allí.


 


 


-¿Cómo que tu papá? -abrió la boca- Misha me dijo que era su mamá la que no me quería. Y que sólo a mí no me hablaron porque nuestras madres están peleadas...


-...


-...


Los dos rusos se quedaron mudos ante esa aseveración.


 


Pavlovna volteó hacia Misha y dijo algo en ruso que apenas y se escuchaba, pero no se entendía. Se quedaron viendo un segundo; un tiempo corto, pero lo bastante para que la atmósfera de risas se cortara y el moreno se sintiera, irónicamente, como a un niño al que se le dijo algo para adultos.


 


-Ah, también por eso; mamá también decía esas cosas-respondió Pavlovna- Tú sabes, un matrimonio se apoya en esas cosas. No era porque alguien tuviera algo en contra de ti. Te juro que no fue eso en ningún momento.


-No...Pavlovna. No tienes que darme muchas explicaciones.


- ¿Por qué?


-Pavlovna -suspiró- Misha ya sabe.


- ¿Qué sabe?


-...Tú sabes, de que yo soy...


Pavlovna puso los ojos como platos y miró a su hermano. Ella supo mucho tiempo atrás de la homosexualidad del latino.


 


- ¿Ya sabías?-le preguntó Misha a ella.


-...Sí, yo sabía. Desde hace varios años.


-Ya sé que Misha evitaba hablarme porque había escuchado lo que soy-intervino el moreno- No te preocupes.


-...Ah.


-Pero entonces... ¿Tú no me hablabas por tus papás?


-...Sí, pequeño. Por eso no te hablaba.


-Bueno, está bien- asintió Ian.


-Sí, sí.


- ¿Y a quién más le dejaron de hablar?


-...


-Pues, a casi todos- contestó Misha en lugar de su hermana.


- ¿Quién es "casi todos"?


-Pues...Unos que no conocías tú. Y a Uriel y los demás.


-Pero tú los tienes en tus contactos...


 


Se volvieron a quedar callados.


 


El latino arqueó las dos cejas.- ¿Hay algo qué..?


-Ian- dijo Pavlovna- Ya basta de hablar del pasado. Mira, bombón, yo te propongo que vayamos a la cocina a preparar algo delicioso-la rubia sonrió y se entusiasmó nuevamente- ¡Tengo mucha hambre y quiero celebrar que estás aquí!


-Pues cocinen ustedes y yo los espero- se rio Misha.


-No tonto, tienes manos, ayuda.


-Oblígame.


 


Los hermanos empezaron a pelear jugando y, gradualmente, todo volvió a ser alegría en el ambiente.


En todo, menos en la mente de Ian.


Así fue como la realidad lo golpeó otra vez.


 


Era tremendamente obvio que los hermanos Lébedev no le estaban contando algo. No se ponían ni siquiera de acuerdo para taparse ni tampoco tenían intención alguna de contarle. Lo que acababa de pasar se parecía a una de esas escenas cómicas en las que unos enormes agentes del gobierno se llevan la nave extraterrestre y cuando la gente se acerca se ponen nerviosos y divagan medio minuto para terminar diciendo que era un avión extraño y a la vez que era el dron de un niño. ¿Que lo que estaban diciendo podía llegar a tener una lógica? De alguna manera, pero el hecho de que alguien tenga que enredarse tanto para eso, no deja de otra que entender lo que cualquiera entendería: le estaban mintiendo.


 


-Ian- Misha lo tocó por el hombro.- ¿Qué tienes?


-¿Eh? Ah, no, nada. Me quedé pensando.


-¿En qué?


-Mmm...en que desde que no nos vemos no he comido blinis, chavos- contestó. Algo de su sonrisa volvió.


 


No iban a decirle nada por lo menos en ése momento, iba a ser paciente hasta la próxima vez que soltaran la lengua. Los silencios y las contradicciones dicen más que las palabras.

Notas finales:

Gracias por seguir leyendo <3


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