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El circo de las sombras por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

Los espejos te mostrarán cosas que pueden hacerte mucho daño o... hacerte recordar.

Apenas había levantado la mirada para comprobar lo que estaba a su alrededor. Hyoga, el chico misterioso que empezaba a hacer brotar de su corazón sentimientos que hasta ahora habían permanecido ocultos, se encontraba entre sus brazos, frío, con la respiración entrecortada, como sumido en un sueño tornado en pesadilla.

      —Hyoga... despierta, por favor. No me dejes aquí solo... —suplicó con las lágrimas cayendo por sus mejillas.

      Vio que el rubio movía levemente los párpados y se relajó un poco. Suspiró y pensó en caminar por el interior de aquella carpa para ver lo que pudiera haber en ella, pero se resistía a dejar a Hyoga allí solo en el estado en el que se encontraba.

      Una oleada de aire frío le pasó por las manos con las que sujetaba a su amigo, e instintivamente se apartó dejando que cayese sobre el suelo alfombrado. Estiró los brazos rápidamente para volver a sostenerlo, pero la gélida aura que lo envolvía se lo impedía. Hundió su rostro entre las manos y se hizo un ovillo. Se sentía completamente solo, impotente y asustado.

      Algo hizo que levantase la cabeza y mirase alrededor. Tal vez un sonido, un olor, un tacto... no sabría decir qué había sido exactamente. Se levantó con cuidado y se quitó las lágrimas de los ojos con la muñeca. Caminó a tientas por la carpa. Esta no tenía ningún adorno u objeto en todo el radio que alcanzaba su visión, pero a medida que andaba hacia el interior una neblina cada vez más espesa se formaba, rodeándole e impidiéndole ver apenas unos metros más allá.

      Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y se reprochó no haber cogido el bastón de Hyoga. Siguió caminando y la niebla comenzó a desaparecer, dejando ante él una infinidad de espejos de todas las formas posibles e imposibles que se pudieran imaginar.

      Shun se quedó boquiabierto. Jamás había visto tantos espejos juntos, y se preguntó si reflejarían su imagen al situarse delante de ellos o si, por el contrario, pasaría algo extraño como había sido habitual desde que hubo entrado en ese circo.

      Shun —lo llamó una voz gélida tras él.

      ¡Hyoga! ¡Despertaste por fin! —Le sonrió después de girarse y verlo allí de nuevo.

      Así es —dijo este con una sonrisa que parecía forzada.

      ¿Estás bien? —Le preguntó preocupado.

      Sí, solo me desmayé. No es nada —contestó.

      ¿Seguro que...?

      Sí, seguro —le cortó algo molesto, y Shun no se atrevió a preguntarle nada más al respecto.

      ¿Qué mostrarán los espejos? —Preguntó más para sí mismo, volviéndose.

      ¿Por qué no lo compruebas? —Le preguntó con tono helado, muy cerca de su oreja.

      Shun sintió otro escalofrío y se aproximó al espejo más cercano con el corazón latiéndole con fuerza. Cuando se asomó, su cuerpo se relajó por completo al observar que el reflejo era de él, sin ningún cambio ni nada por el estilo. Simplemente él.

      Prueba con el siguiente —le susurró al oído, sobresaltándolo por completo, pues no le había visto acercarse a través del espejo, y cuando se giró ya estaba caminando hacia otro lugar.

      Extrañado, avanzó hacia el espejo que tenía al lado y se asomó con menos miedo que antes. Esta vez su figura estaba achatada y parecía haber encogido y engordado bastante. Le hizo gracia e intentó evitar una risita ante aquello. Se giró para decírselo a Hyoga y vio, asombrado, cómo este se hallaba ante un espejo que no mostraba su reflejo. Se acercó imaginando que tampoco mostraría el suyo.

      ¿Hyoga? —Lo llamó, y caminó más hacia él sin darse cuenta de que su persona sí se hallaba reflejada en aquel cristal.

      Posó una mano en el hombro del rubio y este se volvió casi al instante mostrando un rostro pálido, con las pupilas completamente dilatadas, la estrella de su ojo pintada con sangre que resbalaba por sus mejillas y una sonrisa macabra en su boca que lo hacía parecer el ser más monstruoso que jamás se hubiera imaginado.

      Shun intentó gritar, pero no le salió ningún sonido de la boca. Ese Hyoga lo cogió del brazo y estiró una mano huesuda hacia su rostro, pero no llegó a rozarle la piel. Un rayo de energía hizo volar en pedazos al ser que lo mantenía preso, e inmediatamente desapareció, dejando únicamente rastros de polvo por el suelo.

      Shun se giró aturdido, con los ojos llorosos y las manos temblando, para ver quién era el que le había salvado de esa criatura. 

      Hyoga, ¿eres tú esta vez de verdad? —Preguntó, atragantándose con cada palabra.

      Sí, Shun, soy yo. —Le costaba hablar debido al aporte de energía, y se tambaleó directo al suelo, pero el joven lo tomó a tiempo y lo mantuvo en equilibrio—. Gracias...

      ¿Estás bien, Hyoga? —Le preguntó preocupado.

      Sí, pero dime, ¿estás bien tú? —Lo miró intensamente a los ojos y Shun pudo ver que desprendían cierta chispa de calor—. He temido que te hubiera pasado algo malo y... quedarme solo otra vez en este mundo...

      Hyoga... estoy bien, me has salvado.

      No tenía que haber bajado la guardia, perdóname... —se culpó.

      ¡No digas tonterías! ¡Me has salvado! ¿Qué era eso? —Preguntó después de unos segundos en silencio.

      Pues... la verdad es que no lo sé. Una sombra con capacidad de imitar mi cuerpo... Nunca me había topado con algo semejante desde que tengo uso de razón. —Desvió la mirada.

      En ese momento Shun recordó que aquella cosa no se reflejaba en los espejos, y miró temeroso en el cristal, comprobando con gran alivio que aquel Hyoga se veía perfectamente apoyado en su hombro.

      Tengo miedo, Hyoga —dijo sin poder evitarlo.

      No te preocupes, estaré aquí para protegerte —lo tranquilizó con una sonrisa y un suave beso en los labios; frío, pero romántico y verdadero, que le erizó toda la piel a Shun por el inesperado contacto.

      Hyoga —lo llamó disimulando su rojez—, ¿qué hay en esta carpa? ¿por qué la niebla? ¿tantos espejos...? —Preguntó casi de manera incoherente, y el rubio le puso un dedo enguantado sobre los labios para que no preguntase más.

      ¿Qué te tengo dicho sobre las preguntas? —Le volvió a sonreír, y con la otra mano acercó su rostro para volver a besarlo, esta vez más apasionadamente.

      Cuando se separaron de nuevo, Shun estaba más sonrojado que en toda su vida, y Hyoga lo miraba divertido.

      Eres muy tierno —le susurró el rubio—. No sé exactamente qué te van a mostrar los espejos. Algunos, dolor; otros, nada; otros un sueño, otros una pesadilla... Me atrevo a decir que esa cosa ha salido de uno de los espejos.

      ¿Pero tú habías estado alguna vez aquí? —Le preguntó con asombro.

      No que yo recuerde. Pero mis recuerdos son más borrosos que la niebla... 

      ¿Qué pasa si te asomas tú a uno de los espejos? —Preguntó como iluminado con aquella idea.

      ¿Yo? No quiero...

      ¿Por qué? —Preguntó desilusionado.

      No quiero... no quiero saber lo que me va a mostrar.

      Así sabrías más cosas de ti —le animó.

      Pero no quiero saberlo...

      Pues yo sí. Quiero saber quién eres... —insistió.

      No quiero descubrir que soy un ser frío, o un ser marginado, una marioneta, un muñeco... no quiero saber quién soy —se resistió.

      Pues... —añadió Shun después de una pausa breve y lo miró intensamente—. Yo sí quiero saber quién es la persona de la que me estoy enamorando.

Notas finales:

Muchas gracias por leer. Espero que les haya gustado <3


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