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El fin del mundo y más allá por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste

“He venido a ver el progreso de nuestro acuerdo” Raza entró en el garaje que contenía los autos. Quería evaluar el progreso de su inversión, sobre todo porque la reparación de los autos estaba costándole mucho, sobre todo por las piezas que los herreros habían tenido que fabricar para los mecánicos.

“Lo prometido es ley” señaló Sasuke, que gracias a la suerte de Naruto había conseguido poner en funcionamiento dos de los aparatos antes de que expirara el plazo. Yashamaru se subió al primero, encendiéndolo con facilidad. El Kazekage sonrió, escuchando el sonido del motor. Detrás de él, su estado mayor estaba impresionado. Al parecer valió la pena el haber invertido en ese proyecto.

“Muy bien… extremadamente bien” ahora podían pasar con toda tranquilidad al barco. “Supongo que la cantidad de piezas fabricadas valió la pena después de todo.”

“¿Cantidad de piezas?” el Kazekage le dio la lista. “No pedí tantas”

“Debió haber sido tu compañero rubio entonces, porque mis herreros dijeron que los nuevos pidieron estas piezas” el pelirrojo se cruzó de brazos. “Y si no los pidió para esto entonces voy a tener unas cuantas palabras con él, porque aunque el metal sea abundante, tenemos que…”

“¡Lamento la espera, dattebayo!” Naruto se metió en la conversación, apareciendo con una sonrisa en el rostro. “Sé que prometimos autos, pero quería darles un regalo extra por su hospitalidad. Así que Gaara-kun y yo estuvimos trabajando… ¡y voila!!” un sonido muy extraño se pudo escuchar y de repente un aparato escandaloso, con forma de mosquito, apareció en el aire. Todos se lo quedaron un viendo como si fuera una especie de milagro. “También es asombroso lo rápido que aprendió a volarlo a pesar de sólo tener un par de manuales de instrucción y unas cuantas clases autodidactas en tierra.”

“¿Pusiste a mi sobrino en una trampa letal voladora?” el segundo al mando del líder estaba incrédulo. No podía creer que su adorado protegido se hubiera metido por voluntad propia en un aparato que no estaba seguro que podía volar, mucho menos aterrizar. Eso simplemente carecía de sentido.

“¿Reparaste un helicóptero?” Sasuke estaba en las mismas condiciones. Sinceramente, le sorprendía los extremos a los cuales llegaba la fortuna para complacer al usuratonkachi. Bueno, al menos se había asegurado una ración extra de comida.

“Sí… aunque no es nada impresionante, dattebayo” frunció el ceño, observándolo mientras Gaara hacía todo su esfuerzo por aterrizarlo correctamente. “No vuela mucha distancia, necesita demasiado combustible para eso. Además, a pesar de haberlo adaptado, el biodiesel no le hace mucho bien. Necesita combustibles de los que llamaban fósiles.”

“Entonces lo usaremos para patrullar el perímetro” Raza recibió a su hijo con una mirada fría cuando este bajó del helicóptero. “Seguro que servirán para eso”

“Hacen mucho ruido” comentó el pelirrojo menor.

“Seremos cuidadoso. Entrena a los pilotos” fueron las últimas palabras del hombre antes de volverse de espaldas. Yashamru sacudió la cabeza, preguntándose exactamente cuan frío podía ser su cuñado. Se volteó para seguirlo cuando divisó a alguien corriendo a toda prisa hacia ellos. Se adelantó, alcanzándolo antes que el general. Vaya, acababa de salvar una vida, debía apuntarlo en su cuaderno de buenas acciones.

“Señor…” le alcanzó un papel con una letra que le parecía familiar. Sólo necesitó leer las primeras líneas para descubrir que acababa de ocurrir un milagro.

“¡Raza! ¡Carta de Sasori!” inmediatamente todos se congelaron alrededor de él. El líder de la comunidad agarró su correo y comenzó a leer, muy concentrado. Tras haberlo hecho un par de veces, se la devolvió a su segundo, frotándose el puente de la nariz. Obviamente algo muy grave estaba pasando, algo que le estaba forzando a tomar una decisión muy grave.

“Imposible, no tenemos lo suficiente para sobrevivir. Aún si llegamos a los campos, con la comida que podamos recoger no va a alcanzarnos para el resto del invierno” el general se alejó. “Tendrá que sobrevivir por su cuenta.”

“No podemos abandonarlo” el rubio se enzarzó en una pelea con el mayor, que terminó con una orden de dejarlo a alto volumen. Gaara apretó los puños, simplemente no podía creer que su padre estuviera abandonando a su primo. Naruto simplemente se quedó inmóvil. Su tío regresó muy enfadado, agarrando a cada uno del brazo. Lo siguiente que escucharon de sus labios fue algo que podría ser considerado una traición. “Prepárense, vamos a enviar un mensaje a Konoha.”

“Pero…”

“¡Shhhhhh!” les cayó. “No puede escucharnos, si lo hace estamos los tres perdidos, ¿sí?” siguió caminando al garaje. “Ha organizado una recolección de comida de último minuto. Quiere probar los nuevos coches en el campo, para ordenar una producción masiva y dejar de depender en los animales” el Sabaku asintió, sabiendo lo mucho que detestaba su padre a los caballos por el consumo de comida extra que representaban. “Tenemos una oportunidad en medio de ella de soltar una paloma.”

“Tenía algunas, pero me las quitaron, dattebayo” el rubio sonaba compungido. El médico, por su parte, no encontraba problema alguno. Si abusaba un poquito de su poder tendría acceso a ellas.

“Yo te las consigo. Si puedes preparar una carta para Konoha detallando la ubicación de Suna y que vamos a prestar ayuda a Iwa” ambos lo miraron con confusión. “Es otro refugio en las montañas. Sasori lo descubrió por accidente cuando huía de los muertos” explicó, sentándose con ellos dentro de la casa de Naruto. “No alcanzaremos a recolectar suficiente comida para todos si compartimos, pero… con la ayuda de Konoha alcanzará.”

“Sonará raro si me inscribo para el viaje, soy extranjero” el Uzumaki los observó.

“Tú sólo escribe la carta, nosotros nos encargaremos de soltar el mensajero” los dos se fueron. Gaara aprovechó para acompañarlo hasta el hospital, silenciosamente avanzando detrás del otro. “Pudiste haberlo invitado a la misión. Está a punto de tener un hijo y el aumento de ración por misión realizada sería un buen incentivo para acompañarnos.”

“Pues sí, pero por la misma razón sería bueno quedarse aquí con la madre del bebé” el pelirrojo se llevó las manos al bolsillo. “Después de esto quiero viajar ahí. Aunque mi padre esté en contra tenemos que ponernos en contacto con las demás aldeas. Hay que formar aliados o no pasaremos de este invierno.”

“Muy bien razonado” el doctor se despidió, entrando a revisar a sus pacientes. Chiyo recibió la noticia de que su nieto seguía con vida, llenándola de alegría. Le prometió que lo traería de vuelta si lo cubría un par de horas, en lo que venía de los reservorios.

“Lo haré” la anciana asintió, dispuesta a cualquier cosa para regresar a su nieto a casa. Él también lo hizo, saliendo del ala medica por otra puerta, que llevaba a un pasillo muy poco usado y oscuro. El menor siguió por ahí, sintiéndose nervioso. No era la primera vez que desobedecía a Raza, más su afrenta ahora sería más duramente tratada que las veces anteriores.

“Las cosas que hago por este sitio” comentó antes de correr hacia el lugar donde se almacenaban los objetos recuperados en las diferentes misiones. Antes se utilizaba para la munición, más uno de los Kazekages movió esos suministros a un almacén más cercano a la fábrica de estas. Ahora sólo contenía una serie de cachivaches y animales en aislamiento hasta que la cuarentena terminara. Un par de soldados vigilaban las únicas puertas a cada momento, sosteniendo enormes armas. Y el único otro punto de acceso era…

“¿Escuchaste algo?” uno de los guardias preguntó. Yashamaru trató de ser lo más silencioso posible mientras se alzaba. Había saltado desde uno de los tejados bajos hasta la pequeña ventana enrejada que debía alcanzar. Agradeciendo a su entrenamiento de soldado, apartó el oxidado metal que impedía el paso. Saltó al piso, con cuidado de no romperse una pierna. Encendió una vela y caminó hasta el anaquel de animales. “¿Dónde, dónde?”

“Me preguntaba cuando aparecerías” una voz lo sorprendió por detrás. Raza avanzó, sosteniendo una lámpara a combustible. Su cuñado tembló al sentir su mirada fría sobre él. “Sabía que intentarías algo así, siempre lo haces cuando pierdes.”

“No es cuestión de perder o ganar, si no de hacer lo correcto” señaló él, retrocediendo. “Si dejamos que otra aldea y sus satélites llenos de gente mueran de inanición, los números de los muertos aumentarán exponencialmente y…”

“Lo sé” el pelirrojo se apartó de su camino, dejando la fuente de luz en uno de los anaqueles.  “No soy insensible, por supuesto que no dejaría a un miembro de mi familia morir de hambre” suspiró con pesar. “Pero tampoco puedo admitirlo en voz alta, se supone que debo pensar primero en la comunidad. Una revuelta ahora mismo sería nuestra perdición” se alejó. “Las palomas están en el anaquel del final de ese pasillo. Respondan o no, lo que suceda cuando les lleves las provisiones a Iwa será tu responsabilidad. ¿Lo aceptas?”

“Cargaré con la culpa” respondió el otro, alejándose de la luz. Encontró los animales, escondiendo uno. Salió del almacén pensando en las implicaciones de una falla. Su propia comunidad no sobreviviría mucho tiempo sin los suministros que iban a traer, después de todo Suna estaba en una tierra árida. Frunció el ceño, ¿condenaría a Suna para salvar a Iwa? ¿O le daría la espalda de Sasori y sus nuevos amigos para darle de comer a su propia gente? Y estaba sobre todo que eligiera lo que eligiera, lo más probable era que todo acabara en tragedia.

“¿Estás listo?” Gaara lo sacó de su ensimismamiento cuando puso una mano sobre su hombro. Había pasado tanto tiempo preguntándose lo que debería hacer que ni siquiera se había dado cuenta de que el día de la expedición llegó.

“Sí, lo estoy” el pelirrojo le entregó la carta que tenía escondida dentro de su chaleco. Él ató la nota a la pata de la paloma, volviendo a esconderla entre las provisiones de la expedición. Al oscurecer la primera noche, soltó el ave, que se remontó al cielo. Voló directa a su hogar, hasta perderse en el horizonte. “Estamos haciendo lo correcto”

“Sí” el siguió, comiendo su ración. “Sólo espero que no tengamos que arrepentirnos luego de haber recurrido a ellos por ayuda o ayudar a otros.”

“Sí…” los dos observaron el cielo estrellado, pidiendo que esta pesadilla en la que habían estado viviendo desde hace generaciones acabara.

-En Konoha-

“¡Minato-sama!” Shizune entró a toda prisa en la habitación donde el Hokage conversaba con sus asesores. Todos se voltearon, presintiendo que era algo importante. “¡Tiene que ver esto! ¡Anko Mitarashi se ha vuelto completamente loca! ¡Está hablando con una cosa en la vieja carroza metálica de Liliya! ¡Y lo peor es que funciona!”

“¿Fun… ciona?” los presentes se levantaron y fueron corriendo a ver lo que estaba pasando. Encontraron a Suigetsu Hozuki sosteniendo una misteriosa caja metálica desde la cual se oía tenuemente la voz de la alegre problemática. Shee y Darui estaban cerca, pasmados ante semejante cosa. “¿Qué se supone que es esa cosa?”

“Una radio” respondió el peliblanco, dejándola en el suelo. “Todavía no funciona muy bien, pero al menos hemos podido volver a poner en el aire el viejo programa de Liliya. No tiene mucho alcance… digamos que necesitamos antenas para que lo haga, pero podríamos usarlo para comunicarnos con las demás aldeas.”

“Sería una buena idea” uno de los enviados del Raikage mencionó, observando el aparato con interés. “Seguro que tienen un par más de estas. Las reparan, las llevamos de regreso y se comunican con nosotros. Si se necesitan más antenas, creo que podemos ayudar en la fabricación…”

“El problema es el metal” les informó Minato, observando el artefacto que seguramente sería el único de su clase. “No tenemos suficiente, ninguna de las aldeas que hemos descubierto. Las antenas y las radios necesitan una gran cantidad de metales, aleaciones que ni sabemos cómo forjar. Tenemos suficiente suerte con haber hecho funcionar esa, no presionemos más.”

“¡Señor!” Yugao llegó corriendo, con un papel en la mano. “¡Ha llegado una carta!”

“¿Una carta?” la recibió. No recordaba que hubiera equipos en el campo y las pláticas con Kumo y Kiri todavía no se habían establecido correctamente. Y no era su culpa, se debía a la maldita diplomacia que pensaba que no necesitaría después del fin del mundo. Leyó las primeras frases y en seguida supo de quién era. “Naruto…”

“¿Está vivo? ¿Y Sasuke? ¿Está bien?” Itachi se pegó a él, tratando de leer la carta por encima de su hombro. El rubio siguió leyendo, mordiendo su labio cuando entendió el mensaje. “¿Qué pasa?”

“Se toparon con una aldea nueva, que a su vez se topó con otra. Ambas tienen problemas para alimentarse, así que necesitan comida” el Hokage suspiró. “Parece que tendremos que hacer una misión en medio del invierno… y vaciar algunos de nuestros graneros antes de que ellos mueran de hambre.”

“No tenemos por qué” Hiashi Hyuuga dijo con su habitual ceño fruncido. “Las reservas de comida son el fruto de nuestro trabajo, no tenemos que dárselas a otros.”

“A cambia, Suna nos dará metales. Ellos tienen minas, a nosotros nos faltan” desenvainó su espada. “¿Hace cuánto que nuestras espadas se rompen después de un par de años? ¿Hace cuánto que la fatiga del metal nos pone en peligro? Estas espadas se han roto y reforjado más veces de las indicadas.”

“Entonces alimenta a Suna, nuestra comida a cambio de su metal” concedió el patriarca de los Hyuuga, cruzando sus brazos. “Alcanzará con la mitad de la comida almacenada. Si la otra consigue sobrevivir, podremos negociar algunos términos de intercambio comercial…”

“No es sólo por eso, es una cuestión de supervivencia” el Hokage los interrumpió, furioso. “Tienen dos satélites, si llegaran a convertirse los tres, entonces tendremos un serio problema de superpoblación de zombies. Las manadas… los Zombienamies ya son un problema, imaginen si tres aldeas se unieran a ellos. No sobreviviríamos.”

“Aún así…”

“Podemos hacer el recorrido por el agua, usando el barco de Suigetsu” sugirió la comadreja sacando un mapa de su bolsillo. “El invierno aún no es crudo, si lo hacemos bien llegaremos a Kirigakure y desde allí podremos conseguir otro barco, seguir por el océano y llegar a Suna, que está cerca de las playas según la carta.”

“Perfecto, si el barco es lo suficientemente grande entonces aumentaremos la…” Itachi no siguió escuchando, simplemente se fijó en la ruta para la misión. Llegar hasta el barco que dejaron anclado cerca ya era un gran riesgo, hacerlo con talegas de comida era aún peor. Demonios, malditas aguas demasiado superficiales de los ríos cerca a Konoha. Aún así, tenía que tratar. Su hermanito lo necesitaba.

“Creo que sé cómo podemos hacerlo” Kisame se acercó, poniendo una mano en el hombro de la comadreja. “Suigetsu ha podido armar algunas de estas cosas” levantó un despertador. “Pensó que nos serían útiles… como distracción. Lo sacó de uno de los libros que me dejaste leer.”

“Y la historia viene a nuestro rescate” el Uchiha comentó, recordando mentalmente el refrán que decía: quien no aprende de la historia está condenado a repetirla. “De acuerdo, esto nos dará una ventana de tiempo. Tendremos que ser rápidos y organizados” hizo cuentas con las manos. “No, es imposible llevar esa cantidad de comida en una sola entrega sin terminar mordidos… tendrán que ser pequeñas entregas y siempre haremos una parada en Kiri para abastecernos. Si tan sólo tuviéramos más coches…”

“Y si funcionaran por un largo periodo de tiempo” Minato terminó. Estaba preocupado por la situación en la que su hijo y el amigo de este estaban metidos. “Sin embargo, no tenemos esos recursos. ¿Crees que se pueda hacer?”

“Se hará, Hokage-sama” el joven se puso firme. Seguramente no alcanzarían la otra aldea, pero si llegaban a Suna ellos podrían compartir su comida con los demás. “Organizaré el grupo de expedición inmediatamente” comenzó a caminar mientras que Fugaku convencía a los Hyuuga para intercambiar productos con las demás aldeas. “Será mejor que lo haga así…”

“Parece que tienes mucho trabajo, Itachi-san” Kisame lo alcanzó a medio camino del almacén de alimentos.

“¿Yo? Dirás nosotros”

“¿Nosotros?”

“Sí” sonrió, divertido. “Nosotros. Tú vendrás conmigo, ¿no te parece increíble?”

“Ehhhhhh” no sabía qué decir. Había pasado la mayor parte de su vida en una isla, no quería recorrer más de tierra firme de lo que era necesario, sobre todo tras haber aprendido que estaba prácticamente plagada de esas cosas que en casa sólo eran una preocupación menor. “Di… dime que al menos se te ocurre un buen plan.”

“El más arriesgado de todos, mi amigo” comentó la comadreja. “Y no terminará bien”

-En el campo-

“¿Estás bien?” Yashamaru preguntó mientras que su sobrino buscaba entre las páginas de una libreta. Estaban escondidos dentro de las carrozas metálicas, pasando la noche a la luz de las lámparas mientras que los zombies se arremolinaban alrededor de ellos. “Deberías descansar, dentro de algunos días llegaremos a los campos y tendremos que ponernos en movimiento. Te he reservado la mejor posición…”

“Naruto me prestó este libro” lo agitó. “Al parecer perteneció a uno de los primeros supervivientes de Konoha, como esos videos de soldados que ahora nadie puede recuperar” el pelirrojo suspiró. “Realmente debieron haber grabado la historia en algo más duradero.”

“Supongo que fue porque no tenían papel a la mano” se sentó a su costado. “¿Y bien? ¿Qué fue lo que ese superviviente plasmó en sus memorias que te inquieta tanto?”

“¿Cuánto podemos vivir?” respondió con una pregunta, haciendo que el otro se sorprendiera un poco. “El tiempo de vida promedio en este maldito lugar es de cuarenta años, cincuenta si tienes suerte. Y si vives más que eso eres considerado una reliquia.”

“Sí, bueno… supongo que nosotros no es fácil, pero… no tienes por qué guiarte por eso… seguro que vas a vivir un muy buen tiempo” él trató de poner buena cara, más no le salía bien. “¿El libro te ha hecho pensar sobre eso? Quizás deberías haber traído un material de lectura más alegre.”

“No, quiero verlo” acercó la página a su rostro. “La persona de la historia vivió poco más de cincuenta años, era uno de los primeros en establecer Konoha… también está la muerte de Liliya Mitarashi… es un capítulo muy sombrío de la historia… la primera horda lo suficientemente grande como para ser considerada un Zombienamie.”

“Zombienami…” ellos también habían bautizado así a las avalanchas masivas de muertos que visitaban de vez en cuando sus hogares. Si hubiera una forma de destruir a los muertos… “¿Puedes leerla en voz alta? Yo también quiero escuchar”

Notas finales:

Espero que les haya gustado. ¿Quién vivirá la proxima entrega? Review!!


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