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Le Parapluie - Cherik AU. por AlatheaMorwellan

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Charles sujetó a su hija en el aire justo antes de que cayera al piso.

- Lorna, cariño. Te he dicho miles de veces que no te cuelgues de la estantería. Si quieres un libro, pídemelo! Pero no hagas eso, podrías lastimarte! -

- Lo siento, papi. Es que David quería que le leyese ese cuento y tú estabas ocupado... - La niña se disculpó mirándolo apenada y Charles no pudo evitar sonreír enternecido.

Sus hijos habían cambiado su vida por completo. A menudo se preguntaba como el ex de Erik podía haber abandonado a tan magnífico hombre y a tan adorable niña. Pero en cierta forma le estaba agradecido, porque gracias a él había ganado una maravillosa familia. 

- Esta bien, cariño. Pero la próxima esperas a que yo pueda dártelo o le dices a tu hermano que se conforme con los que estén a tu altura! - Charles le advirtió sonriendo. David apenas tenía 1 año y medio, y además de unas pocas palabras sueltas que incluían papá, Lona, papa, ato (por Shakespeare) no decía nada más. Sabía que lo del libro era ocurrencia de su hija pero no podía regañarla. Ella había aprendido a leer recientemente y sólo quería malcriar a su hermano.

- Sí, papi. Iré a leerle un poco, ya terminé mi tarea! - Lorna repuso con una sonrisa radiante y Charles asintió. 

Sus hijos se sentaron sobre el tatami de colores en el sector infantil. David golpeaba un juguete contra el suelo, mientras Lorna comenzaba a relatar la historia con su dulce voz. Al instante el pequeño dejó lo que hacía para depositar toda su atención en su hermana.

La imagen le llenaba el alma. Sus hijos eran lo más importante que tenía, y no los cambiaría por nada en el mundo. Al principio habían dudado sobre la posibilidad de adoptar debido a que no sabían como se lo tomaría Lorna, pero la dulce niña se había mostrado más que feliz con la posibilidad de tener un hermano con quien jugar y ahí estaban. No había nada de lo que arrepentirse. 

- Miau... - Shakespeare apareció, restregándose contra su pierna. Charles sonrió y lo tomó entre sus brazos. 

- Mi pequeña bola de pelos! - Estampó un beso sobre su peluchienta cabeza. - Gracias Shakespeare, en cierta forma todo esto es gracias a ti. Si no te hubieras escapado, Erik no te hubiese rescatado y yo no hubiera vuelto a verlo. Me hiciste sufrir y jamás vuelvas a escaparte así, pero ese día me hiciste muy feliz también.- El felino ronroneó en respuesta y Charles continuó mimándolo mientras observaba a sus hijos de reojo.

- Buenas tardes! - La voz alegre de Erik resonó en el lugar y sus hijos dejaron la lectura de lado para correr hacia él. Lorna fue la primera en alcanzarlo, y segundos después llegó David con sus pasos irregulares, aleteando sus brazos. Cargó a cada uno, estampando un beso en la mejilla de ambos y los dos comenzaron a relatarle su día. Lorna contándole como le había ido en el colegio, David balbuceando en su propio idioma.

- Creo que te extrañaron! - Charles repuso alegremente. En cuanto David lo vio, se abalanzó a sus brazos. Lo acomodó en su cadera mientras el pequeño continuaba con su elaborado discurso balbuceante. 

- Así parece! Hola mi amor. - Erik le dedicó una de esas sonrisas que le derretían el alma. Amaba a ese hombre con cada fibra de su ser.

- Hola, cariño. - Charles le respondió con dulzura. Su momento favorito del día era cuando su esposo llegaba y podían compartir un agradable momento en familia.

Lorna pidió bajar de su padre y volvió corriendo a sentarse frente al libro, quería terminar de leerlo, y David como buen hermano que copiaba cada acción de su hermana mayor, bajó también y corrió tras ella.

Erik se acercó a Charles y lo tomó entre sus brazos.

- ¿Cómo estuvo el día hoy, mi amor? - Preguntó con su suave voz.

- Estuvo bien! Lorna casi se cae de la estantería, pero la sostuve justo a tiempo. Ya sabes como es cuando se le pone algo en la cabeza. Tenemos una hija muy autosuficiente! - Charles respondió entre risas.

- Ya te he dicho cuánto te agradezco que la ames como lo haces, verdad? - Erik susurró mirándolo fijamente. 

- Sí, pero no tienes que hacerlo. La amo porque es imposible no hacerlo, como tampoco puedo no amar a David, o no amarte a ti. Son mi familia, Erik. Y lo mejor que me ha pasado en la vida. - Charles jamás terminaría de agradecer a su suerte por haberle dado todo lo que tenía, especialmente cuando el único futuro que siempre había creído que lo aguardaba era la soledad.

- Eso mismo pensé cuando te vi la primera vez. ¿Sería posible no amarte? Eras un ángel bajo la lluvia, y yo sólo podía pensar en eso mientras caminabas a mi lado. - 

- Oh, Erik... - Charles se apretó aún más contra él, la calidez de su esposo lo envolvía y estar entre sus brazos definitivamente era su lugar favorito en el mundo.

- Te amo, Charles. - Erik bajó sus labios hasta los él y lo besó con suavidad. Dejando que todo el amor que sentía se vislumbrase en ese simple contacto.

- Y yo te amo a ti, Erik. - Charles le dedicó una cálida sonrisa justo cuando su hija irrumpió con un audible "Eeew" en señal de desagrado. 

- Ah, sí jovencita? Ahora verás! - Charles corrió tras ella, seguida por Erik y ambos la llenaron a besos, al igual que a su hijo.

- Bien, pondré el letrero de cerrado y leeremos nuestro cuento del día. Cuál han elegido para hoy? - Charles preguntó mientras se levantaba para dirigirse a la puerta.

- ¡Se llama "El paraguas"! - Respondió con entusiasmo Lorna.

Charles y Erik compartieron una íntima mirada. Un paraguas en un día de lluvia los había llevado a donde estaban hoy. Un simple elemento cotidiano los había marcado de la manera más profunda que pudieran imaginar.

- ¡Me parece una excelente elección! - Repuso Erik sonriendo. 

Charles comenzó la lectura, sentado con David en su regazo y Lorna escuchándolo atentamente. Pronto la melodiosa voz de su esposo fue lo único que inundó la librería y Erik se sintió colmado de una inmensa calidez.

La lluvia no sólo le había traído un ángel aquél día, si no también la más pura e inexplicable felicidad.


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