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Kaleidoscope por CrawlingFiction

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Kaleidoscope


Capítulo 7: Diez


 


TaekWoon giró la cabeza, más por el sonido que por poder ver. No obstante, aquella voz fue suficiente.


Una sonrisa a ojos arrasados iluminó su rostro un segundo.


El saber que estaba vivo y que no le había olvidado le dio esperanzas irreales.


El dolor a sus heridas y al espíritu se hizo por un instante llevadero.


HongBin le miró descolocado. Sus ojos cafés humedecieron. Lo habían vuelto pedazos, y aun así esos trozos atrevieron a sonreírle.


 Los golpes insistentes a la puerta eran atronadores. El celular de HakYeon timbró. HongBin sobresaltó y le apuntó a la cabeza. El doctor atendió la llamada con una sonrisa burlesca y de absoluta naturalidad.


—Sólo resguarden la entrada, es un viejo amigo que vino de visita —colgó y regresó el teléfono al bolsillo. Mantuvo las manos en alto como señal de no estar armado y retrocedió lentamente hasta el archivador.


—¡No te muevas! —gritó— ¡Libera a TaekWoon, maldito enfermo! —ordenó.


El otro hombre lentamente retrocedió hasta apegarse a la pared, con sigilo pretendía escurrir hasta la entrada y escapar.


—¿Por qué debería? —vaciló sonriente— Es mi experimento —HongBin tensó la mandíbula y gruñó. Corrió al hombre y de un tirón al cabello lo arrojó al piso.


—¡Lo mataré sino lo haces! —apuntó la pistola a su sien.


—¡D-Doctor Cha! ¡Doctor! —imploró con el rostro arrasado en lágrimas— ¡HakYeon!¡ Por favor! —pese a que llorase y suplicase que no le hiciera daño.


HakYeon turnó sus ojos al hombre arrodillado en el suelo.


Rápidamente estiró la mano hacia atrás, cogió la pistola escondida en un cajón entreabierto y de un tiro certero le voló la cabeza al sujeto.


HongBin no había tenido ni oportunidad de reaccionar. Su mano se había bañado de la sangre y sesos del pobre.


TaekWoon, salpicado de la sangre del hombre, miraba con los ojos bien abiertos aquel retrato de muerte.


Eso.


¿Exactamente eso le había hecho al policía?


            —Ya lo hice por ti —sonrió con simpleza— Baja el arma, mocoso, ni sabes apuntar —ordenó. HongBin vaciló. HakYeon pasó el brazo tras la garganta de TaekWoon y le apuntó en la frente— ¡Tírala! —TaekWoon respirando costosamente negaba con la cabeza.


Cerró los ojos con fuerza y tiró la pistola a los pies del doctor.


La recogió y jugó con ella entre sus dedos.


—No eres capaz de matar a una persona, HongBin —le recordó con impredecible suavidad— No te engañes con falsa valentía— ¿Sabes qué sucede cuando niños como tú se interponen con gente como yo?


No respondió.


—Acaban como ese tipo —señaló con desdén a TaekWoon, que se retorcía y gruñía desesperado sin poder respirar. Ya aburrido lo soltó y apartó de una patada— Patético… —bufó— Creyendo en Mesías que nunca llegan. Esperando al amor y una fortuna —TaekWoon costosamente se incorporó— ¿Arriesgando tu vida en salvar a basuras como estas? ¡Siendo incapaz de matar como basuras como esta! —le volvió a patear molesto.


—¡Déjalo!


El eco de un disparo resonó en el laboratorio.


TaekWoon gritó aterrorizado.


Sangre y una mano temblorosa tratando contenerla.


—No vuelvas a gritarle a tu superior —recordó en un murmullo.


••••••


—Maldita sea —bufó impaciente dentro de la patrulla policial. Se quitó su boina de mala gana y pasó la mano entre sus cabellos— HongBin, maldición… —los recuerdos del chico de sonrisa reflexiva y flores marchitas en la cabeza venían una y otra vez a su cabeza. No recordaba haber visto ese tipo de sonrisas en él antes. Sonreír así, taciturno, en conexión con sus pensamientos y el gestor de esa sonrisa que en la realidad que de momento le rodeaba; ¿qué se supone debía hacer?


Esa sonrisa y esas flores de apagado ocre se distorsionaron son el eco de su voz desconsolada al teléfono.


—Han SangHyuk de la policía de distrito —llamó desde la radio de la patrulla— Solicito refuerzos policiales y de inteligencia en el área sur de Yangjaedong. Presunto secuestro… —su voz disminuyó un segundo. Sacudió la cabeza— No tarden —desabrochó el cinturón y cargó su pistola.


No podía quedarse esperando como un inútil.


SangHyuk miró alrededor.


Rodeó el perímetro desolado buscando un acceso, cuando un ruido aglomerado en la entrada le llamó. El chirriar de unos neumáticos le hicieron correr y esconderse tras un camión destartalado.


—¡Ya escucharon! ¡Nadie puede salir vivo! —ordenó una voz— ¡Nadie! —esa orden taladró su cabeza.


Un par de hombres de blanco se atropellaron hacia la entrada. ¿Desalojaban el lugar? De una furgoneta negra bajaron soldados armados hasta los dientes. El par de ancianos se resguardaron adentro del auto.


—¿Qué diablos pasa…? —masculló confundido. Sus ojos se clavaron al edificio y apretó los dientes— ¿Y WonSik? —frunció el ceño. Un mal sabor de boca le embargó. Con pistola en mano rodeó el edificio.


De una patada rompió el pestillo metálico y se coló al laboratorio desde otra entrada.


••••••


Las manos de TaekWoon estaban cubiertas de sangre.


Balbuceaba palabras inentendibles mientras trataba contener la herida con sus manos temblorosas.


Parpadeó aletargado. ¿Había perdido la conciencia?


Cuando el sopor se desvaneció se encontró el rostro arrasado de TaekWoon mirándole de cerca. Bajó la mirada a su hombro. Le habían dado un tiro. Apartó mechones de su cabello y él negó con la cabeza.


Como hubiera querido que ese poder que tenía para destruir no existiese. Y, en cambio, poder sanarlo.


Como hubiera querido ser Vida y no Muerte.


TaekWoon pegó la frente a su pecho y contuvo las ganas de derrumbarse.


—Ridículo —bufó HakYeon sentado en una silla al lado de sus máquinas— ¿Quieres creer que esto es Frankenstein y tu miseria es culpa del Hombre? —burló— ¡No!


—No le escuches —rebatió incorporándose torpemente con los codos y conteniendo la herida con la mano— No eres nada de lo que dice —TaekWoon le miró— Eres bueno, lo eres… —se esforzó en sonreírle pese al dolor.


Miró a sus manos embadurnadas de sangre.


—Es suficiente —se levantó y apartó— Vamos a jugar —apuntó el arma a la frente de HongBin— Levántate —con esfuerzo obedeció.


—Precioso prometido mío —dijo con sorna— ¿Dónde te gustaría el balazo? —disparó a un lado de su cara, rebotando la bala a la pared y cayendo al suelo. HongBin con los ojos cerrados con fuerza respiraba costosamente— ¿Aquí? ¿Más al centro?


—¡Déjalo y haré todo lo que quieras! —imploró con la frente pegada al suelo en deshonrosa venia.


—¡No! —rechazó HongBin aún en su posición de criminal frente al paredón.


—Está bien —sonrió satisfecho— Mata a los que resguardan la puerta —ordenó.


TaekWoon le miró desconcertado.


—¿Qué?


—Mátalos —mantuvo esa sonrisa sádica— Quiero averiguar si aún mantienes tu capacidad de desmembrar a varias personas a la vez, como el accidente, ¿recuerdas? No, obviamente no —carcajeó— Pero… ¿no sería espectacular? Y con una puerta a distancia.


—N-No… no —tiraba con los ojos desorbitados de miedo clavados en la puerta blanca. Podía sentir los murmullos de las personas atrás. Personas que debía descuartizar sin siquiera esperárselo.


Una muerte impredecible y a su vez dolorosa.


HakYeon impaciente se abalanzó hacia HongBin y rodeando su cuello le apuntó el arma a la sien.


—¡Hazlo o le vuelo la cabeza! —bramó.


—No… no lo hagas, no tienes por qué —intentaba ser su conciencia con una pequeña sonrisa agotada. No quería permitir que se volviera eso.


—Para eso su maldita madre lo parió —contradijo HakYeon apretando la mandíbula y el dedo al gatillo.


TaekWoon petrificado turnaba sus ojos a la puerta y al par. Cerró los ojos con fuerza, a pesar de los labios temblorosos, y trató de concentrarse.


La puerta comenzó a crujir, cuan rasguños de bestia espectral apropiarse de la madera. HakYeon miraba asombrado.


Escuchó un quejido, seguido de otro. ¿Qué está pasando?, vaciló otra voz tras la puerta.


TaekWoon apretó los dedos a sus cabellos y se aferró a la oscuridad tras sus párpados.


Otro quejido, más nervioso que los demás.


TaekWoon gritó y se cubrió la cabeza entre sus brazos acurrucándose al suelo.


No podía, no podía hacerlo.


Rompió en llanto.


Los quejidos estallaron en murmullos nerviosos. ¿Qué fue eso?, gimoteó otro más.


—No… —chasqueó la lengua y encogió de hombros— Veo que este niño te ablandó —con el cañón de la pistola bajo el mentón le alzó el rostro— Una lástima, es hasta guapo, pero así será más divertido —sacó una navaja y de un culatazo al rostro lo tumbó al piso.


—¡No!


Las paredes agrietaron.


La pistola a pies de HakYeon acabó en sus manos.


Uno, dos, tres, cuatro, cinco. El eco de las balas era atronador y el olor del impacto se mezcló de inmediato al óxido de la sangre.


Vació el cartucho contra su cuerpo hasta ser este un amasijo miserable encima de HongBin.


Siguió disparando, aunque una vocecita llorosa le pidiera que parara. Por primera vez, ignoró aquella voz piadosa.


La sangre le salpicó.


Su dedo enganchado al gatillo ya dejó de producir disparos.


La voz le gritó.


 Reaccionó.


Con los ojos abiertos y tiritando miró su obra de arte. ¿Cuándo el pincel fue reemplazado por esto?


Soltó aterrorizado la pistola.


Aterrorizado de sí mismo.


Estaba muerto.


Un villano.


Un asesino.


Un monstruo.


Un farsante.


Su primer amor.


¿Ahora cómo consolaría su mente de que no era un monstruo? ¿Era otra de esas muertes sin querer?


¡Asesino, asesino! ¡Un asesino!


Para eso su maldita madre lo parió.


No localizaron jamás a tus padres. Nadie en su sano juicio lo hubiera querido, ¿no crees?


Todo era mentira, nadie era de tu propiedad, nadie realmente te amó.


¿Las anteriores lo habían sido?


Eres el culpable de todas las desgracias que te rodean, TaekWoon.


Su familia, el chico del comedor, el soldado.


¿Lo habían sido?


Tu maldita familia, el loco del comedor y ese soldado.


Todos murieron por tu mente enferma.


Era un asesino.


Diez, había matado a diez.


Se arrastró hasta el cadáver a un lado y comenzó a llorar descontrolado. Con sus manos embadurnadas de sangre sostenía ese cuerpo desfigurado. En un pasado, todavía fresco en su mente, el de la persona que más amó.


>>—¿Hawái o Jeju? —preguntó. La enorme sonrisa que trazaban sus labios era deslumbrante. Sus ojos eran apenas trazos de tinta china con gotitas de brillo.


Totalmente luz.


Totalmente amarillo.


—¿Qué dices tú? —deslizó los nudillos a su mejilla. Con las yemas cubrió ese pequeño lunar debajo su ojo. Tan bonito e indefenso. Se acomodaron en la cama que compartían. La cena romántica improvisada de pasta y cerveza relegó a segundo plano.


—Mientras sea contigo estaré bien —aseguró entre risitas. HakYeon le sonrió con suavidad e inclinó a besar sus labios. Una, dos veces, otra más por si acaso. TaekWoon sostuvo la mano posada a su rostro y la apretó— Aunque… si no es tan caro podríamos usar lo ahorrado en comprar una casa —suspiró contra sus labios.


Esa sonrisa por nada se borraba.


—¿Una casa? ¿Qué haremos con tanto espacio? —rio despeinando sus cabellos— Qué pereza limpiar… —ambos rieron.


—Quiero una casa grande, contigo, muchos bebés y muchos perros —confesó sin caber de su gozo. HakYeon abrió los ojos de golpe y sonrojó.


—¿¡Niños!? —TaekWoon bajó la mirada a lo que quedaba de su botella de cerveza y asintió. La sonrisita, ahora traviesa, tampoco se iba— Te recuerdo que somos hombres, niñito entusiasta —se acercó a picar su nariz con los dedos— Ni porque lo hiciéramos con todo el amor del mundo saldrían…


—¿Me estás retando? —replicó enarcando la ceja. HakYeon riendo negó con la cabeza. El pelinegro dejó la botella vacía en la mesita de noche y se le encimó sobre la cama— Con amor todo se puede —recordó a ojos brillantes. Él era un vivo ejemplo de ese juramento. Apenas la habitación se iluminada por las luces de la calle y las lamparitas de noche. Era el refugio perfecto— Y yo, yo te amo mucho… —su emoción descendió a verdadera abnegación. Ese temblor ligero, esa mirada firme y anhelante.


Amor.


—¿Hasta darte los cincuenta hijos que tu cabecita quiere? —le hizo toc toc en la frente y después rodeó su cuello con los brazos.


—Hasta más —se acomodó lentamente entre sus piernas abiertas— Me esforzaré mucho, ya verás —prometió minando su cuello a besos. HakYeon suspiró y apretó el agarre a sus hombros— Bonitos como tú, con muchos lunares como tú, con la piel como tu… —rezó entre cada beso en lo que deshacía la ropa entre sus dedos.


—¿Sí…? No estoy convencido —tanteó como provocación.


—Sabes que soy competitivo —susurró a su oreja con picardía.


—¿Que si no? —ambos rieron y se fundieron en un beso.


Incluso, en medio de la unión de sus labios, la sonrisa no se le borró.>>


¿En algún momento le habría querido?


Si se hubiera esforzado, ¿lo habría logrado?


¿Hawái o Jeju?


HongBin cubrió su vulnerabilidad con una bata blanca y miró alrededor. Cuando niño se había imaginado el infierno como fuego, azufre y llorar, no un lugar frío, insonoro y de porcelanato blanco.


Vio la otra sección del laboratorio con la puerta entreabierta.


—Tenemos que irnos —dijo. Al contener su herida con un improvisado vendaje hecho con retazos de su camisa, le cargó en brazos. TaekWoon frágil y tembloroso como hoja al otoño se trepó a su espalda. HongBin sostuvo de sus muslos, uno de ellos con una pierna torcida e irrecuperable colgando como peso muerto. Se lo llevó a cuestas, cogió las dos pistolas y se atrincheraron en ese rincón. Dejó a TaekWoon en el suelo y bloqueó la entrada con los pesados archivadores. Al mover uno encontró una puerta secreta— Retrocede —pidió al hombre, que a rastras se alejó.


Voló la cerradura de un disparo y entraron.


HongBin se contuvo con la mano en la boca para no vomitar.


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