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Il Cielo Arcobaleno por Mr Rogers Stark

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Notas del capitulo:

Comentarios: —

Notas: Para mayor informacion, volver al capítulo I y II.

1. Debo aclarar algo antes de que todo vaya continuando. Un Cielo puede armonizar con una gran cantidad de elementos, pero hay seis que son especiales; los Guardianes. Es decir, un jefe de una famiglia puede armonizar con todos sus miembros, pero los lazos que tienen con sus guardianes están a un nivel superior. Son los más cercanos, los más especiales que puede haber y nunca se comparten.

Esta es la razón por la que Luce no armonizo con el resto de los Arcobalenos, ellos pasarían a ser alguien más de su familia, porque ella ya tenía Guardianes. Igualmente Aria.

Respuestas:

General. Agradezco todos los mensajes y reviews que habéis dejado, los aprecio mucho a pesar de no haber tenido el tiempo de responderlos todos.

Arco I. Capítulo III, Cielo Arcobaleno.

[—]

"Porque detrás de cada persona se esconde otra. Quizás más bella, quizás más nueva, quizás la tuya."

Tres metros sobre el cielo, Federico Moccia.

[—]

En la mafia no hay lugar para lo predecible. Aquel que afirmara con orgullo haber visto todo, es alguien ingenuo que no tendrá posibilidades en un mundo que hace lo imposible, posible. Era bien sabido por todos que, sin importar la edad y la experiencia, la vida siempre puede dar un giro de tuerca y mostrar que aún hay mucho más por ver. No hay quien pueda decir que ya nada puede sorprenderlo, porque es la misma vida la que se encarga de poner a esa persona en una posición que demuestra que sí, aun puede ser sorprendido.

Sin embargo, a veces, la vida era una perra.

[—]

Tarareo suavemente mientras terminaba la decoración de una París Brest con crema de praliné y cobertura de chocolate negro. Colocándola en el plato de presentación, limpio rápidamente su mesa de trabajo, guardando los ingredientes que no había utilizado y que, probablemente, usaría a futuro para otra receta. En un pensamiento fugas, Chrome tenía ya mucho tiempo sin volver con un nuevo pedido, una idea que dejo atrás, junto con el gran silencio que se sentía desde la zona comercial del café. Si algo paso, seguramente ya le habrían ido a buscar, o en todo caso Mukuro se habrían hecho cargo. Nada malo podría suceder.

¿Cierto?

Unas campanas sonaron en su cabeza, como una advertencia de peligro inminente, aunque no del todo agobiante. Un problema, concluyo. Nada de vida o muerte, pero sí que podría llegar a causarle uno que otro dolor de cabeza.

Suspiro, limpiando sus manos: —Por lo que más quieras, que no haya matado a nadie— murmuro hacia cualquier deidad dispuesta a escucharlo, tomando la fuente para irse por la puerta que daba hacia la parte de atrás del mostrador.

Y finalmente supo lo que era el verdadero caos.

Por alguna razón que no sabía, y dudaba en preguntar, Mukuro estaba enfrentándose con un hombre de traje y fedora, quien impresionantemente podía mantenerle el ritmo. Y más. Los clientes que debieron haber estado en el café habrían huido hacia ya algún tiempo, imagino, al ver las mesas tiradas por lo que parecía la zona de pelea. A un costado, del lado de los sillones, Ken, Chikusa y Chrome solo observaban el intercambio de golpes y patadas, el primero vitoreando cada tanto. Cerca de la puerta, estirando un poco su cuello para ver, Tsunayoshi distinguió una figura roja, una que no parecía sorprendida.

¿Por qué en su café?, se preguntó, viendo sus muebles nuevos ser destruidos.

Otra vez.

Con un fuerte golpe, dejando la tarta sobre el mostrador, sonrió encantadoramente mientras el silencio se extendía. Casi de forma inconsciente, o no –nadie realmente creía que fuera inconsciente–, una atmosfera oscura lo rodeo, espeluznante si se recordaba que la dulce y hermosa sonrisa en sus labios no se había borrado.

—Lamento la interrupción— comenzó, en un tono dulce que envió escalofríos por todos los presentes, mostrados en mayor o menor medida —, pero ¿podrían dejar de destruir mi mobiliario nuevo?— algunos se preguntaron como una pregunta tan inocente podría transmitir una promesa de muerte tan fuerte.

Y, como si todo no fuera suficiente, tres pacificadores brillaron en la silenciosa habitación.

Si, la vida era una perra.

[—]

El silencio era abrumador, pesado y tenso, sin nadie que se atreviera a decir palabras por temor a que el pandemonio se desatara sin control. Que, si se pensaba bien, era tan probable como no.

Luego de que Mukuro y Reborn detuvieran su pelea, ninguno dispuesto a admitir que la espeluznante sonrisa del castaño era intimidante, todos los que habían quedado en el café se habían reunido frente a la barra como niños regañados frente a un castaño molesto por su mobiliario. En serio, ¿Qué tenían contra su café? Tal vez no era el más elegante, ¡pero le gustaba y le daba de comer! ¡Y también le daba de comer a esos cuatro desgraciados que seguían destruyéndolo!

Con un nuevo suspiro, negándose a que el dolor de cabeza hiciera meya en él, se concentró en acomodar la tarta recién hecha en el exhibidor, ignorando completamente al grupo que lo miraba expectante. Al parecer, y sin proponérselo, dos Arcobalenos habían terminado en su café. Si es que el brillo en los pacificadores confirmaba algo.

Imagino, era lo que había molestado a Mukuro. Este no había estado muy contento al enterarse de su nuevo estatus.

—Entonces— se acomodó en un pequeño taburete, estando de frente al grupo que no parecía estar muy contento entre ellos. Se permitió un momento para analizarlos individualmente —, ¿qué fue lo que paso?—

Simple pregunta, respuesta difícil.

Fon se tomó un momento para examinar al castaño frente a él, dado que no tenía nada para responder. La pelea había surgido tan rápido que su reacción inmediata había sido apartarse del camino de su compañero, de alguna forma lo había supuesto. Reborn había quedado con tanta frustración acumulada que una pelea había sido su gran y perfecto desahogo. ¿Quién pensaría que esa pelea daría lugar a tener frente a ellos a quien estaban buscando? El castaño, ciertamente, no parecía alguien que pudiera estar involucrado con la mafia. Con el aspecto de un simple civil, con un negocio pequeño, el niño –porque no podía creer que fuera mayor de edad– era la última opción para candidato a Arcobaleno. Pero, y sin embargo, apenas había salido de la cocina en la parte de atrás, las llamas del Cielo habían invadido el lugar como un manto, envolviéndolos, dando esa efímera sensación de comodidad y hogar que prometía mucho más.

Llamas tan poderosas y puras en un cuerpo tan pequeño, una gran sorpresa, definitivamente.

Reborn, por otro lado, había observado al muchacho con ojos ávidos y calculadores. Y le gustaba lo que veía. Algo inverosímil para aquel que, creyera, conocer al asesino. Uno pensaría que se sentiría decepcionado de ver el porte pequeño del nuevo Cielo Arcobaleno, de ver ese rostro que parecía apenas alejarse de los rasgos infantiles, o por los ojos tan grandes y expresivos que lo observaban fijamente. Pero, carajo, esa presencia y esas llamas del Cielo invitaban, tentaban a acercarse. Reborn era un observador hábil, y podía ver más allá de esa fachada de niño pequeño inocente. Y no, la demostración tan intimidante y poderosa de antes no tenía nada que ver. Tal vez un poco. O bastante.

¡Nadie podía culparlo! Había sido una muy sexy demostración de poder.

Como un pequeño león sacando a relucir sus garras.

Oh, santo cristo, esto estaba mal.

—¿Alguno?— volvió a preguntar, ladeando su rostro. Mukuro parecía ofendido, claramente indiferente a asumir la culpa, mientras que Chrome parecía avergonzada. Ken y Chikusa solo seguían el ejemplo del mayor. Los Arcobaleno, por el contrario, solo se le habían quedado mirando.

—Hablo por mi compañero y por mí, lamentamos los destrozos— Fon, el valiente y tranquilo Fon, decidió ser el primero en romper el hielo. Aunque Reborn no parecía muy contento con su representación no autorizada —. Fue un accidente el que no pudiéramos medir los daños— continuo, salvando no solo a Reborn y él, sino al resto. Algo le decía que era su mejor opción.

El castaño tarareo para sí mismo: —Disculpas aceptadas— finalmente cabeceo, enderezándose en su lugar, volviendo su vista al ilusionista presente.

—No me disculpare por hacer lo que debía— se atajó Mukuro, con los brazos cruzados —. Estos… Arcobaleno están aquí buscándote por vaya a saber que sucio motivo— acuso, lanzando una mirada molesta al par, recibiendo una respuesta muy similar del asesino.

—Y creí que habíamos llegado a un acuerdo— replico, antes de que una nueva pelea iniciara. Reteniendo un suspiro –estaba suspirando demasiado– se paró de su lugar, con una nueva sonrisa brotando de sus labios. Esta mucho más amable y cálida, genuina —. Mi nombre es Tsunayoshi, un placer conocerlos, me hubiera gustado que las presentaciones fueran en otras circunstancias, pero supongo que así son algo más entretenidas—

—Fon, un gusto— se presente el extranjero, con una inclinación que Tsunayoshi respondió de la misma forma.

—Reborn, y el placer es todo míoTsunayoshi— y si el tono profundo, casi gutural, del asesino provoco un estremecimiento en el castaño, este no lo dejo ver.

¡Nunca muestres lo mucho que te afectan, Tsuna!, se recordó.

Mukuro gruño desde su lugar, nada contento con esa insinuación descarada del asesino. Chrome soltó una pequeña risilla, que oculto al inclinarse levemente en sí misma.

El ilusionista finalmente bufo: —Aunque realmente lamento tener que dejarte, mi querido Tsunayoshi— el hombre había aparecido a un lado del castaño, envuelto en la neblina de sus propias llamas —, tengo un trabajo que completar. Por favor, mantente puro en mi ausencia— pidió, lanzando una mirada fría hacia los Arcobaleno, envolviendo su brazo alrededor del castaño. Quien solo negó levemente, demasiado acostumbrado ya.

Mukuro finalmente desapareció, junto al resto de su grupo, con una risa que resonó en el lugar.

Para el disgusto de cierto asesino.

—Entonces— Tsunayoshi obtuvo nuevamente la atención de sus dos únicas compañías, juntando sus manos, entrelazando la punta de sus dedos —, ¿quieren quedarse a comer? Hare Fettuccine al tartufo nero con aglio e olio

Para el final de la cena, Reborn estaba seguro de que ese cielo seria suyo.

[—]

—¿Qué haremos?—

Reborn levanto la mirada del plato vacío frente a él, lanzando rápidamente una mirada hacia el pasillo por el que Tsunayoshi había salido hacia la cocina. El castaño, contra cualquier lógica común, los había invitado a su departamento sobre el café, el que era mucho más amplio de lo que se podría pensar en primer lugar. El muchacho incluso les había servido la cena y había respondido sus preguntas, mientras ellos también respondieran. Al menos ahora sabían que había estado en los puertos esperando su pedido de ingredientes y después el transporte de nuevo mobiliario.

El que habían destruido.

Por otro lado, ese trabajo extra había impedido que saliera de Palermo para contactarlos.

Ninguno sabía si reír y maldecir.

Bueno, Fon rio y Reborn maldijo.

—Avisarle al resto— finalmente respondió el asesino, aunque su tono de voz y postura no era algo que demostrara muchas intenciones al respecto.

Fon no lo culpaba. Tsunayoshi, en ese pequeño tiempo, había mostrado una gran capacidad de ser un Cielo excepcional. Empezando por el cortejo con comida –deliciosa y perfecta comida–, hasta era aura acogedora y hogareña a su alrededor, su sonrisa y finalmente la continua presencia de las llamas a su alrededor. Como una atmosfera cálida que lo seguía e invitaba a seguirlo. El Sol y la Tormenta se preguntaron como serian esas llamas libres del control del castaño.

Y, aunque ninguno de los dos tuviera intenciones de dejar al resto fuera, era difícil concebir la idea de compartir. Todavía no había lazo, no había una armonización, y eso hacia las cosas más difíciles. Era algo casi instintivo, nadie querría compartir un cielo hasta estar seguro de tener un lugar seguro y, aun así, era difícil. Era una necesidad básica de querer monopolizar aquello demasiado basto y grande como para ser retenido.

—¿Mañana?— propuso en tono bajo, viendo al castaño regresar con lo que parecían unos brownies.

—Mañana— acepto el asesino, robando sin pena uno de los postres antes de que fuera dejado en la mesa.

[—]

Colonello gruño por lo bajo, mirando por la ventana del hotel hacia las calles iluminadas de Palermo, remilgando por lo bajo sobre la pérdida de tiempo y resultados. Era ya el final de segundo día desde que se habían dividido una vez más y no tenían resultado alguno. Ese Cielo Arcobaleno parecía simplemente haber desaparecido en el aire sin dejar rastro, tal vez ocultándose de ellos para no encontrarlos.

O tal vez era solo casualidad.

En realidad, era difícil pensar positivamente sin buenos resultados en sus manos.

—¿Podrías callarte? Tus pensamientos me molestan— se quejó la Niebla, dentado en uno de los sillones que estaba en la sala compartida de la suite.

El rubio no hizo caso, con una de sus manos crispándose como si deseara dispararle a algo.

¿Cuánto tiempo más tendrían que esperar para encontrar a ese maldito Cielo?

[—]

Skull jugueteo con su casco, escuchando en la habitación de al lado a Verde murmurar y teclear furiosamente en la computadora, imagino que calculaba las probabilidades y posibles lugares para encontrar al Cielo Arcobaleno.

Skull realmente quería creer eso. Y no que el hombre se había rendido a otra investigación que lo volvería ermitaño.

Otra vez.

Suspirando, el menor de los Arcobaleno se preguntó si toda esa búsqueda era inútil. Tal vez ese Cielo no quiera ser encontrado y los esté evitando.

¿Tan malos podían ser, que ningún cielo estaba dispuesto a estar con ellos?

Notas finales:

Final del Capítulo III del Arco I.


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