La primera vez que Manuel le dice "Te amo" es una fría tarde de invierno.
Han pasado cerca de seis meses desde que comenzaron su relación, seis meses en los que se han visto casi a diario, donde Martín de repente duerme en casa de Manuel y Manuel en la de Martín los demás días. Donde disfrutan tanto el tiempo en que salen a pasear, a tomar un helado, a comer algo; como el que se quedan en casa viendo una película, jugando videojuegos o recostados en el césped del patio trasero de la casa.
No es lo que hacen juntos si no el hecho de estar juntos cuando lo hacen lo que les llena el corazón de felicidad y el estómago de mariposas, esas que a pesar de ser seis meses aún no quieren volar de sus barrigas.
Y bueno, son seis meses — quizá un poco menos, ¿Tres podrían ser? — en que Martín no ha podido evitar preguntarse cuando Manuel dirá esas dos palabras que muere por oír de sus labios. El mismo Martín ya se atrevió a decirlas, y lo único que recibió fue un "Lo sé" (Martín aún no sabe si Manuel lo dijo como una referencia a Star Wars o si simplemente lo dijo por decir).
No es que sea algo que Martín necesite oír para poder seguir con la relación. No es un "Si no me lo dices esto llega hasta aquí". Es mas un "me gustaría poder escuchar "Y yo a ti" o quizás un simple "Yo también"". Martín se dice que no es algo que le quite el sueño en mitad de la noche, ni que lo tenga soñando despierto durante el día — o al menos trata de convencerse —.
Es una fría tarde de invierno cuando Manuel le dice entonces.
Han planeado esta salida desde hace tiempo, y ambos están emocionados por poder concretarla al fin. No es nada de otro mundo, de hecho, se podría decir que es hasta algo cliché.
Ir a patinar sobre hielo.
Manuel nunca lo ha hecho y Martín siempre ha encontrado romántica la idea de ir a patinar con la pareja, y aunque Manuel al principio se muestra algo reacio al final acepta la propuesta. Quizá se le ha pegado algo del romanticismo empalagoso de Martín.
A pesar de ser pleno invierno el sol brilla mientras ellos patinan en la pista al aire libre, la brisa fría les congela los pulmones cuando aspiran hondamente y sus narices y mejillas se sonrojan por el frío.
Están tomando un descanso y Manuel se esconde tras su bufanda, tratando de entregar algo de calor a su rostro congelado.
— Martín — dice casi susurrando, la mirada fija en sus zapatos de patinaje.
— ¿Ah? — pregunta despistado Martín. Había estado observando a los demás patinadores.
— Teamo —
Martín apenas pudo escuchar las palabras, murmuradas rápidamente en la bufanda de Manuel como si fueran un secreto.
Las palabras se amontonan en su garganta, y su cerebro hace corto circuito; no hay sinapsis entre sus neuronas, no hay vocabulario, no hay frases, ni sílabas, ni morfemas, ni nada. Solo el recuerdo de lo que acaba de ocurrir reproduciéndose una y otra y otra vez. Lo único que puede hacer Martín ante su falta de lenguaje es abalanzarse sobre Manuel.
El beso es uno tierno y lleno de amor, es apasionado sin ser sensual, es inocente sin ser mojigato, es un "Te amo" hecho acción.
Cuando finalmente se separan, ambos con la respiración algo agitada y los rostros más sonrojados de lo que estuvieron anteriormente, Martín mira a Manuel con una calidez en sus ojos esmeralda que normalmente guarda para los momentos más íntimos. Su sonrisa es tan brillante que podría iluminar una ciudad entera y Manuel siente la casi incontrolable necesidad de besarlo nuevamente.
— Lo sé – dice Martín imitando todas las veces que Manuel se lo dijo en respuesta a sus propios "Te amos". Manuel lo mira con los labios entreabiertos en señal de sorpresa, sus ojos marrones más grandes de lo normal.
Ambos de largan a reír a todo pulmón, la gente se voltea a verlos de tan fuerte que carcajean, lágrimas se les acumulan en los ojos y una que otra alcanza a recorrerles las mejillas antes de ser secadas por manos enguantadas.