Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dulce Viktor por vitalife

[Reviews - 118]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 

 

¡Hola!

 

Lo sé, tardé una eternidad, me estoy volviendo loca en el trabajo, discúlpenme xD

 

Pues bien, les traje otro capitulo, quería abarcar mucho más pero tardaría bastante en actualizar y no quiero llegar al mes sin subir nada, así que no se preocupen, no les abandono, jamás dejaría un fic sin concluir, aun tiene mucho que dar ésta historia, sólo que no he tenido casi nada de tiempo para escribir, sólo quiero llegar y dormir cada día :c 

 

Quitando mis melodramas, muchas gracias a todas las personitas que dejan sus comentarios~

 

 

 

Aracelly

 

anakzanamu

 

mestefaniab

 

 

 

Sin más el fic ;) 

 

 

 

 

 

 

 

El cielo se teñía de naranja, la calidez que desprendían los rayos del sol se debilitaban, dejando paso a un fresco atardecer, lo observa en silencio, parado justo en el marco de la puerta, la madera rechina con el viento, pues la ventana está abierta y mece con ligereza las cortinas desgastadas, la cama está hecha, sus repisas vacías, igual que su armario, sólo ha dejado unos cuantos cachivaches, cosas poco importantes, le es difícil aun, una sensación irreal, como si estuviese en un sueño extraño y pronto fuese a despertar, pero sabe que no es así, que pasará mucho tiempo antes de que vuelva a pisar su habitación.

Toma su maleta, se cuelga una mochila en el hombro y cuando se voltea, al final del pasillo, a un lado de la escalera, unos ojos azules le miran, el dueño de los mismos se sonroja, ha sido pillado espiándolo, sin embargo sonríe, sosteniendo su barbilla en la mano, le espera para prestar su ayuda con el equipaje, sin embargo el menor se resiste al caballeroso trato, aunque al final accede después de unos cuantos besos y caricias suaves.

 

 

-¡Ya basta! –dice entre risas, pues sus mejillas son atacadas por unos ruidosos labios.

-Yuuri~ -canturrea- ¿Recuerdas cuando no me dejabas hacer estas cosas? –un corazón se forma en su boca.

-Creo que simplemente me he rendido, no te cansas –intenta desviar el tema.

-Eso no es verdad –entrecierra sus parpados con una sonrisa astuta-  estabas triste hace no mucho, pero cuando me descubriste y comencé a besarte, tus feromonas se avivaron, estás contento, te gusta que sea así.

-¡Estás loco! –replica, se remueve, pretendiendo quitar las manos que le retienen de cada costado de su rostro.

-Pero por ti –susurró, peligrosamente cerca de su rostro.

 

 

El menor aspira su aliento cuando ya es muy tarde para objetar, sintiendo un indescriptible cosquilleo en sus labios, le esperaba, lo ansiaba. Se fundieron en un beso lento, saboreándose, grabando en sus mentes la textura, la humedad, las hormonas que endulzaban sus salivas, la cual se volvía cada vez más adictiva. Suspiraron al separarse, realmente no querían hacerlo, pero de un momento a otro la situación se volvió incomoda, el ruso se detuvo justo cuando notó que una de sus manos bajó a las caderas de su esposo, reteniendo el hambre insaciable por llenarle con su olor, con sus besos. Por otra parte, el de ojos castaños se estremeció cuando aquella esencia alfa le incitó, en voz alta lo negaría, pero ciertamente un par de emociones chocaron en él, su respuesta fisiológica, por supuesto se hizo notar, se había mojado un poco, sólo por el simple contacto, quería hacerlo, sí, se había excitado, pero también tenía miedo.

 

 

-Vayamos abajo –dice, depositando una última caricia a uno de los cachetes colorados.

-Sí… -responde, aun con su cabeza aturdida.

 

 

¿Cuánto tiempo aguantarían? Era la pregunta que rondaba constantemente en sus ratos libres después de pequeños encuentros como éste. La graduación del mayor se efectuaría en tres meses, sus instintos pedían ser saciados inmediatamente, cada vez siendo más difíciles de ignorar y aun así se mantienen expectantes, deseosos de que pase algo más ¿Para qué resistirse? ¿Para qué posponerlo? Pero por supuesto la razón les frenaba, recordándoles que no era la mejor manera, que traerían problemas.

Un enlace Alfa-Omega es un asunto delicado, tanto es así que legalmente cuentan con una incapacidad laboral y escolar para ese tipo de casos, el instinto llega a dominarlos a tal punto que en ocasiones es imposible su convivencia con otras personas durante los primeros días, la territorialidad aumenta, pues se reclaman mutuamente, preparando el nido en comunión, copulando hasta desfallecer, fusionando sus esencias que, entre sus pares, funciona como tarjeta de presentación, sus feromonas hablan por sí solas, dejando claro de quienes son pareja, incluso cuando existen cachorros les es posible saber la cantidad de los mismos, pero por supuesto, en éstos casos el instinto decae, una vez cumplido su objetivo, reproducirse, la necesidad mengua, más no desaparece.

Sabían bien que si querían consumar su matrimonio debía ser con bastante cuidado, ambos pasaban por un mal momento, sus hormonas desequilibradas sólo podían aumentar los malestares post-enlace, incluso llegar a descontrolarse, lastimarse, siendo en éste caso más peligroso el mayor, pues la condición de su género tendía ser violenta, pero claro, no se podía menospreciar los alcances de un omega, que atraían, seducían y manipulaban las acciones de su contraparte, juntos eran un arma de doble filo.

Ignoraban que el proceso se encontraba en su comienzo, el ritual de apareamiento tenía ya días corriendo, acomodándose, turbándoles la cabeza, revolucionándoles sus secreciones glandulares, agudizando sus reflejos, orillándoles a cumplir su meta, no obstante, esto llevaba su tiempo, la madre naturaleza es muy sabia, primero debía prepararles. Yuuri necesitaba caderas más anchas y un carácter más dócil, paciente, mientras Viktor una musculatura más definida, así como un instinto más activo, una personalidad más fuerte. Por una razón la ciencia reconoció a las parejas Gamma, la genética nunca se equivoca. Incluso parecía algo místico.

Todos les esperaban abajo, sólo habían pasado dos días después de la boda, por lo que los extranjeros seguían cómodamente instalados, en algún momento Antoine planeó quedarse por unas largas vacaciones, le había tomado gran gusto a las aguas termales, pero su médico se lo prohibió, siendo después más difícil viajar en su estado, por otra parte Yakov, además de que disfrutaba secretamente de cuidar a los gemelos, pues nunca había podido tener hijos propios, entablaba largas conversaciones con el señor Toshiya, el cual intentaba sonsacarlo de ver el futbol de su selección favorita, por otra parte, Chris había partido con bastante prontitud, parecía nervioso con alguna situación que la mayoría no comprendía.

El menor de los Katsuki, prácticamente Nikiforov, se dio cuenta que Hiroko y Elena no estaban en su pequeña reunión de despedida, observó a Minako deprimida en un rincón abrazando una botella de sake, por lo que intuyó que quizás su madre estaría atareada con algo en la cocina, así como que su suegra habría ido al baño o algo similar, intrigado se disculpó un momento para ofrecerse a ayudar a su progenitora, pues Mari estaba ocupada conversando con la borracha de su maestra de baile. Pasó por debajo de las pequeñas cortinas que cubrían la entrada del lugar donde supuso encontraría a la bajita mujer, pero sólo se topó con las empleadas conversando animadamente, ellas también desconocían su paradero, le pareció sumamente extraño, por lo que se encaminó a los sanitarios de la planta baja, fue ahí, en medio del pasillo que presenció una escena desconcertante.

La omega temblaba encogida con la espalda contra la pared, mirando temerosa a la imponente alfa que le cortaba el paso con decidido semblante, su olor amenazador se esparcía generosamente, dejando estático al joven a cierta distancia, Elena olfateó, gruñéndole a la castaña que respingó, apretando las toallas humedecidas entre sus dedos.

 

 

-¿Vas a negarlo? –preguntó exigente, sin recibir respuesta- ¡¿Me estás retando?!

-No… yo no… -balbuceaba cerrando los ojos.   

-¡¿Entonces?! –presionó.

-Es sólo que… -su mirada se mantenía agachada, huyendo de los penetrantes ojos azules que le amedrentaban, hasta que se topó con el rostro contraído de su cachorro, dándose valor- ya es demasiado tarde –le enfrentó- casi es hora de llevarles al aeropuerto –se escurrió con rapidez, empujando ligeramente a su hijo que seguía confundido.

-Mamá ¿Qué fue eso? –caminaba, con la cabeza hecha un lío, pensó en detener lo que pasaba, gritarle a la rusa, pero su naturaleza se lo impedía, su instinto le paralizó.

-Nada especial –dijo muy seria para después suspirar.

-Mamá, si ella te amenazó…

-No me amenazó, sólo… -calló unos segundos, insegura- no tiene importancia.

-Voy a dejarle claro unas cosas… -se detiene en seco, dispuesto a regresarse.

-¡No! Yuuri… -le toma del antebrazo- Elena será tu familia política, convivirás con ella, no te enemistes…

-¡Pero ella! Si Minako-sensei se enterara…

-¡No le digas! Sólo fue una diferencia de pensamientos, con el tiempo comprenderá –asegura.

-¿Comprenderá qué? –frunce las cejas con molestia.

 

 

Aquellos ojos chocolate al igual que los suyos le trasmitieron una sensación extraña en el pecho, ella se mordía los labios como si lo que trajera en mente fuera sumamente delicado, más no soltó palabra alguna, sólo sonrió en una entremezcla de amor y melancolía, le acarició los negros cabellos para después besar su frente.

 

 

-¿Qué pasa? –se preocupa.

-Pronto te irás, mi niño.

 

 

Sabía que no era eso exactamente, sin embargo, insistir no le traería resultado, su madre siempre es muy comunicativa, “guardar secretos” era su último recurso para proteger a alguien, ¿Qué tan malo es aquello que ocurrió con Elena? ¿Por qué estaba tan afectada? No quería quedarse con los brazos cruzados, pero sabía que le detendría y si él era alguien débil a las peticiones de su esposo, ante su progenitora ni siquiera podría negarse.

Las horas pasaron y aunque Viktor le notó inquieto, lo adjudicó a los nervios del viaje, a la despedida de su familia, la cual terminó con un mar de lagrimas para la dulce japonesa de gafas, rompiendo el corazón de Yuuri, permitiéndose sollozar con ella en medio de un cálido abrazo, incluso su padre lo estrechó por unos segundos, con la mirada emborronada, mientras su hermana se hacía la fuerte y le molestaba sin muchas ganas para menguar la tensión en su garganta. El lazo familiar se restiraba, Hiroko lo sabía, para una omega siempre es duro separarse de sus cachorros y a pesar de que los betas ignoraban éste hecho, tanto Toshiya como Mari sentían una inexplicable tristeza, demasiado profunda para interpretarse como una despedida normal, desconociendo que su naturaleza se mantenía latente.

Los recién casados abordaron un avión distinto al de los demás, puesto que lo habían comprado a penas un día antes del despegue, el mayor fue cauteloso al no hacerlo con anticipación, puesto que había planeado enlazarse y su estancia en Japón podría verse alargada por lo menos una semana más, por suerte o desgracia, no fue así.

Aun hipando un poco, con las mejillas y ojos hinchados, el joven asiático se dejó guiar por su esposo, el cual lo tomaba de los hombros con delicadeza en busca de sus asientos, una vez los encontraron, le estrechó, acobijándolo en sus brazos, depositándolo suavemente en el sillón, justo a su lado, le besó unas cuantas veces, susurrándole palabras consoladoras, cariñosas, buscando distraerlo, cosa que logró a medias, por lo menos llegó a tranquilizarle lo suficiente para que se acurrucara en su pecho. Como alfa, viviendo en carne propia el separarse del seno de quien le dio a luz, conocía por lo que sufría su adorada pareja, aunque él tenía la ventaja de ser mayor y comprender lo que pasaba, el dolor seguía allí, más por el hecho de que Yuuri es tan unido a su madre, entendía que no podía competir contra eso, no por lo menos hasta que se enlazaran.

 

 

-Viktor… -le llamó con débil voz, acomodándose el cinturón de seguridad con torpeza- no me siento bien.

-Lo sé, serán difíciles las primeras horas, déjame ayudarte –se ofreció sin obtener resistencia.

-Ni siquiera pude abrocharlo… -se cubre el rostro, frustrado, avergonzado.

-Tranquilo, amor –besa sus manos, despejándole la cara- una vez despeguemos podrás dormir y relajarte, hará las cosas más fáciles ¿Está bien? –le dedica una mirada llena de amor, de comprensión.

-Si –asiente despacio- lo siento… -sus ojos se vuelven a inundar.

-No pasa nada, yo estoy contigo –toca con sus labios las sienes del omega, limpiándole con una caricia el borde de su mejilla- tranquilo… -descansa su frente en la contraria, despide un sutil olor para trasmitirle seguridad y sosiego.

-¡Viktor! –susurra, aferrándose a la manga del suéter del mencionado, en un esfuerzo por no alterarse cuando el avión comienza a moverse.

 

 

Como último recurso, el ruso se apodera de la temblorosa boca del menor, poco a poco es correspondido entre leves estremecimientos hasta que dan las indicaciones para el despegue, se agarran de las manos, viéndose fijamente el uno al otro, era una sensación nueva para Yuuri en muchos sentidos, su primer viaje en avión, la separación con su familia, poder confiar en alguien más tan ciegamente, estando seguro que sería protegido con la más dulce ternura. Apretó sus parpados, aferrándose a la palma que le sostenía, sintiendo el anillo del mayor entre sus dedos, su corazón dio un vuelco, confundido de si era por saberse acompañado por él o por haber llegado al fin a la máxima altitud.

 

 

-Oye… -sonríe- ya puedes abrir los ojos.

 

 

Lentamente lo hace, volteando hacia su esposo que pronto se acerca y con cariño le acaricia la cabeza, dejándole un sutil beso sobre los labios, felicitándolo por no haber entrado en pánico, cosa que le hace indignar por unos segundos para después soltar una ligera risa que alivia su tensión, agradeciendo internamente por cambiar de tema y distraerlo, lo ve apuntar hacia la ventanilla y cuando la abre observa con los ojos muy abiertos como atraviesan entre las nubes, la tierra enverdecida parecía tan lejana, ni siquiera distinguía las viviendas, sólo las líneas de algunas carreteras, las comisuras de sus labios se curvan involuntariamente, volviéndose al de cabellos platinados con ligera emoción, éste mismo ya liberado de su cinturón, cuela uno de sus brazos entre el sillón y la espalda de su pareja, abrazándole de lado, restregando sus mejillas, acto que responde, desbrochando su propia atadura, dejándose envolver, sube las piernas al asiento, casi trepando sobre quien lo acoge, acomodándose instintivamente, arrullado con el suave palpitar de aquel corazón del que ama.

Cuando llegan a Moscú ya es de noche, sin embargo se ven en la necesidad de trasbordar en otra aerolínea junto con la Nikiforova y Yakov, mientras Antoine, sus hijos y niñeras se despiden efusivamente para emprender su viaje a casa en una costosa camioneta blanca de vidrios polarizados. En medio del mutismo y una innecesaria estadía en la primera clase por tan sólo hora y media, llegan por fin a su destino, San Petersburgo.

Cuando ponen el primer pie fuera de la construcción del aeropuerto, dos autos negros les esperan con sus respectivos choferes, vestidos pulcramente con trajes del mismo color que sus medios de trasporte, educadamente el viejo hombre que les acompaña se despide, tomando un taxi cercano. A través de la ventanilla observa la ciudad, está iluminada con incontables farolas, las calles, los edificios, completamente occidentales, ostentosos, elegantes, le hacen creer que está en una película, incluso puede sentir el glamur que despiden las antiguas aceras y estatuas. Atraviesan un rio sobre un enorme puente que le hace recordar al que se encuentra en Inglaterra, desconociendo todavía el nombre de los lugares por los que pasan, no se atreve a preguntar, su esposo se nota cansado y no quiere molestarlo, pasó todo el trayecto cuidándole, calmando sus repentinos sollozos entre sueños, el dolor en su pecho se apagó considerablemente, comprendiendo que el lazo con su madre se encontraba debilitado.

 

 

-¿Mmn? ¿Qué pasa? –entreabre los ojos con pesadez, aun así sonríe.

-No es nada… -contesta con timidez.

-Ya casi llegamos –bosteza- estaremos unos días en casa de madre, hasta que nos presentemos ante la familia, después nos mudaremos a nuestro departamento junto a Makkachin.

-¿Vendrá con nosotros? –pregunta curioso.

-¿No te agrada? –su rostro se contrae incomodo.

-No me refería a eso, está bien, siempre he querido tener un perro como mascota –le anima, pues no mentía.

-Eso es un alivio –se relaja.

-Sé lo importante que es para ti, quiero conocerlo también –le ve cabecear, por lo que actúa sin pensar, palmeando sus piernas- puedes recostarte aquí –sus cachetes se encienden.

-Yuuri~ -esboza contento, tomándole la palabra, se acomoda suspirando- esto es el cielo –se frota contra los muslos.

-¡Quédate quieto! –regaña abochornado por la sensación un tanto excitante que le provocó sentir su respiración a través de la ropa- descansa un poco.

-Gracias, Yuuri.

 

 

Un tanto alejados de las luces y la multitud, comienzan a recorrer una carretera llena de vegetación, bordeando la orilla del mar, en pocos minutos ingresan en una zona de grandes casas y extensos jardines, maravillándose con todo tipo de arquitecturas, desde las más tradicionales a las más modernas, pronto se detienen frente a un portón negro que automáticamente se abre con paciencia, un camino de adoquín los dirige unos cuantos metros a una pequeña mansión de dos plantas, con estilo muy parecido a la de un palacio.

 

 

-Bienvenido, Yuuri –sonríe feliz a pesar de su apesadumbrado cuerpo, incorporándose.

 

 

Las puertas del auto se abren, el de ojos castaños baja lentamente aun impresionado, pero con prontitud su galante pareja aparece a su lado, ofreciéndole su brazo para caminar, el joven, contrariado por el servicial trato de los conductores, no está seguro de si llevar su propia maleta o molestarse con cargar su mochila, se muerde el labio inferior, encogiéndose, Viktor resta importancia, acaricia sus nudillos con su mano libre.

 

 

-Sólo serán unos días, madre es tu sabes… -susurra.

-¿Una despilfarradora? Puedo cargar mis propias cosas –resopla.

-Déjate consentir un poco –besa su mejilla más próxima.

-Está bien, pero no quiero que tengas estas cosas en casa también –advierte.

-Ups –ríe- tendré que despedir al chofer entonces.

-¿Qué? –le ve estupefacto- ¿En serio tendremos nuestro propio chofer?

-Hace un momento te estabas quejando de que no lo querías –dice divertido.

-Pero no creí que fuera en serio, habías mencionado que “nada de lujos innecesarios”.

-¿Planeas ir a la universidad en tren? ¿En autobús? ¿Conducir tu solo? Todavía no conoces la ciudad, el chofer es para ti, por lo menos hasta que te acostumbres –explica.

-Eso es… -se sonroja con vergüenza- no tenías que…

-No importa, cuando tú creas que ya no es necesario…

-Me sentiría culpable ser la causa del despido de una persona –suspira.

-Entonces úsalo cuanto gustes –la acorazonada mueca apareció en su rostro.

-Viktor –llama la alfa al cruzar la puerta principal de su hogar- pueden tomar una de las habitaciones de huéspedes que más gusten, una de las mucamas les llevará, pueden irse a descansar, mañana se servirá el desayuno a las diez, nos vemos –se gira para después desaparecer por uno de los pasillos.

-¿Habitación de huéspedes? Pensé que nos alojaríamos en la tuya –levanta una ceja.

-No es apropiado, ya sabes –menea la cabeza, entornando los ojos.

-Pero ella cree que nosotros…

-Sólo son ideologías, no le hagas mucho caso.

-No pareces muy de acuerdo –comenta, siendo dirigidos por una de las muchachas de la servidumbre.

-Es su territorio, nada puedo hacer al respecto –suspira.

 

 

Un par de ladridos se escuchan a lo lejos, así como el tintinear de unas garras contra la cerámica del piso, el de ojos azules sonríe y Yuuri intuye la razón, un enorme caniche corre en su dirección a toda prisa, saltando sobre su dueño, tirándole al suelo, lamiendo su cara, moviendo la cola con gran entusiasmo, escucha las risas del alfa, el cual estruja el hocico de su querida mascota, para luego peinarle con sus dedos el rizado pelaje en su lomo.

 

 

-¡Makkachin! –recibe un ladrido- tengo a alguien que presentarte –voltea la cabeza del can con sus manos en dirección a su esposo- el es Yuuri, tu mamá –ríe.

-¡Viktor! –se ruboriza, pero no tiene tiempo de reclamar más nada, pues también es atacado por el peludo animal que parecía entender lo que su dueño decía- ¡No, espera! ¡Hace cosquillas! –se retuerce, intentando alejarse de los húmedos lengüetazos.

 

 

Una vez Makkachin estuvo conforme, lograron llegar a su recamara, siendo ya casi media noche, decidieron entrar en la ducha antes de recostarse, contrario a lo que el menor creía, tomaron baños separados a pesar de la amplitud de la regadera, salió secándose el cabello, llevando una afelpada pijama, sabiendo que el frío en Rusia solía ser considerable, su esposo le siguió, intentó esperarle despierto y por poco lo logró, observándolo usar unos pantalones deportivos y una camiseta simple, su platinada cabeza se encontraba esponjada por el uso de la secadora, relajados, aun tibios por el agua caliente, se metieron bajo los cobertores, muy cerca el uno del otro, rosando sus narices en una cursi caricia, compartieron un suave beso que no llegó a más por el agotamiento.

 

 

-Eres un dormilón ¿Cómo puedes tener sueño después de dormir casi todo el camino? –se queja con los parpados a medio cerrar.

-No lo sé, soy como un oso –ríe.

-Pues te aviso que casi es primavera ya –bromea.

-Aun tengo tiempo –se acurruca bostezando.

-Buenas noches, Yuuri –le besa suavemente.

-Buenas noches, Viktor.

 

 

Pronto ambos llegan a la inconsciencia, contrario a lo que creían por el cambio de horario, pero el incomodo sillón de clase ejecutiva no era para menos, no podrían imaginarse cómo sería el área turista, no habían descansado, en especial el mayor. Durmieron profundamente, con las cobijas hasta las narices, sus piernas intercaladas, sus rostros muy próximos, acurrucados en una agradable sensación de calidez y quietud.

Poco antes del amanecer, el de cabellos oscuros despierta agitado en medio de una pesadilla, conteniendo un grito, un sollozo desesperado por la separación, trata de razonar con su instinto, diciéndose a sí mismo que es lo bastante mayor para ser débil a la ausencia de su madre, sin embargo, su parte omega, esa que todavía guarda la leve escancia a cachorro, le hace doblegarse, se abraza a la silueta de su marido para sentir calma, apenándose cuando se percata que quizás su acción pudo haberle despertado, no obstante, parece sumergido en un  imperturbable letargo, aun así se disculpa en un murmullo y cae en la tentación de acariciarle su rostro en las penumbras de la habitación, frunce el entrecejo analizando lo que ocurre, sabe que normalmente la temperatura del alfa es bastante alta, pero justo ahora está ardiendo.

Con cuidado se aleja del cobijo de su amado, encendiendo la pequeña lámpara del buró junto a la cama, mira detalladamente la enrojecida piel de Viktor y se altera, está respirando con dificultad, su cara se contrae con dolor, diminutas gotas de sudor se aglomeran en su frente, y cual reflejo, le destapa para revisarle, éste se enrosca en sí mismo, abriendo un poco los ojos que se notan irritados.

 

 

-¿Te sientes mal? –pregunta lo obvio, cerciorándose que el otro esté lucido.

-Tengo frío… -susurra, buscando torpemente el cobertor.

-No –le detiene- debemos bajar tu fiebre, estás enfermando.

-Yuuri… -levanta su vista, temblando mientras se abraza a sí mismo- ¿Dónde estamos? –articula algo desorientado.

-En casa de tu madre –responde paciente, calculado su temperatura con las palmas en diferentes zonas del cuerpo contrario- iré al baño por una toalla, ésta mañana estabas muy bien –suspira.

-¿Cuándo llegamos? ¿A dónde vas? –sigue confuso, afiebrado.

-Voy al baño, ya vuelvo –explica lentamente, olvidándose por completo de su propio malestar, preocupado por la salud del mayor.

-¡Yuuri! –grita con apenas fuerza una vez lo pierde de vista.

-¡Ya voy! –contesta, negando con la cabeza mientras empapa una toalla para manos en el lavabo, Viktor sin duda es un niño hasta cuando enferma- aquí estoy… -dice en el marco de la puerta-  ¡¿Qué?! ¡¿Estás bien?! –se apresura, pues el de ojos azules yace con medio cuerpo en el piso, apoyándose del borde del colchón para incorporarse.

-Yuuri… –le olfatea cuando lo abraza para ayudarlo a regresar a la cama- hueles muy bien –suspira.

-Sí, si… -le sigue la corriente, colocándole la tela humedecida en la cabeza- esto te hará sentir mejor –se sienta a su lado.

-Te amo, Yuuri –sonríe bobamente.

-Lo sé –ríe por los delirios y balbuceos que escucha, pero después de unos minutos su semblante cambia- no está bajando… -toca la toalla prácticamente seca- la mojaré… -piensa en voz alta, levantándose, pero una mano le detiene.

-Yuuri –suplica.

-¿Qué pasa? Sólo iré rápido al baño.

-Cuando te alejas de mí… -habla un tanto cortado- duele.

-Sólo será un momento –medita, una parte de él no quiere alejarse, como si una fuerza inexplicable le mantuviese a su lado- necesito darte algo para la fiebre… -se muerde los labios impotente, todavía no aclara el cielo y no puede dejarle solo para buscar un botiquín o algo similar.

-Yuuri –le observa con sus ojos de cachorro triste, además de enfermo, desarmándolo.

-Está bien, pero iré por un vaso de agua para hidratarte.

 

 

A duras penas pudo huir del enfermo, mismo que en cuanto posó su retaguardia de regreso en la cama, se acomodó sobre su regazo como un minino, impidiéndole volver a moverse. Yuuri revisaba e reloj de pared constantemente, pendiente del amanecer, pero el cansancio le hacía dormitar, en algún punto el de cabellos platinados mejoró levemente, cosa que le hizo bajar la guardia hasta que el tocar de la puerta le despertó, sin ser consiente en qué momento cerró sus ojos y sucumbió.

 

 

-Buenos días, Señor Viktor, Señor Yuuri, el desayuno se servirá en media hora –avisa una de las sirvientas desde el otro lado.   

-¡Claro! Es sólo que… -su lengua se traba intentando pronunciar el ruso- Viktor está… ¿Cómo se decía?... –nervioso, piensa lo más rápido que puede- ¡Enfermo!

-¿Cómo? ¿Puedo pasar? –pide cortésmente.

-¡Adelante!

-Con permiso… -hace una sutil reverencia al ingresar, aproximándose cuando ve la situación- ¿Me permite? –sonríe.

-Claro –asiente.

-Oh, vaya… -sus cejas se contraen cuando revisa superficialmente al Nikiforov- tendremos que… llamar al médico.

 

 

 

Notas finales:

 

Hablando más del cap de hoy, originalmente tendría resolución, es decir, se sabría que tiene Viktor, hagan apuestas, yo sé que saben ;)  pero bueno, por falta de tiempo no pudo ser, será retomado en el siguiente cap, así como posiblemente la recepción de la "2da boda" y la aparición de cierto personaje, que para quienes son observadores y tomaron cuenta a los detalles, sabrán quien es y que relación tiene con Viktor.

Por otra parte ¿Qué creen que fue lo que discutieron Hiroko y Elena?

¿Viktor se nos va a morir?

¿Quien creen que sea ese personaje que haga su pequeña aparición?

¿Cuándo se van a estrenar estos dos tórtolos? xD

 

Espero seguir leyendo sus divertidos comentarios, sus serios reviews y hacer crecer éste loco fanfic ;) 

Sin más, hasta el próximo cap n.n

Matta nee~

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).