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Dulce Viktor por vitalife

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Notas del capitulo:

 


¡Hola!


Aquí está el nuevo cap, nuevamente como es costumbre, el tiempo me ha comido, no alcancé a hacer una parte más larga y tuve que dividirlo en dos, pero he abarcado varias cosillas interesantes, algunas pudieron acertar en sus teorías, aunque creo que era muy obvio xD


Muchas gracias a todas las personitas nuevas que han leído éste loco fic, las lecturas se han estado disparando con cada cap nuevo, gracias, gracias por todos sus comentarios, me dan muchos ánimos e inspiración para seguir con mis locuras n.n


 


anakzanamu


Aracelly


Ciel-Sakura


mestafaniab


 


Sin más el fic ;) 


 

 

El cielo en San Petersburgo es de un azul profundo, ligeramente oscuro, se pierde junto al mar en el horizonte, el sol está en su máximo esplendor, sin embargo el viento es frío y también algo salado, le recuerda a los inviernos en Hasetsu, entonces una pequeña sonrisa se le escapa, dando tregua a su mente angustiada, Viktor lo había mencionado, aquella playa en su pueblo, le recordaba a las que se veían justo en ese momento a lo lejos, ahora él lo entendía, suspira con preocupación, después de su conversación con la chica ésta mañana, un médico llegó presto y dispuesto a revisar al heredero de los Nikiforov, apenas había logrado cambiar sus ropas a algo decente, su esposo estaba dormido, por lo que no le fue tan difícil dejarle solo un momento, saliendo de la habitación para que aquel hombre que no rosaba los cincuentas le atendiese con total calma. A decir verdad, estaba curioso e impaciente, quería saber lo que tenía, pues el mayor presentaba un comportamiento extraño y su instinto parecía reaccionar a ello, quizás porque se trataba de más ni menos que su pareja destinada, a pesar de no haber un enlace, sus cuerpos se llamaban y comunicaban entre sí, algo le instaba a tranquilizarlo y velar por su bienestar, más allá del gran querer que le tiene.

Su cabeza divagaba en diferentes diagnósticos, cada vez más locos y poco realistas, ese doctor tardaba demasiado, pero lo que realmente le molestaba era Elena, en ningún momento apareció siquiera para preguntar si algo pasaba, las sirvientas y el mayordomo parecían más alterados que la misma madre del muchacho, ¿Es que no le importaba su hijo? ¿Para que los había citado a desayunar puntualmente si no estaba en casa? O eso quería creer, porque de ser lo contrario, iría y le diría unas cuantas cosas, actualmente con todos los eventos ocurridos, no la tenía en el mejor concepto.

Finalmente el médico asomó su cabeza fuera de la puerta, siendo rodeado por los sirvientes que olvidaron por un momento que alguien ahí era más importante, Yuuri frunció las cejas, notablemente ofuscado ¡Es SU marido! Debería ser el primero en enterarse de su estado, aun así, manteniendo la etiqueta japonesa, no hizo un escándalo, sutilmente se acercó por detrás de aquellas personas y carraspeó, haciéndose notar, observando los rostros apenados de las dos muchachas y  el nerviosismo del parco hombre que las dirigía.

 

 

-¿Usted es el Joven Señor Yuuri? –soltó al fin el especialista de la salud.

-Así es –asiente, alentándolo para que hable.

-Soy el Doctor Filiph Popovich, perdone no haberme presentado adecuadamente, –le ofrece la mano para estrecharla, siendo correspondido- es un gusto, he tratado a Viktor desde que era un cachorro, le informo que se encuentra fuera de peligro, pero tendrá que estar aislado por lo menos unos tres días, no es nada grave, no se preocupe, se repondrá –sonríe afable.

-¿Qué es lo que tiene? –pregunta ya más relajado.

-“Fiebre de primavera” –sonríe irónico.

-¿Es alguna clase de resfriado? –ladea la cabeza con cierta confusión.

-Algo así… -levanta una ceja intrigado, recordando de repente que tiene frente a él a un extranjero que poco sabe de su idioma y que al parecer desconoce el historial clínico de su paciente-  le recomiendo que no se acerque mucho a él durante estos días, deje una prenda suya al alcance de Viktor, no entre en contacto directo con él y no venga aunque lo llame, sólo empeoraría.

-¿Por qué? –está contrariado, nunca había escuchado de tales indicaciones.

-Un enlace durante el celo de un alfa puede ser traumático para el omega y genere un rechazo, volviéndolo violento en el proceso, además, si es aceptada la marca y lograra despertar su propio celo, quedaría en cinta –aclara- usted aun es muy joven, pero si así lo quiere…

-¡Lo entiendo! –su cara está colorada hasta las raíces del cabello- ¡No me acercaré a él!

-Bien –deja salir una suave risa ante el avergonzado chico- vine preparado con unos cuantos supresores –le entrega un par de cajas a una mucama- ya he inyectado la dosis de hoy, verifiquen su estado en doce horas, si siente algún malestar apliquen otra para que pueda descansar durante la noche –ve seriamente al mayordomo-  cualquier emergencia ya saben.

-Por supuesto –asiente- nos mantendremos en contacto con usted.

-Joven Yuuri –se acerca para entregarle una ampolleta de cristal dentro de un empaque trasparente- sólo si ocurre un accidente, úselo.

-¿Qué es? –lo analiza detalladamente.

-Un abortivo, úselo dentro de las primeras cuarentaiocho horas después del acto, es una formula especial para omegas, también adormece la zona del enlace y disminuye las posibilidades de que el alfa sienta el rechazo.

-Yo… no… -intenta devolvérselo, bastante afectado.

-Quédeselo –le envuelve las manos para que no se lo regrese- es sólo si ocurre un accidente, no está obligado a usarlo, pero es mejor prevenir.

 

 

Aprieta el objeto en su palma, sumergiéndose en pensamientos amargos, sería incapaz de romper un lazo con Viktor, no podía imaginar desechar a un hijo de ambos, por más “accidente que fuese”, aunque truncara su carrera, sus sueños, sin siquiera escoger, quizás estaba bien ser una ama de casa. Respingó ante sus propias cavilaciones, ¿Desde cuándo aceptaba esa situación? ¿Dónde había quedado el antiguo Yuuri? ¿Qué le estaba provocando la presencia del alfa estas últimas semanas? Ahora entendía sus propios temores, no quería convertirse en un omega abnegado más.

Se observó sólo en el pasillo, Makkachin ladraba insistente a lo lejos, la puerta al frente suyo le parece enorme de repente ¿Qué tanto su amor por Viktor es causado por el instinto? Baja la mirada, sintiéndose miserable, por supuesto que lo ama, pero justo ahora está confundido, percatándose de cuanto había cambiado en un mes, de cuanto su vida ahora giraba en torno a su esposo, cerró los ojos y camino con prisa cuando creyó escuchar una voz dentro de la habitación.

Pasaron tres días, durante la primera noche lo colocaron en el cuarto más alejado, lo suficiente para que el mayor no le oliese, el japonés no pudo conciliar el sueño, daba vueltas en su cama una y otra vez, buscando el calor de su pareja, sintiéndose frío y solo entre los gruesos cobertores, siendo el esponjado can su única compañía, el cual había tomado una extraña fijación por seguirle a todas partes.  Mantuvo conversaciones con su familia, Hiroko parecía animada, aunque él trataba de disimular la situación, al final terminó por confesarle el estado de Viktor, ella, comprensiva, le dio ánimos y todo su apoyo, menguando el dolor en su lazo fraternal.

La segunda noche se desató el caos.

Despertó entre sollozos y lamentos, alguien gritaba su nombre, haciendo contraer su pecho en angustia, desencadenando en su ser una infrenable desesperación que lo hizo gatear sobre el colchón en dirección a la puerta, caminando descalzo sin importarle el frío suelo, destrabó la cerradura con sus manos temblorosas, Makkachin le ladraba, alterándolo aun más, caminando a oscuras en el interminable pasillo, escuchando claramente la voz de Viktor, esa que sólo un alfa podía usar, sus piernas se doblaron, haciéndole tropezar y caer de sentón al piso, dominado por la orden de su destinado que no iba dirigida a él, las garras del caniche tintinean tras de sí, mismo que terminó colocándose a unos pasos frente a él, gruñendo en dirección del alboroto.

 

 

-Viktor… -susurra adolorido, con sus manos echas puño sobre su pecho- aquí estoy –lloriquea entre balbuceos, desprendiendo su olor.

-¡Yuuri! –Brama, golpes retumban.

-Ya voy… -torpemente se incorpora, girando en la primera intersección, pero Makkachin muerde el pantalón de su pijama, jalándolo, cosa que no le impide avanzar, arrastrándolo consigo- ¡Viktor! –le responde, ya cegado por las fuertes feromonas que se dispersan hasta llegar a él.

 

 

A sólo quince metros de su destino es interceptado por dos señoritas, una que lo inmovilizó y otra que aplicó un sedante que lo hizo desvanecerse, los aruñones y golpes en la gran puerta de madera siguieron haciendo eco esa madrugada.

El japonés despertó adolorido al día siguiente, sentía como si hubieran pisado todo su cuerpo, dándose cuenta que ya pasaba de la hora del almuerzo, con un decaído estado de ánimo bajó a desayunar y jugar con su fiel compañero de esos días, tirando una vieja pelota de tenis a la nada, en aquel amplio patio de la mansión, dedicando largas miradas al lugar en donde se encontraba su pareja, haciendo llorar a su instinto, doblándose en una agonía interna, despertando la empatía de una de las mucamas que, arriesgándose a ser reprendida, le guió hasta la antigua habitación de su esposo.

Lo primero que sintió fue su débil esencia opacada por el tiempo de ausencia, provocándole un cosquilleo en el estomago, atreviéndose a fisgonear un poco cuando la chica le dio privacidad. Se tiró en la cama frotando su rostro sobre las sabanas, buscando el olor que tanto le gustaba, pero no lo encontró, seguramente habían sido cambiadas ya un par de veces desde la última estadía allí de su pareja, aun así, se permitió imaginar cómo sería un día cotidiano de Viktor dentro de aquellas paredes de color gris claro, paseó sus ojos al rededor, encontrando algunos cuadros de pinturas, en su mayoría rosales de todos colores hasta topar con una central, un hermoso lirio blanco, se sonrojó, pues es el único con un aire distinto, fresco, esperanzador, anhelante.

Se incorpora, hechizado por aquellas pinceladas, tocando superficialmente la rugosidad del oleo seco, percibiendo por unos instantes ese aroma a bosque de su marido, sonríe con nostalgia ¿Por qué justamente esa flor está alineada a los pies de la cama? ¿Por qué esa flor es lo primero que quiere ver antes de dormir y al despertar? Sus hormonas revolotean, su corazón se acelera, pues sabe que es por él, por su fragancia natural.

Su vientre punza, haciéndole poner en alerta, todavía no es tiempo, su celo tiene poco más de un mes que se presentó, es muy pronto, sus feromonas se hacen presentes con fuerza, comienza a entrar en pánico, tiembla e hiperventila, no es el mejor momento para ello, cierra los ojos, abrazándose a sí mismo, no ahora que Viktor tiene el suyo, no podrán controlarse. La calma de repente le invade, como si nada hubiese pasado, abre sus parpados, confundido, desorientado, sigue en la habitación de su esposo, sentado en el suelo ¿Qué acababa de pasar? Justo creía sentir el inicio de un celo que simplemente se esfumó ¿Qué le sucedía a su cuerpo? ¿Estaba reaccionando al llamado de Viktor en la anterior noche? ¿Por qué volvía a sentirse desesperado?

Asomó su cabeza con cuidado, escuchando el taconeo de varios zapatos en el pasillo, intuyendo que el mayor está empezando otra oleada de calor, percatándose que se encuentra dentro de su rango, que sus feromonas le habían estado envolviendo todo ese tiempo, suspira en una entremezcla de frustración y gozo, obligándose a huir a un lugar más alejado, de preferencia un baño pues lo necesita con urgencia.

Terminó exhausto, apenas oscureció se encerró en la recamara que le habían asignado, dejando salir lo que llevaba cargando todo el día, su emociones tenían altas precipitaciones constantes, volviéndolo irritable, melancólico, pero sobre todo lujurioso hasta hacerle doler. Ahogó con sus lagrimas la almohada, recibiendo suaves lamidas de su ahora mascota, que chillaba quedo, olfateando su sufrimiento.

La mañana llegó más rápido de lo pensaba, en algún punto de la madrugada se quedó dormido, rodeado de cojines, con el cobertor enrollado y Makkachin a su lado, no es consciente de cuando hizo todo aquello, pero era algo le traía cierta tranquilidad. Se duchó rápidamente para desperezarse, esos días el cansancio se apoderaba de su cuerpo, lo adjudicaba al estrés de resistirse a su naturaleza, sin embargo una alegría se abría camino lentamente, hoy podría verlo al fin y nada más le importaba.

Aunque lo ignorara, tratara de ocultarlo o lo embelleciera con palabras cursis, la inestabilidad de Yuuri iba en aumento, sólo necesitaba un detonante. No era algo que pudiera controlar, en ocasiones ni siquiera se daba cuenta, funcionando como un imán para su pareja, no podrían seguir negándose el uno al otro. Las uniones destinadas están escritas en entornos maravillosos, perfectos, idealizados, pues su conexión, el infinito amor que se pregonan, es algo casi fantástico, pero no todos hablan de la parte cruda, animal, las consecuencias de sus actos y de los iguales a ellos, de aquello que pasa tras bambalinas.

Bajó casi saltando los escalones hacia el primer piso, arreglado con ropas cómodas pero bonitas, el cabello cepillado y ligeramente húmedo, con sus típicos anteojos, envuelto con la bufanda que hacía tiempo le regaló el Nikiforov, sonriendo con el mejor ánimo, cosa que hizo sorprender al mozo que arreglaba la mesa para el desayuno, pues el japonés se veía cada vez más decaído en los últimos días, marchitándose como su olor, pero hoy, mágicamente se volvió radiante, dichoso.

Casi engulló su comida de un bocado, observando siempre el elegante reloj de pared, hipnotizándose con el ir y venir del péndulo, en unos minutos el doctor Popovich llegaría para la última revisión de Viktor, esperaba que descartara una incapacidad prolongada, debido a sus constantes desordenes hormonales. Lo normal en los alfas es un solo día de celo, entre veinticuatro a treintaiseis horas, sin embargo, su querido esposo es un caso especial, le explicaron que en ocasiones podía llegar a superar las cuarentaiocho horas con bastante frecuencia, así como presentar síndromes pre y post celos, era algo bastante curioso a su parecer, nunca había escuchado de ello, por lo menos no en su género, eso era más común entre omegas.

 

 

-Joven Yuuri –saluda entrando en la sala de estar, donde pacientemente el menor jugaba en su teléfono móvil.

-Doctor –sonríe, dejando el aparado de lado.

-Todo está perfecto –le avisa, pues aquellos ojos castaños le veían expectantes- pronto le volverá el apetito, debe comenzar con un alimento ligero, fruta o pan, también tomar muchos líquidos, asegúrese que beba éste suplemento –le entrega una caja con tres ampolletas de cristal- puede mezclarlas en jugo de naranja, son vitaminas, en celos prolongados o recurrentes el cuerpo suele descompensarse, es sólo prevención.

-Gracias, me encargaré de ello –asegura.

-Es extraño –le mira- normalmente de esto se encargaba el mayordomo o las mucamas, quizás el trato de su omega le haga mejorar más rápido –piensa en voz alta.

-¿Mejorar?

-Nada importante –sacude la cabeza- nos veremos pronto –estrecha su mano.

-¿Volverá por otra revisión? –pregunta con preocupación.

-No, en la boda, muchacho –palmea su hombro, despidiéndose.

 

 

Cuando menos lo imaginó, un chico apareció con una charola de lustroso acero inoxidable, llevando en ella una copa de cristal cortado con fruta picada, pan de centeno con mantequilla, jugo de naranja y leche, en espera de cualquier indicación, Yuuri le observó, acercándose, pidiendo amablemente que le entregara los alimentos, el joven sirviente vaciló, pero sin darle espacio a replicas el japonés tomó  la bandeja, dando las gracias, se encaminó a llevar el mismo la comida para su esposo.

Cuando llegó tocó la puerta, pero no recibió respuesta, entró cauteloso, encontrando a el de cabellos platinados con la mirada perdida en el horizonte, parado de frente a la ventana que estaba abierta de par en par, sólo llevaba un holgado pantalón de pijama, parecía disfrutar de la fría brisa mañanera, misma que le erizaba la piel, haciendo notar sus diminutos vellos a contra luz, su barba había crecido un poco, dándole un aspecto desalineado pero varonil, su aroma aún fuerte impregnaba los muros.

Despacio le asechó por la espalda una vez dejó la charola sobre el borde de la cama, sin ser capaz de contener su deseo de abrazarle y aspirar directamente su esencia de su piel, creyendo atractiva aquella faceta no vista, sin importarle de que quizás aquel hombre no se había bañado en todo ese tiempo, su instinto se encontraba  apoderándose de su razonamiento.  Más no contaba con que el olfato del mayor fuera más fuerte, a tan sólo unos pasos de lograr su objetivo, el de ojos azules levantó su cabeza en alerta, girándose rápidamente para su encuentro, acortando la distancia con una gran sonrisa en los labios, le abrazó con gran cariño y cierta fuerza de más, hasta que los pies del asiático no tocaron el suelo, provocando el encuentro de distintas emociones  en el pecho de su pareja que correspondió efusivo, Viktor  hundió su nariz en los oscuros cabellos, respirando sonoramente, como un desesperado, calmándose después de unos cuantos minutos hasta que estuvo satisfecho, buscó su rostro hasta encontrar los entreabiertos labios, consumando un beso necesitado, instintivamente Yuuri enroscó sus piernas en las caderas a su alcance, aferrándose con sus brazos a el cuello y hombros del más alto, los residuos hormonales en el cuerpo del Nikiforov le incitaron a tomar a su omega inmediatamente, no tenía fuerzas para resistirse.

Sus cuerpos rebotan contra el colchón, los vasos y cubiertos tintinean balanceándose por la brusca caída de la pareja que se perdía en su propio mundo, el menor abre las piernas un poco más, siente al alfa acomodarse a la par que se restriega con deseo, suspira cuando unos labios humedecen su cuello, masajeando los claros cabellos como premio, siente su entrada escocer, se está mojando demasiado, las feromonas le hacen jadear aturdido, unas manos forcejean con su suéter y pronto se cuelan bajo éste, tocando directamente su piel, estremeciéndose cuando una boca se une a ellas, baja la mirada, una platinada melena sólo permite ver medio rostro de su atacante, está ruborizado y un tanto agitado, con los ojos levemente oscurecidos, manteniendo aun un cierto brillo que le hace saber que no está del todo perdido, sonríe gustoso ante ello, haciéndolo notar en su olor, le acaricia la cabeza hasta llegar detrás de las enrojecidas orejas, haciéndole levantar el rostro, sus miradas se conectan y entonces Viktor se percata de lo que pasa, esconde su cara con vergüenza en el vientre del japonés.

 

 

-Sigue… -le alienta, masajeándole los hombros.

-¡Yuuri! –reprende con pena, conteniendo su desatada lujuria, misma que se hace notar en su parte baja.

-Ya no hay peligro –susurra, contrayendo su abdomen con excitación por la respiración del otro- el médico lo dijo.   

-No me hagas esto, no soy tan fuerte –duda al oler otro tipo de feromonas que se destilan desde una intima parte del más joven.

-Viktor… -menea sus caderas, levantando la cabeza del mayor, generando que éste toque con su barbilla el bulto que comenzaba a formarse entre sus piernas.

-N-no –jadea, con sus pupilas dilatándose, comenzando a temblar.

-Viktor –repite con una voz melosa, desabrochando su pantalón y exponiendo su pecho, ofreciéndose con descaro.

-Yuuri… es la casa de madre… -balbucea con picor en las encías, su cordura pendiendo de un hilo- la graduación.

-¿Cuál graduación? –se incorpora en la cama, acariciándolo, atrayéndolo hasta ser envuelto por él, sentados y muy juntos.

-No lo sé… -admite, atontado.

-Viktor, abrázame –suplica dulcemente, limpiando con el pulgar el arco de Cupido de su amado, borrando el rastro carmesí que goteaba, besándole con ímpetu.

 

 

Los pechos de amos se contraían por el rápido palpitar de sus corazones, por sus pulmones agitados, roncos gemidos y suaves quejidos empezaron a escucharse, refregaban sus cuerpos con una actitud impaciente. Yuuri se despojó con torpeza de su prendas inferiores, no estando dispuesto a separarse de la boca que tanto placer le daba, sintiendo el frío en sus genitales, alterando los sentidos del mayor al percibir de lleno aquel sugestivo aroma, mientras los ojos del menor estaban perdidos, con sólo una cosa en mente, unirse.

Su mano se coló en los pantalones del contrario, en búsqueda del falo que le llenaría, palpándolo con deseo una vez lo tuvo entre sus dedos, el ruso jadeó, encorvando su espalda, palpando las traviesas y movedizas caderas que buscaban su contacto, deslizándose hasta los glúteos que amasó. El menor masturbó con sus manos ambos miembros viriles, disfrutando del placer, mientras unas yemas se frotaban en su ansiosa entrada, corriéndose cuando accidentalmente un dedo se deslizó en su interior, yéndose hacia atrás por la fuerte sacudida de su orgasmo, arrastrando consigo al alfa que gruñía sobre él, tomándole con una mano de las muñecas, Yuuri no dio resistencia alguna, soltando el cuerpo y cerrando los ojos, dispuesto a terminar con lo que comenzó, sin embargo Viktor se autosatisfacía, olfateándolo entre la oreja y el cuello, ahogando un grito en su garganta cuando culminó, machando el abdomen de su pareja con su blanquecina semilla.

 

 

-Lo siento… -jadea, intentando reponerse, soltándolo.

-Está bien –responde en condiciones similares, invitándolo a descansar entre sus brazos.

-Iba a morderte –confiesa.

-Aun puedes hacerlo –le acaricia la espalda.

-No, quiero que sea en nuestra casa, solos tu y yo, preparando un nido juntos, tomándonos nuestro tiempo, sin interrupciones en mi territorio.

-Lo esperaré entonces –frota cariñosamente su cabeza con la de su esposo.

-Sólo un poco más, lo prometo –le besa la mejilla.

 

 

El rascar en la puerta, así como una húmeda nariz husmeando entre la madera y el piso, les hizo sonreír, quizás no estarían tan solos en casa. El japonés se acomodó sus ropas para dejar pasar a Makkachin, colocándole el seguro a la cerradura una vez el can estuvo dentro, éste se acercó cauteloso a su dueño, moviendo a penas su cola hacia abajo, por su parte el alfa terminaba de limpiarse con unos pañuelos de papel, sonrió con sus labios acorazonados, abriendo sus brazos hacia el caniche que se abalanzó hacia él para olisquearlo.

Al final el jugo se había derramado dentro de la bandeja, estropeando un tanto el desayuno de Viktor, quien terminó desparramándolo sobre los edredones al intentar rescatar a su mascota por una posible intoxicación por alimentos inadecuados para su especie. Se encerraron el baño para asearse y dejar los alimentos fuera del alcance del canino, duchándose juntos con aquella excusa, ignorando la sutil tensión sexual entre los dos, lavándose el cabello, tallándose la espalda y jugando con la espuma, soltando traviesas risas, evitando lo más posible besarse o acercarse demasiado o no saldrían de allí nunca, por lo menos no con la castidad parcialmente intacta.

Makkachin los esperaba como un guardián tras la puerta, meneando la cola con alegría en cuanto los vio salir, saltando e invitándoles a jugar con él, pero antes siquiera de poder colocarse la ropa, pues llevaban puestas las batas de baño, la barriga del mayor rugió. Una vez presentables, se encaminaron a la cocina, donde una atareada señora algo subida de peso, dirigía a dos sirvientes, cuando se percató que era observada, giró su visión, topándose con la pareja.

 

 

-¡Vitya! –grita, apresando con sus fuertes brazos al joven heredero- ¡Me enteré que habías llegado hace unos días! ¡No había podido verte! –se aleja un poco y le toma del rostro- ¡Pero mira esas ojeras! ¡Estás todo flacucho! Ese celo es una maldición –suspira.

-Babushka –sonríe- quiero presentarte a Yuuri, mi esposo.

-¡Oh! ¡Por supuesto! Lo he visto deprimido en el comedor estos días, pero muchacho –se dirige al aludido- reclame a su alfa como es debido, no lloriquee en las esquinas, estos omegas de ahora tienen un carácter muy débil –menea la cabeza con desaprobación.

-¡Babushka! –se colorea, sin poder explicarle la situación.

-Fu-fue recomendación del médico –se defendió.

-Claro, claro, en mis tiempos no existían tantas alergias ¡Ahora todo les hace daño! –se queja- pero está bien, Yuuri, bienvenido –le da un fuerte apretón con su mano.

-Gracias –sonríe nervioso ante la impetuosa mujer ya entrada en años.

-Bien, Vitya ¿Qué pasó con el desayuno que te mandé? –coloca sus manos en las caderas.

-Lo estropeamos –huye de su mirada, algo avergonzado.

-Era de esperarse de un par de recién casados –les ve condescendiente- ven aquí, te picaré una manzana y prepararé avena, te hará bien.

 

 

Como un niño mimado, el ruso se sienta en una silla alta en la barra donde solía comer la servidumbre, esperando ser atendido por la fuerte anciana que más de una vez lo acogió en su regazo cuando cachorro, invitando a su pareja a colocarse a su lado, abrazándolo en el acto, frotando sus mejillas y repartiendo pequeños besos, se comportaba un poco más acaramelado de lo común, seguramente por su pequeña separación, Viktor no tenía remedio.

 

 

-Señor Viktor… -una de las mucamas se acerca con un teléfono inalámbrico en sus manos- la Señora Elena quiere hablar con usted –tiende el aparato con respeto.

-¿Madre? –deja por un momento su platillo, apenas había consumido un par de cucharadas-¿Sí?

-Viktor, escucho que ya estás presentable –afirma.

-Así es ¿Sucede algo?

-Te recuerdo que la recepción será en tres días más, quiero que busquen nuevos trajes, necesitamos algo más sobrio para presentarles ante los inversionistas –se escucha el hojear de unos papeles y el botón de una pluma retráctil- de ser posible hoy, los ensayos serán pasado mañana en el hotel, no pierdas el tiempo en tonterías ¿Entendido?

-Por supuesto, madre, hoy mismo lo haremos –asiente con seriedad, para después sonreírle tontamente a su esposo.

-Bien, nos vemos mañana, he agendado una cena con ustedes para acordar algunos detalles.

-Está bien, hasta mañana –la llamada termina- ¡Yuuri, iremos de compras!

-Pero acabas de salir de tu celo –le recuerda.

-No pasará nada, estoy contigo –le toma de la mano- sólo tú puedes descontrolar mis feromonas –coquetea.

-Pero… -está inseguro.

-Tomaré supresores para que estés más tranquilo, Filiph lo dijo ¿No es así? Ya no hay peligro.

-Sabes lo que pasó allá arriba –susurra- en medio de la calle será…

-Yuuri –deja salir una risilla maliciosa- eres un pervertido, no sabía que tenías esos gustos.

-¡Viktor! ¡Ya sabes a lo que me refiero! –está completamente rojo.

-Esperaremos por la tarde ¿Está bien? Sino vuelve a pasar, saldremos.

-Viktor –suspira derrotado.

 

 

El día concluyó sin más incidentes, el omega tuvo que lidiar con un marido acosador, lo seguía a todas partes, pegado a él como lapa, ni siquiera Makkachin era tan asfixiante, pero estaba feliz a pesar de todo, lo tenía a su lado y nada podría hacerlo decaer, compraron sus trajes en una exclusiva boutique, sólo que en ésta ocasión no tardaron tanto en escoger, ni terminó babeando por su alfa, aunque sí que se besuquearon en los probadores casi a punto de cometer una locura, logrando sobrevivir a duras penas de las revolucionadas hormonas del mayor. El tan esperado día llegó rápidamente, haciéndole recordar a Yuuri los mundos tan distintos de los que venían.

 

Notas finales:

 

Entonces ¿Qué les pareció? Traté de aclarar algunos detalles de los celos alfa en mi historia, en especial las particularidades de Viktor y como Yuuri siendo su destinado reacciona a ello de forma involuntaria, entiendan que ellos no son del todo conscientes de lo que hacen, muchas de sus conductas son instintivas, si lo han notado, Yuuri actúa distinto mientras no está en contacto con Viktor, sólo les dejo esa pista.

¿Cuantos capítulos creen que faltan para el verdadero hard?

¿Ya se habían emocionado con que se estrenaran?

¿Qué les parece la relación entre Viktor y Elena?

¿Yuuri aguantará sin reclamarle nada a la suegra?

¿Los perros se parecen a sus dueños?

¿Quién será el siguiente personaje en aparecer?

El siguiente cap, ahora si, es la boda en Rusia, cierta personita ya descubrió quién hará entrar en conflicto a nuestro hormonal Yuuri, si han notado las escenas paralelas del anime con éste fic, también sabrán que pasará xD

Sin más nos leeremos la siguiente semana, contestaré los comentarios del cap anterior mañana n.n

Muchas gracias por todo ;) 

Matta nee~ 

 


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