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Dulce Viktor por vitalife

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Notas del capitulo:

¡Hola!


No les he abandonado, sigo viva, sólo he tenido bastantes contratiempos, el mundo conspira para que no actualice xD desde el sábado hasta el día de hoy me han pasado cosas muy extrañas, desde apoyar a mis amigos cercanos en momentos difíciles, hasta olvidar mis llaves dentro de casa, créanme, he pasado de todo xD


En fin, no les entretengo mucho, sólo quiero agradecerle a las personitas que dejan sus reiews y me animan a seguir con ésta loca historia n.n


Patty Tzn


Aracelly


anakzanamu


Ciel-Sakura


 


¡Muchas gracias!


Sin más, el fic ;) 


 

 

Es una noche fría, las nubes espesas cubren las estrellas, opacando a la luna menguante que trata de hacer traspasar sus brillo, pero fracasa pues, se pronostica mal clima en las siguientes horas, posiblemente granizo o aguanieve, contrastando completamente con el cielo despejado de días atrás, cierto joven asiático intentaba negar ese pequeño lado supersticioso, no quería tomarlo como un mal augurio, pero sus inseguridades con la situación lograban perturbar su lógica.

Yuuri esperaba paciente en la puerta deltemplo, vistiendo un ajustado tuxedo de un blanco puro, su chaleco interior, al igual que los bordados de su corbata, presentaban un satín platinado, en la solapa destacaba un pequeño ramillete de delicadas flores que se degradaban desde el amarillo tenue al rosa pálido, contrastando con las hojas de un verde fuerte que las enmarcaban. Yuuri observaba el suelo de cantera, moviendo sus pies con nerviosismo, su esposo no llegaba y todos los invitados estaban ya sentados en las butacas murmurando, no sabía qué hacer, su suegra tampoco había dado señales de su existencia, pensando que quizás simplemente le habían abandonado allí, pues era una tradición rusa que los novios llegasen en diferentes autos, él no objetó nada por ir solo con un chofer al lugar, ahora se arrepentía, iniciaba a sentirse mal.

 

 

-¡Yuuri! –gritó no más bajar del auto.

-Viktor… -susurró, volteando a verle, intentando que no se notara tanto su alivio.

-Lo siento –se aproxima casi corriendo- se me olvidó mencionarte que el novio suele llegar tarde, de verdad lo siento –le toma de las manos y besa sus nudillos.

-¡Tonto! –le acribilla con la mirada- ¡¿Sabes todas las cosas que estaba pensando?!

-Lo lamento –le ve con ojos de cachorro- pero aunque quisiera no puedo huir, ya estamos casados, cariño, esto es sólo protocolo.

-No importa, aun así…

 

 

Las fuertes campanadas interrumpieron los reclamos del japonés, indicando a todos los presentes que la ceremonia estaba por comenzar, el de ojos azules ofreció su brazo al omega, que aun enfadado, terminó por tomarlo a regañadientes, haciendo un ligero puchero y volteando en otra dirección, el mayor besó su mejilla, haciendo que su pareja le viera de reojo, la marcha nupcial se escuchó. “Lo prometido es deuda”, o eso dicen, el alfa lo llevó hasta el altar, pues Yuuri no contaba con ningún familiar o persona allegada para que lo hiciera en Rusia, aun así, ambos parecían felices con el resultado, jurándose amor eterno en aquella majestuosa iglesia ortodoxa en San Petersburgo. El beso que se dedicaron fue superficial, sabiéndoles a poco, Viktor se relamió los labios antes de sonreír, haciendo ruborizar escandalosamente a su esposo ya bendecido por dos religiones distintas, el de cabellos oscuros comenzaba a preocuparse seriamente por su castidad esos días, si bien, ansiaba que aquel con quien compartía cama para dormir también la usara para otra cosa, la actitud que presentaba últimamente le intimidaba, ya no parecía temeroso a realizar actos subidos de tono, al contrario, en ocasiones los provocaba, no sabía si era por el reciente celo que todavía le trastornaba la cabeza o simplemente algo había cambiado en él.

El recorrido hacia el hotel donde se celebraría la recepción fue un tanto particular, entre una caravana de choches, claxon sonando, así como felicitaciones y silbidos de desconocidos en la calle, Rusia pertenecía a otro mundo. Cuando llegaron al lugar recuerda, como nunca creyó que aquella antigua casona remodelada como uno de los más prestigiosos hoteles de NK Corp, fuese a ser el sitio del evento, en medio del centro de San Petersburgo, irguiéndose con sus detallados pilares de gran solemnidad y detalle, contaba con un amplio salón de preciosos ventanales que fácilmente databan de finales del siglo diecinueve, grandes arcos sostenían las elevadas cúpulas con exquisitos decorados en relieve, así como enormes candelabros de cristal cortado. Habían ido durante la mañana al último ensayo, donde firmarían el acta rusa de matrimonio, si bien, podrían simplemente hacer la revalidación del documento japonés, al mayor le daba cierta ilusión volver a unirse de esa manera.

Subieron a una habitación en espera de todos los invitados, Yuuri caminaba nervioso de un lado a otro, observando desde la ventana los lujosos coches que no dejaban de llegar, personas con costosos atuendos bajaban de ellos, algunos de elegantes modales y deslumbrante glamur, con brillantes joyas.  Se daba cuenta de la distante diferencia entre sus clases sociales, no sabía cómo actuar, ni que decir, además estaba en una cultura opuesta a la suya en muchos aspectos, temía hacer quedar mal a su esposo.

Dio un pequeño salto cuando una mano se posó en su hombro, unos brazos le rodearon y una cálida caricia en su mejilla le hizo recordar que no estaba solo y, seguramente, el Nikiforov notaba su ansiedad, respiró su colonia que entremezclada con su escancia natural, creaban una gran combinación, ronroneó involuntariamente, sonrojándose en el acto, Viktor le abrazó con un poco más de fuerza, frotando un poco sus cabezas, estaba feliz, sonrió por ello, devolviendo el contacto mientras descansaba delicadamente una de sus manos sobre los cabellos platinados.

 

 

-Te amo –suspira el alfa- todo saldrá bien, tu sólo déjame manejar la situación, madre estará con nosotros unos momentos, luego de saludar a algunas personas podremos tener tiempo para nosotros y disfrutar del banquete.

-Confío en ti –confiesa mientras se aleja, viéndole tímidamente- pero temo echarlo a perder.

-No te preocupes, no pasará –le toma de la muñeca suavemente, besándole los nudillos- con el tiempo aprenderás a lidiar con ello, a mí también me costó un poco al principio –admite con pena.

-¿De verdad? –abrió los ojos.

-Antes no me tomaban mucho en cuenta por ser… más joven, sólo era un cachorro, madre me obligaba a venir a éste tipo de reuniones para que aprendiera a socializar desde muy temprana edad.

 

 

El menor estaba por mencionar algo, pero en ese momento unos golpes en la puerta les interrumpieron, ya era la hora. Sus pasos resonaron en el piso de mármol cuando entraron a la recepción, todos expectantes les habían esperado de pie, comenzando a aplaudir para recibirles, pasaron entre las mesas que eran separadas por un camino alfombrado que terminaba justo en la mesa de los novios donde se firmaría el documento legal, después de unas palabras del juez que daba fe del compromiso, la festividad dio inicio.

El ahora también parte de la familia Nikiforov, descubrió que la persona que les había casado fue durante muchos años el abogado del corporativo, siendo todavía muy allegado a Elena, prestó sus servicios con bastante gusto, palmeando las espaldas de la joven pareja dio sus mejores deseos. Así como él siguieron muchos otros, hombres y mujeres, alfas, betas y omegas de prestigiosas familias, siendo escaneado por más de uno con la mirada, sintiendo algunas poco bien intencionadas, recordando que su esposo es, aunque no lo dijera abiertamente, un hombre muy apuesto y excelente partido, eso le llenaba de orgullo, pero también causaba cierta incomodidad por  “ese tipo de personas”.

La comida pronto se sirvió, dejándoles por fin un momento a solas, dándose mimos discretos, pues eran el centro de atracción. No hubo palabras de aliento o consejos matrimoniales, todo parecía bastante mecánico, vacío, incluso la acorazonada sonrisa de su esposo no había hecho aparición una sola vez, haciendo resaltar su aburrimiento y disimulado su forzado gesto. El omega se contrajo en su silla, incomodo por la carga en Viktor, pensó que lo vería feliz como en Japón, más no fue así, aunque sabía que le traía cierto alivio el tomarse de las manos u olfatearle secretamente, la tensión que cargaba le ponía bastante nervioso, no sabía cómo calmarle frente al público.  

 

 

-Yuuri, puedes ir a la barra de postres –le susurra al verlo saborearse los vistosos panecillos.

-No yo… -se ruboriza al verse sorprendido- ¿No me acompañarás?

-Madre me está haciendo gestos para que vaya con ella, seguramente está hablando con el gerente del nuevo hotel en Moscú, por lo que se abrió una plaza en éste hotel, quizás lo dejen a mi cargo para probarme cuando me gradúe –suspira.

-¿Eso no es genial? –comenta entusiasmado por que su esposo sea prontamente colocado en un puesto importante.

-No lo sé –se soba el puente de la nariz- aun me falta experiencia, pensé que seguiría en las oficinas del corporativo un tiempo más.

-Pero es una buena oportunidad –sonríe, intentando darle ánimos.

-Lo sé, sólo estoy un poco cansado, guárdame un pastelillo ¿Ok? –le besa con suavidad sobre los labios.

-Claro –asiente, inquieto por más- te alcanzaré en un momento –promete.

 

 

Bueno, algo bueno tenía esa reunión y sin duda eran los postres, siendo algo más “modernos” se inclinaron por un candybar en vez de un enorme pastel, pues era bastante más práctico para la cantidad de personas que asistirían, cerca de unas cien, cabe mencionar. Curiosamente no había conocido al resto de su familia política, siendo más frecuente el saludar a inversionistas y amistades influyentes de su suegra, Antoine no se había presentado, al parecer por guardar las apariencias o eso pudo sospechar, por otra parte Chris le había saludado con sobrada confianza, ganándose el reproche del de ojos azules, pues había marcado territorio con su aroma, sacando una carcajada a su amigo, Yuuri sonrió como un tonto, nunca pensó que su esposo se pusiera celoso porque el otro tocara y admirara su cintura.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que no se percató cuando tomó al mismo tiempo una pequeña tartaleta de frambuesa con otra persona, volteando por reflejo a verle, se topó con unos grandes ojos verdeazulado que le regresaron una mirada asombrada, es un omega bastante joven, con el cabello blondo trenzado hasta culminar en una coleta, delgado, vistiendo ropas elegantes que resaltaban su silueta, sin duda cuando fuera mayor sería una belleza. El asiático soltó el dulce, desistiendo de él, siendo observado de pies a cabeza con cierto aire despectivo.

 

 

-¿Katsuki? –pregunta.

-Nikiforov –corrige.

-Claro –frunce el entrecejo.

-¿Y tú eres…?

-No te importa, cerdo asqueroso –suelta con desprecio.

-¿Di-disculpa? –eso no lo esperaba.

-Que eres un cerdo –explica como si fuera obvio- ¿Cómo te atreves a venir aquí apestando a él? ¿Es que en Japón no existen ese tipo de modales?

-No tienes derecho de hablarme así –se defiende- es mi esposo.

-¡Ja! –se burla- hueles a él y aun así ni siquiera te ha marcado, supongo que no se puede escoger a tu pareja gamma –se encoje de hombros.

-Viktor no lo ha hecho por… -se detiene, mordiendo sus labios.

-¿Por qué? –le reta, obteniendo silencio- quizás sólo te tenga lastima –sonríe altanero.

-Te equivocas, Viktor… él quiere… él me ama –suelta al fin, sin saber el por qué responde a su provocación.

-¿Sabes? –coloca las manos en sus propias caderas- conozco demasiado bien a Viktor –presume- y ésta noche no le he visto sonreír sinceramente ni una sola vez, no parece tan feliz de casarse contigo.

-¿Cuál es tú problema? –dice con algo de fastidio en su voz, ignorando sus intrigas- ni siquiera te he hecho nada.

-¿Nada? –susurra con la mirada oscurecida- entonces… -le toma de la solapa del traje- se feliz por destruir una familia –le suelta con brusquedad, alejándose con indignación, perdiéndose entre la gente.

-¿Una familia? –el vacío que siente en su estomago se expande hasta su pecho, quitándole el apetito por completo.

 

 

Apretó sus puños viendo en dirección en la que aquel desconocido se marchó, inseguro de creer en sus palabras, pues era claro que deseaba crear discordia, pero su mente le traicionó, recordó que su esposo no reacciona a otros omega, el cómo guarda su pasado con cuidado, temeroso a su reacción, haciéndole sospechar que es un tema delicado, se da cuenta que no lo conoce del todo, no sabe nada de su vida, mucho menos de la familia de ese chico, el mismo que pregona conocerle, y no puede negarlo, el mismo también notó el fastidio en su esposo, no estaba mintiendo.

Sus turbios pensamientos se vieron interrumpidos por un coqueto rubio que enganchaba un brazo con el suyo en una hábil muestra de galantería, lo mira mover sus cejas y sonreír con picardía, no está de humor por seguirle el juego, sin embargo aquel hombre se las arregla para “secuestrarle”, invitándolo a bailar, a pesar de sus negativas, él insiste hasta lograr su cometido. La música suena en armonía, haciendo notar la habilidad de los violinistas que tocaban sus instrumentos en vivo, acompañados del piano y violonchelos, mismos que sólo denotaban aun más la sobriedad del evento.  

 

 

-¿Qué pasa? Pequeño Yuuri –pregunta bajito mientras lo guiaba por la pista- haz estado pensativo ¿Puedo saber por qué?

-Christoph –le observa, tentado a buscar las respuestas en él- Tú eres el mejor amigo de Viktor ¿Verdad?

-Sólo dime Chris –pide- soy su amigo desde finales de la preparatoria.

-Entonces tienes mucho de conocerle –afirma- ¿Cómo era Viktor cuando lo conociste? Él no me habla mucho de su pasado.

-¿Es por eso qué estás triste? –se detiene y le eleva la barbilla- Viktor hablará de eso en su momento.

-Eso es lo que también me dice –enchueca sus labios, volviendo a molestarse- ¿Por qué tanto secreto con eso? –le sostiene la mirada.

-No soy quien para explicártelo –menciona con pena- pero puedo responder a tu primera pregunta –accede.

-¿De verdad?

-Sólo diré que él era muy distinto al Viktor que conoces ahora, acababa de pasar por un mal momento que le costó bastante superar, aun es un tema delicado para él, pero desde que llegaste a su vida él encontró un sentido para seguir adelante, apóyalo y sé paciente, con el tiempo se abrirá a ti –le tranquiliza.

 -Pero… -quiere saber más.

-¡Oh! –sonríe- parece que alguien te está buscando –señala un punto al otro lado del salón donde “el centro de su conversación” se ve intranquilo.

-Iré con él –se aparta pero es retenido.

-Oh no, esto quiero disfrutarlo, juguemos a las escondidas –le invita.

-Pero se preocupará –no está del todo convencido.

-Sólo unos minutos, después podrás tenerlo para ti cuanto quieras –insinúa. 

 

 

“El robo de la novia” o en éste caso, omega,  es una tradición rusa que consiste en el que algún familiar o amigo allegado a la pareja, les separe y “esconda” a la chica en cuestión durante la festividad, las penitencias para el novio que se descuide suelen variar, pero una de las más recurrentes es tomar vodka desde la zapatilla de su amada. Viktor no había corrido con suerte del todo, si bien, no creyó ser víctima de tal jugarreta, pues dudaba que Yuuri se prestara para tal situación, ahora su querido esposo cubría su rostro con las manos en medio de un pequeño círculo de personas en el que estaban metidos, los zapatos de charol de Yuuri eran bonitos y de corte vacuno, pero no estaba muy seguro si el alcohol les estropearía.

 

 

-No lo hagas, no sabía que esto pasaría –se asoma entre sus dedos, más colorado que el atardecer.

-Bueno, por lo menos no huele mal.

-¡Viktor! –se encoje con vergüenza.

-Vamos, señor Nikiforov –le presiona divertido- o me tendré que quedar con éste lindo omega de importación.

 

 

El de ojos azules no previó que su más querido amigo fuese un desgraciado traicionero, entrecerró sus parpados, dejándole claro que aquello se lo pagaría después y tomando valor bebió el contenido del calzado, entre gritos y aplausos, por su parte el japonés quería que se lo tragara la tierra, más aún cuando el mayor le besó el empeine de su pie como si el dorso de su mano se tratase, generando todavía más revuelo entre los invitados, algunos ya pasados de copas.

 

 

-No sabía que traías medias blancas… -menciona cuando logran cierta privacidad.

-Fueron un regalo –expone.

-¿De papá? –pregunta aun sabiendo la verdad.

-Sí, encontró la tarjeta que nos dieron en la tienda para bodas en Fukuoka, las pidió en línea y me hizo prometerle que las usaría –suspira- es algo incomodo y vergonzoso.

-Me gustaría verlas después –habla sin pensar- de seguro se te ven muy bien.

-Más tarde podrás verlas… -susurra para que nadie más escuche, sus mejillas de tiñen de rosado.

-Está bien –asiente- lo haré antes de que te coloques tu pijama.

-¿Es en serio? –piensa en voz alta con cierto timbre molesto, rueda los ojos, había perdido al esposo pasional.

-¿Cómo? –no comprende, su cara es un gesto extraño.

-Nada –suelta decepcionado- ¿Sabes dónde está el baño? –cambia de tema.

-Claro, te acompaño –su boca forma un corazón, evidenciando que está más relajado- no quiero terminar bebiendo vodka hasta de tus pantimedias.

-Eso sería… -no se atreve a terminar la frase por el bochorno, muerde sus labios.

-¿Traes puesto un liguero? –pregunta con suma seriedad, como si analizara algo.

-Si ¿Por qué? –su corazón se acelera, quizás las hormonas le volvieron a trastornar la cabeza, eso esperaba.

-Que no se entere Chirs – intercepta un camarero, tomando una de las copas hasta no dejar nada.

-¿Por qué? ¿Qué pasa? –le observa intrigado por su actitud.

-Aunque creo que ya es demasiado tarde –peina sus cabellos con los dedos, se incorpora y le ofrece su mano al menor- vamos al baño.

-Me estás asustando –acepta con desconfianza la invitación.

-¿Ves ese biombo? –señala hacia un rincón donde se encuentra una mampara plegable de madera y  tela decorada.

-Si ¿Qué hace un cambiador aquí? –menciona curioso.

-Durante la fiesta el novio debe quitarle el liguero al omega y mostrarlo como trofeo a los invitados.

-¡¿Qué?! –se escandaliza.

-Pero tú no traes vestido, para esto es eso –recalca.

-¡No quiero hacerlo! –replica- ¿Por qué Rusia tiene costumbres tan extrañas?

-Ni yo mismo lo sé, de cachorro no lo comprendía, pero ya nada se puede hacer –suspira resignado.

-¡Viktor! –una voz grave les sorprende desde atrás.

-¡Ah! –explama, pues al voltearse inmediatamente es abrazado por un alto y delgado hombre de cabellera rubia- ¡Yerik! –le corresponde con entusiasmo.

-Felicidades –sonríe casi imperceptible, lo justo que sus duras facciones le permitían.

-Gracias por venir, deja presentarte a mi esposo –dice lo último en tono amoroso- él es Yuuri –se sonroja levemente- Yuuri Nikiforov.

 -Es un placer –extiende su mano- soy Yerik…

-Él es el esposo de papá –le interrumpe al ver la confusión del japonés.

-¡Oh! –se sorprende, correspondiendo su saludo- mucho gusto conocerle.

-¿Papá y los demás vinieron? –pregunta, buscando con la mirada alrededor.

-Bueno –suelta un poco el aire, tocando su espesa barba- tu ma… tu papá –se corrige- fue a la cita con el obstetra, le prohibió viajar en avión y sufrir traslados prolongados, sus piernas comienzan a hincharse, el viaje desde Moscú sería complicado para Antonie, hizo una rabieta –ríe- se puso a llorar como si yo tuviera la culpa –menea su cabeza- pero envió a su “representante” conmigo, le perdí de vista en cuanto entramos al hotel, fue difícil que aceptara para que al final huyera .

-Es una lástima –su gesto entristece un tanto- me ha estado evitando desde que se enteró que me casaría.

-Ya se le pasará –se encoge de hombros- su madre le consiente demasiado, sólo es una pataleta.

-Eso espero –respara repentinamente en la incomodidad del de cabellos oscuros- Lo siento Yuuri, creo que no estás entendiendo nada –cambia al inglés.

-¡Ah! No, es sólo que… -se siente nervioso- aun no me aprendo todo el vocabulario y hablan muy rápido –se excusa.

-Ya tendrás tiempo de entenderlo –le palmea el hombro aquel alfa mayor- bien, realmente fue grato saludarles, pero debo ir a buscar a una hada escurridiza –frunce el entrecejo.

-Por supuesto Yerik, si la encuentras dile que no se vaya sin presentarse o despedirse –pide.

-Claro, yo mismo le obligaré o terminará sin internet y tarjetas de crédito por un mes –sonríe con malicia.

-Gracias –asiente.

 

 

Yuuri parpadea, despidiéndose mecánicamente del sujeto con mirada diabólica en busca de su víctima ¿Es que Viktor veía normal eso? ¿En qué loca familia se había metido? Se veía que todo es bastante “divertido” del lado de su suegro, mientras de los Nikiforov poco sabía, sólo uno que otro pariente lejano, así como también fue presentado con la esposa del doctor Popovich, que resultaba ser ni más ni menos que la hermana menor de Elena, una omega adorable aunque algo dramática, más no era la única, ésta misma contaba con una melliza, casada con uno de los socios que más invertía en el corporativo, todos pertenecían a un estatus económico bastante elevado, no lograba comprender sus exóticos intereses, se limitaba a seguir la corriente y no hablar demasiado de temas que desconocía por completo.

Al final lograron encontrar los sanitarios, el asiático entró casi corriendo, teniendo que aguantar sus necesidades fisiológicas tras tanto protocolo social, sintiendo un gran alivio en cuanto desocupó su vejiga, tarareó viéndose al espejo mientras se lavaba las manos, su esposo decidió esperarlo afuera así que se apresuró a finalizar con su pequeña escala técnica, pero justo antes de salir escuchó voces en el pasillo, dos específicamente, una de ellas la de Viktor, se asomó sólo un poco para cerciorarse de no interrumpir algo importante, pero grande fue su sorpresa al descubrir que la otra persona con la que su amado conversaba era justo el mismo chico que hace un par de horas le había insultado de forma tan déspota, dudando de cómo proceder, decide ocultarse, deseaba conocer qué tipo de relación tenían.

 

 

-¡¿Cómo quieres que comparta espacio con “ese tipo”?! –reclama.

-Es mi esposo, se llama Yuuri –aclara con paciencia.

-¡No lo aceptaré! ¡Mucho menos con ese nombre!

-Yuri… -su gesto se contrae decepcionado- ¿Por qué? Tú mejor que nadie sabes lo que significa para mí.

-Tú sabes porque –le golpea con el índice en el pecho, mirándole con fiereza, se da media vuelta, decidido a irse.

-¡Yuri! ¡Por favor! –le toma de la muñeca- sólo déjame presentarles –ruega, besándole la mano.

-¡Eres un idiota! –le da un puntapié en la espinilla, completamente encolerizado, yéndose a toda prisa.

 

 

El de ojos castaños se queda pasmado, no sabe que ha visto exactamente, pero le arde el pecho al notar a su esposo triste y adolorido, más aún cuando se trata de que el causante es otro omega al que también ve con amor. Sale de su escondite después de calmar su mente, dándole cada vez más vueltas al asunto con aquel rubio, uno con el que parece compartir el mismo nombre, se niega a aceptarlo, a creer que aquel malestar que siente crecer en su interior, corroyéndole el razonamiento, son celos, los guarda en lo más profundo de su ser, lo traga hasta que parece no existir y sonríe como si no supiera nada de lo que pasó, Viktor estuvo decaído el resto de la velada, ambos terminaron ahogándose en vodka y vino espumoso.

A la mañana siguiente la cabeza le punzaba, no podía siquiera incorporarse de la cama, su cuerpo se sentía pesado, entumido, con frío e incomodidad, se propone abrir los ojos, lográndolo a duras penas, arden, ve borroso, no sabe donde ha dejado los lentes de contacto, sabe que no está solo, percibe el olor de su esposo a un lado, así como su tibieza, vuelve a cerrar sus parpados y cuando los alza puede ver que el sol es más fuerte, lastimando sus pupilas, se queja, haciéndose un ovillo, Viktor sigue quieto y pesado como un tronco, ríe al notar que no lleva la camisa puesta, desearía verlo más veces así, ignora las marcas en la blanca piel del ruso por seguir su impulso de ir al baño, entonces se percata que no están en la mansión Nikiforov, que parece más bien la habitación de un hotel, intuye que sea el mismo en el que celebraron la boda y se despreocupa.

Después de un par de intentos logra sentarse en el colchón, tirita de frío, quejándose porque ninguno de los dos prendió la calefacción, extrañándose porque siente su piel pegajosa, su espalda adolorida y sus piernas temblorosas. Trastabilla cuando se pone de pie, adjudicando su malestar a una resaca, se estira dejando salir un gemido de satisfacción, camina hacia la puerta que supone lleva al sanitario y entonces algo se desliza entre sus muslos, algo húmedo y viscoso. Ah, está desnudo.

 

 

Notas finales:

 

Bien, el capitulo de hoy fue mucho menos rosa que los anteriores, vemos ya un poco del mundo que le espera a Yuuri y las situaciones donde se ve involucrado, por fin apareció Yurio :O no lo odien, tiene sus razones para actuar de esa manera, con el tiempo lo sabrán n.n

A partir de acá la historia irá avanzando más rápido, nuestra dulce parejita comenzará a tener algunos altos y bajos, pero no se preocupen, todo es por el bien de su relación y la trama xD

Ahora les dejaré mis típicas preguntas xD

¿Por qué creen que Yurio repudia a nuestro Yuuri?

¿Qué relación tienen Viktor y Yurio?

¿Qué dificultades presentará el Viktuuri?

¿Qué pasó en esa noche loca de copas?

¿Qué pasó con el hard?

 

Esas y más respuestas en el siguiente capitulo ;)  Intentaré actualizar sin falta éste domingo, pues el siguiente será casi imposible, les voy a visando, sino trataré de actualizar de nuevo entre semana, muchas gracias leer, contestaré sus comentarios mañana n.n

Matta nee~ 

 


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