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Dulce Viktor por vitalife

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Notas del capitulo:

¡Hola!


Lo sé, un poco bastante tarde, pero no digan que no les quiero, tengo que levantarme en 6 hrs a trabajar, así que no se pueden quejar(?)


Graicas a las personitas que siempre dejan su review n.n


 


Aracelly


Anakzanamu


Paty Tzn


Ciel-Sakura


 


Sin más, el fic~ 

 


 


Murmullos, risas, el descorche de una botella, la efervescencia del vino espumoso vertiéndose en una delgada copa de cristal, es frío, dulce, delicioso.  Yuuri deja salir una suave risa, sin saber del todo porque lo hace, sólo se deja llevar por el cosquilleo que le provoca el alcohol en la sangre, Viktor por su parte, con un brazo retiene a su esposo por la cintura, perdido en sus pensamientos con un vaso corto y ancho en la mano. Estaban en un rincón, cerca del enorme ventanal que colindaba con el jardín, recargados en la pared, observando cómo se desenvolvía la celebración, completamente ajenos a lo que pasaba, el ruso recodaba con antipatía todos los eventos que había sufrido esa noche, forzando a sus facciones a mantener un semblante contrario a lo que sus sentimientos le dictaban, complaciendo a Elena que no para de intentar incluirlo en discusiones referentes a los negocios familiares, no es que simplemente no le importara, pero es su boda, algo hermoso y memorable para pasar con Yuuri, no con un montón de viejos hambrientos de dinero; está molesto, sobre todo porque su pareja se vio involucrada, incomodándole con el protocolo, percibiéndolo ansioso y un tanto retraído, no era lo que él planeaba para ese día, sin embargo sospechaba de que en eso se convertiría, una reunión más para hablar de trabajo y presumir los ceros en la cartera.


Tomaba de su bebida, misma que parecía simple agua, más no era así, cada trago raspaba su garganta, pero le agradaba sentir como su cabeza dejaba de atormentarle entre sorbo y sorbo, terminando por relajarle, el japonés se recargó en su hombro, le mira sonreír y frotarse con él, ronronea cariñoso, generando que su interior se agite, sus feromonas reaccionan a los mimos de su pareja, sucumbiendo a la necesidad de oler los oscuros cabellos, pero sólo encuentra laca y engomado, entonces su nariz busca un lugar donde saciar su sed, llegando hasta el cuello donde los dulces lirios le invitan,  sus labios se humedecen, besando aquella zona lentamente, como si no quisiera apartarse, el menor se estremece, su piel se eriza, con sus manos le aparta, y justo cuando está por insistir con su ataque, el omega le atrae a su boca, devorándole los labios.


No sabe, ni le interesa saber que ocurre a su alrededor, si están siendo muy vistosos, o simplemente ignorados, todo es como debería en un principio, sólo son Yuuri y Viktor. Es maravillosa la sensación, nada más existe, por lo que no importa si le abraza, tocándolo sobre la ropa, respirando su aliento, su exquisito aroma que turba sus sentidos, lo escucha acallar a medias un gemido, uno tímido y vergonzoso, que le hace desear escuchar más como esos.


Ya no escucha la música, ni siquiera están en el salón, trae en su mano una tarjeta, desconoce su procedencia, tiene un numero, también el nombre del hotel, caminan por largo pasillo, Yuuri está colgado a él, su respiración es fuerte, está muy sonrojado, se muerde los labios, sus ojos chocolate derretidos, extasiados,  aquello le inquieta, desesperado por encontrar algo que no recuerda que es, hasta que el numero del plástico que trae en su palma coincide con el de una puerta, algo hace click en su cabeza e intuye que ese es su destino.


A penas entrar, un torbellino de esencias se entremezclan, la cabeza le da vueltas, su cuerpo es sumamente ligero, de repente siente la suavidad del colchón, el cómo es tocado y despojado de sus prendas superiores, su respiración es robada por candentes besos, mismos que bajan hasta su cuello, su clavícula y poco más, pero se detienen, su esposo se queda inmóvil, abre los parpados, está sentado sobre su regazo, quitándose la corbata con rabia, viéndole con el entrecejo contraído, los ojos inundados en lagrimas, dejándolas caer una a una al igual que su camisa.


 


 


-¡Sólo mírame a mí! –le grita- ¡Sólo dime que te vas a quedar conmigo! –solloza, encogiéndose, ocultando su rostro.


-Yuuri… -no comprende lo que está pasando, pero le abraza, sintiéndole temblar entre los espasmos por el llanto- ¿Qué pasa? –ciertamente su cerebro no está en su mejor momento, pero se esfuerza por pensar como aliviar el dolor de su amado.


-Viktor –se aferra a él, hasta arañarle la espalda- tómame, márcame –ruega.


-¿Es lo que quieres? –su pareja  asiente- ¿Dejarás de llorar? Y ¿Te sentirás mejor?


-Por favor –su voz se quiebra.


 


 


Deshace el abrazo, acariciándole con ambas manos las mejillas, intentando borrar el rastro de su dolor, le regala pequeños besos llenos de amor, de consuelo, le recuesta lentamente, con cuidado, como si fuese el cristal más frágil, pero no se posa sobre él , lo mantiene a su lado, ambos de perfil, secándole las pestañas con el dorso de su índice, tocándole el contorno de su pequeña nariz, delineándole los labios con el pulgar, Yuuri sólo le observa, aun con las emociones a flor de piel, tranquilizándose lo suficiente para que sus lagrimas dejaran de brotar, aun así el hipar en su cuerpo persistía, incluso cuando sus bocas volvieron a juntarse, sutil, húmedo y suave.


Pasa su mano superficialmente por la piel blanca del japonés, contando sus costillas, hundiéndose en su cintura, sobándole el vientre, sintiéndolo retorcerse, con algo de paciencia logra desabrocharle el pantalón, deslizándolo hasta donde puede, percibiendo que las medias y el liguero siguen allí, claro, se escaparon antes de que aquello sucediera por lo que el menor se salvó de tal vergüenza, y era cierto, aquella tienda contaba con el mejor encaje italiano, hacían un hermoso juego con aquellas pantaletas abultadas.


 


 


-Viktor -suspiró cuando sus genitales fueron frotados a través de la tela- te amo.


-Yo también te amo, mí Yuuri –inhaló con fuerza, embriagándose con sus dulces feromonas, lamiendo tímidamente un camino desde la mandíbula al pecho de su esposo.


-¡Mmn! –gimió, sosteniendo con ambas manos la cabeza platinada, deshaciéndose ante la traviesa succión en uno de sus pezones- se siente raro –atina a decir.


-¿Me detengo? –pregunta desde su posición, con las mejillas y nariz ruborizadas.


-N-no… -jadea cuando reanuda su labor, mojándosele la retaguardia por la excitación.


 


 


Le agarra de las caderas con firmeza, pues el menor ha empezado a moverlas, segregando un empalagoso olor que le causa picor en sus fosas nasales, su respiración también se agita, jalando el aire por su boca, entorpeciendo su cometido de causarle placer a su omega, se detiene aturdido, ve borroso, recarga su frente en el pecho contrario, más no logra sentirse mejor, pronto es abrazado, atraído al japonés, aquel que se coloca bajo él, enredándole las piernas en su cintura, ronroneando audiblemente.


 


 


-Yu-Yuuri –su voz entrecortada- detente… tus fero… monas.


-Tómame, Viktor~ -le susurra sugerente al oído.


 


 


 


 


Después de eso todo está en blanco, no recuerda nada.


Está sentado en el borde de la cama, con los pantalones mal colocados, la cabeza entre las manos, tratando de hurgar más en su mente, pero es en vano, la resaca le está dando una mala pasada, ¡¿Qué fue lo que hizo?! ¿Dónde está Yuuri? Ni siquiera puede moverse demasiado, sufre nauseas, se recarga con sus manos hacia atrás, la mirada perdida en el techo, sus dedos sienten algo extraño entre las sabanas, están mojadas y algo rugosas. Baja la cabeza, esperando no sea lo que cree o morirá de la vergüenza cuando las mucamas vengan a limpiar y sepan que el heredero de los Nikiforov hizo un desastre en la cama, pero cuando descubre lo que es, sólo por un momento, deja de respirar.


Sus manos tiemblan, su corazón late con fuerza, comienza a hiperventilar. En la blanca tela hay rastros de sangre y una mancha considerable del lado donde dormía su esposo, justo en ese momento le escucha sollozar desde el baño, alterando aun más su estado, creyéndose un completo monstro, se jala de los platinados cabellos, generando que su dolor de cabeza se acentué, el mareo se apodera de su cuerpo, quiere vomitar, el aire que inhala no es suficiente, su visión se oscurece en los bordes, más no puede dejar a su amado como está, debe ser razonable, se arma de valor, tambalea sintiéndose débil, camina casi arrastrando los pies, aun con el pecho contraído, toca a la puerta, llamándole temeroso a su pareja.


 


 


-¡Viktor! –responde angustiado.


-¡Yuuri! Yo… ¡Perdóname! –implora, deslizándose en el marco de la puerta.


-¡N-no… Viktor…! –le contesta con desespero- ¡Duele!


-Por favor, perdóname –dice con debilidad, sintiendo como una puñalada su rechazo- ábreme, debemos ir con un doctor.


-¡No es necesario! Yo… ¡Agh! –se queja. 


-¡Yuuri, por favor, ábreme! ¡No volveré a hacerte daño!


-¡Sólo ve a la farmacia! Trae pastillas para el dolor y… -hace una pausa, su voz suena avergonzada- tampones.


-¿Tampones?... –no comprende, hasta que lo procesa un poco, sonrojándose por su pequeña escena y sus apresuradas conjeturas, aun así su malestar persiste un tanto.


-¡Me está bajando el periodo, tonto! ¡Apresúrate! ¡Agh! ¡Duele!


 


 


El ruso tuvo que lidiar con el bochorno de ir a un establecimiento con su traje del día anterior, despeinado y con claras muestras de una noche de parranda, sumando el hecho de llevar los susodichos productos sanitarios, antiespasmódicos, dos botellas de rehidratantes, entre otras cosas, que causaron una sonrisa en la dependienta. También habló a la mansión Nikiforov informando que necesitaban un cambio de ropa nuevo para cada uno, mismo que llegó en menos de una hora, mientras su esposo tomaba una ducha caliente después de ingerir sus pastillas, se había negado a salir o ser visto hasta que se vistió, apareciendo con el rostro colorado por la vergüenza.


 


 


-Es tu turno… -huyó de su mirada, encorvándose un poco- siento el malentendido.


-No, fue un alivio para mí –suspira- con respecto a lo de anoche…


-¡Ah! –se movió con nerviosismo- no pasó nada… -afirmó.


-¿Estás seguro? –se incorporó del sillón donde descansaba, yendo hacia él.


-Si –dice tocándose cerca del cuello de su chaqueta.


-Yuuri… -reprende, sospechando que algo le oculta, apartándole la mano con la que se cubre, descubriendo una amoratada mordida en la blanca clavícula- Yo te lo hice –sus ojos entristecen.


-Te desmayaste después de eso –acepta- no me…  creo que no lo terminamos, no recuerdo mucho –agacha la cabeza.


-Lo siento…  -le imita- creo que es mejor que vayamos a casa.


-E-está bien, puedo esperar a que tomes un baño, ya no siento molestias.


-¿Éstas seguro? –el omega asiente- Lo haré rápido entonces –le besa la frente.


 


 


Un lustroso auto negro ya les esperaba en la entrada del hotel, llevándoles en una dirección diferente a la que el de cabellos oscuros conocía, apartándose un poco del ajetreo del centro de la ciudad, adentrándose en una colonia un tanto más tranquila y familiar, llegando a un bloque de departamentos de brillantes cristales, con un sofisticado sistema de seguridad. Caminaron dentro del recinto, pasando por una elegante recepción donde fueron saludados con cordialidad, tomando poco después un elevador, el mayor marcó el piso once, sin soltarle la mano en ningún momento, una vez las puertas se abrieron, guió al japonés por un amplio pasillo donde sólo existía una puerta, deslizó una pequeña escotilla y digitó una contraseña, el seguro chasqueó.


El primero en recibirlos fue Makkachin, ladrando y meneando la cola, posó sus patas en el pecho del de ojos castaños, quien le acarició sorprendido por encontrarlo allí, pronto realizó el mismo saludo con su dueño, dando saltos mientras ingresaban. Yuuri abrió su boca no más entrar a la sala, una pared era enteramente un enorme ventanal que terminaba en el segundo piso del departamento, o más bien, pent-house, regresándole una mirada de incredulidad.


 


 


-¡¿Ésta es nuestra casa?! –exclamó, pasando sus ojos por la amplitud de la planta baja, donde se encontraba la ya mencionada sala con un sofá de tres plazas junto a dos individuales, la cocina de acero inoxidable y granito con una larga barra como desayunador, un estudio que parecía más bien una pequeña oficina, un almacén y un sanitario.


-Es pequeño, sólo cuenta con dos habitaciones, si tenemos cachorros deberemos buscar otro sitio, sólo es para empezar –sonríe.


-¡Dijiste que nada ostentoso! –le señala- y esto está muy lejos de ello –no estaba molesto, sino incomodo.


-Papá no me dejó comprar algo más… “austero”, además, sólo seremos tu y yo, quiero estar tranquilo de que estarás seguro y cómodo.


-¿Por qué? Puedo estar seguro y cómodo en un departamento normal –alza una ceja, siendo un tanto más sarcástico de lo que planeaba.


-Eres el esposo del futuro dueño mayoritario de NK Corp, existe gente muy malintencionada afuera, nunca está de más tener precauciones –trata de convencerle.


-¿Estás diciendo que es peligroso que estemos casados? –comienza a alterarse.


-¡No! Sólo que… -suspira-si intentaran chantajearme a través de ti, no me importaría gastar toda la fortuna de los Nikiforov porque estés bien… No sé si sea el mejor momento para decírtelo –duda, sintiéndose nervioso.


-¿Qué cosa?


-Cuando era pequeño sufrí de un atentado junto a papá, no pasó a mayores, pero intentaron secuestrarnos, nuestro guardaespaldas hizo un gran trabajo –le vio con vergüenza- nunca volvió a suceder, pero me volvería loco si se repitiera contigo.


-Entiendo… -le veía con el miedo en los ojos.


-No te preocupes, no era mi intensión asustarte, quizás pase toda una vida y nunca sufras nada parecido, por favor, déjame protegerte –le abraza- sólo puedo confiarte a una persona y esa es Yakov –se separa sólo un poco para sonreírle- fue quien nos salvó en aquella ocasión, parece algo viejo pero te aseguro que es más hábil y fuerte que cualquiera de los dos, será tu chofer y guardaespaldas cuando salgas de casa.


-Todo esto es algo abrumador, pensaba que Yakov era tu maestro en la universidad o algo así –se toma la cabeza aun procesando la información.


-En realidad, si es mi maestro pero en otro tipo de “tareas”, después del incidente tenía miedo de salir a la calle, pero él me tuvo paciencia, pasaba tiempo conmigo y me enseñó muchas cosas, entre ellas defensa personal, aunque estoy algo oxidado, necesito volver a entrenar –medita.


-Vaya… -no sabe que decir- aun hay muchas cosas que tienes que contarme, en especial esas que son importantes.


-Claro, ya habrá tiempo de charlar, ahora –vuelve a abrazarle, ésta vez por la espalda, recargando su barbilla en el hombro del menor- ¿Te gusta?


-¿Por qué el cambio de tema? –estaba tenso.


-Es sólo que no me has dicho si te gusta nuestro… nido –se cohíbe.


-¿De verdad estás nervioso por algo así? –sonríe al fin, recargándose en él.


-Por supuesto, es algo normal ¿Sabes? –se queja haciendo un leve puchero.


-Oh, está bien –accede- es bonito.


-Y aun no has visto la segunda planta –sus labios forman un corazón.


 


 


Es una recamara sumamente espaciosa, una enorme cama King size se encontraba justo al medio, con un buró a cada lado, adornados con su respectiva lámpara, un lindo tocador de espejo redondo a un costado de ella, una pantalla plana empotrada en la pared al frente,  así como la entrada al baño o más bien, al vestidor, un gran closet donde bien podría caber su propia habitación en Japón, sus maletas se encontraban desempacadas y su ropa acomodada. Una puerta les dirigía al sanitario, el cual contaba con dos lavabos con un espejo más que llegaba hasta el techo, más un sofisticado wáter incorporado con un asiento electrónico del país nipón, al fondo un jacuzzi para por lo menos dos personas. Mientras la habitación de “huéspedes” o del primer cachorro como solía decir el de ojos azules, es de la mitad del tamaño a la principal, incluso el estilo de los muebles es un tanto genérico, pero se ve acogedora a la vista, con su cama de dos plazas, un buró, tocador, armario y su propio baño completo.


 


 


-¿Por qué se ve tan distinta al resto de la casa? –pregunta curioso.


-No podía decidirme –frunce los labios- aun falta tiempo para la llegada de un bebé, apresurarme con la temática sería desastroso –suspira- ¿Rosa, azul, morado, verde? ¿Princesas, hadas, coches, animales? ¡Había tanto que escoger! Pero puedes decorarlo a tu gusto, por el momento será sólo para invitados. 


-Lo haremos juntos –invita, con las mejillas sonrosadas.


-Claro que si –le regala unos cuantos besos, haciéndole cosquillas.


-¡Es suficiente! –ríe.


-Ahora regresemos a la cocina, debes tener hambre –guiándolo de vuelta a la planta baja de su hogar.


 


 


Preparó algo sencillo ante la mirada sorprendida de Yuuri, pues la alacena y refrigerador estaban surtidos. Una torreta de “blinis” humeantes rellenos de requesón fueron servidos en aquella larga mesa de piedra pulida, provocando en automático una graciosa mueca en el japonés que dilataba sus fosas nasales olfateando con gusto, el aroma de las “crepas” es maravilloso. Comen y conversan de cualquier nimiedad, aun cansados y con resaca deciden descansar, cambiando a sus pijamas, con la calefacción encendida y Makkachin enroscado en un extremo del colchón, se acurrucan en la cama que compartirían a partir de ese día, dándose un corto beso y deseándose buen descanso.


Viktor le observa cuando los ojos castaños se cierran con evidente cansancio, perdiéndose en sus sueños rápidamente. Él lo sabe, su esposo actúa algo extraño, no está seguro del porque, pero en ocasiones parece metido en sus pensamientos o también, reaccionar a la defensiva ante cualquier pequeña cosa que comenta, es obvio que algo atormenta la mente del omega, quizás se encuentra estresado por el cambio, el choque de culturas, estatus social, el viaje, sus “hormonas”, pero el no estar seguro le inquieta, ha hecho todo lo posible porque esté cómodo ¿Qué hizo mal? ¿Qué pasa con Yuuri? Teme preguntar y que la respuesta sea poco amable o incluso que decida regresar a Japón, sí, es una tontería de su parte, pero no sabe lidiar con sus emociones cuando él está involucrado, Yuuri es su todo.


Pasa por lo menos una hora meditando las posibles razones, incluso baja por un té y así poder relajarse, encontrando al menor sentado en la cama, buscándole adormilado mientras se tallaba los ojos, vuelve a recostarlo, éste se deja hacer pero se aferra a su cuerpo, como si se tratara de una almohada gigante de su uso propio, sonríe ante esa manía y le corresponde, acomodándose junto a él, respirando su fragancia, dejándose envolver, termina por rendirse, durmiéndose.


 


 


Las pisadas de unos pies descalzos suenan con travieso eco, apresurados y cortos, son los de un niño, sabe a quién pertenecen, pero no puede levantar su cabeza, es pesada, se hunde entre sus piernas, está sentado en el suelo, percibe la frialdad de las baldosas a través de su ropa, abraza sus rodillas, no puede ver nada, su cabello cubre su rostro como una cortina, pero algo puede asegurar, siente un gran dolor en su pecho, uno que le hace llorar hasta mojar su ropa, sorbiendo su nariz, reteniendo el grito en su garganta, aquella que también le lastima, tanto que ni siquiera nota como sus uñas se encajan en la piel de sus brazos. Los diminutos pasos se detienen muy cerca,  una exclamación queda, como un suspiro, le alerta que no está solo, unas pequeñas manos le tocan, él se encoge en sí mismo, pero aquella presencia persiste.


 


 


-Vitya ¿Qué pasa? –una suave e infantil voz le llama, pero se niega a responder- mamá dijo que vendrías, yo acabo de llegar de la escuela –informa- ¡Tenía muchas ganas de verte! –se entusiasma, pero su ánimo decae al no ver resultados en el otro- ¿Te sientes mal? ¿Te duele la barriga?


-No es nada… -dice al fin, con voz rasposa, limpiándose el rostro con su mano, regalándole una sonrisa rota.


-¡Oh! ¿Qué le pasó a tu cabello? –alcanza las hebras platinadas- ¿Te lo cortaste? ¿Por qué?


-¿No me queda bien? –trata de sobrellevar la conversación.


-No lo sé, es distinto… -analiza con sus enormes ojos color jade- me gustaba tu cabello largo… ¿Es por eso qué lloras?


-… -sus facciones se desencajan en una mueca adolorida, muerde sus labios, aquellos que tiemblan al contestar- si, es por eso –agacha la mirada.


-¿Te arrepentiste? –mueve su cabeza con preocupación.


-Si… me arrepentí –no logra retener por más tiempo sus lágrimas, volviendo a esconderse tras sus rodillas.


-No llores Vitya, puede crecer, eso dice mamá –asegura.


-Lo siento… en verdad lo siento… -solloza.


-Vitya… -sus pequeñas manos se contraen, sin saber cómo calmarle- estaré contigo ¿Está bien? Me quedaré aquí –se sienta en un costado del mayor- no llores –le abraza como puede, sin lograr abarcarlo, deja caer un poco su peso- no me iré hasta que tú me digas ¿Si? –después de eso el adolescente le envuelve dejándose llevar, ocultando su rostro tras el frágil hombro, un dulce tarareo le tranquiliza de a poco, suaves palmas le acarician le espalda.


 


 


-¡Viktor! –su cuerpo es sacudido.


-¿Yuri? –su visión se encuentra borrosa.


-¿Estás bien? Parecías tener una pesadilla –suspira aun afligido-  estabas llorando.


-Lo siento… -se incorpora, sentándose- no recuerdo que estaba soñando.


-Quizás fue por dormir demasiado, ya casi amanece… o el estrés de la boda –huye de sus ojos.


-¿Por qué dices eso? –frunce las cejas, analizándolo.


-Tú sabes, la organización y todo ese protocolo –se encoge de hombros.


-¿Estás estresado, Yuuri? –indaga.


-Un poco… -admite- el viaje, el cambio de horario, mi… periodo.


-Ah, así que era eso –toca su propio pecho con alivio- habías estado raro desde ayer o ¿Era antier?


-No pasa nada –sonríe.


-¿De verdad? Estaba preocupado por ello –le acaricia la mejilla con el pulgar.


-Estoy bien… -le abraza, ocultándose en su pecho- estoy bien.


 


 


El ruso decidió darle a su esposo el espacio suficiente para que se relajara, no lo presionaría preguntándole, ni acosándole con sus mimos, quizás aquello le alteraría más de la cuenta, Yuuri estuvo irritable los días después de aquella conversación, frío y poco comunicativo, pero fue paciente, pues entendía su situación, la menstruación en un omega era desgastante. Lo que no imaginó es que aquello desencadenaría una serie de sucesos las semanas siguientes.


 


 

Notas finales:

 


Ahora, retomando un poco la historia de ésta parte, tuvo sus altos y bajos, sé también que es bastante disperso, pero pulirlo más me llevaría otra semana, los puntos a tratar están allí aunque me faltó detallarlos un poco, quizás en el siguiente lo retome mejor desde el punto de Yuuri, pasarán muchas cosas, hagan sus apuestas xD


Sino termino escribiendo otro rumbo en la historia, les aseguro que ya tengo una parte del siguiente capitulo, sino posiblemente esa escena se posponga un poco más, adivinen que es... les doy una pista, es algo que pasa después del periodo.


En fin ¿Se aclararon algunas de sus dudas? o ¿Ahora tienen más?


Por cierto, algunas chicas se alteraron por la actitud de Yurio e hicieron conjeturas un tanto rebuscadas, incluso le insultaron, tranquilas, es parte de la trama, como les he dicho en notas anteriores, al Viktuuri no le pasará nada malo n.nU lean otra vez el cap anterior, yo sé lo que les digo xD 


Sin más, les traigo mis típicas preguntas:


¿Qué es lo que tiene Yuuri? (Aun que es obvio).


¿Qué le pasó a Vitya de adolescente? (un par de personitas ya descubrieron un poco sobre eso).


¿Fue un cap extraño? (a mi me lo pareció).


¿Se esperaban que Yakov fuese un guardaespaldas?


¿Tienen alguna duda en especial que quisieran que tratara en el fic? (Dejen acá sus dudas y sugerencias).


¿Y pa cuando el hard? (Ya falta menos).


 


Me estoy muriendo de sueño así que me despido, en el trascurso del fin de semana responderé a sus comentarios del cap anterior, muchas gracias por leer y hasta el siguiente cap.


Matta nee~


 


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