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Dulce Viktor por vitalife

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Notas del capitulo:

 

¡Hola!

Sé que he andado algo desaparecida, pero la vida laboral me absorve mi existencia xD y los compromisos sociales... que sólo tengo el domingo para escribir a conciencia y actualizar, que me interrumpan mi sagrado domingo por convivir con otros seres humanos, no es de Diosito DX ... ¿Entonces que hago subiendo capítulo el viernes? Pues bien, tuve algo de tiempo muerto ésta semana en la oficina, no le digan a mi jefa que me puse a escribir historias de monitos gays mientras se descuidaba xD

Especiales gracias a:

elena

 

Sin más el fic~

 

 

 


La Universidad Estatal de San Petersburgo, a pesar de ser una institución pública, derrocha elegancia y lujos, no por nada es una de las universidades más antiguas de Rusia, casi trecientos años desde su fundación por el Zar Pedro I. Se encuentra formada por antiguos edificios, donde moran diferentes departamentos educativos, desde carreras administrativas, economía, matemáticas y leyes, hasta ciencias sociales, médicas y biológicas; cuenta con un gran catálogo de donde escoger y él, Yuuri Nikiforov, seguía sufriendo de su crisis existencial: ¿De qué le gustaría trabajar en el futuro? ¿Realmente necesitaría hacerlo? Después de todo, Viktor es prácticamente un magnate, heredero de una conocida franquicia de hoteles, seguramente se encapricharía por consentirlo y sobreprotegerlo, sería un gran problema lidiar con la situación, pero ¿Realmente existía algo que llamara su atención? La respuesta es: no. Por lo menos no lo suficiente para dedicarse el resto de sus días a ello, sin embargo, el formulario sigue frente a él, intimidándole con el espacio en blanco de su carrera a elegir, no podría seguir con el trámite sin designar una facultad, la presión que sentía por parte del personal ya es lo suficiente para ponerle nervioso, por suerte, les permitieron retrasar un día más la inscripción y aplicación de exámenes.


 


 


-Yuuri ¿Sucede algo? –pregunta con curiosidad su esposo.


-Eh… No –le sonríe, tratando de ocultar la maraña de pensamientos en su cabeza.


-¿Seguro? Haz estado observando la hoja de inscripción durante casi diez minutos, sólo hace falta la asignación de tu carrera ¿Sigues indeciso? –masajea los hombros del menor- siempre te apoyaré en lo que elijas.


-Viktor, nunca te he preguntado ¿De qué vas a graduarte? –cambia de tema, girando su cuerpo para verle.


-¿No lo mencioné? –su rostro cambia a una expresión de sorpresa- Negocios internaciones y finanzas.


-Vaya, algo muy acorde a ti –suspira-, supongo deben gustarte esos temas.


-En realidad no –admite-, pero si planeo seguir con los negocios de la familia, debo saber cómo hacerlo –explica con seriedad.  


-Entonces… ¿Qué habrías estudiado sino fuera por eso?  -dedica su total atención al ruso.


-Yo… -se sonroja levemente, baja la mirada y sonríe- Artes, es algo que me encanta.


-¿De verdad? –Ciertamente no lo esperaba.


-Llegando a casa podría… enseñarte los cuadros que guardé en el almacén, quizás no son tan buenos para una galería, pero los hice yo mismo, a papá le gustan mucho, tiene algunos en casa –conecta sus miradas con timidez.


-Me encantaría –asiente, saber de aquella faceta de su esposo le emociona- eso quiere decir que, las pinturas en aquella habitación, en casa de Elena ¿Son tuyas?


-¿Entraste a mi habitación? –su rubor se intensifica.


-Bueno, no tenía muchas cosas que hacer mientras te “esperaba”, tu sabes… -no termina la frase, pues se siente observado.


-Oh, de hecho también pedí que los empacaran, si te gustan podríamos colgarlos, aunque no van mucho con nuestra decoración... Yo...


-¡Ejem! –una chica interrumpe su conversación- ¿Ya terminaron de llenar la ficha de inscripción? –sonríe, aunque sus ojos no lo hacen, denotan cierta molestia.


-Sí –se apresura a contestar- sólo cinco minutos más.


-Claro –le facilita un taloncillo de registro con su nombre impreso- en cuanto termine, diríjase al aula 312 del edificio C, su examen comenzará en quince minutos, entregue éste papel al profesor encargado, poco después se le realizará la evaluación de inglés y ruso en el salón contiguo, tendrá un descanso de treinta minutos entre cada uno, por lo que procure ser puntual –enlista con rapidez.


-Eh… Entendido –su tono de voz le incomoda, pero a decir verdad, estaban desperdiciando el tiempo de la chica.


 


 


Dejando a un lado sus inquietudes, meditó por unos segundos, tomando a Viktor como ejemplo para elegir una decisión, él sí tiene la opción de escoger, no debe menospreciar los esfuerzos que su esposo hace por seguir adelante, le gustaría estudiar algo donde pudiera ayudarlo y no ser una carga, por más que éste se resistiera. En ese momento, una magnífica idea le surgió, escribió rápidamente y entregó por fin el formulario. 


 


 


-Debe ser aquí… -es guiado por el de ojos azules- no he visitado mucho el edificio C –comenta con ligereza.


-Creo que viene un encargado –dice, comenzando a ponerse nervioso.


-Tranquilo Yuuri, lo harás bien –le besa en la mejilla-, te esperaré en la cafetería del jardín, háblame si quieres que venga por ti ¿Ok? –su voz es suave, trasmitiéndole cierto grado de serenidad.


-Ok –le responde en el mismo tono, entrecierra sus ojos y deja que una caricia corta toque sus labios, saboreando el aliento fresco del mayor.


-Nos vemos, Cariño –se despide, para voltear a ver al hombre que esperaba a cierta distancia en el pasillo-, buenos días, Profesor Emil.


-Buenos días, Viktor –sonríe- ¿Es tu novio quien hará el examen? –pregunta con entusiasmo.


-Es mi esposo –aclara, enseñando con especial gusto, el anillo en su dedo-, nos casamos hace casi un mes en Japón.


-Oh, vaya, ¡Felicidades! –le estrecha la mano enérgicamente- ¡Felicidades! –hace una ligera reverencia al menor.


-Gracias –inclina su cabeza con timidez.


-Pensé que era tu hermano o algo así, por el apellido, cuando vi el examen en japonés, me confundí un poco –admite, rascando su nuca mientras se dirige al ruso-, ¡Cierto! No me he presentado debidamente –voltea en dirección del asiático-, soy Emil Nekola, el profesor a cargo de tu evaluación de curso, encantado de conocerte, disculpa a éste profesor despistado.


-Es un gusto conocerle también –observa al curioso hombre, Rusia, sin duda, es un lugar extraño.


-No me hables de usted, no soy tan mayor –ríe- sólo estuve unos cursos arriba de Viktor –aclara-, será mi segundo semestre como docente… -observa su reloj- ¡Ah! Ya es hora de empezar –se dirige a la puerta para ingresar al aula- adelante.


-Claro –camina hacia el punto señalado, pero se detiene, girándose para ver a su esposo- iré en cuanto termine.


-No te preocupes, tomate tu tiempo –su gesto acorazonado aparece, dándole ánimos.


 


 


Le sorprendió ver el examen en perfecto japonés, sabía que muchas universidades contaban con departamentos de idiomas, debido a los constantes “intercambios”, además de convenios por parte de las leyes que protegen y velan por el bienestar de la comunidad alfa-omega, gracias a las campañas del Banco Genético, mismo que está estrechamente vinculado con la Organización de las Naciones Unidas y otras ONG. Presenciar directamente la magnitud de aquello que sólo vio en libros, le impresionaba, ya que Japón es un país con una alta tasa de omegas en comparación con la cantidad de alfas, es bastante raro ver un extranjero fuera de la zona turística, los enlaces internacionales son escasos, por lo que su situación con Viktor es considerablemente especial, incluso en esos pequeños detalles, su nación persistía en mantenerse aislada, por otra parte, en Europa, las cosas son muy distintas, ya que sufren de sobrepoblación de alfas, siendo los de su género, escasos y codiciados, no es de extrañar que Suiza, Alemania y otros países de la unión europea, fundaran el ya tan conocido, “Banco Genético A-B-O”.


A pesar de todo, los betas no se metían mucho en ese mundillo, sólo aquello que fuese estrictamente necesario, si bien, para ellos es común convivir con los otros “géneros sexuales”, gran parte desconocía los pormenores de sus vidas cotidianas, limitándolos a la teoría y el que hacer en casos de una “emergencia” provocada por sus “salvajes instintos”, exceptuando por supuesto, a los médicos especializados en la materia, pero algunas personas, sobre todo, de edad algo avanzada, les trasmitían cierto rechazo. 


Aun años atrás, las parejas con los mismos órganos sexuales exteriores, eran mal vistas, actualmente ese prejuicio se dejó atrás, algunos vestigios de ello eran vistos de vez en cuando, especialmente en familias conservadoras, donde los roles de género suelen ser muy marcados, así como persistían los matrimonios entre hombre y mujer, independientemente del subgénero, como lo era el caso de sus suegros. Sólo esperaba que Elena no intentara inmiscuirse más de la cuenta en la relación que mantiene con su esposo, su presencia y carácter, evidencian que es una persona que no retiene mucho sus instintos alfa, tratando a Viktor todavía como un cachorro, es algo que le molesta, pero debía admitir que su pareja a veces suele ser muy despistada, ganándose unos cuantos regaños de más en relación a su trabajo. Quiere creer que sea únicamente eso.


 


 


-¿Listo? –sonríe.


-Sí… -entrega el examen- ¿Él siguiente será en el aula 311?


-Así es –se incorpora de su asiento, tomando un par de carpetas- haz terminado éste rápido, tendrás cuarenta minutos libres, pero si gustas puedo hablar con el profesor de inglés y revisar si puede adelantar tu evaluación.


-Gracias, no se… no te preocupes, no quiero causar molestias –le sigue a la salida.


-No es molestia… ¡Oh! –su expresión cambia como si recordara algo- perdona, quizás quieras tener una pequeña cita en el jardín con Viktor –lo palmea en el hombro.


-N-no –se ruboriza.


-No hay nada de qué avergonzarse, es lo normal para un par de recién casados-levanta su pulgar, en un gesto de aprobación, dejando ver que también lleva un anillo en su anular- mucha suerte.


 


 


Después de unas pocas indicaciones por parte de Nekola, antes de su partida, logra encontrar la cafetería a pocos metros del edificio, era a simple vista, un pequeño kiosco con mesas rectangulares a su alrededor, en cada una de ellas está incrustada una gran sombrilla y a sus lados cuentan con largas bancas sin respaldo, todo aquello en una pintoresca explanada de adoquín, rodeada de arbustos, pinos y algunas macetas con plantas que empiezan a florecer. A lo lejos, logra vislumbrar a su amado, entretenido en una llamada telefónica, parecía feliz, por lo que decidió no interrumpir y acercarse lentamente.


 


 


-Lo siento, lo siento –ríe- ya te lo dije, no lo olvidé, sólo estaba ocupado… Está bien, lo compensaré de alguna manera… -suspira- ¿Compras? ¿Pastel? ¿Entradas a conciertos? Podríamos hacer un viaje con Yuuri, el aún no conoce muchos lugares y… ¡Hey! ¡No vayas a colgarme! –baja los hombros, para luego observar la pantalla, la llamada había finalizado.


-¿Viktor? –toma asiento frente a él- ¿Con quién hablabas? –Está curioso.


-¡Yuuri! –su semblante apático cambia en cuanto sus ojos se cruzan- ¿Cómo te fue?


-Bien –levanta una ceja.


-Hablé con Yerik para preguntarle de papá, ya está en casa, pero requerirá de algunos cuidados, tiene inicios de preeclampsia, fue diagnosticado a tiempo, pero le causó a todos un gran susto cuando se desmayó y no reaccionaba, hasta que le llevaron al hospital –informa un tanto más sosegado que hacía unas horas.


-Eso es un alivio, que no pasara a mayores –se percata de la palma del mayor sobre la mesa, por lo que decide tomarla con cariño, en una muestra de apoyo.


-Gracias –le besa el dorso de la mano-, también hablé con papá, se estaba quejando de Yerik por sobreprotegerlo y no dejarlo comer lo que quiere –ríe- ¿Podríamos ir a visitarlos éste fin de semana? Quizás le ayude a distraerse, además, desea vernos.


-Cómo gustes –asiente, con las mejillas sonrosadas por aquel mimo en público-, yo también quisiera verle y preguntarle algunas cosas.


-¿Acerca de qué? –indaga.


-“Cosas” –sonríe con picardía.


-¡Yuuri! –su rostro se colorea, entendiendo la indirecta- es muy pronto para decirle ese tipo de cosas…


-Lo notará al olernos y preguntará –su mirada, condescendiente, lo dice todo.


-Es verdad… -se encoje en su sitio, con vergüenza, imaginándose más de alguna imprudencia del francés.


-Y… -no se atreve del todo a investigar- al final… ¿Con quién hablabas?


-¿Escuchaste? –suspira- mi hermano hizo una rabieta porque olvidé su cumpleaños la semana pasada ¡De verdad no fue mi intención! –se excusa, cuál hubiese cometido un crimen-, es sólo que fue en los días que discutimos y después tú… -susurra- celo, no me percaté de la fecha.


-Oh, lo siento… -baja la mirada, le apena ser parte de la problemática.


-No, yo tampoco tuve cuidado, más ahora que no estamos en buenos términos –soba su cuello-, yo siempre fui muy unido a él, mi primer hermanito, pero creo que, desde que se enteró de nuestra boda, me evita, no quiere verme o hablar conmigo; olvidar su cumpleaños, sólo empeoró la situación, para complicar más las cosas, intenté ofrecerle un viaje, nosotros tres, para que se conocieran mejor y dejara de lado su resentimiento, me contestó furioso y cortó, ahora debe odiarme –se toma la cabeza con frustración.


-¿Pero por qué está tan molesto? –no lo entiende.


-Son muchas cosas, pero sospecho que fue por algo que le prometí cuando era niño, al casarme contigo, la rompí, aunque no es necesariamente el caso, creo que lo tomó muy personal… -aprieta la mano del japonés, tocando la sortija que adorna aquellos dedos, busca entrelazarlos con los suyos- bebamos algo –cambia de tema-, aprovecharé la visita en casa de papá y hablaré con él, hasta entonces, disfrutemos nuestro tiempo juntos.


-¿Estás seguro? –corresponde la caricia.


-Claro –sonríe- pide lo que quieras, las crepas aquí son deliciosas.  


-Viktor, creo que no te lo he dicho, pero… -toma aire- ¿Sabes que puedes confiar en mí? Cualquier cosa de lo que desees hablarme, te escucharé ¿Está bien? –expone con seriedad. 


-¿A qué viene eso? –se descoloca, confundido.


-A veces siento que te guardas todo para ti mismo, incluso cuando estuve “indispuesto”, te sobre exigías, no quiero que cargues tu solo con las cosas, por favor –sus ojos chocolate, suplicantes, buscan persuadirlo.


-Yuuri… -esquiva su vista- no quiero que pienses que soy un alfa poco calificado.


-¡Viktor! Yo no pienso eso de ti, haces demasiadas cosas por mí y no sé cómo ayudarte, te veo con estrés y preocupaciones, cosas que no me compartes, a veces está bien quejarse un poco, hablar de lo que te molesta, contarme más de tu familia, cualquier cosa que te haga sentir mejor, ni siquiera sabía que pintaras hasta hoy –se muerde los labios.


-Creo que no es un buen lugar para hablarlo… -da un rápido vistazo, moviéndose ansioso- conversaremos al regresar a casa; pero no tendrías por qué angustiarte, es mi deber velar por ti… -sonríe levemente- muchas gracias, Yuuri, siempre logras sorprenderme, aceptando cada pequeña parte de mi –besa sus nudillos.


-Viktor… -suspira con cierta decepción- no utilices tus encantos para distraerme, necesitamos hablar ésta vez –frunce las cejas, intentando parecer intimidante.


-¿Encantos? ¿Yo te encanto? –coquetea.


-¡Viktor!


-Cuando te enseñe mis pinturas, te hablaré de la historia que cada una de ellas guarda –cambia su voz a una más sedosa y sus ojos azules resplandecen.


-Eso es jugar sucio –enrojece, sintiendo su piel erizarse.


-Entonces… ¿Pediremos unas crepas? –sus labios forman un corazón.


-Me rindo –desliza la parte superior de su cuerpo sobre la mesa, completamente derrotado.


-¿Te gusta el dulce de leche?


-Sí, si… -le sigue la corriente.


 


 


Apoya su barbilla encima de la madera, observando la cándida expresión de su esposo, éste se incorpora para ir a realizar el pedido, lanzándole un discreto beso cuando llega al término de la fila, no puede retener un suspiro enamorado, algo dentro de él no quiere resistirse a tan apuesto hombre, sus feromonas florecen en respuesta, importándole poco que volteen a verlos de forma extraña, porque ¿Qué era más hermoso que ver a Viktor ruborizarse y tratando de disimular su gran sonrisa? nada, obviamente. Sin embargo, todavía, en lo profundo de su mente, una espinita se inquieta, la que le dicta que se está ablandando y doblegándose a sus instintos omega.


 


 


-Te manchaste de crema batida –señala.


-¿Aquí? –se toca una de las comisuras.


-No –sonríe.


-¿Acá?


-No –su gesto se ensancha.


-¿Dón…? –es interrumpido por unos dulces labios.


-En realidad, sólo quería besarte –acepta.


-Viktor, tonto –murmura con molestia, siendo delatado por su fragancia alegre.


-Yuuri –revisa su celular.


-¿Sí? 


-Creo que ya es hora de tu siguiente examen –le enseña la pantalla, donde aparece cierto chico de cabellos oscuros dormido, abrazando a Makkachin.


-¡¿Cuándo me tomaste esa fotografía?! –se avergüenza.


-Ayer, cuando regresé de preparar la cena, me cambiaste por nuestro cachorro –finge tristeza.


-¡Ah! ¡Ya es hora! –se levanta de su asiento en un movimiento estrepitoso.


 


 


Tantas evaluaciones en un día, lo dejó exhausto, al final, Yakov le acompañó, pues, su querido alfa, fue solicitado por la cabeza de los Nikiforov, presentía que tantos días de ausencia no le cayeron en gracia a la imponente mujer, haciéndole preguntarse ¿Por qué cuando planeaban algo, parecía que el mundo conspiraba contra ellos?


Ahora está enroscado junto al caniche en el sofá, mientras ignora la pantalla del televisor, tecleando en su teléfono en diferentes chats, Viktor es quien más demora en contestar, alegando que el secretario de su madre es un tirano, ya que ni siquiera lo deja tardarse más de la cuenta en el sanitario, lugar donde aprovecha para hablarle, prometiéndole que llegará para antes de la cena; al mismo tiempo, molesta Mari, quien está en una reunión con sus ex compañeras de la universidad, pues ellas creen que ya es momento que se busque un novio, aunque la aludida se niegue a ello, huyendo a conversar con su hermanito en momentos incomodos. Por otra parte, intercambia algunas fotografías con Yuko, la cual, le presume su prominente barriga, quejándose de lo agotador que es cargar con tres saludables niñas, pero que, a pesar de todo, vive una hermosa etapa de la que no se arrepiente, compartiendo grandes momentos con Takeshi, mismo que reacciona de manera particular por la recarga de feromonas maternales, trayendo consigo grandes bolsas de comida cada que vuelve a casa, sobreprotegiéndola, impregnando su olor en ella cada vez que salen de casa, marcando un territorio que es más que suyo; Yuko cree que es algo adorable, aunque Yuuri no está muy de acuerdo con eso.


 


 


-Y yo creía que Viktor es un exagerado –ríe-, Makkachin, mira hacia aquí –el can le observa, levantando una de sus orejas, entonces captura su imagen y la envía a la conversación con su amiga- ¡Eres muy fotogénico! Buen chico –le acaricia efusivo.


 


 


Suspira, sintiéndose repentinamente solo, el picor en su nuca le inquieta, rascando un poco aquella sensible zona, se incorpora y camina al recibidor, allí, un perchero es cubierto por varios abrigos, toma uno de ellos y aspira su olor, relajándole un poco, busca entre todos aquel que emane la fragancia más fuerte de feromonas, hasta que la encuentra en la chaqueta universitaria de su esposo, ronronea y se la coloca, notando que le queda unas tallas más amplia, sube el cierre hasta el pecho y piensa en volver a recostarse en la sala, pero nota la puerta del pequeño almacén, al fondo del pasillo hacia las escaleras,  curioso, como es su naturaleza, se propone a explorarlo.


 


 


-No creo que Viktor se moleste –se dice, girando ya la perilla-, está lleno de cosas aquí.


 


 


Una pared completa, del piso hasta el techo, tiene grandes cajas de cartón, al otro extremo de ellas, hay filas de cuadros envueltos en telas, mientras al frente, sobre repisas, descansan otras cajas más menudas. A penas existe un espacio para ingresar, todo perfectamente acomodado, le hacía pensar que al sacar el más mínimo objeto, todo se vendría abajo, sin embargo, sus ansias pueden con él, tomando el cuadro más cercano, deslizándolo con cuidado, es quizás, el más pequeño de todos, al desatar cuidadosamente la tela y desvelarlo, aprecia el acabado con torpes pinceladas, es una playa, con arena adornada por unas cuantas conchas y caracolas, un mar azul, un cielo claro y algunas gaviotas, en una de las esquinas descansa una firma y fecha, sonríe, si sus matemáticas no le fallan, seguramente fue algo que pintó Viktor en su niñez.


Debido al reducido espacio, decide sacar una a una las pinturas y descubrirlas para el final, pero, como ya es costumbre, la desgracia le persigue, la esquina de uno de los marcos se engancha con la tela de otro cuadro, colocándolo en un problema, de espalda a las repisas y tratando de equilibrarse por el peso de lo que carga y estrecho lugar, la pintura se le resbala un poco, agarrándola  con las uñas de su funda, se golpea un pie con el borde que terminó descubierto, yéndose hacia atrás por reflejo, empujando las cajas en la pared, mismas que caen, derramando su contenido en el suelo, maldice, acomodando como puede los cuadros para que no se maltraten, soba su extremidad enrojecida por la magulladura, entonces su mirada se topa con aquello dispersado en la alfombra, fotografías, álbumes y revistas.


 


 


-¿Es Viktor? –levanta uno de los gruesos tomos- “La nueva estrella del modelaje en pasarela… Antoine Giacometti”… ¿Giacometti? –Cabila- lo he escuchado en algún aparte –deja la revista de lado y recoge las fotografías sueltas, acomodándolas- paisajes… -abre los ojos con sorpresa, muchas son de lugares que no reconoce, ni siquiera de internet- vaya, son bonitos… ¡Ah! Éste es Viktor –se detiene a admirar el retrato de una familia feliz, sus suegros, mucho más jóvenes, cargan a un sonriente bebé de unos dos años, en el fondo, un campo de girasoles se dispersa con el horizonte.


 


 


Pierde la noción del tiempo, encantado de ver las más tiernas etapas de su marido, sonríe y piensa sin entender ¿Por qué Viktor se reusaba a mostrarle su pasado? Se veía tan feliz, parecían una familia normal y muy unida, realizando viajes juntos por el mundo, disfrutando de su pequeño hijo, Elena parecía orgullosa de ello, viendo a ambos con amor y podría jurar incluso, que era justamente la Nikiforova quien tomaba la mayoría de las fotografías donde sólo Antoine y Viktor aparecían, lo podía deducir por aquel toque hogareño y desprevenido en muchas de ellas. Pero la realidad pronto lo golpeó, al toparse con una imagen en particular, en lo que podría figurar una ceremonia de la escuela elemental, un niño con una ligera melena platinada, muestra su diploma, serio, dirigiendo su mirada a la cámara, completamente solo, así muchas más le siguen, en algunas acompañado de diferentes sirvientes o de la jocosa babushka.


 


 


-Se ve tan triste… -su corazón punza- No puedo imaginar… lo que para un niño es separarse de su madre o padre omega… –acaricia la imagen del pequeño Nikiforov, donde lleva un impecable traje a su medida, en lo que parece una reunión en un salón de algún costoso hotel, lleva una coleta baja atada a un moño que combina con su corbata- lo dejó crecer tantos años ¿Por qué lo cortó?


 


 


Escucha las garras del caniche en la puerta de entrada, seguido por un par de ladridos, sabiendo bien la señal, se apresura al encuentro con su esposo. Al abrir, el ruso se sorprendió por varios motivos, entre los que podían mencionarse, estaba el ser abrazado precipitadamente, con bastante fuerza debía agregar, olfateando angustia en el menor, cuando se alejan, observa su chaqueta en posesión de su amado y al final se percata de que todos sus cuadros están dispersos entre el pasillo y la sala.


 


 


-¿Qué sucede? –acaricia los oscuros cabellos.


-Quería ver tus cuadros, pero terminé tirando algunas cajas…


-No te preocupes, guardaremos las cosas juntos –le toma de ambas mejillas, haciendo círculos con sus pulgares- no tienes por qué sentirte mal, los accidentes pasan.


-Eran… -toma aire- fotografías de tu niñez –se muerde los labios, sobre todo al ver aquellos ojos azules entristecerse - lo siento, las vi sin querer.


-Vamos… -sonríe comprensivo- encargaré algo de comer, mientras acomodemos un poco, te prometí hablar hoy.


-Gracias –le toma de la mano, dejándose envolver por la emoción de que por fin, aquella promesa sería cumplida.


-No, gracias a ti por esperarme, cariño –le besa en los labios, entregándole más de un sentimiento a través de la suave caricia.


 


 


Esa noche Yuuri entendería a su amado Viktor, quien idealizaba tanto su relación, así como por qué planea tan cuidadosamente el entorno para formar una familia, él no quería repetir la misma historia, aunque aquello, en el caso de su matrimonio, fuera imposible. Las uniones destinadas no siempre son una bendición, por no menos, no lo fue para su niñez.


 

Notas finales:

 


Por cierto, es posible que las actualizaciones se vean un tanto alteradas y comience a subirlas cada dos semanas, espero regresar a ser más constante después de la segunda o tercera semana de agosto, son asuntos personales, así que no puedo hacer mucho al respecto, pero no les abandono n.n


En fin, nuevo cap, no pasaron muchas cosas relevantes hasta el final, pero más adelante sabrán porque lo dejé algo abierto al principio~


 


Vamos rápido con las preguntas:


¿Qué les pareció el cap?


¿Qué piensan de la infancia de Viktor?


Y una un tanto más importante ¿Prefieren que la siguiente parte sea redactada como recuerdos o que Viktor vaya comentando los sucesos conforme la conversación? ¿Me di a entender? xD


 


¡Muchas gracias por Leer! 


Matta nee~


 


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