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Dulce Viktor por vitalife

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Notas del capitulo:

 


¡Hola!


Aquí con nuevo cap, sé que prometí que quizás la semana pasada traería cap doble, pero ya no tuve mucho tiempo de escribir y no fluía la trama como quería, así que decidí tomarlo con calma y pues esto fue lo que salió xD


Espero les guste~


Agradecimientos a:


Marii


lukita


Aracelly


 


Sin más el fic~


 

 


Despertar manteniendo aun los ojos cerrados para deleitarse con la agradable sensación de calidez entre las cobijas, acurrucado junto a la persona amada sin que nadie interrumpa tan apacible momento, es sin duda el paraíso, la utopía para su instinto alfa, más ahora que comparte un consumado lazo con su pareja, puede percibir su tranquilidad, como se siente seguro a su lado, destilando una fragancia íntima y hogareña, tan propia de un cariñoso matrimonio.


Con su nariz busca ese suave olor que Yuuri desprende, ronronea al detectar su dirección, gira su cuerpo entreabriendo los parpados, encuentra al omega hecho un ovillo boca abajo. Viktor sonríe, olfatea los oscuros cabellos, acaricia los hombros y rostro del menor, provocando que éste se remueva un poco y suspire, su corazón se inquieta en el acto, sus feromonas alfa salen con alegría, se permite besarle la frente y posar por primera vez en el día sus labios sobre los de su conyugue.


 


 


Buenos días, Yuuri~ —susurra dulce.


Mmm —se queja cubriéndose con el cobertor.


—Hey, bello durmiente, haz estado muy gruñón en las mañanas —ríe destapándole el rostro.


Quiero dormir —frunce su cara con molestia.


—Muy bien —concede—, iré a pasear a Makkachin y Vicchan antes de que salten a la cama.


—¡Viktor! —le llama con los brazos abiertos cuando éste se incorpora.


—Volveré pronto, cariño —se inclina correspondiendo el abrazo, frota sus mejillas—, descansa un poco más.


 


 


Una vez se despidió con unos cuantos mimos del japonés, cambió su vestimenta por una más deportiva, los caninos al verlo movieron la cola, siguiéndole casi en silencio, pues sus garras tintineaban en el suelo mientras contenían bajos quejidos de emoción.


Con correas en mano salió del edificio, decidido a llegar al parque trotando, tras tomar el tiempo en su reloj táctil, se dispone a ponerse en marcha en un ligero andar, Makkachin se le adelanta lo justo que la cinta retráctil le permite, mientras Vicchan trata de mantenerles el paso por detrás, pues es todavía un cachorro que además es de raza pequeña.


Viktor divaga pensativo, son cerca de las seis y media de la mañana, por lo que aunque las personas son escasas, se percibe el inicio del día con quienes deben asistir al trabajo o la escuela, así como de algunos ancianos barriendo y arreglando sus jardines.


Él junto a Yuuri tienen poco más de una semana para regresar a sus rutinas, pronto habrá una junta con los ejecutivos para anunciar los cambios en la administración en el nuevo hotel de NK Corp que será inaugurado dentro de quince días, está algo preocupado con la situación ya que debe asistir junto con su esposo al gran evento y no se siente muy cómodo de incorporarlo a ese tipo de ambiente, sabe que será un blanco fácil para la gente malintencionada, que no tendrá tiempo de estar en cada momento a su lado y aunque es consciente de que éste se defiende muy bien solo, no puede preocuparle menos la situación, pues desde el enlace Yuuri se había mostrado inestable, parece que el vínculo le causa especial incomodidad, no por la conexión que ambos comparten ahora, sino que su parte omega intenta tomar su razón de vez en cuando, actúa meloso, emocional y un tanto dependiente, Viktor no sabe cómo tratarlo en ocasiones por lo que se deja llevar por su propio instinto, aquel mismo que le dicta complacerle y protegerlo, cosa que logra contrarrestar los altibajos que el menor soporta.


Viktor teme que su pareja esté sufriendo por algo, espera que al final no sea un rechazo al vínculo por no estar preparado, la psicóloga ya se los había advertido, sin embargo a estas alturas no podrían hacer más nada que esperar, eso le ponía de nervios en ocasiones, aunque la posibilidad de que se esté acostumbrando al lazo o que un cachorro se encuentre en camino, le hace emocionar.


Entre sus cavilaciones, de regreso a casa, el olor a pan recién hecho llega a su nariz, deteniéndose frente a una gran vitrina donde roscas, croissants y esponjosas piezas de pan eran exhibidas, su estómago gruñe y un gran antojo por saborear un delicioso bollo con crema es suficientemente fuerte para colocar un pie dentro del negocio, no sin antes hacer esperar afuera a sus mascotas.


 


 


—¡Yuuri! He traído pan calientito, bajemos a desayunar —anuncia con entusiasmo abriendo la puerta de la habitación.


—A penas van a ser las ocho —responde somnoliento tallándose un ojo.


—Voy a bañarme primero —sus labios son un corazón—, después tomarás una ducha en lo que preparo el desayuno, debes lavarte toda esa pereza, cariño.


—Mmm ­—se queja para luego bostezar—… ¿Cómo puede tener energía tan temprano? —murmura colocándose las gafas.


 


 


El ruso se ducha rápidamente, colocándose ropa cómoda, saca al japonés que se había aferrado nuevamente a las cobijas y casi saltando baja las escaleras para idear el menú de esa mañana, decidiéndose por uno de estilo más americano: huevos fritos, salchichas, una pequeña ensalada, jugo y café para el postre. Tararea con una inexplicable felicidad pululando en su olor, imaginándose a un bebé en sus vidas, quizás dos o tres, mellizos o de diferentes edades, a un Yuuri gordito, con abultadas mejillas sonrosadas y perfumadas feromonas maternales.


Debe admitir que la idea de ser padre le llena el corazón, siempre fue amante de jugar con niños más pequeños y curiosear al ver a una persona embarazada o cargando un bebé, por ello se volvió rápidamente muy cercano a sus medios hermanos, un gesto fácilmente confundido con el instinto maternal de un omega, pero que en su caso quizás sólo se debía a sus gustos particulares.


Está impaciente por visitar a su papá, la pequeña Alice había nacido cuando ellos estaban en medio del celo, por lo que no se enteró hasta casi una semana después del parto, le habían mandado una fotografía a su teléfono, conociéndola por fin, con su cabello tan claro que parecía trasparente, sus delgadísimos y puntiagudos labios, gordinflona y sana; recordarla le hacía preguntarse ¿Cómo serían sus bebés con Yuuri? ¡Seguramente preciosos! ¿Ojos rasgados o claros? ¿Cabello platino, rubio o moreno? ¿Cara redonda o afilada? Había tantas posibilidades.


Vicchan ladra molesto al perder en  sus juegos contra Makkachin, mientras éste se alza victorioso meneando la cola y con una pelota de tenis en el hocico, de repente la suelta colocándose en alerta, mientras el cachorro mueve la cabeza confuso intentando captar un sonido que no descifra.


Viktor se queda quieto por una sensación extraña en el pecho, misma que interrumpe sus parentales fantasías, la amargura en su saliva no le agrada en lo absoluto, voltea hacia la sala observando a los perros, lo huele sutilmente en el aire, es angustia.


 


 


—¡¡Viktor!! —la quebrada voz del japonés resuena claramente.


Yuuri —murmura trémulo, corre en dirección a la planta alta siendo seguido por los caniches— ¡Yuuri! —irrumpe en la recamara, escucha la regadera y llega al baño, encontrando al menor todavía en la ducha pero recargado en la pared y cubriéndose el rostro— ¿Amor?


—Viktor —se asoma entre sus manos, aun tapando su boca, sus ojos están rojos como si hubiese estado llorando.


—Yuuri —lentamente se acerca y cierra la llave— ¿Qué pasa? —abre sus brazos extendiendo una toalla para recibirlo, entonces lo nota: el aroma de la sangre.


—Viktor, l-lo siento —aprieta los ojos con el cuerpo tiritando, desde sus muslos un hilo rojizo escurre hasta perderse en el pulcro azulejo.


¿El periodo? —susurra aun en shock, le envuelve oprimiéndolo en su pecho.


—¿Y si lo aborte? ¿Y si en realidad lo rechacé? —se lamenta ahogado en el llanto.


—No… no… no es tu culpa —le mese sin saber si lo hacía por consolar a su esposo o a él mismo.


—Perdón… mi bebé —pronuncia con dolor, encogiéndose.


—Yuuri —le llama cuando lo escucha hiperventilar—, Yuuri respira lentamente —soba con vigor la espalda de su pareja— ¿Recuerdas cuando me ayudabas con mis ataques de pánico? Tranquilo —segrega feromonas para ayudarle.


No puedo —responde en un hilo de voz—… me estoy mareando.


—¡Yuuri! —carga al menor llevándole a la cama— No te desmayes —del buró saca unos cuantos caramelos, quita la envoltura de uno y lo lleva a los pálidos labios de su esposo—, toma.


—Perdón —le ve a los ojos trasmitiéndole su mortificación, acepta la golosina al final.


—No tienes por qué disculparte, no has hecho nada malo ¿Está bien? —le acaricia la mejilla con cariño— Hasta que te sientas mejor hablemos de esto —sonríe comprensivo—, primero te ayudaré a secarte y vestirte, traeré un tampón —se levanta pero es detenido del brazo.


—No finjas que no te afecta —menciona débil—, recuerda que ya no puedes ocultarme nada.


—… —se mantiene inmóvil antes de voltear y tomar aquella mano que le retiene— Lo sé —le besa los nudillos, muestra en su mirada la tristeza que le invade.


 


 


La magia por «la dulce espera» se había roto, los días siguientes Yuuri sufrió de malestares propios de la menstruación como dolor abdominal, nauseas, fatiga y labilidad emocional, se negaba salir de la cama, pero cuando lo hacía sólo quería estar pegado al ruso. Viktor comentó la situación con la terapeuta por teléfono, preocupado por algún posible cuadro psicológico, ella le sugirió ir al médico para descartar alguna anomalía física, pues normalmente los abortos por rechazo o estrés del omega iban ligados al vínculo, aquel mismo que no parecía afectado entre ellos, quizás sólo se trataba de algo natural.


El mayor buscó desesperadamente aliviar los síntomas en su esposo, llenarlo de regalos y mimos para mejorar su estado de ánimo, no sabía que más hacer hasta encontrar una manera de insinuarle a Yuuri de que debería ir a un chequeo lo antes posible, sin embargo una tarde contra todo pronóstico su amado externó sus deseos por salir a pasear, al principio se negó, el menor presentaba un estado vulnerable y no quería exponerlo al estrés de la ciudad, pero aquellos ojos castaños lograron convencerle, terminaron en un centro comercial poco concurrido pero muy pintoresco, de hermosa arquitectura que data de mediados del siglo XIX.


 


 


—Es muy bonito, pudimos traer a Vicchan y Makkachin —menciona un poco más animado— ¿Por qué no me habías enseñado este lugar? —mese sus manos entrelazadas.


—La verdad pensé que eras más del estilo de galerías modernas —se encoge de hombros.


—Tú eres al que le gustan, Viktor —entrecierra los ojos.


—Bueno —medita—… soy más del estilo de comprar, aquí es agradable para la vista y más tranquilo.


—Gracias —se recarga en el hombro del ruso sin agregar mucho al respecto y por primera vez en días sus feromonas trasmitieron su comodidad tras la simple acción.


—No es nada —sus mejillas se tiñen de rosado, soporta el impulso de cubrir el cuerpo del omega con el suyo ahí mismo, siente tanta ternura— ¿Quieres que compremos algo o sólo caminar?


—Por ahora sólo caminar —suspira—… aunque tengo tanto antojo de crepas que juro que puedo olerlas.


—Probablemente haya un puesto más adelante —ríe—, hoy te daré lo que quieras, todo para mi Yuuri.


—¿Ah sí? —sonríe— ¿Aún si te pido sashimi de pez globo? —bromea.


—Mmm… Es probable que haya algún restaurante que lo sirva en Moscú —asegura.


—La verdad nunca lo he probado —admite—, prefiero quedarme con las crepas.


—Busquémoslas —propone alegre.


 


 


En una ardua misión, que no duró más de quince minutos, lograron encontrar un vistoso puesto donde despedía el singular olor de la harina cociéndose. Como todo un caballero, Viktor se ofreció a esperar en la fila para que el japonés descansara en una banca cercana, éste insistió en no tener inconveniente de acompañarlo, incluso quería observar el proceso de su delicioso postre, pero el ruso evadió sus argumentos al recordarle que no se había alimentado muy bien esos días y que tenía la loca paranoia de que fuera a desmayarse por exigirse demasiado, Yuuri levantó una de sus cejas con extrañeza y dejó de contradecirle.


 


 


—Yuuri, todo listo —sonríe a unos cuantos pasos del lugar donde le había dejado, pero no lo encuentra, voltea alrededor y lo ve frente a un escaparate— ¡Oh! ¿Has visto algo que te guste? —dice muy próximo a él, nota entonces el tipo de tienda que es: maternidad y bebés.


—No —menea la cabeza como si acabara de darse cuenta de la situación—… tenía curiosidad, es todo.


—Tu crepa —ofrece sin saber cómo abordar el tema.


—Gracias —la toma, baja la cabeza y topa su frente en el pecho del alfa.


Yuuri —lo abraza besándole la coronilla.


 


 


Comparten un largo silencio en aquella posición, Viktor puede percibir a través del lazo que su destinado está triste y necesitado de él, aprieta con sus brazos el tembloroso cuerpo, sabe que trata de llorar lo más callado posible por lo que amorosamente le consuela, le lleva a una zona más solitaria para tener algo de privacidad, allí se sientan juntos en una banca apartada del tránsito de la gente.


 


 


—Lo siento —pronuncia sorbiendo la nariz—… mientras te esperaba veía las vitrinas y al toparme con esa tienda, yo —su voz se corta—… recordé lo del bebé y no lo sé… aunque al principio no deseaba estar embarazado, por un momento quise que realmente pasara.


—No tienes nada de que disculparte, es normal sentirse triste —le acaricia la mejilla, saca de su bolsillo un pañuelo.


—Deberías llorar un poco también —sugiere limpiándose la cara.


—Está bien —suspira observando el techo de la galería—, a pesar de que moría por cargar un cachorrito nuestro, sé que no era el momento…


—Viktor —su barbilla tiembla y las lágrimas vuelven—… deja de contenerlo o voy a secarme de tanto hacerlo por ti.


Discúlpame —murmura soltando el nudo en su garganta.


 


 


Tras expresar parte de sus sentimientos, comen de la fría crepa, tranquilizándose un poco con el dulzor de la avellana, se debaten en si regresar a casa o enfrentar a la multitud con los ojos hinchados, la romántica cita no había salido como esperaban, pero la armonía que solían compartir regresó dándoles la fuerza para seguir todavía más unidos.


 


 


—¿Qué sucede? —pregunta cuando Yuuri se detiene en medio del camino hacia el estacionamiento.


—Creo que quiero unos piroshkys ¿El señor del parque se pondrá hoy en la noche? —medita ignorándolo.


—Pensé que se te había ido el apetito —señala burlesco.


—¿O quizás katsudon? —saliva— Le pediré la receta a mamá.


—Me alegra que tu buen humor haya regresado —le abraza por la espalda meloso.


—¿Mamá estará despierta? —sigue con su monologo, saca el celular de su bolsillo y teclea.


Yuuri~—hace pucheros al notar que el menor está pasando de largo de él.


—La última vez que se conectó fue hace dos horas —un escalofrío le recorre—… ¡Kyaa! ¡Aléjate Viktor! —trata de huir.


—Estabas hablando tu solo y me ignorabas —reprocha.


—¡¡Pero no puedes lamer mi nuca en público!! —grita exasperado llamando la atención— no puede ser —se cubre el rostro.


 


 


Ambos tuvieron una ridícula discusión en el coche de regreso a casa y a pesar de que cierto ruso se estaba comportando por demás infantil, sin explicar demasiado se estacionó frente al parque cercano al departamento absteniéndose de dirigirle la mirada al japonés, ambos se ruborizaron en el acto sin decir más nada, hasta que un afable señor de avanzada edad colocaba un puesto ambulante en la acera.


Esa noche rieron por la obstinación que tienen en común, arreglaron sus diferencias, incluso durmieron abrazados y trataron de retomar la rutina, por lo menos lo que pudiesen. Viktor despertó en la madrugada en un acto instintivo, Yuuri se había levantado al sanitario, escuchaba como devolvía el estómago y aunque sintió el impulso de ir a su encuentro, el vínculo le decía que su esposo quería estar solo. Aguantó su lado alfa para brindarle espacio al menor, ese día tendría que por fin hablar con él.


 


 


—Confirmé la cita con la Doctora Leroy para pasado mañana —informa tomando asiento en el sofá—, podríamos aprovechar para comprar tu traje para la inauguración —sugiere con suavidad, pasándole una taza de chocolate caliente lleno de bombones al japonés.


—Gracias —toma uno de los marshmellos para saborearlo—, está delicioso —sonríe.


—Es un alivio —recarga su cabeza con la de su pareja—, ésta mañana me preocupé porque no querías comer nada.


—Quizás me indigesté con los piroshkys de anoche, cuando desperté tenía bastantes nauseas —recuerda con asco.


—¿Quién fue el que creyó que era buena idea comerse cinco seguidos? —reprende.


—Tenía hambre, no pude evitarlo —hace pucheros—, además no me detuviste.


—Es sólo que —su voz se torna melancólica—… estoy preocupado, no has tenido mucho apetito últimamente, estabas tan emocionado comiendo… que sentí celos de esos piroshkys —bromea al final sin atreverse a profundizar del todo.


—Tonto —ríe—, pensé que dirías algo más serio.


—Yuuri —se aparta para verle directamente—, sé que crees que no me doy cuenta, pero antes de levantarme te escuché llorar y vomitar en el baño, te siento distante de repente y todo esto no está bien, sé que algo te molesta, que tomaste muy mal lo de tu periodo, pero te niegas a charlar del tema…


—¿Cómo quieres que hable del tema si haces esa cara dolorosa? —le interrumpe con brusquedad— Yo también te siento —baja la cabeza.


—Yuuri, discúlpame —lo abraza dándose cuenda de su error.


Pero —susurra—… también sé que algo me pasa y no quiero hacerme ilusiones… es imposible.


—¿Qué cosa? —indaga sutil.


—Lo siento, pero te espié mientras hablabas con la psicóloga de mí —revela.


—Y-yo —intenta defenderse—… no es…


—Está bien, lo entiendo —busca espacio y bebe de su chocolate—, algo cambió después de aquel día, pero nuestro vínculo sigue intacto, también llegué a pensar que era un cuadro de ansiedad… ¿Pero y si en realidad si estoy embarazado?


—Yuuri, no hemos tenido intimidad después de «eso» —recuerda.


—Y mi celo tampoco se ha presentado —conecta sus miradas.


—Pero el sangrado —refuta insistente, reacio a ilusionarse.


—Sí, por eso quiero ir con la doctora —suspira—, vayamos a comprar una prueba cacera y mañana temprano asistamos al hospital para un examen de sangre… lo he estado posponiendo porque temo cualquiera de los dos resultados, pero no quiero arrastrarte con mis inseguridades, creo que es momento que ambos lo sepamos.


—Está bien —se frota el puente de la nariz.


—Además —comienza—, no has parado de llenar la despensa y traer golosinas cada vez que sales con los perros —puntualiza.


—¿Eso que tiene que ver? —alza una ceja.


—Dime loco —suelta con sarcasmo—, pero tenemos suficiente pan, galletas, frutas y chuches para tres meses.


—Pero a ti te gustan y es lo que has podido comer estos días —justifica.


—Ajá —asiente— ¿No lo notas?


—Dilo ya —frunce las cejas.


—Instinto alfa —dice con simpleza—, no quieres que salga de casa y cuando lo hacemos me llenas con tu olor.


—E-eso no es verdad —sus mejillas se enrojecen.


—¡No puedo ver un escaparate sin que estés pegado a mi espalda! —exhibe.


—¡Pero siempre te abrazo! —hace pucheros.


—¡Me lamiste la marca, Nikiforov! ¡En público! —explota avergonzado.


—Me estabas ignorando, ya hablamos de eso—se cruza de brazos.   


—¡De eso mismo estamos hablando! —le apunta— Estás siendo más sobreprotector y caprichoso que de costumbre.


—¿Disculpa? —se sorprende con indignación— ¿Quién está segregando esas feromonas necesitadas? Mi instinto actúa en reacción al tuyo y también estoy muy preocupado por ti ¡Carajo!


—¿Eh? Acabas de decir una grosería —le observa como bicho raro.


—¡Por supuesto! ¡Estoy molesto! ¿Cómo crees que me siento que me ocultes cosas que ponen en riesgo tu salud? ¿El qué no me compartas tus sentimientos?  Si éste fuera el caso, yo también habría perdido un cachorro, no tienes por qué cargar con todo solo ¿O acaso era mentira nuestra promesa de ser sinceros mutuamente? —un olor ahumado emana de él.


—N-no, no es mentira —contesta aun impresionado.


—¡¿Entonces?! —su semblante es rígido.


—Sólo estoy sorprendido, no creí que pudieras enojarte… sobre todo conmigo —parpadea, con su índice toca el muy fruncido entrecejo del más alto.


—Claro que puedo —bufa cerrando los ojos y apartando la mano del japonés.


—Esto es nuevo —suelta divertido, su aroma flota travieso.


—¿Qué es tan gracioso? —la presencia alfa se vuelve amenazante— Te lo dije, no tienes por qué preocuparte —prosigue con su punto— y aun así haz actuado tan egoísta, tomando decisiones por ti solo y sin consultarme, te amo, me duele verte triste y no saber cómo ayudarte, me siento impotente, molesto —gruñe—, pero tú sólo crees que no me doy cuenta, que te traigo cosas para llenar mi propio instinto, no, es porque realmente me importas, porque quiero verte bien y sano, no marchitándote en la habitación —su voz se quiebra al final y calla mordiéndose los labios.


—Lo siento —se encoge en su sitio bastante afectado por aquellas palabras y las fuertes feromonas.


—No —suaviza el tono arrepintiéndose de lo que acaba de hacer—, yo lo siento, no quería asustarte —suspira—, ven aquí —se acerca y abre sus brazos.


Estúpido instinto omega —murmura tenso aguantando lágrimas en sus ojos, sin embargo se deja abrazar.


 


 


El resto de la tarde permanecen en casa acomodando sus revueltos pensamientos y trastornadas hormonas, deciden esperar los resultados de la prueba de sangre por ser más confiable que una casera, evitándose así más altibajos emocionales.


Viktor logró mantenerse al margen cuando a la mañana siguiente fueron al hospital, pues le desagradan más que a las personas en lo general, tantas experiencias desagradables entre las propias y las de su padre eran motivo suficiente para sentir una ligera incomodidad, sumando el hecho que su esposo estaba un poco nervioso con la toma.


Debía felicitarse por no haber atacado a la enfermera al momento de percibir el dolor en su omega ante el pinchazo, secretamente tragó el desagrado infantil que le provocó la mujer y portó una radiante sonrisa que no pudo deslumbrar al japonés, mismo que terminó regañándolo a la salida ante su infame arrebato de lamerle la diminuta herida.


Todo fue tranquilidad hasta que, ya en casa, Yuuri tiene el sobre blanco del laboratorio de análisis clínicos en sus manos, dudan en abrirlo, debaten si lo mejor será esperar al día siguiente y darle el privilegio a la doctora Leroy de ser la primera en enterarse, ciertamente estaban siendo muy cobardes.


 


 


—Hazlo tú —ordena el menor.


—¿Por qué yo? —se queja con sus ojos de cachorro.


—¿Quién es el que se muere por ser padre? —evidencia ansioso.


—¿y si no estás embarazado? —hace pucheros.


—Entonces me dejarás ver los resultados —sonríe.


—Estás huyendo de la realidad Yuuri —entrecierra los parpados.


—Oh, bien —suspira—… hagámoslo juntos —toma un extremo del papel.


—¿Listo? —el pulso comienza a temblarle al levantar la solapa del sobre.


—Creo que ya lo he pensado mejor y no quiero saberlo —desvía la mirada y trata de alejarse.


—Tú te quedas aquí conmigo, amor —le agarra de la muñeca, su sonrisa contrasta con el resto de su rostro, lo que le hace ver terrorífico.


—Está bien —traga en seco viendo como poco a poco saca la hoja de diagnóstico, pero al final cierra los ojos.


—Nombre: Yuuri Nikiforov, dieciocho años —murmura los tecnicismos rápidamente—… ¡Oh!


—¡¿Qué?! —alza la voz con desespero sin atreverse a dar un vistazo todavía.


—Puedes abrirlos, Yuuri —pronuncia con seriedad.


Entonces… —susurra extrañamente con decepción, reaccionando al tono del otro, decide por fin afrontar los resultados.


—Debemos enfrentar la situación con madurez, cariño —su cara firme en segundos se trasforma en una radiante— ¡¡Muchas gracias Yuuri!! —lo abraza zarandeándole en el aire— ¡¡Vamos a ser papás!! —se inclina para darle un beso pero el japonés está pálido como un muerto—Yuuri… amor… cariño… ¡No te desmayes! ¡¡Yuuri!!


 


 

Notas finales:

 


Originalmente no se iban a enterar estos dos hasta ir con la doctora Leroy, pero imaginé por un momento a Yuuri desmayado al saber la noticia, que no pude resistirme en dejarlo así xD


En ésta parte quise plantear un poco de la interacción de ambos, mezclando sus reacciones instintivas con sus propios gustos, pensamientos e ideales. Vimos a Yuuri con su constante debate interno, a Viktor con un poco más de carácter pero sin dejar de ser él mismo. Ya les dejé planteado lo que se acerca y las haré sufrir un poco con la espera :v la siguiente parte ya sabrán cuántas semanas tiene Yuuri, entre otras cosillas~


¡Se nos viene la bendición! Todas aquellas personitas que tenían la esperanza de que no fuera así, sean fuertes, esto tiene un porqué para la trama, aunque al principio planteé ésta parte cuando ya tuvieran alrededor de un año de casados, pero siendo sincera, el fic tomó otra ruta, vamos, que en mis notas originales Viktor no tocaría a Yuuri ni con el pétalo de una rosa hasta que él tuviera su primer celo con nuestro japonés (mismo que evitaría en repetidas ocasiones, ya sea regresando a la mansión Nikiforov en esos días o hasta arriba de inhibidores), por lo que creo que es un buen cambio a favor, si así muchas se desesperaron con la lentitud de la trama xD además sería una ruta más cruda donde, ahí sí, habría violaciones y muchas cosas hard core :v En fin, el titulo del fic y la empalagosa relación que decidí al final, le dieron un lindo giro ¿No? ¿O acaso alguien desea un spin off? xDD


Olvidándonos de cosas tristes y hojas con notas empolvadas, comencemos con las preguntas~:


 


¿Quien ya sospechaba a mitad de éste cap que Yuuri estaba embarazado? xD


¿Qué piensan de la inestabilidad de Yuuri con su omega?


¿Cómo les parece la actitud de Viktor entremezclada con su instinto?


¿Les pareció dramático el cap o sólo intrigante o algo más? xD


¿Cómo se imaginan a estos dos como padres?


¿Algo que quieran ver del embarazo de Yuuri?


¿Dudas?


Sino... ¡Que comiencen las apuestas de cuantos cachorros serán! xD


 


En cuanto algunas cosillas del sangrado y otros detalles, se retomarán en el cap siguiente cuando vayan a la cita con la doctora~


La aparición de Elena y Yurio están cerca, una antes que el otro, pero del hada rusa tengo que hablarles para preparar el terreno, he visto que muchas están preguntando por Otabek y pues bueno, desde acá les digo que sí aparecerá en la trama, pero les recuerdo chicos y chicas: "todos los que tienen sangre Giacometti cuentan con una singularidad", así que advertidos/as están, cuando llegue el momento lo entenderán, pero temo algunas reacciones sinceramente n.nU


Entendido esto me despido~


¡Muchas gracias por leer!


¡Gracias por todos sus comentarios! Como siempre trataré de responderles~


Son un amors siempre~


Matta nee~ 


 


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