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Raining In My Heart. por Rowena Armstrong

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Notas del capitulo:

"No juzgues un libro por su cubierta, estoy seguro que si lo lees con un buen café caliente, tendrás un agradable momento."

El reloj suena a las 6 de la mañana, lo que me da coraje porque solo logré dormir muy poco. El sueño que tuve me ha dejado con una sensación rara, como cuando sientes que va a pasar algo extraño durante el día. Mi cabeza tiene un dolor tremendo y la luz que se cuela por las cortinas hace que mis ojos ardan.


No quiero levantarme, pero si no lo hago, no podré apresurarme en hacer mis cosas. Sin remedio alguno, salgo de la cama y camino hacia el cuarto de baño que está dentro de mi habitación. A pesar de ser un ruso no aguanto tanto el frío, siempre traigo pliegues de chamarras, suéteres, bufandas y guantes. Quizá me echaron de Rusia por no montar enormes osos con el torso desnudo.


Salgo del cuarto del baño y comienzo a vestirme de prisa. Me coloco una playera de rayas azules con blanco, un suéter azul marino y pantalones café. De zapatos uso unos tenis converse color negro con blanco.


Cepillo mi larga y plateada cabellera, dejándola suelta por completo. Desayunamos con papá, que por desgracia el momento dura muy poco ya que recibe una llamada con urgencia del hospital y sale de prisa de la casa.


Pobre, él siempre está corriendo por todos lados y no puede comer como quisiera o incluso descansar. Por suerte no me interesa estudiar medicina como él y Chris, estoy inclinado más en la escritura.


Chris tiene un carro propio y dice que él nos llevará y traerá de vuelta a casa. Es un sedán color blanco y se ve muy bien cuidado. Abordamos el carro y nos dirigimos a la escuela. No puedo evitar en pensar en el sueño que tuve, cada vez los nervios me están ganando y no logró tener mis ideas y pensamientos en orden.


Trato de memorizar el camino de la casa a la escuela por si un día me quiero regresar solo o Chris tenga que salir con sus amigos o con su pareja, no sé si tenga una.


Mi corazón da un vuelco al ver la entrada de la escuela. Los nervios invaden por completo mi ser y siento un ligero temblor en mis piernas. Chris suelta una pequeña risa, divirtiéndose de mi sentir.


El estacionamiento de la escuela ya se encuentra habitado por algunos alumnos y carros de muchos colores, tamaños y modelos; aparca el carro sobre uno de los cajones del estacionamiento más cercano a la entrada de la escuela.


—Bueno, Vitya. Llegamos a la escuela —Chris toma su mochila y abre la puerta de su carro.


Suspiro con profundidad y me preparo mentalmente para bajar del carro, listo para una nueva experiencia. Bajo del vehículo con la frente en alto y preparado para enfrentarme a lo que viene.


Banderines y pancartas de color azul con letras amarillas que simulan dorado, están colgados por todas partes con mensajes de "bienvenidos a clases" y tienen la cabeza de un león como escudo.


Chris me invita a caminar a su lado para ingresar al edificio. Pasando por el estacionamiento, todo mundo le dedica un saludo. Siento los ojos curiosos sobre mí y eso me incomoda que hasta comienzo a sentirme cohibido.


"Frente en alto, Vitya" me repito para no flaquear ante los nervios.


Pasamos por la puerta principal del edificio y puedo ver los pasillos de la escuela; los casilleros son como los soñé y están pegados a la pared. Hay más pancartas y letreros por todos lados e incluso en algunas paredes hay pizarrones de corcho con notas de muchos colores.


Esta mañana es fría y eso no me está ayudando en nada, me siento desprotegido, como un ciervo pequeño en medio de tantos leones.


Acompaño a Chris a su casillero.


—Vamos a la oficina del orientador para que te den tu horario —explica Chris guardando sus cosas.


Asiento.


—¡Hey! ¡Chris!


Volteamos hacia dónde proviene la voz, Chris con una sonrisa y yo con curiosidad para ver quién le ha llamado.


Un chico de cabello negro, sudadera color gris oscuro y con una bufanda tapando medio rostro, se acerca a nosotros.


—¡Oh! ¡Hola Otabek! —mi hermano lo saluda con la mano moviéndola en el aire.


Sus ojos oscuros pasan en mí, haciendo que una sensación extraña recorra en toda mi espina, luego devuelve la mirada a Chris.


—¿Es él? —pregunta el aludido.


—Si. Víctor, te presento a Otabek, es del mismo año que tú.


—Mu-mucho gusto —extiendo mi mano hacia él.


Él duda en tomar mi mano y no aparta la vista de ella; la mira como si fuera algo sospechoso. Eso me pone más nervioso, creo que lo he ofendido. Estira su mano para estrecharla con la mía, sintiendo su suave y cálida piel.


—El gusto es mío —una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios.


Eso me aliviana un poco e incluso me relajo. Casi siento que había metido la pata.


—Voy a llevar a Víctor a la oficina de orientación para que le den su horario ¿Nos acompañas?


El chico asiente. Los tres nos encaminamos hacia dicho lugar. Otabek va totalmente en silencio, parece que es algo tímido. Mi hermano se da cuenta de mi curiosidad hacia él y me cuenta que Otabek es un chico de Kazajistán y llegó en septiembre del año antepasado a la escuela. Chris lo conoce porque le ayudó en aprender inglés, enseñarle la escuela y los alrededores. Ahí es donde me entero que la escuela cuenta con un internado.


Llegamos a una oficina pequeña, donde solo hay una mujer no mayor de 50 años sentada, escribiendo sobre el teclado de la computadora. Al acercarnos por completo a su mesa, ella alza la mirada y con una pequeña sonrisa dice:


—Nikiforov, Altin ¿Qué los trae por aquí?


—Hola Señora Doom, es mi hermano. Hoy es su primer día —explica Chris.


La mujer pasa sus ojos en mí, parpadea un par de veces y fuerza la vista para poder verme mejor.


—¡Ah sí! ¡Víctor Nikiforov! ¿no es así? —dice la mujer, enseguida comienza a buscar algo entre sus cajones con desesperación—. ¡Aquí está! —parece estar feliz por encontrar un sobre amarillo tamaño carta—. Toma, pequeño.


Sus manos delgadas me extienden el sobre y yo lo tomo. Comienzo a observarlo y no dudo en pensar que es parecido a las cartas que te envían en Hogwarts.


—¿Es mi carta a Hogwarts? —mascullo.


—¿Disculpa? —pregunta la mujer.


—¡No! ¡Nada! —exclamo con nerviosismo.


De reojo miro a Chris, quien mueve la cabeza de un lado a otro, con la mano pegada en la frente.


—Ahí viene tu horario, las llaves del casillero que te corresponde y el reglamento. Espero que te sientas cómodo en esta escuela y cualquier cosa no dudes en venir a preguntar —comenta con amabilidad la mujer.


—Gracias —sonrío.


Salimos de la oficina, aún con tiempo antes de que suenen las campanas para anunciar el inicio a clases. Abro el sobre y siento como los cuerpos de Otabek y Chris se pegan a mí para ver el contenido. Saco la primera hoja y siento como el estómago se me encoge al ver la palabra "biología" como primera clase.


—¡Oh! ¡Estás en las mismas clases que yo! —escucho a Otabek.


Alzo los ojos para ver al chico con una pequeña sonrisa, como si le acabarán de dar una buena noticia.


—¿De verdad? —pregunto con intriga.


—¡Si! Puedo mostrarte los salones y llevarte a todas las clases que nos tocan —comenta Otabek emocionado.


—Bien, en ese caso te dejo con Otabek, espero que sean buenos amigos —comenta Chris con una sonrisa.


—De acuerdo, Chris. Te veo en la salida.


Chris se aleja de nosotros y camina a paso acelerado. Otabek y yo caminamos en silencio hacia los casilleros. No sé cómo puedo empezar una conversación sin querer intimidarlo o que de plano no podamos entablar una buena platica.


—¿Por qué estás en Seattle? —pregunta Otabek con curiosidad.


Menos mal que él decidió romper la tensión y el silencio.


—Bueno yo... —llegamos frente al casillero que me corresponde— Mi mamá es entrenadora de patinaje artístico y comenzará a viajar mucho. No quería que me quedara solo y llamó a papá —acomodo los libros nuevos y saco solo el de biología y una carpeta—. Tenía años que no convivíamos.


—Chris me habló mucho de ti. Vienes de Rusia ¿No es así?


—Si.


Y así fue que comenzamos una buena conversación en la que no paramos de hablar hasta llegar al salón que nos toca. Las mesas son para sentarse tres personas, así que dejo que Otabek escoja el lugar donde podamos sentarnos juntos. Lo que nunca imaginé es que él prefiere sentarse hasta atrás en la esquina, creo que puedo pasar desapercibido.


Las clases inician después del sonido de la campana. Tanto en biología como en historia me hicieron presentarme ante todos para que me ubiquen. Mientras estamos en la clase de geografía, el profesor no deja de hablar sobre lo que veremos en el curso y para evitar dormirme en su clase comienzo a hacer garabatos sobre mi carpeta, trazos y líneas que se convierten en dos hermosos rostros que no puedo dejar de visualizarlos y si no los dibujo, no podría estar tranquilo.


—¿No son Yuri Plisetsky y Yuuri Katsuki? —pregunta Otabek mirando la hoja.


—No tengo idea de quienes son. Solo sé que los soñé este día y no puedo quitármelos de la mente esos dos sujetos.


Otabek no menciona más de ellos y continuamos poniendo atención a las clases. En matemáticas fue toda una tortura, no es que no entienda las cosas si no que están atrasados en algunos temas y en lugar de mantener mi mente distraída solo hacían que las palabras del profesor me arrullasen.


 


***


 


La mitad de clases termina y Otabek sugiere que nos vayamos a comer algo en la cafetería. El lugar es como lo soñé, pero esta vez sí hay personas y de todo tipo. En el fondo del lugar están los chicos que odian el mundo y visten de negro; en otra mesa lejos de las centrales están los chicos nerds (creo que esa es mi mesa) y en medio están los chicos populares con algunas porristas. Como lo imaginé, Chris está con los chicos populares.


—Ven, vayamos por nuestros alimentos y nos sentamos en alguna mesa vacía —comenta Otabek. 


Si, prefiero eso a que irme con los populares. Aún quiero pasar como un fantasma.


Nos formamos para pedir algo en la cafetería y siento de nuevo esos ojos curiosos clavados en mi espalda, eso me molesta mucho. Compro un sándwich y un jugo de naranja para no comer algo pesado ya que la última hora nos toca gimnasia.


Nos sentamos en una mesa cerca de la entrada y comemos nuestros alimentos. No quiero pasar treinta minutos en silencio y viendo a las personas así que decido romper el silencio.


—¿Por qué has venido a este país? —pregunto con curiosidad.


El aludido alza la vista hacia a mí y no dice nada. ¿Será que aún no puede dominar bien el idioma? Quiero creer que por eso no habla mucho.


—Mis papás quieren lo mejor para mí. Creen que en Estados Unidos puedo tener los mejores estudios y la mejor carrera —contesta Otabek un poco desanimado—. Quieren que estudie finanzas o algo así, pero la verdad es que yo quiero estudiar algo diferente, algo que me permita ser yo.


—Eso es excelente, ¿qué tienes planeado estudiar?


—Bueno yo...


La puerta del comedor se abre con violencia y todos dirigimos la mirada hacia el ruido. Lo veo y no lo creo, es el chico rubio de mis sueños. Mi corazón da un vuelco en cuanto veo su expresión ruda y de odio, buscando a alguien con la mirada. Detrás de él se encuentra dos chicos, una pelirroja de ojos azules y un chico de cabello castaño y ojos azules.


De una de las mesas que están en medio se levanta otro chico mirando al rubio con odio. Tampoco me lo creo, es el otro chico que soñé. Su perfil es demasiado hermoso y perfecto; sus ojos caramelo clavan la mirada hacia el rubio.


—¡Maldito Katsudon! —exclama el rubio.


—¿Qué es lo que buscas aquí, Plisetsky? —exclama el azabache.


Ambos alfas se enfrentan cara a cara. Atrás de ellos están un grupo de amigos, como si los respaldarán en caso de que se pongan a pelear. Muchos alumnos se levantan a toda prisa y salen despavoridos de la cafetería, como si algo malo fuera a pasar.


—¿Cómo te atreves a llenar nuestras maletas de viseras de pescado? —el rubio definitivamente está demasiado molesto.


—Es para que recuerden que "los peces" son demasiado débiles en garras de un León —sonríe el azabache.


Ambos alfas se encaran, tomándose de la ropa y esperando que uno inicie la pelea.


—Oh no... —murmura Otabek preocupado— Debemos irnos, o si no se pondrá fea la situación.


Otabek se levanta de prisa de la mesa y yo lo sigo sin perder de vista la discusión de ambos alfas. Tienen los puños totalmente tensos y no dejan de mirarse con ojos de pistola. Sólo está esperando que uno inicie la pelea. Antes de salir de la cafetería, puedo ver una vez más al azabache, quien sigue sin borrar su sonrisa de satisfacción por la travesura realizada.


—¿Quiénes son? ¿Y porque todos huyen de ellos? —pregunto aún sin poder entender lo que acaba de pasar.


—Bueno, es que ellos son capitanes. El rubio es de natación y el otro tipo es de fútbol americano. Ambos se llaman Yuri, solo que al de cabello negro lo distinguen porque se escribe con doble u y al otro le dicen Yurio aunque se enoja cuando le dicen así.


—Entiendo.


—Ambos alfas son los más populares e incluso han creado una gran división entre sus fans.


No me extraña que eso pase aquí, creo que es común que quieran que quieran establecer "la ley del más fuerte". Ambos son capitanes y destacan en estos lugares.


—No pueden estar en la misma habitación, comienzan a pelear y pareciera que más allá de una rivalidad fuerte, esperan que uno caiga.


—Creo que ambos no dejarán de pelear hasta que salgan de la preparatoria.


—Sí, eso mismo supuse.


—Ambos alfas son tan atractivos que de esa manera atraen a su presa para después destruirla. Yuuri se burló de una chica hasta hacerla trasladarse del otro lado del país y Yuri humillo a un omega hasta que el chico se traumó tanto que ya no quiso salir de su casa.


—Patanes.


—Sí, así que ten cuidado con ellos.


—No planeo involucrarme con personas malas.


Las clases siguieron su curso. A última hora tenemos gimnasia y por suerte que el lugar es techado y puedo andar con el short sin tener que morir de frío. Muchos chicos se quedan mirando el color de mis piernas y eso me molesta. ¿Qué tiene de malo ser pálido?


—¡Odio que me miren! —exclamo mientras me coloco la ropa de nuevo estando en los vestidores.


—Quizá les eres curioso, no es común ver a chicos de cabello plata y piel más blanca que la nieve— comenta Otabek.


—Sumando que eres un omega con aroma muy dulce —agrega una persona más.


Buscamos con la mirada quién es el que está hablando. Encontramos a un chico de cabello oscuro y piel blanca, colocándose sus tenis. Viste de pantalones bombachos negros y sudadera blanca. Alza la mirada para vernos y puedo darme cuenta que sus ojos rasgados son más fríos que los de Otabek y parece que tiene el ceño fruncido.


—Seung Gil Lee ¿No? —masculla Otabek con sorpresa—. Tu también eres un omega ¿No es así?


El chico asiente, se levanta de la banca y se acerca a nosotros.


—Igual que tú, Otabek Altin. Pero eso no quiere decir que no me dé cuenta del nuevo aroma qué hay en estos al rededores.


—¿Te molesta? —Otabek da unos pasos hacia él para encararlo.


—No. Sólo contestaba la pregunta de tu amigo.


Creo que este chico también entró este día y está entre nuestras clases. Seung Gil da medio giro y camina hacia la salida, sin despedirse ni nada. Creo que él no corre con la misma suerte que yo de tener un amigo.


Al salir de clases nos pasamos nuestros números de celular para por si alguno de los dos necesita algo en cuestión de tarea.


Regresamos Chris y yo a casa juntos en su carro. Le hable de los alfas que se enfrentaron. Él me sugiere como Otabek que esté lejos de ellos y como le conteste a mi amigo, le dije a mi hermano: "No planeo involucrarme con ellos".


 


 


Continuará.

Notas finales:

Espero que les guste. <3 :)


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