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En algún lugar del bosque por ElGatodeKuren

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Notas del capitulo:

Vaya, vaya. Hasta que por fin decidió aparecer. 

Es un capítulo que me costó escribir, pero el resultado fue bastante satisfactorio.

Espero que lo disfruten.

 

Cuando ingresé de nuevo a su oficina, Tsunade estaba acompañada de Sakura. Verla me supuso una contradicción, porque a pesar de que no la veía desde el día en el que había llegado, su rostro era un recuerdo constante que permanecía en los instantes más oscuros y por eso mismo menos apropiados. Me hizo sentir una terrible molestia en el pecho pensar en que teníamos una conversación pendiente.  

–Al parecer Sakura ya sabía de tu regreso incluso antes de que decidieras ventilarlo a los cuatro vientos ayer por la noche. –Habló Tsunade, sin un atisbo de empatía. –De acuerdo. Eres libre de hacer lo que te venga en gana en tu tiempo libre, pero a partir de ahora estarás bajo las órdenes de Shikamaru, quien será el líder de la misión que estoy a punto de asignarles. –  

Miré a Tsunade confundido, cuestionando en silencio como ya venía siendo costumbre. Ella sonrió y redirigió sus ojos hacia la puerta. Shikamaru estaba recostado contra el marco desde hacía un momento y yo había sido incapaz de notarlo.  

–Así es, Sakura irá con ustedes. Les sorprenderá lo fuerte que son sus habilidades como ninja médico. –Dijo, y yo repasé a Sakura desde lo lejos. –Ya que el equipo está completo, ahora procederé a explicar la misión. Shikamaru, acércate y cierra la puerta, por favor. –  

Él obedeció y en cuestión de segundos se plantó a mi lado. Yo estaba aturdido desde hacía horas por las mismas razones de la noche anterior y de las noches antes que esa. Y ahora que iba a marcharme creí que no necesitaría a nadie conmigo para verme perder el control. Desde luego que esa era la razón por la que me habían asignado un equipo, porque aún era muy pronto para confiar en un sujeto que se negaba a dar explicaciones. Por eso me habían sellado de nuevo. 

–El destino es el país de la tierra, en la villa oculta de la roca. Su objetivo será obtener información acerca de una posible amenaza que se esconde cerca de un famoso acantilado a las afueras de la aldea. Se dice que se presentó ante el Tsuchikage actual y le habló de un poder que oculta en las rocas de su reino. No sabemos de qué se trata y esto está inquietando a los demás Kages, ya que le ha pedido a cambio de tal poder un par de pergaminos con Kinjutsus enteramente poderosos. – 

– ¿Y por qué esta tarea de investigación no se la asigna el Tsuchikage a uno de sus escuadrones ninja? –Preguntó Sakura.  

–Porque el problema no es que Iwagakure se sienta amenazada, el problema es que puede que ellos sean la amenaza. –Respondió Shikamaru. 

El hecho de que hubiese abierto la boca pareció confundirla más, porque hizo amago de agregar algo pero se calló de inmediato. Y yo, por supuesto, no tenía idea de lo que estaban hablando.  

–Así es. Iwagakure es una aldea que se ha visto envuelta en problemas con otras grandes naciones como Konoha. –Aclaró Tsunade. –Aquí la misión es investigar y que la información llegue a salvo a la Hoja, y así proceder a hacer algo al respecto. –

– ¿Y este trabajo no es adecuado para un anbu? ¿Por qué nos mandará a nosotros por información que tal vez provoque la cuarta guerra ninja cuando existen especialistas para esta clase de misión? –Pregunté de repente y todos se voltearon a verme.  

–Así que hoy amaneciste con ganas de hablar, ¿eh? – 

–Es sólo curiosidad. –Dije resuelto, más perceptivo que otros días. –Es sólo que hay shinobis con las habilidades que se necesitan para llevar a cabo una misión como esta. – 

Tsunade se quedó en silencio por un momento a la espera de que otra duda fuese revelada. Luego suspiró y habló haciendo un especial contacto visual conmigo.  

–Yo, por lo contrario, creo que ustedes tres tienen la capacidad para llevarla a cabo. Un grado de dificultad medianamente alto en donde se requiere espionaje o recolección de información, como quieran llamarle. Clasificada como una misión de rango B, normalmente asignada a un chunin. –Dijo, ahora repasando a cada uno de nosotros. – ¿Tienen alguna otra pregunta? – 

De hecho, había una cantidad de ellas bastante inusual atascadas en mi cabeza, sin embargo, me limité a hacer una última.  

– ¿Quién le ha confiado esta información? Me refiero a que alguien haya entrado a la oficina del Tsuchikage y le haya revelado algo como eso. –  

El contacto no disminuyó, en realidad, se hizo extenso y pesado. Por el silencio que permaneció exaltando mi pregunta, supe que todos queríamos oír la respuesta, pero fue Shikamaru el que se atrevió a hacer conjeturas.  

–Es cierto. Si hubiese sido el propio Tsuchikage el que lo reportó usted no estaría desconfiando de él. Por lo tanto, tuvo que ser alguien más. Además, no creo que seamos los únicos en busca de información. Debe haber al menos una docena de shinobis en Iwagakure provenientes de otras naciones. – 

–Eso es correcto. Y sí, hubo alguien que filtró la información. – 

– ¿Quién? –Preguntó Sakura intrigada.  

–No lo sabemos. –Dijo Tsunade, y de nuevo reinó el silencio.  

Tomé un respiro, algo breve, algo que no me tomó más de un par de segundos. Intenté ignorar la leve molestia en mi pecho que comenzaba a robar mi atención. Era como un presagio, algo que no podía evitar.  

Tsunade carraspeó, librándome a medias de la opresión que ahora se extendía por mis hombros hasta la frente.  

– ¿Cómo puede ser eso posible? –Confundida, Sakura se dirigió a ella de nuevo. – ¿Entonces cómo puede ser cierta la información que nos ha dado? – 

–Porque existe alguien que ha hecho investigaciones por su cuenta y ha corroborado la veracidad de la información. –

– ¿Quién es? –Volvió a intervenir Sakura. Parecía exasperada a este punto de la conversación.  

– ¿Qué gracia tiene que se los diga? De cualquier manera, esta persona ha dejado una nota que no ha podido enviar a Konoha en manos de un mercader. Encuentren al sujeto y partan de ahí. – 

Sin más, Tsunade se puso de pie y nos dirigió hacia la puerta. Shizune estaba a la espera de que abriera y luego de dirigirle una mirada indescifrable, nos acompañó hacia las afueras de la aldea.  

Caminar por las calles continuaba siendo una tarea complicada para mí, aún más cuando parecía que el agotamiento me estaba consumiendo lentamente sin siquiera haber comenzado a correr todavía. Estaba aturdido, dominado por una fuerza invisible que me sometía con el fin de tenderme en el piso e inmovilizarme.  

Ver los rostros de la gente me hacía estremecer, porque con cada mirada parecía que me comprometía. Pensé que no era la promesa de regresar a salvo a casa victorioso la que yo tenía con el pueblo, más bien se trataba de subyugación, una lenta tortura que quería detener.  

–Bien... recuerden, el mercader. Un hombre extravagante, con una gabardina roja bastante llamativa. Frecuenta los bares y bazares. No debería ser difícil encontrarlo. –Shizune le entregó a Shikamaru una foto del hombre, que después de echarle un vistazo se guardó al bolsillo.  

Caminaron unos pasos por delante, deteniéndose sólo para darse la vuelta y quedarse viendo hacia mi dirección. Me había quedado atrás, aún sorprendido de que hacía apenas un par de días había llegado y ahora me marchaba sin una fecha de retorno. La incomodidad ahora se extendía por todo mi cuerpo y me costó dar el primer paso y los que le siguieron.  

Volví a estar en el bosque, uno diferente al de las otras veces. Mientras saltábamos de un árbol a otro dejábamos atrás el confort que yo tan poco añoraba. A decir verdad, mi tiempo en los bosques era el más trascendental. El resto de los días que se sucedieron o antepusieron a este no tenían sentido, porque pensé que no podía comprender nada más que el presente. Incluso si antes creí que permanecería cobijado por el tranquilo vaivén de las hojas, todo se había vuelto un completo caos al día siguiente al regresar a la aldea. Mis expectativas acerca de ella habían sido aplastadas por una creciente desilusión.  

Mi hogar se hallaba lejos de esos héroes y sus cabezas gigantescas. Ahora estaba corriendo en él con premura, bajo la perfecta excusa de proteger a un pueblo aún doliente por las pérdidas que yo no había causado, pero que aún recaían sobre mí y este sello reforzado.  

De vez en cuando me adelantaba y fingía revisar el horizonte, no alerta acerca de algo exterior sino algo en el interior de mi cuerpo. Me sobrecogía una confianza tan relevante como esa pesadez que no me había abandonado en ningún momento desde que habíamos salido de la Hoja. A pesar de que el cuerpo ya no dolía y que mi mente estaba en algo parecido a un trance, seguía sintiéndome entorpecido. Quizá debido a eso, en ocasiones me quedaba atrás intentando comprender mis propios movimientos.  

– ¿Cómo te sientes? –Había preguntado Sakura, cesando el paso para quedar a mi altura.  

Pasé de mirar mis manos a mirarla a ella. Curiosa, como otras pocas veces, me observaba con detenimiento. Inmediatamente me hice más consciente de las molestias que me ralentizaban, más susceptible a sus ojos penetrantes y preguntas triviales.  

–Bien, supongo. –Dije. Mis ojos se achicaron, realmente agobiado por el sonido de su voz y el de las otras criaturas del bosque. – ¿Qué hay de ti? ¿Así que tienes grandes habilidades médicas? – 

–Eso fue sólo un poco de modestia, nada más. Creo que Tsunade estaba haciéndose un cumplido a sí misma. –Sonrió y mi boca se curvó también por inercia. –Aún me queda mucho por aprender. – 

–Eso es bueno. Pero sé que tienes grandes habilidades. – 

– ¿Eso crees? –Preguntó.  

–Si. – 

No pude confesarle que creía que estábamos siendo entrenados para combatirnos entre nosotros. Tampoco que las habilidades que nos estaban siendo cedidas tenían el propósito implícito de redimir un daño que había sido heredado por generaciones. Me refiero al del abandono, al de las puñaladas por la espalda, la venganza y la negación. No le dije que habían puesto egoístamente en nosotros la tarea de traer de vuelta a un compañero que se había ido hacia la oscuridad por su cuenta, que nuestro caso era diferente porque no existió la intención de hacernos daño. El único daño había sido el de romper con nuestros juegos de niños que, como todo instante feliz, duele dejar atrás.    

Temía que Sakura siguiera viendo la situación de Sasuke como una misión inconclusa y no como un medio que él estaba usando para cumplir su propósito en la vida. Era egoísta pensar en que entrometerme entre su hermano y él iba a convertirme en Hokage algún día.  

Por eso y porque no se sentía sano estar en casa, había sentido una aplastante conmoción al ver a Sakura. Lo había anticipado, así como también lo había hecho con Sasuke, sin embargo, creía fervientemente que con ella iba a ser diferente por completo.  

–Has cambiado. –Murmuró luego de un tiempo en silencio. –Es decir, creo que has madurado. – 

– ¿En qué sentido? Porque te sorprendería saber que he modificado mi jutsu harem por uno que incluso podría afectarte a ti. Y también puedo invocar sapos pequeños. – 

Ella suspiró y luego sonrió ligeramente, lista para golpearme.  

–No sé por qué me molesto. –Dijo finalmente.                

–En serio pienso que eres talentosa. – 

Pude sonar pretencioso, pero no había nada de falso en lo que dije.  

Sakura casi se queda atrás cuando le hablé, aparentemente extrañada por mi actitud. Casi me afectó su reacción, porque no era la primera vez que intentaba subirle el ánimo, pero sí la primera vez que lucía como si me estuviese tomando en serio. 

–No entiendo por qué te sorprende. Una de las habilidades más grandes es reconocer el poder en los demás. –Dije, tal vez algo irritado. –Por ejemplo, yo no sería capaz de curar a alguien en el campo de batalla ni desactivar un sello maldito. – 

Sin darme cuenta en qué momento Shikamaru había retrocedido, por poco tropiezo al hacer contacto visual con él. Me estaba dirigiendo una mirada de advertencia y eso sólo me hizo irritar más.  

–Bueno, no desactivo sellos, sólo los revierto hasta un punto en el que la persona pueda moverse por su cuenta y dirigirse a un hospital. – 

–¿Algo así como retrasar los efectos? –Pregunté aun sintiendo los ojos de Shikamaru acribillándome la espalda.  

–Así es. –Respondió Sakura. 

–Increíble. – 

–Un ninja médico sabe diferenciar de qué tipo de sello se trata. Casualmente un ninja especializado no deshabilitará un sello de contención sin antes analizar el estado físico y mental del paciente. Además un sello maldito es muy diferente a uno de contención. –Shikamaru iba atrás, y se había apresurado a intervenir en el momento adecuado.  

Había cierta tensión que Sakura captó de inmediato. Poniéndose en el medio, ella sonrió sin dejar de darle la razón a Shikamaru.   

El resto del camino reinó un silencio que al principio era demasiado tensionante, pero que con el paso de las horas se tornó más llevadero.  

Logramos ver las altas montañas de piedra de Iwagakure a lo lejos cuando el sol se estaba poniendo. La noche era apta para escabullirse, pero también era altamente peligrosa considerando que había otros shinobis recolectando información.  

–Sería problemático si nos topáramos con otro ninja. Será mejor que nos detengamos por ahora y evaluemos la situación. – 

Por evaluar la situación Shikamaru se refería a escabullirse entre los árboles y juntar sus manos para pensar. Para el momento en el que él terminó de analizar la situación, mi cuerpo había empezado a ser víctima de un cosquilleo extraño. No se los dije, como tampoco dije que creí haber visto una sombra movilizándose a varios metros de distancia.  

–Escuchen. –Habló en un murmullo. –Lo más sensato es que nos infiltremos en la aldea antes de que anochezca, pero para ello debemos barrer el área y fijarnos que no haya nadie siguiéndonos. – 

–¿Qué propones que hagamos? –Preguntó Sakura.  

–Vamos a dividirnos. Será mucho más rápido aunque menos provechoso si alguno es interceptado. Por eso necesitaremos una señal y un punto de encuentro. – 

–Podríamos usar bengalas. –Sugirió Sakura. Shikamaru asintió en acuerdo. –¿Qué hay de ti, Naruto? ¿Se te ocurre otra idea? – 

Cuando la atención se centró en mí, pensé que notarían algo extraño. No obstante, al verme negar parecieron conformes.  

Yo creía que separarnos no era buena idea. De noche, los bosques solían ser intimidantes y un peligro exponencial. Existían criaturas capaces de camuflarse en la oscuridad y atacarte por la espalda. Pero para cuando me di cuenta, los demás ya habían desaparecido.  

Tomé la dirección hacia el sur y al cabo de un minuto, nos habíamos separado tantos metros que no lograba ni sentir sus presencias. El sol aún iluminaba el camino por lo que me fue más sencillo recorrer el lugar sin sentir el temor que provocaba el usual silencio de las emboscadas. Sin embargo, al cabo de unos cuantos pasos algo despertó mi curiosidad. Aunque no se trataba de algo corpóreo, sabía que me estaba siguiendo. Y a pesar de la reflexión de la luz sobre mi cuerpo, era más que obvio que no era normal tener dos sombras a mi espalda. 

Me detuve de improvisto, casi manipulado para hacerlo, pero fui consciente de que yo mismo había dado esa orden. Me incliné casi imperceptiblemente y miré mis manos que temblaban, miré el suelo a mis pies y finalmente tuve el coraje de quedarme mirando el cielo rojizo. Aspiré, alerta, escuchando atentamente las raíces de los árboles que hacían crujir la tierra cada que el aire golpeaba sus troncos. El sonido de las hojas también debía ser analizado, porque tenían la capacidad de adormecer a cualquiera. Y en ese estado de contemplación, oí un sonido inusual, como un roce liviano, la hierba seca siendo aplastada con una rapidez tan considerable que el hecho de que hubiese hecho ruido pareció más un descuido.  

Me di la vuelta justo en el instante en el que la sombra se hizo visible, y lancé un kunai hacia su dirección que terminó por estamparse contra el suelo. El personaje había desaparecido y reaparecido a mi espalda, de modo que no pude verle el rostro. Amenazado con una pequeña espada, me obligó a deshacerme de mi mochila con armas. Un escalofrío me recorrió la espalda, anticipando el momento en el que se me ocurrió que estaba bien si me rendía o me clavaba limpiamente la espada a un costado, hasta el fondo, directo al corazón.  

Un fulgor rojo acaparó el campo visual que, tanto el sujeto como yo, notamos de inmediato. Sin darle tiempo a reaccionar, sabiendo lo que significaba aquella luz, me aparté y comencé a correr sin miramientos. Lo único capaz de detenerme estaba al este, en espera de refuerzos, siendo atacado. Pero corría y lucía como que jamás me detendría. Estimaba que a unos cien metros hallaría a Sakura o a Shikamaru, pero hacía tiempo debía haberme detenido y en cambio, continuaba corriendo con el desconocido de antes pisándome los talones.  

De nuevo otro rayo rojo a lo lejos, pero esta vez al norte me hizo detener y esconderme tras un árbol, sin demasiado tiempo para comprender los sonidos del bosque. Fácilmente pude oír los pasos ligeros de la sombra detenerse y luego el silencio que me sobrecogió me hizo poner nervioso. No tenía conmigo ningún arma, y a pesar de que tenía la energía suficiente para combatir, sentía esa molestia en el pecho que solo presagiaba algo desagradable.   

El sonido de algo deslizándose y siendo templado me hizo reaccionar, moviéndome sólo para ser devuelto al tronco del árbol y ser sujetado por un alambre que amenazaba con rebanarme si llegaba a forcejear. Gruñí exasperado, comprendiendo finalmente por qué no creía que era buena idea salir de la Hoja en compañía de un equipo. Cuando en el pasado estuve solo en la inmensidad de los bosques, me era sencillo pensar en el fin sin sentir un atisbo de remordimiento. Sin embargo, ahora sólo cabía en mi mente la idea de que debía correr tanto como me fuera posible y morir después de saber que Sakura y Shikamaru estaban a salvo. 

Esta vez, el sujeto había rodeado el árbol y se había plantado en frente de mí. Siendo sus ojos lo único visible, pude notar cómo me repasaba, como si jamás hubiese visto un humano en su vida. Llevaba una sotana completamente negra y una máscara con los rasgos que caracterizan a las lechuzas, blanca y con un pico pequeño que sobresalía en donde debía estar su nariz. Me abalancé hacia él e impacté mi frente en la máscara blanquecina, haciendo que se balanceara y notando la grieta que se había formado en la superficie liza. Mis brazos y pecho se resintieron por mi arrebato y gruñí cuando el dolor se hizo presente. La lechuza había emitido un quejido por igual y se había quedado inmóvil por un momento. Momento que me hizo sentir inquieto, casi atemorizado.   

No supe qué se proponía, porque en el momento en el que estuvo a punto de sacar algo de debajo de la túnica, otra bengala fue accionada a lo lejos. A partir de ese momento todo se tornó extremadamente confuso. En el equipo éramos tres, cada uno con una mochila con equipamiento; se había iluminado el cielo en tres ocasiones y yo había perdido mi bolsa por lo que no había tenido la oportunidad de activar mi bengala. No había razón para que el cielo se hubiese iluminado una tercera vez.   

Miré al hombre que tenía en frente, acorralándome con sus manos a cada lado de mi cabeza. Pensé en que él era el único, porque no hubo nadie más siguiéndome en el camino que corrí hasta ser acorralado. Pero entonces presentí que no poseía la misma presencia del que me había amenazado con la pequeña espada. Antes, sus pasos habían sido descuidados, pero este sujeto era sigiloso, hábil con las manos y hábil con sus ojos.  

Creí escuchar mi nombre en algún lugar, tal vez a lo lejos, tal vez desde el interior de un árbol. No estuve seguro. La mano derecha del sujeto había viajado hasta situarse en el borde de mi mandíbula. El tacto de sus manos era frío y sin embargo acogedor, y yo comencé a distraerme con ellas y el roce suave que le proporcionaban a mi piel. Acarició mi cuello con la yema de sus dedos, y murmuró algo acerca de las venas, un corte y la muerte. Volvía a dudar de mi raciocinio, porque sus ojos a través de la máscara eran como el marco de una puerta hacia la noche más oscura, con estrellas y con luna.  

Oí mi nombre de nuevo, por todas partes. Parecía que se extendía kilómetros hasta llegar a mí y llenar mi cráneo. Y de repente, abstraído en sus ojos todavía, mi nombre fue dicho con fuerza a un centímetro de mis oídos. Como en un remolino, rememorando toda una vida en menos de un segundo, vislumbré a lo último un par de lunas rojas y moteadas, y de repente esas lunas cerraron sus párpados y me liberaron de la ilusión.  

–¡Naruto! – 

Esa voz de nuevo. La reconocí de inmediato y supe que Sakura estaba muy cerca.  

Estuve a punto de decirle que se alejara, pero al cabo de un segundo me di perfecta cuenta de que no estaba amarrado a nada y que de la misma forma en la que el alambre había desaparecido, lo habían hecho las heridas que tanto habían escocido.  

– ¿Te encuentras bien? –Preguntó más cerca todavía, a un tramo de mi cara. –Debemos movernos. Shikamaru ha atrapado a alguien y si no nos apresuramos probablemente encuentre la manera de escapar. – 

–Pero... –Murmuré, demasiado trastocado por lo que acababa de suceder. –La lechuza, y sus cuerdas... – 

– ¿Qué demonios estás diciendo, Naruto? –Masculló Sakura, mirándome detenidamente hasta hacerme sentir incómodo. –Aquí no hay nada a excepción de este montón de árboles y tu cara pálida. – 

–Alguien me estaba siguiendo. Y luego las luces en el cielo... – 

– ¿Las viste? ¿Las bengalas? –Dijo con una expresión por completo diferente.  

Asentí.

– ¡Maldición! Yo no activé la mía, pero Shikamaru dijo que no vio nada. Sé que lo vi. – 

– ¿Tú también? –Pregunté. –Tres veces. Las vi tres veces y luego nada. En ningún momento podría haber encendido mi bengala. Perdí mi bolsa. – 

Sakura siseó, quizá balbuceó algo que por muy cerca que hubiese estado no habría podido comprender. Aún demasiado confundido y hasta un tanto mareado, comencé a caminar detrás de ella.  

–Yo las vi dos veces y luego apareció Shikamaru. Entonces supe que no había sido él y pensé que lo habías hecho tú. Dijo que no había visto nada. Luego, apareció este sujeto y nos atacó. Supongo que tendrá algo de información. – 

Caminamos hacia el sendero, de nuevo envueltos en el silencio. Volví a escuchar la hojarasca y hasta entonces pude notar el cielo oscurecido por completo. El sol se había ido, así como también todo mi juicio.  

Encontramos a una persona atada a una roca y a Shikamaru pisándole las manos. Supuse que había estado interrogándole sin obtener nada más inútil que un par de risotadas y un aullido de dolor.  

–Está marcado. –Habló Shikamaru apenas nos vio llegar.  

Con una pequeña daga, removió parte de la prenda y nos enseñó tres puntos familiares en su cuello.  

–Probablemente sea obra de Orochimaru. Pero es un principiante. Incluso utilizando ese poder no pudo evitar acabar así. – 

Se oyó una vibración algo extraña y todos nos centramos más en el sujeto.  

– ¡Oh! Ahí está él. –Sonrió de forma maniaca. –No se le debe tocar un solo cabello, dijo el elegido. ¡Maldito lunático! – 

Su voz era un silbido, casi ausente en su ronquera. La mirada que me dirigía no me hizo retroceder, aunque estaba horrorizado sin razón aparente. Lucía como comúnmente luciría un forastero, pero entonces reparé en la túnica que llevaba encima y que caía descuidadamente por uno de sus hombros. Busqué la máscara de la lechuza con la mirada y no hallé algo que se le pareciera. Sin embargo, blandiéndola como algo insignificante, Shikamaru sostenía la espada pequeña que había estado a punto de enterrarse en mis entrañas. 

– ¿El elegido? ¿De quién demonios estás hablando? –Cuestionó Shikamaru, déspota, sin paciencia, pateando de nuevo las manos del hombre. –Habla. – 

El sujeto rezongó, haciendo un sonido bastante agudo y desagradable.  

–Él puede decírtelo. –Dijo, señalándome con un ademan. – ¿No es cierto, niño? Lo has visto. Has visto en sus ojos rojos. – 

Sakura y Shikamaru me observaron, pero sin la intención de creerle se dieron la vuelta y volvieron a insistirle al hombre. 

– ¿Quién es? –Sakura alzó la voz.  

–El portador del Sharingan. –Dijo por fin.  

– ¡Sasuke! – 

 

 

 

Notas finales:

Gracias. Nos vemos la próxima vez. 


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