Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

En algún lugar del bosque por ElGatodeKuren

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola. Aquí el capítulo. Me costó subirlo, porque de aquí parten las confrontaciones intensas y calurosas y las situaciones que comprometerán esa relación que fue producto de separaciones y encuentros secretos. 

Espero que lo disfruten.  

 

Pude escuchar el murmullo del agua cayendo y olerla como si la tuviese entre mis manos, en contacto directo con mi cuerpo. Mis dedos se movieron y tuve la intención de acaparar cualquier cosa, pero escasamente logré rozar algo lizo y frío con la punta. Lentamente y con esfuerzo, pude ir percibiendo el eco de cada gota al estrellarse contra el suelo, un sonido constante y perturbador. No noté el aullido lejano del viento porque había otro sonido más fuerte que se sobreponía a cualquiera, sin embargo, sí sentía su roce suave que había enfriado mi piel como si estuviese suspendido en ese espacio desconocido, como si siempre hubiese sido primavera.  

No me había atrevido a abrir los ojos todavía, porque el proceso de reanimar mi cuerpo consumía la mayor parte de mi energía y para cuando me encontraba sentado, mi espíritu estaba encorvado, cansado de ver el sol.  

No estuve seguro de si esta vez vería el sol cuando abriera mis ojos, o si vería la luna de nuevo, tan blanca y lejana. Tenía el presentimiento de que algo más despertaría a la vez que decidiera moverme, y sería una experiencia desagradable. Así que el tiempo pasó desapercibido y fui dándome cuenta de que los sonidos no variaban, que seguía siendo la misma agua cayendo pesadamente sobre más agua y que a veces un rocío alcanzaba mis brazos y rostro. Con la misma lentitud, y puede que tal vez haya tardado más tiempo en el proceso, rememoré el instante en el que caí inconsciente y la razón por la que me había decepcionado de los despertares. Tal y como había confiado en esta relación que mantenía con Sasuke que, ahora que me hallaba abandonado en medio de la nada me daba cuenta de que era insana e impredecible, había puesto mi confianza e ilusiones en personas que quizá no se iban a dar vuelta y no se sumergirían por mí en la fosa lóbrega con agua estancada y turbia que era mi mente.  

Sin darme cuenta, había entreabierto los ojos y como lo había supuesto, la sensación de soledad fue tan devastadora que opacó el dolor que sentí recorrerme hasta en las uñas.  

Quizá lloré como lo hacía cuando me sentía olvidado, relegado a una habitación a la cual no era posible llamarle hogar. Puede que no lo hiciera, ya que no supe si las lágrimas caían o si se trataba de la sangre que manaba de las heridas de aquel combate con Sasuke.  

Pensar en él fue otro suplicio silencioso. Recordé la brutalidad de sus acciones y que así como había podido morir en sus manos, estaba ahora muy vivo y desamparado.  

Obviamente me pregunté cómo había llegado hasta esto, es decir, estar en una especie de cueva cuyo eco me hacía aún más irritable, tendido en el suelo con heridas que tardaban en sanar más de lo usual y con el gran vacío existencial que cargaba en los hombros, como parecía estarlo haciendo con el mundo entero.  

Logré mover mis manos por completo diez minutos después, sólo para darme cuenta luego de que había tenido los brazos dormidos y que el proceso tortuoso de despertarlos era superado en creces por un dolor que se extendía hasta el interior de mis huesos. Sin embargo, sabía que tendría que superarlo si quería salir de allí y regresar a casa. 

No le di vueltas al asunto de mis ausencias en la aldea y que la mayoría de veces acarreaban malas noticias, principalmente porque había comprobado que ya no le podía llamar hogar a aquel lugar. Pero aceptarlo iba a ser abrumador, otra esperanza hecha trizas. Me iba a sentir como un inadaptado, un paria, desolado y avergonzado de mí mismo. Y esa era una sensación que me atemorizaba y a la cual le huía desesperadamente.  

Una hora había pasado cuando pude sentir plenamente mi cuerpo y las heridas que se secaban de a poco. Eso no quería decir que no me hicieran sufrir, y era preferible eso a el pensamiento de mi infelicidad que era bastante recurrente, sobre todo cuando me hallaba solo.  

Quise mirar hacia afuera y comprobar que el sol se estaba poniendo, pero apenas podía sentarme por lo que girar la cabeza me costaría un agónico dolor en el cuello. Por el sonido, supe de antemano que tendría la vista inusual del interior de una cascada. También supe que si fuese a ver el sol, este sería un enigma en la cima de alguna montaña, puesto que no comprendería si se trataba del amanecer o del atardecer. De cualquier forma quería verlo, saber que estaba con vida en algún lugar del mundo gracias al mismo sujeto que podría haberle dado fin.  

Fue una lástima que para cuando tuve la libertad suficiente para girar y apreciar la caída de agua más peculiar, Sasuke apareciera ante mis ojos haciéndome preguntar inevitablemente si había estado allí todo este tiempo, o si acababa de interrumpir un inspirador e íntimo momento con su maldita presencia.  

Me quedé mirándole las manos, porque era lo máximo que podía alzar la vista sin sentir que se me escapaba el alma por la boca. Él estaba allí simplemente, parado frente a mí a un par de metros sin moverse, sin decir una sola palabra.  

–Puedes matarme si quieres. –Dije y mi voz sonó estruendosa en mis oídos. Hice una mueca al notar lo áspera que se sintió incluso en mi garganta. –Es decir, es la oportunidad perfecta ya que no puedo moverme sin sentir que estoy agonizando. Obviamente no puedo escapar, y sería tonto de tu parte no continuar nuestra intensa batalla ahora que estoy indefenso por completo. Ah, no, espera. No fue una pelea de dos. Fue tu puta batalla, peleando solo hasta casi matarme. – 

Él me sonrió. Pude verlo porque se había movido hasta el fondo de la cueva y se había sentado lejos. 

–Adelante. –Continué, descubriendo que la rabia creciendo en mis venas era igual de dolorosa a una herida abierta y sangrante. – ¡Mátame! – 

Un suspiro se escapó de mi boca junto con aquel grito y me obligó a encogerme de costado. Ese primer movimiento conciso me costó otro gemido de dolor, pero en comparación con los espasmos de hacía una hora, este era compasivo y llevadero.  

De nuevo estuve estudiando su rostro, acostado como un ser lamentable con la mejilla sobre la roca húmeda y helada. Reacio a pensar al respecto, finalmente cedí y acepté que en el poco tiempo que no estuvimos juntos, él se había convertido en un perfecto extraño. No podía comprender su manera de actuar, las razones por las cuales había intentado acabar conmigo de muchas formas distintas. No sólo tratando de impactarme con cosas afiladas y técnicas perfeccionadas, sino haciéndome daño en el interior. Mi mente, que no tenía más remedio que soportar mis propias desdichas, ahora estaba cargando con el hecho de que mi único mejor amigo tenía otras intenciones que nada tenían que ver con charlar y pasar el rato.  

–Me preguntaste si quería que te alejaras de mí, pero al parecer eres tú el que se quiere deshacer de mí. –Murmuré, y esta vez estaba triste, exhausto de respirar.  

Me contempló, allá oculto en la oscuridad. Tenía sus piernas a la altura de su pecho, con los brazos sobre sus rodillas y los ojos le brillaban como los de un gato. Otra vez su expresión era un manto de misterio.  

– ¿Por qué no dices nada? –Pregunté, como un último intento para conciliar y comprender mejor su decisión de permanecer junto a mí.  

– ¿Qué quieres que diga? –Habló y supe que lo había hecho porque pude ver su boca moverse. Tuve que hacer acopio de mis pocas fuerzas para poder escucharle.   

–Sólo… –Cerré los ojos por un momento y me abracé a mí mismo. –… no lo sé. Has algo. –  

– ¿Qué quieres que haga? – 

Volví a mirarle, esta vez conteniendo las lágrimas. Me sentía miserable, tan insignificante en esa posición, siendo observado en silencio por él.  

– ¿Por qué lo hiciste? – 

– ¿Hacer qué? – 

– ¿Por qué de repente me quieres muerto? – 

–Pero estás vivo. –Enfatizó lo obvio.  

–Si, pero por qué. –Quise saber.   

–Tu vida vale mucho más. Sólo es eso. –Dijo e hizo que mi corazón se agitara.  

Pensé que era absurdo, y también que sus palabras tenían un doble sentido que en el momento no pude descifrar.  

–Ya basta. –Le pedí, volcando mi cuerpo de espaldas al suelo. –No sigas siendo tan cruel. –  

–No he hecho nada. – 

–Claro. –Reí sarcástico, sufriendo bajo mi piel. –Y yo no estoy agonizando por tu culpa. –  

– ¿Quieres que detenga el dolor? –Preguntó, presa de un bestial dominio de sus emociones.  

–Sí. Quiero que se detenga. –Gemí, arqueando la espalda. –Has algo. – 

–Sólo debes esperar un poco más. –  

Miré nuevamente la oscuridad encima de nosotros, sintiendo el calor intenso de las lágrimas sobre mis sienes. No era plenamente consciente de lo que decía, requiriendo algo que ni yo mismo sabía que quería decir en voz alta. Quizá se debió al estado de convalecencia, pero ahora sentía que todo mi cuerpo quemaba y que la única cosa que podía hacer era quedarme inmóvil, palpando con vehemencia el agua que se entremezclaba con las piedras. Donde sea que tocaba con mis manos, el calor penetraba y me desesperaba. En algún punto de aquel ciclo que duró al menos otro cuarto de hora, mis dedos, que era lo único capaz de mover con libertad, se habían clavado a la caliza, canalizando el fuego que parecía provenir de lo más recóndito de mi ser. En todo momento, Sasuke me repasó resguardado en el mutismo. Me dio la impresión de que él ya sabía del proceso por el que yo estaba pasando, por lo que se había apartado prudentemente y me había inspeccionado con detenimiento.  

Por la paciencia que había demostrado mantener intacta con el paso de los años al quedarse observando mi agónica conversión, supe que ese pestañeo dócil no era de soñolencia o de aburrimiento. Sólo estaba ahí, esperando todavía por mí y mis preguntas, lo que me desconcertaba y me hacía enojar. Actuaba como si el hecho de que yo hubiese estado sangrando inconsciente no tuviera nada que ver con él y sus enfermizos cambios de ánimo.  

Me volví inesperadamente hacia él, y mis ojos habían dejado de lagrimear. La curiosidad que sentí fue inmensa. Entrecerré los ojos para enfocarle mejor y le vi hacer exactamente lo mismo, estremeciéndose casi imperceptiblemente. La temperatura comenzaba a descender inminentemente cuando capté de nuevo el sonido de la cascada. Ahora menos agobiado por el dolor, logré enderezarme.   

– ¿Tú me hiciste esto? –Pregunté despacio, como si apenas hubiese descubierto mi voz y lo versátil que podía ser.  

– ¿Qué quieres decir? –Dijo, todavía en voz baja.  

–Esto. –Señalé mi cuerpo con rudeza y a las cicatrices que comenzaban a desaparecer. –Hacer que sintiera que me estaba quemando. – 

Él negó simplemente, parpadeando con una lentitud hipnótica.  

–Oh. Puede que no, pero sí que me lanzaste un maldito puñetazo a la cara. –Le recriminé con desdén.  

– ¿Qué tiene eso que ver? –  

Abrí los ojos, incrédulo. 

– ¿Acaso eres imbécil o también experimentan con tu cerebro? – 

Permaneció impasible, mirándome detenidamente. No pasé por alto su reacción, así que pensé que algo andaba fuera de lugar. 

–¿Qué ocurre? ¿Te hace enfadar que hable de lo que hacen o no contigo? ¿Te molesta que diga que eres un experimento? Ya deberías estar familiarizado con esa palabra, al igual que yo debo aprender a hacerlo. –Esto último me provocó un ligero desdén.  

Recordé lo que había ocurrido en el hospital de Konoha y mis manos se cerraron en torno a sí mismas, clavándome las uñas en las palmas.   

Lo oí moverse, deslizar sus dedos por la roca y balbucir algo para luego quedárseme viendo con la cabeza ladeada, como la vez tras la mascara, sobre el sauce del bosque y bajo la luz roja de las bengalas.  

– ¿Por qué tendrías que hacerlo? ¿Por qué esa palabra es tan importante ahora? –Preguntó. 

–Olvídalo… – 

Llevé inconscientemente mis manos hacía mi estómago.  

Él continuó repasándome, comprendiendo de inmediato algo que yo no tuve la intención de explicar. Asintió una sola vez, para al segundo siguiente enmudecer nuevamente.  

– ¿Qué es lo que estás haciendo exactamente? –Dije.  

Nunca fui más condescendiente que en aquel momento. Pude haber esperado una hora entera por su respuesta e insistir el resto del día de ser necesario. Tenía que saberlo, se estaba convirtiendo en una necesidad que me aplastaba indiscriminadamente. 

– ¿Por qué estamos aquí? –Continué. – ¿Por qué desgastarte usando tu chidori y tu sharingan para luego dejarme vivir? ¿Estás demente? No digas que debería haberte dejado en paz cuando fuiste tú el que no me dejó marchar para empezar. – 

Ese gesto casi aletargado con el que se mantenía confrontándome me exasperaba con lentitud, como una corriente de odio corriendo a través de mi torrente sanguíneo y que apenas se manifestaba en la yema de mis dedos, humedeciéndolos, haciéndolos conscientes de la cantidad de rocas pequeñas que nos rodeaban.  

– ¿Qué quieres? –Dijo finalmente.  

Esa pregunta me convirtió en un manojo de nervios. Las inflexiones que se apoderaban de su voz puede que sirvieran de mediadores, sedando por momentos mi acalorada consciencia. Sin embargo, no era duradero. El efecto se desvanecía con la misma rapidez con la que captaba cada tono y ese calor continuaba hasta mi abdomen y pecho.  

– ¿Qué es lo que quiero? ¡No! ¡Tú responde! ¡¿Qué demonios quieres de mí ahora?! – 

–Sólo estás enfadado porque intenté herirte. –Afirmó, indolente.  

En mi opinión, quizá tergiversada por la indignación, él era un cínico y un hijo de puta.  

–Me has herido cientos de veces, pero esto fue… –Sonreí y suspiré para no ceder ante la locura. – ¿Te das cuenta de que eres un sádico? – 

Se alzó de hombros.  

–Por supuesto que estoy enfadado. ¡Maldición! ¡Puedo estar jodidamente cabreado! Es que no sólo me aplastaste. ¡Ibas a matarme! – 

–No es cierto. –Me dijo y de nuevo, ese sutil tono me distrajo.  

–Querías hacerlo. – 

–Te equivocas. – 

–Tuviste la intención, que es igual de doloroso. – 

–No lo hice porque quisiera acabar contigo. –Insistió.  

– ¡Sólo dime la razón! –Casi imploré. – ¡Dímela! – 

Él hizo otra pausa larga, de esas que se producen luego de estar a punto de decir algo indebido, que te deja con la boca abierta y que te la cierra velozmente en un parpadeo. No comprendía la razón que lo incitaba a ser tan precavido con lo que me revelaba, pero sí sabía que me jodía aún más el ánimo, que era una ofensa gravísima.  

–Me molestas. –Dijo, tomándome por sorpresa. 

Negué y al contradecirle el aire se volvió tan denso que perdió por un segundo su frescura.   

–Estabas enfadado, porque dejé ir a Sakura y a Shikamaru, porque los ayudé a escapar con la nota. – 

–Continúas equivocándote una y otra vez. – 

–Da igual. Ahora sé que no deseas que esa nota llegue a manos de alguien que sí pueda corresponder a cada uno de tus ataques. –  

– ¿Aún crees que la nota que se llevaron es el problema? – 

Pude notar un ligero cambio en su voz. Ahora fruncía el ceño y sus pupilas eran todavía más relucientes, no obstante, su cuerpo continuaba en la misma posición ofensiva. Tal y como había podido vislumbrar anteriormente, cuando lograba acercarme a él y le amenazaba, lucía como si tratara de resguardarse de algún ataque o reacción. 

–Eso es irrelevante. –Sonrió. –Si en verdad hubiera sido mi intención impedir que ese mensaje saliera de Iwagakure, jamás habría fallado. A ti te habría roto en mil pedazos y lo único que hubiese salido de esa aldea habrían sido las cabezas de tus queridos amigos en dos jodidas lanzas. –  

Casi instintivamente sostuve entre mis manos una de las rocas pequeñas que antes había rozado y me aferré a ella con firmeza, siendo lo primero que le habría aventado si se hubiese atrevido a atacarme de nuevo. Sin embargo, y a pesar de su feroz amenaza, él mantuvo la mirada impasible y sombría con su barbilla al frente, sin la intención de moverse un ápice.  

–Ya deberías saber que no voy detenerme, sin importar lo que puedan hacer o no los demás. No importa los medios, no importa la sangre que quede prendida a mis manos. No me importa el concepto que tengan de mí, no interesa si voy a ser perseguido el resto de mi vida. – 

–¿Entonces cuál es el maldito problema?¿Qué fue lo que salió mal en tus planes que nos hizo llegar a esto? – 

–Ya te lo dije antes. Me molestas. Ahora y siempre lo has hecho. Te interpones en todo lo que hago, lo quieras o no, y eso me jode como no tienes idea. Me hace querer aplastarte, a ti y a todo lo que tenga que ver contigo. Tus amigos, por ejemplo. – 

No puedo negar que su declaración me dejó estupefacto. Tal vez ya lo suponía, tal vez lo sabía desde siempre, pero escucharlo directamente de su boca, corroborar mis sospechas que también eran ilusiones, no impidió que me recorriera un escalofrío.  

–Eso ya lo sé, Sasuke. –Murmuré, algo azorado pero igual de precavido. – ¿Es esa la respuesta? ¿Es por eso que me golpeaste y me heriste? ¿Para recalcar tu propósito de vengarte? – 

–Creí que querías llevarme de vuelta a la aldea. –Dijo, mostrándose curioso ante lo primero que había afirmado más no a lo que le había preguntado. También comprendí que volvía a evitar el tema.  

Lo que quizá él no sabía era que hacía tiempo yo había dejado de perseguir la idea de detenerle, de aferrarme al perfil de ninja honorable que Sakura aún conservaba de él. Ahora me aferraba a una simple conexión, siendo incluso indiferente con sus ideales más no con sus métodos, e incapaz de superar ese vínculo entrañable y necesario en mi vida.  

Pero sus palabras tenían un profundo alcance y me lastimaban sin quererlo.  

–Sólo… –Respiré erráticamente. –No quiero verte. Quiero alejarme de ti ahora mismo. – 

–¿Por qué querrías algo como eso?  – 

–¿Y preguntas por qué? –Exclamé exasperado. –En la aldea nadie quería hacerme daño. – 

–Ellos te sellaron. – 

–¡Pues al menos se tomaron la molestia de explicarlo! – 

–Vaya… ¿Y tú accediste simplemente? –Preguntó, y lucía sorprendido y molesto al mismo tiempo.  

Me quedé en silencio, no sabiendo cómo refutar, guardándome las ganas que tenía de lanzarle la roca directo a la cara.  

–¿Qué ocurre? No me mires así. Yo no voy a crear una mentira para mantenerte contento. Deberías conformarte con que no he querido matarte en ningún momento y que tu vida tiene más sentido para mi del que jamás lo tendrá para nadie. – 

–Al menos ellos dijeron la verdad a medias cuando me sellaron. –

–¿Qué clase de consolación es esa? – 

–No se trata de consolación. Ellos también le encuentran sentido a mí vida, a pesar de que soy una amenaza para todo el mundo. – 

–Eso no resuelve el hecho de que no estuvieras de acuerdo con lo que te hicieron. – 

–¿Cómo puede estar seguro de que no estuve de acuerdo? – 

–Porque estás aquí ahora, conmigo, y sé que no sólo tienes curiosidad acerca de mis planes. Estás aquí porque te dije que desharía el sello. – 

Eso podía ser cierto y maldije por lo bajo al reconocerlo casi de inmediato. 

– ¿Acaso no me oíste? Dije que quiero alejarme de ti. ¿Por qué mierda me quedaría aquí entonces? No sólo desharías el sello, también prometiste que ibas a acabar conmigo. –Le recalqué. 

–¿Crees que voy a matarte luego de eso? Sé que duele aquella marca. Sé que te vuelve lento y que parece que te paraliza cuando estoy cerca. Es ella la que te impide sanar rápido y la que no te permite salir de aquí ahora mismo. – 

–Creo que no tienes el poder suficiente para revertir el sello. – 

–Tienes razón. No tengo el poder suficiente. –Aceptó rápidamente.  

–Entonces es inútil. Como puedes ver, no hay nada en lo absoluto que me ate a ti y me haga quedar por más tiempo. Te dejaré el camino libre para que destruyas el mundo si eso es lo que deseas. Te prometo que no me interpondré. – 

–Incluso si lo juras por lo que más quieres, ya es tarde, no puedo dejar que te vayas. – 

–¿Por qué no? –Estuve a punto de largarme a gruñir debido a la frustración. 

–Porque a pesar de que no tengo el poder suficiente en mis venas, ahora cuento con los medios. – 

–¿Eres estúpido? ¿Por qué querrías ayudarme de cualquier forma? – 

–Porque eres más útil cuando no te mantienen encerrado en ti mismo. – 

–¿Estás diciendo que vas a usarme luego? – 

El eco que rebotó y se propagó insistente a nuestro alrededor, hizo que fuera más consciente de que estaba gritando. 

–¿No quieres deshacerte de esa marca? –Preguntó.  

–Vas a usarme. Es eso. – 

Me puse en pie lentamente, inconsciente del ahora escaso dolor en cada una de mis extremidades. Todavía tenía la roca en mi mano y al apretarla con fuerza entre mis dedos, estos comenzaron a doler nuevamente. No me importó en lo más mínimo. Me moví hacia Sasuke y él tensó cada musculo al percatarse de mi reacción airada.  

Lo primero que hice al darme cuenta de que no se levantaría para enfrentarme, fue señalarle con mi dedo justo en el rostro. Mis ojos escocieron, pero esta vez no hubo lágrimas ni lamentos, tan solo aquel odio corriendo aún más rápido por mis venas. Lo segundo fue lanzarle la roca que, debido a la ansiedad o porque quizá no quería lastimarlo en serio, impactó contra la pared liza a su espalda.  

–Claro que soy importante. ¡Por qué piensas usarme luego! – 

Comencé a pasearme de un lado a otro. Mis manos, que ahora no podía dejar quietas, tocaron mi cabello con desesperación. 

–No eras parte del plan. Nadie dijo que ibas a estar aquí. –Le miré, sin dejar de moverme.  

–No fui parte del plan de nadie. –Dijo, siguiéndome todo el tiempo con la mirada. –Y tú no eras parte del mío. – 

Me detuve de improvisto, entrando a paso airoso en un torbellino de confusión y pánico.    

–No se suponía que íbamos a encontrarnos. Tú desobedecerías las ordenes de Orochimaru y sabotearías su misión, apoderándote de los pergaminos. Pero ellos no iban a dejar que nadie entrara o saliera de Iwagakure, por lo que te deshiciste de todos. – 

Repasé con juicio cada palabra dicha por Shikamaru e intenté leer en algún gesto de Sasuke que me equivocaba o que, por lo contrario, estaba en lo cierto. Sin embargo, él continuaba siendo un individuo con la habilidad de permanecer inalterable por lo que, a menos que decidiera confesarlo en voz alta, iba a ser una tarea difícil advertir algo en la expresión de su rostro.  

–Si yo no era parte de tu plan, ¿vas a improvisar ahora que me encontraste y descubriste que puedo serte útil? –Pregunté.  

–No exactamente. – 

– ¿Qué puedo tener yo que pueda serte de utilidad? –Exclamé.  

No hizo nada que pudiese ser malinterpretado, tan sólo empezó a enderezarse y al cabo de un segundo estaba de pie como yo. La túnica aún le rodeaba como un hálito y de un costado sobresalía el mango de la catana. Le escaneé velozmente de pies a cabeza y por alguna razón, su altura me atormentó, perdiendo el impulso de hablar.  

Alineó con más firmeza sus ojos y pude jurar que me obligó a fijarlos a los suyos. Tuve la sensación de que trataba de transmitirme algo importante con ese gesto y esa noción llegó a rodearme por los hombros y abrazarme acaloradamente. Creí que el color de sus ojos podía cambiar imperceptiblemente y que me estaba abduciendo con su sharingan, pero notaba todavía el sonido de la cascada y la humedad sobre mi piel, al igual que pude ver que su expresión no había cambiado en lo absoluto. Todo aquello me resultó tan alarmante que no pude evitar retroceder con mi garganta cerrada, negándose a dejar pasar el aire.   

– ¿Qué? ¿Qué es? –Hablé como me fue posible.  

–Tranquilízate. –Me pidió, alzando las manos como si quisiese alcanzarme.  

Volví a dar otro paso hacia atrás, y otro al ver que no se detenía. Aún el sentimiento de estar siendo estrechado, no con fuerza, más bien con sutileza, me abatía y me hacía más temeroso. Tal vez fueron sus pasos que ya no se detuvieron, tal vez la dirección de sus manos que subliminalmente señalaban mi cuerpo, yo supe repentinamente que, de alguna u otra manea, él le hablaba en silencio a la bestia atrapada en mi interior.          

–Dios… –Balbucí. – …. ¿cómo pude ser tan estúpido? – 

–Vamos... –Detuvo sus pasos y bajó sus manos. –Deja de alejarte. No va a terminar bien para ti. –Me advirtió, sonsacándome un jadeo, como si acabara de darme un puñetazo en el vientre.  

–Vas... vas a usarme como carnada. No te importaba la maldita nota, te importa que ahora sabrán tus verdaderas intensiones. –  

–Detente ahora. – 

Sin embargo, no logró que dejara de apartarme cada vez más.  

–Shikamaru dijo que no es una declaración de guerra, que es tu venganza. Necesitabas los pergaminos para llamar a su hermano. – 

– ¿En serio? –Dijo despacio, pero yo pude percibir la ironía en su voz.  

–Si. Vas a atraerlo con lo que más necesita en estos momentos. Un Bijú. –Le miré con los ojos muy abiertos, sin importar que estuviera en medio de un ataque de pánico. – ¿No te molesta que esté más interesado en mí que en ti? –  

Me sorprendió verlo remover la túnica y empuñar su catana. Entonces fue demasiado obvio que se había enfadado. No pude reaccionar de otra manera que quedarme estupefacto en el filo de la roca, con el agua cayendo violentamente a mi espalda. En una fracción de segundo, pensé en la caída y en que allí estaba él, justo frente a mí, siendo el sujeto de siempre al que debía aferrarme para no caer. Pero sostenía la espada y fruncía el ceño. Puede que me prestara el brazo y me sostuviera con firmeza, pero en ese momento lo vi como la amenaza que me aventaría al vacío.  

Tan rápido como desenfundó la catana yo resbalé y caí al agua. El golpe me hizo abrir los ojos al reflejo del sol en la superficie, que se alejaba cada vez más. Y me estremecí y forcejeé inútilmente, haciendo que me hundiera con mayor rapidez. Cuando vi el fondo, negro como el infierno, dejé de luchar y me quedé absorto en la oscuridad hasta que ya no pude sentir nada.     

 

Notas finales:

Gracias y hasta la próxima ocasión. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).