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El canto del Omega por Tetsuya Chihiro

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C O M P R O M I S O

 

 

De un día soleado por la mañana a una tarde nublada y viento fresco era uno de los días más molestos para Kim Seok Jin.

Miraba por la ventana de su habitación el lamentable día.

El traqueteo de la ventana a causa del fuerte viento era el único ruido de su habitación. Las luces estaban totalmente apagadas.

Su habitación era de un color beige con tonos blancos, los muebles blancos y limpios. La cama individual decorada con sábanas blancas y una colcha color café claro. El escritorio reposaba un portátil color plateado y un computador de escritorio color blanco, su silla giratoria de igual color. El suelo de madera tenía una pequeña alfombra cubriendo una parte de esta de color beige y por supuesto su armario lleno de ropa de verano, pronto entraría otoño.

–Jin-hyung…–la voz preocupada de su mejor amigo se escuchó del otro lado de la puerta color blanco de la habitación.

No estaba feliz con la noticia, se sentía usado pero sabía que sus padres le amaban, así como él les ama.

No es momento…–pensaba en su comportamiento por sentirse infantil a hacer lo que le dicen y negarse, pero si se ponía a pensar que debía darle algo a cambio a sus padres.

Aunque no estaría mal que al menos le dejaran a que procesara la gran noticia.

–Jin-hyung, ¿estás bien? Me estás preocupando. –sintió lástima por su amigo, lo estaba preocupando.

–Estoy bien. –sin ánimos a seguirlo escucharlo prosiguió–. Será mejor que te marches. Si viniste a convencerme estás perdiendo el tiempo.

¿Por quién lo tomaba? ¿Estaba mal que se preocupara por su amigo? Estaba equivocado. ¡Estaba claro que no quería meterse en ese tema tan delicado!

Jung Ho Seok, un chico de 1.77m de altura, de cabellera marrón oscuro y ojos de igual color y piel clara; siendo amigo de la infancia de la infancia de Seok Jin.

A él también le tomó por sorpresa el compromiso de su amigo, siendo anunciada a toda la manada por el padre y líder de este.

Sabía los sueños del mayor, él y Jin se llevaban por dos años siendo Jin el mayor y eso no dejaba que fueran inseparables. Seok Jin dejo un seño atrás y ahora no volvería a cometer el mismo error a dejar otro sueño más en su vida. Nunca llego a pensar en ello.

–No es eso. Quiero ayudarte.

– ¡¿Y en qué demonios?! –gritó con frustración, haciendo que su Ho Seok se sobresaltara por el tono de voz de Jin.

–Yo…–susurró.

Hubo un minuto de silencio hasta que Ho Seok escuchó cosas caerse en la habitación de Jin y algo azotarse. Jung asustado cogió el pomo de la puerta dispuesta a abrirla, siéndole imposible ya que se encontraba con seguro.

– ¡Jin-hyung! –tocó desesperadamente la puerta e intentando abrirla. Al no percibir su olor corrió por el pasillo e ir escaleras abajo.

La familia Kim, le miraron preocupados por el repentino grito y que saliera corriendo pasando por la sala de estar.

Al estar afuera de la casa se detuvo para dar media vuelta sobre su eje para a ver la ventana donde daba la habitación del chico, que se encontraba abierta. Olfateó en el aire en dirección donde se encontraba el pequeño pueblo de la manada, sin tener resultado de que Seok Jin haya pasado por ahí.

Estaba preocupado. Sin importar que la familia Kim y las pocas personas que pasaban por ahí su ropa se desgarrara al momento de echar a correr al bosque del lado contrario de donde estaba la manada.

Sus pies y brazos fueron remplazadas por cuatro patas, el cuerpo se ensancho más de lo de un lobo normal, su piel en un gran pelaje color marrón y ojos de igual color, y su rostro en un gran hocico, y orejas sobre su cabeza.

Corrió entre los árboles en busca de Jin. El olor de su amigo estaba desapareciendo y más por el fuerte viento.

.

Seok Jin corrió hacia donde no le encontraran y le dejaran solo por unas horas o tal vez días. Ya no estaba seguro. No quería preocupar a nadie, pero necesitaba pensar. Antes de saltar por la ventana tomo sus supresores para ocultar su olor al menos por una hora.

Se espantó al ver que el cielo se iluminaba por varios rayos dando la señal de que estaba por llover.

Estaba cansándose, la ropa le estaba provocando calor; una gabardina color blanca, debajo una playera rosa, jeans claros, converse blancos y una bufanda gris.

Escuchó a lo lejos un aullido, no era tan estúpido de quién se trataba además de que estaba en serios problemas. No tenía mucho para que le alcanzaran. Giró a la izquierda para esconderse entre los arbustos más frondosos. No se extrañó que la lluvia empezara tan pesada.

Estuvo escondido entre los arbustos. No importaba si la ropa empezaba a mojarse rápidamente, que la lluvia estuviera demasiado fuerte y viento era demasiado fuerte provocando que las gotas que lograban entrar por los arbustos chocaran contra su cara sintiendo como mil agujas clavándose en su rostro.

De nuevo, escuchó el aullido siendo acompañado de más. Con el supresor no había problema, el olor lo estaba ocultando, trataba de convencerse.

El corazón estaba latiendo rápido por la gran carrera que recorrió y los nervios a flor de piel de que lo llegaran a encontrar.

Ellos sólo tratan de cuidarte, amarte y protegerte –por más que lo pensara no estaba del todo convencido. –. No estaría mal arriesgarse por tu manada, ellos tienen la esperanza de que los guíes con tu compañero. Ser su Madre. Cuidar de cada uno de ellos. Proteger a cada uno de ellos. Amar a cada uno de ellos […].

>>Pero, ¿quién me amará a mí?– sin más rompió en llanto tratando de acallar sus sollozos.

Claro estaba que sus padres, la manada lo amaban pero era una manera muy distinta a la que él esperaba.

La tormenta parecía que no iba a parar. Cada vez más cerca podía escuchar los aullidos, parecía que todo estaba pasando tan rápido. El sonido de un trueno lo asusto y el crujido de ramas quebrarse. Alzó su vista y rostro hacia el árbol de donde se encontraba el arbusto y él que se movía de un lado a otro.

No lo pensó dos veces y salió de su escondite y echó a correr, volteó su rostro para ver como el árbol caía lentamente sobre su antiguo escondite.

Pasó sobre una rocas pequeñas, casi cae al pisar una de ellas; los tenis que tenía no ayudaban al igual que la tormenta y el lodo.

Los aullidos seguían escuchándose. ¿Acaso era demasiado pedir tiempo?

A lo lejos vio un río, que el agua corría ferozmente chocando sobre las rocas que no le accedía fácilmente el paso. Aquellas rocas simulaban un camino.

–Tú puedes. –se auto convenció para pasar sobre unas rocas a pesar de la tormenta.

Estaba por caerse en la última roca hasta sin más saltó como pudo a la orilla del río, cayendo sobre el lodo y el pasto.  

El ladrido de los lobos que estaba al otro lado de la orilla lo asustó. Sin más se levantó y echó a correr de nuevo. Cuanto más corría más lejano se escuchaba los aullidos y ladridos.

.

La tormenta cesó, permitiéndolo despejar su mente y tranquilizarse. Aún estaba inseguro. Sin embargo, estaba avergonzado por la tontería de huir de sus responsabilidades.

–No eres de aquí. –una voz infantil le sacó de aquel pensamiento. A unos seis metros se encontraba un niño de más o menos de siete años de edad.

Al igual que él estaba todo empapado, pero desnudo. ¿Qué hacía un niño, desnudo, en medio del bosque?

–Tu olor no es de aquí. –volvió a hablar el pequeño, mirándolo con cierta seriedad, pero en sus ojos estaban que resplandecían de felicidad.

¿Acaso ya paso una hora? –recordó los supresores. –. No…–contesto inseguro de su respuesta. – ¿Estoy en otro territorio?

–Entiendo. Me agrada–contestó cambiando su semblante serio a uno sonriente. –. Mi nombre es-

– ¡Tae! –a lo lejos se pudo escuchar una voz un poco más gruesa a comparación de la suya. Pudo verlo correr hacía el pequeño.

Mientras que el menor, sólo se dedicó a dar media vuelta para correr hacia el hombre que lo nombró.

–No lo vuelvas a hacer. –aquel hombre se encontraba preocupado por el pequeño.

Sus olores eran similares, supuso que eran familia. Más no espero que atrás de él vinieran dos lobos, uno de color café rojizo y el otro de igual color.

–No sucederá. –contestó sonriente. Siendo abrigado por el mayor con una manta gruesa color celeste, tapando completamente el desnudo cuerpo y cabeza del pequeño Tae.

Aquel hombre levanto su rostro y vista hacia él. Seok Jin se levantó al momento que éste levanto su rostro.

Sus ropas empapadas de ambos chicos pesaban demasiado a causa de la fuerte tormenta. Sus cabellos alborotados y sus olores más fuertes.

Jin llevó sus manos hacia su pecho, tratando de calmar sus latidos del corazón. Estaba nervioso y asustado. ¡Estaba en otro territorio y él ni en cuenta!

El corazón de uno estaba latiendo rápido a causa del miedo al estar enfrente de alguien superior, jerárquicamente, y el fuerte el olor que desprendía el contrario. Mientras que el corazón del otro chico latía lentamente a causa de la sorpresa que se encontró; el fuerte olor a flores y agua de mar era magnífico. Su belleza no se comparaba a otros chicos de su clase.

 

 

 


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