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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Hacía calor, sus hijos se quejaron de eso durante días debido al verano entrante y Tsuna prometió darles una solución. Fue simple. Debieron trasladarse a una de las alas de la mansión para declarar oficialmente abierta la piscina bajo techo de Vongola. Así que ahí estaban, jugando con el agua y los flotadores, con sus hijos siendo vigilados por Iemitsu quien se autodenominó entrenador y les iba a enseñar a nadar. Nada mejor que escuchar las risas y las brazadas de dos niños que se merecían lo mejor del mundo.

Fon estaba ahí, a su lado, siendo testigo silente de aquel suceso. Era un tiempo en media mañana así que la mayoría estaba haciendo sus labores y sólo ellos se escaparon del trabajo. Era mejor así, sin peleas ni bullicio, siendo parte de un ambiente relajado y… sí, Skull le dijo ciertas cosas antes de que entraran al área de la piscina. El gamberro podía ser una molestia sin precedentes si se lo proponía.

Por culpa del antiguo arcobaleno de la nube ahora Tsunayoshi Sawada no podía estar tranquilo sin que sus ojos intentaran mirar a Fon.

 

—¿Por qué no entras al agua? —la voz del azabache lo hizo saltar un poco.

—No hace falta —intentó sonar despreocupado.

 

Él y Fon estaban en la orilla de la piscina, con sus pies en el agua, sintiendo el refrescante roce que les mojaba hasta un poco más abajo de las rodillas. Hacía calor y estaban en una piscina, por eso era normal que Fon optara por usar un traje de baño que cubría hasta un poco más arriba de sus rodillas; pantaloncillos pegados al cuerpo —cabe recalcar—, de esos que usan los nadadores profesionales y que la mayoría en la mansión usaban, es más, tenían una especie de sección donde se podía escoger qué bañador querían y apropiarse de él para uso personal. Tsuna siempre se sintió cómodo usando uno de esos…, pero en ese momento preferiría que Fon usara su qipao incluso en esa ocasión porque las palabras de Skull no dejaban de atormentarlo.

«Deberías mirarlo un poco, aprovechando la oportunidad»

Joder, iba a golpear a Skull cuando lo viera de nuevo. Por eso no se atrevía a mirar sino al frente, a sus hijos quienes parecían muy a gusto en el agua, sin hacer contacto visual con su acompañante y centrándose en su propia existencia para mantenerse firme. No es que deseara ver algo como el tatuaje que un par de veces notó en el brazo izquierdo de Fon y averiguar hasta donde llegaba. ¡Por dios, no tenía que pensar en eso!

 

—¿Por qué no te quitas la playera?

—Pues…

 

Soltó una risita incómoda al mismo tiempo que miraba aquella prenda que cubría su parte superior, de mangas cortas y de color gris. Sí, para cualquiera sería raro que alguien usara una playera en una piscina y en pleno verano, más cuando se hallaban bajo techo y el sol no podía hacerle daño. Sí… muchos preguntaron lo mismo, pero después de todos esos años sólo dejaron de hacerlo a sabiendas de lo duro que fue vivir en medio de la mafia. No era un tema muy placentero de hablar, pero era algo para distraer su mente.

 

—Porque hay cicatrices de mi vida que mi familia no debería ver.

 

Tsuna no mentía; en su piel destacaban hendiduras de las que no estaba orgulloso, líneas que surcaban la piel de su espalda, costados, incluso tenía una cercana a corazón y otras menos notables por doquier. A eso debería sumarle el corte que adornaba su frente, pero no tenía que dar muchas explicaciones de ese surco pues era la cicatriz que sus guardianes verían como resultado de sus fallos. Era un castigo visible para todos.

Pero no podía dejar que su madre o sus hijos vieran sus otras marcas; no sería agradable ni cómodo cuando las preguntas inevitables se dieran. Era mejor excusarse con que le gustaba usar playeras, que hacía mucho sol o simplemente que se sentía a gusto usándolas.

 

—No deberías sentirte avergonzado de mostrar tu cuerpo. Marcado o no, representa que has podido superar todo problema que se ha presentado en tu vida.

—Ese es el problema, Fon-san… Es que aún no supero algunas cosas y muchos no saben de ellas.

 

Lo que más le gustaba a Tsuna de estar con Fon era que no tenía que ocultar cosas, al menos no todas; le tenía la suficiente confianza como para serle sincero y hablar sin sentirse agobiado o preocupado del qué dirán. Se sentía bien. Por eso no se sorprendió ni quejó cuando la mano del azabache tomó la suya y la apretó levemente como símbolo de apoyo. Sonrió, Fon era sumamente delicado en ocasiones.

 

—Te mostraré una forma de superar esas marcas.

 

El castaño miró la mano que sostuvo la suya, misma que lo guio hasta que sus dedos tocaron la piel marcada con tinta en el cuerpo de Fon. Observó el tatuaje, una porción de este, y sintió el calor que emanaba de la piel del mismo. Se le dio permiso para deslizar sus dedos por aquella zona y percibió leves hendiduras o pequeños montes resaltados en la piel. Se sorprendió. Elevó su mirada hasta encontrarse con la de Fon quien le sonrió.

 

—A veces la tinta sirve para ocultar el pasado y sus marcas.

—Usted…, ¿se hirió así? —pues deslizó sus dedos por una larga queloide que cursaba parte del brazo de Fon en donde también surcaba el tatuaje en color negro.

—Tengo un pasado como todos los demás —Fon encaminó los dedos de Tsuna hasta la llegada de su hombro donde había otro queloide menos evidente que en su antebrazo.

—¿Dolió? —desvió su mirada al pecho de Fon donde el tatuaje formaba el evidente cuerpo de un dragón y, sin poder evitarlo, llevó sus dedos al mismo.

—Las heridas duelen, pero los recuerdos son más que sólo dolor —posó su mano encima de la del castaño—. Y aun así se pueden superar.

—Me refería a cuando se tatuó…, pero —rieron a la par— también tenía curiosidad por las heridas.

—Yo creo que tú también puedes encontrar la forma de superar las heridas de tu alma y cuerpo, Tsuna-kun.

—¿Quiere que me tatúe? —rio divertido porque estaba bromeando y fingiendo no entender el consejo dedicado.

—¿Lo has considerado? —soltó una leve carcajada por la expresión horrorizada de Tsuna—. No es necesario que hagas algo así, hay muchas otras formas de enfrentar las malas memorias.

 

Tsuna no fue consciente de cuánto tiempo pasó deslizando sus dedos por la negra figura de aquel dragón o de si eran observados por alguien, por eso dio un brinco cuando una manito se unió a la suya cuando revisaba la espalda de Fon. Isabella miraba con atención mientras tocaba la piel ajena con extrañeza; Taiki estaba un poco más apartado, pero al parecer quería imitar a su hermana; Iemitsu se hallaba cerca también, sin decir nada, sólo inspeccionando algo con interés.

Fue un poco incómodo, pero Fon dijo que no le molestaba en absoluto. Dos minutos después Tsuna se atrevió a entrar a la piscina con su hija en brazos y Taiki en su espalda. Y si bien no se quitaba la polera por nada, eso no significaba que no podía jugar un poco en el agua… ni que Fon no podía unírseles junto con Iemitsu. Poco después llegó su madre, también Lambo, Chrome y poco a poco todos estaban ahí. De nuevo estaban en familia disfrutando de la compañía y el desastre mutuo.

 

—Apuesto a que miraste mucho —Skull hallaba la forma de acorralarlo cuando estaba asolo.

—Skull ya deja eso —lo regañó—, has hecho que me sienta incómodo por las cosas que dices.

—No tengo la culpa de que trates de negar que te sientes atraído por ese hombre, ni que te afecten mis palabras —sonrió divertido.

—¡Skull!

—¿Viste sus músculos abdominales? —siguió como si nada a pesar de que el castaño lo miraba con los ojos entrecerrados—. Es un six pack perfecto.

—Eso significa que también lo has estado observando —Tsuna contraatacó, era de las pocas oportunidades que tenía después de todo.

—¿Y quién no? —se exaltó por lo obvio de la respuesta—. Le tengo un poquito de envidia —se tocó el abdomen—, pero… estoy bien así.

—Seguro —Tsuna se resignó a olvidar el asunto.

—Tú y yo somos del tipo que se conforman con un abdomen plano y sin muchas marcas —pasó su brazo por los hombros del décimo cielo—. Una figura delgada… pero sin mucho esfuerzo.

—¿No te gusta ejercitarte, Skull?

—No mucho —bufó—, pero tampoco lo necesito… Tengo buen metabolismo.

—Si tú lo dices —definitivamente la relación que tenía con Skull era extraña, pero agradable.

 

 

Tiempo

 

 

Cuando Gokudera y Mukuro volvieron, se toparon con una imagen muy específica que fue el golpe definitivo para el uno y la chispa explosiva en el otro. Ambos llegaron coordinados, juntos, sin avisar y ansiosos por volver a la mansión para verificar que su ausencia fue como cualquier otra, que no ocasionó algo raro o un cambio significativo. Pero obviamente muchas cosas se habían alterado.

Skull estaba con los niños en el jardín y se burló de ellos por ser tan idiotas e interferir con el romance de su amigo; no le dieron mayor importancia porque era un intruso despreciable —según ellos—. También pasaron de largo a Takeshi y Lambo quienes les advertían sobre no hacer nada estúpido de nuevo. Ignoraron a todos los demás y buscaron a su cielo para disculparse por el accionar tan idiota que tuvieron en un momento tan delicado. Obviamente era parte de su estrategia, al menos para Mukuro pues Hayato tuvo tiempo para reflexionar y darse cuenta de que sí… fue estúpido intentar llegar a Tsuna a pesar de que ya perdió su oportunidad.

Pero necesitaban ver a la luz de sus vidas, necesitaban saber que le hicieron falta, necesitaban algo para calmar un poco las ansias de su alma… Pero se hallaron con algo más.

Su entrada no fue intempestiva ni escandalosa, Gokudera no lo permitió, y tocaron hasta obtener el permiso necesario. Esa fue la primera señal pues quien les dijo “adelante” tenía una voz que no pertenecía a su cielo. Al ingresar verificaron que la voz fue de Fon y poco después detallaron que su cielo también se hallaba ahí.

Tsuna estaba dormido profundamente en el sofá, con su cabeza reposada en el regazo del azabache quien acariciaba los revoltosos cabellos castaños en una silenciosa muestra de confianza y cariño. Fue un golpe definitivo.

 

—Bienvenidos —fue el recibimiento y las palabras que sacaron a tormenta y niebla de su estupor—. Acaba de dormirse —fue la explicación del mismo.

—Sí… Lamentamos molestar así —Gokudera golpeó el costado de Mukuro para que no dijese tonterías y tomó la palabra—. Sólo veníamos a reportar nuestro regreso y a dejar los informes —habló con voz susurrante.

—Gracias. En cuanto Tsuna-kun despierte, le diré sobre su regreso.

 

Y sin más, Gokudera obligó a su compañero a salir junto con él. Suspiraron, los dos sin poder evitarlo, aunque por causas diferentes. Gokudera ya verificó lo que tanto temía: su amado cielo ya había decidido, y él no tenía nada más que hacer en contra de eso. Mukuro en cambio soltó un bufido y decidido se alejó en busca de Chrome para que le informara si esos dos pasaron al nivel de una pareja o si sólo era pura farsa… No quería aceptar la derrota, nunca lo quiso a pesar de que ya cometió muchas estupideces que debieron obligar a Tsuna a odiarlo.

Sin embargo, para la mayoría ya era evidente el desenlace de eso.

No fue sólo ese comportamiento tan íntimo entre esos dos la realidad que tanto temían, sino que evidentemente Fon y Tsuna se tenían tanta confianza como para salir juntos a las reuniones importantes, compartir con los niños, trabajar juntos y… bailar como si no fuera algo del otro mundo y con la puerta de su salón abierta. Hacían todo juntos y a pesar de que todos afirmaron que aún no eran algo oficial, no hacía falta. Se notaba el claro ambiente cálido y dulce que vieron en antaño cuando Dayane era quien ocupaba el lugar de Fon.

 

—¿Ya te resignaste, estupidera?

—Cállate —no gritó, sólo susurró—. Sólo… no quiero que algo salga mal.

—¿Lo has visto? —Lambo bufó—. Esos dos están enamorados sinceramente. Hasta nos frustra que sigan denominándose amigos, ¿sabes?

—Lo entiendo.

—¿Y qué harás?

—Lo mismo que hice cuando juudaime se casó —Hayato elevó su frente—. Cuidar de ellos hasta las últimas consecuencias.

 

Todos en esa mansión vieron a Tsuna y Fon salir de paseo solos, junto con los niños y a veces incluso con Iemitsu y Nana. Se comportaban como siempre, se reían juntos, mantenían una plena confianza y daban la imagen de conocerse de toda la vida. Todos aceptaron que su cielo volvió a brillar en plenitud y sonreír como en tiempos juveniles, que Fon era parte importante de la vida del castaño y que les devolvió al cielo despejado que extrañaban. Aceptaron que perdieron… incluso Mukuro tuvo que dar su brazo a torcer cuando, una noche, en medio de sus meditaciones, escuchó a Tsuna reír a la par que Fon mientras veían la televisión y comían galletas. Se tragó los celos y el orgullo para zanjar el asunto y centrarse en las cosas importantes.

 

—Una familia enemiga nos quiere destruir, fue la mente detrás del ataque a la mansión y del secuestro de mis hijos durante ese mismo suceso. Enma y yo creemos que fue la gestora del atentado sucedido hacia él y Diana… y del dado a Dayane y mis hijos.

—¿Algo concreto?

—No —Tsuna miraba a todos con preocupación—. Nada claro, sólo indicios, pues saben ocultarse tan bien que incluso tuvimos infiltrados en las filas de Simon y Vongola.

—Se dieron las alertas a los Cavallone, Gesso y los Giglio Nero —Fon hablaba con calma en ayuda al castaño—. Pero se está evaluando el informar a los demás aliados por precaución.

—Opto por deshacernos de los aliados dudosos —Mukuro ignoró el hecho de que Fon fuera algo así como el complemento de su cielo incluso en esas circunstancias—. Los investigué e identifiqué a tres familias dudosas en cuanto a lealtad.

—No —Tsuna los miró y negó—, eso sería dar indicios de que ya sabemos del enemigo. Es preferible dejar que nuestro enemigo siga creyendo que ignoramos su existencia y que se muestre cuando lo crea conveniente.

—Te pondrás en riesgo, Vongola.

—Me preocupan más ustedes, mi familia —apretó los labios—, porque lo que buscan es destrozar a los líderes y atacar a sus francos débiles. Ustedes son mi debilidad… Lo más probable es que los ataquen a ustedes primero.

—Y a tus hijos —afirmó Lambo—. Ellos son los más vulnerables.

—No lo serán —sonrió—, porque confío en que ustedes los prioricen sobre cualquier otro. Les estoy dando mi confianza nuevamente, no hagan que me arrepienta de eso.

—No lo haremos.

—No salgan solos a misiones, se cancelan las dadas a largo plazo hasta que descubramos al enemigo. No habrá captación de más subordinados, y la información sobre este tema sólo se distribuirá entre los miembros principales de las familias ya mencionadas como aliados fuertes. Es todo por el momento.

—¿Quién investigará?

—Los Simon y Reborn, además de Dino. Haremos de cuenta que Vongola sigue creyendo que, con la destrucción de Furume, se deshizo de su enemigo. Les daremos rienda suelta para que nos den más pistas de su accionar hasta revelar la verdadera identidad de la mente maestra.

 

Pero no hubo rastros evidentes, pasaban por un periodo donde la mayor cosa hallada fue un asesino que sirvió a los Furume pero que también fue contratado por un anónimo a quien se negó a servir porque su objetivo fue Vongola. No más… y eso fue frustrante en cierta medida, pero agradable en otra pues con esa calma en los meses siguientes pudieron estar más al pendiente del nuevo suceso dado en Simon.

Diana dio a luz a un lindo niño rubio y de ojos azules, un heredero más, un angelito al cual cuidar. Las visitas hacia esa familia fueron constantes, la felicidad en los niños aun mayor pues se sentían responsables de la pequeña criatura que lloraba suavecito y no daba mayores problemas que ese. Aunque secretamente el que más encantado estaba fue Tsuna, porque vio en ese bebé el reflejo del que perdió.

 

—¿Se parecen mucho? —Diana era tan habilidosa en detectar algunas cosas sobre el castaño que el propio Tsuna a veces se sorprendía.

—Sí —confesó mientras jugaba con la manito del pequeño ser que cargaba en brazos—, mucho.

—Ángelo era la viva copia de Dayane, ¿verdad?

—Algo así —Tsuna miró a su cuñada y le sonrió—, pues el cabello de mi pequeño Ángelo… se parecía al mío —soltó una risita—, era una maraña extraña que no tomaba forma adecuada.

—¿Como el de ese retrato? —Diana recordó haber visto algo semejante en la mansión de los Vongola—. Ya sabes, el que Dayane decía fue tu ancestro y el llamado —dudó unos segundos— ¿Primo?

—No lo había pensado —Tsuna miró un momento a su sobrino—, pero sí… Si Ángelo siguiese junto a nosotros tal vez hubiese sido una pequeña copia de Primo.

—Tsuna… ¿por qué no dejas el luto? —la pregunta fue sorpresiva y por eso Tsuna se tensó—. Sabes, estaba esperando un momento como este para hablar de eso, pero si no quieres —Diana ondeó sus manos en modo de disculpa.

—¿Por qué? —miró a la rubia que era la hermana mayor de Dayane, se parecían tanto a pesar de eso, que algunos decían que eran gemelas.

—Porque —Diana suspiró antes de tomar a Franco en brazos— sé que mi hermana hubiese deseado que no sufrieras por su partida durante toda tu vida. Ella siempre quiso verte feliz y… al ver tu anillo de bodas —miró la mano del castaño que portaba aquella insignia— siento que te estás atando a su recuerdo.

—Yo no quiero olvidarla.

—No he dicho que lo hagas —sonrió Diana—, sólo digo que vivas tu vida sin depender de la memoria de mi hermana. Digo que ella hubiese deseado que te dieras una oportunidad y trataras de… amar a alguien más.

—No creo estar listo para eso —acarició la carita del bebé—. Me sentiría culpable si…

—Te sientes culpable justo ahora, ¿verdad? —Diana sostuvo la mano de Tsuna—. Por eso te niegas a aceptar que te gusta Fon.

 

Tsuna quiso negarse, es más, sus labios iban a pronunciar un “eso no es cierto”, pero se detuvo cuando la mirada de Diana se fijó en la suya y su mano fue acariciada levemente por unos segundos antes de que la rubia rodeara a Franco con sus dos brazos. Se quedó pensando en la pequeña charla, analizando su respuesta. Sintió su pecho estrujarse y por instinto hizo girar el anillo de matrimonio que aún usaba porque de esa forma se sentía seguro. Diana tenía razón.

 

—Sí —susurró.

—Mi hermana te amó mucho, Tsuna, y estuvimos seguros de que tú la amaste también —sonrió—, y te lo agradezco mucho pues ella ingresó a tu vida intempestivamente y de forma egoísta… pero tú la aceptaste como era y le diste la gran familia que ella siempre quiso tener. Ella fue muy feliz a tu lado, pero ahora que ya no está… yo quiero que sigas siendo feliz. Yo deseo cuidar lo que Dayane amó con tanto ahínco.

—No estoy listo —se rascó el brazo derecho en símbolo de incomodidad.

—Pero lo estarás tarde o temprano… y yo te apoyaré. No te sientas culpable. Piensa en que mi hermana desearía verte siendo feliz con la persona que creas conveniente y a la que ames.

—Pero…

—Amar jamás es algo malo —escucharon al pequeño Franco succionar y sonrieron—. Date una oportunidad, Tsuna, porque para todos nosotros es evidente que Fon te ama sinceramente.

—Gracias —no supo qué más decir.

—Ahora vamos, tengo que alimentar a Franco y estoy segura de que los niños quieren que tú los lleves por helado.

 

Nadie tenía idea de lo culpable que se sentía después de disfrutar de unos momentos agradables y armoniosos con Fon. Nadie entendería del dolor en su pecho, o de cómo se cerraba su garganta porque poco después de esa felicidad efímera, la sonrisa de Dayane venía a su mente. Nadie sabía de cómo automáticamente comparaba la felicidad que tuvo con su esposa y la felicidad que le proporcionaba Fon en su día a día. Culpable era poco para describir lo mal que se sentía al estar disfrutando de su vida siendo que su esposa ya no podía. Nadie entendía lo mal que se ponía cada noche antes de dormir y sentía el vacío en su cama que en antaño ocupó la persona que amó.

Se sentía un asco.

Por eso se la pasaba negando, rechazando ese dulce suspiro que a veces se le escapaba en soledad después de que Fon le demostrara que en verdad se preocupaba por él. Se ahogaba en culpa y por eso se decía una y otra vez que lo que sentía por Fon era simple amistad. Se recriminaba el hecho de estar sintiendo cosquillas en su pecho y estómago cuando Fon sonreía por su causa. Se obligaba a pensar en cualquier cosa menos en que quería sonrojarse cuando Fon estaba cerca de él o que anhelaba con mucha fuerza sentir los labios ajenos cerca de los suyos. No podía dejar de pensar en que todo “eso” era incorrecto.

Pero sólo las palabras de Diana lograron que tanta culpa se esfumara.

Aún tenía dudas, aún sentía que era incorrecto, pero ahora que sabía que su cuñada no le estaba recriminando por haberse ilusionado con otra persona… tenía un poco de paz. Y es que hasta hace poco había perdido a Dayane, hace tan poco que lloró por ella... hace tan poco que la dejó ir por completo.

No era “el qué dirán”, no era el “Dayane se enojará” … era el “no creo merecer esto”.

Por eso seguía negándose y, aun así, en secreto, anhelaba que hubiese algo más.

 

—Tsuna-kun, ¿estás bien?

—No.

—¿Qué tienes?

—Las pesadillas volvieron.

 

Se sentía tan agradecido de que Fon entendiera lo que pasaba, que interpretara su silencio o sus frases incompletas y le brindara un comprensivo abrigo. Había escuchado de Skull, Lambo, de sus padres e incluso de Enma decir que “eran lentos”, y era su culpa…, pero a pesar de eso Fon jamás se alejó o le reclamó. Se lo agradecía tanto y a la vez añadía un poco más de peso a su culpa porque ató a una persona que no se merecía el quedarse junto a alguien con tantas inseguridades y problemas.

Pero no quería dejarlo ir.

Porque… cuando estaba con Fon todo parecía mejorar.

Las noches de insomnio volvieron, las pesadillas también, las meditaciones en silencio mientras veía el cielo oscurecido…, y de esa misma forma también regresaron las noches en las que no tenía por qué quedarse solo. Fon se quedaba a su lado mientras el castaño se excusaba con tener trabajo que hacer hasta altas horas de la noche, también lo acompañaba a las silenciosas meditaciones, y finalmente empezaron a dormir juntos nuevamente. Fon jamás se quejó o trató de averiguar los motivos detrás de eso, pero Tsuna suponía que aquel arcobaleno de alguna forma entendió lo que pasaba y lo ayudó.

 

—No te fuerces a algo para lo que no estás listo, Tsuna-kun.

—Pero el tiempo corre.

—Y las cosas se darán cuando deban darse.

 

Las caricias en su cabello y el calor de Fon eran suficientes por el momento. No quería nada más. No deseaba escuchar algo más. No quería hacer algo más que acurrucarse en el pecho ajeno y escuchar el latir acompasado de la persona que se prestó a entenderlo y cuidarlo sin desear algo a cambio. Necesitaba esa calma que sólo Fon podía darle. Quería ser egoísta y atar a ese hombre a su lado por largo tiempo. Nada más.

 

—Quiero verlo con el cabello suelto, Fon-san.

 

Era una curiosidad nata, en realidad era el enigma de muchos, y Tsuna se sintió poderoso al saber que sólo él pudo lograr que Fon aceptara destrenzar su cabello frente a él. Fue un proceso lento, algo engorroso también, llegó a ayudarlo en cierto punto y al final vio con fascinación como aquellas hebras azabaches y onduladas hacían que Fon cambiara inmediatamente. El cabello era suave, se deslizaba entre sus dedos con facilidad y olía a manzanilla.

 

—Debe ser muy difícil cuidarlo.

—Un poco.

—¿Puedo cepillarlo?

—Claro que puedes.

 

Tsuna estaba seguro de que sus hijos envidiarían eso, pero ellos estaban en sus clases regulares así que no hubo opción. Además, todo salió sin ser planeado. Estaban en medio de su despacho, sentados en la alfombra, así se dedicaron a platicar mientras Tsuna ayudaba a peinar el cabello del antiguo arcobaleno. No sintieron el tiempo pasar, se quedaron ahí en medio de una tarea cualquiera. Compartieron algo bastante íntimo a pesar de que los demás no lo considerasen de esa forma.

Y al final, mientras el castaño acomodaba los cabellos en la frente de Fon y sonreía orgulloso porque trenzó de forma correcta el largo cabello ajeno, se fijó en cada detalle del rostro que tenía frente a sí. Rasgos juveniles debido a la edad física que cursaba, de brillantes ojos marrón-rojizo que cambiaban dependiendo de la luz, de las pestañas cortas y numerosas, así como los labios algo finos que se curvaban en una sonrisa llena de cariño.

Sintió entonces la caricia en su mejilla y Tsuna se atrevió a ascender su mano también para tocar el rostro de Fon. Se miraron fijamente en silencio, se detallaron por completo y al final juntaron sus palmas para comparar sus manos. Como Tsuna supuso, los dedos de Fon eran más largos que los suyos y la piel ajena era un par de tonos más clara. Sus palmas eran levemente rugosas por las numerosas marcas del entrenamiento dado en los últimos meses y en los años pasados. Pero sentían la calidez ajena en ese simple toque.

Sonrieron.

En un instante dado, en medio de un silencio de largos segundos, fue Fon quien movió sus dedos para entrelazarlos a los de Tsuna. Fueron movimientos lentos, roces sutiles hasta que sus dedos encajaron en los espacios correctos; cosquillas leves cuando cerraron su contacto y acercaron sus rostros. Sentían sus alientos muy cerca y el leve bochorno por la situación porque ninguno de los dos dio el siguiente acercamiento. Se dieron cuenta de que cada uno respetaba la decisión del otro y…

Sería tan fácil seguir.

Pero no lo hicieron.

Dejaron sus manos entrelazadas, se miraron a los ojos y soltaron una suave risita avergonzada. Sabían que podían seguir, pero después surgirían de nuevo las dudas en uno de ellos. No querían forzar algo porque temían a que se volviera doloroso. Y su acción fue la correcta porque poco después escucharon la puerta abrirse y la voz del miembro faltante de esa familia resonar en reclamo de algo evidente.

 

—¿Por qué aceptaste ir a una fiesta de aliados sabiendo de la amenaza que tenemos aquí, Tsunayoshi?

 

Tsuna suspiró antes de lentamente separar su mano de la de Fon quien le daba la espalda a la puerta. Reborn obviamente se había dado cuenta, pero prefirió callar y centrarse en el tema por el cual se estresó durante su viaje. Fon saludó con cortesía, Tsuna dio la bienvenida, pero el antiguo arcobaleno del sol no quiso más que aclarar el asunto que podría poner en riesgo al décimo jefe de Vongola. Ya después habría reclamos ajenos a eso.

 

—Explícame.

—Negarme habría sido sospechoso, Reborn.

—Prefiero priorizar la seguridad del jefe.

—Ya lo decidí y no hay vuelta atrás. Además, estoy seguro de que, si algo raro pasa, ustedes me protegerán.

 

 

Fiesta…

 

 

Takeshi, Haru, Skull y Chrome se quedaron a cargo de la mansión. Tsuna les confió que todo estuviera en orden esa noche y también les ordenó que sus hijos no comieran tantos dulces ni que Skull los dejara treparse al techo junto con él. Tenía que ser bastante específico a veces.

Todos los demás llegaron a la pactada fiesta como se esperaba.

Salieron de la limosina, como si nada saludaron y se integraron a la fiesta conviviendo con todos los asistentes. No parecía ser nada del otro mundo. Había música suave, bebidas por doquier, camareros y bocadillos variados, pláticas y risas fingidas. En fin. Era la clásica fiesta mafiosa donde se trataban de fortalecer lazos y crear amistades que desembocaran en alianzas firmes y lealtad. Y, sin embargo, todos estaban alertas porque tenían un enemigo común.

 

—Tal vez fue histeria mía.

—¿Y tu intuición? —Fon se veía tan diferente en traje, le sentaba bien, pero de esa forma se parecía demasiado a Hibari y era algo extraño—. ¿Tsuna-kun?

—Ah, sí —rio nervioso y avergonzado—. No he sentido algo más allá de incomodidad porque no me gusta quedarme hasta tan tarde fuera de casa.

—¿Quieres retirarte ya?

—No, Fon-san —suspiró—. Debo quedarme hasta que al menos la mitad de los invitados se hayan marchado o sería una ofensa para el organizador.

 

La mayoría se calmó con las horas, otros siguieron siendo precavidos y Tsuna se entretuvo hablando con Enma durante largo rato hasta que Dino se les unió por un momento. Nada diferente a lo usual. Nada nuevo y se volvió aburrido sino fuera por los bocadillos que Lambo devoraba sin prisa mientras revisaba que todos estuvieran haciendo lo que deberían. Nada más allá de un par de personas que se reía fuertemente debido a la ingesta exagerada de alcohol.

Nada.

Fon no estaba acostumbrado a aquellas galas y sin embargo intentó acoplarse, aunque evitó pláticas muy prolongadas para no descuidarse. Se divirtió al ser confundido con Hibari, pero lo dejó pasar porque de esa forma muchos se alejaban sin más. Entonces tuvo la oportunidad de ubicarse en uno de los extremos de la sala para observar a Tsuna de lejos, confirmando que estaba calmado y bebiendo de una copa que había estado en su posesión por una hora completa. Era una forma muy efectiva de evitar beber demasiado, siempre tener una copa medio llena de vino o algo.

Sus miradas se encontraron un par de veces, sonrieron y siguieron en sus papeles. En verdad que nada estaba fuera de lugar. Nada a excepción de una persona que Fon no reconoció como un asistente llegado desde el inicio de la fiesta, mismo que cursó el salón como si nada, charlando con algunas personas, comiendo, dando un par de vueltas y dirigiéndose a la sección donde los camareros rellenaban las copas de cualquier bebida. Supuso que aquel albino encontró algo interesante, así que observó. El hombre se perdió un par de minutos, pero volvió a la fiesta con símbolos de haber ido al sanitario y…

 

—Oh no.

 

Se dio cuenta de un detalle pequeño, casi imperceptible, del que nadie se hubiese dado cuenta debido a que la mayoría estaba perdido en sus pláticas o labores. Aquel albino desconocido tomó una copa de vino tinto, dio un par de vueltas con ella, volvió a la zona en la que las bandejas se llenaban con las copas y los meseros las tomaban para cambiar la de su posesión por otra. Fon se alteró no sólo por la situación extraña, sino porque de un momento a otro el hombre se escabulló y no lo vio más.

Tenía un mal presentimiento.

Se apresuró a encaminarse hacia el camarero sin dejar de notar que la copa de vino era una de las tres dispuestas en una bandeja llena de champagne. No perdió de vista al camarero quien ofrecía todo con calma, fijándose en la preferencia de la gente por la bebida de color casi transparente.

Y de pronto la música cambió.

Muchos se centraron en el espacio disponible para bailar debido al cambio agradable a sus sentidos. Cuando Fon se fijó, cerca del encargado de la ambientación estaba el mismo hombre de la copa. Ahora estaba seguro, algo se planeaba en contra de Tsuna… pues el camarero se dirigía a la sección donde el castaño, Enma y Dino se hallaban platicando.

 

—Mukuro —alcanzó al mencionado y respiró profundo—, no dejes que Tsuna beba vino.

—¿Qué?

—Ese hombre hizo algo.

—¿Qué hombre?

 

Sólo eran ellos dos, pero tenían intercomunicadores. Todo dio un vuelco cuando Mukuro intentó avisar a su cielo y se fijó en que no existía comunicación entre ellos. Se alteraron, estuvieron a punto de armar un escándalo y empujar a medio mundo, pero guardaron compostura y trataron de abrirse paso a prisa. Si alguien iba a atentar contra el décimo cielo no iba a salir de ahí sin verificar las consecuencias de su treta y para eso necesitaban que todo siguiera en calma.

Pero Fon no podía simplemente quedarse así.

Intentó llegar a Tsuna antes que el mesero, intentó deshacerse de las interrupciones dadas por quienes le invitaron a bailar una pieza, siguió su instinto y empezó a usar sus habilidades para desplazarse lo más rápido y calmo que pudo. Pero estaba perdiendo compostura y fue peor cuando localizó al camarero —quien ya sólo tenía en su bandeja las copas de vino tinto—, llegar con los aquellos tres.

Apretó los labios, elevó su brazo intentando captar la atención del cielo y suspiró aliviado cuando Tsuna se fijó en él. Pero no fue como pensó. Tsuna le sonrió antes de ser quien primero eligió la copa de la bandeja, siendo meticuloso y tomando la dispuesta al centro mientras que Dino y Enma tomaron la de los bordes. La bandeja quedó vacía, Fon descendió su brazo y sus miradas se volvieron a encontrar.

Tenían que atrapar al enemigo y para eso… debían dejar que éste atacara.

 

—No lo hagas —suplicó Fon en susurros, pero vio al castaño negar sutilmente.

 

Lo entendió y aun así quiso negarse. Apresuró su paso porque iba a evitar que Tsuna bebiera de esa copa. Estaba tan cerca, tanto que pudo ver a Tsuna sonreír a Enma mientras lo felicitaba por ser un buen padre con Franco y Leo, también notó a Dino beber de un solo trago el contenido de su copa… y después un pequeño brindis en el que el castaño acercó sus labios al borde del cristal.

Fon vio aquel líquido ser ingerido poco a poco y se paralizó.

Tsuna debió saber que esa copa tenía algo malo, aun así, decidió beberlo… y la indirecta fue dicha cuando sonrió. Fon dio un rápido vistazo a las personas de la fiesta, no le tomó mucho para encontrar a aquel hombre de cabellos casi blancos cerca de la salida, y en un acto reflejó lo apuntó con su dedo antes de elevar su voz porque Mukuro estaba cerca de él también.

 

—Fue él.

 

No vio más, pero estaba seguro de que Mukuro lo escuchó porque poco después las personas cercanas cayeron al suelo. Fon se apresuró entonces hasta el castaño quien de pronto se dobló levemente y alertó al pelirrojo a su lado que lo sujetó. Fue cuestión de un par de minutos hasta que el castaño se desplomara hasta caer de rodillas. Cuando Fon logró llegar, escuchó el jadeo de Tsuna y leves temblores que lo alertaron del envenenamiento.

 

—¡Han intentado asesinar al décimo Vongola!

 

Fon estuvo seguro de que ese grito le perteneció a Ryohei, pero poco le importó porque Tsuna empezó a temblar con más fuerza. Tuvo que recostarlo y verificar que siguiese respirando mientras lidiaba con las preguntas de Enma sobre lo que estaba pasando.

Todo fue un caos a partir de ahí. Muchos gritaron, los guardianes elevaron armas, todos los asistentes fueron aprisionados en ese salón. Reborn disparó al aire y acusó a todos de traición. Mukuro se hizo cargo de detener al principal sospechoso y Enma de conservar el resto de líquido como evidencia. Todos tratando de seguir el protocolo a pesar de que temían por la salud de su amigo y aliado.

 

—Aguanta.

 

Fon fue quien perdió el control. Se sujetó al castaño quien desprendía algo de saliva por la comisura de sus labios y estaba ingresando en estado de shock. No sabía qué hacer para que eso no pasara a más…, pero fue Ryohei quien se acercó y después de escuchar los síntomas por los que pasó su jefe, supo que hacer.

 

—Debió ser algún compuesto con cianuro.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

Mientras investigaba sobre venenos, consecuencias y rapidez de acción… ¡google ya no me permitió ver más! Jajajajajjaja… verga we, capaz y pensó que iba a matar a alguien o algo así XDDDDD.

Como fuere, les dejo este capítulo para auto festejarme mi cumpleaños XDDDDD.

Siempre lo hago. Alv.

Espero sean felices~

Krat los ama~

Besitos~

 

PD: ¿Quién creen que es el enemigo de nuestro cielito? ¡Que empiecen las apuestas!

 


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