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Noche de paz por Kurenai_801

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Notas del capitulo:

Disfruten~

 

 

Noche (ahora) sin paz

 

 

 

 

Hacía frío, y los grillos cantaban al compás del tintinear de las estrellas. Eran justamente las once de la  noche; un pequeño gran hombre de ojos olivos llamó a la puerta de uno de los cadetes.

—Terminó mi turno. —avisó mientras abría la puerta entre abierta. Un castaño cenizo le miró mientras se ajustaba las botas, para luego levantarse ligero y saludar.

—Bien, tomaré mi turno. Sargento, Señor. —Y salió mientras el otro solo hizo un gesto de aprobación con la cabeza.

El cenizo suspiró. Llevaban unas semanas en su fortaleza entre las montañas, pero no le había tocado guardia a esta ahora de la noche, hasta hoy, aunque los turnos habían sido rotativos…
Al salir, Armin ya se encontraba afuera. Le adelantó el paso al verlo y se dirigieron al mirador.

—Qué bueno que me acompañas, Jean. —dijo Armin, queriendo interrumpir el silencio, que no era incómodo pero debía romperse.

—Sí, ya era nuestro turno… el pobre Sargento se ha desvelado a esta hora las últimas semanas… creo que es hora de que descanse un poco…

—Me sorprendes, Jean. Esa actitud no es muy tuya que digamos. —Al subir, Armin se recostó hacia el lado izquierdo, miró un par de veces para luego caminar un  poco por ese lugar.

—¡Ah! Bueno, desde hace tiempo que han pasado tantas cosas… porque si no, no estuviera aquí… posiblemente estaría holgazaneando, protegido por el Muro Shina. —rio un poco y se detuvo a observar el lado sur.

Armin suspiró ante el pensamiento del otro; ambos se giraron en sus respectivos lugares para mirarse de frente, siempre atentos a cualquier movimiento o ruido sospechoso.

—Y… —Armin retomó la conversación que había terminado un tanto extraña. —Que bien que haya luna llena, eso nos facilita la visión…

—Sí, tienes razón… —y miró directamente los ojos del rubio.  —Se ve lindo…

—¿Dijiste algo?

—¡Nada…! Se… ve bien… con la Luna…  — masculló para sí mismo.

 

Así quedaron los jóvenes soldados, en silencio, comentando cualquier cosa trivial (o estupidez, en el caso de Jean) que se les ocurriera, sin olvidar prestar atención, también, a su alrededor.

 

—…Armin… tengo que decirte algo… es importante y desde hace un tiempo que lo he querido confesar. —Jean estaba nervioso, miró al rubio, quien tenía una expresión de concentración y le miraba casi seriamente; pensó que le estaba escuchando y esperando a que siguiera.

—¿Oíste eso?

—¿Qué? ¿Lo que te acabo de decir? —Preguntó Jean un poco confundido.

—¿No lo escuchaste? Parecía como si alguien se quejara… o algo así…

—¿Qué?

—¡Ahí está! ¡Escucha! —exclamó levantando su dedo índice y guardando silencio para oír mejor.

 

—¡Sargento!

 

—¡Es dentro de la casa! —Armin bajó rápidamente las escaleras del mirador. —¡Es la voz de Eren! —y la suya estaba llena de preocupación.

La casa no quedaba muy lejos, estaba a una distancia prudencial de unos veinticinco  metros. Armin abrió la puerta solo para encontrarse con sus compañeros.

—¡Chicos! —ellos le miraron, él los examinó con la vista pero no mostraban signos de miedo, más bien se veían algo aturdidos. —¿Qu-qué pasa?  —cuando se fijó mejor, Connie y Sasha llevaban del brazo a Mikasa, ella parecía temblar, empuñaba las manos mientras siseaba cosas.

—E-es mejor que nos quedemos afuera… Armin — Christa iba delante de ellos, su cara tenía un leve rubor y su semblante era avergonzado.

—¿Qué pasa?  —Llegó al fin Jean, los miró a todos con ese aire de estar abochornados y en las mejillas algo de rosa… y a Mikasa, con los puños cerrados y rechinando los dientes.

 

—¡Sargento, por favor! —tras la frase de Eren, se escucharon varios sonidos raros.

—No, Eren… dije que no me voy a contener hoy… —se asustaron aún más al oír la voz del Sargento Levi; lo cual hizo confirmar la sospecha de muchos… y las ganas de matar de Mikasa.

 

Sin decir nada más, el grupo de chicos desorientados caminó en silencio hacia el mirador. Todos quisieron subir, pero no lo hicieron porque si soltaban a Mikasa se iba a escapar, y ni dios quisiera ver lo que pasaría.

Nadie sabía qué hablar, que hacer o decir. Sentados en el suelo, Mikasa esperaba que Connie y Sasha bajaran la guardia… mientras seguían oyendo algunos gemidos que Eren lanzaba sonoramente.

—¡Basta! —Mikasa se levantó cuando vio a Connie cabecear.

—¡Mikasa! —Llamaron todos al unísono al verla correr. Pero fue Jean quién la atrapó antes de que entrara a  la casa, evitando que abriera la puerta.

—¡Estás loca! ¿Quieres que el Sargento te mate? —Jean apretaba las muñecas de la joven, y ella le desafiaba con la mirada.

—¡Yo lo mataré! ¡Le cortaré las manos, la lengua…! ¡Le cortaré el pene y la cabeza! ¡Lo haré cuadritos y alimentaré a los titanes con eso!

 

Desde el interior de la casa se escuchó una risa casi siniestra… Era la de Levi. Al parecer había escuchado la amenaza de la joven. Jean palideció y haló a Mikasa para que se sentara con los otros.

 

—¡Ah! ¡Qué más remedio, Mikasa! Tendré que atarte a este árbol…

—¡Déjame! Eren… ¡Eren no quiere esto! ¡Ese enano maldito! —forcejeó pero Jean ya la había atado.

—¿Qué “no quiere esto” dices?  —Preguntó en tono burlón el castaño. —¿Es que no oyes cuanto lo disfruta?  —soltó una risa. —Ahí quedó su voluntad…

—¡Deja de decir idioteces, Jean! —exclamó Connie, dándole una patada en la espinilla.

—Yo… no creí que el Sargento fuera de ese tipo de persona. —Comentó Sasha un tanto nerviosa.

—¿Acaso es eso malo?  —Preguntó seriamente Christa.

—¡No! No digo que lo sea… simplemente digo que… no creí que El Mejor Soldado de la Humanidad llegara a enamorarse…

—¡Él no está enamorado! ¡Simplemente es un viejo pervertido que se aprovecha de la inocencia de Eren!

—¡Mikasa! ¡Eso no es del todo cierto!

—Armin… ¿Tú ya lo sabías? ¿Por eso no estabas  tan sorprendido?

—…él… comentó algo así una vez, pero no fue especifico…

—¿Lo sabías y no lo dijiste sabiendo lo mucho que  me preocupo por él?

—Yo… tal vez… simplemente Eren no te lo quiso decir, Mikasa, sabiendo que tú reaccionarías de esta manera…

—¡Pero…!

—Mikasa, creo que deberías dejarlo ya… sabes a qué me refiero… únicamente confía en Eren y él confiará en ti — Christa le miró y esbozó una linda sonrisa.

—¡Connie, dame eso! — Sasha y Connie peleaban por una sábana.

 

—Hoy… no…

—¡¿Quieres que te lo vuelva a repetir?!

 

—Oigan… ¿Qué estarán haciendo esos dos?  —Sasha no pudo contener más su curiosidad, miró a todos después de lanzar una risita.

—¡Qué pervertida eres Sasha! —Jean la miró desde arriba.

—¡Es solo curiosidad! —Miró a sus compañeros que, pensando en su respuesta, imaginaron cosas que no debían imaginar. —Bueno… ojalá ahora el Sargento esté de buenas y nos deje comer más carne… ¡Gracias, Eren, por tu sacrificio!

—…es que me da vergüenza!

—¿Sacrificio?  —Preguntó Connie, tratando de ignorar las otras voces.

—No lo creo, tal parece que están  juntos desde hace un tiempo y él siempre tiene esa cara de miedo. —Armin se estremeció un poco al recordar la mirada de Levi.

—Tal vez con Eren sea diferente. —Sasha suspiró al imaginar una escena romántica. —¡Hasta podríamos acosarlo y convencerlo para que le diga al Sargento que nos de más pan!

—¡Déjate de estupideces, mocoso idiota!

—…parece que no. —musitó Christa, un tanto melancólica. Quizá ahora recordaba a Ymir.

—¡Ah! —se quejó Connie. —Escuchar a esos dos me quitó el sueño.

—¿Querrías dormir aquí? ¿Qué tal si un gusano se mete en tu oído?  —preguntó burlón Jean.

—En este caso sería en el oído, no como a Eren que se la están metiendo en…


Sasha no terminó su frase gracias a un gruñido de molestia de parte de Mikasa. Al parecer eso le causó gracia a Christa y sonrió, al verla los demás hicieron lo mismo.

—Sasha… para ser una chica dices cosas muy atrevidas. Mira, ni siquiera Armin dice algo así… —Juzgó Connie, sonriendo para sus adentros.

—¡¿Quieres que te lo vuelva a repetir?! ¡Te la quiero meter hasta el fondo!

—Pues… —Sasha sonrojada. —yo les decía…

—Pues si la quiere hasta el fondo, el Sargento la debe tener grande. —musitó Armin descuidado.

—Posiblemente… tal vez por eso le guste a Eren… pero siendo tan llorón quizás no aguante… —Jean también comentó sin cuidado.

—¿Puede ser que Eren aguante la presión de estar frente a los titanes… y no frente al Sargento? Eso sería un poco extraño… bastante diría yo. —señaló Connie. —aunque es posible. El Sargento da miedo…

—…un titán al menos te sonríe. —musitó Sasha.

—¡Te digo que abras las malditas piernas!

—…y realmente es un cabeza dura, seguro. —comentó Jean al escuchar la orden del Sargento, se cruzó de brazos mientras sonreía mirando hacia el bosque.

—Cualquiera podría avergonzarse al estar desnudo ante el ser que uno ama. —excusó con inocencia Christa. Todos debatieron un poco y cada palabra era como una daga en el orgullo materno-hermana-acosador de Mikasa.

—Ni que fuera su primera vez. —musitó Jean con malicia.

—Pues yo también estaría asustado si me hablasen de esa forma…

—No te preocupes, Armin, yo nunca pensaría en... —Jean no terminó su frase al darse cuenta de lo que estuvo a punto de decir.

—¡Ya escuché!

—¡Pues no parece!

—¿Le gritó al Sargento? Pobre… —dijo Christa, poniendo ojitos preocupados y una mano en su mejilla.

—No quiero saber cómo terminará si el Sargento se enoja. —Connie tembló ligeramente.

—Pobre Eren… tengamos compasión mañana de él…

—Tú lo que quieres es chantajearlo, Sasha…

—¡¡Si no quieres que me escuchen gritarte entonces obedece!! ¡Abre las piernas!

—Hay… esto se puso feo. —dijo Sasha, evadiendo la acusación de Connie.

—¡¿Qué estás diciendo?! ¡Mocoso insolente!

—¿Será que se atrevió a retar al Sargento? —Jean pareció entusiasmarse. —Este sujeto, en serio,  es un suicida…

—¡Desátenme! ¡Debo proteger a Eren! ¡Dense cuenta de que él no quiere esto! —dijo Mikasa, su primera frase desde que fue atada al árbol. Intentó zafarse de la soga que la sujetaba.

—¿No te das cuenta, Mikasa? —Preguntó Christa con una linda sonrisa ¿Por qué parecía entender la situación?  —…El Sargento no le hará nada malo…

—¡Si estás de caprichoso no tengo otra opción! ¡No quiero lidiar con mocosos berrinchudos!

—¿Está haciendo berrinche?

—¿Por qué será? —Se preguntaron Connie y Sasha, respectivamente. Sentándose en dirección hacia la casa y poniéndole más atención al asunto.

—¡¿Qué?! ¡No me jodas con estas escenitas ahora!

—¿Qué “escenitas”? ¿Le estará bailando el tubo, quizás?

—No sé, Connie. Lo que yo quiero saber es ¿Por qué ya no escuchamos la voz de Eren? ¿Será que Eren se fue y el Sargento está hablando solo?

—No lo creo, Sasha. Si fuera así, Eren estaría acá… —dijo Armin en voz baja.

—O tal vez Eren ya murió y el Sargento padece del síndrome post-traumático, en su etapa de negación…

—¿De dónde sacaste eso, Sasha? —Preguntó Armin.

—Lo escuché del médico cuando revisó a mi linda Tía Julia…

 

Los jóvenes rieron ante la respuesta de Sasha. Empezaban a comentar otros disparates cuando un ruido se escuchó desde la casa, esta vez fue el golpe de una silla y cosas que se cayeron. Fue tan efímero…  luego todo quedó en silencio.

 Los chicos se miraron y Mikasa estaba realmente preocupada (exagerando como siempre, imaginando a un Eren partido por la mitad y a Levi que bebía su sangre).

Pasaron más de treinta segundos en silencio y estaban más asustados ¿Estarían bien? ¿Qué tal si estaban peleando y alguno le dio un fuerte golpe al otro y murió? ¿Qué estaba pasando? ¿Eso era violencia intrafamiliar, no?

Silencio, silencio…

Una risa extraña e indescriptible rompió el oscuro silencio. Una risa fuerte. Los chicos se miraron entre sí, con temor por el tono de ese sutil carcajeo, sin saber bien de quien era.

—Ya está, Sargento…

—¿Tan… difícil era eso?

El silencio había sido tan profundo que, ahora, las voces de los dos amantes se podían escuchar con claridad… luego de eso, todo recuperó su sonido: los grillos y los tecolotes volvieron a cantar.

—Ya estuvo… —avisó Sasha, haciendo un ademán con la mano para que los otros le mirasen.

—Así parece… —Connie se recostó en la grama y se cubrió con la sábana.

—Deberían regresar a la casa. —sugirió Armin, mirando a sus compañeros y recordando el frío.

—No… quedémonos aquí. —pidió Sasha, miranda a Christa y luego a Armin.

—¡Hagamos un campamento! —sugirió Christa y sonrió.

—Estamos en un campamento. —recordó Jean.

—Me refiero a que durmamos a la intemperie…

—¡¡Siiii!! —Connie y Sasha estiraron los brazos, emocionados.

—¡Vamos a traer más cobertores, Connie!

 

Ambos jóvenes corrieron casi torpemente hacia la casa. Cuando estuvieron cerca de la cabaña se percataron de lo que estaba pasando adentro… se miraron nerviosos y sonrojados. Vacilaron unos instantes, para luego armarse de valor y entrar para su misión imposible: llevar más cobertores.

Entraron sigilosamente, caminando hacia una de las recamaras. Llevarían las sábanas de Christa, las de Connie, las de Sasha y Mikasa, para que hubiera suficientes.

No te muerdas a ti mismo. —ordenó el Sargento.

—No… no quiero que me escuchen…

—Creo que ya… lo han hecho. —hablaban mientras la cama hacia un leve chirrido.

Sasha y Connie estaban nerviosos y sonrojados. La pelirroja hizo unos movimientos con la mano para que Connie le siguiera en silencio hacia la habitación.

—[Silencio] —dijo ella con señas. Entraron a la habitación y tomaron las cobijas que encontraron, llevando, de paso, unas almohadas.

—[vamos a la otra] —volvió a expresar con señas y moviendo los labios exageradamente para que el otro entendiera. Connie por su parte asintió y salieron en silencio de la recamara.

Unos gemidos de Eren terminaban y salían con tono agudo. En el fondo se escuchaban jadeos placenteros de parte de Levi.

—Toma… usa esto…

—¿Cómo… lo voy… a tomar? ¡Aah!… ¿No recuerda… que ató mis...manos?

—Era necesario…

—y… ¿Tirar… la mesa… también?...

—Por supuesto…

—¡Ah!... Terminemos… ¡mmm!... por… favor, Sargento…  

—Termina tú, Eren… termina con... tu vergüenza… ¿Qué de malo tiene que… lo sepan?

—Ellos… ¡Ngh!... yo…

—¿Te... importa?... ¿No dijiste que... me amas y que no te importaba nada?

—Sargento…  —Eren jadeaba. —Es cierto, pero…

—¿Entonces?

Se escucharon sonidos de besos hambrientos, siempre al compás del chirrido de la cama y unos soniditos de pieles húmedas rozándose.

—Escucha: me importas… más que nada ni nadie en este mundo de mierda… ¿Entendido? No me importa lo que esa gente piense… lo que esos mocosos piensen… ni lo que diga el desgraciado de Erwin…

—¡Sa-sargento!

 

Sasha estaba parada frente a la habitación del Sargento, escuchando.  Su cara estaba roja y sus ojos destellaban. Connie estaba parado en el marco de la habitación de las chicas (las habitaciones estaban en el mismo pasillo). Miraba hacia el piso, sonrojado y conmovido ¿Quién lo diría? Hasta el mejor soldado de la humanidad se había declarado… no de una manera dulce, pero lo había hecho.

—Así que… ¡Muerde esa almohada en lugar de morderte a ti mismo! No quiero terminar haciéndole el amor a un titán de quince metros. Aparte de eso, ellos no tienen esos órganos…

—Sa-sargento… no diga esas cosas.  Me da vergüenza.

—¿Vergüenza? Tch, la vez anterior que te viniste en mi cara ¿No te dio vergüenza?

—¡Fue su culpa!

—Tchs, mocoso, tengo que domarte… definitivamente.

¿Y el romance?
¿Dónde quedó el romance!
Sasha esbozó una sonrisa, limpiándose las lagrimillas marca “Historia Reiss”. Hasta que recordó algo… fuera lo que fuera, estaban bajo las órdenes de Levi ¡¿Cómo se le pudo olvidar?! Tomó aire y llamó golpeando la puerta ligeramente.

Connie soltó las mantas y puso ambas manos en su cabeza, ahogó un grito y se preguntó si esa chica estaba loca; retrocedió, preparándose para salir corriendo.

—¿Qué? —dijo el Sargento, con voz alta y con tono irritado.

—Sargento, señor. —hizo el saludo con la mano derecha, con la otra sostenía los cobertores. —pido permiso para que todos podamos quedarnos afuera esta noche.

—Ya habían salido.

—Le pido disculpas, señor, mis compañeros y yo queremos darle un poco de privacidad, señor.

—Eso no era necesario.

Silencio.

—…pero gracias. —continuó el pelinegro. —Aunque no los estoy sacando.

—Fue decisión unánime, señor.

—¿Unánime? ¿Incluso Ackerman?

—Despreocúpese por ella, señor.

Silencio.
Ni siquiera los anteriores sonidos de la cama, ni jadeos. Connie estaba sudando.

—Déjenos hacer esto, señor. No se preocupe por nosotros, estaremos bien.

—¿En realidad? Si es lo que quieren, porque a mí no me molesta tenerlos aquí de testigos. —Eren se sonrojó. —Pero no sé ustedes… son unos niños.

—Niños que hemos visto la muerte muy de cerca, señor. —se atrevió a decir Sasha. Con ambas manos apretó las cobijas, las miró en silencio esperando una respuesta. Levantó la vista hacia el final del pasillo, donde estaba Connie, ella hizo las comisuras de su boca hacia abajo y Connie la imitó.

—Está bien. —dijo Levi. Se había convencido él mismo, recordando que eran niños, incluso Eren era un niño, pero, eso ya era otra historia. —Pueden quedarse afuera, solo no mueran de frío.

—¡Sí, señor! ¡Por supuesto que no, señor! ¡Gracias, señor! ¡Feliz noche, señor! —Pensó en otra frase para añadirle el “señor” —¡Hasta mañana, señor!

—¡Largo de aquí!

—¡Ya me voy, señor!

Iba a decir “¡Da lo mejor, Eren, esfuérzate!”, pero eso solo arruinaría su buen trabajo anterior y se iría a la basura el esfuerzo de  “pedir permiso”. Miró a Connie, quien agradecía a los dioses el haberle dejado vivir y que el sargento no se enojara e hizo unos movimientos con la mano para que salieran de ahí; fueron a la cocina para tomar fósforos, leña y una jarra de café. Llegaron con sus compañeros e improvisaron su “mini noche de acampar”. Colocaron una cobija atada  a las ramas del árbol, ahora denominado “árbol de Mikasa”, para que les funcionara de techo (por el sereno), encendieron la fogata y bebieron a gusto el café.

—¡Y-y eso fue tan hermoso! —chilló Sasha contándole a sus amigos lo que el Sargento había dicho. —Me pregunto cuando tendré un amor así…

—Ya ves, hasta la persona más seria o gruñona tiene sentimientos. —musitó Christa ¡ah! Sí, recordaba a Ymir.

—Deberías darle la bendición, Mikasa. —dijo Connie, mirando a la pelinegra aun atada al árbol.

—Yo… —apenas musitó, parecía preocupada y sus ojos estaban vidriosos.

—Ya chicos. —intervino Armin, temiendo por la reacción de la joven.

—Chicos por favor, tienen que ser discretos. —dijo Jean. —No vayan a hacer preguntas tontas o hacer comentarios inútiles. Al menos no frente al Sargento.

—¿Pero a Eren sí?

—“Sean discretos”

—¿Y si le dice al Sargento?

—Ni que fuera vieja chismosa…

 

Así pasaron su linda velada, bajo el cielo despejado, la Luna llena; platicando de cosas triviales, y ahora, sin tanto pudor hablaban hasta de amor y sexo (más como personas curiosas que por perversidad); recordando personas, recordando lugares y hechos, bromeando y hasta jugando, para luego, ser arrullados por el sonido del viento, el canto de los grillos y los búhos… y uno que otro gemido sonoro de Eren.

 

Antes de que saliera el sol, los  muchachos ya estaban haciendo limpieza general por casi toda la casa. Eren y Christa hacían el desayuno. Por alguna razón los jóvenes se sentían frescos, con un sentimiento liviano en su corazón que los hacía sonreír inconscientemente. Tal vez sería un sentimiento efímero que acabaría antes de la próxima expedición, pero querían disfrutar esa emoción. Después de todo eran jóvenes, apenas habían sido niños hace tres años, por lo que pensar en la siguiente misión les daba las ganas de vivir cada día con mayor intensidad.

—Buenos días.

—¡Buenos días Sargento, señor! —las chicas hicieron el saludo.

—¿Qué mosco les picó? Es más temprano que la hora acostumbrada y ni siquiera están quejándose con eso de que quieren dormir más…

—Simplemente, Sargento, señor. —dijo Christa. —Es lindo levantarse temprano.

—Vaya descubrimiento. —dijo Levi con simpleza. Se colgó la escopeta y salió de la cabaña.

—¡Hola, Eren! —Saludó Sasha con una sonrisa amplia. Volvía de lavar unos trapeadores.

Los chicos entraron al comedor, volviendo de los quehaceres matutinos. Connie y Mikasa volvían de la ronda de guardia de la madrugada.

—Buenos días, Eren.
—Buenos días, Christa.
—Buenos días, Connie.
—Buenos días, Jean.
—Buenos días, Sasha.
—Buenos días, Armin
—Buenos días Jean… ah! Ya te había saludado…

Empezaron a saludar al mismo tiempo, como cuando dan la paz en la iglesia y uno  no sabe a quién darle el siguiente abrazo. Chocaban entre ellos y se reían.
Christa y Sasha se alistaron para salir a hacer la siguiente vigilancia. Justo cuando ellas salieron entró Levi.
Armin y Jean seguían hablando de asuntos tan lejanos a los titanes, igual que en la noche. El resto los miraba, y también miraban como Eren le servía el café al Sargento. Vieron, también, las marcas rojas en las manos del cadete, así que lo relacionaron con los sucesos de la noche.

—Eren y yo somos pareja. —dijo Levi, tomando de la cintura a Eren  y sentándolo en sus piernas, mientras el pobre se ponía rojo y apenas sostenía la jarra de café.

Todos, excepto Mikasa, sonrieron porque ya lo sabían.

—Felicidades, Sargento. —dijo Connie, sonriendo.

—Sí, felicidades. —siguió Jean.

—Cierren la boca ¿Por qué me felicitan?

—Porque tiene a alguien a quien amar y quien lo ame, señor. —comentó Christa, quien se asomó por la ventana con su aura de diosa.

—Lo que sea. Solamente lo decía para que no hagan cosas estúpidas como la de anoche, o sea, que se asusten. —Claro que no era solo por eso. —Aunque fue culpa de Eren por hacer tanto ruido.

—¡Sargento!

—Discúlpate, Eren…

—¿Yo?

—Eren dice que lo siente mucho y que es un mocoso estúpido.

¿Eran ellos o el Sargento estaba juguetón esa mañana?
No sabían cuál de las dos así que rieron, esperando que no fuera lo contrario y les golpeara.

—Eren, baja de las piernas de ese hombre. —Amenazó Mikasa.

—¡Mikasa! ¡Eren y el Sargento son pareja! —dijo Sasha, asomándose a la ventana y celebrando dentro de sí ¿Por qué no estaba haciendo revisión del perímetro?

—¡No lo permitiré! —dijo Mikasa, que había estado sentada y callada desde que entró al comedor.

—Cállate, Ackerman, no estoy pidiendo tu permiso.

—¡Pero! ¡Es mi hermano! Mi familia ¡Deberías pedirlo!

 

Todos enmudecieron.
 Eren, aunque quiso levantarse, no pudo escapar de los brazos de su amante. Sin embargo, Levi, sostuvo la mirada de Mikasa, y así estuvieron un largo rato, hasta que la pelinegra rompió el reto.
¿Pedir permiso? ¡Claro que lo haría! Pero no sería de la manera “amable”, no: sería a la manera de Levi. Así que ese día inició, pero, eso es otra historia.

 

 

 

 

 

Notas finales:

kurenai 801
julio 2014

¡Gracias por leer!


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