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El cirujano de la muerte por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada:

Saga I: La venganza contra Doflamingo. 

"Gracias... por quererme". Aquella frase era lo único que había podido escuchar por los rumores que corrían. No podía creerse algo así. ¡Puño de fuego Ace ejecutado!, eran las noticias que corrían por todo el mar. Con todo lo sucedido y su propia pelea con Kuma, llegó demasiado tarde para salvar al capitán de la segunda compañía de Barba Blanca pese a que había sido una de las personas más importantes en su vida.

 

Todo estaba demasiado tranquilo ahora que ni Barba Blanca ni Ace estaban en el mar, quizá... ni siquiera era "tranquilo", sino que la mayoría estaban deprimidos por aquel acontecimiento. Llevaba ya una semana donde apenas había podido conciliar el sueño. Pocos conocían lo unido que estaba a Ace, nadie entendería sus pesadillas y mucho menos... lo que había significado para él enterarse que sus últimos susurros fueron para Luffy, unos susurros que debieron ser sus últimas palabras para todos y que no tuvo fuerzas para pronunciar en alto, dejándole la misión a su hermano de trasmitir su mensaje.

 

- ¿Capitán? – escuchó al otro lado de la puerta de su camerino - ¿Está ahí? Parece que se avecina una tormenta, creo que deberíamos cambiar el rumbo.

 

Law miró el Log Pose sobre su mesilla. Él no era muy dado a llevarlo casi nunca, solía olvidarlo en el submarino o acababa cogiéndolo alguno de los miembros de su tripulación, sin embargo, aquel log pose era especial... era el que Ace siempre llevaba. Shanks le había traído el Log Pose y la pulsera de Ace antes de volver a perderse en el horizonte. Quizá sería el único pirata que ahora conocía el pasado que habían tenido ambos, trayéndole algún recuerdo de Ace sólo para él.

 

- Poned rumbo a tierra – dijo sin más, sin siquiera abrir y girándose para dar la espalda a la puerta donde estaban sus compañeros.

 

Centró su mirada en el Log Pose de Ace. Seguía marcando su última ubicación Marineford, el lugar de su muerte. ¿Por qué él no había podido verle una última vez? Le contaron que destrozaron todos sus órganos internos, incapaces de salvarlo. Él podía haberle ayudado, él podía haber arrancado los órganos de cualquier idiota de la marine para dárselos a él. Se lamentaba el no haber podido llegar a tiempo, el no haber podido ayudarle. Tan sólo pudo sacar a su hermano Luffy.

 

Sentía rabia y odio, quería pensar que era hacia Ace por haberse ido, por dejarle solo, por estar tan empeñado en su venganza contra Barba Negra sin siquiera conocer las nuevas habilidades que había adquirido, pero la verdad... es que estaba enfadado consigo mismo. Conocía bien a Ace y era el único chico del que se había conseguido enamorar. ¿Cómo no enamorarse de él? Cada vez que recordaba cómo le conoció y esas aventuras que nadie conocería jamás... se deprimía.

 

- Maldita sea, Ace – susurró en forma de queja - ¿Por qué tenías que ser como eras?

 

Muchos definían a "Puño de fuego" como un chico sin miedos, un pirata prometedor. Casi todos le querían en su tripulación, la marine nunca dejó de buscarle y ya desde antes de su nacimiento, ya le querían muerto sólo por ser hijo de Golden D. Roger. Tuvo que afrontar tantas cosas y su única preocupación... era si realmente él merecía vivir. En algunos momentos, el propio Law llegó a pensar que era tan temerario porque sólo buscaba su muerte, otras veces... pensaba que seguía vivo por los seres a los que quería.

 

Aún recordaba aquella vez que bebieron juntos. A Ace siempre le gustaron las fiestas pese a que solía quedarse dormido incluso comiendo. Todavía tenía presente las palabras de ese chico medio ebrio cuando le preguntó con seriedad si él debió haber nacido. No supo qué responderle en ese momento... ahora... la respuesta habría sido un claro "sí". Ace no era como su padre, era cortés, valiente y amable, muy educado pero sobre todo... temible cuando tenía que defender a los suyos. ¡La novena recompensa más alta por su cabeza hasta la fecha!

 

Con aquellos recuerdos en su mente y tras darle otro sorbo a la botella de sake, se quedó profundamente dormido, dejando caer el vidrio y esparciendo el líquido por las maderas del suelo de su camerino.

 

"Trafalgar D. Law"

 

Sólo era un susurro, como si el viento trajera una melodiosa voz que no conocía. El delirio de un hombre borracho y casi arruinado por la tragedia. Debía reponerse de aquel golpe, pero sólo había pasado una semana desde el suceso, algo que le impedía salir de su camerino y buscar un rumbo nuevo a seguir. Tampoco Luffy parecía activo en esos momentos. Todos los piratas parecían haberse paralizado ante aquella ejecución.

 

"Trafalgar D. Law. Trafalgar D. Law"

 

Escuchó una vez más su nombre completo. Era extraño... porque no muchos le llamaban con aquella "D" que él trataba de ocultar a toda costa. Era posible que en parte admirase a Ace por llevarla como si nada, aún sabiendo que era hijo del Rey de los piratas, aún sabiendo que sería perseguido siempre por ser hijo de quién era y por esa fatídica "D".

 

Se incorporó con toda la rapidez que pudo sacar a pesar a su resaca. Su pie tocó aquella botella ahora vacía que había estado rodando por el suelo de su cuarto, esparciendo su contenido y dejando ese fuerte olor a alcohol. Apartó el pie para poder cogerla y dejarla sobre la mesilla, sobre un Log Pose con la aguja todavía señalando a ese fatídico lugar. ¿Sería su imaginación de nuevo? ¿Tan borracho estaba?

 

Cogió su cabeza entre sus manos y al escuchar de nuevo su nombre, se tapó los oídos con fuerza. Parecía una voz proveniente del otro mundo, una voz que sólo hacía más que llamarle como si desease atormentarle. Puede que lo mereciera por no haber podido ir a rescatar a la única persona viva que le había importado en ese maldito mundo de locos cuando ya no era un niño al que debían defender.

 

"¿Qué haces todavía aquí? Encuéntrale"

 

No conocía la voz, estaba completamente seguro que no la conocía, pero por algún motivo, estaba contactando con él y no entendía nada. No podía ser otra cosa que una mala jugada de su mente nublada por el alcohol. Echaba de menos a Ace, sabía que no volvería a tenerle frente a él, que no volvería a salir de entre unos arbustos como solía hacer y unirse a tomar un par de tragos con él.

 

Ahora que se daba cuenta... todo estaba muy estabilizado. Las corrientes demasiado tranquilas, sin turbulencias en el submarino, su tripulación parecía estar muy calmada y quizá, habían llegado a tierra. Si era así y se quedaba demasiado tiempo, el Log Pose de Ace cambiaría el rumbo al igual que el suyo. Debían partir casi de inmediato, pero al ver esa sombra en la pared del fondo, se detuvo. No era tan ingenuo como para no entender que allí en el Grand Line... todo lo que podría parecer una locura, era muy real. El Gran Line estaba fuera de toda lógica.

 

Salió del camerino y se dirigió al puente de mando para abrir la escotilla, sólo para darse cuenta de la oscuridad que reinaba fuera. Las olas golpeaban contra el casco del submarino, pero éste estaba varado en la arena de la playa. El aire todavía traía consigo esos susurros que él escuchaba con atención y que ahora parecían escuchar también los dos compañeros que estaban en cubierta.

 

- ¿Qué es eso? – comentó Bepo.

 

Law no volvió a pronunciar palabra, pero empezaba a imaginarse qué podría ser. Si lo decía en voz alta... era posible que toda su tripulación entrase en pánico. Volvió a entrar al submarino para coger su katana y salió una vez más dispuesto a adentrarse en la selva frente a él.

 

- Capitán, es de noche, debería esperar...

 

- Vendré enseguida – dijo Law con seriedad.

 

- ¿Qué creéis que es? – preguntó entre susurros Penguin.

 

- La bruja del mar – respondió Bepo casi al instante, consiguiendo que todos excepto Shachi abrieran los ojos y buscasen un trozo de madera como si eso diera un mal augurio.

 

- ¿Qué ocurre? – preguntó Shachi.

 

- Dicen... que las brujas del mar se presentan a veces antes piratas que sufren una terrible carga, pero si las escuchas, suelen llevarte a la tumba – respondió Bepo por las leyendas que él conocía.

 

- Está llamando a Law. ¿Qué carga o sufrimiento podría tener nuestro capitán? – preguntó de nuevo Shachi.

 

- No lo sé – comentó Bepo – pero no es bueno. Esperaremos hasta que vuelva. Nuestro capitán sabe cuidarse solo.

 

Law se adentró solo entre los arbustos y las palmeras. La vegetación era espesa pero se abrió paso como pudo guiado por aquella dulce pero escalofriante risa. Había escuchado muchas leyendas sobre las brujas, la gente decía que traían un destino nefasto a todo el que llamaban, pero él no lo creía, no creía en un destino. Si estaba en lo cierto... pronto lo descubriría, pero quizá, ellas sólo indicaban el camino a seguir a lo que un pirata o un marino más deseaba, calmar su sufrimiento y su pena, lo que a la mayoría les llevaría casi a una muerte segura, pero por lo que él padecía ya estaba muerto y no podía evitarlo.

 

- Trafalgar D. Law – escuchó esta vez más claro esa voz proveniente de la cabaña frente a él. En el porche, la mujer aguardaba con un té de alguna fruta exótica de la isla – te esperaba.

 

- ¿Por qué me has llamado?

 

- He sentido tu pena y tu desesperación.

 

- No hay nada que hacer.

 

- Siempre hay algo que mitiga el dolor.

 

- Ya... y la gente recurre a vosotras para encontrar algo que sustituya ese dolor y esa pena. Un propósito en la vida por la que muchos piratas y gente honrada pierde la vida en el intento.

 

- Nosotras sólo guiamos a la gente hacia lo que más desean.

 

- Yo sólo deseo una cosa... hablar con alguien que ya no está en este mundo – dijo con seriedad Law.

 

La bruja le miró con intensidad, casi como si buscase en el interior de aquellos ojos grises un resquicio de inseguridad, pero no parecía querer echarse atrás en su idea. Estaba muy decidido a querer hablar con esa persona que él decía estar muerta. Era posible que la culpa le carcomiera por dentro, que tan sólo quisiera decirle un "Lo siento", no estaba segura.

 

- Puedo convocar a los muertos si tienes algo suyo.

 

- Lo tengo – comentó mientras sacaba del bolsillo de su pantalón la pulsera blanca y roja que Ace siempre llevaba y que Shanks le había traído junto al Log Pose.

 

Al ver cómo la extraña mujer estiraba la mano, Law empezó a subir los peldaños hacia el porche de la cabaña para dejar la pulsera sobre su mano. Estaba desesperado y le daba igual caer en el mismo infierno con tal de disculparse por haber llegado tarde, por no haberle podido salvar. Necesitaba verle una vez más aunque sabía... que tampoco sería suficiente. No podía ver un futuro sin él.

 

Law permaneció atento al movimiento que estaban empezando a coger las hojas de las palmeras, a esa brisa que parecía invocar aquella bruja frente a él llamando a los espíritus que ya se habían marchado. Las sombras a su alrededor le indicaban que algo estaba allí, pero ninguna tenía una forma definida.

 

- ¿Seguro que esa persona que buscas está muerta? – fue la primera pregunta que escuchó cuando el viento dejó de soplar.

 

- Prueba con esto – comentó Law desenganchando de su camiseta interior una pinza para el pelo que perteneció a su hermana pequeña, alguien de quién sí estaba completamente seguro que había fallecido.

 

Para su sorpresa, esta vez la figura de su hermana apareció frente a él, consiguiendo que abriera los ojos. Hacía tantos años de aquel suceso que verla de nuevo le hizo rememorar aquellos tiempos, le hizo volver a sentir esa nostalgia, dándose cuenta de que todavía no había superado el trauma aunque lo ocultase.

 

Se quitó el sombrero para buscar en un pequeño bolsillo interior que él mismo había cosido, aquella "vivre card" que Ace le dio en una de las tantas ocasiones en que sus caminos se cruzaron. No debería haber nada, el papel blanco se había incinerado por completo cuando murió aquel día, sin embargo, sus dedos recogieron esa sustancia a la que enseguida le puso nombre.

 

- ¿Ceniza? – se preguntó extrañado.

 

- La vivre card desaparece completamente cuando el usuario ha muerto. Va deteriorándose con la fuerza vital, pero si esa persona se va curando...

 

- El papel se regenera – comentó Law extrañado.

 

Sólo cenizas, pero ni eso debería quedar. Él mismo vio cómo todas las vivre card de Ace se quemaron aquel día sin dejar ni huella. Hasta la suya ardió dentro de su bolsillo. Ni siquiera había tenido nada que limpiar cuando desapareció, pero ahora se daba cuenta de que estaba esa ceniza extraña que nunca vio y no debería estar.

 

Sin siquiera pronunciar palabra, perplejo como estaba ante aquello, cogió la pulsera de Ace y salió corriendo hacia el barco. ¡No estaba muerto! Quizá moribundo pero no estaba muerto y desde luego... debía confirmar qué narices habían enterrado, porque estaba convencido de que no era el auténtico cuerpo de Ace.


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