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A los pies del heredero. por Cam Rams

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Notas del capitulo:

Lamento profundamente la demora de este capitulo, pero mi computadora fue asesinada por un proyectil (una piedra) que rompió el vidrio de mi ventana y la pantalla del notebook en una de las protestas que ocurrieron aquí en Chile…

Bueno sin darles más lata aquí se los dejo.

14

 

Inu Yasha se despertó sediento, sus brazos dolían, su cabeza daba vueltas… el olor a hierro, piel quemada le quitaba el apetito… su mente aun peleaba por volver por completo a la consciencia haciendo borrosas las cosas a su alrededor, algunas imágenes vinieron a él: una enorme araña que expelía veneno por sus fauces se transformaba en humano, una voz varonil llamaba el nombre de Yasha y preguntas iban y venían que no lograba diferenciar en esas voces  que se distorsionaban.

Naraku entro dándose cuenta de que Inu Yasha estaba mirando errático el lugar, lo llamo sin tener respuesta aun cuando se acercó y los ojos de Inu Yasha se posaron en él.

 –Déjame ir Onigumo…  –dijo una voz calmada desde Inu Yasha que se oía más suave de la que poseía quien estaba frente a él.

 –Yasha  –murmuro el rey de Minni  –no lo haré.

 –fueron ustedes los que me traicionaron…

 –fue Inugami quien...

 –¡Silencio!  –una ráfaga calló al rey  –no voy a permitir que digas más…

 –no te dejare ir, no a sus brazos.

Las miradas de ambos contenía enfado aun si era por diferentes motivos, pero la mirada de Yasha bajo dejando salir un suspiro.

 –aun te aferras a estar solo, aun no deseas salir de la caparazón que te auto impones cada vez… –Onigumo lo dejo de mirar yendo a uno de los muebles para servir en una copa algo de agua  –tú y Ookami desean ser humanos, pero no desean pedir ayuda a Inugami, ni perder parte de sus poderes por eso y mucho menos estar atado por un conjuro para eso, sin embargo poseer el cuerpo de un muerto…

 –suficiente…  –dijo golpeando la copa en el mueble al dejarla luego de beber.

 –creí que habías dejado de torturar a tus súbditos como castigo.

 –solo el temor trae la verdadera obediencia Yasha  –volvió a servir y fue donde el que estaba encadenado  –yo temía tu odio y me aleje por ello  –le dio de beber viendo sus labios, cuando alejo la copa con el dedo pulgar limpio la gota que había deslizado hacia su barbilla rosando con el sus labios  –sin embargo aun cuando dijiste que todo estaría bien terminaste muriendo.

Los labios de Yasha se alejaron de su toque mirando los ojos rojos de Onigumo frunciendo un poco el entre cejo como respuesta a lo que le había dicho, pero de alguna manera un brillo era diferente.

 –la conciencia del humano aun existe dentro de ti eso es sorprendente.

 –la mente de ese hombre me gusta. Naraku es un humano interesante…  –dijo alejándose un poco solo para dejar la copa en donde estaban aun los implementos que uso con el hombre que había matado a su sobrina.

Onigumo miraba a quien tenía colgando. Se sentó en la silla donde estuviese antes el hombre y se dedicó a mirar el cuerpo de Inu Yasha. El cuerpo que recordaba de Yasha era más fino y bronceado por haber estado en el país Egit, la piel de Inu Yasha era más clara pero no llegaba a ser pálida y su cuerpo mostraba una musculatura ligera pero fuerte, no podía negar que le gustaba lo que veía, el rojo de la túnica mal trecha le quedaba bien haciendo resaltar sus ojos ámbar y su cabello platino.

 –deja de verme así, es incómodo  –le reclamo recibiendo una sonrisa como respuesta.

 –Yasha… si este niño es tu reencarnación como estás…

 –el que llegara aquí me hizo despertar. Cuando me obligaron a volver en un vientre destinado para dos estrellas mi alma provoco que solo una brillara, pero no era mi tiempo y comparto el espacio con el alma de Inu Yasha, pero pronto nos volveremos uno. Haremos que cambien muchas cosas, una de las dos almas tendrá que desaparecer. Pero tú espíritu que teje la red del destino con fuego por no detener a esa mujer aquella vez sufrirás…

 –no me importa, no dejaré que salgas de aquí así nada ocurrirá.

 –no lo entiendes… la conciencia de Inu Yasha se debilita y dentro de él…

Onigumo se acercó tomándole la quijada haciéndolo que lo vea, mientras la otra mano lo tomo desde la cintura acercándolo se aferró a aquel bien torneado trasero.

 –no le temo a lo que tienes dentro, haré que se arrodille ante mi aun si pierdes la cordura por completo.

 –suel…

 –no voy a dejarte ir otra vez.

El tono de orden en lo dicho por Onigumo fue sellado por un beso a la fuerza que Yasha detuvo al romperle el labio, sin embargo solo fue por un momento antes de sentir de nueva cuenta los labios de Onigumo en los suyos y la mano que estaba antes en su quijada ahora había bajado a su cuello apretándolo un poco y cada vez que lo volvía a morder era apretado con mayor fuerza haciendo que su mordida se soltara. El sabor metálico de la sangre de Onigumo le revolvía el estómago y el firme agarre en su garganta le dificultaba respirar. Apretó los ojos sintiendo su consciencia se perdía y escuchaba las maldiciones internas de su alma dividida.

Cada vez que un alma reencarnaba debía perder los recuerdos de la anterior y solo vestigios del anterior ser debían quedar, pero a él lo obligaron a reencarnar y eso hacía que Inu Yasha no pudiera controlar lo que había dentro de él dormido. Confusión y ansiedad se producía en Inu Yasha que no lograba entender que pasaba y sin embargo Yasha no podía decirle nada realmente, pues si lo hacia la consciencia llamada Inu Yasha podía morir.

Yasha trato de soportarlo asqueado y triste de que quien él consideraba uno de sus amigos estuviera haciéndole eso. La mano libre de Onigumo aferro la cadera de Inu Yasha frotando su hombría en él. Las piernas de Inu Yasha trataban inútilmente de hacer algo pero telas de arañas lo atraparon como si fueran hilos provocando que no pudiera hacer nada, y aun así peleaba para soltarse, sin desearlo su mente llamaba a Sesshoumaru, recordaba lo lastimado que estaba y rogaba que estuviera a salvo.

Sintió la mano de Naraku en su hombría tensándolo y haciendo que peleara con más fuerzas aun cuando sus manos dolían, su cuello fue liberado y logro alejarse de los labios de quien estaba enfrente.

 –¡Suéltame!  –grito con rabia Inu Yasha dándole un fuerte cabezazo haciendo que Naraku tirara para atrás la cabeza  –¡No me toques!

La mano que sostenía su miembro fue a la parte de arriba de la túnica abriéndola a la fuerza veía las marcas en el pecho de quien estaba mudo por el acto. Naraku sonrió e hizo que las telas de arañas subieran por el cuerpo de Inu Yasha comenzando a incrustarse en su cuerpo.

 –¿Qué ught?

El dolor de agujas entrando a su interior enterrándose en sus nervios atrapo su voz con dolor y tensando su cuerpo que comenzó a sangrar al luchar.

 –te lo dije tengo paciencia… esos hilos entre más enfadado estés más se introducirán. Haré que me obedezcas Inu Yasha.

 –unh… hijo…de ughtsh  –sentía sus nervios y tendones ser perforados sin descanso  –que el… ugh gu… guardian… ught Acgh  –un silbido del viento le aviso demasiado tarde del látigo que venía y golpeo su pecho dejando una marca roja.

 –te dije que no te dejaría usar magia Inu Yasha.

Poco a poco y a paso tortuoso la tela de araña se movía dentro de él perforando sus tendones y nervios creando su telar, pronto no pudo soportar el dolor dejando salir sus gritos.

Naraku apretaba las manos pero no se detuvo si no hacía que lo obedeciera solo había un camino para quien estaba al frente de él y era estar bañado por la sangre. Tenía que ser de él para poder protegerlo. Tenía que tener éxito en esto o solo lo condenaría.         

 

Sango miraba de reojo a Kagome que estaba de mala gana como siempre picando lo más pequeño posible las cascaras y hojas que habían estado juntando. Hasta el momento realmente no había visto nada raro de aquella chica, aparte de ser tan quisquillosa y reclamar por donde está durmiendo, por la comida, la ropa… etcétera. Después de todo era una princesa.     

 –Kagome iré a preparar algo de comida no te muevas de ahí  –le ordeno.

 –… como quieras, no hay otro lugar al que ir tampoco…  –dijo tirando las cascaras cortada.

Resoplo mirándose las manos sucias. Trataba de pensar que hacer para salir de una vez por todas de ese lugar, la reina le había prometido llevarla al palacio si mataba a Sango, pero no comía cosas preparadas por otros ni bebía nada de otra persona, rechazaba todo con una sonrisa y diciendo que era mejor que lo compartiera con los demás.

 –puta astuta  –murmuro entre dientes imaginando que las cascaras que sujetaba era esa mujer cortando de tajo donde debería estar el cuello.

A lo lejos escucho ruidos de caballos y se levantó, pero una de las ciudadanas de ese nefasto lugar para ella la detuvo obligándola a sentarse de un tirón. Bufo molesta mirando de reojo a Sango que parecía seguir el sonido de los caballos dejo salir una abeja y esta comenzó a hacer una serie de movimientos que parecía que tensaron a Sango, se acercó a una de las mujeres diciéndole algo con rapidez y se fue dejando a todas las demás ahí.

 –¿Dónde fue Sango?  –le pregunto a la que la había sentado.

 –como si pudiera saberlo, solo no nos des problemas  –le aclaro.

 –pero ¿Qué va a pasar con la comida?

 –habrá que esperarla.

Kagome miro las cascaras que estaba cortando y sonrió.

 –yo puedo cocinar si me lo permiten  –dijo mirando a las demás que estaban en la labor de cortar lo más pequeño que pudieras los que se convertiría en la tierra.

Todas se miraron cuestionándose el sí dejarla, pero todas estaban ocupadas y en estos momento la ayuda de Kagome en cortar no era realmente de ninguna ventaja.

 –bien, ve, pero niña más te vale que hagas algo decente y que al menos trabajes más de lo que ahora estabas haciéndolo.

 –lo haré, al menos no estaré ensuciándome las manos con basura  –dijo parándose y dirigiéndose a donde había estado Sango.

La mesa sonó era un montón de tablas anchas que no era más altas que un roedor, los alimentos ya estaban cortados y en una cocina de piedras y lodo tenía en uno de los huecos una olla con agua calentando. Tomo las escuetas verduras y los trozos de carnes y sin mucho pensar lo hecho todo dentro, lo que habían ganado con el trabajo que les había traído Rin era suficiente para comer una vez bien, pero Sango la dividía para que pudieran tener dos comidas todos los días. Kagome saco de entre sus ropas un frasco.

si lo hago… no solo morirá Sango… pero ¿Qué otra oportunidad tendré?”

Los pensamientos y las imágenes de las mujeres de afuera riendo, la sencillez de sus vidas, con tan poco eran felices. Las voces comenzaron a entonar una canción dedicada al espíritu durmiente de esas tierras. Su mano tembló y guardo el frasco de regreso a sus ropas, tomando un palo que hacía de cuchara y comenzó a revolver todo, aun si no sabía cocinar no podía salirle mal…

 

Sango corría a la entrada principal de la ciudad y lo vio; su hermanito estaba yéndose con quien menos esperaba, corrió a ellos poniéndose frente al caballo del príncipe menor de aquel país. Los ojos violetas la miraron con desprecio desde la altura de su caballo. Sango se arrodillo bajando la cabeza al suelo antes de que los soldados la apartaran del camino.

Kohaku estaba escondido detrás de un caballo al verla llegar, pero cuando Sango se postro frente a Akago un malestar se puso en su pecho y más al escuchar de los labios de su hermana.

 –le ruego su alteza deje a mi hermano quedarse, él es solo un niño…

 –Sal de mi camino –le ordeno  –crees que por ser una de las concubinas de Sesshoumaru no te tratare como un estorbo ¡muévete!

Sin embargo ella no lo hizo.

 –ruego…

Akago falto de paciencia le dio una leve señal a quien estaba detrás de él quien tomo el arco con la flecha.

 –Es tu última advertencia, vete.

Sango no se movió. Akago sujeto con fuerza la fusta y miro de reojo a uno de sus hombres que sigiloso subió y cargo el arco una sonrisa de Akago le dio la señal de que disparara, la flecha salió disparara a la espalda de Sango que seguía con la frente apoyada en el dorso de sus manos, atravesando un nido de abejas, las abejas salieron raudas hacía el atacante picándolo por todo el cuerpo botándolo del caballo. Los gritos de quien intentaba por todos los medios alejar a las abejas hicieron temblar a los demás soldados y sirvientes.

Akago miro con odio a la mujer que miraba sorprendida a su hermano haciendo que los ojos violetas del príncipe se posaran en el joven.

 –Aun dirás que tu hermano es solo un niño  –le recrimino Akago.

Sango no pudo contestar quien era capaz de matar no era considerado un niño.

 –Te dejare vivir porque ese soldado actuó sin orden mía, pero si no deseas que castigue a tu hermano por mi baja hazte a un lado  –miro entonces a Kohaku  –trae el caballo  –le ordeno.

Sango al escucharlo salió del camino con la cabeza gacha. La procesión siguió su camino dejando a quien estaba dando sus últimos suspiros.

 –…perdón…

La suave y tenue voz que se escuchó como susurro casi acallada por el sonido del andar de los caballos y las ruedas de las carretas hizo que Sango subiera la vista viendo a su hermano irse sujetando las riendas del caballo. Hacia tantos años que no escuchaba la voz de su hermano, sus ojos se inundaron dejando caer sus lágrimas.

 –¡Kohaku!  –grito pero a pesar de que la voz de su hermana lo hizo saltar no se detuvo  –¡Te lo ruego, vuelve con bien! ¡Yo, siempre te voy a estar esperando!

El pecho de Kohaku se agito en una mezcla de alegría y culpa, pues él no se perdonaba lo que había hecho y jamás lo haría.

 –es mejor que no vayas contra mí otra vez. Es tu deber obedecerme –le advirtió Akago estando a unos metros de él.

Kohaku solo miro el caballo y bajo la vista al suelo esas palabras traían de regreso sus recuerdos haciendo ensombrecer sus ojos. Aquel pasado que lo hacía desear volver a su niñez y al mismo tiempo borrarlo…

Diez años atrás.

Kohaku corría por el campamento jugando con su hoz encadenada mientras los adultos hablaban, aún faltaban más de cien lunas para que cumpliera los siete años. Eran nómades y las historias de que eran descendientes de los Egit y que sus padres provenían de la realeza de dicho país como una de ellos que traicionado a los Hitit se escuchaba de vez en cuando, como el hecho de que antes iban de país en país haciendo espectáculos para lograr que les pagaran y poder comer y vivir, pero todo eso a él no le importaba, estaba feliz de cómo vivían cazando para comer moviéndose de un lugar a otro.

Era simplemente feliz. Su hermana mayor ya la dejaban estar en las discusiones de los adultos al ser capaz de entender a los animales y ejercer dominio en ellos, aun cuando cumpliría pronto los diez años. Su vida era feliz por donde lo viera y no creía necesitar nada. Entristecía cada vez que decían que debían salir del lugar donde estuvieran porque más de alguno de ellos no se iban o por las cazas más de alguno moría o eso era lo que él creyó, pero solo se decía que no se podía evitar con las bestias era matar o morir y no siempre llevaban a su hermana.

Una noche en donde se estaban quedando bandidos saquearon el lugar lastimando y matándolos sin discriminación. Solo unos pocos lograron escapar de ese ataque que más adelante descubriría no había sido de bandidos.

Dos años pasaron desde que habían escapado y cada vez tenían que irse moviendo más y más rápido para evitar los ataques orillándose a las faldas de las montañas rocosas a los pies de las tierras de Minni, se separaban para encontrar agua y alimentos en ese territorio inhóspito. Kohaku volvía con un ave en las manos, sabía que la carne de esa ave era amarga y poca, pero lo prefería a no llevar nada. Cuando se acercó a donde estaban todos vio como sus padres eran llevados por unos hombres siendo vistos por los demás de la aldea.

Corrió dejando caer el ave, gritando que no se llevaran a sus padres, Sango corrió a él pero al tatar de herir a uno de los que tenía a su padre un fuerte golpe lo dejo inconsciente, despertando dentro de una celda solo estando su hermana en la celda continua amarrada y amordazada.

Aun si la llamo y Sango como pudo se acercó a la reja para verlo no le podía hablar por la mordaza, ni estirar las manos para intentar tocarlo, aun si la distancia no lo permitiría.

Pronto voces desconocidas entraron y los tomaron lanzándolos al lado de sus padres que como Sango estaban amordazados y amarrados. Estaban frente a Setsuna y Naraku que discutían que hacer, pues el rey de Hitit había comunicado que no le interesaba lo que hicieran con ellos.

Kohaku se había acercado a sus padres que mantenían sus cabezas gachas. Su madre lloraba desconsolada y veía como su padre mantenía el entre cejo fruncido: dolor, rabia, frustración eran cosas que podía distinguir en el rostro de su padre.

El temor comenzó a entrar en él de nuevo, sin embargo ese temor no era nada con lo que tendría que sentir poco tiempo después. Fueron arrastrados, él y su hermana lanzados a una jaula y sus padres cayeron a lo que parecía un suelo de tierra… gritos hicieron que miraran alrededor dejando de escuchar el llanto de su madre. Estaban en el coliseo siendo observados por cientos de personas, dos soldados apuntaban con lanzas a Sango y Kohaku.

 –¡Estos son los que por sus venas corre sangre de la traidora bruja que engaño al espíritu de Hitit y al mismo rey con sus brujerías!  –se escuchó con fuerza la voz de Setsuna  –¡Hemos vivido con temor de que hagan algo más, que destruyan otra tierra dejándola moribunda! ¡Pero solo los dioses pueden decidir si ellos deben morir!

>>¡Por años los hemos estado buscando y ahora los tenemos por fin! ¡Los Hitit cuya sangre esta mezclada con los antiguos reyes de Egit y gracias a eso pueden domar a los salvajes caballos de las montañas han hecho que para ser justos esto se lo dejemos a los dioses y a sus genes!

Puertas comenzaron a abrirse dejando salir: tres lobos de fuego traídos desde Minin y dos escorpiones medianos de un nido que habían casi exterminado cerca del desierto que al ver a los humanos parados frente a ellos comenzaron a salivar… los habían dejado sin comer desde la noche anterior.

La madre como pudo desato las amarras de su marido que la ayudo a ella a ser libres. No tenían tiempo de ver a sus hijos que les gritaban preocupados desde dentro de la jaula custodiada por los dos soldados y siendo protegidos por lo que parecía un campo hecho por su hija, ella aún no podía manejar aquel poder con el que había nacido. Habían agradecido que ya no estuviese su espíritu guardián de Egit o ella hubiera sido quien fuese devorada por el espíritu de Egit al sus ojos haber sido de un azul ópalo que gracias a los cielos con los años se volvieron cafés borrando la marca de quien debía ser el sacrificio para ese espíritu que había desaparecido hace eones.

  La mirada de Sango y Kohaku no se alejaba de sus padres que trataban con todas sus fuerzas estar seguros y buscar la manera de matarlos. Sabían que ambas bestias tenían una dura piel: los escorpiones tenían ese asido y los lobos expedían una especie de gas que al ser golpeados provocaba que una llama se prendiera en sus cuerpos protegiéndolos.

Se mantenían juntos y escapaban tratando de que hubiera un enfrentamientos entre las bestias, pero solo un milagro haría eso posible. Una espada fue lanzada por la mano de Naraku enterrándose en el suelo, el padre de Sango y Kohaku al verla fue a ella dejando sola a su mujer sujetó el mango de la espada pero al voltear hacía su mujer, ella corría escapando de los lobos que parecían comenzar a acorralarla y frente a él los escorpiones le cortaron el paso, rogaba tener la fuerza suficiente para destrozar a aquellos escorpiones.

Con la espada en posición contra los escorpiones corrió a ellos, si les cortaba la cola podría matarlos, pero al chocar la espada contra la piel no hizo más que un leve rasguño y una pinza lo golpeo en el costado lanzándolo y provocando que la piel le comenzara a arder. Se levantó volviendo a golpear en el mismo punto aprovechando que el escorpión ataco con la cola y con rapidez tuvo que esquivar al otro escorpión, con un tercer golpe corto la piel del escorpión salpicándole sangre en la cara y hombro, recibió un golpe del otro en la espalda lanzándolo lejos de ellos. El dolor era insoportable, sentía como su piel comenzaba a deshacerse… un grito lo hizo ver hacia donde su mujer viendo como los tres lobos la destrozaban mientras ella gritaba de dolor. Comenzó a correr a ella, su rostro se deshacía llegando al hueso y seguía carcomiendo como en su hombro. Su pierna fue sujetada por uno de los escorpiones, el otro se había vuelto más lento por la herida.

Trato de luchar para zafarse de la tenaza que tenía su pierna haciendo caso omiso al dolor que sentía. El aguijón se enterró en su espalda mientras la pierna sujetada por el escorpión estaba siendo deshecha y comenzaba a ser comida lentamente, trato de patear inconscientemente logrando solo que la planta del pies comenzara a quemar uno de sus brazos estaba inutilizado y con el que tenía la espada fue tomado por el otro. Los gritos resonaban en los oídos de sus hijos que congelados en la jaula solo miraban sin poder pronunciar un solo sonido. Los escasos minutos que duraron para ellos parecía eran eternos hasta que solo quedo el sonido de gruñidos de los lobos que se peleaban lo que quedaba de su madre y el chirriante sonido del cuerpo de su padre.

Sango bajo la vista comenzando a llorar, pero Kohaku solo siguió mirando pasmado cuando uno de los guardias abrió la jaula tomando a Sango lanzándola a fuera la desató y quitó la mordaza.

Las puertas salieron otras bestias, panteras, escorpiones, lobos y un basilisco*. Las otras bestias no se acercaban al último que con su metro de estatura era considerado el rey del desierto que para los asesinos del desierto este ser con apariencia mitad gallo y mitad culebra era su dios patrono al matar con solo que tu vista se conecte con la de él. Sango bajo la mirada asustada pero recordó a Kohaku.

 –¡¡Kohaku!!  –su hermano la miro con dolor dejando derramar sus lágrimas por la pérdida de sus padre.

 –hermana… hermana…  –la voz del menor era un hilo ahogado por el llanto.

 –¡Cierra los ojos y no alces la mirada!

La voz fuerte de su hermana lo hizo bajar la vista. Con miedo en su corazón rogaba por no escuchar el grito de su hermana. Pronto escucho las exclamaciones de sorpresa. Temeroso comenzó a subir la vista encontrándose con su hermana arrodillada y rezando, pero no era atacada, de su cuerpo irradiaba una calidad energía como si se tratara de la tierra acariciada por el sol y las criaturas estaban postradas frente a ella. Había sido reconocida como la sacerdotisa de la tierra.

Fueron llevados por Naraku a su palacio y por más de siete días no vio a su hermana, ni al rey de esas tierras. Encerrado en una habitación era atendido por sirvientes, escuchaba los rumores de la traición de los de su pueblo con ellos. Para cuando Sango lo volvió a ver ya no era la sacerdotisa de la tierra, había perdido su gran poder y se había convertido en la esposa de Naraku, le había contado que el espíritu de esas tierras era capaz de cambiar el destino si ella le daba algo a cambio, ella cambio su título por la vida de ellos dos. Así la había liberado de ese poder que haría que la siguieran persiguiendo.

Él fue puesto entre los hombres de Naraku, dentro de lo que veía su hermana parecía tener una vida tranquila aunque de alguna manera parecía que los ojos de su hermana perdían el brillo de vida con el pasar del tiempo, pero él no podía olvidar lo que había pasado con su familia… debía ser eso lo que atormentaba a su hermana.

Pequeños países comenzaban a atacar las fronteras de Minni por sus minerales y él fue enviado a luchar para amargura de su hermana, pequeñas batallas se provocaban e incluso asesinatos silenciosos eran efectuados por Kohaku… Naraku le había enseñado innumerables cosas entrenándolo él mismo, todo con un solo fin que él mismo Kohaku deseaba, se vengaría de aquellos que traicionaron a sus padres cuando llego el día. Naraku lo había enviado con otra misión también.

 –es tu deber matar a los traidores de tu tierra, mata a aquellos que deshonraron a tu familia. Mátales, como ellos lo hicieron con tu familia y libera a tu hermana.

Kohaku lo miro con sorpresa en el rostro.

 –libera a tu hermana del odio que siente su corazón por esas personas, has que pueda ser feliz por completo Kohaku.

 –¡Lo haré su majestad! –dijo arrodillándose ante Naraku.

 –muy bien y no olvides pequeño Kohaku que la vida de Sesshoumaru también debe ser eliminada, si el rey de las tierras de Hitit no hubiera comenzado a perseguir a tu familia tus padres seguirían con vida y uno de los que los cazaban era él, Sesshoumaru.

El odio en el pecho de Kohaku creció con cada latido.

Cuando encontró a los nómades gracias a Naraku y sus abejas espero a la noche antes de atacarlos, bombas con veneno y su hoz fueron sus aliados para la masacre. No dejo a nadie vivo, ni niños, ni mujeres o ancianos. El alba lo descubrió bañado de la sangre de los que antes eran su antigua gente. Los cuerpos fueron tocados por los rayos del sol pero esos cuerpos ya no podían sentir su tibieza, una de sus abejas se puso frente a él, habían encontrado la pequeña tropa de Sesshoumaru que había salido a cazar tesoros, ese era el rumor más frecuente, se movía de país en país, pequeños o no y terminaba haciendo tratados de paz con ellos. Aun cuando las grandes potencias ya tenían tratados de paz entre ellos los países chicos eran un problema, pues algunos absurdamente deseaban ser grandes y derrocar a los reyes elegidos por los espíritus. Estando así se dirigió dónde estaba, encontrando solo dos tiendas una alejada de la otra, lo suficiente como para que los cinco soldados no se percataran de él si este entraba en la tienda del príncipe sin título.

Ir a plena luz del día era algo erróneo, pero al momento de verlo su odio y adrenalina se dispararon, lanzando bambas de veneno dentro de la tienda al verlo entrar y él mismo ingreso con la máscara puesta… el veneno era fuerte y para ese momento ya debía estar paralizado.

 –¡No entren!  –escucho la clara orden de Sesshoumaru que paralizo a los soldados.

Una daga fue lanzada a Kohaku que la desvió con su hoz. Lanzo su hoz cortando algunos objetos y escucho a alguien saltar, la silueta de Sesshoumaru era borrosa, pero lo suficiente para Kohaku, sin embargo no podía conectar ningún golpe… sorprendido de que ese príncipe se moviera y más a esa velocidad lanzo otra bomba provocando un gran destello, saco de su nido a las abejas y las dirigió a donde Sesshoumaru.

Una cuchilla se puso en su cuello mientras era sujetado por la espalda. Kohaku no creía lo que estaba pasando era algo completamente absurdo. Sabía que ese hombre era poderoso pero esto era absurdo.

 –¿Quién envía a un niño a matarme?  –dijo la voz de Sesshoumaru  –has que tus abejas regresen.

Las abejas comenzaron a entrar en el nido que Kohaku tenía en la mano mediante un siseo que hacía con la boca, la mano que sujetaba la hoz hizo un movimiento casi imperceptible antes de atacarlo, siendo la hoz lanzada lejos al Sesshoumaru golpear la muñeca de Kohaku.

 –No trates de pasarte de listo niño  –le advirtió azotándolo contra el piso y amarrando sus manos detrás de su espalda.

Al sacarlo lo lanzo a sus soldados y ordeno que lo ataran a un árbol y tomó su látigo. Kohaku fue amarrado abrazando el árbol.

 –¿Quién te envió?  –la respuesta no llego por lo que dejo que su látigo cayera en su espalda  –trae cenizas  –le ordeno a uno de sus soldados  –¿Quién te envió?…

 –… yo…  –fue la escueta respuesta.

 –dices que tú te enviaste. Échale cenizas en la herida  –el quejido se escuchó de inmediato y uno más fuerte al ser nuevamente golpeado y el soldado echarle cenizas en la nueva herida  –no te conozco ¿Por qué lo harías? Así que no mientas y dime ¿Quién te envió?

 –… Mi familia… fueron cazadas por los tuyos… por los traidores…  –la voz de Kohaku estaba cargada de odio y dolor. No podía ser más que uno de los hijos de la familia real de los nómades, de aquellos antiguamente conocidos en Egit.

Uno de los soldados que había estado ausente llego dándole información.

 –Así que envenenados y cortados  –dijo tras escucharlo y miro al que estaba en el árbol  –¿tú mataste a los nómades? ¿Mataste a tu propia gente?

 –¡¡Ellos traicionaron a mis padres!! ¡¡Nos vendieron para salvarse ellos!!

 –Cállate  –dijo ante los gritos con un tono firme, pero no lo hizo.

 –¡¡Jamás perdonare a quienes mataron a mis padres!! ¡¡Yo…Agih!!

 –Cállate  –repitió tras darle un nuevo latigazo  –dices que ellos eran traidores, que vendieron a tus padres y por eso los mataste para vengar a tus padre, por eso también vienes a mí… ¿no?

El soldado había terminado de echarle la ceniza que taponeaban la herida obligando al cuerpo a hacer una costra parando el sangrado.

 –pero para que lo sepas, tus padres fueron los que se entregaron para proteger a las personas que tú mataste…

 –… mentira…  –susurro Kohaku.

 –Desátenlo  –le ordenó a sus soldados con voz fría.

 –…es mentira…

 –cree lo que quieras, pero así fue.

Kohaku se comenzó a verse las manos, eso no podía ser verdad, no lo era, las manchas de sangre se habían secado y estaban pegadas a su piel, toda su túnica simple estaba endurecida por la sangre seca en ella. Los gritos de las personas aun resonaban en su cabeza, las suplicas y ruegos por sus vidas, los llantos y el terror en sus ojos.

Sesshoumaru simplemente lo dejo ahí y se comenzó a retirar, pero Kohaku aun con las manos desnudas se abalanzo a él lanzando un furioso grito, siseo haciendo salir las abejas. Los soldados no fueron capaces de detenerlo y Sesshoumaru lo sujeto con una mano en la garganta y con un fuerte viento disipo a las abejas.

 –¿Quieres que te mate?  –dijo apretando un poco la mano –porque crees que la persecución se detuvo… y nosotros, mi padre solo dijo que no le interesaba, por eso no estuvo cuando ocurrió, ni yo…  –Sesshoumaru miro las manos de a quien tenía sujetado que apretadas temblaban.

 –Si no te mato… mi hermana… no podrá ser libre…  –dijo con dificultad sujetando ese brazo que sostenía su cuello dejando salir unas lágrimas.

Si ese hombre decía la verdad entonces él había matado a las personas que sus padres protegieron… su hermana debía saberlo entonces él había matado a las personas que habían querido proteger y él los había matado a todos sin ninguna piedad. Pero aun así su hermana estaba con Naraku y si él no lo obedecía no sabía que podría hacer a su hermana… si había sido capaz de mentirle sobre sus padres no podía dar nada por sentado con ese hombre.

 –tu hermana es la mujer de Naraku…

 –lo es… pero…  –lo soltó dejándolo caer  –cof… no es cof… libre…cof

 –la traeré, pero serán mis siervos  –Kohaku lo miro con sorpresa y recelo  –le daré la libertad que más pueda a tu hermana y a ti, pero trabajaras para mí en mi palacio…

 –yo… no quiero seguir matando…  –susurro empuñando las manos en la tierra.

 –solo protegerás a Rin, mi hija, por lo demás puedes arreglar el jardín. A cambió de tu habilidad traeré a tu hermana… ¿lo harás?

Kohaku miraba desde su posición a aquel hombre que le ofrecía sacar a su hermana de donde parecía se marchitaba poco a poco y él dejaría de matar, no era capaz de ver en el rostro de aquel hombre ninguna emoción, pero… posó su cabeza en la tierra y puso sus manos una encima de la otra frente a su cabeza. En Egit y por consiguiente en los nómades eso era rendición y juraban lealtad a aquel que sus manos apuntaran. Kohaku quería creer que podía al menos salvar a su hermana.

 –Solo se fiel a mi hija y yo me ocupare de que tú y tu hermana sean tratados adecuadamente.

 –lo haré… asique por favor libere a mi hermana…

Sesshoumaru ordeno a sus soldados que curaran a Kohaku y él iría a buscar a la hermana de aquel chico.

….

 

Kohaku miro la espalda de Akago y la imagen de Hakudoshi vino a su cabeza, aun tenia pesadillas por lo que había hecho, pero Sesshoumaru le había sugerido que si estaba arrepentido de lo que había hecho solo tenía que proteger a los que eran importante para él con su vida y vivir con el peso de aquellas muertes. Él se había dicho que no tenía derecho de sentir, las lágrimas eran cosas que él le quito a su gente, la sonrisa que podían haber tenido, ni siquiera la voz que a la que él hizo oído sordo, Hakudoshi lo obligaba a sentir y era por mucho alguien importante para él y frente a él estaba el hermano que era su viva imagen ¿cómo podía siquiera odiarlo?, aun si tenía miedo no iba a retroceder e iba a proteger a ese joven príncipe como si fuese Hakudoshi porque era quien siempre le sonreiría y le trataría de dar algún sentido a seguir viviendo aun si su forma era tosca o a veces torpe. En ese pasado ya debería haber muerto, pero pudo encontrar momentos felices otra vez al lado de la princesa Rin y Hakudoshi por lo que aun si su vida era tomada por aquel príncipe que era el hermano gemelo de Hakudoshi lo aceptaría.

La noche ya los había alcanzado y no podrían seguir. Akago hizo que le prepararan la tienda y le ordeno a Kohaku hacer guardia toda la noche fuera de su tienda. Tenía planeado hacer que Kohaku hiciera algo para que él lo pudiera castigar, pero tal parecía que el chico sabia comportarse y aun si se le acercaron algunos de los soldados a molestarlo parecía que ni siquiera los escuchaba, no podían empezar ellos una pelea mientras estaban en marcha y ni siquiera lo vio tomar agua, haría que cometiera algún error.

Un zumbido llamo su atención estando ya en la cama, saliendo vio una abeja irse.

 –¿Qué significa eso?  –miro a Kohaku con rabia golpeando su mejilla.

Kohaku bajo la cabeza mirando los pies del príncipe.

 –¡Contesta!  –le ordeno pateando su pecho  –crees que no te escuche decirle a tu hermana “perdón”  –el rostro de ese chico no mostraba ninguna expresión crispándole los nervios  –no puedo entender que es lo que ve de algo tan sucio como tú…

Dos soldados se acercaron a él al escuchar al príncipe. Kohaku escribió en el suelo “informé al príncipe Sesshoumaru que he salido del palacio”

 –que esclavo más considerado  –desdeño Akago  –denle diez golpes en la espalda  –ordeno a los soldados girando a la tienda  –no te atrevas a hacer otra cosa sin mi autorización  –miro a uno de los soldados y sonrió con malicia.

Al soldado miro a su compañero y asintió, entendían muy bien lo que quería su príncipe.

Akago desde dentro vio como llevaron a Kohaku que no hacía ninguna resistencia y todavía seguía con la misma expresión.

Aun estando a la vista del príncipe empujaron a Kohaku para que cayera arrodillado frente a ellos.

 –son diez golpes  –dijo uno.

 –¿con qué?  –pregunto el otro.

 –hazlo con un palo  –dijo apuntando a una lanza que se había roto la punta.

 –bien.

El soldado fue por la lanza rota dejando el lado astillado en dirección de Kohaku. Cada golpe retumbaba en la espalda de Kohaku que solo dejaba salir un leve quejido de su garganta, la parte rota de la lanza se enganchaba en la ropa y lastimaba la piel de la espalda, los dedos de Kohaku se enterraban en la tierra mientras apretaba los dientes. El décimo golpe saco de su garganta un alarido al enterrarse en su espalda una parte de la madera que fue jalada lacerando la parte de la piel, la espalda de Kohaku se encorvo y sus ojos se humedecieron.

 –ve a hacer guardia en la tienda del príncipe y es mejor que no hagas nada más para molestarlo.

Kohaku se levantó sin ninguna expresión camino a la tienda, la sangre humedecía su espalda y la túnica, sin embargo no se podía permitir que eso lo detuviera tenía que ayudar a Hakudoshi a proteger ese hogar donde podía vivir. Su mirada se cruzó con Akago que lo miraba desde dentro de la tienda. Realmente era un príncipe, podía ver la diferencia con Hakudoshi en como lo miraba, en cómo estaba parado y la elegancia de sus gestos, pero no podía evitar también ver cuánto se parecían. Tras una reverencia se puso en un flanco de la entrada y miro al frente.

Akago lo miro con enfado y asombro, parecía que los golpes ni el hecho de tener la espalda herida le hacían cambiar ese semblante, no podía ver nada en ese rostro. La postura era correcta y aun si andaba con harapos parecía un soldado de alto rango.

 –… que desagradable  –murmuro yendo a descansar.

 

Sesshoumaru a lo lejos veía los cúmulos de piedra que declaraban que la ciudad de Minni estaba cerca, la escasa vegetación provocaba que pareciera casi desierta mostrando más arbustos y pequeños árboles que salían de las grandes rocas. Las murallas de la ciudad solo eran una gran formación de rocas que la rodeaba. Cuando sobre voló por el lugar vio los cuerpos destrozados por la calles como si una bestia los hubiera herido… no entendía que podía haber pasado, pero rogaba que Inu Yasha estuviera a salvo y que sus manos no fueran las causantes de todo eso…

 –baja  –dijo al escuchar el grito de una mujer.

La pantera lo hizo, Sesshoumaru sintió un fuerte golpe en el pecho y la imagen de Inu Yasha vino de inmediato, bajo de un salto cuando escucho algo romperse y corrió a dónde provenía los gritos.

Un grito fue apagado ahogado por la sangre, el cuerpo del hombre cayó en el suelo de aquella pequeña casa ante los ojos de Sesshoumaru teniendo a un Inu Yasha de pie con las manos ensangrentada. El llanto de un bebé hizo que saliera de la estupefacción dándose cuenta de que un poco más allá una mujer estaba encogida en un rincón de la casa teniendo entre sus brazos a un bebé tratando de protegerlo. El movimiento junto con un gruñido lo alerto que Inu Yasha iba a atacar a la mujer con el bebé…

 –¡¡Inu Yasha!!  –grito frenando solo por un momento el ataque que golpeo la muralla arriba de la mujer que se encogió más aterrada.

Sesshoumaru se lanzó golpeándolo y abriendo un paso para la mujer sujetando a Inu Yasha desde la cintura recargando su peso para mantenerlo contra la muralla.

 –¿Qué estás esperando? ¡Lárgate! 

La mujer tembló ante el grito, sujeto con fuerza a su hijo y corrió hacia la puerta.

Inu Yasha golpeo uno de los costados de Sesshoumaru haciendo que callera contra la pared al lado de la puerta justo cuando la mujer había logrado salir. Las heridas de Sesshoumaru comenzaron a sangrar otra vez, pero fue un dolor generalizado dentro de él lo que no le permitió levantarse con rapidez, en su cabeza escuchaba el llanto de alguien y pronto la voz acongojada que pedía ayuda lo hizo mirar a su dueño, esa voz no era otra que la de Inu Yasha. Con gran esfuerzo se levantó esquivando a tropezones los golpes que Inu Yasha le trataba de dar. Tenía que recuperarse pronto, tenía que detenerlo, ayudarlo… ¿qué le había pasado? ¿qué lo había orillado a transformarse? ¿Quién…?

Un golpe lo saco a fuera a través de la muralla cayendo de espalda cerca de donde estaba la pantera que se puso frente de Sesshoumaru rugiendo hacía Inu Yasha. Una flecha cayo a los pies de Inu Yasha justo cuando se abalanzaría hacía la pantera obligándolo a saltar para atrás alejándose.

La mirada de Inu Yasha llena de odio se posó en el culpable. Soldados comenzaron a rodearlos y el brazo que sostenía el arco dejaba caer sangre, la palidez del rostro demostraba lo herido que estaba. La mirada de Sesshoumaru viajo desde Inu Yasha hasta Naraku que se disponía a preparar otra flecha y volvió a Inu Yasha ¿Qué había pasado?        

 

En la mazmorra de Naraku poco antes de que los hilos penetraran por completo en el cuerpo de Inu Yasha se desato un fuerte torrente proveniente del cautivo, entre el torrente de viento agujas de agua fueron lanzada, cientos de ellas perforaron el cuerpo de Naraku que fue azotado en la muralla. Inu Yasha se había liberado y la telaraña de Onigumo que se deshicieron.

Los ojos de Inu Yasha se habían vuelto rojo sangre, marcas en las mejillas y las pupilas de un azul cobalto. Onigumo frunció con desprecio ante el recuerdo de una bestia con la forma de un perro gigante con los ojos igual a los que ahora tenía Inu Yasha.

Inu Yasha se lanzó con intenciones de destrozarlo con sus garras, sin embargo al estar cerca de él un destello junto con una barrera lo impulso hacia atrás. Un fuerte dolor se generó en las piernas derechas de ambos. Inu Yasha rasgo con sus garras su propia pierna por el dolor, las marcas se comenzaban a enrollar comenzando a cubrir la pierna por completo. Naraku descubrió su pierna dándose cuenta que estaba igual. El dolor era sofocante para ambos.

Guardias llegaron por los estruendos y gruñidos de Inu Yasha. No esperaron orden alguna al ver a su señor en el suelo y se lanzaron a atacar a Inu Yasha dejándolo acorralado haciendo que atacara desfigurando a quien se le acercara. Naraku con la tela de araña hizo retroceder a sus hombres sosteniendo la tela con la mano izquierda para que no se acercaran y con la mano derecha sostuvo la mano de Inu Yasha entrelazando sus dedos con los de él. Inu Yasha enterró sus garras en la mano de Onigumo para que lo soltara pero no lo hizo, con su mano libre Inu Yasha perforo el pecho de Onigumo que al moverse logro esquivar que le perforara el corazón, pero su pulmón había sufrido el daño… su consciencia comenzó a fallarle, de sus labios salió el susurro del nombre de Yasha y pudo ver antes de caer como de la mejilla del rostro de Inu Yasha rodaba una solitaria lagrima. La mano de Inu Yasha salió de la herida dejándolo caer.   

Su mirada se dirigió a los soldados que lo apuntaban con sus espadas, un gruñido se escapó de su garganta antes de atacarlos. La tela de araña los protegió del primer ataque pero no del siguiente.

Inu Yasha corrió atacando a quien se le cruzara por el frente sin perdonar a nadie dejando un camino de cadáveres detrás de él.

       

 Naraku bajo del caballo en el mismo instante que Inu Yasha se abalanzó a él tras esquivar la segunda flecha que le había lanzado, pero Inu Yasha choco contra lo que parecía una muralla invisible, un resplandor morado se vio entre él y Onigumo.

 –¡Inu Yasha!  –se escuchó el grito de Sesshoumaru.

 –no deseaba  llegar a este punto, pero no permitiré que sigas Inu Yasha.

Sesshoumaru sintió un dolor en el pecho, sus ojos se entre cerraron ante el dolor Inu Yasha cayó de rodillas y agitado podía ver que era como ya antes había pasado estaba compartiendo el dolor con Inu Yasha. Telas de arañas se comenzaron a formar detrás de Onigumo una frase que en susurro salió de los labios del rey de Minni alertó al príncipe, pedía perdón aquel rey que ni siquiera por su hermana había mostrado dolor ahora en su rostro lo mostraba al estar viendo a Inu Yasha ¿qué estaba pasado?

Las telas de araña fueron lanzadas hacia Inu Yasha pero fueron frenadas por el viento que produjo Sesshoumaru teniendo atrás de él a Inu Yasha. Ambos estaban heridos y parecía estar en igualdad de condiciones. El brillo frente a Naraku permanecía y poco a poco comenzó a tomar forma, sin embargo parecía que esto provocaba que el dolor de Inu Yasha aumentara…

 

Kouga presionó con fuerza las riendas del caballo, sentía una incomodidad que reconocía desde hace mucho tiempo, algo debía de haberle pasado a Inu Yasha, algo debía estar asustándolo. El caballo ya iba a todo lo que podía pero aun así sentía que no era lo suficientemente rápido. Tenía que apresurarse y llegar a su lado… Una voz en su cabeza le decía que corriera y aún si su lógica le decía que eso sería absurdo su cuerpo se movió por instinto, saltando del caballo comenzó a correr levantando de tras de él un remolino de tierra. Aunque escucho brevemente los gritos de Miroku no se detuvo ni miro hacia atrás.

 

Bankotsu luchaba con las cadenas había sentido el dolor de Inu Yasha y deseaba ir donde él, pero las cadenas no se soltaban y solo herían sus extremidades. Jakotsu trató de detenerlo pero solo logró que una estaca se acabara en sus manos sujetándolo a la muralla de piedra. Miro desde ahí la desesperación en los ojos de ese espíritu. Las aguas se contorsionaban con fuerza y la cascada golpeaban la espalda de Bankotsu como si tratara de mantenerlo sentado. Una cadena apareció en la garganta de Bankotsu haciéndolo sangrar de inmediato.

 –¿por qué?  –murmuró Jakotsu al verlo  –¡¿Por qué sigues si te estás hiriendo de esa manera?! ¡¿Qué es ese chico para ti?!

 –¡¡Cállate!!  –grito Banryu mientras continuaba jalando cada vez con más fuerza las cadenas  –no lo entenderían, nadie jamás lo haría… lo que despierta la persona que te enseña a quererte y no te teme, quien no te mira como…

 –como una herramienta o algo anormal si no como un igual.

Bankotsu miró a quien había terminado las palabras, una suave sonrisa estaba en los labios de Jakotsu que lo miraba sin desviar la mirada.

 –si lo entiendes… ¿por qué me cuestionas?

 –Ahora te preguntó yo, ¿has sentido miedo de perder a esa persona que te ha hecho sentir así después de muchos años…?

 –es lo que estoy sintiendo, lo perdí hace eones y otra vez lo perderé…

Jakotsu bajó la mirada, podía ser que ese espíritu no lo entendía a él, pero él sí podía entenderlo. Desde que su hermano lo había maldecido cada persona que lo miraba lo trataba como si fuera un monstruo o lo ocupaba como si fuera solo una herramienta para asesinar, pero ese espíritu frente a él no lo había tratado más que como un humano o una molestia, no trataba beneficiarse o tratarlo como un monstruo solo lo trataba como un cualquiera más. Y cual humano este trataba de ir a salvar a su persona preciada.

La sangre de Bankotsu comenzaba a pintar las aguas bajo él al seguir forcejeando sin ningún cuidado.

 –realmente eres un idiota  –murmuró Jakotsu comenzando a mover las manos para sacarlas de las estacas de agua que las perforaron  –lo más importante son los sentimientos que tú tienes por las cosas que te rodean…

 –¿Qué estás diciendo ahora?  –freno por un momento viendo a quien se acercó a él.

 –cálmate te ayudare…

 –¿Qué puedes hacer tú?

Jakotsu no respondió pero lo miro a los ojos y le sonrió dejándolo sorprendido y un poco confundido. Deslizo las manos de Jakotsu hacia las de Bankotsu acariciado sus brazos levemente.

–si es importante para ti no importa la lógica ni razones –dijo tomando las muñecas heridas de Bankotsu y sus ojos se posaron en el cuello del espíritu –puede hacer que pierdas la razón pero no te arrepientes de ello… –por un momento solo se quedó mirando los ojos azules de Banryu que solo lo miraban sin comprender lo que le quería decir en ese momento.

–solo estas retrasándome –reclamo con enfado e iba a lanzarlo cuando los brazos de Jakotsu lo rodearon.

El calor del cuerpo de Jakotsu lo paralizo al comenzar a entibiar su cuerpo helado, no entendía si el golpe que sentía en su pecho era de ese niño o era de él.

–confía en mí, te sacare de estas cadenas, pero debes calmarte y has el agua retroceder –le murmuro apretando más el abrazo –gracias por tratarme como un humano cualquiera, gracias Ban.

Jakotsu con sus propias uñas desgarro sus muñecas cortando de un tirón las arterias, el aroma a la sangre hizo que Bankotsu jalara a Jakotsu alejándolo de él y viendo sus muñecas alzando la mano izquierda.

–¡¿Qué estás haciendo?! –lo regaño.

–solo confía en mí… corte las venas así que se demorara en curarse y con la sangre serás capaz de soltar tus manos y tu cuello, emm…podría…

–¡¡Estúpido!!

Bankotsu presiono la muñeca molesto, ahora era Jakotsu el que no entendía por qué se había enfadado.

–…yo…

–el que no mueras no significa que no te duela. No te he pedido que hagas esto…

–yo…

–olvídalo, no lo hagas de nuevo –dijo manipulando el agua limpiando la zona.

–lo siento –dijo avergonzado Jakotsu.

–esto no para de sangrar –reclamo Banryu presionando la muñeca.

–no impoicht… –no pudo terminar de hablar cuando su herida fue apretada con mayor fuerza.

–vuelve a decir eso y te arrancare la mano.

Le advirtió Bankotsu con tono de regaño. Aun si para Jakotsu era una contradicción lo que ese espíritu le decía y hacia, pues él le había perforado las manos no hacía mucho rato y ahora le decía que no se hiriera él mismo, en sus labios se formó una sonrisa. Sus ojos se movieron de las manos del espíritu a los ojos azules de Bankotsu que fruncía al ver que la herida aun sangraba, chisto con la lengua y alzo la mano desocupada y desde atrás de la cascada se vio un brillo que cada vez se hizo más intenso al acercase a ellos.

–si me quieres ayudar –dijo Banryu mirándolo directo a los ojos y puso en la herida la luz haciéndole sentir una calidez y suavidad reconfortante, pero la grata sensación no duro al escuchar –córtame en pedazos…

Jakotsu al escucharlo pasmado dio un paso atrás haciendo que lo soltara y cayó al agua de la laguna teniendo a Bankotsu abrazándolo.

–¡¿por qué eres descuidado?! –le grito sujetándolo de los hombros viéndolo con enfado.

Jakotsu  no podía procesar lo que había escuchado, su corazón negaba lo que le había dicho. El cuello de Bankotsu y sus muñecas sangraban más dado que las cadenas se incrustarse más en su piel.

–…tú…

La mano de Jakotsu se dirigió a la sangre que salía del cuello de Banryu, pero él lo detuvo.

–Tu espada puede cortar con facilidad mi piel y es rápida…

–… no… –murmuro Jakotsu.

–luego solo tienes que sacar mi cuerpo de aquí…

–… no… –volvió a susurrar había bajado la cabeza, no podía seguir viendo los ojos serios de Banryu mientras le decía que lo matara.

–mi energía y vida serán dadas a ti, solo te pido que lo salves.

Jakotsu alzo la vista dejando ver dolor en sus ojos. Las lágrimas de los ojos de Jakotsu sorprendieron un poco a Banryu, seco las mejillas de aquella agua salada, sin embargo su mano resbalo por el repentino movimiento del chico frente a él que lo golpeo con un beso abrazándolo, anonadado solo pudo quedarse quieto sintiendo los labios del humano acariciar y succionar los suyos. Una extraña sensación de hormigueo despertó en él y se fue propagando quiso alejarse y preguntarle qué era lo que estaba haciendo, pero una humedad se deslizo en sus labios, los brazos que lo abrazaban temblaban y él no sabía qué hacer, trato de hablar solo logrando que algo entrara a su boca acariciando su lengua haciendo que sus palabras solo fueran raros sonidos avergonzándolo y provocando una corriente mayor en él. Sintió que sus fuerzas menguaban y que se volvía difícil respirar. La preocupación subió por sus venas al sentir que su helado cuerpo comenzaba a sentir un calor interno, mas, antes de ser capaz de empujar a Jakotsu este se alejó de él dejándolo consternado, el hormigueo era persistente en su cuerpo y aquel calor que sentía aun no amainaba.

Jakotsu se había alejado de Bankotsu unos pasos, trato de que su respiración se controlara, la vista que tenía de aquel espíritu lo hizo sonreír, aquellas mejillas sonrojadas mientras que se apoyaba en la roca detrás de él y con la otra cubría su boca mirándolo con confusión y quizás con un poco de miedo o enfado, tal vez un poco de ambos.

–no te haré ningún daño –le dijo a Banryu que de un salto subió a la roca.

–¿qué me hiciste? –dijo al sentirse aun extraño.

–si deseas que salve a ese hombre … lo haré y volveré –ignoro la pregunta.

–te he preguntado…

–¡Solo dime donde está! –le grito –solo olvida lo que hice…

–es peligroso…

La mirada dolida de Jakotsu le dijo que no preguntara más, aun se sentía extraño, pero ya no estaba esa debilidad que antes lo había embargado.

–no moriré –dijo sonriendo tristemente.

–otra vez con eso… quiero decir…

–no dijiste que no querías perder tiempo…

Desde las aguas una porción se elevó pasando por la muñeca de Banryu mezclándose con su sangre volviéndose de un color rojizo oscuro que se formó en una especie de dragón alargado y este floto donde estaba Jakotsu apoyándose en su hombro.

–creí que me mojaría, que extraño amiguito –exclamo tocando la nariz del dragón hecho de agua y sangre.

–es una parte de mí, con él te guiare a donde esta Inu Yasha –la miraba de Banryu se quedó en la expresión resignada de Jakotsu –la luz que curo tu herida… –Jakotsu miro su muñeca aun sentía una placentera calidez en ese lugar –si él está herido con eso lo podrás curar. Cuando vuelvas cumpliré cualquier cosa que desees.

Jakotsu sonrió ese espíritu sabía lo que quería y ya le había dicho que lo ayudaría con la libertad de su hermano qué otra cosa podía desear si no fuera poder…

–bien una vez que vuelva y si ya tiene la firma del rey de este país para la libertad de mi hermano mi petición será mi muerte.

Bankotsu sintió un temblor en su pecho sin ser capaz de decir nada por lo que escuchaba de los labios de Jakotsu. En su larga vida jamás había escuchado a un humano deseando la muerte y solo había conocido a uno que era capaz de dar su vida por otros, pero aquí frente a él estaba alguien que solo quería morir.

–si para cuando vuelvas tu deseo sigue siendo ese… –la voz de Bankotsu se escuchaba seria –lo haré, pero hasta ese entonces no te hieras estúpidamente.

–no importa no moriré –dijo alzando los hombros.

El pequeño dragón mordió el dedo que lo iba a tocar haciendo que frunza el entre cejo por el dolor.

–haré que te muerda cada vez que lo hagas.

–¡¡Hey!!

–solo tienes que salvarle no te metas en las peleas de los países…

–lo haré, lo haré –repitió dando un suspiro –que insistente eres Ban. Como sea me iré ahora.

Banryu vio cómo se retiraba de la cueva, sus labios aun hormigueaban por las acciones de Jakotsu, todavía se sentía incómodo con eso y al mismo tiempo tenía miedo, pero ya no sabía si era por Inu Yasha o por la partida de Jakotsu. La silueta de Jakotsu se comenzó a hacer más borrosa y por primera vez comenzó a sentir que esa cueva era realmente grande y fría. Por qué antes no lo había notado, ni lo frío que era. El recuerdo del calor del cuerpo de Jakotsu vino a su cabeza y cuando su boca fue atacada por la de Jakotsu, un calor se extendió en su cuerpo. Apretó los ojos bajando la cabeza, el agua a su alrededor se expandió como si una gran roca hubiera caído donde estaba Bankotsu.

–¿Qué demonios es esto? Yasha… ¿Qué es esto?

 

Kaguya miro desde la ventana de su palacio hacia el lejano horizonte. Había visto con la ayuda de Byakuya lo que estaba pasando en Minni y más aun había predicho lo que pasaría su competencia en el palacio de Sesshoumaru era menor que ella y con menos poder pues Kanna no era capaz de definir el tiempo en que las cosas ocurrirían.

–comienza a prepararte Byakuya. Solo esperare dos noches más –dijo mirando a quien estaba recogiendo el cadáver del ternero que al alzarlo la cabeza cayó al haber estado degollado.

Byakuya solo asintió a quien aun estaba con el cuchillo en su mano manchada de sangre, aquella era la reina de ese país.

–luego iras por ese chico portador del collar.

 

Taisho miraba por una ventana desde su habitación. El anochecer se comenzaba a acercar y hoy estaba realmente cansado. Ese día le habían llegado cartas de los países pequeños que pedían la muerte del consejero de Sesshoumaru y un severo castigo a quien no era capaz de controlarlo. Y aun no había respuesta de la carta que le había enviado a su hijo.

–¿Qué estás haciendo Sesshoumaru? –dijo al viento.

Su vista se fue a donde estaba la torre quemada cerrando los ojos por un momento escuchando con claridad la voz de aquella mujer, la sonrisa gentil que siempre mostraba aun si estaba triste era capaz de brindarle calor, la imagen de Inu Yasha vino molestándolo. Eran tan parecidos… aun si se decía que era imposible no podía evitar pensar que era algo de esa mujer, le recordaba mucho a ella y su cabello y ojos al igual que los Taisho, si no estaba equivocado ese chico debía ser hijo de Inugami. Apretó el descanso de la ventana con ira y dolor apretando a la par los dientes. Con rapidez tuvo que esquivar un fuego azul que entro golpeando el suelo cerca de donde tenía los baúles y exploto en una luz cegándolo por un momento. El sonido de una melodía paralizo todo su cuerpo. Frente a él estaba la figura de quien no debía estar…

–…tú… cómo…  –sin apartar la vista estupefacto dio un paso atrás aun si se sentía paralizado al grado de costarle respirar ¿Cómo era posible que estuviera ahí?

–Inu…–dijo con suave voz serena.

–…Isa…yoi…  

 

 

Notas finales:

hasta aquí...

muchas gracias por leer y seguir esta historia mi queridos lectores, aun si las cosas se me an puesto más dificil voy a seguir aun si solo es una persona la que la siga leyendo.

muchas gracias!!!

nos leemos!!!

 


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