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Strunz por Momino

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Notas del capitulo:

¿Me extrañaron? 

Oigan mis chiquititxs, ¿se acuerdan que hay una advertencia en este fanfic? Sí... esa que se llama: Muerte de personaje.

Pues es ahora.

Así que estan advertidos que este capítulo será sumamente cardiaco.

¡Lean!

 

Capítulo 20

 

Sasuke y yo revisamos la oficina en Sunagakure a la mañana siguiente. Habíamos pensado que estaría vacía, considerando que era como una un lugar abandonado, pero toda la plaza de las oficinas estaba llena con autos. Colocándose la gorra sobre su rostro, saltó del auto y revisó la oficina en la calle. Cuando regresó, me sonrió y nos fuimos rápidamente de la plaza.

 —Parece ser una oficina de abogados. Tiene al menos dos pisos sobre el principal. Cerraron por el año nuevo y obviamente por el domingo. La mala noticia es que están equipados con un sistema de alarma.

—Mierda. ¿Sabes cómo evitarlo, ttebayou?

—Quemando su sistema, dobe. Si lo hago lo suficientemente rápido, no debería activar ninguna alarma. Pero eso no es todo. Sobre las entradas y ventanas está la misma maldita piedra roja negruzca. —Inclinó más sus labios—. Sin embargo, esto es bueno. Sin importar lo que sean esas piedras, tienen que significar algo.

Lo hacían. Su hermano mayor podría estar ahí ahora mismo. —¿Qué pasa si está custodiado, dattebayou?

No respondió.

Sabía lo que eso significaba. Haría cualquier cosa para recuperar a su hermano. Algunas personas podrían pensar que estaba mal, pero yo lo entendía. Si fuera mi mamá o alguien, nadie estaría a salvo. —¿Cuándo vas a volver, teme?

De nuevo, estuvo callado. Y supe que eso significaba que no quería decirme porque planeaba hacerlo por su cuenta. Presioné sobre el asunto todo el camino a casa, pero no cedió.

—Así que, ¿Vas a ir a la fiesta de Ino? —preguntó, cambiando eventualmente de tema.

—No sé, de veras —Jugueteé con el botón de mi suéter—. No puedo imaginarla esperándome allí, pero de vuelta, dattebayou.

—Te quiero allí, dobe.

Lo miré, mi pecho hinchándose hasta el punto de estallar. Que manera de sacarme del juego de una forma tan tierna.

Los ojos de Sasuke se deslizaron hacia mí. —¿Kitsune?

—De acuerdo, dattebayou. Iré. —Al menos allí sería capaz de mantener un ojo sobre él, porque sabía que no esperaría hasta mañana por la noche para revisar las oficinas. O al menos eso era lo que me decía a mí mismo. El hecho de que me quisiera allí no le quitaba importancia al mantener un ojo sobre él.

La fiesta no iba a empezar hasta las nueve, él iba a llegar temprano para ayudar a Gaara con algunas cosas. Se suponía que iba a manejar a la casa de Sai, y con un guiño furtivo, dijo que él me llevaría a casa.

Cuando regresé, charlé con mamá antes de que se fuera a trabajar.

Pareció feliz de escuchar que iba a pasar la noche de año nuevo con Sai. Por supuesto, dejé fuera la parte donde Sasuke me iba a traer a casa.

Tras coger un libro del mostrador, subí las escaleras para relajarme.

Sorpresivamente, me quedé dormido alrededor de la página veinticinco de una novela de fantasía urbana.

Tiempo después, me despertó el sonido de la puerta de mi habitación cerrándose. Di la vuelta a mi costado, frunciendo el ceño mientras mis ojos se dirigían a la puerta, luego por mi tocador, pasando la puerta del armario, y sobre la rígida figura de Pain.

¿Pain?

Me levanté de un tirón, pero en un arranque de alarmante velocidad, salió disparado hacia adelante y apretó su mano sobre mi brazo. El miedo se clavó como púas filosas de una máquina de afeitar.

Irguiéndome, alejé su mano y me retorcí, trepando sobre la cama.

—¡Whoa! Whoa, cálmate, Naruto. —Se lanzó alrededor de la cama, con las manos levantadas en un gesto inofensivo—. No quise asustarte.

Mi pulso resonaba por todo el lugar mientras me devolvía hacia mi escritorio, el corazón latiendo con fuerza. Verlo en mi habitación era inesperado, aterrador. —¿Cómo... cómo entraste, dattebayou?

Hizo una mueca mientras pasaba la mano por su cabello anaranjado en punta.

—Golpeé por un par de minutos, pero no respondiste, entonces yo... como que me permití entrar.

Igual que cuando yo me permití entrar en la casa de Kabuto. Mis ojos se dirigieron hacia la puerta detrás de él, y todo en lo que pude pensar fue en quién era su tío, cómo de involucrado debía estar con el DOD... y cuán peligroso podía ser.

—Naruto, lo siento. No fue mi intensión asustarte. —Se arrastró más cerca, y sentí el asalto de estática subiendo por mis brazos en respuesta a la amenaza percibida.

De algún modo, lo sintió y palideció. —De acuerdo. ¿Cuál es tu problema? No voy a herirte.

—Ya lo has hecho, ttebayou—dije tragando.

Se vio herido mientras bajaba las manos. —Es por eso que vine aquí tan pronto como llegué al pueblo. He tenido toda esta semana para pensar sobre lo que pasó con el Arum, y lo siento. Entiendo por qué estás molesto. —Hizo una pausa, viéndose contrito—. Es por eso que estoy aquí. Solo quería aclarar las cosas contigo.

¿Estaba diciendo la verdad? Mis manos se abrieron y cerraron a mis costados. Me sentía como un animal enjaulado sin ninguna salida.

—Obviamente, venir a tu casa de esta manera no fue una buena idea. —Sonrió—. Solo quería hablar contigo, Naru.

Me obligué a calmarme. —De acuerdo. Um, ¿Puedes darme unos segundos?

Pain asintió mientras salía de la habitación,  me dejé caer sobre el escritorio, mareado por la adrenalina. Él no sabía que yo había descubierto su relación con Kabuto, eso significaba que yo tenía el sartén por el mango. Y si realmente trabajaba con el DOD, necesitaba calmarme. Él no era ni de lejos tan peligroso creyendo que yo no tenía idea que si pensaba que sí sabía.

Me cambié rápidamente a un par de jeans ajustados y un suéter de cuello tortuga. Todo el camino bajando las escaleras fui tomando profundas respiraciones. El moreno esperaba en la sala, sentado en el sofá. Le di una sonrisa que no sentía. —Lo siento, dattebayou. Me pillaste fuera de lugar. No me gusta cuando la gente... solo se aparece en mi habitación de esa manera, de veras.

—Es entendible. —Lentamente se puso color rosa,  noté la palidez que se aferraba a su piel, aumentando las sombras bajo sus ojos—. No lo volveré hacer.

Mis ojos fueron a mi computadora,  de repente deseé haber borrado el historial de búsqueda. Me moví dentro de la habitación, sintiendo como si estuviera pisando arenas movedizas.

No sabía cómo hablar con él, ni siquiera como mirarlo. Ahora era un desconocido para mí. Alguien en quién, sin importar lo inofensivo que se viera en este preciso momento, no podía confiar. Parte de mí quería estar furioso con él y la otra parte quería correr.

—Necesitamos hablar —dijo incómodamente—. ¿Quizás sería mejor si fuésemos a comer a algún lado?

Mi desconfianza se disparó.

Se rio sombríamente. —Estaba pensando algo de Ichiraku.

Dudé, no queriendo ir a ningún lado con él, pero estar con él en público tenía que ser la mejor opción. Miré al reloj en la pared. Eran casi las siete. —Tengo que estar de vuelta en una hora, ttebayou.

—Así será —Sonrió.

Me deslicé en mis botas y cogí mi teléfono. Seguía nevando, así que nos decidimos por su camioneta. Eché un vistazo a la puerta mientras subía. El SUV de Sasuke no estaba, ni tampoco el carro de Sai. Él mencionó algo sobre ayudar en la fiesta.

—¿Tuviste una buena navidad? —preguntó, deslizando la llave en la ignición.

—Sí, ¿y tú? —Mi cinturón de seguridad estaba atorado, como siempre, y tiré de él—. ¿Hiciste algo emocionante, dattebayou? — ¿Cómo ir en una misión encubierta para el DOD?

—Pase algún tiempo con mi tío. Muy aburrido.

Me congelé ante la mención de Kabuto,  la correa se deslizó de mis dedos, golpeando de vuelta al soporte.

—¿Estás bien, Naruto?

—Sí —dije, tomando una respiración profunda—. Este maldito cinturón está atascado, en serio. No sé por qué tengo tantos problemas con los cinturones de seguridad, pero siempre son una mierda, ttebayou. —Tiré de él, maldiciendo por lo bajo. Finalmente lo destrabé y lo coloqué a mí alrededor. Mi mirada se desvió sobre el salpicadero y cayó en el suelo.

Algo brillaba bajo la luz exterior, asomándose por la esquina del tapete. Solté la correa y me agaché, agarrando el frio metal del suelo mientras él jugueteaba con el limpia brisas, quitando una delgada capa de nieve del parabrisas.

Miré hacia la tira de metal azul-dorada, me llamó la atención que se me hacía familiar. La había visto antes en alguien. Al voltearla, vi grabada la forma del estado. Una voluble sustancia rojiza, como de herrumbre, cubría la mitad del estado y las letras. Deslicé mi dedo sobre ella, revelando el nombre grabado en la banda. La comprensión se deslizó lentamente, principalmente sin poderlo creer, porque sabía a quién pertenecía este reloj.

Kiba... Inuzuka Kiba...

Lo había visto usando esto. Y... y la cosa en la banda no era herrumbre. Mi estómago se retorció y un violento escalofrío me recorrió. Era sangre. Sangre de Kiba, lo más probable. Mi corazón saltó a mi garganta, apreté mi mano sobre la banda, con la esperanza de que Pain no me hubiera visto recogerla.

Mi respiración se detuvo mientras lo miraba.

El ojigris me estaba devolviendo la mirada. Su mirada cayó a mi mano y se devolvió, volviéndose a encontrar con mis ojos. Nuestras miradas se trabaron. Puro miedo crudo se clavó en mí.

—Mierda —susurré.

Una pequeña sonrisa débil se arrastró por sus labios. —Demonios, Naruto...

Me di la vuelta en mi asiento, alcanzando la manija con mi mano libre. La abrí y mitad de mi cuerpo salió de la camioneta antes de que su mano sujetara mi brazo.

—¡Naruto! ¡Espera! Puedo explicarlo.

No había nada que explicar. El reloj ensangrentado pertenecía a Kiba —quien ha estado desaparecido. Añade eso a todo lo demás,  estoy muy fuera de ahí. Arrojé todo mi cuerpo hacia delante, rompiendo su agarre. Luchando por ponerme de pie, me lancé hacia la parte delantera de la camioneta.

Pain estuvo rápidamente sobre mí antes de que yo pudiera siquiera dar el primer paso hacia el pórtico. Agarró mis hombros y me dio la vuelta. Fui, balanceándome contra él.

Esquivó el golpe, cogiendo mis brazos, fijándolos a mis costados en un brutal abrazo de oso.

—¡Suéltame, ttebayou! —grité, sabiendo que nadie me escucharía. Solo me tenía a mí para salir de este lio—. ¡Déjame ir, Pain!

—Puedo explicarlo —gruñó mientras me las arreglaba para darle un codazo en el estómago, pero lo ignoró—. ¡No maté a Kiba!

Luché, lanzando mi cuerpo de un lado a otro. Por supuesto, mentía.

—¡Suéltame, maldita sea!

—No lo entiendes.

Estática se precipitó por mi piel en respuesta a la amenaza. Luz blanca y rojiza nublaba las esquinas de mi visión. Los ojos de Pain se ensancharon ligeramente. —No lo hagas, Naruto.

—¡Suéltame! —gruñí, sintiendo la explosión de rayos calientes zigzagueando por mis venas.

—No quiero herirte, pero lo haré —advirtió.

—También yo, ¡de veras! —Y lo haría, podía.

Pain me soltó, empujándome hacia atrás. Mis botas se deslizaron por el hielo y la nieve, mis brazos se agitaron salvajemente. Luego me cargó. Un destello de intensa luz azul me cegó al estrellarse en mi cuerpo. Dolor reverberaba mi cráneo, lagrimeando través de mí, astillando mi alcance de la Fuente.

Grité, sintiendo mis piernas ceder debajo de mí. Se abalanzó, capturándome antes de que cayera, casi arrastrándome por las escaleras. —Te dije que no lo hicieras. No me escuchaste.

Algo andaba mal con el motor del funcionamiento de mis habilidades. Abrí mi boca, pero nada salió excepto por suaves gemidos.

Mis piernas no funcionaban. No podía sentir mis pies. Un sabor metálico se encontraba al fondo de mi boca; sangre goteando por mi nariz y, creo que también por mis oídos.

La puerta se abrió al frente de nosotros,  me arrastró adentro. Se cerró de un golpe, sacudiendo los cuadros en las paredes. Seguía tratando de hablar, pero solo salieron palabras ilegibles. ¿Qué me hizo?

—Desaparecerá —dijo, como si huera leído mi mente—, duele, ¿cierto? Una de las primeras cosas que nos enseñan es a controlar es una pequeña ráfaga de Fuente, así que es como ser golpeado por un arma de electrochoque súper recargado. Todos tenemos que recibir un golpe, solo para saber qué tan mal se siente.

Me soltó en el sofá,  mi cabeza cayó hacia un lado mientras parpadeaba lentamente. Su rostro se desdibujó, y luego se estabilizó. Se veía sombrío mientras se inclinaba sobre mí, apartando mechones rubios de cabello fuera de mi rostro. Traté de empujar su mano lejos, pero mi brazo no cooperaba.

—Sé que puedes escucharme. Solo dame un par más de minutos, y lo desapareceré. —Se echó hacia atrás, moviendo una mano por mi pierna que estaba fuera del sofá.

La puso al lado de la otra. Mi corazón latía con fuerza, y lloriqueé.

Sacudiendo la cabeza, deslizó su mano a mi bolsillo del frente y sacó mi celular. Sosteniéndolo entre nosotros, la Fuente brilló en su mano, destruyendo la frágil pieza electrónica. Arrojó los restos al suelo. —Ahora, escúchame, Naruto.

Apreté mis ojos cerrándolos contra el torrente de lágrimas. Así de rápido, me había sometido. ¿Y yo había estado planeando entrenar y luchar contra los Arum... contra el DOD? Que tonto.

—No maté a Kiba. No sé qué le pasó, pero tú... tú no me dejaste otra opción —dijo, con la voz grave—. Tuve que limpiar después de ti, asegurarme de que no te expusieras antes de que ellos supieran que hacer contigo. Si no hueras roto esas ventanas en frente de él, todavía estaría por aquí soñando sobre la universidad. No me dejaste otra opción.

—No —grazné, horrorizado ante lo que decía

—¡Sí! Él le habría dicho al mundo.

—Estás... estás demente. No... no necesitabas matarlo, dattebayou.

—¡Escúchame! —gritó, arrastrando los dedos por su cabello, con los ojos desorbitados—. Luego de que dejé la fiesta, me quedé y lo vi irse después de que rompiste las ventanas. Lo seguí a su casa, y estaba tan borracho que se detuvo al lado de la carretera. Estaba como loco y tuve que entregarlo. No sé qué hicieron con él.

—Hay... hay sangre en su reloj, maldito.

—Kiba se defendió, pero estaba vivo la última vez que lo vi.

 Pero aquellos que descubrían la verdad sobre los Luxen desaparecían. Kiba... Kiba no iba a regresar. Y no había suficiente aire en la casa.

Mi pecho subía y bajaba, pero sentía como si no pudiera respirar.

Lágrimas se amontonaban en mis ojos y me quedé mirándolo.

—Escúchame, Naruto. Esto es más grande de lo que crees. —Sujetó mis mejillas, obligándome a mirarlo—. No tienes idea de lo que esto implica, las mentiras, y lo que la gente haría por poder. No tuve otra opción.

Pude sentir mi fuerza regresando. Unos momentos más... —Me mentiste, bastardo.

—¡No todo es una mentira! —Su agarre se volvió doloroso, dejando moretones en mi piel hasta que se me escapó un grito ahogado. Dio una respiración irregular—. Tú sabes, así no es como se supone que debían ser las cosas. Se supone que tenía que prepararte, asegurarme de que eras material viable. Y luego te entregaría. Si no lo hago, matarían a Nagato. No puedo... no voy a dejar que eso pase.

¿Nagato? Las células de mi cerebro deben de haberse dañado porque me tomó unos cuantos segundos recordar quién era Nagato. —Tu amigo... ¿El que te sanó?

Pain cerró los ojos, asintiendo. —Tienen a Nagato. Y si no cumplo, lo van a herir. Lo matarían. Y no puedo dejar que eso pase. No por lo que signifique para mí, sino porque sé... sé que si lo matan yo moriré, pero hay cosas que ellos hacen...

Lo sabían... uno no sobreviviría sin el otro. Oh, por Kami, ellos lo sabían. La clase de poder que se podría ejercer con ese conocimiento era horrible.

—Sé que entiendes cuan fuerte es ese vínculo. —el pelinaranja abrió los grises ojos—. No me dirás quién te sanó, pero harías cualquier cosa por proteger a ese Luxen, ¿cierto? Cualquier cosa. Nagato... es la única familia verdadera que me queda. Y no me importa lo que me puedan hacer, pero ¿a él?

Mientras miraba a los ojos de Pain, un pequeño brote de simpatía se liberó. Si el DOD tenía a Nagato, utilizándolo para obligar al moreno hacer cosas por ellos, entonces estaba atrapado. Tuve un momento de espantosa claridad. ¿Itachi y Deidara se encontraban en la misma posición?

Pero había algo más. El ojigris y yo teníamos algo en común. Él haría cualquier cosa por Nagato. Y yo haría cualquier cosa por Sasuke.

Con una explosión de energía, me doblé sobre él, tratando de quitarlo de encima. Capturó mis manos y me tiró del sofá. Golpeé el suelo contra mi costado, sacando el aire de mí. Rodando sobre mí, se sentó a horcajadas sobre mis caderas, levantando mis muñecas unidas por lo que quedaron sobre mi cabeza.

Presionó su cuerpo hacia abajo. —No quería hacer esto. Nunca quise tener nada que ver con esto.

Me aferré a la ira hirviendo dentro de mí, sabiendo que si cedía al miedo, o peor—a la compasión, sería inútil. —¿Hacer qué exactamente? ¿Mentirme? ¿Trabajar para el DOD... para tu tío, ttebayou?

Pain parpadeó. —¿Sabes sobre Kabuto? ¿Desde cuándo?

No le di el beneficio de mi respuesta.

Su agarre en mis muñecas se apretó hasta sentir los huesos uniéndose. —¡Dime!

—¡Vi el obituario de tus padres! Sumé dos más dos, imbécil.

—¿Cuándo? —Me sacudió, golpeando mi cabeza hacia atrás—. ¿Hace cuánto lo sabes? ¿A quién se lo has dicho?

—¡Nadie! —grité, mareado y débil—. No se lo he dicho a nadie, de veras...

Por varios segundos se quedó mirándome,  luego soltó su agarre. — Eso espero, por su bien. Las cosas son más grandes de lo que te das cuenta. No todo lo que te dije es mentira. El DOD sí quiere humanos como nosotros. Ese es su plan esencial. —Se aligeró un poco, pero aún sentía si su cuerpo me asfixiara.—Se lo que estás haciendo, Naruto. No llames a la Fuente. Soy más fuerte que tú. La próxima vez no te vas a recuperar tan rápido. Te voy a herir.

—Ya lo sé, bastardo—escupí.

—Me gustas. En serio. Y deseo que las cosas fuesen diferentes. No tienes idea de lo mucho que deseo que las cosas lo fuesen, Naruto—Cerró los ojos por un instante,  luego los abrió, brillaban con lágrimas—. Todo lo que te dije sobre mi amigo era verdad, pero crecí sabiendo sobre los Luxen. Mi papá trabajaba como un enlace del DOD, en ingeniería genética. Y, bueno, sabes quién es mi tío. Ni siquiera estoy seguro si todo lo del accidente que me cambio no fue escenificado. —Se rió sombríamente—. Ellos sabían cuan cercanos éramos Nagato y yo, así que de pronto esperaban que Nagato me sanara. Y los Arum sí encontraron a mi familia. Nada de eso es una mentira.

—¿Y qué después de eso? Todo lo demás es una mentira, dattebayou.

—Mi familia estaba muerta, Naruto. Todo lo que tenía era a mi tío. Me entrenaron desde que era niño, me enviaron a áreas donde sospechaban que un humano de mi edad había sido mutado.

—Oh por Kami... —Me sentí enfermo, y quería quitármelo de encima. Quería que se fuera—. ¿Así que esto es lo que haces? ¿Vas por ahí, pretendiendo ser el amigo de alguien? ¿Entrenando a otros?

—Mi trabajo es descubrir si son aprovechables.

—¿Aprovechables? —susurré, sabiendo a qué se refería—. Y si no lo son, los sacrifican, malditas mierdas.

Asintió. —O peor, Naruto... Hay cosas peores que la muerte.

Me estremecí. Tenía sentido, su obsesión conmigo para que fuera capaz de controlar la Fuente, su inconsideración en aumento.

—Vine aquí para ver si podías contralar la Fuente. Si podías ser un activo para el DOD o un desperdicio, pero ellos ya te habían comprobado antes de que yo llegara, observándote, siguiendo que tan cercano eras con los Uchiha. Escuché que incluso se las ingeniaron para que el Arum te atacara, esperando que uno de los Uchiha interviniera y te sanara.

Di un gruñido ahogado. ¿Todo lo que me pasó había sido algún tipo de experimento? ¿Y qué si moría? —¿Y qué si nadie hubiera sobrevivido al  ataque del Arum para sanarme, ttebayou?

Pain se rio. —¿Qué sería la muerte de otro Luxen para ellos? Pero luego, cuando sospecharon que habías sido sanado, hicieron las llamadas necesarias, y me trajeron. —Bajó la cabeza, con su voz descendiendo—. Además, quieren saber quién te sanó. Sin suposiciones. Sin conjeturas. Vas a tener que decirles.

Mi corazón se detuvo. —No les diré nada, malditos.

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Oh, lo harás. Tienen formas de hacerte hablar. Ya tienen sus sospechas. Mi suposición es Sasuke. Es tan obvio, pero quieren pruebas. Y si no juegas sus juegos, encontraran la manera de hacerte jugar. —La sonrisa desapareció de sus labios, sus ojos se volvieron oscuros y embrujados—. Tal como encontraron la manera de hacerme jugar.

Tragué, nervioso por el dolor en sus ojos. —¿Cómo con Deidara y Itachi?

Las pestañas de Pain descendieron y asintió. —Hay más, Naruto. No... no tienes idea... pero no importa. Probablemente lo estarás viendo muy pronto. Todo lo que necesito es hacer una llamada, y tío Kabuto y Tsunade vendrán. Tsunade estará extasiada. —Gruñó una fea risa—. Mi tío la ha mantenido apartada de esto. Ella no tiene idea de lo bien que lo estás haciendo. De todas maneras, te llevaran. Te cuidarán... mientras te comportes. Solo tienes que comportarte.

Por un momento, mi cerebro vaciló y pánico remplazó la calma que había ganado. Luché debajo de él, pero me detuvo con facilidad.

—Lo siento —susurró con voz ronca, y Kami, creía que lo hacía—, pero si no lo hago, van a herir a Nagato y no puedo... —Tragó fuertemente.

Mi miedo no conocía límites a este punto. Pain realmente no tenía opción. Era su vida y la de su amigo o la mía. No. No, eso no era verdad. Él tenía una opción, porque yo nunca entregaría a alguien más por mi sobrevivencia.

¿Pero lo haría por Sasuke?

Mi corazón dio un vuelco,  supe la respuesta a eso. Sombras de gris... grande, una gigante área gris en la cual no podía pensar en estos momentos.

—No, tienes una opción, dattebayou —insistí—. Puedes irte contra ellos, de veras. ¡Escapa! Podemos encontrar una manera de liberar...

—¿Nosotros? —Se rio de nuevo—. ¿Quiénes son nosotros, Naruto? ¿Sasuke? ¿Sai? ¿Tú y yo? Demonios, todos nosotros podríamos intentar irnos en contra del DOD y fallaríamos. ¿Y los Uchiha van a querer ayudarme? ¿Sabiendo que trabajo para la gente que secuestro a su hermano mayor?

Mi estómago se retorció. —Aún tienes una opción. No tienes que hacer esto. Por favor, Pain, no tienes que hacer esto, ¡de veras!

Miró a lo lejos, apretando la mandíbula. —Pero tengo que. Y un día, estarás en la misma posición en la que estoy. Entonces, entenderás.

—No. —Sacudí la cabeza—. Nunca le haría esto a alguien, ttebayou. Encontraría una salida.

Sus ojos se encontraron con los míos. Estaban desiertos, vacíos. —Ya verás.

—Pain...

Un golpe en la puerta del frente cortó mis palabras. Mi corazón triplicó su ritmo, él también se congeló encima de mí estrechando los ojos, respirando pesadamente. Presionó su mano sobre mi boca.

—¿Naruto? —Llamó Sai—. Es hora de fies-ta. ¡Apúrate! Gaara nos está esperando en el auto.

—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó en voz baja.

Yo temblaba, mirándolo con los ojos muy abiertos. ¿Cómo se supone que le responda con su mano sobre mi boca?

Sai volvió a golpear la puerta delantera. —Naruto, sé que estás ahí. Abre la puerta.

—Dile que cambiaste de opinión. —Su mano presionó más fuerte sobre mi boca—. Dile o te juro por Kami, lo haré volar por la Vía Láctea. No quiero hacerlo, pero lo haré.

Asentí y muy lentamente el pelinaranja levantó sus dedos y me puso de pie.

Me empujó fuera de la sala hacia la puerta.

—Vamos —El Uchiha menor gimoteó—. Ni si quiera estás contestando tu teléfono. Dile a Pain que te tienes que ir. Sé que está ahí. Su camioneta está en el frente. —Entonces río—. ¡Así que, sí, hola, Pain!

Apreté mis ojos contra las lágrimas. —He cambiado de opinión, dattebayou...

—¿Qué?

—He cambiado de opinión... —repetí a través de la puerta—. No quiero salir esta noche. Solo me quiero quedar en casa, de veras.

Por favor, rogué en silencio.

Por favor, solo vete. No te quiero arrastrar a esto. Por favor.

Hubo una pesada pausa, y luego Sai golpeó la puerta más fuerte.

—No seas una idiota, Naruto; vas a venir esta noche. ¡Así que abre la jodida puerta!

Pain me miró, y supe que él siendo un Uchiha iba a atravesar la puerta. Tomé una respiración profunda y me ahogué con un ronco sollozo seco. —¡No quiero ir contigo, ttebayou! Ni siquiera quiero salir contigo, Sai. Vete y déjame en paz, ¡mierda!

—Demonios —susurró Pain.

—¿Naruto...? —dijo Sai con voz áspera—. ¿Qué está pasando? Esto... esto no suena como tú.

Presioné mi frente contra la puerta. Lágrimas rodaban por mis mejillas. —Soy yo, Sai. Es por eso que no he estado saliendo contigo. ¿De acuerdo? No quiero que sigamos siendo amigos, dattebayou. Así que por favor, déjame en paz. Ve a molestar a alguien más. No tengo tiempo para esto, en serio. Solo lárgate de mi vida, ttebayou...

El único sonido fue de sus zapatos golpeando el pórtico. Pain se movió hacia la ventana, viéndolos subirse en la SUV de Gaara. Cuando escuchó el sonido de los neumáticos chirriando, se devolvió y me sujetó por el brazo. Me llevó de vuelta a la sala, obligándome a sentarme en el sofá.

—Lo superará —dijo, sacando su celular del bolsillo.

—No... —susurré, viéndolo escribir en su teléfono—. No lo hará.

Dado que el pelinaranja estaba distraído con su teléfono, vi mi única oportunidad. Mientras conectaba con la Fuente, no hubo una sola parte de mí que dudara acerca de mis próximas acciones, ni siquiera por un segundo. Ira nubló mi sentido de moral. Ahora todo estaba retorcido. No había bien ni mal.

Un feroz viento aulló por toda la casa. Las pinturas del pasillo se sacudieron y cayeron al suelo, haciéndose añicos. La alacena traqueteaba, las puertas se abrieron y los libros se volcaron.

El ojigris se dio la vuelta hacia mí, bajando su teléfono, con los ojos llenos de admiración.

—Realmente eres así como increíble, Naruto.

Mechones de cabello azotaban en mi cara, mis dedos dolían por la energía que crujía a través de mí. Sentí las puntas de los pies dejar el suelo.

Cerró el teléfono y tiró la mano. El viento me golpeaba de vuelta, enviándome contra la pared. Aturdido, luché contra la fuerza que me retenía, pero como con Deidara, no pude romperla.

—No has sido plenamente entrenado. —Pain avanzó contra mí, sonriendo irónicamente—-. Hay un gran potencial, no me malinterpretes, pero no puedes luchar contra mí.

—Jódete, idiota—escupí.

—Habría jugado para eso. —Llevo su mano de vuelta hacia él,  fue como si una cuerda invisible hubiera sido atado a mí. Contra mi voluntad, mi cuerpo fue hacia él, y estuve suspendido ahí, pateando y golpeando al aire—. Cánsate. No importa.

—Voy a matarte, de veras —prometí, dándole la bienvenida a la creciente ola de furia construyéndose en mí.

—No tienes eso en ti, Naruto. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza hacia un lado—. Al menos, no aún.

Su teléfono sonó, lo abrió, sonriendo. —El tío Kabuto está en camino. Ya casi acaba.

Grité, sintiendo la energía palpitar a mí alrededor. Mi visión se volvió a nublar,  sentí cada una de mis células calentándose. Ira alimentada por mi lado extraterrestre, dándole fuerza. La concentré en Pain.

Retrocedió, elevando las cejas. —Da tu mejor golpe. Solo que te lo devolveré.

Arriba, una ventana se rompió, con un sonido explosivo y discordante. Levanté la cabeza mientras él se daba la vuelta. Dos rayos de luz bajaron disparados en las escaleras, deshaciéndose y dirigiéndose directamente hacia Pain. Una forma más pequeña y menos poderosa se detuvo en seco.

La luz parpadeó, el Uchiha menor  tomó forma,  con la boca abierta al mirarme.

—Estás... estás brillando.

La otra luz, Gaara, se estrelló contra Yahiko, enviándolo varios metros hacia atrás. Me volví, sintiéndome descender hacia el suelo. El surfista rugió mientras presionaba la luz de Gaara contra él, también empezó a brillar, como lo había hecho Deidara. Una intensa luz azul lo rodeó al irse hacia atrás y liberar un pulso de energía.

Sai se disparó hacia adelante, titilando al sujetar al pelirrojo afectado. El pulso de Yahiko los golpeó a los dos y se congelaron. Ambos tomaron sus formas humanas por un breve segundo.

Una iridiscente corriente de luz se filtró por la nariz de Sai y se derramó por su boca.

Me tambaleé hacia adelante, gritando su nombre. El pelinaranja me sujetó desde atrás, empujándome hacia el suelo.

El pelinegro fue el primero en colapsar, parpadeando de ida y venida, se desplomó con los ojos cerrados. Luché debajo de Pain, logrando levantarme en los codos. Grité de nuevo, pero ni siquiera sonó como yo.

Gaara... Gaara se encontraba mucho peor. Un río de luz salía de su boca, ojos y oídos. Su cuerpo humano se estremeció, se volvió borroso. Resplandor líquido goteaba sobre el suelo. De pronto estaba envuelto en luz, pero parpadeaba erráticamente. Pain dio un paso al frente, levantando la mano sacando un pulso nuevo de energía.

—¡No! —grité.

Yahiko me lanzó lejos y golpeó a Gaara con otra explosión.

El Sabaku No cayó  y su cuerpo se apagó.

Empujando mi cabeza por detrás, me obligo ir contra el suelo de madera, presionando su rodilla en el centro de mi espalda. — Demonios —dijo con voz ronca—. Demonios.

 No podía respirar.

—No quería... no quería que eso pasara —dijo, inclinándose sobre mí. Su cabeza se presionó contra mi hombro y su cuerpo se estremeció—. Oh, Naruto, no quise herir a nadie. —Se estremeció y levantó la cabeza. Graznó una risa rota—. Bueno, al menos sé que ninguno de ellos te sanó. Estoy bastante seguro de que ambos están muertos.

Continuará...

Notas finales:

*Agarra su sombrilla* Ahora sí, estaré esperando sus comentarios.

¿Nos leemos mañana?


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