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Strunz por Momino

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Notas del capitulo:

He estado tan deprisa en mi vida que ahora no me he tomado el tiempo de leerlos y responderlos como se debe. Les debo una disculpa, por ello sobretodo porque hoy estoy igual de presionada y vengo de paso. 

Prender mi laptop solo para actualizar y no dejarlos mal debería ser sinónimo de un amor puro y verdadero.

Capítulo 2

Nunca había estado tan ansioso por arreglar mi vida. ¿Cómo demonios sabía Sasuke que me encontraba enfermo? El sueño que tuve sobre el lago no podía ser real. De ninguna manera. Si lo fuera... Yo iba a... No sé qué iba a hacer, pero estoy seguro de que mis mejillas sonrosadas estarían involucradas.

Karin fue la primera en llegar. —¡Yay! ¡Estás de vuelta! ¿Cómo te sientes? ¿Mejor?

—Sí, ya mejor, ttebayou —Mis ojos se precipitaron a la puerta. Unos segundos más tarde, Sakura entró.

Ella tiró de un mechón de mi cabello cuando pasó, sonriendo. — Estoy feliz de que te sientas mejor. Todos estábamos preocupados. Especialmente cuando fuimos a visitarte y tú estabas completamente fuera de sí.

Me preguntaba qué había hecho delante de ellas que no podía recordar. —¿Qué hice, dattebayou?

Karin río, sacando su libro de texto. —Murmuraste mucho. Y no dejabas de llamar a alguien.

Oh, no, comencé a sudar frío —¿Lo hice?

Teniendo piedad de mí, Sakura mantuvo su voz baja. —Estuviste llamando a Sasuke.

Dejé caer mi cara en mis manos y gemí. —Oh, Kamisama.

Karin río. —Fue algo lindo.

Un minuto antes de que el tardío timbre sonara, sentí un —demasiado— calor familiar en mi cuello y levanté la mirada. Sasuke entró con arrogancia a la clase. Sin libro de texto, como usualmente. Tenía un cuaderno, pero no creía que escribiera algo en él. Comenzaba a sospechar que nuestro profesor de matemáticas era un alíen, porque ¿Cómo podría Sasuke salirse con la suya sin hacer ninguna maldita cosa en clases?

Paso de largo sin siquiera una mirada.

Me revolví en mi silla. —Necesito hablar contigo, teme.

Él se deslizó en su silla. —Está bien, dobe.

—En privado, ttebayou —susurré.

Su expresión no cambió cuando se inclinó en su silla. —Encuéntrame en la biblioteca al almuerzo. Nadie va allí. Tú sabes, con todos esos libros y cosas.

Hice una mueca antes de que él posara la mirada al frente de la clase. Quizás cinco segundos después, sentí esa pluma picando en mi espalda. Con un profundo y paciente suspiro, lo enfrenté. Sasuke tenía la punta de su escritorio inclinado hacia delante. Centímetros nos separaban.

—¿Sí?

Sonrió. —Te ves mucho mejor que la última vez que te vi, usuratonkachi.

—Gracias, bastardo —me quejé.

Su mirada parpadeó a mí alrededor, y yo sabía qué hacía. Miraba el rastro. —¿Sabes qué, dobe?

Ladeé mi cabeza hacia un lado, esperando.

—No estás brillando —susurró.

Sorprendido, dejé que mi mandíbula cayera. ¿Había estado brillando como una bola de disco el lunes y ahora ya no tenía el rastro? — ¿Cómo? ¿Completamente, ttebayou?

Negó con la cabeza.

El profesor empezó la clase, por lo que tuve que regresar mi atención al frente otra vez, pero no prestaba atención. Mi mente se concentraba en el hecho que ya no brillaba más. Debería —No, estaba frenético, pero la conexión seguía aquí. Mi esperanza de que la marca se desvaneciera completamente era una total tontería.

Después de clases, les dije a las chicas que le dijeran a Sai que iba a llegar tarde al almuerzo. Parte de la conversación de Sakura estuvo llena de risitas y Karin puso en marcha su fantasía de hacerlo en la biblioteca.

Algo que no necesitaba saber. O pensar en ello. Pero ahora era yo, porque podía imaginarme a Sasuke estar de acuerdo en ese tipo de cosas.

Las clases de la mañana fueron lentas. El Sr. Hatake me dio su usual mirada de no-confío-en-ti en toda la clase de biología, después sus ojos se agrandaron al verme. Él era como el guardián no oficial de los Luxen que vivían fuera de la colonia. La versión no-brillante de mi llamaba mucha más atención que la versión brillante. Probablemente, tenía más que ver con el hecho de que no fuera muy feliz con que yo supiera lo que ellos eran en realidad.

La puerta se abrió justo cuando él iba al proyector, y un chico entró, vestido con una camiseta vintage de Pac-Man que logró algunos “aw”. Un bajo murmullo pasó por todo el salón de clases cuando el extraño le dio al Sr. Hatake una nota.

Era nuevo, obviamente. Su cabello anaranjado se encontraba ingeniosamente desordenado, como si su estilo fuera de esa manera a propósito. Lindo, también, con una piel de color dorado, mucha perforaciones y una sonrisa de confianza en su rostro.

—Parece que tenemos un nuevo estudiante —dijo el Sr. Hatake, dejando caer la nota en su escritorio—. ¿Yahiko Pain de...?

— Hokkaido —respondió el chico—... de la isla de Honshu.

Varios “ooh” y “ahh” se escucharon en seguida. Karin se enderezó. Excelente. No sería más tiempo el “chico nuevo”.

—De acuerdo, Pain de Hokkaido —El Sr. Hatake escaneó la clase, su mirada deteniéndose en el asiento vació a mi lado—. Este es tu asiento y tu compañero de laboratorio. Diviértanse.

Mis ojos se entrecerraron hacia el Sr. Hatake, no seguro si “diviértanse” era como un insulto disfrazado o una secreta esperanza de que un chico no-alíen podría distraerme del chico-alíen.

Aparentemente inconsciente de las miradas ajenas, Pain se sentó a mi lado y sonrió. —Hola.

—Hola. Soy Naruto de Tokio —sonreí ampliamente—. Ahora sabemos que “no soy más el chico nuevo”.

—Ah, ya veo —Levantó la vista hacia el Sr. Hatake, quien colocaba el proyector a la mitad del salón—. Pueblo pequeño, no muchas caras, ¿todos miran ese tipo de cosas?

—Lo captas, ttebayou.

Se rió suavemente. —Bien. Comenzaba a pensar que algo iba mal conmigo —Sacó su cuaderno, su brazo rozando el mío. Una carga estática me sorprendió—. Lo siento por eso.

—Totalmente bien, dattebayou —le dije despreocupado.

Pain me dio otra sonrisa antes de regresar su mirada hacia el frente de la clase. Jugando con la cuerda alrededor de mi cuello, eché un vistazo rápido al chico nuevo. Bueno, al menos, biología tenía un poco de ojos dulces. No podía estar en desacuerdo con eso.

 

Sasuke no se encontraba esperando en las puertas dobles de la biblioteca. Con la mochila en mi hombro entré en la habitación con olor a humedad. Un joven doncel bibliotecario me sonrió y yo le sonreí cuando miraba alrededor. La parte trasera de mi cuello se sentía cálida, pero no lo veía a él. Conociendo a Sasuke, probablemente se escondía para que nadie pudiera ver al Sr. Genialidad en la biblioteca. Pasé a algunos chicos de clases inferiores en las mesas y sus computadoras, comiendo sus almuerzos, y vagué alrededor hasta que lo encontré en la Cultura Europea Oriental.

Básicamente la tierra de ningún hombre.

Él estaba recostado en un cubículo al lado de un computador obsoleto, sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones desgatados.

Su cabello cubría su frente, rozando sus gruesas pestañas. Sus labios se curvaron en una media sonrisa.

—Me preguntaba si me ibas a encontrar, dobe —No hizo ningún movimiento para darme espacio en el pequeño agujero menos de un metro.

Dejé caer mi mochila en la pared y salté sobre la mesa frente a él. — ¿Avergonzado de que alguien pudiera verte y pensar que eres capaz de leer, teme?

—Tengo una reputación que mantener, usuratonkachi.

—Y que adorable reputación es, ttebayou.

Estiró las piernas de modo que sus pies estuvieron debajo de los míos.

—Entonces ¿de que querías hablar... —su voz bajó a una profundo, sexy susurro—, en privado?

Me estremecí, y no tenía nada que ver con la temperatura. —No de lo que estás esperando, idiota.

Sasuke me dio un sexy sonrisa satisfecha.

—De acuerdo —Me agarré al borde de la mesa—, ¿Cómo sabías que estaba enfermo en medio de la noche, ttebayou?

Sasuke me miró por un momento. —¿No te acuerdas?

Sus ojos misteriosos eran tan intensos. Dejé caer mi mirada... hacia su boca. Movimiento equivocado. Me quedé mirando el mapa de Europa arriba de su hombro. Mejor. —No. No realmente, de veras.

—Bueno, probablemente fue la fiebre. Tu cuerpo ardía.

Mis ojos lo miraron bruscamente. —¿Me tocaste, bastardo?

—Si, te toqué... y no llevabas mucha ropa —La presumida línea de sus labios se extendió—. Y estabas empapado... en una blanca camiseta. Linda vista. Muy linda.

El calor se apoderó de mis mejillas, avergonzado y molesto. —El lago... ¿no fue un sueño, ttebayou?

Sasuke negó con la cabeza.

—Oh por Kami, entonces ¿nadé en el lago, dattebayou?

Se apartó de la mesa y dio un paso adelante, lo cual lo puso en el mismo espacio de respiración que el mío... y yo realmente necesitaba respirar. —Lo hiciste. No era algo que esperaba ver un lunes en la noche, pero no me quejo. Vi un montón, dobe.

—Cállate, teme —siseé.

—No estés avergonzado —Alargó su mano, tirando de la manga de mi chaqueta. Le di una palmada en la mano—. No es como si no hubiese visto la parte superior antes, y no tuve una verdadera buena mirada abajo....

Salí de la mesa, balanceándome. Mis nudillos sólo le rozaron la cara antes de que él detuviera mi mano y  fuera golpeado. Guau, fue rápido. Sasuke me levantó contra su pecho y bajó la cabeza, sus ojos con ira contenida. —No golpees, Kitsune. No es lindo.

—Tú no eres lindo, imbécil —Traté de retroceder, pero mantuvo mi muñeca segura con su mano—. Déjame ir, dattebayou.

—No estoy seguro de poder hacer eso. Tengo que protegerme, usuratonkachi.

—Oh, en serio, ¿esa es tu razón para... para maltratarme?

—¿Maltratarte? —Me presionó hasta que la parte baja de mi espalda estuvo contra el cubículo—. Esto no es maltrato o el infierno que sea.

Visiones de mí contra la pared de mi casa y Sasuke besándome, bailaban en mi cabeza. Partes de mi cuerpo hormiguearon. Oh, eso no era una buena señal. —Sasuke, alguien va a mirarnos, ttebayou.

—¿Y? —Gentilmente, tomó mi mano—. No cualquiera va a decir una cosa sobre mí, dobe.

Tomé un profundo suspiro. Su aroma en mi lengua. Nuestros pechos tocándose. Mi cuerpo dice sí. Naruto dice no. No estaba afectado por esto. No por lo cerca que se encontraba o como sus dedos se deslizaban debajo de la manga de mi chaqueta. No era real. —Entonces, ¿mi rastro se desvaneció pero no la estúpida conexión, dattebayou?

—No.

Decepcionado, negué con la cabeza. —¿Qué significa eso?

—No lo sé, dobe —sus dedos se encontraban completamente debajo de mi manga, suaves en mi antebrazo. Su piel vibraba como electricidad. No había nada como eso.

—¿Por qué sigues tocándome, teme? —pregunté, nervioso.

—Me gusta.

Rayos, me gusta, también, y no debería. —Sasuke...

—Pero volvamos al rastro. Tú sabes lo que significa.

—¿Qué no tengo que ver tu cara fuera de la escuela, dattebayou?

Rió, y retumbó a través de mí. —Y ya no estás en riesgo, dobe.

De alguna manera, y realmente no tenía ni idea de cómo, mi mano estuvo libre en su pecho. Su corazón latía rápido y fuerte. Así como el mío.

—Creo que la parte de no-ver-tu-cara pesa más que la parte segura, de veras.

—Sigue diciéndote eso —Su mentón me rozó y luego se deslizo por mi mejilla. Me estremecí. Una chispa pasó de su piel a la mía, vibrando en el cargado aire que nos rodeaba—. Si eso te hace sentir mejor, pero ambos sabemos que es una mentira, usuratonkachi.

—No es una mentira, teme —Incliné mi cabeza hacia atrás. Su aliento era un cálido golpe contra mis labios.

—Seguiremos viéndonos el uno al otro —murmuró—. Y no estoy mintiendo. Yo sé que te hace feliz. Tú dijiste que me deseas, dobe.

Para el carro. —¿Cuándo, ttebayou?

—En el lago —Inclinó su cabeza, y me eché hacia atrás. Sus labios se curvaban cada vez más cerca de mí, y dejó ir mi muñeca—. Dijiste que me deseabas.

Mis manos estuvieron en su pecho. Teníamos todo en mente. No me hago responsable de ello. —Tenía fiebre. Perdí la cabeza, ¡en serio!

—Cómo sea, Kitsune —Sasuke se apoderó de mis caderas, me levanto en el borde del escritorio con una facilidad que era inquietante—. Yo sé más.

Mi respiración venía en cortos jadeos. —Tú no sabes nada, idiota.

—Oh, sí. Tú sabes, me preocupaba por ti —Admitió, avanzando, posicionándose entre mis piernas abiertas—. Te la pasaste llamando mi nombre, y yo estuve respondiendo, pero era como si no pudieses escucharme.

¿De qué está hablando? Mis manos bajaron a su estómago. Sus músculos eran duros debajo de su suéter. Deslicé mis manos en sus costados, para alejarlo totalmente. En cambio, lo agarré y tiré de él hacia delante. —Vaya, debí haber estado realmente fuera de mí, de veras.

—Eso... me asustó, dobe.

Antes de que pudiera responder o incluso pensar en el hecho de que mi enfermedad lo asustara, nuestros labios se encontraron. Mi cerebro se apagó cuando mis dedos cavaron a través de su suéter, y... y oh, demonios, sus besos eran profundos, quemando mis labios mientras sus manos se apretaban en mi cintura, tirando de mí hacia él.

Sasuke besaba como si fuera un hombre sediento de agua, dejándome sin aliento. Sus dientes atraparon mi labio inferior cuando se alejó, sólo para volver por más. Una mezcla embriagadora de emociones peleaba dentro de mí. Yo no quería esto, porque era sólo la conexión entre nosotros. Me mantuve diciéndome eso, aun cuando mis manos se deslizaron en su pecho y hacían círculos alrededor de su cuello. Cuando sus manos avanzaron debajo de mi camiseta, era como si llegara muy dentro de mí, calentando cada célula, llenando cada espacio dentro de mí con el calor de su piel.

Tocándolo, besándolo, era como tener fiebre otra vez. Estaba en llamas. Mi cuerpo se quemaba. El mundo ardía. Chispas saltaban. En su boca, gemí.

Era como ¡POP! y ¡CRACK!

El olor a plástico quemado llenó el cubículo. Nos separamos, respirando agitadamente. Por encima de su hombro vi delgadas tiras de humo flotando sobre el antiguo monitor. Maldición, ¿Esto pasaría cada vez que nos besemos?

Y, ¿qué demonios estuve haciendo? Había decidido que nada ocurriría con Sasuke, lo que significaba no besarlo... o tocarlo.

La forma en que me trató cuando nos conocimos por primera vez aún me molestaba, el dolor y la vergüenza se quedó en mí.

Lo empujé. Fuerte. Sasuke me dejó ir, mirándome como si hubiera pateado a un cachorro en el tráfico. Apartando la mirada, me pasé el dorso de mi mano sobre mi boca. No funcionó. Todo sobre él seguía a mí alrededor, en mí. —Tsk, ni siquiera me gusta besarte, ¡de veras!

Sasuke se enderezó, llegando a su máxima altura. —No estoy de acuerdo. Y creo que este computador cuenta una historia diferente, también.

Le lancé una mirada asesina. —Esto... esto nunca pasará otra vez, ttebayou.

—Creo que ya dijiste eso antes, dobe —Me recordó. Cuando vio mi expresión, suspiró—. Naruto, disfrutas esto tanto como yo lo hago, ¿Por qué mientes?

—Porque no es real, teme—dije—. Tú nunca dijiste que me deseabas antes, dattebayou.

—Lo hice...

—No te atrevas a decir que me deseas, ¡Porque me trataste como si yo fuera el Anticristo! Y esto es debido a la estúpida conexión entre nosotros —contuve el fuerte aliento mientras un repulsivo sentimiento se propagó a través de mi pecho—. Tú de verdad me heriste esa vez, idiota. Y no creo que no sepas. ¡Me humillaste en frente de todo el comedor, ttebayou!

Sasuke miró hacia otro lado, pasó sus dedos por su pelo. Un músculo saltó en su mandíbula. —Lo sé. Yo... yo lamento como te traté, Naruto.

Sorprendido, lo miré fijamente. Sasuke nunca se disculpaba. Como, nunca. Quizás él realmente... negué con la cabeza. Esa disculpa no era suficiente. —Incluso ahora, estamos escondidos en la biblioteca, como si no quisieras que la gente supiera que cometiste un error ese día actuando como un idiota. ¿Y supongo que debo estar bien con eso ahora, eh, bastardo?

Sus ojos se ampliaron. —Naruto...

—No estoy diciendo que no podemos ser amigos, porque quiero. Me gustas un mon... —me interrumpí a mí mismo antes de decir un montón—. Mira, esto nunca pasó, ttebayou. Voy a culpar a los efectos de la gripe o que un zombie se comió mi cerebro, en serio.

Su ceño se frunció. —¿Qué?

—No quiero esto contigo —Empecé a darme vuelta, pero me tomó el brazo. Lo fulminé con la mirada—, Sasuke.

Me miró, su cuerpo tenso. —Eres un terrible mentiroso. Tú quieres esto. Tanto cómo yo.

Mi boca abierta, no venían palabras.

—Tú quieres esto tanto como deseas ir a ALA este invierno, dobe.

Ahora mi mandíbula cayó al suelo. —¡Ni siquiera sabes que es ALA, ttebayou!

—La Asociación Americana del Libro, un evento a mitad de invierno —dijo, sonriendo con orgullo—. Vi tu obsesión en tu blog antes de que te enfermaras. Y estoy bastante seguro que dijiste que darías tu primogénito por ir.

Sí, dije algo así.

Los ojos de Sasuke se iluminaron. —Bueno, volviendo al agujero del que quieres-que-forme-parte.

Negué con la cabeza, atónito.

—Tú me deseas, dobe.

Tomando un profundo respiro, luché con mi temperatura... y mi diversión. —Estás muy confiado, teme.

—Estoy tan seguro como para apostar.

—No puedes hablar en serio, ttebayou.

Sonrió. —Apuesto que antes de Año Nuevo, admitirás que estás locamente, profundamente, e irrevocablemente...

—Guau. ¿Vas a lanzar otro adverbio, dattebayou? —Mis mejillas ardían del enojo.

—¿Qué te parece irresistible?

Rodé los ojos y murmuré—: Me sorprende que sepas qué es un adverbio, Uchiha.

—Deja de distraerme, Kitsune. Volviendo a mi apuesta, antes de Año Nuevo, tienes qué admitir que estás locamente, profundamente, irrevocablemente e irresistiblemente enamorado de mí, usuratonkachi.

Aturdido, me atraganté con mi risa.

—Y que sueñas conmigo —Liberó mi brazo y lo dobló sobre su pecho, arqueando una ceja—. Te apuesto a que lo aceptas. Probablemente, incluso me muestres tu cuaderno con mi nombre encerrado en corazones, dobe.

—Oh, por Kamisama, ttebayou.

Sasuke guiñó. —Ya está.

Girándome, tomé mi mochila y corrí a través del montón de libros, dejando a Sasuke en el cubículo antes de que yo hiciera algo loco.

Como tirar a un lado el sentido común y volver corriendo para saltar sobre él, fingiendo que todo lo que hizo y dijo meses atrás no dejó una cruda marca en mi corazón. Pero yo estaba fingiendo, ¿cierto?

No bajé la velocidad hasta que estuve en frente de mi casillero en el otro extremo de la escuela. Metí la mano en mi mochila y saqué mi carpeta llena de arte basura. Que infierno de día. Me aturdí en medio de mis clases, besé a Sasuke y exploté otro computador. En serio. Debería haberme quedado en casa.

Llegué a la manija de mi casillero. Antes de que mis dedos pudieran tocarlo, el casillero se abrió. Jadeando, salté hacia atrás, y mi carpeta de arte se cayó al suelo.

Oh, rayos, ¿Qué acaba de pasar?

No podía ser... Mi corazón iba a territorio de paro cardíaco.

¿Sasuke? Él puede manipular objetos. Abrir la puerta de un casillero con la mente era pan comido para él, considerando que puede arrancar árboles.

Miré alrededor de la delgada multitud, pero ya sabía que él no estaba aquí. No lo había sentido a través de nuestra conexión alíen. Me alejé del casillero.

—Wow, fíjate por dónde vas —Apareció una voz burlona.

Mi respiración fue un fuerte jadeo, me di media vuelta. Inuzuka Kiba, seguía detrás de mí, apretando una harapienta mochila en su puño carnoso.

—Lo siento, ttebayou—gruñí, mirando otra vez el casillero. ¿Vio lo que pasó?

Me arrodillé para recoger mi trabajo de arte, pero él me ganó. Una torpeza épica se produjo cuando tratamos de recoger los papeles sin tocarnos.

Kiba me dio un montón de dibujos de ranas. No tenía talento artístico. —Aquí tienes.

—Gracias —Me levanté, empujando mi carpeta en el casillero, listo para huir.

—Espera un segundo —agarró mi brazo—, quiero hablar contigo, Naruto.

Mis ojos se posaron en su mano. Tenía cinco segundos antes de que mis puntiagudos tenis terminaran entre sus piernas.

Pareció darse cuenta de eso, porque dejó caer mi mano y se ruborizó. —Sólo quiero disculparme por todo lo que paso esa noche de regreso a casa. Yo estaba ebrio y yo... yo hago cosas estúpidas cuando estoy ebrio.

Lo fulminé con la mirada. —Entonces, quizás deberías dejar de tomar, dattebayou.

—Sí, quizás debería —Se pasó la mano por su corto cabello. La luz reflejaba el reloj azul y dorado alrededor de su gran muñeca, tenía algo grabado en la banda, pero no pude distinguirlo—. De todos modos, yo sólo no...

—Oye, Kiba, ¿qué estás haciendo? —Hyuga Neji un jugador de fútbol al cuan le brillaron los ojos cuando miró en mi dirección, se deslizó al lado de Kiba. Fue seguido de cerca por la manada rabiosa de sus compañeros de equipo. Neji sonrió y su mirada se concentró en mí—. Oye... ¿Qué tenemos aquí?

Kiba abrió su boca, pero uno de los chicos lo golpeó. —Déjame adivinar. ¿Está tratando de meterse en tu protector genital otra vez?

Varios chicos se rieron entre dientes y se dieron codazos unos a otros.

Parpadee sorprendido a Kiba. —¿Perdón?

Las puntas de las mejillas de Kiba se volvieron rojizas cuando Neji se tambaleó hacia delante, dejando caer su brazo en mi hombro. El aroma de su perfume casi me noqueó. —Mira, rubio, Kiba no está interesado en ti.

Uno de los chicos rió. —Cómo mi mamá siempre dice: ¿por qué comprar la vaca cuando la leche es gratis?

Una lenta oleada de furia avanzó por mis venas. ¿Qué demonios les decía Kiba a estos malditos? Me encogí de hombros debajo del brazo de Neji. —Esta leche no es gratis y ni siquiera está a la venta, dattebayou.

—Eso no es lo que oímos —El puño de Neji conectó suavemente en la cara roja de Kiba—. ¿No es cierto, Inuzuka?

Todos los amigos de Kiba tenían un ojo en él. Se atragantó una carcajada y dio un paso atrás, balanceando su mochila en el hombro. — Claro, hombre, pero no estoy interesado en segundos vasos. Intentaba decirle eso, pero él no escucha.

Mi boca cayó. —Tu mentiroso hijo de p...

—¿Qué está pasando ahí abajo? —Llamó el entrenador Maito Gai desde el final del pasillo—. ¿Chicos, no deberían estar en clases ahora?

Riendo, los chicos se separaron y se dirigieron al pasillo. Uno de ellos se dio vuelta, y me hizo un gesto con la mano de “llámame” mientras que otro hizo un gesto obsceno con su mano y boca.

Quería golpear mi puño en algo. Pero Kiba no era mi mayor problema. Me enfrenté a mi casillero otra vez. Sintiendo que mi estómago caía a mis pies. Se abrió por sí mismo.

 

 

Mamá se había ido, su turno en el Hospital Centro de Konoha comenzó temprano ese día. Tenía la esperanza de que estuviera en casa, para poder hablar con ella durante un rato y olvidar todo el incidente del casillero, pero había olvidado que era miércoles — también conocido como el Día de Valerte Por Ti Mismo.

Un dolor molesto se había establecido detrás de mis ojos, como si hubiera forzado mi mirada, pero no sabía si eso era posible. Comenzó después de todo el incidente del casillero y no mostraba signos de detenerse.

Arrojé una carga de ropa en la lavadora antes de darme cuenta que no había detergente. Fallaste. Yendo al armario de la ropa, rebusqué, con la esperanza de encontrar algo. Dándome por vencido, decidí que lo único que iba a hacer hoy mejor era el té dulce que había visto en la nevera por la mañana.

Un cristal se hizo añicos.

Salté ante el sonido y luego me apresuré a la cocina, pensando que alguien rompió la ventana desde el exterior, pero no era como si tuviéramos muchas visitas por aquí, a menos que fuera un oficial del DOD queriendo irrumpir en la casa. Ante ese pensamiento, mi corazón se aceleró un poco mientras mi mirada se dirigió debajo de la encimera y después a un armario abierto. Uno de los grandes vasos se encontraba hecho trozos en el mostrador.

Goteo. Goteo. Goteo.

Fruncí el ceño y miré a mi alrededor, incapaz de averiguar el origen del ruido. Vidrios rotos y agua goteando... Entonces, se me ocurrió. Mi pulso se aceleró cuando abrí la nevera.

La jarra de té estaba de lado. Destapada. Líquido de color marrón corría por el estante, derramándose por los lados. Eché un vistazo en el mostrador. Yo quería té, lo cual requiere un vaso y, bien, té.

—De ninguna manera, ttebayou —susurré, retrocediendo. No había forma que el acto de querer té pudiera haber causado de alguna manera esto.

Pero, ¿qué otra explicación puede haber? No era como si un alíen estuviera escondido debajo de la mesa, moviendo la basura por diversión.

Comprobé sólo para estar seguro.

Esta era la segunda vez en un día que algo se había movido por su propia cuenta. ¿Dos coincidencias?

Paralizado por dentro, agarré una toalla y limpié el desastre. Todo el tiempo estuve pensando en la puerta del casillero. Se había abierto antes de que la alcanzara. Pero no podría ser yo. Los alíens tenían el poder de hacer ese tipo de cosas. Yo no. Tal vez se había producido un mínimo temblor o algo así —¿un mínimo sismo que sólo se concentró en vasos y té?

Dudoso.

Extrañado al máximo, agarré un libro de la parte trasera del sofá y me tumbé. Necesitaba una distracción seria.

Mamá odiaba que hubiera libros por todas partes. No estaban realmente en todas partes. Sólo allí donde yo estaba, como el sofá, el sillón reclinable, las encimeras de la cocina, el lavadero, e incluso el baño. No sería así si ella cediera e instalara una biblioteca de la pared-al-techo.

Pero sin importar cuanto intenté concentrarme en el libro que leía, no funcionaba. La mitad de lo que era el libro. Tenía un amor instantáneo, el martirio de mi existencia. Chicos que se ven y se enamoran. Inmediatamente.

Compañeros del alma, le roba el aliento, dedos se rizan, el amor después de una conversación. Los chicos se alejan por alguna razón paranormal u otra, pero todavía se aman. Finalmente admiten estar enamorados.

¿A quién trataba de engañar? En cierto modo me encantaba toda esa angustia. No era el libro. Era yo. No podía aclarar mi cabeza y sumergirme totalmente en los personajes. Agarré un marcador de la mesa de café y lo metí en el libro. Las orejas de perro en las páginas eran el Anticristo de los amantes de la lectura.

Ignorar lo que sucedía no funcionaba. Simplemente, no estaba en mí ignorar mis problemas así. Además, si fuera honesto conmigo mismo, sabía que me sentía más que un poco asustado por lo que me pasaba. ¿Qué pasa si estoy imaginando que muevo cosas? La fiebre podría haber matado unas pocas células del cerebro. Pensaba tan rápido que mi cabeza daba vueltas. ¿Puede una persona contagiarse de esquizofrenia por gripe?

Ahora yo sonaba estúpido.

Sentado, apreté mi cabeza sobre mis rodillas. Yo estaba bien. ¿Qué me pasaba? ... Tenía que haber una explicación lógica para esto. No había cerrado la puerta del casillero por completo y los pasos pesados de Kiba la sacudieron hasta abrirla. Y el vaso —muy cerca del borde. Y existía una buena probabilidad de que mamá hubiera dejado la tapa del té floja. Siempre hacía cosas por el estilo.

Tomé varias respiraciones más profundas. Yo estaba bien.

Explicaciones lógicas hacían que el mundo gire. El único fallo en esa línea de pensamiento era el hecho de que vivía al lado de alíens, y eso no era tan lógico.

Empujándome del sofá, comprobé la ventana para ver si el coche de Sai ese encontraba al lado. Tirando de mi sudadera, me dirigí a su casa.

Sai inmediatamente me llevó a la cocina. Había un dulce olor a quemado.

—Me alegro de que vinieras. Estaba a punto de ir por ti —dijo, dejando caer el brazo y corriendo hacia el mostrador. Había varias ollas repartidos por toda la encimera.

—¿Qué estás haciendo, dattebayou? —Miré por encima de su hombro. Una de las ollas parecía estar llena de alquitrán—. Puaj.

Sai suspiró. —Trato de derretir chocolate.

—¿Con las manos microondas?

—Es un Error Monumental —Hurgó en la suciedad con una espátula—. No puedo conseguir la temperatura adecuada.

—Entonces, ¿por qué no sólo usas la estufa, ttebayou?

—Pfft, detesto la estufa —Sai sacó la espátula. La mitad se había derretido—. Ups.

—Muy lindo, Sai —Me acerqué a la mesa.

Con un gesto de su mano, las ollas volaron al fregadero. El grifo se encendió. —Estoy mejorando en esto —Agarró un poco de detergente—. ¿Qué hicieron tú y Sasuke en el almuerzo?

Dudé. —Quería hablar sobre toda la cosa del lago. Creía que... había soñado eso, en serio.

Sai se encogió. —No, eso fue real. Me encontró cuando te trajo de vuelta. Fui yo quien te colocó en ropa seca, por cierto.

Me eché a reír. —Esperaba que fueras tú, de veras

—A pesar de que él se ofreció como voluntario para el trabajo —dijo, rodando los ojos—. Sasuke es tan amable.

—Así es él. ¿Dónde... dónde está, el bastardo?

Se encogió de hombros. —No tengo idea. —Sus ojos se estrecharon—. ¿Por qué sigues rascándote el brazo?

—¿Eh? —Me detuve, ni siquiera me di cuenta de que hacía eso—. Oh, me tomaron sangre en el hospital para asegurarse de que no tenía la rabia o algo así, dattebayou.

Riendo, él tiró de mi manga. —Tengo algunas cosas que puedes poner... santa mierda, Naruto.

—¿Qué? —Eché un vistazo hacia abajo, a mi brazo y contuve el aliento—. Puaj.

Toda la parte interna del codo parecía una fresa carnosa. Lo único que faltaba era una hoja verde. Las manchas elevadas de piel roja estaban moteadas con puntos más oscuros.

Sai pasó un dedo por él. —¿Te duele? —Negué con la cabeza. Sólo picaba como loco. Me soltó la mano—. ¿Todo lo que hiciste fue dar muestras de sangre?

—Sí, ttebayou —dije, mirando a mi brazo.

—Eso es muy raro, Naruto. Es como si tuvieras algún tipo de reacción a algo. Déjame conseguir algún aloe. Eso podría ayudar.

—Claro —Fruncí el ceño a mi brazo. ¿Qué podría haber hecho esto?

Sai regresó con una jarra de agua con hielo fría. Ayudó con la picazón, y después bajé la manga, él pareció olvidarlo. Me quedé con el pelinegro un par de horas, observándolo destruir una olla tras otra. Me reí tanto que me dolió el estómago cuando él se inclinó demasiado cerca de un recipiente que calentaba y accidentalmente su camisa estuvo en llamas.

El menor de los Uchiha arqueó una ceja en mi dirección, como diciéndome que le gustaría haberme visto evitar el mismo error, enviándome a otro ataque de risa.

Cuando se quedó sin chocolate y espátulas de plástico, Sai finalmente admitió la derrota. Fue después de las diez que me despedí para dirigirme a casa y descansar un poco. Había sido un largo primer día de regreso en la escuela, pero me alegraba de haber asistido y terminado junto con Sai.

Sasuke cruzaba la carretera justo cuando cerré la puerta detrás de mí.

En menos de un segundo, él se encontraba en el escalón superior.

—Kitsune.

—Hola, dattebayou—Evité sus extraordinarios ojos y cara, porque, bueno, tenía un momento difícil intentando no recordar como su boca se había sentido en la mía antes—. ¿Dónde...? Eh, ¿y qué has estado haciendo?

—Patrullando —Dio un paso en el pórtico, y aunque yo me encontraba muy ocupado mirando la grieta en el piso de madera, podía sentir su mirada sobre mi rostro y el calor de su cuerpo. Se quedó cerca, demasiado cerca—. Todo está tranquilo en el frente occidental, dobe.

Esbocé una sonrisa. —Bonita referencia, teme.

Cuando habló, su respiración removió el cabello suelto alrededor de mi sien. —Es mi libro favorito, en realidad.

Mi cabeza se sacudió hacia él, pasando muy cerca de una colisión.

Escondí mi sorpresa. —No sabía que leyeras los clásicos, dattebayou.

Una perezosa sonrisa apareció, y juraría que se las arregló para estar más cerca. Nuestras piernas se tocaron. Su hombro rozó mi brazo. —Bueno, por lo general prefiero libros con imágenes y frases pequeñas, pero a veces salgo de mi zona de confort, usuratonkachi.

Incapaz de evitarlo, reí. —Déjame adivinar, ¿tu tipo favorito de libro ilustrado es el cual puedes colorear, ttebayou?

—Nunca me quedo en las líneas —Sasuke hizo un guiño. Sólo él podía lograr eso.

—Por supuesto que no, ttebayou —Miré lejos, tragando. A veces era demasiado fácil bromear con él, era tan malditamente fácil imaginar hacer esto cada noche. Tomándonos el pelo. Riendo. Metiéndose en mi cabeza—. Me tengo... que ir.

Se dio la vuelta. —Te voy a acompañar hasta su casa.

—Um, yo vivo justo allí, teme—No es que no lo supiera. Esa sonrisa perezosa se extendió.

—Oye, estoy siendo un caballero —Ofreció su brazo—. ¿Puedo?

Riendo en voz baja, sacudí la cabeza. Pero le di mi brazo. La siguiente cosa que supe era que él me levantaba en sus brazos. Mi corazón saltó en mi garganta.

—Sasuke...

—¿Te dije que te llevé todo el camino de regreso a tu casa la noche que estuviste enfermo? Pensaste que era un sueño, ¿eh? No. Real, dobe—Bajó un escalón mientras yo lo miraba con los ojos abiertos—. Dos veces en una semana. Estamos haciendo de esto un hábito, usuratonkachi.

Y luego, salió disparado del pórtico, el rugido del viento ahogó mi grito de sorpresa. Un segundo después, se encontraba frente a mi puerta, sonriéndome—. Fui más rápido la última vez.

—En serio, teme —dije lentamente, sin habla. Mis mejillas se sentían entumecidas—. ¿Me... me vas a bajar, dattebayou.

—Mmm —Nuestros ojos se encontraron. Había una mirada tierna en los suyos, que calentaba y me asustaba—. ¿Has estado pensando en nuestra apuesta? ¿Quieres rendirte ahora, dobe?

Y arruinó totalmente ese momento tierno. —Bájame, Sasuke.

Me puso en mis pies, pero sus brazos aún seguían alrededor mío, y yo no tenía idea de qué decir. —He estado pensando...

—Oh, rayos —murmuré.

Sus labios temblaron. —Esta apuesta no es justa para ti. ¿Día de Año Nuevo? Diablos, te tendré admitiendo tu devoción eterna por mí para Acción de Gracias.

Rodé mis ojos. —Estoy seguro de que voy a aguantar hasta Halloween.

—Eso ya pasó, dobe.

—Exactamente, teme—murmuré.

Riendo por lo bajo, se inclinó hacia delante, metiendo un mechón de pelo rubio detrás de mi oreja. La parte posterior de sus nudillos rozaron mi mejilla y apreté los labios para detener un suspiro. El calor floreció en mi pecho, que no tenía nada que ver con el simple toque.

Todo tenía que ver con el dolor en su mirada. Luego, se apartó, echando la cabeza hacia atrás. Momentos de silencio pasaron. —Las estrellas... Son hermosas esta noche.

Seguí su mirada, un poco alterado por el cambio repentino en el tema. El cielo era oscuro, pero había un centenar de puntos brillantes que brillaban en contra de la noche como la tinta. —Sí, lo son, ttebayou —Me mordí el labio—. ¿Te recuerdan a tu hogar?

Hubo una pausa. —Me gustaría que lo hicieran. Los recuerdos, incluso los agridulces, son mejor que nada, ¿sabes?

Un nudo en mi garganta. ¿Por qué le pregunté eso? Sabía que no recordaba su planeta. Guardé mi pelo de nuevo y me paré junto a él, entornando los ojos al cielo. —Los ancianos... ¿Recuerdan algo de Lux? —Asintió con la cabeza—. ¿Alguna vez les pediste que te cuenten al respecto, dattebayou?

Empezó a responder, luego se rió. —Es así de simple, ¿verdad? Pero yo trato de evitar la colonia tanto como sea posible, dobe.

Comprensible, pero no estaba del todo seguro de por qué. Sasuke y Sai rara vez hablaban de los Luxen que permanecían en la colonia escondida en lo profundo del bosque que rodea la Montaña de los Hokages. —¿Qué pasa con el Sr. Hatake?

—¿Kakashi? —Sacudió la cabeza—. A él no le gusta hablar de ello. Creo que es muy duro para él... la guerra y perder a su familia.

Arrancando mi mirada de las estrellas, miré a Sasuke. Su perfil era duro y encantado. Por Kamisama, habían tenido una vida dura. Todos los Luxen. La guerra los había convertido en refugiados. La Tierra era prácticamente un planeta hostil para ellos, teniendo en cuenta lo que les tocó vivir. Sasuke y Sai no podían recordar a sus padres y habían perdido a su hermano. El Sr. Hatake había perdido todo y sólo Kami sabía cuántos de ellos comparten la misma tragedia.

El nudo fue haciéndose cada vez más grande en mi garganta. —Lo siento, ttebayou.

La cabeza de Sasuke se balanceó hacia mí, bruscamente. —¿Por qué te disculpas?

—Yo... yo sólo lo siento por todo lo que... ustedes han tenido que pasar —Y lo decía en serio.

Sostuvo mi mirada por un instante y luego miró hacia otro lado, riendo por lo bajo. No había humor en el sonido, y me pregunté si dije algo malo. Probablemente. —Sigue hablando así, Kitsune, y yo...

—¿Tú qué?

Sasuke se retiró de mi pórtico, con su sonrisa secreta. —He decidido ir lento contigo. Mantendré el día de Año Nuevo, como fecha límite.

Empecé a responder, pero él se había ido antes de que pudiera, moviéndose demasiado rápido para seguirlo con mis ojos.

Coloqué mi mano contra mi pecho, me quedé allí y traté de hacer cara a lo que acaba de suceder. Por un momento, un momento de locura, había algo infinitamente más que la loca lujuria animal entre nosotros.

Y me daba miedo.

Entré en la casa y, finalmente, fui capaz de empujar a Sasuke en el fondo de mi mente. Agarrando mi celular, fui de habitación en habitación hasta que tuve señal y llamé a mamá, dejando un mensaje. Cuando ella volvió a llamar, le dije sobre mi brazo. Me dijo que probablemente lo golpeé en algo, a pesar de que no me dolía y tampoco parecía estar sangrando. Me prometió traer a casa una pomada, y me sentí mejor sólo de escuchar su voz.

Me senté en mi cama, tratando de olvidar todas las cosas raras y concentrarme en mi tarea de historia. Había un examen el lunes. Estudiar en un viernes era el sumamente de lo patético, pero era eso o yo reprobando. Y me negué a fallar. La historia era uno de mis temas favoritos.

Horas más tarde, sentí la extraña calidez que se estaba convirtiendo cada vez más familiar, trepar a través de mi cuello. Cerrando el libro de texto, salté de la cama y me arrastré hacia la ventana. La luna llena iluminaba todo en un pálido resplandor plateado.

Tiré de la manga de mi camisa. La piel era todavía irregular y roja.

¿Estar enfermo tenía algo que ver con el casillero, el vaso de té y la conexión con Sasuke?

Mi mirada se movió de nuevo a la ventana, a la deriva sobre el suelo.

No vi a nadie. Un ansia se desató en mi pecho. Tiré de la cortina un poco más atrás y presioné la frente contra el frío cristal. No podía entender ni explicar cómo lo sabía, pero lo hacía. En algún lugar, escondido en las sombras, se encontraba Sasuke.

Y cada parte de mi ser quería —necesitaba— ir a él. El dolor que había en sus ojos... Era mucho, más allá de él y yo. Más de lo que, sin duda, podía envolver mi cabeza.

Negar ese deseo era una de las cosas más difíciles que jamás había hecho, pero dejé caer la cortina y regresé a mi cama. Cuando abrí mi libro de historia de nuevo, me enfoqué en mi capítulo.

¿Día de Año Nuevo? No va a suceder.

 

Tenía uno de esos días en que quería empezar a tirar cosas porque sólo rompiendo algo me haría sentir mejor. Mi límite para rarezas aceptables en mi vida cotidiana había llegado al máximo.

El sábado, la ducha se encendió incluso antes que entrara en ella. El domingo por la noche, la puerta de mi habitación se abrió mientras yo caminaba hacia ella, golpeándome justo en la cara. Y esta mañana, para colmo, me quedé dormido y perdí mis dos primeras clases, además de que mi armario entero se vació en el piso como si yo hubiera debatido qué ponerme.

Estaba convirtiéndome en un extraterrestre o comenzaba a volverme loco.

Lo único bueno de hoy fue que me había despertado sin la picazón en la erupción en el brazo.

Todo el camino a la escuela debatí qué hacer. Estas cosas no podían ser dejadas de lado como una coincidencia más, y tenía que enfrentarlo. Mi nueva perspectiva de no ser un espectador en la vida significaba que tenía que enfrentar el hecho de que realmente había cambiado. Y debía hacer algo al respecto antes que me expusiera frente a todo el mundo. Sólo pensar en esa posibilidad dejó un sabor amargo en mi boca. No había manera de que pudiera acudir a Sai, porque le prometí a Sasuke no decirle a nadie que me había sanado. No tenía otra opción más que cargarle a él con otro de mis problemas.

Al menos, así era cómo se sentía. Desde que me mudé aquí, he sido nada más que problemas para él. Haciendo amistad con su hermano menor, haciendo demasiadas preguntas, consiguiendo casi matarme... dos veces.

Además de descubrir su gran secreto, y todas las veces que había terminado con un rastro.

Fruncí el ceño mientras me deslizaba fuera del coche y cerré la puerta detrás de mí. No es de extrañar que Sasuke haya sido un cabrón esos meses. Yo era un problema. Él lo era también, pero aun así.

Tarde para Biología y sin aliento, corrí por el pasillo casi vacío, orando para que estuviera a salvo en mi asiento antes de que el Sr. Hatake entrara. Cuando llegué a la pesada puerta, se abrió con una ráfaga potente y se estrelló contra la pared. El ruido hizo eco por el pasillo, llamando la atención de un puñado de estudiantes retrasados.

La sangre se drenó de mi cara, centímetro a centímetro, cuando oí el grito sorprendido detrás de mí y supe que fui atrapado. Un millón de pensamientos pasaban por mi cerebro entumecido y ninguno de ellos valía un carajo. Cerrando mis ojos, el miedo se instaló como la leche agria en mi estómago. ¿Qué andaba mal conmigo? Algo... algo andaba realmente mal.

—Estos malditos pasillos con corrientes de aire —dijo el Sr. Hatake, aclarándose la garganta—. Te van a dar un ataque al corazón.

Mis ojos se abrieron de golpe. Se arregló la corbata mientras apretaba su maleta marrón firmemente en su mano derecha.

Abrí la boca para hablar y concordar. Ponernos de acuerdo sería una cosa buena. Sí, malditos pasillos con corrientes de aire.

Pero nada salió. Me quedé allí como un maldito pez. Boqueando y boqueando.

Los ojos oscuros del Sr. Hatake se entrecerraron, y su ceño fruncido se profundizó hasta que pensé que dejaría una marca permanente en su rostro. —Joven Uzumaki, ¿no debería estar en clase?

—Sí, lo siento, ttebayou —Logré croar.

—Entonces, por favor, no se quede ahí parado —Abrió los brazos y me llevó dentro—. Y esto es un atraso. Su segundo.

No muy seguro de cómo me gané mi primera llegada tarde, me arrastré a clase, tratando de ignorar las risas de los demás estudiantes que al parecer habían escuchado mi culo siendo regañado. Mis mejillas se inundaron con color.

—Puta —dijo Tenten desde detrás de su mano.

Varias risas estallaron de su lado de la clase, pero antes de que yo pudiera decir nada, Karin le disparó a la castaña de chongos una mirada.

—Eso es muy hipócrita viniendo de ti —dijo—. Tú eres la misma animadora que olvidó llevar ropa interior durante el show de porristas el año pasado, ¿no?

La cara de Tenten se puso roja sangre.

—Clase —dijo el Sr. Hatake, entrecerrando los ojos—. Eso es suficiente.

Lanzándole a Karin una sonrisa de agradecimiento, me senté junto a Pain y saqué mi libro de texto, mientras que el peliplateado comenzó la lectura de la lista de asistencia, haciendo pequeños golpes con su lápiz rojo favorito.

Se saltó mi nombre. Estoy seguro de que fue a propósito.

Pain me empujó con el codo. —¿Estás bien?

Asentí con la cabeza. No había manera de que le hiciera pensar que Tenten era la razón por la cual mi rostro se había vuelto blanco albino.

Y, además, ella  llamándome puta probablemente tenía algo que ver con Kiba, no valía la pena mi ira en este momento. —Sí, estoy bien, dattebayou.

Sonrió, pero pareció forzado.

El Sr. Hatake apagó las luces y se lanzó a una conferencia estimulante sobre la savia del árbol. Olvidándome del chico a mi lado, comencé a reproducir el incidente de la puerta una y otra vez en mi cabeza. ¿El Sr. Kakashi realmente creía que fue una corriente? Y si no lo hacía, ¿qué le impedía ponerse en contacto con el DOD y entregarme?

La inquietud se retorcía en mi vientre. ¿Iba a terminar como Deidara?

Continuará...

Notas finales:

Les prometo que a mas tardar el lunes estaré respondiendo los mensajitos que me han dejado, tanto este como el de Scarlat. 

Me hacen muy feliz  ¡y yo también quiero hacerles felices con mis actualizaciones no tardías!

¿Nos leemos pronto?


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