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Medicina Experimental (Editado) por Izuspp

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Capítulo 6

Muchas más sorpresas de verano

Los segundos le parecían horas en ese momento, su corazón se aceleraba, comenzó incluso a sudar frío; Pete pudo comprobar de una vez por todas que, en efecto estaba enamorado de ese hombre. Si no, ¿por qué su cuerpo reaccionaría de esa manera?

—¿Te sientes bien? — Le preguntó el doctor, que con todos sus conocimientos sobre el cuerpo humano, era más que capaz de notar que algo extraño le ocurría a Pete.

—¡No! No me ocurre nada. Es solo que…— Pete volteó a ver su mano la cual estaba entre las del doctor. El otro hombre cayó en cuenta de la situación e introdujo su mano en su bolsillo, para luego sacar una pequeña bolsa de tela, color rosa y colocarla entre las manos de Pete.

—Elli horneó unas cuantas galletas esta mañana y me las regaló. Pensé que querrías algunas con tu té, pero como decidiste irte, puedes llevártelas y comerlas después. — Dijo el hombre con su tono indiferente de siempre.

—¡Oh! — Pete se sentía demasiado estúpido, ya que por un momento se imaginó mil cosas distintas, excepto que el doctor le regalara unas cuantas galletas. — Gracias, doctor. Con su permiso, me retiro. — Dicho esto, el joven salió rápidamente de la clínica, sintiendo una mezcla entre vergüenza y decepción.

"Eres tonto ¿sabías?" pensaba. "Por la Diosa, que no tengo idea de lo que estoy haciendo. Por supuesto que el doctor no es de los de mi tipo." Ya incluso pensaba en él mismo como una persona homosexual. Finalmente llegó a su casa, pero no pudo pegar el ojo en toda la noche, puesto que le daba vueltas al asunto una y otra vez.

Al día siguiente Pete se levantó temprano a pesar de no haber dormido bien y salió de su casa para ir a alimentar a sus gallinas. Puesto que sus "cultivos" habían muerto no tenía mucho que hacer en la granja en esos días, sin embargo no podía descuidar a sus animales. Pensaba que podía intentar cultivar en la estación siguiente, tal vez tendría suerte. Pero cuál fue su sorpresa al salir a su campo y encontrar todas sus plantas vivas, como por obra de magia. Simplemente no se explicaba qué podía haber pasado allí, todo era tan irreal y antinatural que daba miedo.

Entonces, fue cuando frente a él se aparecieron los extraños enanitos del otro día. Uno detrás del otro, caminaban en fila hasta que llegaron donde Pete estaba.

—¡Sorpresa! — Gritaron todos al unísono.

—Como te dijimos ayer Pete, hemos venido a ayudarte. — Habló el duendecillo color púrpura.

—Nos comentaste que tus cosechas estaban muertas, así que nos tomamos la libertad de darte una mano con eso y arreglarlas. Pero de ahora en adelante, cuídalas adecuadamente por favor. — Agregó el enanito color naranja.

—Pero ¿cómo? — A Pete ya se le habían olvidado los dichosos duendes, con todo lo que había estado pasando durante la noche, por lo que su sorpresa fue mucho mayor.

—Para nosotros muchas cosas son posibles Pete, con el tiempo lo irás descubriendo. — Dijo esta vez Chef, el enanito vestido de rojo.

—¡Ustedes son sorprendentes! — Exclamó el humano, maravillado por su reciente descubrimiento de que, en efecto, la magia y las criaturas encantadas existían.

—Esperamos haberte sido de ayuda. ¡Hasta pronto! — Exclamaron todos nuevamente y se despidieron sacudiendo sus pequeñas manos en el aire, mientras se alejaban.

El granjero aún no salía de su asombro, se acercó a las plantas tocándolas como comprobando que sus ojos no le engañaban. Pete se puso sumamente contento, decidió ese día ir por primera vez a la biblioteca en donde podría leer acerca del cuidado de las plantas, esta vez se aseguraría de que no murieran de nuevo.

Abrió la puerta de la biblioteca y entró, allí frente a un escritorio se encontraba la muchachita que conoció en casa de Saibara el otro día. Desde ese entonces no la había vuelto a ver. Pete se acercó un poco avergonzado, al ser la primera vez que visitaba el lugar, a pesar de llevar tanto tiempo viviendo allí.

—Hola ¿Mary cierto? — Preguntó con un tono de voz bastante bajo.

—¡Oh, hola Pete! Qué extraño es tenerte por aquí. Pensaba que nunca te ibas a aparecer por estos lados, pero veo que me equivoqué. En fin ¿en qué puedo ayudarte? — Preguntó Mary amablemente.

—Estaba buscando algunos libros sobre el cuidado de las plantas. Aún soy un novato en todo esto de cuidar granjas y me gustaría aprender a hacerlo bien lo más pronto posible.

—Ya veo, ¡pues estás en el lugar correcto! Tenemos una gran variedad de libros de ese tipo en el primer piso. En el segundo piso podrás encontrar libros que tratan sobre las demás actividades que puedes realizar en Mineral Town, como minería, pesca y más. Así que pasa y ¡lee tanto como necesites! — Dijo la joven, sumamente entusiasmada, ya que no muchas personas visitaban la biblioteca.

Pete caminó hacia los enormes estantes, los cuales estaban repletos de libros. Comenzó a buscar entre los títulos, algunos que le pudieran servir y cuando tuvo una cantidad considerable, los llevó a una de las mesas; tratando de elegir con cuál comenzar. Pero de pronto notó algo en común entre todos ellos.

—¿La persona que escribió todos estos libros fue Basil? — Le preguntó a Mary. Pete conocía algo a Basil, era el hombre de apariencia juvenil, que iba a beber todas las noches al bar junto con los demás. En realidad, era bastante mayor, pero la vida en el campo le había sentado de maravilla.

—¡Sí! Mi padre escribió la mayoría de los libros de esta biblioteca, ¿no es impresionante? A mí me gustaría poder escribir como él algún día. — Afirmó la jovencita, sonriente e hinchada de orgullo.

—¡¿Tu padre?! — "Sabía que Basil era viejo, pero no tanto como para ser el padre de Mary." Pensó Pete sorprendido. Luego se recordaría a sí mismo, preguntarle a Basil su secreto, algún día cuando lo encontrara en el bar. Definitivamente quería ser como él cuando alcanzara esa edad.

—Mi padre ha dedicado su vida entera al estudio de las plantas y la naturaleza, y ha escrito gran cantidad de libros. ¡Él sabe todo acerca de Mineral Town! Así que puedes preguntarle lo que sea cuando desees.

—¡Gracias! Creo que lo haré uno de estos días, me será de gran ayuda. — Pete comenzó a leer cuidadosamente los libros, buscando las partes más importantes ya que tampoco era muy amigo de la lectura. Pero le estaba sirviendo de mucho, poco a poco descubrió muchas cosas útiles que le ayudarían adelante. Incluso, lectura comenzaba a entretenerle conforme más leía. Sin darse cuenta, había pasado varias horas con la nariz metida entre los distintos libros, y su atención se desvió de la lectura, únicamente porque la puerta de la solitaria biblioteca se abrió de nuevo.

La persona que entró fue nada más y nada menos que Gray, quien tenía la costumbre de ir a leer todos los días. El joven se acercó al escritorio de Mary y la saludo, hablando con ella bastante animado. Pete nunca lo había visto de esa manera, salvo el día en que ella estaba en la casa de Saibara, lo que le hizo pensar que había algo más entre ellos dos. Gray entonces dejó de hablar con la joven y se dirigió a los estantes pero paró en seco al ver a Pete entre esa pila de libros.

—¡Hola Gray! ¡Qué gusto verte! — Saludó el granjero, bastante entusiasmado y regalándole la mejor de sus sonrisas. Gray por su parte escondió su rostro a como pudo, mientras un leve color apareció en su rostro.

—Hola Pete. — Saludó por lo bajo y se dirigió a los estantes buscando algo para leer ese día.

—Ya sé que es algo raro verme por aquí, pero decidí que si quiero ser un buen granjero tengo que ponerme a estudiar y comenzar a aprender todo lo que pueda. — Explicó el Pete, sin que nadie se lo pidiera.

—¡Eso es grandioso! — Se dejó decir el pelirrojo, en un ataque de inusual entusiasmo, del cual se dio cuenta de inmediato; haciendo que su sonrojo aumentara. Como no quería parecer descortés, cuando tuvo un libro que llamara su atención, Gray se sentó en la misma mesa que Pete, pero escondiendo su rostro detrás de dicho libro.

—Oye Gray, ahora que recuerdo, me gustaría hacer algo por ti. — Continuó Pete.

—¿Por qué? — Preguntó el pelirrojo sorprendido.

—Me has ayudado en varias ocasiones desde que vine aquí y no he tenido la oportunidad de agradecerte apropiadamente. Podría invitarte a cenar o algo por el estilo. Así que ¿qué te gustaría? — Preguntó mostrando una enorme sonrisa.

—No es necesario, en serio, lo hice con gusto. — Contestó Gray, escondiéndose mucho más detrás de su libro.

—¡Vamos! De verdad que me gustaría agradecerte, pide lo que sea y te lo daré. Claro si está dentro de mis posibilidades. Y no aceptaré un "no" por respuesta. — Sentenció al final.

Gray suspiró, dándose por vencido, ya que estaba seguro de que Pete no lo dejaría en paz nunca.

—De acuerdo Pete. Kai me pidió que le ayudara mañana a arreglar una máquina que usa en su restaurante, ¿te parece si nos vemos allí a las dos de la tarde? Luego de arreglar su máquina podremos comer en su tienda. — Realmente Gray no quería ir a comer con Pete, le daba bastante vergüenza, pero no tuvo otra salida.

—¡Perfecto! Entonces allí estaré mañana. Ahora que lo pienso, nunca he ido a comer al restaurante de Kai; así que será una buena oportunidad. — Pensándolo bien, a Pete no le hacía mucha ilusión ir a ver a Kai, pero todo sería para agradecer a su amigo Gray, quien lo había ayudado en varias ocasiones.

El resto de la tarde Pete continuó sus estudios, muy concentrado y sin volver a dirigirle la palaba al pelirrojo o a la chica. Cuando sintió que era suficiente por ese día, se despidió de los dos jóvenes y se dirigió a su granja nuevamente. Una vez allí se dedicó por largo rato a observar su campo. Pete se sentía sumamente emocionado, pensaba en que lo lograría, en que podría sobrevivir en ese lugar y hacer una vida feliz allí.

Al día siguiente, el granjero comenzó a poner en práctica todo lo que había leído el día anterior: regó sus plantas con la cantidad de agua correcta e incluso consiguió algo de abono natural para nutrirlas mejor. Al terminar las labores cotidianas, decidió ir a la montaña y recoger algunas cuantas hierbas que también podría vender, mientras más pudiera ganar mejor sería. Hasta que al fin llegó la hora en la que tenía que ir a la playa a ver a Gray.

Pete llegó al restaurante, esperaba que al estar con su amigo, Kai no intentara acosarlo como el otro día. Un poco temeroso, abrió la puerta mostrando su mejor sonrisa, que se borró instantáneamente y se curvó en forma de "o", al igual que sus ojos que se abrieron de par en par, ante la visión que estaba presenciando en ese momento:

Ni más ni menos, Gray se encontraba sobre el mostrador del restaurante y Kai se encontraba sobre él; devorándolo como lo había hecho con Pete la vez anterior. El rostro del pelirrojo ya había alcanzado un color que hacía juego con su cabello. Se notaba que no estaba del todo contento con la situación, pero al igual que Pete, tampoco hacía nada por detener al lujurioso moreno, que estaba sobre él. Pete pensó que así se debió sentir el doctor al verlos a él y a Kai el otro día en esa misma situación. Incomodidad, sorpresa y esa sensación de querer salir corriendo; pero que sus pies no respondiesen a sus órdenes.

—¡Pete! — Exclamó Gray, cuando por alguna razón abrió sus ojos y se dio cuenta de que el granjero se encontraba en primera fila observando el indecoroso espectáculo. De inmediato Kai dejó su labor y volteó a ver a la puerta, en donde se encontraba el Pete totalmente paralizado.

—¡Pete! Vaya, no me esperé que alguien viniera al restaurante a esta hora. ¿Quieres unirte a la fiesta? ¡Hay espacio para otro más! — Exclamó el moreno, mostrando sus dientes aperlados y riendo a carcajadas. Mientras que el rostro de Pete ya estaba tomando un color similar al de Gray, quien ahora parecía que en cualquier momento iba a romper a llorar. Justo en ese momento, Pete desvió su mirada a otro lado de la escena, solo para darse cuenta de que la mano de Kai permanecía escondida dentro del pantalón de Gray; justo en su entrepierna. El granjero sentía que podía desmayarse de la vergüenza.

—Siento haber interrumpido. Gracias por la oferta Kai, pero tendré que rechazarla. — Pete reía nerviosamente. –Si me disculpan, creo que volveré en otro momento. — Al fin los pies de Pete reaccionaron y lo sacaron rápidamente de allí. El granjero corrió y corrió, hasta llegar a su casa para encerrarse allí.

—¡¿Qué demonios fue todo eso?! — Pete no se explicaba que acababa de ocurrir. Luego de lavarse el rostro y serenarse un poco, pudo pensar con más claridad. La única explicación para lo que acababa de presenciar, era que Gray fue a arreglar la máquina y que justo como él, fue "atacado" por el peligroso moreno.

—Supongo que tendré que buscar a Gray luego y decirle que todo está bien, a como es de tímido probablemente no me vuelva a hablar nunca en su vida. Tendré que decirle que entiendo que él también fue una víctima. —Pete aún no se decidía sobre si Kai era una buena o mala persona. Era tan alegre, vigoroso y amable; pero a la vez hacía ese tipo de cosas que lo hacían quedar en duda. Ahora Pete comprendía porqué los demás hombres de la aldea lo odiaban.

Pete no pudo sacar de su mente esa escena durante todo el día, y no pudo dormir durante la noche. Pensaba en que, tal vez si se hubiera quedado, hubiese podido salvar a Gray; así como el doctor lo hizo el otro día con él. Si el doctor no hubiera llegado en aquella ocasión, probablemente Kai hubiese llegado hasta el final. Pete tragó grueso al pensar en la mano del moreno dentro de sus propios pantalones. Cuando al fin logró conciliar el sueño, comenzó a soñar con unas más bien cálidas y amables manos pálidas, que lo acariciaban suavemente y al encontrarse con el rostro del dueño de esas manos; Pete en su sueño sonrió e intentó besarlo.


 

El granjero despertó al escuchar que golpeaban a su puerta, ya era de día; pero al no haber podido dormir no había descansado lo suficiente. Tampoco recordaba nada de lo que había estado soñando, aunque tenía la sensación de que fue algo bueno. Abrió la puerta para encontrarse con Rick a quien saludó alegremente y le preguntó el motivo de su visita.

—Buen día Pete. Hoy vengo a invitarte a que asistas mañana al festival de la vaca, el cual se llevará a cabo a las diez de la mañana en el rancho Yodel. Barley tuvo que haber venido a invitarte, pero está bastante ocupado con los preparativos para mañana. Aunque no tengas vacas que puedan participar en el concurso, puedes venir y así conocerás otro de los festejos que tenemos en Mineral Town, así que sería bueno que puedas asistir. ¡Ten un lindo día! – Dicho esto el rubio abandonó la granja.

—Así que otro festejo, supongo que me servirá para despejar la mente. — Ese día Pete decidió dar una vuelta por el pueblo luego de atender su granja. Pasó frente a la granja avícola en donde encontró a Popuri y habló un rato con ella, contándole sobre sus gallinas. Luego echó un vistazo al rancho, en donde Barley y May se encontraban muy atareados con los preparativos; por lo que decidió no molestarlos. El resto del día se la pasó caminando por el pueblo, se detenía a conversar con quienes encontraba, claro estaba evitando sobre todos los medios la playa y la clínica. Tampoco pasó a la biblioteca u otros lugares en donde pudiese encontrarse con Gray, ya que sentía que aún era demasiado pronto para hablar con él, y se sentía algo culpable por haberlo abandonado. Seguramente Kai le hizo vaya la Diosa a saber qué al pobre de Gray.

El día del festival, Pete se dirigió al Rancho Yodel. No esperaba nada muy emocionante, ya que el día anterior le habían contado que el concurso consistía en votar por la vaca más saludable y que diera mejor leche; pensaba en que iba a ser bastante aburrido, pero no perdía nada asistiendo de todas formas. Cuando llegó, Barley le dio la bienvenida indicándole que pasara a observar a las vacas, para que luego pudiese votar por su favorita.

Pero el día de Pete se hizo, al ver que ahí entre las vacas y la gente, se encontraba el doctor. No era el hecho de verlo allí lo que intrigaba al granjero, era el ver que su inexpresivo rostro había desaparecido por completo; para darle lugar a una bien formada sonrisa. "Da un poco de miedo." Pensó. Pero Pete no se acercó al hombre, hasta que este volteó a ver y al notar que el granjero se encontraba allí, se dirigió hacia él.

—¡Pete, que bueno que viniste! — Saludó el doctor, inusualmente alegre y enérgico.

—Hola doctor. Ayer me invitaron y decidí venir a observar un poco. ¿Puedo preguntarle algo? — De aventuró a averiguar, ya que la curiosidad le ganaba más que la incomodidad.

—¡Claro! Puedo contarte todo lo que quieras sobre el festival. — Dijo el hombre, sin perder su entusiasmo.

—En realidad, es más algo sobre usted: ¿Por qué se encuentra tan alegre hoy? ¡Disculpe si es mucho atrevimiento de mi parte el preguntar! — Se apresuró a casi gritar, con el rostro rojo de la vergüenza que sentía.

El doctor le observó por un instante, para luego comenzar a reír fuertemente, en ese momento, Pete sintió mucho más miedo, al presenciar las carcajadas del hombre.

—¿Así que era eso?  No te preocupes, no te culpo Pete. Entiendo que sientas que me veo mucho más alegre de lo normal, pero simplemente no puedo evitar el sentirme contento al venir aquí. Verás, si hay algo que me gusta en esta vida es la leche. Es una sustancia tan fascinante, nutritiva, útil y ¡deliciosa también! Es una de mis cosas favoritas y por eso me encanta venir a este festival.

Pete escuchaba toda la explicación encantado. Saber que había algo que hacía sonreír al doctor y que ese algo era tan simple como la blanca y espumosa leche; era aún mejor.

En ese momento, Pete decidió trabajar el doble de duro para poder comprar una vaca. No tenía muy claro el por qué había decidido eso de pronto, como si le fuese a ayudar a lograr algo con el doctor. Pero quería al menos poder regalarle una botella de leche de vez en cuando y ser capaz de volver a ver esa sonrisa de nuevo. Daría lo que fuese por poder verla más a menudo, era lo que pensaba en ese instante.

Pete y el doctor estuvieron juntos el resto del día en el festival. Pete no pudo haber pedido nada más. Llegó con la expectativa de aburrirse, pero al final se la pasó de lo mejor junto al doctor, quien entre otras cosas, le explicó las propiedades curativas y nutritivas de los lácteos. También escuchó la charla de Barley sobre el cuidado de las vacas, que le serviría de mucho en el futuro; degustó varios tipos de leche y así que al final, fue totalmente distinto a lo que pensaba que sería.

Al término de festival, el doctor decidió acompañar a Pete hasta su casa, como si de acompañar a una señorita se tratase.

—Me divertí mucho el día de hoy gracias a ti. — Dijo el doctor, quien aún no abandonaba su sonrisa.

—Lo mismo digo doctor. Seguramente no me la hubiera pasado tan bien de no haber sido por usted. Pero, no era necesario que me acompañara a mi casa, ahora el camino de vuelta a la clínica le será más largo. — Dijo algo cohibido al final.

—No es nada, me hace falta caminar de vez en cuando ¿Sabes Pete?, al finalizar del verano se lleva a cabo un festival de fuegos artificiales en la playa. Espero verte allá también. — A Pete le pareció que el doctor se había llegado a sonrojar, pero como estaba muy oscuro, no estaba seguro. A fin de cuentas, era el doctor. El hecho de que ese día sonriera, no significaba que se iba a ruborizar también; pensó que seguramente era producto de su imaginación.

—¡Allí estaré doctor! Tenga una buena noche y descanse mucho. — dijo el granjero sonriendo.

—Tú también Pete. — El doctor partió en dirección a la clínica y Pete entró a su casa, en donde se dispuso a dormir. Pete no se dio cuenta de que el doctor no le estaba pidiendo que fuera al festival de los fuegos artificiales solamente, sino que le estaba pidiendo que fuera con él. El doctor por su parte, no se dio cuenta de que Pete no había entendido su invitación.

Continuará…


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