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7 días de sumisión (Larry Stylinson) [EN VENTA] por Furia_Rosita

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Notas del capitulo:

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El chófer abre amablemente la puerta de Louis, quien sale agradeciéndole por el gesto, después mira al frente y su boca de abre en una perfecta O.

El patio delantero de la cada de Harry es más grande que la casa de sus padres sumada al lugar donde se hospedaba hace cuarenta minutos. Cuando sus ojos logran recuperarse de la enorme extensión verde llena de vegetación y moteada por flores hermosas, su corazón se lleva un segundo impacto. La maldita casa es enorme, el estilo luce vetusto, pero totalmente limpio y sólido, para nada descuidado.

No es una mansión, claro, solo una casa grande con dos plantas y un enorme jardín que parece arrancado del Edén, no es de lo más lujoso que Louis puede encontrar por esa zona precisamente, pero eso no quita que el contraste entre el nivel de vida de Harry y el suyo lo haga palidecer y quedarse en la entrada como una especie de estatua decorativa por más de cinco minutos.

—El señor Harry está esperándole dentro. Le ruego que no se demore demasiado.

—C-Claro, gracias por traerme. —dice el chico despidiéndose del tipo trajeado cuando lo ve volver al coche.

Anda lentamente sobre un camino de piedras bruñidas y agradece que sea de noche para que no haya nadie en la calle, viéndole merodear una casa tan costosa en pijama y patucos. Cuando llega a la puerta principal puede sentir el corazón pulsándole con tanta fuerza que duda de si es necesario que llame al timbre para advertir de su presencia; obviamente, lo hace. Dentro de la casa escucha una quietud pasmosa y después pasos sólidos acercándose. No puede ver a Harry andar adentro de la casa, pero puede reconocer sus pasos elegantes y moderados por el sonido; pisa imponentemente, pero sin ser demasiado ruidoso: no busca llamar la atención, aunque lo hace.

La puerta se abre y él esboza una divertida sonrisa al ver el fino e infantil pijama de patitos que Louis viste. Este, por su parte, se siente tremendamente ridículo cuando contempla el brilloso pijama de satín oscuro de Harry; es de un color más apagado que los ojos de Louis, pero los atrae con facilidad, es holgado, pero cae sobre las zonas musculosas de su cuerpo dejando que uno adivine con facilidad que ese es un cuerpo espléndido.

—Hola… —murmura Louis, tragando saliva e intentando despegar sus ojos de Harry. No quiere ser despedido por acoso, al menos no el primer día.

—Llegas justo a tiempo para hacer la cena. —anuncia Harry risueño. Peina sus rizos hacia atrás con la mano y estos rebotan, volviendo cerca de su rostro.

Louis muerde su labio asintiendo y entrando con timidez. Harry cierra la puerta y sigue apoyado en el umbral.

—Después que cenemos juntos te enseñaré la casa y las tareas que quiero que hagas, así como los lugares donde tienes permitido entrar. —Louis asiente, distraído por el ambiente.

Es un lugar oscuro, con decoración escasa, pero claramente barroca y lujosa. El lugar está tan limpio que no sabe qué clase de trabajo podrá hacer, todo es suficientemente luminoso como para que uno no deba forzar la vista, pero ciertas zonas adolecen de una penumbra misteriosa. El silencio hace que los crujidos de sus pies sobre el suelo lo sobresalten y, en conjunto, todo es una especie de síntesis entre la casa de los sueños de cualquiera y una pesadilla extraña.

—Sígueme, la cocina está por aquí. —Louis asiente, jugando con sus dedos, y lo sigue bien de cerca, asustado de quedarse a solas en una de esas grandiosas habitaciones.

Como siempre, anda un poco detrás del hombre, con la cabeza respetuosamente bajada y sin adelantarlo; le gusta seguirle más que ir a su lado, de algún modo se siente protegido así.

—Oh, es impresionante… —murmura Louis entrando en la cocina, es más grande que su maldita casa y no puede creerlo.

Hay en la pared utensilios de cocina colgados que él solo podía soñar con comprarse.

—Prepararé algo delicioso, lo prometo. —dice dando pequeños saltos de alegría mientras corre hacia los distintos aparatos y utensilios.

Los toca con delicadeza, aprendiendo como se usan y maravillándose por ello. Harry piensa que es como un niño en navidad y se enternece al verlo así.

—Eso espero. —susurra Harry pasando por su lado. Louis se tensa unos segundos al sentir el aliento cálido del hombre en su cuello y ladea la cabeza sin darse cuenta. —Yo estaré en el comedor, trabajando en algunas cosas sobre mis locales. Vendré al terminar, no me llevará mucho tiempo. Estoy seguro de que harás una cena genial, tú siempre haces las cosas bien; estoy tan complacido contigo.

Louis se queda sin palabras cuando él se aleja. Lágrimas llenan sus ojos. Tú siempre haces las cosas bien. Su corazón pulsa en su pecho, apretando las costillas, su estómago se llena de mariposas y las piernas le flaquean. Es la primera vez que alguien le dice algo así. Louis se enjuaga las lágrimas que amenazan con salir usando el dorso de la mano y se pone a trabajar, quiere que Harry llore de alegría al probar su comida.

No sabe qué hacer, así que lo primero es revisar la despensa, nevera y congelador de Harry para ver que puede cocinar para la cena, ya que debe ser ligero y delicioso al mismo tiempo. Si fuese anatómicamente posible, la mandíbula de Louis habría caído hasta hacer un boquete en el suelo, como era de esperarse Harry tenía más comida en un cuarto de su nevera de la que Louis había consumido en las últimas dos semanas. Se sintió tan agradecido al ver eso.

Louis finalmente decide hacer una cena de picoteo con calamares a la romana y gambas al ajillo, también decide que pondrá pan con tomate para acompañar y hará una bebida que ayude a la digestión y sea dulce, seguramente una mezcla entre leche vegetal de almendras y té verde con hielo y una pizca de miel.

Primero prepara las bebidas y las deja en la nevera, esperando que se enfríen lo suficiente como para ser más apetecibles y una vez termina las gambas solo le resta el pulpo. Están tan nervioso por la idea de trabajar para Harry que le tiemblan las manos; está emocionado por la oportunidad, pero también siente la zozobra instalarse en su pecho cuando piensa en la posibilidad de hacer algo mal. Cavilando sobre dichos asuntos y con los nervios a flor de piel, Louis calcula mal la trayectoria del cuchillo.

—¡Auch! —deja el cuchillo a un lado y aparta el pulpo con la mano buena para que no se contamine.

Su sangre gotea sobre el mármol y corre hacia el fregadero para mojar su herida con agua fría y desinfectarla con jabón. Siente una mano acceder por detrás a él, subiendo por su brazo suavemente. Louis da un bote asustado, pero se tranquiliza al voltearse y ver a Harry sosteniéndole el brazo y revisando la herida.

—¿Qué ha sucedido? —pregunta, lleva una tirita en la mano y junto a un pequeño botellín de alcohol etílico.

Louis tiembla, la fuerte mano del hombre sosteniendo la suya con una ternura inexplicable, sus pieles en contacto. Avergonzado, mira a un lado antes de responder.

—Es solo un cortecito en el dedo, lo siento, estaba nervioso.

Harry destapa el bote de alcohol asintiendo. Cuando echa un chorro sobre la herida escucha a Louis quejarse y alza la vista, grabando a fuego la forma en que se muerde el labio y sus ojos están al borde de las lágrimas. Después le pone una tirita y cuando se ha asegurado de que la herida está bien protegida, habla.

—¿Por qué ibas a estar nervioso?

—Porque quiero hacer las cosas bien para ti… —murmura Louis, su rostro ardiendo y su cabeza hacha un lío. Siempre ha amado complacer a la gente, pero no entiende por qué con Harry la necesidad es tan grande.

Piensa que quizá es por la voz poderosa con que a veces le habla, haciéndole obediente de golpe, o por lo bien que se siente cuando le dice que es un buen chico.

Harry ríe por su respuesta y sube su mano hasta la mejilla de Louis, la acuna en su palma y acaricia levemente con el pulgar.

—Eso es muy adorable. —le responde, sonriéndole. —Pero no quiero que estés siendo descuidado solo por eso; no me gusta que te hagas daño, Louis. Sé bueno y ten más cuidado mientras terminas, ¿Sí? —Louis asiente, lo único que sabe en este momento es que quiere ser bueno para Harry y hacer todo lo que le dice. —Muy bien, yo vendré en seguida.

Se marcha, aparando su mano de la mejilla del menor con una muy leve caricia que se queda plasmada en su piel. Ama la sensación de esos dedos sobre su dermis, la forma en que arrastra las yemas paulatinamente. Louis vuelve a ponerse manos a la obra y esta vez se asegura de ser cuidadoso, no quiere preocupar a su ¿jefe? ¿amigo? Harry en verdad es ambas cosas, pero Louis no lo siente como ninguna de ellas, algo parecido puede, pero no exactamente eso.

Cuando termina de cocinar todo, sus manos tiemblan de nuevo al colocar con una presentación impecable, los alimentos sobre una vajilla que sabe que tiene más valor que su vida misma. Se aleja un poco para contemplar su obra y se siente muy orgulloso de ella. Se acera de nuevo al mármol para llevar los platos hacia la mesa del salón y anda despacio con cuidado de que nada se caiga.

Puede ver, desde la mesa recién puesta, a Harry sentado sobre el sofá del comedor, tecleando furiosamente en su portátil. No quiere molestarle, pero si no acude ya la cena se enfriará. Se acerca muy cautelosamente a él y no parece percatarse, extiende la mano hacia su hombro para reclamar su atención y antes de que pueda tocarlo los ojos de Harry se levantan hacia los suyos. Una dura mirada le advierte de que, aunque el mayor pueda deslizarse sobre su piel, él no tiene ese privilegio. Aleja la mano lentamente, la mirada de Harry se suaviza.

—La cena ya está. —le indica, con un hilo de voz; escasos segundos antes las pupilas de Harry habían atravesado su garganta dolorosamente.

Harry coloca una mano en la espalda baja del chico para hacerlo andar hacia la mesa y cuando ambos están delante de los platos Louis se queda frente a suya, esperando a que Harry tome asiento antes de hacerlo él. El tipo, sin embargo, se acerca a Louis por detrás y pone las manos en su cadera; apoya su barbilla en el hombro del tembloroso muchacho y observa los platos desde ahí.

—Huele delicioso. —murmura Harry en su oído, sus dedos clavándose en la cadera de Louis y su pecho fuerte contra la espalda diminuta del chico.

Sonríe de forma ladina y siente como Louis se estremece entre sus manos y se deja hacer. Cualquier otro se habría apartado por el inesperado contacto y sabe que Louis está suficientemente nervioso como para desear hacerlo.

—Gracias, me he esforzado mucho. —admite, Harry sigue sosteniéndolo mientras lo mira a él con más hambre que a la comida.

No sabe que es lo que desea de él, pero cuando lo ve de esa forma, le da igual: él hará todo lo que le complazca.

—Bien hecho. —murmura contra su oreja, suelta su cadera y muerde su lóbulo antes de ir hacia su silla.

Louis debe sostenerse contra el respaldo del asiento que tiene enfrente mientras trata de recuperar la compostura. Se sienta al lado de Harry y observa como este empieza a comer. Harry aprecia que Louis esperé a que él tome el primer bocado, aunque amaría tanto que el chico no estuviese usando una silla, de todos modos, eso es algo que tiene solución.

Harry le dice a Louis que es lo mejor que ha cenado nunca y el corazón del chico se llena de alegría. La cena transcurre rápido, con algunos comentarios de ambos y una tensión más que evidente. Harry se divierte por ello, Louis está visiblemente nervioso.

Cuando ambos terminan Louis se ofrece a llevar los platos, cubiertos y vasos a la cocina y Harry agradece, con esa voz suya que lo derrite.

Apenas quedan un par de metros para llegar al fregadero y poder depositar ahí todas las cosas sucias. Deja los vasos y los cubiertos y, cuando está cogiendo uno de los platos para dejarlo también ahí, el otro se le resbala.

Cierra los ojos y cuando escucha el sonido de la cerámica partiéndose aprieta los dientes todo lo fuerte que puede. Se queda observando el suelo lleno de pedazos y cuando Harry entra por la puerta, se derrumba.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —grita, agachándose y tomando los trozos que puede, con las manos. —Yo… mierda, eso debía ser realmente caro, lo siento, descuéntamelo del suelo, de veras que lo siento mucho… —lloriquea. Sus ojos están rojos y se siente demasiado humillado.

Sus padres tenían razón, no hace nada bien.

—Louis, en mi casa los errores no se pagan con dinero. —el chico lo mira confuso desde el suelo, entonces Harry le hace un gesto para que se levante y el hombrecito lo hace, dejando amontonado en una esquina los trozos de plato que ha logrado reunir. — Se pagan con castigos.

La piel de Louis se eriza y esas palabras parecen corretear bajo ella haciéndola hormiguear. Las piernas le tiemblan y da un paso atrás, asustado por la idea; Harry lo impide, tomándolo de la cintura autoritariamente. Lo acerca a él de golpe y sus pechos chocan, Louis queda a la altura del cuello de Harry y debe mirar hacia arriba si quiere verle.

—Mírame a los ojos. —ordena con voz ronca. Louis está demasiado aterrado y conmocionado como para saber qué debería hacer realmente, pero cuando Harry le demanda algo, él lo cumple sin pensar.

Pone sus ojos sobre los de Harry, su verde boscoso resplandece con lujuria y alza una mano acaricia la cabeza de su empleado.

—¿C-Castigos? —pregunta él asustado. Quizá solo está hablando de limpiar los baños o de dormir en una habitación desastrosa, pero no puede evitar que su mente piense otras cosas.

—Sígueme, Louis, voy a enseñarte de qué va esto.

Louis lo hace, ansioso al ver los pequeños y lentos pasos que toma su jefe frente a él. Anda despacio, recreándose en la anticipación de Louis, en sus respiraciones ansiosas, en la forma que mordisquea su labio barajando las diferentes posibilidades.

Suben las escaleras y cruzan un pasillo lateral, en el fondo de este hay una puerta grande y bonita.

—Este es mi dormitorio. Me gustaría que entrases.

Empuja un poco al pequeño, instándolo a tomar la iniciativa y revelar que se esconde tras esa madera oscura. Toma el pomo con inseguridad, viendo bajo él una cerradura en la que una llave está encajada. Si Harry ha tenido que poner bajo llave su cuarto, debe tener un motivo más grande que la intimidad; Louis traga saliva.

—Adelante. —insiste Harry, su voz dura chocando en un aliento tórrido contra su nuca; el vello del lugar levantándose y su mano apretando el pomo sin atreverse a hacer ningún otro movimiento.

 

Toma aire lo retiene, gira el pomo. Empuja y la puerta se abre. Todo el aire escapa de sus pulmones en una enorme exhalación cuando mira adentro.

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