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Love Affair por MissWriterZK

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La noche había sido increíble, al fin habían sido capaces de sincerarse y curarse la una a la otra en cuerpo y alma. Estaban durmiendo plácidamente, Marceline abrazaba a Bonnie con ternura y ella apoyaba su cabeza en su pecho, escuchando el compás de sus latidos. Hacía tanto tiempo que no dormían tan profundamente que ya ni recordaban cuando fue. Probablemente no habrían descansado tanto desde que todo se terminó entre ellas.

Era fin de semana, no había por qué tener prisa, se quedarían así hasta que se lo pidieran sus cuerpos. Después de un par de horas, el sol penetraba por la ventana y su luz cálida e intensa comenzaba a despertar a la cantante, incidiendo en su rostro. Ella protestó con algunos gruñidos, para más tarde abrir sus ojos y encontrarse con la mirada violácea de la princesa.

—Buenos días, princesa. ¿Has dormido bien? —saludó besando sus labios con dulzura y acariciando los mechones rebeldes que salían de su trenza.

—He dormido mejor que nunca, me siento totalmente descansada y revitalizada. Gracias por esta noche mágica.

—No hay nada que agradecer, ya iba tocando sincerarse. Respecto al tema sexual… ya sabes que solo yo puedo consentirte de esa manera.

—Estoy pegajosa… —protestó tocando su piel.

—Y hueles de maravilla. ¿Qué quieres que hagamos hoy?

—¿Me llevarías a una cita? Me serviría como un material de lujo para el artículo. —pidió utilizando sus mejores armas, los ojitos y destaparse para mostrar sus senos.

—No hace falta que utilices el artículo como pretexto. Te llevaría incluso si no tuvieras ese trabajo.

—¡Te amo! ¡Voy a darme un baño! —gritó de alegría, besándola con fugacidad y provocando que mordiera sus labios con frustración y deseo.

«¿Debería unirme a ella? Voy a vengarme por lo de anoche… A torturar se ha dicho» pensó algo dudosa para sí misma, antes de salir de la crisálida de sábanas y ponerse solo su bata de terciopelo negro y rojo.

Sonrió con sensualidad, fruto de lo que estaba a punto de provocar en la mente de PB. Entró sin llamar, sorprendiéndola en el acto, suspirando placenteramente al sentir la calidez del agua en todo su cuerpo.

—¿Qué quieres? —preguntó abriendo sus ojos con lentitud.

—Venía a lavarte la espalda… Ups, se me escurrió. —provocó dejando caer esa prenda de golpe hasta sus tobillos, revelando su cuerpo perfecto y sensual.

Ahora quien tragó saliva y abrió sus labios con sorpresa fue ella. Sintió como el calor comenzaba a invadir su cuerpo, y no cualquier tipo de calor. Era derivado de la excitación y el deseo que esas maravillosas vistas provocaban.

Se movió y dejó el espacio justo para que pudieran estar las dos en esa bañera cómoda y amplia. La pelinegra alcanzó la esponja con un jabón de manzana para limpiar el cuerpo de su novia. Bien podría torturarla dejando que goteara en las zonas adecuadas, o limpiar ciertas zonas con «mucho interés».

—Marcy… —gimió intentando ocultarlo mordiendo su dedo índice.

—¿Qué ocurre? Solo estoy lavando tu cuerpo. —rio contra su oído, mordiéndolo con suavidad.

—Me voy ya, a este paso me voy a arrugar. —intentó huir, pero fue tomada por su muñeca y estampada contra los fríos y húmedos azulejos de la pared. Enfrentándose a la mirada traviesa y juguetona de la roquera.

—He visto cómo me miras. No voy a dejarte ir, así como así. —susurró agarrándola por las muñecas y lamiendo su cuello y mordiendo la misma zona de la noche anterior con una intensidad aún mayor.

—¡Joder! —gimió para arañar con fuerza la espalda de su dominadora.

Ella apoyó su frente en los azulejos, no esperaba que la arañara con tanta fuerza de buenas a primeras. Fue un movimiento sucio. Bonnie volvió a meterse en la bañera, con ese mordisco, la fuerza de sus piernas flaqueó.

—¿Te has puesto así por un mordisco?

—¿Y tú por un arañazo?

—Touche… Bueno, venga, te ayudo a levantarte. Toma mi mano.

—¡No puedo!

—¿Quieres que te lleve en brazos?

—¡Eso es! ¡Llévame en brazos como la princesa que soy!

—Te tengo demasiado mimada. —suspiró tomándola entre sus brazos y llevándola al dormitorio. Posándola con suma delicadeza sobre la cama.

—¿Por qué eres tan sexy? —habló la pelirrosa.

—Eso mismo te pregunto yo. ¿Por qué me vuelves loca? No hay nadie que me haga sentir así.

PB tomó su rostro con dulzura y le robó un beso dulce, en el que mordió su labio inferior, estirándolo y haciéndola gruñir al haber encendido la mecha de la pasión. Marceline respondió juntando sus frentes en un gesto tierno y afectuoso, mirándola a los ojos con intensidad, comenzando un duelo de miradas en el que se enfrentaban unos orbes plata con dos de amatista. Amaban hacer eso, les encantaba contemplar su alma a través de los ojos, los que siempre decían la verdad y los que eran conocidos como las ventanas del alma.

Se vistieron renunciando al placer de sus besos. Marceline llevaba unas medias negras, un vestido de tubo negro, un pañuelo gris medio y unas botas mostequeras negras de terciopelo xcon tacón, junto con una gabardina negro claro; y su maquillaje constaba de su típico maquillaje roquero basado en sombras de ojos negras y platas medio, rímel, línea inferior y superior que debe una mayor profundidad a su mirada de hielo y unos labios rojo intenso perfilados.

Bonnie llevaba unas medias oscuras también, pero con un vestido ajustado de cintura alta, de color crema, con unas botas camperas marrón claro y un maquillaje muy sutil y elegante, compuesto por una línea fina de ojos, sombras que combinaran con esos tonos como los colores tierra y un simple brillo labial rosado. Para estar abrigada, llevaba también una gabardina rosa palo.

Todos los excesos de la noche pasada, le pasaron factura a la princesa cuando dio un paso, perdió el equilibrio y aterrizó en los brazos de su amada, quien no pudo hacer otra cosa más que sonreír con malicia.

—Parece que alguien no puede caminar demasiado bien esta mañana… ¿me pregunto por qué será? —susurró en su oído con una voz pícara y de fingida ignorancia.

—Quizá tiene algo que ver con que tú te excediste demasiado… —protestó abrazándola y escondiendo su rostro sonrojado.

«Es demasiado linda. A este paso, moriré de diabetes por su culpa.»

—Tú has tenido la culpa, ¿recuerdas?

FLASHBACK

La mañana anterior a todos esos sucesos, Marceline salió a correr como siempre y cuando regresó, se encontró el desayuno recién preparado. Ese se había vuelto un hábito en ese mes y medio en el que no pisó su hogar, nada más que para coger más ropa. Ella sonrió y la saludó tal y como siempre desde que salió del hospital, con un tierno beso en los labios.

Lo distinto y que extrañó a la joven atlética, fue que Bonnie giró su cabeza y besó su mejilla en vez de sus labios. No le molestó el gesto, solo le fue algo curioso, por lo que no pudo evitar preguntar.

—Bonnie, ¿qué ocurre? ¿Te encuentras bien?

—No es nada. —contestó sin mirarla a los ojos. Desde ese momento lo supo, no estaba bien y estaba mintiendo.

—Mientes, mírame a los ojos cuando hables conmigo y cuéntame lo que pasa. No voy a enfadarme, ¿vale? —le dijo, llevando su pulgar a su mentón para levantar su cabeza y hacer que la mirara.

—Ayer te vi paseando con otra mujer y ella iba colgando literalmente de tu brazo. No puedo evitar sentirme celosa. ¿No estás interesada en otra mujer?

—Eh, Marcy llamando al cerebro superdotado de Bonnie, ¿estás funcionando correctamente? —bromeó como llamando al cráneo de la princesa, para continuar con un tono de voz sincero y una mirada seria—. ¿Acaso crees que soy tan idiota como para abandonar a la persona por la que llevo luchando desde que la conocí? Cariño, tú eres la única que me hace sentir así, la única dueña de mi corazón y atención, mi musa… mi todo. Pero, si tienes dudas, tendré que trabajar muy duro esta noche para demostrarte todo mi amor.

FIN FLASHBACK.

—No sé si arrepentirme de ello o alegrarme.

—Deja de pensar en ello. Tengo el lugar perfecto para desayunar.

—¡Bájame! —gritó avergonzada, viéndose en sus brazos de nuevo.

—No pienso hacerlo. No quiero perder tiempo, princesa…

Y de esa forma llegaron a su BMW 850i xDrive, 530 CV, de color negro metalizado, llantas deportivas, una tapicería bicolor que alteraba el color crema con el negro y, toda clase de extras como asientos calefactados, equipo de sonido, la tecnología más innovadora, cámaras…

—¡¿Vamos en tu coche?!

—Así es. Vamos, sé que traes la cámara, haz fotos de mí y el coche. Puedes incluirlas en tu trabajo.

—¡¿Puedo?!

—¿Dudas de mi palabra? No tengo ningún motivo por el que mentir.

—Pues entonces, ¡posa para mí!

Comenzando a reír debido a la ilusión y profesionalismo que demostraba la periodista, Marceline se comportaba ante ella tal y como era, sin miedo a ser juzgada: sensual, desenfadada y misteriosa.

La sesión fotográfica seguiría durante toda la cita, era una situación excepcional y eso había que celebrarlo y recordarlo.

—Vamos andando. Te he traído para que hicieras fotos y que completaras tu artículo algo más. ¿Sabes que no está todavía a la venta? —confesó sonriente, poniéndose sus gafas de sol de aviador y enlazando sus dedos con los de PB.

La noche había sido fría y había helado, debido a que las nubes descargaron toda su carga y para la noche, el cielo se quedó raso, por ello, muchos de los charcos que se formaron por la tarde, presentaban una finísima capa de hielo y eran resbaladizos. El vaho se presentaba con aquella temperatura tan fría.

Caminaban con lentitud, contemplando la belleza de la quietud de la ciudad, que pocas veces podía ser admirada. No decían nada, estaban en su propio universo, disfrutando del contacto de sus pieles y el compás de sus respiraciones. Bonnie no podía apartar su mirada del rostro pálido y atractivo de Marceline, quien permanecía con una mirada perdida y pensativa, observando el cielo nuboso.

Se detuvieron cuando el delicioso aroma a café recién molido y a dulces horneados llegó a sus narices. Con la boca echa agua, siguieron la estela del aroma para dar con una cafetería pequeña, íntima y acogedora. En resumidas cuentas, el lugar ideal que andaban buscando. Además, ¡los precios eran inmejorables!

—¿Te apetece desayunar aquí? —preguntó la morena con suavidad y calidez, dedicando una mirada amorosa a su novia.

—Me parece un lugar perfecto. —contestó con dulzura.

—Las señoritas primero, princesa. —bromeó mientras abría la puerta y le cedía el paso.

—¡Tú sí que sabes cómo tratarme! —siguió con el juego que acababan de empezar.

—Cariño, por algo soy yo quien ocupa un lugar privilegiado en tu corazón. ¿No crees?

Se sentaron en una mesa de madera con vistas a la calle, algo apartada del resto para disfrutar de su intimidad. Marceline se quitó sus gafas de sol y comenzó a ojear la carta tan suculenta que ofrecía ese modesto establecimiento. Bonnie, en vez de mirar la carta, la miraba a ella, quien se dio cuenta y sonrió con socarronería.

—¿Qué ocurre, princesa? ¿Acaso prefieres desayunarme a mí? —preguntó en una voz baja para que solo ella pudiera escuchar. Viendo que no contestó y que se limitó a bajar su cabeza sonrojada, decidió tomar acción—. No te avergüences de ello, yo me siento igual. —susurró—. Te comería aquí y ahora… sobre esta mesa de café.

—¡No puedo concentrarme en la carta si dices esas cosas!

—Concéntrate en mí entonces. No te defraudaré jamás, no después de haberte recuperado. —habló con sensualidad, tomando una de sus suaves y delicadas manos para besar con lentitud todos y cada uno de sus dedos.

—Marcy…

—Disculpen señoritas, desean tomar algo. —saludó la camarera, sacando un bloc de su bolsillo y el lápiz de detrás de uno de sus oídos.

—Sí, un cappuccino de avellana y otro de soja con esencia de vainilla; de acompañamiento, me gustarían dos bollos con semillas y frutos secos rellenos de crema de nueces. —dijo con una voz tranquila, conectando su mirada con ella como muestra de cordialidad.

—¿Puede ser que usted sea Marceline Abadeer?

—Así es, la única e inimitable. —contestó, haciendo muestra de su ego y modestia de dimensiones infinitas.

—¡¿Me firmarías un autógrafo?!

—Será todo un placer, Bonnie. ¿Nos tomas una foto para tu reportaje?

—Sí, sonreíd y mirad al objetivo.

—¡Muchas gracias! Acabas de cumplir uno de mis sueños. —agradeció con sinceridad.

—No hay de qué. Si no cuidara a mis fans, nadie compraría mi música. Vivo gracias a vosotros y debo estar agradecida. —expresaba con una mirada y sonrisa sincera y abierta. La periodista no dudó en tomar otra foto de ese apretón de manos amistoso.

Cuando regresaron a la quietud, la sonrisa boba no desaparecía del rostro de la princesa, lo cual despertó la curiosidad de la roquera.

—¿Por qué sonríes?

—Tengo muchos motivos: el amor de mi vida está junto a mí, me ha hecho experimentar una noche maravillosa, es un auténtico amor con sus fans, una persona educada, servicial y humilde. ¿Qué más puedo pedir?

—¿Piensas todo eso de mí? —respondió con otra pregunta, totalmente sonrojada y siendo incapaz de apartar su mirada de sus ojos.

—Así es. Estoy muy orgullosa de ti. Ya no eres aquella chica inmadura, has madurado y has seguido con los pies en la tierra, aunque tu fama es la de una estrella.

—Princesa… ¿Qué he hecho yo para merecerte? Eres una mujer increíble, maravillosa, bella, tanto por dentro como por fuera; inteligente, interesante, valiente, perfecta. ¿Eres un ángel caído a mis pies?

—¿Acaso eres tú el demonio enviado a distraerme y seducirme? Porque si es así, lo haces de maravilla.

Solo pudieron sonreír con complicidad ante esos juegos de palabras, significados y mucho más. No tardaron demasiado en poder disfrutar de su pedido, Marceline conocía los gustos de la pelirrosa a la perfección y por ello, no hubo ningún problema con lo encargado.

Cuando salieron de ahí, llovía con poca intensidad, la suficiente para empapar tu ropa y cabello y la perfecta para disfrutar de un romántico paseo en otoño, disfrutando del aroma a hierba y tierra mojada, viendo las hojas caer y escuchando el relajante sonido de las gotas de lluvia.

—Sigamos con nuestra cita. No voy a dejar que esta lluvia destroce este día. —habló la pelinegra abriendo un paraguas grande en el que caber las dos.

Para estar más cómodas, ella llevaba el paraguas en la izquierda y con la derecha, abrazaba por la cintura a su acompañante y la atraía a su cuerpo. El simple roce de sus pieles después de aquella noche, provocaba un sinfín de sensaciones y recuerdos en sus cuerpos.

Siguieron caminando por un buen rato, conversando de todo un poco, tiempo, política, moda, música, ciencia, historia… Eran unas mujeres cultas que disfrutaban enormemente su compañía. No todo en su relación era la tensión sexual que las caracterizaba, también estaba su complicidad, comprensión y conocimiento en un plano más profundo. Bonnie sabía dónde la estaba llevando, estaban dirigiéndose al parque al que fueron corriendo aquella mañana hacía algo más de un mes.

Todas las hojas estaban en el suelo, creando un majestuoso mosaico de colores que alternaba el rojo, marrón, amarillo, naranja y verde del césped del parque. Ese día no llevaban ningún tipo de prisa. Disfrutaron de un paseo tranquilo por los senderos del parque, la lluvia propiciaba un ambiente más íntimo y romántico. La llevó a la fuente central de estilo historicista, mezclando elementos clásicos/renacentistas con otros típicos del barroco como el juego de sombras que creaban los entrantes y salientes o la monumentalidad, ese arte era el arte de la grandilocuencia.

—¿Te gustaría pedir un deseo? —preguntó curiosa la menor de las dos.

—No, tengo todo lo que necesito junto a mí. Solo te he traído para que observaras esta obra maestra poco reconocida. Nunca pensé que combinar esos estilos en apariencia y superficie contradictorios, daría como resultado algo tan impresionante. Sostén el paraguas y cierra los ojos, ayer se me olvidó con la emoción.

—¿Qué es?

—Muy pronto lo descubrirás… —susurró con dulzura, besando su cuello y poniendo un colgante impresionante. Marceline tenía un gusto exquisito para las joyas, se trataba de un colgante de oro blanco, con ocho espectaculares gemas: la amatista Rosa de Francia era la estrella, después se encontraba la Aguamarina Santa María, verschiedene Edelsteine, Topacio Imperial de Katlang, Zafiro de Mozambique, Zircón; con la forma de una rama de la que iban brotando todas y cada una de las piedras—. Feliz aniversario, mi vida. Ahora puedes mirarte.

—Madre mía, ¡qué pedazo de piedras! ¡Ha debido costarte una fortuna! Es sumamente precioso, además, combina demasiado bien con mi piel y estilo. Un momento, ¿no es este el colgante del que me enamoré antes de que rompiéramos?

—Te conozco demasiado bien, Bonnie. Lleva en su caja esperando ser puesto en tu cuello y complementar tu belleza desde ese momento —habló tan solo a unos milímetros de sus labios, para robarlos y poseerlos con fugacidad y dulzura.

—Ahora es tu turno de ser sorprendida. Cierra tus ojos. Espero que te guste. —ordenó sacando una cajita de terciopelo que abrió y de la cual sacó otro colgante del estilo de Marceline, era de plata de la más alta calidad, con forma de brotes de hierba que cobijaban un rubí de Madagascar en forma de gota. Era sencillo, auténtico y con un punto de cierta rebeldía. Tal y como ella.

—¡¿Tú también compraste el colgante que llamó mi atención?! ¡Me gusta tanto e incluso más que hace cuatro años!

—Yo que creía que la cena había sido casualidad.

—Bonnie, conmigo no existe la casualidad. Preparé todo aquello el mismo día en el que comenzamos a salir hace seis años con todo el conocimiento del mundo.

—Eres adorablemente perfecta. Te amo.

—¡No soy adorable! ¡Soy sexy! Y, yo también te amo. —contestó fingiendo estar dolida, tomando su mano y comenzando a caminar—. Vayamos a mi casa, abriremos una buena botella de vino y pediremos la comida que tú quieras. Quiero tocar el piano para ti y que tú seas mi musa tal y como hacíamos en antaño.

Solo asintió y fueron tomadas de la mano hasta el mismo piano Fazioli negro brillante sobre el que la pelirrosa se sentó cruzando las piernas con sensualidad, mientras esperaba que su amante regresara con una botella y dos copas de vino antes de ponerse a componer algo para ella.

Brindaron, rieron y bebieron por su salud, estabilidad y amor sin límites. De un momento a otro, la enorme casa pasó de un silencio casi sepulcral a un sonido celestial y cuidado, derivado de las melodías extravagantes, profundas, nostálgicas, dulces y románticas que salían de las teclas que eran percutidas por los dedos rápidos y hábiles de la Abadeer. La música era su elemento, era lo que le permitía mostrarse tal cual era, sin mentiras ni decepciones. En esos momentos, podías ver y comprender su alma a través de esas melodías tan complejas y adictivas.

Honey, you came to my life like an angel,

Just when I think that I’m lost in darkness

You’re the one who lights my way.

I’ll wait for you all my life

If that means that when I died,

you will be with me.

Forget every feeling that makes you sad,

Think about you and me.

When I’m alone with you

You make me feel like I’m free and immortal.

Because of that, stay by myside

And never let go of my hand.

La letra era preciosa y reflejaba todo cómo se sentía la dueña de aquella voz especial, dotada con profundidad y graves para el rock, y con dulzura y calidez para las baladas, añadiendo el factor de la sensualidad inconsciente.

Abrió sus ojos como si hubiera llegado a su mente una obra maestra, se levantó de ahí y comenzó a tocar acordes en su bajo, transportando muchos de los que había empleado en aquella melodía y comenzó a cantar algo más de su estilo.

Slow dance with you

I just wanna slow dance with you

I know all the other boys are though and smooth

And I’ve got the blues… I wanna slow dance with you

I wanna slow dance with you

I just wanna slow dance with you

Why don’t you take the chance?

I’ve got the moves and I’d like to prove

I wanna slow dance with you.


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