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Love Affair por MissWriterZK

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Marceline se dedicó a observar todo lo que una vez le perteneció y que ahora se encontraba en una de las habitaciones de la residencia de la princesa. Entró a su habitación, dejando la puerta abierta y contemplando todos esos objetos que le recordaban tantos momentos agridulces. Tomó una de sus fotos, en la que aparecía sonriente y sonrojada mientras que Bonnie besaba su mejilla en un gesto cariñoso.

Otra de las fotos que llamaron su atención fue una de uno de sus conciertos, celebrado en la playa, recordando ese momento con exactitud.

FLASHBACK

«Bloody Love» acababa de terminar una de sus actuaciones más brillantes en uno de los festivales veraniegos más importantes de la temporada. El público estaba excitado, emocionado, se sentía parte de otro universo y no dejaba de aplaudir, vitorear y silbar, calentando el ambiente. Marceline solo podía sonreír con sensualidad y agradecer de todo corazón, siendo incapaz de apartar su mirada de cierta chica de cabello rosado.

Una vez que los conciertos acabaron y el festival estaba en su máximo apogeo, los asistentes a dicho evento se distribuyeron a lo largo de la playa, chiringuitos y pubs, lo que contribuyó a que la parejita pudiera tener un poco de intimidad entre la masa ingente de fans.

Ambas disfrutaban de un paseo por la orilla a la luz de la luna, sintiendo el contraste de la arena cálida bajo sus pies y el agua refrescante del océano. Iban tomadas de la mano, conversaban como cualquier pareja normal porque, después de todo, eran eso. No importaba si eran una estrella del rock del momento y una reina.

—Bonnie, he visto como bailabas. Tu presencia me ha revitalizado —habló mirándola a sus ojos púrpura y perdiéndose en ellos mientras conversaban.

—¿Seguro que no ha sido la bebida energética? —picó con una sonrisa ladeada. Ahí estaba la auténtica Bonnibel Bubblegum.

—¡Hieres mis sentimientos y mi corazoncito! Solo ha sido un traguito de nada, Marshall se ha bebido el resto…

—Hablando de él, ¿y nuestros hermanos?

—Estaban muy monos sentados en un tronco de madera mirando la luna. Tu hermano descansaba sobre el hombro del mío.

—Son adorables…

—Tú lo eres más —susurró colocando uno de sus mechones tras su oído—. ¿Regresamos al bar y pedimos unas copas?

—Me parece un gran plan, estoy sedienta.

Entraron a la barra del bar costero y pidieron una ronda de chupitos de tequila para la morena y un Martini dulce para su majestad.

—Un trago suave, refrescante y delicado para la señorita. —Ofreció la roquera, bebiendo uno de sus cuatro chupitos de un trago, sin sal ni limón.

—Creía que el tequila se bebía acompañado de sal y limón.

—Si quería eso, tenía que quedarme en la barra y dejarte sola. Quiero aprovechar todo el tiempo que pueda para estar a tu lado, no sé cuando podremos disfrutar de la soledad otra vez… —confesó con un rostro divertido.

—¿No será demasiado esa cantidad?

—Tranquila, estás conmigo y sé controlarme a tu lado. Venga, ¡vamos a bailar! —habló guiándola al ritmo de la música, una vez que había acabado con sus tragos.

—Déjame descansar. —Reía intentando zafarse del agarre, sentándose para ver esos movimientos hechizantes y perfectos, después de todo, su novia era una profesional del mundo del espectáculo.

—¿Te divierte ver cómo bailo?

—Demasiado…

—Únete a mí y disfrutarás aún más.

—Siento que sobro si te mueves con esa maestría.

—Voy a fingir que no he escuchado eso… —Con esas palabras, la tomó en sus brazos y, asegurándose de que no llevaba ni la cartera ni el móvil, se sumergieron en las aguas templadas y cristalinas del océano que creaban un perfecto reflejo de la magnífica luna llena.

Reían con complicidad, se salpicaban la una a la otra y nadaban como pez en el agua, saliendo después de unos minutos con el objetivo de tomarse una foto para inmortalizar ese momento para la posteridad.

FIN FLASHBACK

En la foto «selfie», se veían sus cabellos húmedos, sus ropas mojadas y apegadas a sus pieles, actuando como una segunda piel y una auténtica felicidad y sentimiento. Esa foto era una de sus favoritas, esta vez, Bonnie era quien tomaba la foto y ella era la que besaba su mejilla, provocando su sonrisa amplia y sincera.

Justo cuando acariciaba el cristal del marco, su chica llamó a la puerta, a pesar de estar totalmente abierta, entrando a la habitación y dejándola totalmente impresionada con su look. Llevaba una camisa blanca suelta, con unos pantalones blancos de vestir ajustados, el colgante que le había regalado, unos zapatos de tacón color melocotón y una americana abierta, del mismo color; acompañado de una americana del mismo color, junto con un bolso de mano de tamaño medio que alternaba ambos colores. Su maquillaje era sencillo y nada pesado, llevando brillo de labios, la línea de los ojos y unas sombras muy suaves de color tierra.

—Te ves impresionante… Estás preciosa y creo que tengo el complemento ideal para tu atuendo —diciendo eso, alcanzó una de las rosas blancas frescas que decoraban el jarrón, quitó las espinas y las colocó detrás de su oído; para más tarde, trenzar su pelo, haciendo que cayera sobre su hombro izquierdo y que la rosa permaneciera en su lugar exacto. Dejó también unos mechones sueltos que enmarcaban su rostro, aportando sensualidad a ese atuendo profesional.

Ella, en cambio, llevaba un traje ajustado a medida, de color negro, compuesto por chaqueta y pantalón y una camisa ajustada de seda blanca, que estaba abierta hasta su escote, revelándolos a él y al colgante; unos taconazos de aguja negros y un bolso de mano del mismo color, más pequeño que el de su pareja, terminaban de completar su vestimenta.

—¿Nos vamos? —preguntó sonriente.

—Claro —contestó ofreciendo su brazo para que la pelirrosa enlazara su brazo.

Llegaron al cochazo de Marceline, ella abrió la puerta del copiloto y más tarde, se sentó al volante, después de haberse cambiado a un calzado adecuado para la conducción. Después de asegurarse de que todo estuviera en orden, arrancó, deleitándose con el rugir del motor de gasolina.

PB no recordaba la conducción de su pareja, pocas veces había tenido el honor de compartir coche. Estaba atenta a sus movimientos hábiles y delicados, en sus ojos concentrados en la carretera y su rostro perfecto y sensual con una expresión seria, algo que generalmente, solía faltar en su persona. Qué equivocada estaba al pensar que todos conducían igual, prestando atención a esos movimientos, descubría lo atractivo que podía ser el conducir.

—Princesa, si sigues mirándome así, voy a parar el coche para besarte.

—¡No te estoy mirando!

—Es cierto, me devoras con la mirada, que no es lo mismo. —Se burló con una sonrisa socarrona, inclinando su cabeza en su dirección para dedicárselas.

Bonnie calló y mordió su labio interno, mientras que Marceline sonreía con superioridad, se sentía poderosa al provocarle todos esos sentimientos.

Después de eso, la copilota miraba el paisaje que pasaba veloz ante sus ojos, esa carretera había sido construida por intereses económicas en ese lugar, aunque en un principio, el trazado original era totalmente diferente. En esos momentos circulaban por un parque natural que fue talado para construir una autovía, con tres carriles para cada sentido, doble arcén y la mediana.

Eso era precisamente lo que ella quería evitar con su política. Comprendía las posturas republicanas que no entendían el hecho de que alguien como ellos fuera superior solo por nacimiento y sangre. Ella pensaba que no había llegado ahí por su origen, se mantuvo todo ese tiempo en el poder gracias a sus capacidades y habilidades gubernamentales, además, ellos no habían estado en su situación ni comprendían lo dura que fue su infancia. Ella había sido educada para ello, envidiaba la libertad del pueblo y gracias a Marceline y Marshall comprendía sus necesidades.

Ella se negaba a renunciar a su cargo, lo estaba haciendo bien, sus ciudadanos tenían para comer, vivir con dignidad y permitirse lujos. Los sueldos eran buenos y más que suficientes para disfrutar de una buena vida en el sistema capitalista que dominaba las mentes de la gran mayoría del tercer Estado. Era un sistema democrático directo con el que elegían a sus consejeros, gracias a ella, el reino había vuelto a la luz después de una profunda crisis agravada por la muerte de sus padres… En resumidas cuentas, no había nadie mejor que ella para gobernar a su pueblo.

—¿En qué piensas?

—En mi situación gubernamental. No es nada grave, solo estaba reflexionando.

—Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea. Intentaré ayudarte y te escucharé siempre.

—Lo sé, por eso te amo. Tengo ganas de ver a tus padres y darles un abrazo —confesó con sus mejillas sonrosadas.

—Tienen muchas ganas de verte. Te echan mucho de menos…

—Por cierto, ¿qué llevamos nosotras?

—Bueno… te llevo a ti y a varias botellas del vino favorito de mis padres. Eso es más que suficiente.

—¿Soy la sorpresa?

—Para ellos sí, para mí eres el postre, un plato que se debe disfrutar sin prisa, deleitándose con su sabor exquisito y su textura única… —susurró con sensualidad, mordiendo su labio y tentando a la imaginación de la joven de ojos amatista que se imaginó a ella esposada a una cama, mientras que Marceline la cubría de nata montada, fresas y chocolate, para disfrutar del sabor de esos alimentos en su piel.

El resto del trayecto pasó con rapidez. Subieron el volumen de la música, cantaban las letras, golpeaban partes del coche al ritmo de la música… se dejaban llevar. Cuando llegaron al hogar familiar de la morena, sus padres estaban en la puerta esperándolas.

—Bonnie, ¿estás llorando? —preguntó enternecida, ofreciéndole su mano para salir del vehículo, secando sus lágrimas con suavidad.

—Sí, lloro de emoción. Creía que no volvería a verlos- Ahora van a verme hecha un asco, con el maquillaje destrozado y los ojos hinchados.

—Eh, no te preocupes por eso, tus lágrimas sinceras son lo único que les va a importar. Estás magnífica para mis ojos incluso recién despierta con tu cabello revuelto y tus ojos legañosos. —Tranquilizó mirándola a sus ojos y besando el dorso de su mano.

—Cariño… ¡No llores! Tu rostro es más bello si sonríes. Si tan feliz estás de vernos, sonríe para mí y deja las lágrimas en otro lugar. —La madre de Marceline se acercó a ellas y la abrazó de forma maternal, provocando que ella se aferrara con fuerza a su espalda y ahogara un llanto en su garganta—. Está bien, todo va a salir bien. Llora lo que necesites para sentirte mejor y volverte fuerte.

—Marcy, me alegro de veros, estás tan guapa como tu madre —elogió empleando su mejor y más sincero cumplido, comparándola con su amada esposa—. Y tenía razón, Bonnibel se ha convertido en toda una señorita de gran belleza, distinguida, refinada y en cierta manera, sensual. Seguro que lo último tiene que ver con el hecho de que volváis a estar juntas. Tú te ves mucho más bella que la última vez que nos vemos, el amor es capaz de transformar hasta a la persona más fría del mundo. ¿No crees?

—Ella es demasiado perfecta. Parece un ángel y no sé qué es lo que he hecho para merecerla y que se fijara en mí.

—Si ella es un ángel, tú eres la diablesa que la distrae —bromeó acariciando su cabello azabache.

—Nos distraemos mutuamente. Por cierto, traje vuestro vino favorito. —Ofreció dichas botellas y los ojos dorados de su progenitor se iluminaron.

—Tienes un paladar tan refinado como el nuestro y tenemos que hablar. Marshall no fue a verte solo por casualidad, yo se lo ordené. ¡No me puedo creer que hayas intentado quitarte la vida! ¡¿Me quieres decir en qué estabas pensando en esos momentos?!

—Lo siento… fui idiota y egoísta. Solo pensé en mí misma y creyendo que lo único que hacía era molestar, quise acabar con esa tortura. Solo pensé en mí misma, no consideré vuestros sentimientos, no pensé en todas las personas que estaban ahí para mí cuando más lo necesitaba. Fue un cúmulo de cosas que terminó de esa manera.

—¿Qué hizo ella?

—Se puso furiosa, me golpeó varias veces, me gritó al borde del llanto y me llevó al hospital.

—Tiene carácter… Y sabe cómo reaccionar y controlarte. La necesitas a tu lado, no la dejes ir esta vez.

—No te haces una idea de cuánto carácter tiene y de cuánto la necesito… Ella es mi oxígeno.


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