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Addicktion [JiKook/KookMin] (+18) (EN VENTA) por Furia_Rosita

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—Un gilipollas y ciego además ¿Me oyes? ¡Cie-go! Tiene que estarlo si me ve desnudo en las putas duchas y decide irse, es que… ¡Menudo gilipollas! —me lanzo sobre la cama, gritando eso último contra la almohada de Namjoon.

Mi amigo me escucha pacientemente mientras teclea algo en su ordenador y me mira con una mezcla de compasión e incredulidad. La típica mirada del te lo dije que por suerte no ha pronunciado.

—Quizá simplemente no le gustes.

—¿Qué no le gusto? ¡¿Qué no le gusto?! —pregunto, saltando de la cama con agresividad y arrojando mi cojín hacia su cara. Lo esquiva sin mucho esfuerzo y eso me enfurece más. — ¿Tú me has visto? Podría gustarle hasta a una puta piedra y ¡No me jodas con que no le gusto, Nam, la tenía dura como una roca! Lo que sucede es que es un imbécil y se cree mejor que yo. —mascullo, la cara ardiéndome de vergüenza con solo recordar la humillación en las duchas y los ojos doliéndome de tanto contener el llanto histérico que amenaza con romperme.

Él suspira y se levanta de la silla frente a su escritorio. Cuando se sienta a mi lado rodea mis hombros con su brazo y me estrecha firmemente contra él. Suele hacer eso cuando no sabe qué decir, pero quiere reconfortarme; milagrosamente, siempre funciona. Con su abrazo logran hacer remitir mis lágrimas.

—Es que… le odio tanto, Namjoon, le odio tantísimo. Debería querer romperle la cara y no chuparle su gran polla, pero es demasiado jodidamente hermoso ¡En injusto! Además de que yo voy a ligar con él, me rechaza y… ¡De ese modo! Fue tan humillante, nunca me había sentido así, lo odio tantísimo. Cada vez que me acuerdo me siento tan horrible que quiero vomitar.

—Jimin… —susurra mi amigo, separándose de mí mirándome directo a los ojos. Los suyos relucen con preocupación y su rostro verdaderamente serio capta mi atención.

—¿Sí? —pregunto, demostrándole que tengo interés en escucharle, aunque no siempre sea así.

—Aléjate de él. Tu eres muy altivo y Jeon… él quiere bajarte de tu trono. Yo creo que la caída te mataría, así que hazte un favor y no te acerques más. —Namjoon sonríe complacido cuando asiento, lenta y robóticamente. Después me da un par de palmaditas antes de romper el contacto conmigo.

—No te preocupes —añado, enfurruñado y con los brazos cruzados sobre el pecho. —, no quiero volver a verlo en mi vida.

Mierda. La fotografía, la maldita fotografía en su teléfono. Ahora que él me ha abochornado de ese modo no quiero de ninguna forma que tenga un recuerdo de mí y menos uno como ese, pero ¿Qué puedo hacer para remediarlo? Yo mismo tomé el teléfono y yo mismo apunté con la cámara a mi polla erecta pensando que terminaríamos por follar y que quizá ese sería un buen regalo de despedida de mi parte. Ahora mismo solo es una prueba de que Jungkook es experto en hacerme parecer un arrastrado, maravilloso. Realmente maravilloso.

—Venga, no pongas esa cara larga. Esta noche nos vamos a tomar algo y te invito yo a todo el alcohol que te puedas meter en el cuerpo sin causarte un coma etílico.

—Namjoon ¿Des de cuando eres mi malditísimo ángel de la guarda? —pregunto bromista, lanzándome a él para darle un largo abrazo de oso que más tarde acabará en una guerra de cosquillas.

Al final no fue una pelea de cosquillas, fue de almohadas y bastante divertida hasta que Namjoon apretó un cojín contra mi cara, yo decidí fingir mi muerte por asfixia durante veinticinco minutos y después, cuando él se dio cuenta de que era una broma, decidió no pagarme más de un par de bebidas esta noche. Ahora voy a tener que quedarme sin dinero para olvidar que también me he quedado sin dignidad gracias a un imbécil al que al parecer no le gustan las mamadas.

¿Podría mi vida ser peor? Sí, podría y lo es. El primer paso que doy dentro del local que Namjoon ha escogido es suficiente como para que me convenza de que hay un Dios ahí arriba y de que su nuevo pasatiempo es reírse de la mala suerte que me otorga; porque, sí, Jeon Jungkook también está en el lugar, junto con el chico guapo que vi la primera vez que lo abordé.

Por mí, que ese chico lindo de rostro alargado se lo quede todo para él, yo no quiero a Jeon ni para escupirle. Le odio. Le odio, le odio, le odio… y odio lo jodidamente guapo que está con su camisa de tirantes pegada y sus tejanos, sujetos por un oscuro cinturón de cuero. ¿Todos los imbéciles tienen que ser atractivos? Menos mal que estoy yo en este mundo para romper el estereotipo ¡Joder! Si es que Jeon debería haber agradecido tener una sola oportunidad conmigo.

—Jimin, ni lo mires, vamos. —me susurra Namjoon, tratando de tirar de mi brazo para alejarme de la escena.

Me lleva a una mesa más alejada, con dos bebidas ya sobre ella y una pequeña pista de baile a la derecha. Cuando veo curvas exageradas y una silueta larga y lábil bailando como si fuese música hecha carne, comprendo porque estamos aquí.

—Vaya, el hombre que dice que me olvide de quienes me rechazan. —disparo con acidez, mirando a mi interlocutor con una ceja levantada y el tono mordaz saliendo sin endulzar directo de mi boca.

—No es lo que crees, él me ha dicho que venga aquí. —explica bisbiseando con la voz acelerada y mirando a los labios. Después de voltea, lo mira, es ignorado y suspira. —Pero creo que solo se está burlando, le he saludado nada más entrar y estoy bastante seguro de que me ha visto, aunque no ha respondido.

Namjoon voltea la cabeza de nuevo hacia la pista y tuerce una incómoda sonrisa cuando los ojos de gato de ese hombre lo localizan. Se deslizan por su rostro, pasando de él con tanta naturalidad que a mi amigo pierde toda fe antes de poder siquiera desdibujar su mueca. Sí, Jin está jugando con sus sentimientos.

—Ignóralo. Vamos a ignorar a esos dos gilipollas juntos ¿Si? —le digo, cogiendo su copa y apuntándole con ella.

Él la toma con inseguridad de mi mano y mira el contenido con el rostro todavía descompuesto por la reciente decepción. Doy un trago a mi bebida y él no se inmuta; palpo mi billetera en el bolsillo, sí, tendré para más alcohol.

—Vamos a emborracharnos hasta que esos idiotas estén borrosos.

—Sí… —dice él, poco convencido y mirando por el rabillo del ojo a Jin.

Por lo menos alza el vaso y toma un sediento trago después.

Maldito alcohol, no me ha hecho ver a Jungkook borroso hasta no poder discernirlo de una mancha ¡Me ha hecho verlo doble! Y además ahora Namjoon me ha abandonado, aunque agradezco que haya ido a los baños a vomitar en vez de hacerlo en la mesa.

Escucho la equina risa de alguno de los presentes, me irrita todavía más el sonido cuando veo que es la del chico que está con Jeon ¿Acaso ese tipo con cara de estatua puede ser gracioso? Seguramente el tipo solo esté riendo para tratar de ligar con Jungkook, me pone tan enfermo ¿Acaso ese idiota no sabe que, si no tengo posibilidades yo con él, no las tiene nadie? Es tan iluso…

Espera. No sé si el alcohol me ha hecho alucinar o no, pero juraría que Jungkook le ha sonreído al chico bonito; lo de después sí que no es una alucinación, la forma en que Jeon le toca el brazo a ese tipo es demasiado real, tanto que puedo sentir el contacto quemar en mi propia piel y en mi propio pecho. ¿Eso va a suceder? ¿Un tipo del montón va a lograr lo que yo no he conseguido? Impensable.

Tengo un orgullo, una reputación que mantener y no voy a dejar que el imbécil de Jungkook arruine todo eso solo por aguantarse una calentura, como si follarme fuera indigno; cretino, tocarme es una jodida bendición.

Me levanto de la silla de golpe, haciendo que todo el local gire alrededor de mi cabeza, yendo y viniendo como un boomerang luminoso que me causa vértigo. Cuando consigo situarme en el espacio en que estoy, agarrándome a la mesa con vehemencia, noto que mis piernas flaquean y que el suelo se mueve ante mis ojos cual arenas movedizas. Una náusea me abruma y siento los últimos tragos pasando por mi garganta de nuevo.

Cierro los ojos, sosegándome, me pinzo el puente de la nariz con el índice y el pulgar y respiro bien hondo. Siento mi cuerpo más estable o, al menos, un poco menos cerca de caerse a pedazos. Trastabillando y renqueando, me dirijo hacia la barra donde mi objetivo está. No conduzco mi cuerpo con demasiada precisión, así que empujo y pisoteo sin querer a algunas personas en el camino, por suerte nadie llega a recriminarme nada y logro llegar sano y salvo a la barra.

Junkook me ve de reojo, después se reacomoda en la silla, dándome la espalda, y continua su presumiblemente amena conversación, como si yo no estuviera. La ira me llena las venas más que el alcohol y solo tengo un pensamiento en mi cabeza. Hacer que ese maldito me las pague, que se arrodille y me pida poder follarme, que se muera por mí y yo le deje morir.

Pincho su hombro con mi dedo, él gira sobre su taburete, mirándome de arriba abajo con esa altiva expresión seria, pero con una ceja levantada.

—¿Qué quieres? —pregunta, irritado. En el fondo veo a su amigo sonreír como si supiese algo que yo no y desaparecer gradualmente entre la gente.

—Recordarte que el otro día te fuiste del gimnasio con la polla bien dura, gracias a mí. —quizá lo único que necesita la acidez de Jungkook es un poco de mi picante ¿Quiere ser pasivo-agresivo conmigo? Pues que se prepare para buenos contraataques, no soy ningún saco de boxeo.

—Lo mismo digo. Al menos yo no me arrodillé, quizá si lo vuelves a hacer y me suplicas tengo algo de interés en ti. —ríe aviesamente, peinando su cabello con un movimiento de cabeza condenadamente sexy y condescendiente.

Sus palabras zumban en mis oídos y cuando las intento asimilar, mi cuerpo no las digiere. Siento la bilis subirme hasta la boca, a punto de estallar en una cálida amalgama de improperios.

—¿Algo de interés en mí? No me jodas, niñato, nadie tiene ‘’algo de interés en mí’’. Los tíos babean al verme pasar y las chicas se mueren de puta envidia. El único interés que puede tener alguien en mí, es volverse puto loco por mi culo. Como le pasó al gilipollas de tu amigo. —lo último lo añado mascullando, en un tono ronco mientras miro directo a sus ojos y veo como el destello de diversión se apaga. —Seguro que pasas horas tocándote en tu casa con mi foto, eh, maldito imbécil.

Yo no solo sé dar donde gusta, Jeon, también sé hacerlo donde duele. Gilipollas.

—Suenas tan patético, como un niñato engreído teniendo una rabieta porque por primera vez no se la pone dura a alguien. —farfulla, levantándose del taburete para encararme.

Queda muy por encima de mí ahora que está de pie; su frente pegada a la mía, su cabello acariciando mi rostro, nuestros ojos chispeando y mi piel ardiendo por tocar la suya. El orgullo en su mirada me pone enfermo y cuando veo el mido reflejado junto a este, solo me siento confuso.

Los recuerdos de las duchas vuelven a mí ¿Cómo se atreve a decir en público una mentira tan humillante, tan traicionera? No puedo soportar el oprobio, la frustración de que todos crean que Jeon no tiene el más mínimo interés en mí cuando su maldita polla me respondió poniéndose erecta frente a mi maldita cara. Le odio, le odio tanto.

—¿Qué no te la pongo dura? Comprobemos si es verdad.

Con un movimiento rápido me pego a su cuerpo cual imán, mi mano se aprieta contra el borde de los pantalones, pasando forzosamente la frontera del cinturón. Rodeo con mis manos enorme tronco de carne entre sus piernas, sintiendo la tela apretarse contra mis dedos y su respiración pausada.

De un momento a otro, mi mano ya no está ahí.

—No me toques ¡No me interesas! —grita, empujándome hacia la barra con más fuerza de la esperada.

Mi piel arde por el roce contra sus pantalones apretados y mi espalda baja, al chocar contra el canto de la barra, manda punzadas de dolor a todo mi cuerpo. La gente suelta una exclamación colectiva. Es tan vergonzoso que me vean así. Y todo es su culpa. Culpa del caliente e imbécil Jeon Jungkook.

—¡Pero serás hijo de puta! —grito poseído por el dolor, lanzándome hacia él con los puños cerrados y el raciocinio tomándose unas vacaciones.

Mis nudillos se estrellan en su mejilla, apenas moviendo su cara, pero llenando su expresión de una llameando ira. En medio del torpe puñetazo, él me toma la muñeca y no sé qué mierda hace, pero consigue tenerme a su merced. Rota mi brazo obligándome a darle la espalda, sosteniendo mi muñeca contra mi columna, retorciéndome la articulación como si desease arrancarla.

Después empuja, doblándome sobre la superficie de madera, con mis caderas empujándose contra el borde y él, de pie e imponente detrás de mí.

Mi cuerpo se quema, no sé si por la ira o por lo jodidamente caliente que es esta situación.

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