No entendían la abrupta decisión.
Su querido supervisor renunciando.
Ellos sabían que Bill no los dejaría por voluntad, los quería y era recíproco, estaban seguros de que si fuera a renunciar les iba a avisar con tiempo. Dando sus motivos. Naturalmente tardarían de impedirlo.
Toda la empresa se sumió en tristeza.
Amaban su trabajo porque el pelinegro lo hacía, admiraba cuando uno de ellos lograba algo y se los decía, les sonreía y daba un abrazo. Se sentían especiales gracias a él.
Ya no habían: "Felicitaciones", "Todos vamos a apoyarnos", "Comamos juntos", "¡Eres genial!"
Junto con mas frases que el pelinegro les repetía para animarlos.
Ahora volvían a días anteriores, donde no había motivación. La rutina regresaba. Trabajar, almorzar y trabajar hasta terminar todo lo del día.
Tom veía las caras de aburrimiento y estrés que cargaban sus empleados. Habían pasado dos meses desde que el pelinegro salió por esas puertas para no regresar. El trabajo empezaba a acumularse, ya les había advertido que no debía pasar, que su desempeño les traería consecuencias. Habían asentido como si fuera un ruido mas y habían regresado a sus labores.
- ¿Quiere otro café, jefe? -la voz coqueta de su secretaria lo bajo de su ensimismamiento.
De todo el lugar, ella se mantenía como el primer día, no había bajado su nivel y era constante a la hora de entrar a su oficina sin tocar- no, gracias. Retírate que tengo mucho que hacer.
- Le ha llegado una invitación, es de una empresa en la que usted quería hacer negocios -dejó un sobre cerrado con el logo de dicha empresa.
Ella se retiró y Tom procedió a ver el contenido. Luego te mucho era la primera noticia buena que recibía. En ella estaba puesta que habían escuchado de un conocido que él quería hacer un contrato con ellos y estaban dispuestos a tener una reunión en el club que frecuentaban para hablar de ello, en una forma para relajarse y conocerse, porque les gustaba conocer a la persona antes de hacer contratos. También notificaba que sus empleados estaban invitados y ya se les había enviado una invitación.
El viernes a las siete de la noche, las puertas del local estarían únicamente para ellos.
Investigó el local y era enorme. Uno lujoso y con el espacio suficiente para la mayoría de su empresa.
Y faltaban pocas horas para la reunión.
Salió de su oficina y noto a sus empleado abrazándose y llorando mientras miraban las invitaciones. Al verlo todos callaron y sonrieron en grande, le desearon buena suerte y corrieron a sus escritorios.
Tom salió mas relajado de que una fiesta les devolviera un poco de alegría, olvidarían a Bill y todo estaría un poco mas normal. Él también extrañaba a su ex supervisor.
***
Miró sus ropas para ver con qué se vería mejor. Iba a un club a relajarse, pero también iba a conocer a un futuro socio y hacer un contrato. Pasó su mirada a un traje y luego a sus ropa informal. Todavía tenía que atravesar el tráfico y no podía perder mas tiempo, las combinó como pudo y salió.
Estuvo parado en la puerta luego de retrasarse media hora, no había donde aparcar su automóvil y lo dejó a tres cuadras de ahí.
Entró pensando de que tal vez ya había dado una mala impresión. Fue recibido por su secretaria, que vestía, mejor dicho, que mostraba mas piel de lo habitual.
Le dijo que había hablado con los jefes explicándoles que ella había manchado su ropa y tenía que cambiarse. La abrazó agradecido y vio algunas miradas desaprobatorias en sus empleados.
- Muchas gracias por venir -voltearon a ver a un hombre de cabello marrón largo, que tenía un micrófono en su mano y otras tres personas detrás que no se distinguían por la luz, acomodando algunas cosas- se nos dijo que estaban algo tristes -un coro de «sí» sonó fuerte- entonces... -volteó y le pasaron una guitarra, identificó que era un bajo, debido a la forma y porque él solía tocar la guitarra antes- el real anfitrión de esto: ¡BILL! -la luz iluminó atrás y ante todos notaron al pelinegro, que ahora su cabello lo tenía en unas largas rastas negras y blancas que caían en cascada, sus ojos maquillados y la ropa ajustada, corta y gastada que hacía notorio las curvas de su delgado cuerpo, los fuertes gritos sonaron y muchos se abrazaron llorando de felicidad- nuestro querido cantante por esta noche.
Un momento después ya estaban sonando las guitarras y la batería, Bill no dejaba la encantadora sonrisa que tenía hasta que empezó a cantar, los gritos fueron bajando para escuchar la melodiosa voz del azabache, que movía su cuerpo de vez en cuando al ritmo de la canción. Sonreía a todos, en el coro se unía a sus compañeros mirándolos y apoyándose en ellos, estos les sonreían de lado y seguían.
Todos parecían disfrutar de la canción mientras gritaban alabanzas por lo bueno que era e incluso, lo bueno que estaba con ese cambio. Este le lanzó unos guiños a varias personas que lanzaban confeti emocionados.
Tom estaba atónito. Ése no era el chico que conocía y se había enamorado. Este chico era mas atrevido y exhibido; nada como el tímido, gracioso y hablador. Habían tatuajes que solo él conocía por las noches que estuvo bajo sus sábanas.
El tatuaje largo se resaltaba cuando levantaba sus brazos, el de su cadera se notó por fin cuando él mismo se levantó el conjunto que traía; la gente gritó mas fuerte.
Tenía que sacarlo de ahí de inmediato.