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Monstruo por Uriel

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A Jean ya no le quedaban uñas en los dedos. Desde el suceso en los baños Eren no asistió a clases en lo que restó de la semana y eso lo tenía con los nervios a flor de piel. En más de una ocasión lo descubrieron espiando la sala donde el castaño pasaba la mayoría del tiempo ganándose una amonestación por el Director.


Era Martes y hacia frio. Llovía. Los jóvenes entraban corriendo al instituto, buscando refugio del aguacero, otros entraban tranquilamente ya que traían paraguas.


Eren se aferraba a su paraguas con fuerza. Su semblante alicaído era acompañado con unas enormes ojeras bajo sus ojos. Agradecía a todos los santos por usar anteojos, al menos así las ojeras no se notaban tanto.


Los comentarios y las burlas no se hicieron esperar por parte de sus compañeros.


"Mira, mira, ahí viene el rarito feo" —dijo una pelirroja de nombre Isabel.


—"No lo mires..."—dijo un rubio de nombre Farlan con el ceño ligeramente fruncido.


Es tan repugnante...—dijo la pelirroja mirándolo con desprecio—Vámonos, Farpor favor—pidió mientras estrujaba su faldita.


Dios, ¿Sabes lo provocativa que te vez así? Quiero metértela...—Farlan paso su brazo por la espalda de la muchacha, atrayéndola contra sí, hundiendo su nariz en el cabello de la preciosa muchacha aspirando su embriagador aroma y se fueron.


—Mira, mira, Reinner, ahí viene...—dijo Berthold mientras contenía una carcajada. Berthhold se acercó al rubio y le susurró algo al oído. Reinner sonrió con maldad y le hizo una "zancadilla" y Eren cayó de bruces al suelo, sus lentes saltaron de su rostro.


—Ppff JAJAJA—Reinner tomó los lentes del castaño y lo arrojo lejos, sobre un gran charco de agua al igual que el paraguas.


—Oh, pobre cosita fea, ¿no puedes ver nada? Ohhh ¿Quieres tus lentes? ¡Vamos, ve perrito a buscarlos! ¡Ve! —Dijo Berthold—Das asco, Jeager. ¿Por qué no nos haces un favor a todos y te mueres?—Reinner y Berthold miraron al castaño, se miraron entre sí, se carcajearon y se fueron.


Eren se puso de pie con el rostro serio. Trato de enfocar su mirada para saber más o menos donde habrían caído sus lentes pero no sirvió de mucho.


—Creo que esto te pertenece—dijo una voz a sus espaldas. Se giró de golpe y ahí, algo borroso, lo vio.


— ¿Levi?


—Si —le extendió los lentes. El paraguas lo tenía agarrado del mango.


Eren los tomó y se los puso.


—Gracias...—dijo desanimado— ¿L-lo viste...todo? —preguntó sonrojado.


—Si.


Un silencio incomodo los envolvió. Ninguno se atrevía a decir o hacer algo.


El timbre que anunciaba el inicio de clases sonó y aun así ninguno se movió.


—¡¡Eren!!—el fuerte grito que propino Jean se escuchó de lejos. Ambos se voltearon para ver como Jean venia corriendo para arrojarse sobre el castaño envolviéndolo en un abrazo— ¡Eren! ¡Eren! ¡Eren! ¡¿Dónde diablos estabas?!—Preguntó con el ceño fruncido y los ojos algo acuosos— ¡Estaba preocupado, carajo!—Eren sonrió.


Levi desde su lugar observó la escena con el ceño ligeramente fruncido.


¿Acaso no lo veía a él? ¿Acaso tenía la cara pintada?


—Tch. Qué asco. ¿De verdad te tiras al asistente de aseo?—Jean se separó del castaño y miraron sorprendidos al pelinegro de ojos rasgados.


— ¡¿Qué diablos estas diciendo maldito moco...—Eren lo interrumpió tomándolo de la mano, entrelazando sus dedos. Jean miró la unión de ambas manos, luego miró al castaño para seguido al pelinegro; guardo silencio.


— ¿Te importa? ¿Acaso te importa? —Eren tenía el ceño fruncido, sus ojos ardían enardecidos. Se había armado de valor, la presencia de Jean le dio el valor suficiente para hacerle frente— ¿Tú qué sabes Levi? No sabes nada. Así que no hables por hablar. ¿Qué te importa a ti si hago o no algo? Si hay algo entre Jean y yo sólo nos concierne a nosotros...así que... no te metas—le siseó Eren irguiéndose cuán alto era—Jean—dijo mirándolo —debo irme—se acercó y le beso la mejilla—las clases ya comenzaron...nos vemos después, ¿sí? —lo soltó y se fue, sin mirar atrás.


Jean y Levi lo siguieron con la mirada hasta desaparecer por los pasillos; Jean acariciando su mejilla y Levi con el ceño fruncido conteniéndose para no seguirlo y estamparlo contra una pared para golpearlo.


—Eres despreciable—habló al fin Jean aun viendo por donde el castaño se había ido—Jamás le he deseado mal a alguien pero espero que tú te pudras en el infierno—y se fue dejando solo al azabache.


Levi se quedó parado en medio del pasillo mirando la escena sin expresión alguna.


---0---


—Aquí tienes—Dijo la cocinera entregándole una bandeja con comida. La tomó y agradeció para ir a buscar un asiento libre. Todas las miradas estaban puestas sobre su persona, sin disimular. Eren oculto su rostro bajo su largo flequillo. Se acercó a una mesa vacía pero se interpuso Berthold, quitándole el puesto.


—Largo de aquí, suicida, no toques esta mesa, es nuestra, y si la tocas la contaminaras—habló Berthold mirándolo con desprecio.


Eren miró al séquito de idiotas que lo acompañaban, entre ellos Reinner, todos con una bandeja en las manos. Suspiró. No quería armar un escándalo justo en medio del comedor, en su lugar prefería pasar desapercibido, era lo mejor. Aparte él estaba solo y tener que luchar contra ellos, que eran más de diez, sería un pase directo al hospital. Decidió no perder el tiempo con majaderías y salió al patio.


El frio lo golpeó fuerte en el rostro, aspiró. Fue directo a una banca vacía para comer tranquilo.


Hundió el tenedor en el plato y dio el primero bocado, luego otro, tras otro, hasta terminar.


Dejó la bandeja sobre la banca, se levantó cerciorándose de que no había nadie a los alrededores y se fue directo al baño.


Se aseguró de que no había nadie y cerro con cerrojo por dentro.


Fue hasta el baño, se arrodillo ante el inodoro y dejo salir todo lo que tenía en su estómago.


Había comenzado a hacerlo la semana pasada. Su padre los llevo a él y a su madre a comer fuera. Hacía mucho que no salían a algún restaurante. Su padre optó por comida china, comida grasosa. Ordenaron la comida para llevar. Al llegar a casa vio la orden de arroz chino y costillas de cerdo, tan antojable, tan delicioso, imposible de contenerse. Tomó una gran porción para ir y encerrarse en su habitación. Comió con desesperación, casi atragantándose. Cinco minutos pasaron y la culpa lo invadió.


Cerdo...


Las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas.


Asqueroso...


Se miró al espejo de cuerpo completo frente a él.


Gordo...


Sintió nauseas. Cubrió su boca y se metió corriendo al cuarto de baño, se arrodillo ante el inodoro, con la respiración agitada. Eren sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Y lo hizo. Se metió a la boca el dedo índice, medio y anular provocándose arcadas. Las lágrimas corrían ante cada una, era asqueroso, pero siguió haciéndolo hasta que pudo vomitar. Cuando se repuso se levantó y dio la cadena. Se acercó al lavamanos, dio el agua, se lavó la boca y luego la cara.


Fue una experiencia horrible.


Luego de eso le dolía hasta tragar saliva pero sus padres no se dieron cuenta. Actuaban como siempre, como si él no estuviera ahí.


Ahora hacia lo mismo, frente al inodoro, metía su dedo índice, medio y anular provocándose arcadas. Regurgito todo lo que había ingerido.


Las lágrimas recorrían sus mejillas un efecto involuntario de la fuerza que utilizo al vomitar.


Se acercó al lavamanos y se miró al espejo, su rostro ojeroso, con las mejillas rojas, los labios algo hinchados, su rostro redondeado y sus ojos algo apagados. Se quitó los lentes. Dio el agua, se lavó la boca y luego la cara. Su respiración estaba agitada.


Toc.


El primero golpe.


Eren sintió su corazón volver a acelerarse.


Toc, toc.


Eren se alejó del lavamanos.


Toc, toc, toc.


Se acercó temeroso a la puerta.


Toc, toc.


Descorrió el cerrojo y la puerta se abrió. Bajo la cabeza, ocultando su rostro bajo su flequillo.


—Lo siento—dijo. Y se dispuso a irse pero el fuerte empujón que le dieron lo hizo tambalearse. Cayó al suelo. Soltó un quejido y encaró a la persona con sus orbes verdes queriendo una explicación, pero se quedó de piedra, era él.


— ¿Adónde crees que vas?— dijo Levi con una tenebrosa voz que le erizó la piel de la nuca a Eren.


—Te-Tengo cosas que hacer—respondió. Se levantó y sacudió su pantalón. Se disponía a irse pero el azabache lo tomó por el brazo y lo estampo contra la pared.


—Oh, por supuesto que no. Tú y yo tenemos muuuchas cosas de las cuales hablar—La voz del azabache se enronqueció y le provocó un gran terror al más joven. Levi apretó la muñeca del castaño con fuerza.


— ¿Hablar? —Eren trato de soltarse del fuerte agarre inútilmente —No hay nada de qué hablar—frunció su entrecejo—ahora suéltame maldito hijo de...


La primera trompada fue directo a su quijada le hizo cerrar los ojos, mientras el sabor de la sangre le contaminaba la boca—A mí no me hables altaneramente, mocoso—Eren forcejeó fervientemente tratando de liberarse— ¡Basta, maldita mierda!—Levi le propinó otra serie de golpes y justo antes de incrustar su puño por décima vez en su estómago se detuvo. Su respiración estaba agitada, su puño temblaba, sudaba. Cuando reaccionó vio al muchacho de preciosos ojos color aguamarina quieto, con los ojos cerrados y respirando con dificultad. Sus lágrimas recorrían sus mejillas mezclándose con la sangre que corría por la pequeña hendidura situada entre el labio superior de la boca y la nariz.


—N-no más—susurró con la voz quebrada—P-por favor...no...mas, Le...vi—Levi lentamente relajo su agarre ¿Qué había hecho? Había lastimado al niño, al niño que se le declaró, al niño de preciosos ojos, al niño que él...


—Eren...yo—Eren se desplomó en el suelo ya sin fuerzas. Se apoyó contra la pared y se abrazó a sus piernas.


— ¿Por qué? ¿Por qué Levi? ¿Qué te he hecho? ¿Tanto así me odias? —el muchachito lloraba desconsoladamente—No quiero...ya, no quiero ¿Por qué tuve que conocerte? No quiero...ya no quiero amarte...yo—Levi lo interrumpió, atrayéndolo contra su cuerpo, estampo sus labios contra los del castaño quien no alcanzó a reaccionar cuando el pelinegro ya lo tenía contra la pared. 


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