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My little piece of cake por Izuspp

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Erwin Smith era un niño de escasos recursos, que vivía con su madre y su padre, en los barrios más pobres de la ciudad. A pesar de las limitaciones, era bastante feliz, sus padres le amaban sobre todas las cosas y procuraban darle lo que necesitaba, si es que su bolsillo se los permitía. Lamentablemente, teniendo Erwin una temprana edad, la señora Smith contrajo una enfermedad mortal. A pesar de que no tenían mucho dinero, el señor Smith gastaba todo lo que tenía en los tratamientos para su esposa. Como no poseía un seguro médico, y las medicinas eran muy costosas, el hombre tuvo que vender todo lo que poseían, para poder costear los tratamientos. Pero aun así, a enfermedad avanzaba, finalmente, el señor Smith dejó de trabajar del todo para cuidar a su esposa en sus últimos días de vida. En poco tiempo, la mujer dejó el mundo para descansar de tanto sufrimiento, dejando a su abatido esposo y a su inocente hijo, solos.


El pequeño Erwin, sufrió mucho con la pérdida de su madre, pero también con la falta de alimento y demás artículos de consumo básico. Su padre había vendido todo, tampoco tenía trabajo fijo, así que muchas veces no tenían ni qué comer. Tuvieron que abandonar la casa en la que vivían, que era bastante humilde pero acogedora, para alquilar otra que consistía en una pequeña habitación, que fungía como cuarto, sala y cocina; además de un sucio y maltrecho baño. Estaba ubicada en un barrio bastante peligroso, por lo que el señor Smith siempre debía estar alerta, cuidando a su hijo. La pasaron sumamente mal, y al niño ni siquiera le dio mucho tiempo de vivir el duelo por la muerte de su madre, debido a su precaria situación.


El señor Smith procuraba tener al menos una comida al día para su hijo, aunque no tuviese nada para él mismo en ocasiones. Pero por sobre todas las cosas, se ocupó de mantenerlo estudiando a toda costa, sabía que era la única manera de que la situación del pequeño cambiara alguna vez. "No cometas el mismo error que yo Erwin, debes estudiar, solo así podrás cambiar tu situación y asegurarte un buen futuro." Fueron las sabias palabras de su padre, que aunque era un hombre sumamente inteligente, tuvo la mala suerte de no tomar una buena decisión y no continuar sus estudios, casándose desde joven y dedicándose a trabajar en cualquier cosa.


Como la pobreza en la que vivían era tan extrema, Erwin debía acudir a la escuela usando uniformes viejos, zapatos rotos, cuadernos baratos, y nunca tenían dinero para adquirir los libros que necesitaba, por lo que tenía que pedirlos prestados en la biblioteca de la escuela. Debido a esto, era rechazado y molestado por sus compañeros quienes eran más pudientes. Cosas tan sencillas como ver a los otros niños con geniales mochilas nuevas, cuadernos con portadas modernas, bolígrafos de colores, y decenas de diferentes tipos de cosas bonitas, las cuales en su inocencia infantil, miraba con tristeza al no poder poseer. Además, que sus mismos compañeros y compañeras se encargaban de restregárselo a la cara cada vez que podían. Era doloroso para el niño, cuando se burlaban de sus zapatos con puntas abiertas o sus pantalones remendados, inclusive algunas veces llegó a ser abusado por los niños más malos y grandes. Pero su padre también le había enseñado, que los problemas no se resolvían a golpes sino mediante el diálogo, por lo que el pequeño Erwin, aprendió a aguantar todo ese tipo de maltrato, sin levantar un puño en contra de nadie.


Resultó ser, que cuando Erwin era un poco mayor, su padre finalmente fue contratado como asistente en una pequeña pastelería. El dueño era un hombre de una edad cercana a la del señor Smith, con una redonda barriga y un alegre semblante. Al ser un excelente repostero, su negocio era bastante famoso y tenía buena clientela, por lo que necesitando alguien que hiciera entregas, limpiara el local y atendiera la tienda mientras él horneaba; terminó contratando al padre de Erwin.


Fue cuestión de poco tiempo, para que el niño conociera a Théodore, el pastelero. Quien era un hombre extremadamente amable y siempre le invitaba a un trozo de pastel, cuando iba a visitar a su padre a la tienda. El niño jamás olvidaría la primera vez que los probó, nunca había tenido la oportunidad de comer uno, y el día que conoció al pastelero, su vida cambió para siempre. El sabor de aquel postre, su textura, su presentación, fueron tan impactantes para el niño, que inmediatamente decidió que quería aprender a prepararlos. Pero mantuvo ese deseo en secreto, ya que sabía que su padre esperaba que se convirtiera en un gran médico, un político, o que eligiera alguna profesión de ese tipo.


Llegado a su adolescencia, las cosas no habían cambiado mucho para Erwin, ya que el salario de su padre les alcanzaba para vivir solamente. Aunque con motivo de ayudarle y al menos tener algo de dinero extra para comprar sus libros y útiles escolares, el rubio trabajaba de vez en cuando en cualquier cosa que pudiese encontrar. Y aunque ya no pasaban hambres, continuaban siendo muy pobres, por lo tanto el joven seguía siendo víctima de constante burla y maltrato; además, al ser un estudiante aplicado, no le agradaba a sus compañeros y por ello no tenía amigos.


— Théodore. — Llamó el adolescente al pastelero, un día que estuvo visitándolos, pero su padre se encontraba haciendo unas entregas, por lo que como de costumbre el hombre le invitó a un poco de pastel mientras lo esperaba. — Si no fuese demasiado pedir ¿me enseñarías a preparar pasteles?


El hombre miró al joven con los ojos muy abiertos, le había sorprendido aquello. Siempre había querido tener un aprendiz, y nunca se casó ni tuvo hijos, por lo que jamás había tenido la oportunidad de traspasar aquellos conocimientos que había adquirido en su madre patria. Pero, había aprendido a ver a Erwin como si fuera su propio hijo, siempre le pareció adorable y muy respetuoso y al crecer vio que se convirtió en un joven inteligente, cortés y aplicado. No había manera en la que no hubiese desarrollado gran cariño por él.


— ¡Oh Erwin! ¡No sabes lo feliz que eso me hace! Pero, ¿estás seguro? Siempre escucho a tu padre hablar de que algún día serás un gran abogado, doctor o alguna de esas cosas y te advierto, una vez que entras al mundo de la cocina, descubres que eso es lo único que quieres hacer por el resto de tu vida.


— Ni siquiera tuve que haber cocinado nada en mi vida, para saber que eso era lo que quería continuar haciendo. Tan solo probar tus postres fue suficiente para mí Théodore, lo decidí desde la primera vez que me obsequiaste uno. No te preocupes, yo le demostraré a mi padre que puedo ser un pastelero como tú y ser exitoso en la vida. Entonces, ¿podrías enseñarme?


A partir de ese momento, el pastelero aprovechó siempre que el señor Smith se encargaba de las entregas, para enseñarle a Erwin a cocinar. El jovencito también comenzó a investigar por su parte, pedía libros de cocina prestados en la biblioteca, y con el dinero que lograba ganar de vez en cuando, compraba ingredientes para practicar él solo cuando su padre no estaba en casa. Para el pastelero, Erwin tenía una habilidad innata, desde el momento en que comenzó a comprender cómo funcionaba todo, el resultado fue inmediato. El joven resultó ser sumamente habilidoso, y aprendía con mucha facilidad, sin que le tuviesen que repetir las instrucciones. Por lo que rápidamente consiguió tanto lograr los más deliciosos sabores y texturas, como a realizar hermosas y detalladas decoraciones en los postres.


Así, pasaron los años. Erwin se dedicaba a trabajar cuando podía, estudiar constantemente y aprender con Théodore cuando se le presentaba la oportunidad. Hasta que llegó su último año de secundaria, y el pastelero le hizo una oferta que no podía rechazar. Lo único que necesitaban era convencer a su padre.


— Padre, hay algo que quiero mostrarte. — Le llamó el joven en uno de sus días libres, mientras ambos se encontraban en su hogar, que ya había pasado de ser un solo cuarto, a una pequeña y modesta casita. El hombre pasó a la cocina, intrigado. En donde vio que el joven había dispuesto una cantidad de ingredientes y utensilios de cocina. — Quiero que veas esto.


Habiendo pronunciado esas palabras, Erwin comenzó la preparación de un pastel, ante la cada vez más sorprendida mirada de su padre, que jamás se hubiese imaginado ver aquella gran habilidad culinaria en manos de su hijo. Y es que con los años, el señor Smith había notado cómo Erwin había mejorado mucho en la cocina, ya que por lo general era él quien se encargaba de preparar las comidas, mas nunca pensó que eso pasaría a ser más que un par de buenos platillos.


El producto final, fue un pastel de chocolate y caramelo, decorado con mermelada de fresas y fresas frescas cortadas en forma de flor. Tanto el aroma como la presentación, hacían agua la boca, y cuando el señor Smith lo probó, no podía creer lo que estaba degustando, el sabor era casi idéntico al mismo pastel que preparaba su empleador.


— ¡Esto está delicioso hijo! ¿Pero cómo es que…?


— He estado aprendiendo con Théodore, y por mi cuenta, desde hace varios años ya.


— ¿En serio? ¿Pero por qué nunca me lo dijiste hijo?


— Porque desde niño, decidí que quería dedicarme a esto el resto de mi vida, pero entiendo que tú quieres que yo sea un profesional exitoso. ¡He investigado padre! Si logro estudiar gastronomía en la universidad, podría convertirme en un chef famoso y trabajar en los más lujosos restaurantes, inclusive llegar a tener uno propio. — Su padre le miró aún sorprendido, jamás se esperaba tal revelación.


— Erwin, está bien querer seguir tus sueños, perdóname si te había dado la impresión de que deseaba que te convirtieras en lo que yo quería, y no en lo que tú deseabas. — Esta vez fue el joven el que se sorprendió de sobremanera. — Pero hijo, personas como nosotros no podemos darnos ese lujo. Si quieres salir de la pobreza, primero debes estudiar algo que te proporcione un buen puesto de trabajo y una vez teniéndolo, podrás hacer lo que quieras. ¿No te parece una mejor opción?


— ¡Pero si quiero llegar a ser un chef profesional, debo estudiar y practicar desde ya! Padre, confía en mí por favor, tengo un plan, Théodore me ayudará. Todo saldrá bien, te lo prometo.


Ante los ruegos de su hijo, el hombre no tuvo más que aceptar; pero cuando escuchó el plan que el pastelero tenía para Erwin, no le pareció una idea tan mala después de todo. Théodore, tenía un amigo en la capital, el cual poseía una pastelería al igual que él. Su nombre era Keith Shadis, y le estaba haciendo falta un asistente en la tienda, por lo que Théodore le recomendó a Erwin, haciéndole saber que era su aprendiz y asegurándole que era muy bueno para la preparación de los postres. Shadis aceptó, confiando en la recomendación de su amigo, además, aceptó alquilarle a Erwin una habitación en su propia casa y permitirle continuar estudiando.


Fue así, como Erwin comenzó el gran viaje a realizar su más grande sueño. Viviría en la capital, se graduaría de secundaria y obtendría una beca en la mejor universidad. El joven partió sumamente entusiasmado, pensando en que le esperaba un brillante futuro. Más nunca se imaginó, que en ese proceso, encontraría lo que se convertiría en su segundo gran sueño.


Continuará…


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