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The Gift por midhiel

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The Gift

Capítulo Cuatro

Charles recordaba cuánto le gustaba usar la barriga de su amante como almohada cuando yacían acostados en el lecho. Erik leía antes de dormir alguna biografía histórica y Charles le apoyaba la cabeza sobre el vientre para que lo mimase y le leyera en voz alta, igual a como él hiciera con Raven de niños.

Los primeros meses lo disfrutaban pero a partir del sexto, Erik protestaba argumentando que su cabeza telepática hacía protestar a la criatura. Charles reía y se apretaba más, a lo que Magneto lo empujaba para quitárselo de encima y terminaban a los besos y haciéndose el amor.

Charles no podía creer lo feliz que había sido con él. Ahora Erik ya no estaba más pero Jean le había dado esperanza al enseñarle que existía la posibilidad de traerlo de regreso.

Cuando la joven se calmó, Charles la acompañó a la recámara para que durmiera un rato. Esa mañana no asistiría a clases y le pediría a Hank que le hiciera un chequeo general cuando despertara.

-No te vayas, por favor – suplicó Jean, cuando estuvo arropada y lista para dormir.

Charles acercó la silla a su cama. Jean suspiró con alivio y cerró los ojos. La cantidad de energía que había gastado con las visiones y la presencia de Erik la hicieron dormirse enseguida.

Mientras la observaba durmiendo, el telépata recordó la última vez que Magneto había estado en la mansión. Erik acababa de entrar en el séptimo mes y Charles lo convenció de que no podía seguir esperando más y tenía que instalarse permanente en Westchester. Desde que supiera del embarazo, le había pedido que se asentara en la mansión pero Erik siempre encontraba una excusa para regresar a Genosha. Esa vez Charles le arrancó la promesa de que volvería en cinco días y se quedaría con él hasta el parto. Obviamente conocía su fobia por todo lo que tuviera que ver con instrumentos quirúrgicos, cirugías y demás, pero lo consoló asegurándole que no lo dejaría solo ni un instante y, al momento de la cesárea, se metería en su mente para darle paz y quitarle el dolor y el miedo.

Erik terminó por aceptar. Sabía que era absurdo y peligroso permanecer en un lugar inhóspito como su isla con un alumbramiento cerca. Se despidieron y él se preparó para finiquitar asuntos en Genosha y regresar con Charles. Lamentablemente había estado acomodando su maleta para partir cuando se decidió el ataque a la isla y después, bueno, se sabía qué había pasado después.

Charles se cubrió la cara mientras lloraba recordando. No quería enviarle sensaciones negativas a su hija mientras descansaba pero su tristeza era inevitable. Si solo Erik hubiera partido un día antes, la historia de los tres habría sido tan diferente.

-No llores más – escuchó una voz. Era definitivamente la de Erik -. Por favor, amor mío.

Charles volteó y se encontró con su amante sentado en un sillón de la recámara junto al ventanal, igualito y nítido a como lo había visto en su despacho un rato antes.

-Erik – murmuró.

Magneto le extendió los brazos. Charles rodó la silla hacia él y se abrazaron y lloraron los dos. Luego se miraron y se fundieron en un beso. A Charles le parecía un sueño estar percibiendo sus brazos, su cuerpo, sus labios otra vez. Erik no podía creer que al fin sintiera a su amante. El olor, la textura de la piel, las lágrimas, el tacto, todo sabía igual y, por un segundo, los dos sintieron que retrocedían dieciséis años.

-Te estás preguntando qué ocurre, viejo amigo – le susurró Erik, mientras lo apretaba con fuerza. “Viejo amigo,” cuánto hacía que Charles no escuchaba ese apodo cariñoso que se tenían el uno para el otro -. Estoy aquí gracias a nuestra pequeña. Gracias a su poder puedo manifestarme solo cuando ella está presente. Ahora que duerme y se relajó, me envió un caudal importante de energía y por eso estoy aquí contigo.

Charles se separó para observarlo. Se acariciaron las mejillas con los pulgares y lloraban y reían.

-Supuse que su poder tenía algo que ver – contestó -. Entonces, es ella quién puede traerte de regreso. Cuéntame qué te pasó, ¿dónde estuviste todo este tiempo, Erik? ¡Maldita sea que te extrañé! – y lo besó efusivamente.

Cuando volvieron a apartarse, Erik carraspeó.

-Fallecí, Charles – confesó con melancolía y tristeza -. Pero el poder de Wanda hizo que no me apartara de su lado. Me mantuve junto a ella, aunque en otra dimensión que me impedía interactuar con los vivos. Pude ver y escuchar cómo Emma urdía su plan, el odio que le tenía a nuestra hija y te tenía a ti, pude ver cómo la hacía llorar y Wanda estaba indefensa y yo no podía defenderla – Charles le apretó la mano, Erik se estaba poniendo demasiado nervioso -. Se la llevó de Genosha, Charles. Manipuló mentalmente a todos y se la llevó lejos. La entregó a una familia, los Grey, que le cambiaron el nombre a Jean. Yo me mantuve a su lado durante sus primeros años. Vi cómo otras manos que no eran las tuyas ni las mías la cuidaban, la mimaban, le entregaban el amor que nos correspondía a nosotros.

-Erik, tranquilízate – le pidió sereno.

-Es que no lo entiendes, Charles. Wanda creció rodeada de la mentira que Emma le había construido por puro rencor.

-Erik.

Magneto pasó saliva para calmarse y continuó.

-En su octavo cumpleaños, esta familia la llevó de paseo y Wanda liberó sin darse cuenta su poder. Produjo el accidente fatal y yo, mi esencia en realidad, pudo al fin manifestarse gracias a su poder liberado y logré protegerla. La cubrí como un escudo con mi cuerpo – recordó -. Ella no podía verme ni oírme porque todavía no tenía suficiente energía, pero me sintió. Permanecí con nuestra hija hasta que llegaron las sirenas, la besé en la frente, no sé si pudo sentir ese beso, y me alejé para que la rescataran.

Charles le sonrió. Lloraba a mares.

-¿Y luego?

Erik le limpió las lágrimas.

-Usé la cantidad inusitada de poder que Wanda había liberado para viajar hasta aquí y pedirte al oído que la trajeras. Tú la buscaste y la trajiste hasta aquí, comprendiste quién era y la cuidaste y educaste por otros ocho años.

-¿Dónde estuviste tú todo ese tiempo, Erik? ¿Estabas aquí? ¿Podías vernos, escucharnos, sentirnos?

-Permanecí junto a Wanda todo el tiempo porque es su propia energía la que me permite conectarme a este mundo – explicó Magneto -. Sí, te vi y te oí y hasta te olí cada momento que estuviste con ella pero no podía manifestarme hasta que cumplió dieciséis.

Charles suspiró maravillado. Apenas podía comprender la magnitud de lo que le estaba contando: Erik había estado a su lado durante los últimos ocho años.

-¡De haberlo sabido! – exclamó -. Si tan solo hubieras podido enviarme una simple señal, pero no podías hacerlo. ¡Erik! – lo besó de cuenta nueva -. Estuviste aquí y yo no pude ayudarte.

-Charles, escucha –lo apremió -. Tengo poco tiempo antes de desaparecer nuevamente y necesito explicarte – Charles asintió serio -. Cuando Wanda cumplió dieciséis, liberó gran parte de su poder y pude manifestarme con más fuerza pero solo a ella sin entrar todavía en esta dimensión: podía acariciarla, abrazarla, que me percibiera a su lado, hasta que ayer, al contarle la verdad, permitiste que su energía se expandiera más y ahora sí puedo permanecer en este plano por algunos instantes. Ayer lo hice por primera vez, después de que te fuiste de su cuarto y su energía se liberó, pude corporizarme y darle un beso, fueron unos segundos pero pude volver por primera vez y sentirla. Después le envié visiones durante la noche y durante el día para que recordara y se pudiera comunicar conmigo. Es una joven muy poderosa e inteligente.

-Es nuestra hija, Erik – enfatizó Charles con orgullo -. ¿Qué esperabas?

Erik le sonrió.

-Lo sé. Necesito que actúen los dos pronto. Hay una forma de traerme de regreso y es juntando su energía con tu poder mental, Charles. Tienen que unir sus fuerzas y podrán activar un portal que me permita regresar y quedarme con ustedes. Mi cuerpo, el que los mutantes enterraron en Genosha en una tumba en forma de X, abandonó esta dimensión la misma noche que me sepultaron, y volverá a tomar forma cuando ustedes consigan traerme de regreso. Hank puede crear una máquina como Cerebro que los ayude a abrir el portal – Erik suspiró, comenzaba a perder las fuerzas -. Hank puede ayudarlos con una máquina. . .

-Erik, no sigas – pidió Charles al notar que se estaba esforzando -. Sé, entonces, lo que debemos hacer. No temas, viejo amigo – lo besó -. Te traeremos de vuelta a casa.

Erik se evaporó en medio del beso. Charles sintió que sus labios tocaban el aire. Se volvió llorando emocionado hacia la cama y vio que Jean se estaba desperezando.

-¿Qué pasó? – preguntó la joven.

-Conozco la forma de traerlo de regreso – explicó Charles entre lágrimas de alegría.

……………

Hank apartó de la biblioteca todos los libros de física, realidades alternas y portales interdimensionales que había y los repasó hoja por hoja. Enseguida puso manos a la obra para construir una máquina que sirviera de transporte para Erik. Charles y Jean unirían sus mentes para hacer funcionar el aparato. El telépata preparó a su hija mediante sesiones en las que le enseñaba cómo focalizar su mente y controlar su energía. Jean se esmeraba y con la guía de Charles lo consiguió. Erik se aparecía por las noches cuando la joven dormía para despedirla con un beso o una caricia. No quería manifestarse durante el día para no interrumpirlos.

Fue un trabajo arduo para los tres de un mes entero. La noche en que se cumplían los treinta días, después de tanta dedicación, estuvieron preparados. Eligieron el laboratorio en el sótano y Hank se encargó de cerrarlo para que nadie los interrumpiera.

La máquina consistía en una computadora alta, con varias pantallas y botones para leer datos. Tenía un radar en el techo y una especie de embudo, que sobresalía y se inclinaba hacia el piso.

Jean y Charles se tomaron de las manos, sentados junto al aparato, y se prepararon para hacerlo funcionar.

-Confía en mí, pequeña – le pidió su padre -. Todo va a salir bien. Mantén tu mirada en mis ojos todo el tiempo y concéntrate. Yo estoy aquí contigo. Si algo te molesta o te duele demasiado, apriétame los dedos y nos detendremos.

Jean asintió, mientras se mordía los labios. Estaba nerviosa y llena de esperanza.

Con audífonos gigantes que le cubrían las orejas, Hank se sentó junto a un tablero conectado al aparato. Padre e hija se miraron fijo.

-Ahora, Jean – ordenó Charles y comenzaron a concentrarse al mismo tiempo.

El aparato permaneció apagado por un instante. Después saltaron chispas y las pantallas se encendieron y apagaron. Hank apretó algunos botones.

Jean sintió miedo y cerró los ojos.

-Vamos, mi niña – la apremió su padre y le acarició los dedos -. Ya estamos cerca.

Jean abrió los ojos y se encontró con los de Charles. Su mirada le transmitió la confianza que necesitaba y siguió focalizando su poder.

Tras un par de intentos fallidos, los instrumentos comenzaron a andar. Las pantallas se encendieron y empezaron a transmitir lecturas. Hank sonrió de oreja a oreja al ver su tablero encendido y se concentró en hallar las coordenadas de Erik en la otra dimensión.

Charles usó su telepatía para buscarlo a través del portal que el aparato había abierto. Erik estaba detenido en un mundo de luces centellantes. Charles lo rastreó entre los resplandores, que se encendían y apagaban. Recorrió con su mente los distintos sitios. Jean le enviaba energía para ayudarlo. De pronto, el telépata hizo contacto con la mente de Magneto.

-Erik.

-Charles – sonrió con entusiasmo.

-Sigue mi voz – ordenó el telépata con calma -. La puerta está abierta, sigue mi voz y te guiaré para que la cruces.

-¡Charles! – exclamó Hank, feliz, y se presionó los audífonos para escuchar mejor -. Acabo de localizarlo. Se está acercando a la entrada. Sigue guiándolo, por favor.

Erik caminaba despacio pero seguro. Charles le hablaba y transmitía paz al mismo tiempo. Magneto no podía ver nada, solo la luz incandescente. De repente, sus rayos lo enceguecieron y despertó desnudo debajo del embudo de la máquina. El aparato se apagó. Jean se desvaneció por la cantidad de energía que había gastado, y quedó dormitando serena en su asiento.

Hank se quitó los audífonos y corrió a socorrer a Erik. Había dejado por precaución una manta cerca, que le entregó para que se cubriera. Erik se miró fascinado las manos, los brazos, el cuerpo entero, y se tocó el rostro. Podía palparse al fin y podía sentir la calidez del ambiente. Definitivamente estaba allí vivo con sus seres queridos. Se echó la manta sobre los hombros. La textura de la tela y el calor lo hicieron cerrar los ojos y suspirar. Podía sentir la vitalidad después de dieciséis años.

Charles había quedado estático en su asiento, con una mezcla de alegría, confusión y escepticismo. Todavía no lo podía creer.

-¿Charles? – le sonrió Erik.

El telépata rodó la silla hasta él y le apretó las manos. Le tocó todo el cuerpo para cerciorarse de que estuviera vivo y sintió su calidez vital. Luego detuvo la vista en la espantosa cicatriz, que le había dejado esa cirugía precaria. Erik lo notó y se acarició las líneas blancas en el vientre.

-No les hagas caso, viejo amigo – le sonrió para consolarlo -. Esto es el pasado y estamos juntos aquí y ahora.

Llorando, se abrazaron los dos. Hank tuvo que quitarse los lentes para secárselos porque lloraba a mares con ellos. Después volteó hacia Jean y buscó otra frazada para cubrirla. Ella seguía durmiendo profundo y en paz.

-¿Cómo está nuestra princesita? – quiso saber Erik, apartándose un momento de Charles.

-Allí la tienes.

Envuelto en la manta, Erik se acercó a la joven y se arrodilló a su lado. Le acarició la mejilla y a su tacto, Jean abrió apenas los ojos.

-Ya estoy de regreso – susurró Erik y le besó la frente -. Gracias, princesa.

Jean le sonrió y volvió a cerrarlos. Estaba agotada.

-Yo me encargaré de llevarla a su dormitorio – se ofreció Hank y la cargó con cuidado -. Voy a examinarla para asegurarnos de que esté sana y volveré con algo de ropa para ti, Erik. Sabes, Charles tiene guardada toda la que tenías en Westchester, desde la época en que te conocimos.

-Gracias.

-Gracias, Hank – asintió Charles.

Erik se volvió hacia su amante. Se besaron y esta vez con un beso largo y emotivo, no les importaba cuánto pudiera durar porque sabían que Erik estaba allí para no irse más.

……………….

¡Hola!

Ya Erik regresó y están juntos al fin los tres. Espero que les haya gustado y muchas gracias por haber leído hasta acá. Tengo una consulta que hacerles, ¿les parece que Emma merece un castigo por lo que hizo? Si se le va a dar un castigo, ¿cuál podría ser?

Besos

Midhiel






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