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Dawn Star por Kitty Pasta

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Notas del capitulo:

Por fin llegó el día del compromiso, y el palacio entero está revolucionado por eso. Cyalume y Faris se preparan con entusiasmo, pero no son los únicos.

-¡Cyalumeee…! ¡Hora de levantarse!

-¿Mh…?

-¡Hora de levantarse, cariño!- exclamó una voz musical a su lado, haciendo que abriera perezosamente los ojos y se encontrara con un panorama poco usual: cinco chicas vestidas con remeras y shorts llevándole el desayuno, en lugar de sus criados de siempre. Parpadeó dos o tres veces y volvió a mirar, y a medida que miraba una gran sonrisa luminosa fue apareciendo en su cara al reconocer a sus amigas. Alysa y Flora depositaron dos bandejas cargadas sobre su cama, mientras Kayla y Kitty May corrían las cortinas. Por último, Elise le había acercado unas pantuflas y una bata ligera para que se levantara. Se sintió emocionado.

-¿Qué hacen aquí…?- preguntó, maravillado por su actitud positiva.

-¿Cómo qué hacemos aquí?- fue la explosiva respuesta de Alysa. Se había recogido el cabello en una cola y lucía chispeante.- Vinimos a consentirte y a dejarte fresco y precioso para la noche, ¿qué más? Anoche me pediste que te ayudara con los preparativos finales. Seguramente tendrás que probarte el traje, peinarte, y ensayar un poco los votos, así que le hablé a las chicas y decidimos que entre todas seremos tus damas de honor. ¿Sabes que es eso?

-No… pero suena bonito- respondió igual de alegre que ella.

-Las damas de honor son las que ayudan a la novia a prepararse para su boda- explicó Elise.- Claro que esto no es una boda, y tú no eres novia sino novio… pero da igual. Las damas de honor estamos para facilitarte la vida antes del gran momento. Pídenos lo que quieras.

-Me parece una idea genial. ¡Son todas tan amables! Yo las invité para que disfruten una fiesta y ustedes están aquí queriendo asistirme…- sacudió la cabeza para evitar llorar, y ellas lo abrazaron en ronda para tranquilizarlo. Flora exclamó:

-¡No es hora de llorar, sino de prepararse! ¡Vamos a comer!

Cyalume asintió y las convidó de sus galletitas y su café, mientras hablaban todos al mismo tiempo y trazaban planes. Eran las diez de la mañana y la ceremonia era a la medianoche, en el salón de recepciones principal del palacio; después de recibir la bendición lunar de la reina, habría una cena elegante seguida de un baile. El baile, les aclaró Cyalume, abriría con un vals ceremonial, pero después sería muy informal y divertido, como cualquier fiesta humana. Al escuchar eso Kayla aplaudió y declaró en nombre de todas que sería el baile más genial de sus vidas.

-El compromiso será algo muy selecto, pero para la boda se abrirán las puertas del palacio y dejaremos entrar a todos los undercats que quieran venir- les contó.- Mi madre opina que un buen gobernante no debe sentirse superior a su pueblo, y que debe compartir con ellos como un igual. En este tipo de ocasiones, entonces, dejamos que todos vengan y sean parte de nuestra alegría.

-Va a ser algo grande. Estoy un poco nerviosa…

-¡No tienes por qué estarlo! La fiesta se prolongará hasta mañana, pero puedes retirarte en cualquier momento que quieras. De hecho, ni siquiera yo sé si me quedaré hasta el final.- Un leve sonrojo en sus mejillas hizo que Kayla lo mirara pícaramente y preguntara:

-¿Porque estarás impaciente por ir con Faris a coronar la noche a solas, no?- Ante las risas de todas Alysa intentó retarla, pero evidentemente ella también pensaba lo mismo. El propio Cyalume vaciló un segundo y luego asintió, dándose cuenta que era tonto negar lo obvio.

-Sí… sí, estoy bastante ansioso. Faris quiere esperar hasta la boda, pero no pienso esperar seis meses más. Pienso aprovechar esta noche para ser suyo de una vez por todas.

-¡Bien, así se habla! Eso significa que también debemos ayudarte a planear un encuentro íntimo de esos que hacen historia. Presta atención que hay mucho que hacer… ¿mh? ¿Te sientes bien, Cyalume?- preguntó al ver que se abanicaba con las manos y agitaba la cola.

-Sí, claro, es que tengo calor… ¿ustedes no?

-Pues sí, pero nosotras somos humanas- contestó Elise vacilante.- En nuestro mundo no hace tanto calor, pero tú, ¿no deberías estar acostumbrado?

-Déjalo- interrumpió Kayla- de seguro son los nervios otra vez. ¿A qué tengo razón? Esta noche se comprometerá, cualquiera en su lugar estaría igual que él. Yo propongo que nos pongamos manos a la obra con lo nuestro, así tendrá la cabeza ocupada con otras cosas.

-Diablos, sí, tienes razón- asintió Cyalume bebiendo un último sorbo de té y saliendo de la cama con rapidez.- Había pensado en pasar el día en el spa de mi madre. ¿Me acompañarán?

-¡Por supuesto!- contestaron las chicas a coro, entusiasmadas.

(…)

Ningún spa que hubieran visto se parecía a ése, ni remotamente: la inmensidad de las salas de masajes, piscinas y otras terapias era para dejar a cualquiera con la boca abierta, además de que habían sido construidas en todo su natural esplendor, lo que les daba el aspecto de grutas pero con suelos de mármol y una gran iluminación. Los empleados eran todos jóvenes de muy buen ver, con pelajes lisos y uniformes blancos. No menos de una docena en respetuosa fila les dieron la bienvenida, haciendo reverencias y guiándolos a los baños para que pudieran cambiarse. A Flora, amante de las cosas bellas, le fascinó lo prolijo que lucía todo y los bonitos detalles femeninos, tales como lámparas de cristal con forma de rosas, o implementos de higiene en tonos pastel. Sin embargo, cuando dos undercats entraron para dejarles una carga de toallas y batas nuevas, se sintió un poco chocada y los miró con aprensión. Cyalume se dio cuenta y esperó a que se fueran para pedirle disculpas y explicarle.

-Tienes que entender que somos una sociedad compuesta en un 99% por hombres, Flora. Nadie está acostumbrado a tratar con mujeres, así que es lógico que se comporten como siempre.

-¿Y tu madre…? ¿Acaso este no es su spa?

-Mi madre no es una mujer, es una diosa. Solo sus criados de mayor confianza tienen permitido verla y asistirla en estas tareas. Pero si consideras que has sido ofendida, puedo…

-¡No, no, no hace falta!- exclamó la chica ruborizándose y agitando las manos al mismo tiempo.- No es para tanto, además soy yo la que tiene que recordar donde está.

-A mí no me preocupa que me vean desnuda- declaró Kayla guiñándoles un ojo y tomando una toalla.- No tengo nada que esconder de nadie.

Después de haberse cubierto decentemente con toallas, Cyalume y sus amigas fueron guiados por un sonriente undercat de pelaje gris oscuro hasta la sala de hidromasaje; una piscina excavada en la roca de al menos dos metros de profundidad y treinta de largo. La habitación hubiera estado bastante a oscuras si no fuera por unas grandes luces azules ubicadas en el fondo de la piscina, que provocaban el efecto de estar en una caverna submarina. Otros empleados las ayudaron a sentarse al ver que entornaban mucho la vista, y les acercaron pequeñas valijas con jabones fragantes y shampús. Después se retiraron y les permitieron retomar su charla.

-Oye Cy, ¿no hay más luces en esta sala? Se siente algo raro…

-No, lo siento. Aunque mi madre es la diosa de la luz lunar, la oscuridad también es importante para ella, por eso muchas habitaciones privadas suyas están en penumbras. Pero no te preocupes, dentro de un rato te acostumbrarás a la luz azul. Es muy relajante…

-Tienes razón- asintió Alysa, dejando que la tibieza del hidromasaje la envolviera.- Siento como si pudiera ponerme a nadar aquí y no marcharme jamás.

-Considerando el calor que hace en este mundo, esto es inesperadamente fresco. ¿Cómo es posible? ¿Hay algún tipo de magia en esta agua?

-Tal cual. El agua fría está prohibida en casi todos los rincones del inframundo, así que agregamos pociones y sales mágicas para disfrutar de una sensación fresca y agradable, aún cuando el agua esté hirviendo. Sin eso, no podrían bañarse, ni beber, ni nada. Nosotros sí, pero sería aburrido al cabo de un tiempo y preferimos alternar de vez en cuando.

Después de una agradable sesión en el hidromasaje se hizo evidente sus propiedades curativas, ya que salieron de allí tan renovados y limpios como si hubieran nacido de nuevo. El cosquilleo que aún sentían en la piel era muy estimulante, así como también lo fue el masaje en los hombros con que terminaron de relajarse. Alysa admitió, durante el intervalo para el almuerzo, que se sentía cinco años más joven. Cyalume asintió y con su copa alzada en un brindis silencioso, aseguró que después de todos los tratamientos que tendrían, saldrían de allí como las mujeres más hermosas del inframundo.

-Dudo que te opaquemos de todas formas- dijo Kayla.- Chico, mírate. A los diecisiete años y ya eres toda una belleza, con esa piel de caramelo, y ese cabello… tu novio es afortunado.

-¿Eso crees?- sonó algo tímido, pero Kayla asintió y las demás le hicieron coro.

-Ningún hombre podría resistirse a ti.

-Quisiera verlo- confesó, abanicándose con un regio abanico de mango de oro.- Si no fuera porque la tradición manda que el día del compromiso no podamos vernos sino hasta la noche, iría por él ahora mismo. ¡Debe estar tan guapo mientras se prepara…! Tal vez podría… aguarden- se interrumpió.- Llamaré a Portia y le preguntaré si lo ha visto.

-¿Ehh? Pero nos verá así… ¡sin ropa!- objetó Flora pudorosa, mientras Kayla se reía y le decía que no se preocupara.

-No le diremos a Roger que le mostraste tus senos a otro hombre.

-¡Kayla, no seas estúpida!- se enojó Flora mientras sus amigas reían y Cyalume se recordaba otra vez que las mujeres humanas eran diferentes. Después de enviar el mensaje apartó su plato con frutas embebidas en licor y se paró, echándose una bata por encima.

-Saldré a recibirlo yo entonces, en la entrada del spa. Pero tal vez sea un buen momento para decirles que los que trabajan aquí son omegas, y Portia también. Aunque las vean, es imposible que sientan ninguna atracción por ustedes, así que pueden estar tranquilas. Los undercat omega solo se ven atraídos por hombres alfas. Están completamente seguras aquí.

-Vaya… que pena. Ese secretario tuyo es muy guapo.

Portia ciertamente acudió a la llamada de su príncipe, y no se sorprendió cuando le pidió que averiguara dónde y qué estaba haciendo Faris. Conocía lo suficiente a Cyalume como para saber que estaba impaciente por ver a su novio, y con una reverencia le aseguró que cumpliría su deseo de inmediato. Sabía también que Faris estaba en los baños termales del difunto rey, un privilegio que Su Majestad le concediera a su futuro yerno para que se preparara adecuadamente. No tardó en dirigirse allí para cumplir su misión.

-Vengo en nombre del príncipe Cyalume- anunció a los guardias que custodiaban la entrada a las termas.- Deseo ver al capitán Faris.

-De acuerdo. Pasa- respondió uno de ellos haciéndose a un lado.

-¿Eh? ¿Portia? ¿Qué haces aquí?

-Con permiso, capitán, vengo a… oh, por la estrella del alba- musitó ruborizándose por completo al ver a aquel grupo de humanos desnudos, sentados o parados mientras disfrutaban del baño caliente y unas bebidas a base de leche. Durante varios segundos olvidó por completo a que había ido ahí, sobre todo cuando Quinn miró en su dirección y se acercó a ellos alegremente, exhibiendo su hermosa masculinidad y sonriéndole de tal forma que sintió patente como le temblaban las manos.

-¡Hola, Portia! ¿Vienes a darte un baño?

-No, no, eh… yo… vine por orden del príncipe.- Al decir eso se aclaró su mente y le permitió concentrarse de nuevo en su tarea, enfocando la vista en el capitán Faris.- Su Alteza le envía saludos a través de mí y un mensaje, ya que no puede dárselo él mismo. Le afirma una vez más su amor incondicional y le asegura que no ve el momento de que llegue la noche, para que al fin puedan estar juntos para siempre. Se siente muy ansioso y espera que usted esté de igual forma.

-Mi Cyalume… es tan dulce- suspiró Faris enternecido, cruzando una mirada cómplice con Quinn y luego retomando la conversación.- ¿En dónde está ahora?

-En el spa de la reina. ¿Quiere enviarle una respuesta?

-Por supuesto. Dame un momento- pidió retirándose del lugar y dejándolo con Quinn, quien se había acabado su leche de frutas y sonreía como si nada. A Portia no le hubiera molestado tener una conversación, pero el calor lo estaba matando y solo quería salir corriendo de allí. La vista se le iba sola al muchacho: aunque sus rasgos eran los de un joven alocado, su cuerpo firme y con un bronceado ligero era el de un hombre en todo el sentido de la palabra. No sabía mucho de la anatomía humana, pero lo que Quinn tenía entre las piernas estaba seguro que era considerado grande. Tuvo el horrible impulso de arrimarse a él y ofrecerle un servicio extra además del baño, y recordó con horror que no había tomado su medicamento. Se pregunto con pánico sino estaría entrando en celo, calmándose solo al recordar que le faltaban varias semanas. No, no estaba en celo. Pero si estaba necesitado de un hombre, lo que era prácticamente lo mismo. Sin la ayuda de esa medicina casi milagrosa, su cuerpo protestaba vigorosamente por la falta de sexo. Pero cuando llegó a este punto de sus reflexiones, Quinn ya se había echado una toalla por la cintura y lo miraba raro.

-Oye, ¿estás bien? Llevas un rato en silencio y me preocupa tu cara… está toda roja.

-¡Oh, no… no es nada! Es que tengo tanto que hacer hoy que me…

-Ey, Quinn, ¿no vas a lavarte el cabello? ¡Estos shampús huelen de lo mejor!- interrumpió Marc apareciendo detrás de su amigo, rodeándolo por los hombros con una mano mientras con la otra sostenía una botella roja. Portia se sintió inmediatamente celoso, y confundido.

-Si me disculpan, debo ir a buscar al capitán. Disfruten el baño- dijo con cierta brusquedad, marchándose y dejándolos con la palabra en la boca. No quiso mirar atrás, temeroso de que ellos aún estuvieran mirándolo o peor, cuchicheando sobre él. Su actitud era estúpida y lo sabía, pero antes que pudiera caer en la autocompasión, Faris apareció ante él con su respuesta para Cyalume. De inmediato adoptó una expresión seria y se olvidó de Quinn. No tenía tiempo para perder pensando en hombres cuando su príncipe lo esperaba.

-Quiero que lleves esto a Cyalume- pidió el peligris entregándole una carta y una pequeña caja de madera oscura.- Y puedes decirle que estoy tan ansioso como él de que llegue la noche, así que no debe preocuparse. Todo saldrá magnífico.

-Con su permiso, capitán- se despidió haciéndole una reverencia y saliendo lo más pronto posible de las termas. El calor de su cuerpo disminuyó un poco, pero no el de su mente. Lo que había visto aún lo perturbaba, lo seducía, y lo hacía sentir un completo inútil. ¿Cuántos años tenía Quinn, y cuántos años tenía él? Podría ser su padre. Y aún así, era él quien se excitara al verlo sin ropa y al percibir su fuerte olor de alfa. Sí, el instinto de un omega no se equivocaba. Quinn era un alfa. Era además atractivo, divertido, y tenía una sonrisa muy seductora. Pero aún así… o mejor dicho, justamente por eso, era estúpido pretender que lo mirara de la forma que él quería. ¿Qué oportunidad tenía un undercat viejo como él con un humano en lo mejor de su juventud? Seguramente se sentiría avergonzado si supiera de sus intenciones. Sacudió la cabeza, triste, incapaz de tomar una decisión adecuada al respecto. Lo único de lo que sí estaba seguro era que no podía cometer más errores. Si el príncipe tuviera una pelea con Quinn por su culpa, jamás se lo perdonaría. Tendría que hacer todo lo posible por evitar al rubio hasta que la fiesta hubiera terminado y él regresara al mundo humano con sus amigos. Así quizá sus ilusiones no llegaran a crecer demasiado.

-¡Ah, Portia! ¡Ya volviste!- exclamó Cyalume al verlo entrar a la sala en que le estaban dando un tratamiento de mascarilla refrescante.- ¿Encontraste a Faris?

-Sí… sí, su alteza. El capitán y sus invitados estaban en las termas dándose un baño.- Se acercó a él y con una reverencia le entregó la carta y la caja.- Le envía estos presentes y le manda a decir que está tan ansioso como usted porque llegue la noche, y que no se preocupe porque todo saldrá bien.- Cyalume aceptó los regalos con un brillo de amor en la mirada.

-Una carta… estoy seguro que es algo demasiado especial.- Suspiró.- La leeré a solas en cuanto regrese a mi cuarto. ¿No las ofende?

-Hombre, como se te ocurre. Una carta de amor es algo muy especial, por supuesto que tienes que leerla a solas- opinó Alysa.- Pero, ¿qué me dices de esa cajita? ¿La abrirás aquí?

-Sí. ¡Si no la abro la curiosidad me matará!

-¡Ohh, pero que linda!- exclamó Elise al ver la bella rosa azul que había en la cajita.- Parece como de cuento de hadas. ¿No creen?

-Faris sabe que amo las rosas- musitó el príncipe, acercándosela para oler su delicado perfume.- Es tan amoroso y detallista… usaré esta rosa en mi traje, así él sabrá cuanto lo aprecio.- Las demás asintieron y Portia, al verlo tan feliz, dio un paso hacia atrás. Cyalume lo notó y por primera vez notó la palidez de su secretario, y lo caídas que estaban sus orejas. Como no era insensible a las preocupaciones ajenas, dejó un momento los obsequios de su novio y se enfocó en él.

-Portia, ¿estás bien? ¿Sucedió algo que te disgustara?

-No, no, alteza, no sucedió nada. Estoy bien. Le pido permiso para retirarme.

-Mhh… ¿seguro?- no sonaba convencido. Sabiendo que estaba mal mentirle a su superior, Portia tuvo un segundo de duda y luego se quebró, incapaz de seguir fingiendo tranquilidad. Ante el asombro de las chicas se postró ante Cyalume y agachó cola y orejas, en clara señal de sumisión.

-Le ruego que me perdone, su alteza, pero necesito retirarme del palacio. En mis condiciones actuales no seré capaz de ayudarlo, así que antes de causarle molestias prefiero irme unos días. Por favor, hable con Su Majestad.- Una inesperada cantidad de lágrimas suyas hizo que Cyalume se apresurara a acercarse a él, tomándolo de la mano para que se parara. Portia se quitó los anteojos y soportó el bochorno de ser conducido por su príncipe hasta un sillón, delante de sus invitadas, que interrumpieron su algarabía para rodearlo y animarlo. Era lo peor que podía pasarle, quedar como un idiota que lloraba por cualquier cosa. Se maldijo de nuevo por no haber tomado su medicina. Si lo hubiera hecho, no estaría haciendo aquella escena tan melodramática.

-Toma, Portia, bebe esto. ¡No, no me discutas! Lo necesitas. Vamos, bebe, así te calmas y me cuentas que pasó. ¿Alguna tiene un pañuelo encima?- pidió, y la solícita mano de Alysa le entregó uno.- Eso es, ten esto también.

-Su Alteza, no tiene por qué… hoy es el día de su compromiso, debería estar relajándose con sus amigas y no consolándome. Soy un siervo inútil, indigno de usted.

-¡Deja de decir tonterías!- lo regañó Cyalume.- Tú has organizado prácticamente todo, desde la decoración del salón hasta la bienvenida para los líderes. Has trabajado sin descanso, incluso ayudándome a supervisar la construcción de mi futuro palacio. ¿Cómo que eres inútil? ¿Qué tontería es esa? No conozco a nadie más eficiente que tú. Si ahora mismo tienes un problema, quiero que me lo digas de inmediato. No soporto ver sufrir a la gente que me rodea.

-Pero… las señoritas…

-¡Confía en nosotras, Portia!- intervino Kitty May, solidaria.- Si Cyalume se preocupa por ti entonces nosotras también. Ni modo que te dejemos ir sabiendo que estás mal, no creo que ninguna de nosotras sea tan egoísta.

-Bueno, en… en ese caso… alteza, prométame que esto no saldrá de aquí.- Parecía muy angustiado así que Cyalume asintió vigorosamente, y se aprestó a escucharlo en silencio.

-Te lo prometo por la Estrella del Alba.

-Le he dedicado toda mi vida adulta al trabajo, a ser el mejor sirviente posible para que la reina me escogiera como su ayudante. Lo logré, y cuando lo logré me convertí en uno de los undercats más importantes del palacio.- Se secó los ojos de nuevo y prosiguió.- No es que me esté quejando, lo hice porque quise y quería progresar. Pero… en el camino, alteza, fui tan estúpido y tan débil, que fui incapaz de ocuparme de mí mismo. Nunca formé una familia. Me volví tímido, y en un omega de mi edad eso es un problema grave.

-Portia, ¿entonces eso significa que te sientes mal porque estás solo?- inquirió Cyalume traspasado de pena. Portia asintió y las chicas lloraron junto con él.

-¡No debes rendirte, Portia!- animó Alysa agachándose junto a él.- Eres muy guapo y muy joven todavía. ¡Estoy segura que muchos hombres estarán encantados de conocerte!

-Ella tiene razón- siguió Cyalume tendiéndole la mano.- Eres un undercat con muchas cualidades, bueno, atractivo, confiable. ¿Por qué piensas que tu edad es un impedimento para conseguir pareja?

-Usted sabe que los omegas encuentran un alfa a temprana edad- murmuró con la vista clavada en el suelo.- Yo dejé pasar mi oportunidad al centrar toda mi atención en el trabajo, y ahora estoy muy viejo para eso.- Le tembló la voz.- Los alfas solteros no se fijarán en mí habiendo jovencitos tan preciosos disponibles. ¡Soy un… soy un…!

-¡Te prohíbo que digas algo malo de ti mismo!- intervino Cyalume, mitad enojado y mitad preocupado por su secretario.- No toleraré que te menosprecies de esa manera. Puede que seas un omega adulto, pero aún así conseguirás pareja, estoy seguro de ello.

-Pero… pero, alteza…

-Sin peros. Si tu dolor es tan grande que te provoca ganas de llorar, yo me encargaré que eso se termine. Esta noche en mi fiesta conocerás a alguien.

-¿Qué?- exclamó Portia muerto de vergüenza, pensando en que Quinn sería uno de los invitados de honor. Pero no se atrevió a protestar ante el evidente interés que el príncipe demostraba en el asunto, como si él fuera un amigo más y no un servidor.

-Una fiesta es una ocasión perfecta para encontrar pareja- opinó Kayla.- Y si no la encuentras, al menos podrás practicar para ir perdiendo la timidez.

-Kayla tiene razón- sentenció Cyalume serio.- Esta noche vas a dejar tu soledad atrás de una vez por todas.

(…)

El salón de recepciones lucía tan radiante como si el cielo hubiera descendido de sus alturas: un cielo lleno de luces infinitas como el que contemplaban los humanos, representadas por seis soberbias arañas de cristal. Una elegante banda de undercats se había instalado con sus instrumentos en dos balcones de amplio tamaño ubicados a la izquierda y a la derecha del salón, mientras que prolijas hileras de asientos aguardaban a los invitados a la ceremonia.

-¡Esto es… demasiado lujoso!- murmuró Marc al entrar junto a los demás, guiados por un sirviente uniformado de cola blanca. A ambos lados de la puerta divisaron dos columnas blancas que no llegaban al techo, sino que parecían más bien algún tipo de decoración, con adornos de cristal en forma de luna creciente en la punta. El centro del salón había sido cubierto por una alfombra negra, y los ventanales despojados de sus cortinas para que la luz nocturna entrara a sus anchas. Podían ver fácilmente a los guardias del exterior, apostados con lanzas y cascos que dejaban sus orejas al descubierto. Al fondo del salón había un arco blanco en el que prolijamente habían trenzado cientos de flores en todos los tonos de rojo, y detrás de él, unos escalones que conducían a un sitial de honor en el que había cinco tronos.

-Ey- murmuró Quinn mientras tomaba asiento.- Miren eso. ¿Creen que esos tronos son para…?

-Para los reales líderes del inframundo, que llegarán en unos minutos- informó Portia, que se había deslizado hasta ellos de forma subrepticia para no llamar la atención. Lucía un frac gris oscuro de levita larga con chaleco y corbata azul, muy ceñido, que marcaba su buena silueta. Su cola y orejas brillaban por el tratamiento recibido en el spa, y emitía un aroma a vainilla gracias al perfume que Cyalume le había regalado. Se sentía con mucha confianza.

-¡Vaya, Portia! ¡Qué elegante que estás!- elogió Quinn sin advertir la sonrisa tímida del secretario, ni las miradas cómplices que cruzaron Alysa y Kayla.

-¿Verdad que sí? Todo gracias a que lo…

-Señoritas, por favor- interrumpió Portia para no ser descubierto. Los cuchicheos disminuyeron y todos aguardaron a que de un momento a otro entraran los líderes, aunque Quinn aún le echó un vistazo apreciativo al secretario, cuya belleza no era menos que la de cualquier undercat joven. Antes de poder pensar nada más, las luces disminuyeron y los guardias abrieron la puerta de par en par para que entrara la reina Selena seguida de sus colegas. Eran una procesión fastuosa de hombres y mujeres demonio, tan poderosos que sus auras enrarecían el aire a medida que avanzaban.

“Son casi como dioses” pensó Quinn tragando saliva.

Al frente de la fila iba una mujer vestida con una larga e impresionante túnica azul oscuro, casi negra, bordada con encajes color púrpura que brillaban ante las luces del salón de forma impactante; por encima de la túnica llevaba una capa corta del mismo color abrochada con una gema que representaba un pentagrama, con una capucha caída que dejaba entrever una larga cabellera hecha de fuego. Recordó todo lo que Cyalume le había contado.

“Esa debe ser Ambarin, la princesa de las necronomitas” pensó con respeto. Detrás de ella y sus sirvientas iba un hombre con grandes alas de murciélago y cuya piel era negra como las sombras, sus ojos sin pupilas eran rojos como rubíes e iba totalmente desnudo, ondeando por igual su cola de demonio y su descomunal miembro. Su única vestidura era una corona de plata y un cinturón hecho de eslabones rojos. También lo reconoció al instante.

“Mayren, el príncipe exhibicionista de los íncubos”. Cerró los ojos a la procesión de íncubos y se fijó en la tercera líder de la fila, una dama alta y de pechos descomunales que iba vestida como una stripper: ajustadísimo corset de cuero negro, short del mismo material que era tan diminuto como una bombacha, y botas negras hasta la rodilla, con tacos altos y estilizados. Sus alas eran más pequeñas que las de los íncubos, pero tenía cuernos y un largo cabello negro rojizo.

“¿Es muy sexy, no? Tiene que ser Naela, reina de las súcubos”. Naela sonreía de forma maléfica y seductora, pero no lo impresionó más de lo necesario porque en cuarto lugar iba la reina Selena, que brillaba con tanta majestad como para opacar a los otros tres sin problemas. Su vestido de seda blanca sin mangas y con un discreto escote parecía hecho de luz lunar, mientras que su capa era larga y estaba cortada en un semicírculo perfecto. Portaba la misma corona de diamantes que en el cuadro que viera la otra vez, y su cabello plateado se agitaba solo, como si en el salón soplara una brisa privada para ella. Quinn casi oyó la admiración que despertaba en todos los presentes, algo lógico, dado que era su reina. Al igual que los undercats inclinó la cabeza en señal de respeto, y cuando ella por fin tomara asiento en el trono del centro entró el último líder, dejando a todos en silencio excepto por la suave melodía que venía de los balcones.

“Es él. Es Lucifer” pensó con tanta ansiedad que se le tensaron los músculos. El príncipe de las tinieblas no era particularmente alto, ni musculoso, de hecho su cuerpo era tan normal como el de ellos, pero supo en una fracción de segundo que era el demonio de leyenda que todos decían, el que era capaz de desafiar a Dios y construir un reino de la nada. Tenía enormes alas de cuervo en la espalda, plegadas, con plumas brillantes que parecían más bien cuchillas afiladas. Vestía con total elegancia un conjunto de pantalón, camisa y abrigo negro con detalles verdes en las solapas y la cintura, un abrigo que le llegaba hasta debajo de las rodillas. Su cabello era color trigo, sedoso y cortado en un estilo muy sentador, casi como un modelo de alta costura. No llevaba adornos excepto una discreta corona dorada, y aún así su presencia era absolutamente abrumadora. Sus rasgos eran de una belleza clásica que cortaba el aliento.

-El príncipe Lucifer siempre me pone un poco nervioso- susurró Portia a su lado, lo que hizo que lo mirara de reojo y lo viera temblar. Creyó que sería amistoso de su parte y le tomó la mano para tranquilizarlo, pero lo único que logró fue que se pusiera más nervioso y sudara exagerado dentro de su traje. De todas formas no lo notó, tan distraído como estaba ahora que los cinco líderes estaban sentados en sus tronos, observando a la multitud de invitados. En el centro iba Selena, a ambos lados Mayren y Lucifer, y en los extremos Naela y Ambarin. Formaban un cuadro en sí mismo, tan o más representativo que La Última Cena. Procuró no atemorizarse y escuchar las palabras de Selena, sin notar como Portia se acariciaba la mano que había estado agarrándole hasta hacía un minuto. La música se hizo más tenue y la reina undercat se paró en toda su gloria.

-Quiero agradecerles a todos los aquí presentes por haber venido al compromiso de mi hijo- empezó con su agradable voz musical.- Desde el último de mis súbditos hasta los nobles líderes sentados a mi lado, a todos les agradezco su tiempo y sus buenos deseos para este camino que Cyalume está por emprender junto a su amado novio, el capitán Faris.- Hubo aplausos por todas partes y debió esperar un poco para continuar, pero finalmente alzó su mano izquierda y los músicos iniciaron una pegadiza melodía de piano que hizo titilar todas las luces del salón.- Queridos invitados, queridos amigos y representantes de todos los reinos: ayúdenme a que hoy sea la noche más perfecta y brillante del inframundo para poder recordarla siempre con una sonrisa.

Las puertas se abrieron una vez más de par en par y todos voltearon instintivamente a ver.

(…)

-Tengo calor… Faris, ayúdame…

-Tranquilo- le susurró dándole un beso en la mejilla y apretando su mano.- No pienses en eso, son los nervios que sientes al saber que dentro de un rato estaremos comprometidos.

-Es posible. Pero quisiera poder subir a nuestro cuarto y…

La repentina salva de aplausos que vino del interior del salón los alertó e interrumpieron su charla, y a los pocos minutos las puertas se abrieron. Faris le ofreció el brazo con galantería y, al tomarlo, Cyalume sintió una extraña paz que apaciguó el calor que lo consumía. Entraron despacio y sintiendo confianza y amor, el amor que se tenían entre ellos y el amor de todos y cada uno de los undercats que los contemplaban con admiración y respeto. En las primeras filas, los amigos humanos de Cyalume y los compañeros militares de Faris, así como undercats importantes dentro de la jerarquía del palacio, animándolos sin palabras e incluso algunos lagrimeando, comentando por lo bajo lo hermosos que se veían juntos.

-Parece que fue ayer cuando su alteza jugaba a los esposos con los otros niños… ¡y mírenlo ahora!- comentó un undercat detrás de Quinn, y éste no pudo evitar sonreír.

Las mujeres presentes, incluida la reina Naela, lo observaban con una mezcla de cariño maternal y orgullo nada disimulado: Cyalume lucía un uniforme de príncipe color crema, ajustado en el pecho con dos broches dorados y con una sobrefalda suelta hasta la cintura que le permitía alzar su cola con gracia. Llevaba también zapatos y guantes blancos, la corona del heredero y una capa nueva hecha especialmente para ese día, blanca, con el borde esponjoso y larga hasta el piso. Había algo de inocencia en su rostro y eso era muy atractivo, como atestiguaba la mirada apasionada que Faris le dirigía. El feliz capitán vestía el uniforme militar negro que llevara la noche de Halloween, con todas sus insignias y hombreras azules que denotaban su rango. Su apostura era tal que el propio Mayren lo miró con interés. Al llegar ante el arco inclinaron las cabezas y aguardaron a que Selena bajara de su trono, extendiendo las manos hasta ellos en señal de bendición.

-Capitán de la Guardia Real, Faris Cianne. Príncipe de la Luna y el Inframundo, Cyalume Morningstar. ¿Saben para qué están aquí hoy?

-Sí, Su Majestad.

-Capitán Faris, acércate- ordenó ella. Faris soltó la mano de su novio y se postró ante la reina.- Eres uno de los undercats más confiables que han pasado por mi palacio. Leal, noble, profundamente comprometido con nuestros ideales de paz y entendimiento. Hoy estás aquí ante mí, y ante toda esta gente, para solicitar el más preciado tesoro que poseo: mi único hijo y mayor orgullo.- Hizo una pausa. ¿Crees que eres digno de tener su mano y su amor?

-Mi señora, no estaría aquí arrodillado si no lo creyera- aseguró Faris.

-¿Deseas casarte con mi hijo y vivir con él según la tradición, haciéndolo feliz y cuidándolo como si fuera parte de tu propio ser?

-No deseo otra cosa, mi señora.

Selena asintió levemente y luego se dirigió a su hijo, con palabras formales pero llenas de dulzura.- Príncipe Cyalume, heredero de mi trono. ¿Crees que estás listo para asumir la responsabilidad de casarte y formar una familia propia, honrando a tus votos y a toda tu raza?

-Sí, Majestad- declaró con seguridad plena.- Estoy más que listo.

-¿Confías plenamente en la elección de tu corazón?

-Sí.- Miró una fracción de segundo a Faris y se ruborizó.- Para mí, no hay ni habrá nunca otro hombre que no sea Faris.

-Entonces, levántense- ordenó, tomándoles las manos y transmitiéndoles una intensa luz que los hizo refulgir a ambos por unos cuantos segundos.- Esta luz lunar los protegerá y bendecirá su camino hasta el altar, dentro de seis meses. Yo, Selena, soberana de la Luna y el Inframundo, les otorgo mi aprobación. Ahora ya pueden besarse para sellar su promesa…

 Cyalume casi no llega a dejar terminar la frase a su madre, tan apurado que estaba por dar ese beso. Mientras a su alrededor los aplaudían y la música volvía a sonar, él y Faris intercambiaban fuego por la boca de modo muy poco discreto. Pero eventualmente se separaron y se tomaron de la mano, dándose vuelta para agradecer a todos los presentes por sus buenos deseos.

Notas finales:

Definitivamente esta va a ser una noche muy agitada, y no solo para los felices novios. Con tantas hormonas alborotadas por todas partes, lo raro sería que no pase nada, ¿no? Pueden esperar acción para el siguiente capítulo, y ya saben a que clase de acción me refiero ;)


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