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Magnetismo animal por Marbius

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4.- Mascotas (que son amigos y un novio) para toda la vida.

 

El quinto año de los Merodeadores en Hogwarts fue también el año en que todos ellos dejaron completamente atrás cualquier rastro de puerilidad.

Por una parte, sus bromas se volvieron más sofisticadas. Menos hacer estallar esto o bromas burdas que los hacían terminar en infinitas horas de detención, y más planes de explorar el castillo y merodear por los terrenos, convirtiéndose así en unos expertos de los pasadizos del castillo e inmortalizándolo todo en un gran trozo de pergamino hechizado que pasó de ser un proyecto de fines de semana a cobrar forma como un mapa oficial que sirviera como su legado.

También sus intereses se vieron refinados. La innata pasión que James siempre había sentido por el Quidditch se volvió más que un pasatiempo cuando un accidente imprevisto en su capitán y cazador sufrió un accidente que lo imposibilitó para continuar en el equipo, y en vista de que durante las pruebas para reemplazarlo James fungió su puesto y una alumna de tercer curso el suyo como buscador con resultados asombrosos, el cambio se decidió sin más dilación. Con una nueva posición, llegó también la nueva responsabilidad, y también una nueva oleada de fama que convirtió a James en el favorito de todas las chicas de Gryffindor, excepto de aquella que tanto le interesaba: Lily Evans.

Con Sirius ocurrió un cambio similar aunque sin tanto esfuerzo. Simplemente un día, por desafío a sus padres y a lo que estos consideraban propio de un mago de su alcurnia, Sirius comenzó a dejarse crecer el cabello y de pronto tenía un séquito abundante de chicas (y chicos) que le seguían con interés. Ni siquiera un filtro de amor habría tenido resultados similares, y aunque la atención se le subió un poco a la cabeza las primeras semanas, no tardó Sirius en tomar toda aquella popularidad como una atención molesta e indeseada, y por lo tanto a ignorarla.

Hasta Peter sufrió cambios ese quinto año, pues comenzó a salir con Barbra Lietchkings de Hufflepuff, y eran más veces que no las que se les veía juntos, ya fuera tomados de la mano o besándose en cada minuto libre del día.

Remus se creyó libre de las transformaciones que se operaron en sus amigos aquel curso, pero lo cierto es que no fue el caso. A Gideon, quien por cierto terminó saliendo con un compañero de sexto curso con un vago parecido al suyo, le siguieron otros dos chicos más que centraron atenciones en su persona, y que pusieron a Remus a reflexionar muy en serio si él por su parte tenía o no interés en su mismo sexo.

En teoría, no.

Después de todo, les había dado una oportunidad de salir con él durante un fin de semana a cada uno, pero invariablemente Remus descartaba un romance cuando de vuelta a la sala común intentaban besarlo.

La Dama Gorda se había cebado en historias al respecto, convirtiendo a Remus en el centro de los rumores como un personaje trágico que reservaba sus labios al mejor postor, y eso sólo incrementó su popularidad entre alumnos de las otras casas. Eso último muy para mortificación de Remus, que confundido acerca de dónde residían sus instintos de atracción, se debatía consigo mismo por su falta de interés hacia las chicas, y al mismo tiempo, casi una indiferencia total a los chicos.

Casi.

Esa era la palabra clave, pues se le había hecho costumbre robarle un par de vistazos a Sirius cuando temprano en las mañanas (Remus se hacía el remolón desde su cama con un ojo abierto) o tarde en las noches (en la misma posición) lo observaba cambiarse de ropas.

El ancho de su espalda y la firmeza de su abdomen lo eran todo para Remus, que tragaba saliva con dificultad y después con culpa se refregaba contra el colchón hasta que no le quedaba de otra más que meter la mano en sus calzoncillos y ceder a sus impulsos de amor propio.

De si alguno de sus amigos se había percatado de su infatuación con Sirius, Remus no podía estar seguro, pues malo como era para actuar con naturalidad cuando no se trataba de una broma, todavía ninguno de ellos se lo había echado en cara y mejor así. Remus sabía que podría vivir con la humillación, pero de preferencia prefería no tener que pasar por ese terrible trance

La única diferencia significativa en sus interacciones, si es que se pudo contar como tal, fue que más veces que no tuvo Remus a Padfoot de compañía que a cualquiera de sus otros amigos en sus formas de animago.

Con Prongs era fácil deducir porqué sus encuentros podían sólo darse en el exterior, su inmenso tamaño e impresionante cornamenta era el impedimento central, pero incluso Wormtail quedó en segundo término al descansar en su hombro y comer de sus sobras cuando Padfoot ocupó el espacio restante en el sofá de dos plazas cerca del fuego donde a Remus le encantaba sentarse en las tardes a leer una vez que había terminado con sus deberes, colocando su enorme cabeza peluda en su regazo y recibiendo a cabo mimos.

—Nunca deja de asombrarme cómo la mitad de las mascotas de esta torre se esconden apenas verte —dijo Lily una tarde en que se sentó en la butaca que quedaba frente a Remus para también calentarse los pies y no pudo evitar comentar lo que discurría por su mente—, pero en cambio ese perro negro es lo opuesto: Sólo aparece cuando estás tú y con nadie más hace migas.

—No es para tanto.

—¿Ah no? La semana pasada casi le arrancó la mano a Fabian Prewett cuando intentó acariciarlo.

Las cejas en el rostro de Remus casi se alzaron hasta su línea de cabello. —¿Así que Fabian, uh? Como en confundirlo con Gideon —masculló lo último, y en su regazo, las orejas de Padfoot se pegaron a su cráneo—. En ese caso debería disculparme con él por el comportamiento de mi amigo peludo.

—Nah, creo que Fabian lo vio como un juego, pero eso sólo sirvió para hacer correr toda clase de rumores extraños en torno a ti y tus peculiares mascotas.

—¿Uh?

—Que sólo aquellos dignos de tu amistad son amigos tuyos y de tus animales —aclaró Lily—. Por un lado, me alivia saber que ya conocí a Wormtail y a Prongs, pero después de lo que contó Fabian, mejor no tentaré mi suerte con Padfoot. Así que, ¿dos de tres me convierten en tu amiga?

—Ya eras mi amiga, Lily —dijo Remus—, y ‘mis mascotas’ como las llaman, tienen algo así como mente propia, pero no influyen en mis decisiones. Si así fuera el caso…

Remus obvió mencionar que en los últimos encuentros entre Prongs y Lily el ciervo había actuado más como un cervatillo enamoradizo, muy para encanto de Lily, que lo alimentó con manzanas y le acarició los morros, pero que para nada modificaba sus sentimientos platónicos por la chica. Tan simple como eso.

—Vale, te creo —dijo Lily con calma—, pero te prevengo que el rumor corre como rayo por Hogwarts, y que si alguien consigue ganarse la amistad de tus animales, entonces tú serás suyo.

—Qué tontería —desdeñó Remus aquella noción—, pura basura.

Pero desde su regazo, con una oreja levantada y escuchando con atención, Padfoot no se perdió palabra alguna.

 

Dicha fuera la verdad, a Sirius no le había pasado por alto las miradas que primero de vez en cuando, y después casi siempre hasta eliminar el casi de la ecuación, Remus le dedicaba mientras se cambiaba de ropa. Así que Sirius cogió por costumbre el ‘olvidar’ su toalla de baño antes de meterse a bañar y salir tan desnudo como el día de su nacimiento.

La llegada de la primavera favoreció a su plan de exhibirse ante su amigo, y Sirius no perdió oportunidad de mostrar su cuerpo, ya fuera una porción del mismo o todo en su totalidad si las circunstancias adecuadas se presentaban.

En lo que él creía que eran acciones por demás inocentes e imposibles de deducir como maliciosas, fue James quien primero descubrió su plan y lo confrontó al respecto, por lo que a Sirius no le quedó de otra más que hablar con la verdad y nada más que la verdad.

—Tranquilo, Prongs —le dijo Sirius a James con una sonrisa fácil y utilizando el apodo que Remus le había puesto, los dos como los últimos en bajar del dormitorio y todo a causa de él, que se había demorado en vestirse lo más posible y ya iban tarde para el desayuno—, es sólo un favor.

—¿Un favor? —Repitió James con incredulidad—. ¿Exactamente un favor a quién le haces paseándote semidesnudo por el dormitorio? Porque obvio que a mí no, Peter está asqueado, y Remus… —James frunció el ceño—. Remus…

—Exacto —contestó Sirius con una amplia sonrisa—. He atrapado a Remus viéndome un par de veces, así que decidí hacerle el favor de verme más. Simple. Si a Moony le gusta…

—Ya, pero… —James le miró a los ojos—. ¿Te gusta a ti?

—Bueno…

En sí, la pregunta quedó sin respuesta cuando el propio Remus subió a meterles prisa porque continuaban sin bajar y a primera hora tenían sesión doble con McGonagall, así que más les valía moverse si es que no querían llegar tarde a su clase o sin desayunar.

La interrupción facilitó a Sirius varias horas de darle vueltas a aquel asunto, donde permaneció callado en el Gran Comedor, por una vez atento a la pizarra en Transformaciones, en mutismo durante el almuerzo, y como ausente durante sus clases de la tarde. Su comportamiento provocó que James le tocara las mejillas para cerciorarse de que no estuviera con fiebre e incubando algún virus que lo pusiera en cama durante los siguientes días, pero Sirius le apartó la mano con un manotazo y le aseguró que estaba bien.

Tan bien como se puede estarlo cuando luego de una profunda revelación y un agudo dolor en el pecho, se concluye que ciertos sentimientos por cierto amigo en especial son ciertamente románticos y no platónicos…

—Tienes la mirada un poco vidriosa —se sumó Remus a James, y a diferencia de éste, Sirius no sólo dejó que lo tocara, sino que además se acercó al roce de sus dedos y suspiró de contento.

—Bien, lo entiendo, he sido reemplazado —gruñó James, poniendo los ojos en blanco—. Suerte con él, Remus.

—Ni sientas celos, Prongs —le chanceó Sirius—. Tú siempre serás mi hermano por elección.

—¿Y eso me coloca en el segundo puesto? —Preguntó Remus con curiosidad y sin restos negativos en su voz.

—Mejor no preguntes, Remus —respondió James—. Será lo más conveniente.

—Ya habrá tiempo para hablarlo —confirmó Sirius, que era del tipo de persona que creía en el tiempo y momento adecuados para declararse, y ese no era uno de ellos.

El problema se presentó cuando semanas después, el panorama siguió igual y en cambio otros tantos alumnos de Hogwarts se dieron a la tarea de ir en pos de Remus. Ahí donde Sirius esperaban, ellos se lanzaban al ruedo; pero claro, ahí también donde él aguardaba y la compañía de Remus le era otorgada, esos otros eran rechazados y puestos a distancia.

Plus, con los alumnos de Gryffindor aclimatados al enorme perro negro propiedad de Remus, no era rara la ocasión en que Padfoot se enteraba a escondidas de quién pretendía a su Moony (el momento en que Moony había pasado a ser su Moony había sorprendido a Sirius, pero no tanto como para aterrorizarlo por la fuerza de sus sentimientos, sino por la posibilidad de que no fuera correspondido) y le daba así la ventaja de prepararse de antemano, ya fuera haciendo difícil el acceso a Remus o acordando con éste de antemano momento a solas a la misma hora y lugar.

—Vale, pero si me preguntas, pedirle a Remus verse a las seis a la orilla del lago suena a cita —comentó James de pasada en una de esas tantas ocasiones, y aunque Sirius le mostró su dedo medio y lo mandó a desenterrar mandrágoras, en su fuero interno la felicidad lo invadió.

Incluso a desconocimiento de Remus, era cierto: Ellos dos salían a citas.

 

En mayo, Remus se unió a un grupo de estudio con varios Ravenclaw de quinto curso para los próximos TIMOS, y su tiempo con Padfoot se acortó considerablemente porque Madame Pince se negó a aceptar mascotas en la biblioteca so pena de una expulsión permanente.

Sin Padfoot como su eterno acompañante, fue Sirius quien intentó pasar el mayor tiempo posible al lado de Remus, pero no tardó éste en aburrirse en las infinitas sesiones de repaso, así como fastidiarse el propio Remus porque no tenía tiempo para distracciones bobas, así que ambas partes acordaron estudiar por separado y ya está. No más conflictos.

Excepto que sí los hubo…

—Extraño a Moony —se lamentó Sirius en una sesión de estudio que compartía con James y Peter, y en donde sus dos amigos estaban revisando apuntes de dos años atrás—. ¿Qué tienen esos Ravenclaw que nosotros no? ¿Son esas tarjetas de colores? ¿Qué utilizan tinta correctora? ¿O el pergamino que repele respuestas incorrectas? Porque puedo comprar todo eso, sé dónde lo venden…

—Exageras —desestimó James sus quejas, puesto que Peter le había hecho una pregunta respecto al movimiento de varita exacto para un hechizo evanescente y ninguno de los dos conseguía hacerlo bien.

—Además, no es todo lo que ese grupo de Ravenclaws tiene para ofrecer —dijo Peter, que más observador de lo que se le daba crédito, había captado algo que sus amigos no—. ¿Recuerdan a Benjy Fenwick?

—¿El prefecto? —Preguntó James.

—¿El de los ojos saltones? —Inquirió Sirius a su vez.

Peter asintió, pues ambas descripciones eran correctas. —Bien, no diré cuáles son mis confiables fuentes por las que me he enterado de cierta información valiosa-…

—Probablemente estabas espiando de nuevo en forma de rata —interrumpió Sirius.

—… pero —prosiguió Peter sin inmutarse—, me he enterado que ha sido Benjy quien invitó a Remus al grupo de estudio porque planea invitarlo a Hogsmeade el último fin de semana del curso, justo después de los exámenes. Y por si acaso hacía falta aclararlo, no es una salida con intenciones de amistad.

James rió entre dientes. —No era necesaria la aclaración. Por nuestra cuenta ya podíamos intuirlo.

Sirius en cambio bufó, una sonora ráfaga de aire que movió los papeles de la mesa en la que trabajaban y le acarreó un par de “¡Hey!” airados por parte de sus amigos.

—Lo siento —masculló sin sentirlo en verdad, pues el saber que Remus tenía de nueva cuenta un pretendiente no le estaba sentando nada bien.

—¿Y qué? Preguntó James a Sirius, subiéndose las gafas por la nariz una vez que volvió a ordenar sus apuntes—. ¿A este pretendiente también lo vas a espantar con ladridos, enseñándole los dientes, o prefieres el clásico chorro de orina en una pierna?

—¡Una vez, Potter, una sola vez lo hice! —Rezongó Sirius airado, ganándose miradas de desaprobación entre otros compañeros de su curso que también estaban liados con el estudio de sus próximos TIMOS, por lo que bajó su voz hasta casi un susurro—. Además, le prometí a Moony que no volvería a hacerlo.

—Por supuesto, porque entonces jamás habría vuelto a rascarte detrás de las orejas, ¿eh? —Le chanceó Peter, y por debajo de la mesa Sirius le propinó un puntapié.

Dicha fuera la verdad, Remus se había puesto furioso cuando como Padfoot se había acercado a la chica que en esos momentos le hablaba y coqueteaba descaradamente con él. Sirius sólo había querido alejarla de Remus, poner distancia entre ellos dos, porque la chica en cuestión (Adriana Puckey, Hufflepuff de sexto curso) era reconocida en Hogwarts por su fácil coquetería y rapidez con la que cambiaba de novio al menos una vez al mes, y en realidad él lo que quería era evitarle a su amigo un corazón roto, para nada relacionado con que el suyo propio doliera cada vez que Adriana se acercaba a Remus y buscaba cualquier pretexto con qué tocarlo, así que siguiendo el impulso del momento y a su propio instinto, Padfoot se había interpuesto entre ambos, y alzando su pata derecha, había orinado a Miss Puckey en los zapatos.

El que Padfoot fuera la mascota no oficial de Remus contribuyó a que Adriana Puckey lo acusara con la jefa de casa y Remus tuviera que pasar el resto de las tardes de esa semana cumpliendo detención en los invernaderos, arrancando malas hierbas y con su perro para enseñarle que los exteriores eran adecuados para hacer aguas menores, no los interiores, y mucho menos las piernas del resto del alumnado.

Pese a lo ridículo del castigo, Remus se había negado a dirigirle la palabra a Padfoot durante su castigo, y Sirius había tenido que hacer uso de sus ojos de cachorro apaleado antes de que su amigo aceptara perdonarlo, por lo que no estaba en sus planes volver a hacer una jugarreta de ese calibre so pena de tener que lidiar con terribles, muy terribles consecuencias.

—Si quieres mi consejo —dijo James de pronto, sacando a Sirius del mutismo en el que se había sumido—, deberías hablar con Remus y aclarar todo este asunto.

—¿Qué asunto? —Preguntó Peter—. ¿El que se gustan mutuamente y ambos son demasiado cobardes para dar el primer paso?

—¿Le gusto a Remus?

—¿A Remus le gusta Sirius?

Anonadados por el repentino comentario de Peter, Sirius y James lo miraron a él con incredulidad y después el uno al otro con crecientes sonrisas maniacas.

—¿Qué? No puedo ser el único que se ha dado cuenta —dijo Peter con apuro, un tanto cohibido por de pronto tener la atención tan absoluta de sus dos mejores amigos—. Hay algo así como medio millón de señales de que es así. Bueno… Estoy exagerando, pero hay al menos veinte buenas razones que podría enumerar aquí mismo, una detrás de otra.

—Genial, Pete, pero considerando que todavía no puedes mencionar tres de los doce usos de la sangre de dragón, seguimos en apuros con el estudio —señaló James lo obvio, pero Sirius lo mandó callar, porque en su opinión, esa lista de veinte era más interesante que cualquier tema de sus TIMOS.

—Olvida a Prongs —dijo Sirius—, dime esa lista y yo te ayudaré a estudiar.

—¿Tú? —Rió James—. Si todavía no has abierto tu mochila.

—Olvidas que nunca lo he hecho en todos estos años, y aun así he conseguido buenas notas. Que por cierto —dijo con altivez, sacando su varita, y con un quiebre preciso de muñeca, hizo desaparecer todo lo que estaba encima de la mesa—, éste es el movimiento que buscaban. ¡Voilá! Un hechizo evanescente como Merlín manda.

Peter lo miró con adoración en los ojos, en tanto que James se cruzó de brazos. —Genial. Ahora prueba a devolver nuestros apuntes a su lugar o te verás en serios problemas, Padfoot…

Y porque su escasa atención durante las clases y cero estudio posterior sólo le había hecho aprender el hechizo evanescente a medias, Sirius tuvo que posponer los planes que involucraban a Remus por las siguientes horas mientras él, James y Peter buscaban con creciente angustia la manera de recuperar sus apuntes y salvar su fallida sesión de estudio.

Simples, y a la vez no, gajes del oficio en Hogwarts.

 

Los cuatro Merodeadores y el resto de los alumnos de quinto curso en Hogwarts consiguieron finalizar sus TIMOS en tiempo y forma, que salvo por uno que otro alumno que colapsó durante la parte teórica y requirió asistencia de Madame Pomfrey para reincorporarse, el resto pudo llegar al fin de semana con ánimos renovados y la sensación de haberse quitado de encima un gran peso.

La mayoría al menos…

—No puedo creer que hayas aceptado salir con Lesath Durkheim —reclamó Sirius a Remus cuando a la salida de su último examen éste fue abordado por un alumno de su mismo curso que lo invitó a salir ese viernes a pasear a los jardines—. Él es un-…

—¿Slytherin? —Suplió Remus, que había hecho migas con Lesath durante sus sesiones de estudio con los Ravenclaw y había descubierto con él intereses en común—. No todos en esa casa son inherentemente malos, Sirius.

—¿Y debo creer que Lesath Durkheim es una de esas increíbles y míticas excepciones, uh? —Ironizó éste con creciente mal humor—. Además, ¿qué pasa con ese estúpido nombre?

—¿No era Lesath una estrella también? —Suplió Peter.

—Si puse la respuesta correcta en mi examen teórico de astronomía, es de la constelación de escorpio —dijo James, que le propinó un codazo a Sirius en las costillas—. Y según tengo entendido, nuestro Lesath no puede ser tan malo. Es amigo con más gente que sólo los de su casa, y no hay ningún rumor que lo vincule a puristas de sangre o a las artes oscuras.

—¡Pero-…!

—Ríndete, Sirius —le aplacó Remus de buenas a primeras—. He aceptado salir con él y eso haré, y nada de lo que digas o hagas podrá impedirlo.

Resoplando y con los ojos entrecerrados, Sirius no dijo nada más.

 

Por supuesto, la amenaza implícita que lanzó Remus hacia Sirius no aplicó para Padfoot, quien a mitad de la cita apareció corriendo hasta el prado que Lesath había reservado para él y su cita a las orillas del lago y bajo la sombra de un manzano, y sin hacer caso a la expresión horrorizada de Remus, se lanzó sobre él y lo aplastó bajo su peso.

Lesath arqueó una ceja. —¿Es tu… perro?

—Algo así —resopló Remus, que lo empujó hasta conseguir que su larga y húmeda lengua no hiciera más contacto con su rostro—. Es una larga historia, pero se podría decir que Padfoot es y no es mi perro.

—¿Padfoot? Qué nombre tan bobo —rió Lesath, y al instante se sonrojó Remus en tanto que Padfoot giró la cabeza en su dirección y gruñó—. Vaya, qué amigo tan sensible tenemos aquí…

Obviando mencionar que había sido él quien bautizara al enorme perro negro, Remus intentó mandarlo de vuelta al castillo, primero con órdenes directas y después amenazas, pero fue en balde. Padfoot se sentó en la manta sobre la cual ellos se habían recostado, y olisqueando en la canasta que Lesath había traído desde las cocinas con exquisiteces preparadas por los elfos domésticos, se dedicó a devorar su contenido y con la enérgica cola moviéndose de lado a lado derribar todo a su alrededor.

—¡Padfoot! —Gritó Remus con frustración, pero aquel reclamo sólo sirvió para envalentonar su mal comportamiento, y de paso llamar a dos criaturas más.

Del bosque acudió a trote ligero un ciervo que al instante reconoció Remus como Prongs, y Lesath se paralizó de terror cuando se dirigió hacia ellos con la cornamenta en alto y actitud orgullosa.

—No te preocupes, es Prongs es… Una especie de mascota —intentó Remus poner a su cita en calma, pero entonces Lesath soltó un chillido aterrorizado cuando de entre las ramas del árbol que les daba cobijo cayó una rata gorda justo en su regazo y correteó alegre por uno de sus brazos—. Y ese es Wormtail. Son inofensivos…

La promesa de que ‘sus mascotas’ no tenían malas intenciones al presentarse de improviso (sí las tenían, Remus estaba seguro de ello, pero mejor hacerle creer a Lesath que no era el caso) no sirvieron de mucho. Lesath se incorporó de un brinco, y en una imagen que podría catalogarse de cómica, dio un gran salto y se protegió en una de las ramas del árbol, colgando de brazos y piernas en torno a un grueso tronco e implorando a Remus que por favor se deshiciera de sus bestias en la brevedad posible.

Remus gruñó, en verdad gruñó, y al instante quedó claro para Padfoot, Prongs y Wormtail porqué los animales comunes y corrientes le temían.

El lobo que habitaba en Remus hizo su aparición a través del letargo de una luna que no era la indicada, y los tres animales demostraron su sumisión bajando las cabezas y con ello las orejas (Padfoot y Prongs) o escondiendo el rostro entre sus patas (Wormtail), de tal manera que Remus pudo recuperar su posición de autoridad y enviarlos de vuelta al castillo.

—¿Estás seguro que enviar un ciervo al castillo es lo adecuado? —Preguntó Lesath, que desde su ubicación no había bajado todavía por si acaso Remus también tenía represalias contra él.

Remus no respondió, y en cambio ayudó a Lesath a bajar del árbol.

Muy a pesar de sus buenas intenciones para continuar con su cita a la orilla del lago, la atmósfera estaba arruinada del todo, y también sus bocadillos.

—No era así como lo había planeado… —Se lamentó Lesath, haciendo un recuento del estropicio en su canasta y la humillación sufrida cuando su terror a las ratas quedó en manifiesto de la peor manera posible—. Tal vez podríamos intentarlo una segunda vez, en un sitio menos silvestre y-…

Remus suspiró. —Creo que mejor no, Lesath. Eres un excelente compañero de estudios y puede que hasta un amigo a pesar de que eres un Slytherin y yo un Gryffindor, pero… Esto no va a funcionar.

Lesath asintió para sí. —Ya veo.

Y bajo ese entendimiento, procedieron a recoger sus cosas y marcharse cada uno por su lado.

 

Remus no volvió a la torre de Gryffindor sino hasta tarde, y en lugar de encontrarse a sus tres amigos esperando por él de rodillas para implorar perdón por su comportamiento de horas atrás, fue Lily quien le dio la bienvenida con una media sonrisa desde uno de los sofás, rodeada de tres animales que ambos conocían muy bien.

—Normalmente habría puesto el grito en el cielo por tener un ciervo en la sala común, pero Prongs ha sabido comportarse —dijo Lily como saludo—. ¿Qué tal tu cita?

—Terrible —respondió Remus—, todo por cortesía de estos tres.

—Oh, ¿en serio? —Con Wormtail en su hombro, Padfoot a sus pies, y Prongs colocando la cabeza en su regazo, Lily asemejaba más a una diosa de la naturaleza, toda una ninfa de los bosques, que a una alumna de quinto curso—. Eso explica por qué entraron en desbandada y se niegan a marcharse.

—Tal vez si los amenazo con una buena disección…

—Oh, basta —resopló Lily—. Esa cita habría sido terrible con o sin su intervención.

—¿Qué, tal difícil es creer que un Slytherin y un Gryffindor pueden estar juntos?

—No por eso —desdeñó Lily con un quiebre de su muñeca—. No se trata de tontas diferencias entre casas, sino que hablamos de ti.

—¿De mí? —Inquirió Remus, que no veía qué relación guardaba su persona con el tema a discutir—. ¿Soy yo el del problema?

—Sí. No. Es decir… —Lily volvió a resoplar, esta vez con cansancio—. Tú y Lesath no estaban hechos el uno para el otro. No como tú y…

—¿Y?

—Y Sirius —dijo Lily con sencillez, que aprovechando el momentáneo mutismo de Remus, se apresuró a agregar—: Vamos, no intentes negarlo. Cualquier con un ojo podría notarlo, ya no se diga con dos…

—Pero… Yo no… Lily…

En apuros porque el perro negro que Lily tenía en su regazo le miraba fijamente con sus ojos grises, y tanto el ciervo como la rata se habían quedado quietos y atentos al desenlace de aquella revelación, Remus utilizó el único recurso a su alcance: La negación.

—Creo que éste es un terrible malentendido y-…

—Pfff, por favor —le cortó Lily a mitad de la mentira—. Tú negando que estás enamorado de Sirius es como yo negando, que a pesar de su insufrible y pomposa personalidad, Potter no tiene una espalda que me hace desear ser un chimpancé para colgarme de él.

Ajeno a Lily, el ciervo movió su pequeña cola de lado a lado igual que si se tratara de un cachorro.

—Mi punto es —prosiguió Lily sin inflexiones—, que obviamente también le gustas a Sirius. Ninguno de los dos es bueno para ocultarlo, y es mi deber informarte que hay apuestas ilegales corriendo entre los alumnos… Como prefecta debería ponerles fin, pero como fiel creyente de que conseguirán declararse antes del fin de este curso y las apuestas de uno sobre cuatro están a mi favor… Bueno, ¿no es necesario que te diga el resto, verdad?

Confundido, avergonzado y un tanto humillado, Remus optó por no responder, y enfilando hacia los dormitorios, optó por la salida de los cobardes: Huir.

Tirándose de cara sobre su cama, Remus contó los segundos a la espera de pisadas en la escalera, la puerta abriéndose, y sus amigos entrando al dormitorio a trompicones y exigiendo obtener una respuesta en torno a lo que Lily había dicho antes, pero en su lugar… Nada.

Ni un ruido más allá de un grillo que chirpiteó unos minutos antes de callarse de improvisto y dejó a Remus con más compañía que sus propios pensamientos.

«Oh, esto no puede ser bueno para ninguno de nosotros», pensó Remus, abrazado a su almohada y considerando que el ‘nosotros’ los englobaba perfectamente a él y a Sirius, pero también a todos los Merodeadores, pues de algún modo venía y alteraba las dinámicas entre ellos y las ponía a prueba.

De haber podido hacerlo, Remus habría puesto un cese a la atracción y enamoramiento que albergaba por Sirius desde el mismo día en que fue consciente de manera racional de los mismos, pero por supuesto, el amor no funcionaba así, y reconocer que era justo ese sentimiento no hacía sino dejarlo corto de aliento y con el corazón latiéndole al doble de su velocidad normal en el pecho.

En el peor de los casos, Sirius lo iba a odiar y a terminar su amistad sin miramientos, con un tajo firme que partiera a través de los dos y les permitiera una separación absoluta. En el mejor de los casos… Bueno, en el mejor de los casos posibles, se recordó Remus con una mueca, estaba el que Sirius, coaccionado por la sensibilidad de Peter y el raciocinio de James, tuviera la bondad de sentarse a tener una conversación con él en donde dejara claro que no podía sentir lo mismo, que lo sentía, pero que podían continuar siendo amigos con la condición de que pudiera superar sus afectos románticos sobre su persona.

Remus sólo esperaba el mejor de los escenarios, con Sirius rechazándolo amablemente y él jurando que pondría fin a ese tonto enamoramiento con la misma facilidad que quien sopla la llama de una vela. Tan simple como eso, excepto por la parte en que es una mentira. Sin lugar a dudas, Remus tendría que aprender a ser más discreto, a no demostrar sus emociones con una simple mirada a…

La puerta del dormitorio rechinó, y la corriente de aire que trajo desde el exterior puso a Remus en alerta.

Pisadas. Dos pares. O mejor dicho, cuatro patas…

Remus hundió más el rostro en la almohada y esperó.

El fruto de su paciencia se manifestó con una nariz húmeda que rozó la cara interna de su antebrazo, una exhalación, y luego el peso de un enorme perro negro que se subió con él a la cama a pesar de la estrechez de su colchón y se acurrucó con él.

—Lo siento, Padfoot —masculló Remus, avergonzado del desenlace que habían tenido y el haber dejado sobre su amigo la pesada labor de tener que actuar primero—. Lily estaba en lo correcto, pero… Prometo solucionarlo. No te molestaré con mis tonterías y-…

A un lado de Remus, el cuerpo peludo se transformó de vuelta en una adolescente que le rodeó con una mano alrededor de la cintura y lo atrajo con fuerza.

—No sigas —murmuró Sirius con la nariz en la nuca de Remus—. Yo me siento igual y no había sabido cómo expresarlo más allá de pedir sin parar que me acariciaras detrás de las orejas y actuar como una bestia posesiva cada vez que alguien se acercaba a pedirte una cita.

—¿T-Tú…?

—Yo, sí —respondió Sirius—. Me gustas, Remus John Lupin.

—P-P-Pero…

Sirius exhaló, y la tibieza de su aliento hizo a Remus estremecerse. —Esa frase es cortesía de James. Yo quería ir más sobre las líneas de ‘bésame, estúpido’ pero al parecer eso no tiene el gancho necesario…

—Uh-uh… —Coincidió Remus con él.

—No por ello es menos cierto —prosiguió Sirius, que con la punta de la nariz rozó a Remus en el cuello—. ¿No dirás algo?

—Oh, Sirius…

—Eso estaría bien para después, con menos ropa y un buen hechizo silenciador, o… ¿Me estoy adelantando a los hechos, verdad?

«No por más que un par de horas si me das la oportunidad», pensó Remus con un extraño calor en el vientre bajo, pero ya que los nervios estaban siendo sustituidos a velocidad de vértigo por la hilarante sensación de alivio que sólo Sirius y su repentina declaración de amor podían darle, giró el rostro y se enfrentó cara a cara con el causante de su pasado sufrir y presente felicidad.

En una acción que demostró ser la correcta, Remus redujo los escasos centímetros que separaban sus rostros y besó a Sirius en los labios.

Para nada un beso de cerrar los ojos y en donde las mariposas (que más bien daban la impresión de ser doxys) de su estómago revolotearon sin control, pues una descripción más correcta se asemejó a la caída de un rayo por la electricidad que corrió entre ambos y les hizo separarse casi electrocutados el uno del otro.

—Intenso —declaró Sirius, que fue en pos de un segundo beso y lo consiguió.

El resto fue… Ponerse al día con el retraso de poco más o poco menos de seis meses de atracción y sentimientos que eran 100% correspondidos.

 

Con una naturalidad pasmosa que sólo alertó a una pequeña porción de alumnos en la torre de Gryffindor (aunque a una mayor proporción entre aquellos que pertenecían a otras casas), Remus y Sirius hicieron pública su nueva relación de novios cuando a la mañana siguiente bajaron las escaleras que conducían a los dormitorios no tomados de la mano, sino sujetos por los meñiques y ostentando su unión con un balanceo exagerado que había sido idea de Sirius, muy para bochorno de Remus, que con todo había accedido con la condición de que se lo hiciera recompensar. Y Sirius así lo hizo.

En la sala común, el cuchicheo que reinó ante su presencia fue más bien para determinar quiénes habían ganado qué apuestas, y Lily no hesitó en acercarse a la feliz pareja para felicitarlos, y en el caso de Remus, besarlo en la mejilla porque la había hecho 20 galeones más rica.

—Mantén tus distancias con mi enamorado, Evans —dijo Sirius—, que si tanto te interesa un romance con uno de los Merodeadores, tengo el chico indicado para ti…

—Déjame adivinar, ¿Potter? —Lo complació Lily cruzada de brazos y con una ceja arqueada.

Sirius encogió los hombros. —O podría ser Peter. Tu elección, aunque creo que Jamie se lanzaría desde la torre de astronomía si algo así llegara a ocurrirle, y Peter le seguiría de cerca por la culpa.

—Valdría la pena comprobarlo…

—Mejor no —intervino Remus—. No sería el mejor cierre de quinto año si eso llegara a ocurrir.

—Oh, en ese caso tengo mejores ideas si es que quieres volver a casa para las vacaciones con un recuerdo digno de memorizar —dijo Sirius con un tono que nadie salvo Remus había llegado a conocer (y eso sólo por un par de horas la noche anterior) mientras le plantaba a su flamante novio un beso en el cuello y hacía que éste tuviera la reacción visceral de sacudir su pierna derecha.

—Qué gesto tan… —Empezó Lily a decir.

—Tan canino —suplió James con la sombra de una sonrisa tras la cual se ocultaba la verdad como única máscara—. Alguien aquí ha pasado demasiado tiempo con Padfoot…

—Bah —desdeñó Sirius la noción, rodeando a Remus con un brazo en torno a los hombros y pegando sus costados—. Si acaso, no tiempo suficiente. ¿Verdad que sí, Moony?

—En efecto —sonrió éste para sí, imitando el gesto de su novio con otro idéntico—. Podría serlo más.

Que con práctica y repetición, aunados al magnetismo innato que los unía como personas pero también como animales de una misma manada, así lo fue.

 

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Notas finales:

Y hemos llegado al final~
Para la siguiente semana ya tengo un fic nuevo que suplirá a éste en las actualizaciones de los lunes, así que si les interesa, no olviden pasarse a leer.
Graxie a las personas que llegaron hasta el final, y cualquier comentarios (o kudos) es bien recibido :)


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