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Mil años por Kaiku_kun

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Las imágenes pasaban muy rápido delante de los ojos de las dos chicas. Estaban juntas, como si estuvieran viendo una tele hiperrealista y sin bordes. Cada acción transcurría a alta velocidad, pero lo captaban todo.


Aparecían casi todas las escenas de los sueños que habían tenido, pero desde fuera. Mérida y Ástrid se conocieron en un intento de tregua entre los nórdicos y el reino de DunBroch. La tregua se cumplió, y se hicieron banquetes para conmemorarlo. Las dos chicas, que al entender de Mary tenían un aspecto muchísimo más peligroso que el que tenían ella y Alyssa, hablaban como si fueran amigas de toda la vida. Además, de alguna forma, Freya había permitido que sintieran lo que sentían ellas, porque Mary se notaba ligeramente embriagada por ese aspecto poderoso y seguro que ofrecía Ástrid. Alyssa debía de sentir algo similar, porque ahí de pie, observando desde fuera aquella conversación, le estrechó más la mano.


Aquel era el sueño que Mary había tenido el día después de conocer a Alyssa. El de escoceses y vikingos reunidos felizmente en una fogata.


Las escenas fueron saltando a otras de más recientes. Mérida se aventuraba con su caballo en un bosque persiguiendo fuegos fatuos. Ástrid volvía a su país, donde una rebelión había empezado. Notaban ambas cómo se echaban de menos la una a la otra.


Qué bonito es el amor. Puede llevarte a hacer locuras. Como la que sigue.


Ástrid apareció entonces rezando a Freya por poder encontrarse con Mérida y poder ser felices juntas. La diosa apareció en su forma favorita, un gato, a los pies de la nórdica.


—Si quieres volver a estar con quien amas, ella tendrá que demostrar su valía igual que tú lo has hecho incontables veces —pronunció la gata Freya—. Pero debo advertirte: no va a ser agradable para ti.


—Da igual, ¿cómo la encuentro?


—Ella vendrá a ti. Ya está de camino, de hecho.


Ástrid se alejó de la gata y el templo de Freya y empezó a buscar en el horizonte marino. No había nada que le llamara la atención.


Tardaron unos días, de hecho, pero se reencontraron. Mérida y algunos guerreros de la corte del rey visitaban Noruega en busca de continuar la tregua que se había empezado semanas atrás en territorio escocés. Allí, más banquetes se sucedieron, en los que Mérida y Ástrid empezaron en secreto una relación. Freya pasó a más velocidad esas escenas adrede para que sus invitadas recordaran que no estaban allí para pasarlo bien. Mary y Alyssa se habían soltado las manos de la vergüenza de lo poco que habían visto.


Entonces la escena se pausó en un pueblo medio incendiado de Noruega. Parecía que una batalla había sacudido el lugar. Un grupo de guerreros huía de la guardia real de Noruega. Ástrid y Mérida formaban parte de aquella guardia. Parecía una victoria muy costosa.


Todos los humanos tienen un defecto fatídico que provocará su destrucción. El de Ástrid era el orgullo. No fue capaz de retirarse cuando le ordenaron, y causó muertes y el incendio.


Luego, la escena se centró en Mérida, en plena batalla. Ella se alejaba momentáneamente de Ástrid para poder disparar con su arco con toda la comodidad del mundo y fustigar a sus enemigos. Lo hizo justamente cuando más necesitaban un combate cuerpo a cuerpo en ese flanco. Un vikingo hería a Ástrid a los pocos minutos de que Mérida se alejara.


El de Mérida era el individualismo. Querer hacer las cosas a su manera sin contar con los demás casi le costó la vida de su amada, quien ya había cometido el error de aguantar la posición.


Mary reconoció entonces esas escenas. La batalla en la aldea, y a Ástrid tumbada en la cama, con Mérida cogiéndola de la mano para intentar insuflarle algún tipo de energía o ánimo. Eran también cosas que había soñado, esta vez apenas un par de días atrás.


—Pero salieron adelante. Vivieron —dijo Mary.


—Lo suficiente para ser castigadas. ¿Fue éste el motivo? —preguntó Alyssa.


Freya contestó mostrando otra imagen. Mérida se encontraba con la misma gata, que le aseguraba que Ástrid sólo se recuperaría si ella partía en un viaje a solas, para cazar una criatura. Un alce enorme que formaba parte del ganado de los gigantes de las montañas, en Jotunheim.


—Mátalo, guarda su sangre y haz que Ástrid la beba. Se curará por completo.


Mérida partió inmediatamente, prometiendo a Ástrid que volvería con un remedio de Freya. La noruega aseguró que estaría allí esperándola.


Freya guió a Mérida a través de los inexorables bosques y las altas montañas de Jotunheim. Era una versión más grande y más peligrosa de su mundo, donde constantemente criaturas enormes, plantas horribles y ventiscas obligaban a Mérida a buscar refugio, a gastar todas sus flechas y a arriesgar su vida por una criatura que tardó ni más ni menos que dos semanas en presentarse.


El alce era enorme, de piel muy pálida, y no tenía ningún guardián. Si los gigantes de las montañas eran sus propietarios, no lo hacían notar.


Mérida lo mató, con toda la pena del mundo. Dos flechas fueron suficientes para tumbarlo, y recogió su sangre en un envase de madera que se había procurado en ese mundo horrible.


Un rugido retumbó entre las montañas entonces. Un gigante apareció armado con un gran garrote de madera con remaches de hierro abollado.


—¡¡Mi alce!! ¡¡Pagarás por ello, humana insignificante!!


Mérida no se quedó a combatir. Huyó a un bosque muy espeso en el que enseguida tanto ella como el gigante se perdieron. No supo cuantos días pasó allí, porque la oscuridad era siempre la misma. Había días que oía al gigante maldecir y tumbar árboles y otros en los que el silencio absoluto era su peor pesadilla.


Cuando empezaba a abandonar la esperanza después de caminar por ese laberinto durante tanto tiempo, Freya en su forma de gata volvió a aparecer.


—Muy bien, jovencita. Por fin has encontrado la salida del bosque. Encontrarás fácilmente el camino de regreso a tu mundo, y te reencontrarás con Ástrid.


Efectivamente, Mérida tardó apenas un día en volver al lado de su amada, después de salir de Jotunheim. Parecía que hubieran congelado a Ástrid, porque tenía la piel más pálida que nunca, apenas comía y no hablaba. Pero cuando vio a Mérida con el recipiente con sangre de alce, la miró desorbitada, sonriendo, y bebió con todo el asco del mundo esa cosa.


—Por Thor, qué asco, estaba saladísimo, sabía a rayos y a acero.


Los efectos se hicieron notar de inmediato. La herida se curó, las fiebres desaparecieron, y al cabo de una hora parecía estar como nueva.


—¿Cómo demonios…?


—Freya me ha ayudado.


—Tenemos que ir a verla a su templo —dijo Ástrid.


No encontraron a la gata. En su lugar, una dama de pelo larguísimo rubio y tan solo un vestido blanco y dorado esperaba allí. Les esperaba de cara, con posado firme y un rostro insondable.


—Habéis pasado todas las pruebas que os he puesto, especialmente tú, Mérida. He estado siguiendo vuestros progresos desde hace años y no dejáis de sorprenderme con vuestro valor y resistencia. Vuestro premio será merecido.


—Espera, ¿habéis estado manipulando nuestro destino durante todo este tiempo? —contestó Mérida de mala manera.


—Las Nornas son las que llevan el destino, no yo. Pero de vez en cuando dejan que intervenga para las batallas y el amor.


—¡He estado a punto de morir! —replicó Ástrid—. ¡Habéis causado la rebelión, habéis hecho que muchos vikingos mueran!


—¡Jugáis con nuestra vida como si fuera un capricho! —añadió Mérida—. ¡Nuestro destino no puede ser un pasatiempo de los dioses!


—Sí, he hecho todo eso, y ahora estáis vivas y juntas. Deberíais agradecérmelo.


Mérida y Ástrid se miraron un segundo, pero se encararon a la diosa.


—¡Nunca, ni en mil años te lo agradeceremos!


—¡Los dioses aprenderán a respetarnos!


—Conque mil años, eh…


El templo se oscureció de repente. Todas las antorchas se apagaron y Mérida y Ástrid apenas se podían ver, incluso estando tan cerca. Una creciente sensación de pavor inundó la sala.


—Si salís de este templo sin agradecerme la buenaventura, serán mil años los que sufriréis de castigo. Ninguna de vuestras descendientes conseguirá nunca encontrar su amor sin encontrar la guerra también. ¡Os reencarnaréis durante mil años en sufrimiento continuo!


—Hemos superado más adversidades que eso y no os merecéis un agradecimiento por las torturas que nos habéis hecho pasar.


—Estoy de acuerdo —añadió Ástrid.


La pareja abandonó el templo, llena de ira.


La escena entonces se trasladó a esa batalla en la que Mérida era herida y Ástrid desaparecía entre sus guerreros. La tregua entre Noruega y Escocia se había roto y las batallas mantuvieron para siempre separada la pareja.


Ástrid fue exiliada, por haberme ofendido en el templo y murió asesinada por unos renegados. Mérida no sobrevivió a esa herida. Y sus descendientes no tuvieron un final muy distinto.


Las imágenes se detuvieron y aparecieron en el mismo templo donde el castigo había empezado. Estaba en ruinas, sin techo. Se podía ver un cielo claro, con el sol entrando a raudales.


Mary y Alyssa se cogieron de la mano. Delante de ella estaba Freya en la misma forma en la que la habían visto hacía casi mil años.


—Puedo sentirlo —dijo—. La ira de dos guerreras hacia mí sigue en vosotras. Y también percibo el amor que os tenéis, inalterable después de tantos siglos. ¿Qué será hoy? Soy diosa de ambas cosas, será interesante hacia dónde se inclina la balanza esta vez.


Las chicas se miraron. Mary sentía toda esa ira, la sensación de que Freya había sido muy injusta con sus antepasadas, con todas ellas, precisamente por lo que Mérida había dicho. Sólo por el capricho de ver qué decisiones tomaban. Y por lo que estaba temblado Alyssa, ella estaba pensando en lo mismo.


—Todo este tiempo estudiando mitología pensaba que contaban cuentos y daban lecciones a los que los leían —habló la rubia—. Creía en las moralejas. Pensaba que me encontraría con algo más que lo que realmente es. Esos cuentos son solo tergiversaciones del egoísmo de los dioses. La moraleja es sólo “no desafíes a un dios”.


—No empiezas muy bien, niña —se rio Freya.


La diosa parecía satisfecha de ver que una vez más caían en su trampa. A ella le daba igual qué escogieran, amor o guerra. Todo formaba parte de su dominio y parecía dispuesta a seguir otros mil años de esa cruel manera.


Pero Mary, que por desgracia había recibido cierta dosis de presión social sobre el romanticismo, pensaba de forma distinta.


—Tienes, Alyssa, fue egoísta, pero todos hemos pasado algo (muy cursi) por alto. —Mary se encaró a Freya—. Quisiste castigarnos por no agradecerte que nos ayudaras a estar juntas, pero eso hubiera pasado de igual forma porque era nuestra decisión. Y castigándonos a reencarnarnos durante mil años y sufrir nos has intentado demostrar tu rencor y que cumples tu promesa. Pero nosotras te hemos demostrado algo también.


—¿Ah, sí? Dime, ¿qué me habéis demostrado?


—Algo que tú también has admitido: que hemos pasado mil años enamoradas. En cada una de estas vidas hemos intentado estar juntas y lo has visto y nos has matado por ello. Pero nunca cejamos en nuestro empeño. Estamos destinadas a estar juntas, fuera entonces o sea ahora. ¿Dices que las Nornas son las diosas del destino? Pues me temo que tienes que admitir que tienen más poder que tú, porque nunca nos han negado el encuentro, y tú sólo has podido matarnos DESPUÉS de que nos enamoráramos.


—Reconozco que tienes razón en todo lo que has dicho, pero comparar una diosa con otras no es una forma de agradecerme nada.


—Oh, sí que tengo algo que agradecerte. Quiero agradecerte que me hayas contado por qué no soy como cualquier otra persona, que se enamora de a saber quién. Me has ayudado a saber quién soy. Quiero agradecerte que me hayas puesto en el camino a Alyssa, que es maravillosa y es digna de su antepasada guerrera. Y a ti te encantan las guerreras, ¿a que sí? Y también quiero agradecerte tu castigo, porque te hemos demostrado que el amor puede más que el rencor. Mátanos las veces que quieras, porque sea con tu ayuda o tu odio, nos encontraremos. Tu castigo te representa como amor y guerra, tal y como tus seguidores pregonaron hace siglos.


Mary miró a Alyssa y la tomó de la mano de nuevo, con cuidado. Ella estaba claramente sorprendida, con los ojos como platos, sin saber qué decir. Mary apoyó su frente en la sien de la rubia sin temor. Necesitaba un apoyo, pues pensaba que se desmayaría ante la energía que desprendía Freya contra ella. La miró de reojo, esperando una respuesta.


—Bueno, esto es inesperado —admitió la diosa—. Apelar a uno de mis atributos para aplacar el otro es, ciertamente, ingenioso. Tampoco es el agradecimiento que esperaba, pero ninguna de tus antepasadas había dicho nada cercano a un “gracias” —dio un suspiro de cansancio—. Supongo que sí me excedí un poco. Los dioses nos tomamos los desafíos muy a la defensiva. Está bien, levantaré el castigo, podréis ser felices enfrentándoos a vuestro destino. ¡Pero no volváis a desafiarme!


Mary quiso saltar y abrazar a Alyssa y hasta a Freya, pero todo se desvaneció al instante.


*  *  *


Mary y Alyssa despertaron juntas. Estaban en dos camillas cerca de unas ambulancias. Había mucho ruido de personas y coches de policía. Mary permaneció desorientada un largo rato, mientras la trasladaban al hospital, pero dijo que estaba bien. Alyssa iba en la otra ambulancia, supuso, así que dijo que por lo menos las pusieran en la misma habitación.


La suerte estuvo de su lado, porque así se hizo. Mary seguía desorientada en el hospital, pero mucho más a gusto, como si le hubieran quitado un peso de encima.


—¿Ha sido todo un sueño? —le pregunto Alyssa.


—Bueno, estamos aquí, vivas después de la manifestación.


—Suena ridículo, con lo pacífica que tenía que ser la marcha —se rio, dándose cuenta de la realidad.


—Supongo que nos ha dejado en paz por fin —repuso Mary, hablando de Freya.


Se cogieron de las manos, estaban lo suficientemente cerca.


Salieron al cabo de un par de horas, con el alta de los médicos y paseando tranquilamente por las calles de Glasgow hacia la universidad. Iban cogidas de la mano igual como cuando se habían ido a la manifestación, pero esta vez sonriendo.


—Has sido muy valiente allí ante Freya —le dijo Alyssa.


—Bueno, no hagas que me avergüence, yo no soy de esa clase —dijo, mirando al suelo, sonriendo un poco.


—¿De qué clase?


—Cursi.


—Por dios, no lo seas, me gusta más cuando eres una cría bromista. Y con lo de valiente también me quedo. Pero me acordaré toda la vida de lo que has dicho.


—Mierda.


Alyssa se rio y paró a Mary para que se encarara a ella. Le dio un beso entre risita y risita, dejando a la pelirroja anonadada.


—Vaya, tú también te puedes sorprender tanto como yo. Me gusta.


—A mí también me gusta, así que no me dejes sin.


Mary le devolvió el beso, con un poco más de pasión, y luego intentó mantener la compostura y seguir andando por el campus de la universidad.


Mil años de sufrimiento terminaban. Comenzaba una vida de amor.


 


FIN

Notas finales:

Yyyyy hasta aquí :) espero que os haya gustado, y seguidme como podáis, aquí, en facebook, en wattpad, porque se acerca más yuri y ya ando actualizando más yaoi :p ojalá que hayáis quedado satisfech@sm y si no es así, buscad "Más allá del mar sin sol" en wattpad, porque ese sí que es largo :p


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