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Mil años por Kaiku_kun

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Sus amigos le preguntaron qué le había pasado allí dentro con Alyssa, pero Mary se hizo la despistada y dijo una verdad a medias, que parecía que la conociera de algo, pero no sabía de qué. Ellos le dijeron que tenía cara de haber visto un fantasma.


—Pues casi —se dijo, cuando se encontraba ya en su habitación, matando el tiempo en su ordenador.


Aquella chica, Alyssa… Es que estaba segura, era Ástrid en su sueño.


Pese al montón de emociones que sentía en esos sueños, Mary nunca se había tomado nada de aquello en serio. Eran sueños, pasaban cosas increíbles y, vale, le gustarían chicos y chicas por igual (lo poco que le gustaban en general), pero nunca pensó que… ¿Y si había visto a Alyssa antes?


Tenía que reconocerlo: estaba muerta de curiosidad. Nada más llegar a casa había abierto los libros, buscando el punto de libro con la fecha de devolución, a ver si le había dejado algún mensaje, pero nada. Por otro lado, la mirada de “lárgate de aquí” que le había echado antes de irse debería haberle dado la pista de que no esperara nada.


Quería preguntarle muchas cosas, pero no quería parecer otra loca de esas que van ahí soñando despiertas con historias fantásticas. O una acosadora. Precisamente por eso había decidido dejarlo correr y matar el tiempo haciendo otra cosa.


Sólo hubo un pequeño obstáculo: volvió a soñar con todo ese mundo donde ella era Mérida y Alyssa era Ástrid. En el sueño parecía que todo hubiera retrocedido respecto al anterior. Mérida y Ástrid apenas se estaban empezando a gustar en él, pues notaba las miradas intensas que se lanzaban y alguna sonrisa que quedaba oculta en las sombras de una fogata. Había más personas, algunos escoceses, algunos vikingos, amigos mutuos probablemente, pero no sabía qué pasaba con ellos ni porqué estaban todos juntos.


Cuando despertó de ese sueño, lo recordaba todo. Había sido breve, pero ahí estaba. Ástrid, de pelo rubio y trenzado, un rostro pulido y pálido sin pecas, unos ojos del color del cielo de mediodía y una sonrisa que podía cambiar de afable a muy mordaz en un milisegundo. Era una guerrera curtida, intimidante, protectora, bastante vacilona y no se ataba a los convencionalismos que se suponía que había en la época. Y ella, bueno, Mérida, estaba totalmente enamorada de ella. Mérida era también rebelde, un poco más niña, más inocente, y parecía el paradigma de irlandés, más que de escocés: pelo rizadísimo, rojo como una llama, estaba llena de pecas. Ropa siempre cómoda, pero sin ir cargada de armadura.


Mary se miró al espejo al día siguiente. Ella y Mérida eran casi idénticas. Ella quizás tenía menos pecas, y sus rizos eran más grandes, cortos y menos numerosos, pero sería cuestión de detalles. Y Alyssa y Ástrid serían otro tanto, aunque la de verdad tenía el pelo suelto y por los hombros. Y vale, quizás las dos tenían algunos rasgos faciales distintos, por el paso del tiempo, pero ¡joder! ¿Cómo podría callarse algo así? Aquello, desde luego, no era algo normal.


Dos días después, el resto de las asignaturas del semestre habían obligado al grupo a volver a la biblioteca. Mary no había dicho nada más de la prima de Robbie, así que se suponía que nadie notaría que ella también iba por si veía por casualidad a Alyssa y todo se ponía en su sitio viendo que no, que no eran tan iguales.


—Tendremos que quedarnos pronto a trabajar, si el de Zoología básica nos echa tanta presión como dice que hará —decía Dylan, mientras buscaban libros.


—Mejor así, me parece peor hacer sólo un examen o sólo un trabajo del que dependa toda tu nota —comentaba Mérida. Se había quedado encantada mirando un libro de la sección de mamíferos en Noruega.


Cuando tuvieron los libros que necesitaban, en vez de llevárselos (que ya tenían varios), fueron a una sala de estudio a ojearlos y sacar información rápido. Tenían un par de horas muertas antes de la siguiente clase, así que no tenía que ser problema. Pasaron por delante del mismo mostrador donde habían encontrado a Alyssa, pero no estaba ella, sino una señora de unos cuarenta y pocos años con cara de mala uva. Había que reconocer que Mary se sintió decepcionada.


—Eh, bobalicona —susurró Dylan—. Mira allí.


El tío se las había arreglado para averiguar lo que buscaba Mary (o malpensar), porque le señaló una de las salas de estudio. Alyssa estaba allí, buscando entre varios libros. Robbie iba derechito a ella, sin saber lo nerviosa que pondría a su amiga. Y probablemente a su prima también.


—¡Hola, primita! —la saludó Robbie, cuando entraron. En la sala había bastante más ruido que fuera.


—¿Te han tirado un ladrillo en la cabeza? ¿Desde cuándo me llamas “primita”?


—Creo que tantos animales me han fundido el cerebro hoy.


Los tres se sentaron al alrededor de Alyssa. Mary estuvo muy tentada de cotillear en sus libros, pero se limitó a decir hola y ponerse manos a la obra con los que tenía ella. Le pasó uno a Dylan, que parecía burlarse de ella con la mirada. Qué manía con cazar todo al vuelo.


—¿Qué estudias? —le preguntó él, precisamente.


—Hice antropología social, y ahora estoy en un posgrado en genealogía.


—Eso último lo entiendo, ¿pero antropología social?


—Es como estudiar una sociedad familia a familia —explicó Robbie de memoria—. Cómo se organizan, actividades, costumbres… Normalmente lo más próximas al presente y no-occidentales posible.


—Al final se lo ha aprendido —se rio Alyssa—. Lo he tenido que repetir tantas veces en comidas familiares que no me extraña, tampoco.


Mary miró finalmente los libros. Eran textos bastante viejos, encuadernados antiguos. Tres abiertos y uno cerrado. También había otros libros más modernos esperando en un montón. Esos de ahí iban de historia vikinga y no parecían tener que ver con lo que estaba haciendo en ese instante.


—Estoy investigando sobre algo que me han mandado hacer —comentó ella, que veía a todos curioseando en sus libros—. Pero me interesa más estudiar sobre mi pasado.


Mary intentó que su pelo no se moviera mucho en respuesta a la reacción que había tenido al mirarle a los ojos. “¿Pasado como el de mis sueños?” fue lo que acudió a su mente.


—Sí, está convencida de que tiene antepasados reyes o algo así —se reía Robbie.


—No es eso, pero hay mujeres de nuestra familia que han sido importantes o han participado en guerras, destacando en ellas. Quiero ver hasta dónde llego. Ya hace tiempo que busco y me he encontrado casos impresionantes, pero la mayoría han resultado ser batallitas de abuelos.


Nadie comentó nada después de eso. Alyssa hizo sus deberes y Mary se puso con los suyos, aunque le estaba costando concentrarse. Pensaba que estaba siendo muy… ¿fácil? No sabía si esa era la palabra, pero Mary estaba segura de alguna manera que Alyssa la había reconocido el otro día y parecía interesada en saber de dónde narices había salido la pelirroja.


Peor. ¿Y si ya sabía de dónde había salido? Joder, iba a resultar muy incómodo. Mary no era precisamente del tipo discreto y sabía que había hecho demasiado evidente que conocía a Alyssa de algo, o no la habría mandado a paseo con la mirada a los dos minutos de conocerse. “Bien, Mary, tú siempre tan delicada”, se regañó.


Había pasado de tener curiosidad a querer huir. Dios, es que menuda forma de comportarse por un par de sueños estúpidos.


Su temido momento llegó cuando sus dos amigos desaparecieron para ir al baño y a ver a unos amigos que habían ido a parar a la sala de estudio de al lado. Mary siguió trabajando incómodamente, sin mirar a su inesperada compañera de estudio.


—No hace falta que disimules —le dijo ella.


—¿Qué?


—Nos conocemos.


No era una pregunta, era una afirmación rotunda. Mary estaba deseando decir “no, ¿de qué hablas?”, pero las palabras no le salían. Le salía decir la verdad, y la verdad la convertiría en una rarita.


—No quiero hablar de ello… —musitó.


A ver, ¿quién hablaría de sueños raros con una persona que no conoce? Y eso obviando que esa persona es la otra protagonista (romántica) de ellos.


También hay que decir que ella solita se había metido en un callejón sin salida, entre miraditas, darle vueltas al asunto y todo. También podría ser que le dijera “eres la prima lejana de mi tío segundo, el del otro lado del mundo que…”, pero Mary no veía esa posibilidad como factible. Rezaba para que sí lo fuera.


—Está bien, pues no hablemos —suspiró Alyssa, con tonito desafiante.


Mary se quedó sorprendida. No esperaba una respuesta así. Esperaba presiones, o que simplemente empezara a charlar, como solía a hacer su madre, y ella escuchara en silencio o protestando.


Creyó que aquellos pocos minutos se hicieron horas. Mary intentaba seguir con su trabajo, pero le costaba horrores pasar de las primeras líneas. Alyssa estaba tan tranquila, ojeando uno de los libros de historia vikinga, o quizás mitología, a saber. Cuando llevaba varios minutos leyendo una página en particular, Mary estalló:


—¡Vale, está bien! ¡Te conozco! Pero no te he visto nunca como…


—Calla y mira esto —le espetó, con seriedad.


 Y aunque le hubiera dicho “no dejes de hablar en todo el día” se habría quedado sin habla. Un dibujo de la época representaba una batalla en la que destacaban dos grupos. Mary supo que se trataba de escoceses y vikingos porque en el centro había una chica de pelo rizado y otra con el pelo trenzado, encaradas pero sin armas. Igual que en el sueño.


Mary miró a Alyssa de nuevo. Y al libro, y a Alyssa.


—Esto lo sabías de antes.


—Pues claro que lo sabía. Estaba esperando que te…


Alyssa iba a empezar a explicarse, parecía, pero Mary la cortó abandonando la sala como un tornado, haciendo todo el ruido posible. Huyó al baño más cercano a lavarse la cara y a aguantarse las ganas de decirle al mundo que se fuera a la mierda. ¿Qué clase de treta era esa? ¿Qué le estaba pasando? ¿Estaba dentro de otro sueño? Joder, pues que la despertaran, la broma había acabado, aquello ya había dejado de gustarle. Ya estaba esperando a que Morfeo apareciera y le explicara qué es el Matrix.


Se miró al espejo y se echó un poco de agua a la cara, para intentar calmarse. Le dieron ganas de pegar un puñetazo al espejo, pero se contuvo. Ni siquiera sabía por qué estaba tan enfadada.


Entonces el sonido del agua se fue apagando, como si se le hubieran taponado los oídos de golpe. Mary intentó destaparlos, o tocar el agua, pero se había quedado así. Una voz invadió sus pensamientos.


El castigo aún no se ha cumplido, niña. Aléjate de ella, o sufrirás las consecuencias.


—¡¿Quién eres?! —gritó, sin querer, tapándose los oídos.


La voz no contestó, pero era la que también aparecía en sus sueños. Femenina, tosca y grave, muy peligrosa. En esos sueños era una voz más, alguien con quien poder hablar, pero allí de rodillas en el sueño del baño, aquella voz parecía querer dejarla sorda o sumirla en la locura. Ensordecía todo lo demás.


Pasaron varios segundos. El agua volvió a sonar como agua, y no como un siseo de fondo.


Una persona entró en el baño.


—¡Mary! Levanta, vamos.


Alyssa la recogió del suelo, aunque ella no hizo ningún esfuerzo por ser ayudada. Es más, se alejaba, y seguía con las orejas tapadas, recuperándose del susto.


—¡Vete! ¡Déjame!


Si había alguien más en el baño, ya estaría llamando a urgencias, acojonado.


—¡Mary, cálmate! —Pero ella seguía revolviéndose—. ¡Yo también la oigo!


—¿Qué? —preguntó, frenando un segundo.


—Que la oigo.


Mary se destapó los oídos y miró a Alyssa. Ella tenía una mirada realmente preocupada, pero que a la vez decía “es como verme reflejada”. Estaba aterrorizada también.


—Volvamos a la sala. Tengo que contarte mucho.


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