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LA MAQUINA DEL TIEMPO por juda

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Oscar entró a la habitación con su pijama puesto, se recostó y tomó un libro que había en una mesita para retornar a la lectura.

-¿Qué tal va la investigación de B y JP? ¿Viste adelantos? -preguntó ella, sentada en la cama, mientras se ponía crema en el rostro.

-Si, están analizando la sangre de BatyBaty, creo que B ha encontrado un cambio significativo.

-Es decir que siguen trabajando en eso!

Oscar bajó el libro y lo observó.

-Marcela, ojalá pudiera seguir el hilo de tus pensamientos, pero nunca los sigo. ¿Me podrías decir qué piensas; hacia donde va el interrogatorio?

-No pienso en nada en particular, quería saber si vos estabas al tanto de lo que hacían esos dos encerrados siempre en ese laboratorio!

Oscar la miró unos segundos, intentando leer entre líneas lo que Marcela le estaba diciendo, pero como no le encontró mayor significado, volvió a su libro.

La mujer suspiró rendida, si Oscar no intuía nada... ¿sería posible que ella se estuviese equivocando? En una de esas estaba sobre reaccionando. No habría sido la primera vez que armaba un escándalo y B no estaba haciendo nada malo!

Su hijo no había bajado a cenar y JP comió incómodo hasta que se sumó a la mesa Oscar y conversaron los dos como si el tiempo no hubiese trasladado a uno de ellos de un extremo al otro.

-Debería pedirle una disculpa a JP -susurró más para si misma que otra cosa.

-¿Qué?

-Nada Oscar. Nada!!

Se levantó, cerrándose la bata sobre su pijama y estaba por salir cuando escuchó la voz de su marido.

-¿A donde vas?

-Al baño.

-¿Por qué no vas al baño de nuestra habitación?

Oscar a veces la sacaba de sus casillas.

Se dio media vuelta, con las orejas coloradas.

-Porque quiero cagar y si lo hago en nuestro baño voy a llenar de olor la habitación. ¿Está bien así? ¿Puedo irme?

Oscar afirmó con el rostro sin pronunciar palabra. Marcela era la mujer más tierna y dulce del mundo, pero cuando se enojaba... bueno... cuando se enojaba él prefería estar en jupiter.

Marcela pasó por el cuarto de su hijo, no salía luz por debajo de la puerta así que supuso que ya dormía. O tal vez estaba en el laboratorio del tercer piso. Pasó a la puerta contigua, se estaba arrepintiendo de haberle dado ese cuarto a JP. Golpeó e intentó entrar, pero estaba con llave.

Frunció el ceño.

Otras veces había golpeado y entrado. ¿Por qué ahora estaba con llave?

Escuchó movimientos, pegó el oído a la puerta y se sobresaltó cuando la abrieron.

JP se dio cuenta de lo que había estado haciendo y elevó las cejas.

-Marcela! ¿puedo ayudarte en algo?

La mujer intentó mirar hacia dentro del cuarto por sobre el hombro del pelinegro.

-Quería hablar contigo. ¿Puedo entrar?

JP la observó dos segundos y se hizo a un lado. Ella entró haciendo un barrido completo con los ojos en busca de algo extraño o fuera de lugar. Se sentó en el borde de la cama, el pelinegro había dejado abierta la puerta y estaba apoyado en el muro, observándola.

-Quiero pedirte disculpas por lo de esta tarde en el laboratorio -le dijo mirándose las manos y cuando aspiró para continuar, sintió un dejo de un perfume conocido. Levantó el rostro y olió al aire.

-¿Qué pasa? -preguntó JP incómodo.

-¿Estás usando algún tipo de perfume?

-No! Sólo el desodorante que me regaló B.

No, no era desodorante. Ahí olía al perfume de su hijo! Al final no estaba equivocada. JP había osado ponerle las manos encima a su hijito.

Se paró.

-¿Cual desodorante te regaló? Porque el usa dos marcas distintas y una es más rica que la otra, ¿puedo entrar a tu baño para ver cual te dio? -preguntó frente a la puerta que estaba justo delante de la cama. No esperó respuesta, abrió de golpe y miró hacia dentro, buscando.

Se adelantó e hizo a un lado la cortina de la ducha.

-Marcela, ¿qué buscas? -preguntó JP. Se había sentado en la cama y la observaba.

-Oh! ya se cual desodorante te regalo, si, ese también es rico -le explicó señalando el producto que estaba sobre una repisa.

Salió hacia donde estaba JP.

-¿Cómo haces con la ropa? ¿Quieres que te compre algo? -cuestionó de nuevo dirigiéndose presurosa hacia el closet y abriéndolo con fuerza. Hizo a un lado las perchas.

-Uso lo que Oscar me da. No te preocupes, estoy bien.

-Ok -contestó, seguía inhalando con fuerza, no se equivocaba, era imposible, ahí olía a su hijo. Miró hacia la cama, una zapatilla sobresalía por debajo. -Le diré a la chica de la limpieza que limpie bien la habitación, a veces no pasa la aspiradora debajo de la cama -volvió a decir, se agachó y levantó el cubrecama con rapidez. No, debajo de la cama no había nadie. Se incorporó rendida. Su hijo no estaba en esa habitación.

-¿Ya terminaste? -preguntó el pelinegro serio.

Marcela se volteó a mirarlo.

-Si, ya terminé, que descanses bien -le dijo mientras salía, luego volteó como recordando algo -Este cuarto es horrible, no tienes lugar para nada, el que está al lado del mío es mucho más amplio. Mañana a primera hora haré que trasladen tus cosas ahí. ¿Estás de acuerdo?

-Haré lo que tu digas. Estoy en tu casa.

Marcela miró por última vez el cuarto y salió, escuchó cuando JP le ponía llave. Se apresuró a la puerta que estaba al lado y golpeó.

-B???!!!

-Qué quieres? -le respondieron de mala gana.

-No cenarás?

-No tengo hambre, mamá. Gracias.

Su hijo estaba en su cuarto. ¿Se estaría equivocando? Tal vez si... pero tal vez no. De todas maneras no se arriesgaría a que un hombre grande como JP le pusiera un dedo encima a su hijito, mañana a primerísima hora pasaría a ese hombre al primer piso y lo alejaría de su pequeño. No podía decirle nada de esto a Oscar porque temía que saliera en defensa del pelinegro aduciendo que era 3 años mayor que B. Esas eran estupideces, JP había tenido en brazos a su hijito cuando era un bebé, no podía, NO PODÍA ahora querer tocar su cuerpito de otra manera. Sería una aberración.

Bajó las escaleras y se fue a su dormitorio para dormir.

***

JP tenía el oído pegado a la puerta, escuchó cuando Marcela llamaba a B y B le contestaba, luego los pasos de la mujer dirigiéndose hacia las escaleras.

Giró en redondo cuando sintió el sonido metálico de la pequeña rejilla que tapaba el conducto de aire central que había en el edificio.

Observó como unos dedos ingresaban por la ranura y hacían a un lado la protección, luego apareció la cabeza de pelo celeste y esa sonrisa rectangular. Se acercó cuando el muchacho le extendía las manos, lo sujetó y lo ayudó a bajar.

-B, vas a hacer que me de un infarto -le dijo con el ceño fruncido.

-Por? estábamos viendo los números del segmento de ADN que mutó. No estábamos haciendo nada malo! 

-Y si no estábamos haciendo nada malo ¿por qué cerraste con llave? 

-Porque quería ver los números cómodo -le dijo dándole un beso en la boca, sonriente, mientras se desvestía.

-¿Qué haces B? -preguntó tragando duro cuando lo veía meterse en su cama.

-Me pongo cómodo!!! Ven, veremos los números.

JP volteó la mirada hacia el conducto de aire.

-¿No tienes miedo de andar por ahí?

-Me escapo de mamá por los conductos desde que tenía 13 años, esos conductos son como mi segundo hogar -le explicó riéndose.

-¿Escuchaste que me mandarán al primer piso?

-Si, tranquilo, el conducto recorre toda la casa -le dijo mientras golpeaba el colchón y le pedía que se recostara a su lado.

-B, no creo que sea conveniente esto. Deberías ir a tu cuarto y vemos mañana los números.

El peliceleste bufó irritado.

-Ven a la cama JP. No te haré nada que no quieras.

-No es eso B. Me siento mal haciendo esto. Marcela confía en mi.

-No! no confía ni en ti ni en mi, por eso revisó tu habitación!

-No creo que esto esté bien, no me gusta estar haciéndole esto a tus padres.

-No se lo estás haciendo a ellos, tengo la esperanza que me hagas algo a mi -agregó con una sonrisa pícara, pero cuando vio que JP no cambiaba el tenor del rostro, se frustró.

Le pegó una patada a las mantas que lo cubrían y comenzó a vestirse con bronca.

-Ok, me voy.

-No te enojes B! -le pidió intentando tocarlo.

-No! no me enojo!!! me voy, mañana vemos los números. -mientras se ponía las zapatillas tomó el celular e hizo una llamada -Rafa, ¿donde estás? necesito coger y no tengo con quien.

JP abrió grande los ojos y se abalanzó sobre él, le quitó el teléfono y oprimió todos los botones con la esperanza de encontrar el que cortara la comunicación.

-¿Qué haces? -le pregunto el peliceleste de mala gana.

El pelinegro había quedado de rodillas delante de él, se acercó a sus labios, lo besó, le acarició el cabello, le pasó la lengua por el cuello hasta los hombros mientras le desabrochaba el pantalón.

-No, con Rafa no, B. No vayas con él!!

Y B se dejó desnudar nuevamente.

¿Qué estaba haciendo? ¿En qué momento había perdido la cordura? ¿Eso importaba?

El peliceleste se adhirió a él arrastrándolo a la cama mientras le sacaba la ropa a los tirones.

No, en ese momento, nada importaba. Ni siquiera la madre del muchacho, que antes supo ser su amiga y ahora estaba traicionándola.


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