5.- Calidez y lágrimas
Una fuerte discusión de moralidad y preceptos se llevó a cabo durante esa noche en la torre, con Shaka convenciendo a Mu de volver y a este negándose. Frustración y enfado, dos emociones que no eran habituales en el rubio, pero Mu siempre lo desquiciaba y sacaba sus emociones más humanas, podían llamar a la relación que tenían como quisieran amistad, amor naciente o simplemente hermandad, a sus casi 18 años, ambos no tenían ideas de muchas cosas, pero si sabían que algo había entre ellos, desde la primera vez que contemplaron él uno al otro.
El corazón de Shaka latía fuerte cuando Mu desbocado se acercó a él en medio de la oscuridad, solo iluminado por la tenue llama de un candil. La tensión yacía en el aire, ambos dejándose llevar por su espíritu humano, soltando por primera vez en toda la noche su deber como guerrero y cuestionándose como personas propias y nada más.
—Y a ti, Shaka ¿No te duele toda la muerte y sangre que nos rodea? —dijo Mu con dolor saliendo de sus labios. La tristeza evocada desde la boca ajena estrujó el corazón del rubio. En otros ese cuestionamiento hubiera sido menos que un mosquito, pero en ese ambiente casi etéreo, con una sutil lluvia cayendo pudo entender solo un poco las emociones ajenas. Mu huía del dolor y el recuerdo y él se lo restregaba en la cara. Shaka se acercó con ternura y cariño, dejo de ser ese ser más cercano a Dios para ser solo Shaka, parte de los recuerdos y el corazón de Mu. Shaka abrazó con fuerza y añoranza el cuerpo del ariano. Mu arisco y reticente trató de alejarse, pero virgo en ningún momento se apartó. Con un leve puchero y el corazón encogido Mu sintió el peso de sus hombros caer, desde que dejó el Santuario nunca se permitió flaquear, pero la fuerza de los brazos ajenos y el sostén quebraron su coraza, haciendo que muchos años después, con el recuerdo de Shion en su mente y su hogar perdido, llorara, llorara como un niño desamparado, en brazos de quien fue su primer amigo por años y que ahora estaba allí por su cabeza sino lograba hacer que volviera al Santuario.
6.- Loto florecido
Shaka ni Mu sabían cómo desembocaron en aquel beso cálido y añorante, se sabían en los brazos del otro, con dolor y miedo, pero también conciliación. Lo único real y palpable es que no pudieron separarse, aquel beso fue la duda en ambos, pero el hormigueo continuaba en sus labios, aun después de separarse. Durmieron en el mismo lecho, siguiendo esa cálida energía que los guió a besarse bajo la tristeza y la tensión. El corazón de ambos irradiaba esa brillantez, inocente, pero también más crecida y madura. Un algo que esperaban en el futuro tuviera una respuesta más clara.
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A la mañana siguiente la despedida fue sin palabras, solo miradas, el entendimiento de una negativa, y el imprevisto acercamiento de Mu, haciendo que sus labios se unieran, en un quizás algún día todo tome su curso, y vuelva a casa. Shaka negó sonriendo, uniéndose su frente con la de Mu, abrió sus ojos, los cuales mantuvo cerrados durante toda la visita y de despidió de Mu, mirándolo justo como esa última vez en el Santuario. Energía dorada cubrió el corazón de ambos, el nacimiento de un sentimiento verdadero e inquebrantable. Lo entendieron, Shaka siempre fue ese capullo de loto dorado, aquel que vio en el hielo durante el crudo invierno Mu, sin embargo, Mu era esa fuerza aliciente que lo hacía florecer. Mu se supo vigilado, eso pudo molestarle en otro momento, pero con una promesa silenciosa en el aire de volver a encontrarse, el pasado importaba menos que el futuro lleno de posibilidades. Aquel día Shaka se negó a llevar a Mu, y Mu se negó a partir, pero aquella flor de loto abierta y en su cenit era la conexión de ambos para un futuro que esperaba con ansias, donde esperaban haber comprendido lo que nació aquel día en Jamir. Que en la simpleza de un beso podía llamarse amor.
~FIN~