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Cosas de adultos ||Sterek|| por Dark_Ness

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Notas del capitulo:

Wow, el final de una historia siempre duele.

—Por aquí, sheriff Hale —el guardia de la prisión lo condujo con calma hacia la sala de visitas. Derek asintió. Aunque no lo mostraba, estaba sumamente nervioso de lo que estaba pasando a continuación—. Tiene una hora y media.

—Entiendo. —Respondió al punto.

Derek entró a la sala iluminada de la prisión estatal de Chowchilla y la observó momentáneamente. Habían pocas personas dentro de ésta; podía relacionarlos como visitas familiares de fin de semana que le hacían a aquellos que tenían la desdicha de estar detrás de la rejas, quienes en este caso eran mujeres. Esta sala tenía mesas redondas de metal fijadas al suelo junto a los bancos para sentarse, con una distancia de un metro entre ellas; y como no, estaban junto a las paredes grises. Los guardias que se encargaban de vigilar a las visitas —y a las reclusas— se mantenían a una distancia prudencial de las mesas, dándole un resquicio de privacidad a los demás; y Derek, sabiendo lo que se venía, suspiró sintiendo un pequeño escalofríos subiendo por su espalda. 

A pesar de tener ya un buen tiempo siendo un representante de la ley en su lugar de origen, no se acostumbraba a las visitas de orden que tenía que hacer a las prisiones. Al ser primeramente un policía más que trabaja en la comisaría de Beacon Hills, su deber era detener a los delincuentes y a cualquier persona que atentara contra la tranquilidad y el bien colectivo de la comunidad; pero solamente se reducía a ello. La labor de procesar a los criminales y trasladarlos a las prisiones estatales —según fuera la sentencia dictada por el juez—, dependía de otros encargados en el área. Por lo que no era frecuente que hiciera visitas a estos lugares; hasta que comenzó su labor como sheriff.

Y ahora, con unos cuantos años de experiencia encima, por fin podía hacerle frente a un asunto que tenía pendiente. 

Entonces, tras una pequeña observación y un viaje rápido a sus recuerdos, Derek caminó hasta la mesa ocupada por una dama rubia que, por su vestimenta, era parte de las reclusas en la prisión. El oficial que lo acompañaba le recordó las reglas que estaban establecidas para las horas de visitas, y el sheriff de Beacon Hills, con un largo tiempo estudiando las leyes y las reglas de este tipo de lugares asintió. Lo que menos quería en ese momento era causar un disturbio que lo dejara en una mala posición.

Una pensamiento que en otro momento sería ridículo, pero que en ese instante, tenía más que todo el sentido de mundo para él.

—Recuerde que solo tiene una hora y media para la visita, sheriff Hale. —comentó el guardia como despedida al dejarlo frente a la reclusa.

 —Por supuesto, lo tengo entendido. Gracias.

Entonces se retiró.

— ¿Sheriff Hale? —preguntó la señora. Estaba genuinamente sorprendida pro lo que había escuchado— Espero que no te ofenda lo que te voy a decir... Pero nunca me hubiera imaginado que terminarías siendo sheriff.

— ¿En qué momento te comenzaste a preocupar por ofender a alguien, Kate? —preguntó Derek tras observar la irónica sonrisa de su antigua profesora. El escalofrío que le recorrió fue menor esta vez, lo que aún le dejaba entrever que el miedo seguía pero en menor potencia— La cárcel te cambió más de lo que pensé.

Kate Argent rió.

—Las personas cambian, Derek —respondió—. Aunque tengo que reconocer que no lo hice por iniciativa propia... pero supongo que dos sorpresas en un día son válidas.

— ¿Lo dices por lo del título de sheriff? —Kate asintió—. Me gustaría decir que te debo las gracias por eso, pero sería darte muchos méritos por un esfuerzo propio.

Derek se sorprendió por la inmensa pasivo agresividad que había en el aire. Si Stiles pudiera verlo en ese momento, se burlaría por su actitud resentida —aunque genuinamente sabía que después el chico lo miraría a los ojos y lo abrazaría para decirle que no estaba bien seguir con una herida abierta. 

Stiles.

Vale. Gracias a Stiles es que había tomado la decisión de por fin tomar el trauma de frente.

Ok, Kate. La cosa es la siguiente —la actitud relajada que aparentaban los dos se había ido—. Han pasado ya veintiún años desde tu condena y me di cuenta que me demoré mucho en venir a conversar contigo. Y Dios sabe lo mucho que necesito hacerlo.

Veintiún años desde que Derek era el niño de catorce años que había sido acosado por una profesora veinte años mayor que él. Veintiún años desde que Derek entendió que no aceptaría por ningún motivo que los abusadores siguieran haciendo de las suyas con las personas indefensas. Veintiún años desde que una gran herida se había abierto y que él, sin darse cuenta, no pudo hacerle frente para poder cerrarla.

Kate Argent, quien no recibía visitas desde hacía mucho tiempo, comenzaba a aburrirse de tener que lidiar con el mocoso de la asquerosa preparatoria de Beacon Hills de donde la habían arrestado. Sin embargo, sabía que después de la sesión de visitas no haría nada importante, por lo que no adelantó lo que sea que tuviera que pasar.

Sobraba decir que no se arrepentía de nada. Y que, aunque Derek ya estaba en sus treinta y tantos, se veía tan, tan bien que se la pensó dos veces en intentar algo contra él en la sala de visitas.

— ¿Tú quieres hablar conmigo? —preguntó Kate. Era imposible no detectar el tono de ironía en su voz— ¿Qué es lo que un sheriff quiere hablar con una mujer que lleva dos décadas dentro de una prisión? 

—Sobre los casos de personas que, en los siete años que he trabajado como sheriff, he encerrado tras las rejas por acoso sexual a menores de edad e intento de pederastia —Derek se sentó un poco menos tenso en el incómodo lugar donde estaba. Kate cambió su expresión a una más malhumorada—. La gran  mayoría fueron de hombres mayores de treinta años hacia chicas adolescentes que estaban estudiando en las escuelas secundarias del pueblo; incluso hubo momentos en donde colaboré en investigaciones con los departamentos de policía de otros condados, y en esos casos también encontré a muchos otros hombres que hacían estas cosas. 

—Felicidades, sheriff —comentó en un tono venenoso—. Un héroe nacido del dolor de un pasado tortuoso. Eres como Batman de un pueblo olvidado.

—Y —Derek continuó sin hacerle mucho caso a las palabras de Kate—, también encontré casos de profesoras detrás de estudiantes. El último caso en el que trabajé fue hace un año y medio. Esta profesora daba clases de geografía en un condado vecino; le gustaba extorsionar a ciertos estudiantes que presentaban un perfil sumiso. Le hicieron una denuncia por acoso hacia un niño de trece años que se había negado a enviarle fotos de él en escenarios de índole sexual. Gracias a eso descubrimos una red menor de pornografía infantil que trabajaba en los puntos ciegos de la ley, y con un gran esfuerzo, dimos con la mayoría de los involucrados en el caso.

Ese fue una de las labores más rudas en las que Derek había trabajado. Le costó días y noches de estabilidad mental para enfrentar las fotos de todos esos niños; muchas de las cuales estaban en condiciones realmente deplorables. Incluso habían cadáveres involucrados en todo ese asunto. Un escuadrón del FBI junto a la INTERPOL habían intervenido también en ese caso, sirviendo de bastante ayuda para atraparlos. Pero por desgracia, no habían llegado a tiempo. Muchos de esos niños ya habían muerto.

— ¿Y vienes a regodearte de ello conmigo?

—No. No realmente.

— ¿Y qué es lo que esperas obtener de esta charla? —Kate entrecerró los ojos. A pesar de haberle pasado muchos años encima, se seguía viendo muy bien. Su largo cabello rubio, que ahora estaba un poco salpicado de canas, seguía siendo brillante como aquellos días en donde trabajó de docente; y su sonrisa blanca casi perfecta seguía brillando, sólo que esta vez lo hacía con sentimientos corrompidos. Pero sus ojos, aquellos que una vez estuvieron llenos de belleza y amor, ahora estaban apagados, corruptos, sin nada más que odio en su interior— ¿Quieres que te diga que eres un héroe por todo lo que hiciste? Porque realmente, tanto tú como yo, sabemos que no eres más que ese niño pequeño y asustado que no podía contarle a nadie lo que le hacía su profesora por miedo a que descubrieran que era un cobarde.

Derek enfrentó las palabras y las retuvo en su mente.

No se consideraba así mismo un niño miedoso ni débil. Pero por mucho tiempo pensó que era una persona corrupta. Alguien que, gracias a una mala experiencia, se había convertido en una persona incapaz de querer a alguien inocentemente; y que, estaba destinado a perseguir y a corromper a los demás por más bien que sintiera que estaba haciendo.

Pero no. 

Derek no era una persona corrupta. 

Y que Kate le estuviera soltando todo aquello con ese odio se lo demostraba.

Entonces sonrió tranquilo, por fin en varios años.

—Sólo venía a decirte que, gracias a ti, pude convertirme en una mejor versión de lo que pude haber sido antes —comentó al fin, liberando ese enorme nudo adormecido que había residido en su interior desde hacía mucho tiempo—. Y aunque por muchos años pensé que no sería diferente a ti por sentir algo que estaba prohibido, según mis propias restricciones; por fin me doy cuenta que estaba muy equivocado —Derek soltó un suspiro, ésta vez lleno de tranquilidad—. Así que, por fin puedo decirte que espero que te sigas pudriendo aquí como la asquerosa aberración que eres; y que ahora ya no puedes seguir haciéndome daño.

Kate, quien para ese entonces ya estaba más que molesta, apretó fuertemente los dientes al ver como Derek Hale se levantaba de la mesa. Quería burlarse de él por haber superado un trauma después de dos décadas; y aunque realmente lo hizo, no lo disfrutó tanto, ya que el dolor de Derek no dejaba mucho para disfrutar.

—Hasta luego, sheriff Hale —se despidió con burla mordaz cuando el guardia que acompañaba a Derek se acercó a ella para escoltarla hacia su celda—. Espero que puedas seguir salvando a los niños de los pequeños idiotas. Si es que no mueren en el intento.

Derek la observó ahora con un poco de gracia.

No podía creer que semejante mujer tan desdichada y llena de rencor lo había atormentado durante tantos años de su vida.

***

Derek salió de la prisión donde la gran mayoría de las mujeres peligrosas de California estaban confinadas. El lugar era muy grande tanto afuera como adentro, levantándose como una enorme fortaleza hecha de concreto que rodeada por enormes campos de pasto verde, conformaba un sitio peligroso con muchas historias que contar. Derek al principio no se sentía muy cómodo con la visita que estaba a punto de realizar; primero, porque una prisión de máxima seguridad llena de mujeres era un sitio al cual había mandado a varias criminales que estaban en pasos sumamente oscuros, y segundo, porque entre esas mujeres estaba la primera que había sido la piedra angular de la enorme carrera policial que todavía seguía ejerciendo; pero ahora, que había hecho frente contra una parte de su pasado, se sentía más ligero.

El sheriff tronó su cuello para alejar la tensión que ahí se acumulaba. Tras despedirse de los demás oficiales de la prisión, se subió al coche de policía y saludó a Parrish, quien en todo momento había esperado en el interior del carro.

Aparentemente, él estaba hablando con Lydia por llamada.

—Derek —saludó Parrish tras cortar la llamada. Tenía un esto de preocupación en su rostro—. ¿Todo bien?

Derek asintió.

—Se ve más vieja de lo que la recordaba —respondió mientras encendía el carro—. Aunque supongo que eso es lo que le sucede a todo el mundo tras dos décadas...

Parrish asintió mientras guardaba un prudente silencio.

El carro encendió sin mayores complicaciones y Derek lo colocó en marcha para ir hasta Beacon Hills.

—No es necesario que mantengas todo el silencio durante el viaje, ¿lo sabes, verdad? —Derek habló con un tono ligero. Su mirada estaba fija en el camino, atento a las luces de los semáforos y de los demás carros que poco a poco se incorporaban en la autopista— No es como si estuviera llegando de un funeral o algo parecido.

—Entonces... ¿qué sucedió allá adentro?

—Pues... nada extraño. Lo más difícil fue anunciarme como visita para ella; el resto fluyó como las corrientes de agua —comentó—. Al parecer nadie la había visitado en quince años más o menos. Según el jefe de la prisión, la última persona que fue a verla era Chris Argent, su hermano mayor. Después de él, nadie más apareció hasta que llegué yo. Parecía que se había resignado a pasar el resto de su condena sola y aún más alejada de su familia.

Parrish asintió: —No es para poco. Lydia en muchas ocasiones me contó acerca de los lamentos de Allison, de lo mal que se sentía al saber que alguien de su familia había hecho algo tan malo; y que le daba mucha vergüenza siquiera mirarte a la cara.

Derek se sorprendió con aquella declaración.

—Eso explica por qué nunca se acercó a saludarme en todas esas ocasiones que estuvimos en un mismo lugar —meditó. El semáforo cambió de color a rojo y la patrulla se detuvo. Derek observó a Parrish un momento—. El año pasado fue un momento muy extraño. ¿Recuerdas la boda de Isaac Lahey? Ya sabes, el chico rubio que casi no hablaba con nadie; el que se había enrollado con Allison y Scott McCall —Parrish asintió. Lydia lo había puesto al tanto de todo—; ella estaba invitada, y cuando Stiles me arrastró a saludar a todos los de su grupo como si yo también hubiera sido uno de esos adolescentes sin oficio, Allison fue la única que ni siquiera intentó mirarme a los ojos.

—Lo recuerdo —respondió Parrish—; Lydia le regañó después de eso. Sólo que tú ya no estabas ahí para ver eso. Fue el momento más surrealista que he tenido en el último lustro.

Derek giró para ponerse en carretera hacia Beacon Hills, saliendo de Chowchilla. El camino hacia el pueblo no era tan largo, apenas unas dos horas de diferencia entre aquellas dos ciudades; tiempo suficiente como para hablar tranquilamente con su compañero de trabajo y relajar un poco la mente.

—Entonces... ¿concluiste tus asuntos en aquel lugar? —Parrish preguntó esta vez con calma, sabiendo que Derek no estaba molesto ni afectado con el encuentro que había tenido dentro de la prisión.

—Sí. Podría decirse de que sí —respondió—. No fue una charla muy larga, pasé más tiempo viniendo hacia aquí y gestionando los asuntos que tenía que hacer que dialogando con ella —añadió con un poco de burla inocente—; pero lo que tenía que decirle fue importante.

Parrish no agregó nada más.

—Y... —volvió a hablar Parrish— ¿Qué tan vieja está Kate? ¿Cómo muy...?

—Tal como se vería una persona en sus cincuenta dentro de una cárcel para mujeres.

—Entonces si que está vieja.

***

Las siguientes dos horas de viaje los dos compañeros hablaron de todo un poco. 

Al parecer Parrish había dado el siguiente paso en la relación con Lydia Martin y por fin le pidió matrimonio. No fue ninguna sorpresa para el sheriff escuchar aquella noticia, puesto que esa relación tenía casi la misma edad que la relación que él tenía con Stiles, y teniendo en cuenta que la chica Martin ya era una mujer hecha y derecha que dentro de poco entraba a sus treinta, no era de extrañar que Parrish ya haya tomado cartas en el asunto de establecer la clásica familia estadounidense.

Sólo que Lydia no sería la madre promedio. Sería mucho mejor.

Si es que, claro está, en sus planes estaba considerado ser madre.

— ¿Y cuando será la boda? —preguntó Derek observando la carretera vacía que poco a poco se llenaba de más árboles— Tengo que reservar los días para ti, buscarte un suplente...

—Aún no tenemos nada establecido. Los planes no se han visto totalmente estructurados. Lydia está en este momento en su viaje hacia Virginia para recibir la medalla de Fields; al parecer en la última ceremonia que se celebró, ella ganó la medalla pero no pudo asistir al evento —Parrish explicaba con un poco de tristeza en su tono—. Por lo que enviaron la medalla hacia la Universidad Estatal de Virginia donde ella podrá recogerla. Tomó un vuelo hace tres días hacia Blacksburg; y me comentó que regresará el viernes, quiere quedarse a explorar unas cuantas tiendas ya discutir con la comunidad científica de la universidad. 

Era cierto que Lydia con las investigaciones que había realizado en el campo de las matemáticas ganó notable apreciación de la comunidad matemática internacional, siendo foco de varios artículos periodísticos en donde hablaban de ella y de las teorías que había formulado para resolver ecuaciones propuestas por varios teóricos pasados por medio de nuevos teoremas que había desarrollado en todos los años de carrera que había cursado. Fue un momento de total alegría para todos cuando le informaron que había sido elegida como candidata a la entrega de la medalla Fields en el próximo evento que se realizaría; pero paralelo a ello, Isaac también se estaba casando al otro lado del mundo, y la elección fue obvia.

Stiles estaba muy eufórico cuando su amiga ganó uno de los premios que más ansiaba desde que tenía memoria; y Derek no podía entrar en sí mismo al observar como sus personas favoritas estaban felices por un enorme logro.

—Es un buen momento para ustedes —comentó Derek—. Después de tanto tiempo, la señora Martin por fin comienza a bajar la guardia con ustedes; y Lydia se ve mas jovial cada vez que la veo contigo. 

Parrish enrojeció un poco.

—Sí. Estos años han sido buenos para nosotros...

Derek estacionó la patrulla una vez llegaron a la estación y se bajó de ella. El largo viaje le dejó el cuerpo entumecido, por lo que se estiró hasta hacer tronar sus huesos.

— ¿Y sabes? Tú también comienzas a envejecer —Parrish le picó un poco—. No creas que las canas en tu enorme barba no son visibles al ojo público.

Derek colocó los ojos en blanco.

***

Ese mismo día en la tarde, ya cuando el turno de Derek había finalizado, regresó a su casa totalmente agotado. 

Tras el viaje hacia la prisión en otro condado y el papeleo que le esperaba en la oficina al llegar, Derek sentía que sus hombros tenían suficiente tensión como un resorte a punto de estallar. Últimamente llegaba muy cansado a casa, casi durmiéndose al tocar el colchón de su habitación; y eso le comenzaba a preocupar porque aún le faltaban cinco años para llegar a los cuarenta.

Hacerse viejo era difícil. Pero más difícil era mantener la rutina para no caer en la inactividad.

Al abrir la puerta, lo primero que le recibió fue un indudable olor a comida. Una que podía identificar como mexicana; de esa que le dejaba satisfecho hasta el siguiente día entrada la tarde.

—Stiles —llamó Derek al entrar. Se quitó los zapatos en el umbral de la puerta y se colocó las pantuflas suaves que había comprado en eBay cuando Stiles las encontró en oferta—. Stiles, ya llegué. ¿Dónde estás?

No hizo falta la respuesta, puesto que el mencionado apareció en la sala con na enorme plato lleno de comida mexicana mientras la engullía con pasión. El chico, que ya realmente no era tan chico, sonrió con la boca llena de comida al ver a su novio entrar a la casa y caminó hasta él para darle la bienvenida. Aún cargaba el uniforme puesto, por lo que Derek indagó que su turno en el hospital también había acabado hacía poco.

—Buenas tardes, Derek —saludó después de tragar—. Hay un poco de esto en la cocina para ti; todavía está caliente.

Derek recibió un cálido beso con sabor a salsa picante y carne sabrosamente sazonada por parte de Stiles. Se dejó abrazar de él y se apoyó. Ya ambos compartían la misma altura; y Stiles, con el pasar del tiempo, había reunido bastante masa muscular como para estar casi igual de ancho de lo que estaba Derek al principio de sus veinte. Se veía tan hermoso con el cabello largo; pero tristemente no pudo conservar su barba por cuestiones de higiene laboral.

Derek tampoco podía dejársela crecer demasiado.

— ¿Día duro en la comisaría? —preguntó tras terminar el abrazo. Caminaron hacia la cocina, dejándose guiar por el olor de la comida por inercia— Hoy a la sala de emergencias llegó un niño totalmente violeta; al parecer sufría una enorme alergia a las nueces y sin darse cuenta, se comió un pastel lleno de frutos secos. Fue terrible verlo.  Y mucho más a la señora con lágrimas en los ojos que se lo había dado por accidente.

Derek se exaltó al escuchar aquello.

— ¡El niño está bien! —respondió rápidamente Stiles al ver el rostro preocupado de Derek— Le administramos una dosis de adrenalina para despejar las vías respiratorias; y al ver que ya podía respirar al menos, le dimos unos miligramos de corticoides para que los riñones funcionaran y ayudaran a eliminar lo que estaba causando la reacción alérgica. Estuvimos vigilándolo por una hora y media hasta que estaba más estable; y después el jefe de departamento lo observó. Lo hospitalizaran por dos días para moritorear su avance.

Derek observó como Stiles hablaba con total alegría acerca de la recuperation del niño. 

Eso lo relajó notablemente.

— ¿Los padres que dijeron al respecto? —interrogó Derek mientras se aflojaba la camisa del uniforme. El plato de comida ya estaba servido, por lo que sólo hizo falta buscar un tenedor— No creo que le hayan dado un pastel de frutos secos a su hijo sabiendo que es alérgico a las nueces.

—El señor estaba alterado, al parecer lo dejó en una fiesta de cumpleaños de uno de los amigos de su hijo y no sabía nada del pastel de cumpleaños —Stiles terminó de engullir la cena. El chico caminó por la cocina mientras lavaba el plato. Incluso en eso seguía siendo un poco inquieto—. La señora que estaba dando la fiesta fue la que le dio el pastel. Ella no sabía nada de la alergia, por lo que se lo dio sin decirle nada; y pues, estaba llorando un montón mientras estaba en la sala de emergencias. Hasta dejó la fiesta encargada a su hermana para hacerse cargo de lo que causó.

Derek asintió escuchando lo que Stiles le decía. Sonaba muy trágico todo, pero al mismo tiempo, muy estúpido.

—Entonces tuviste un día muy agitado por lo que veo —comentó—. ¿Algún reto que no pudieras cumplir?

Stiles arrugó el ceño mientras pensaba.

— ¿Estás tratando de desviar el tema por alguna razón? —Derek lo miró confundido— Eso es lo que siempre me preguntas cuando hay algo de lo que no quieres hablar; pero que resulta ser importante...

Derek se regañó internamente. Tantos años siendo policía y conviviendo con Stiles; y aún no aprendía que no había nada que pudiera ocultarle a su chico.

—No es nada realmente importante —respondió tras uno momento de pensarlo—. Fui a una prisión de otro condado por chequeo y luego tuve mucho papeleo en la oficina. Aunque, me enteré que Lydia y Parrish se van a casar. Creo que eso fue lo más interesante del día.

— ¿Prisión de otro condado? —Stiles le dio vueltas a la noticia un rato. Él ya sabía de la propuesta de matrimonio, por lo que ese intento de sorpresa usado por Derek no tuvo el efecto que quería. Estuvo un rato así hasta que unió los puntos— ¿Fuiste a ver a Kate Argent?

Y Derek sonrió, porque realmente no había nada que Stiles no pudiera descifrar.

—Sí. Después de hablar contigo sobre esto, y luego de muchos procesos internos que tuve, tomé la iniciativa de ir a verla —expresó—. Tenía al menos dos décadas que no sabía nada de ella.

Antes de comenzar el relato de interés para Stiles, Derek tomó el plato de comida y caminó hacia el comedor el cual estaba ubicado frente a la cocina. Por alguna razón, con la compra de la casa en la que vivía actualmente, Derek le había agarrado cariño a comer en los lugares donde las personas comían convencionalmente; algo que antes sólo hacía cuando visitaba a su familia los viernes para cenar. Tal vez era por el hecho de que su loft siempre estuvo poblado con lo necesario para vivir; sin muchos lujos o accesorios que para los demás era algo imprescindible para su hogar.

Ambos chicos se sentaron en calma mientras Derek cenaba. 

Su cansancio menguaba un poco mientras compartía un momento doméstico.

—Está a punto de terminar de pagar la condena —comentó Derek—. Los cargos de la que la acusaron eran variados; incluyendo el mío. Al parecer hizo muchas cosas a lo largo de su tiempo como docente; como extorsionar estudiantes, acosar a los chicos menores de quince años y vender las fotos de los desnudos que le tomaban a los chicos con quienes tenía relaciones —Derek reflexionó un poco. Hubo un pequeño hilo que lo separó de ser uno de esos pobres chicos violados—. La denuncia que hizo mi mamá funcionó como una bola de nieve que corría por la pendiente, recogiendo a las otras víctimas que pudieron reconocer el nombre y lograron hacer justicia aún si habían pasado muchos años...

—Eso es...

— ¿Trágico, no? —completó— Asumo que el hecho de que hayan tardado tanto tiempo para arrestarla influye. Pero a veces es mejor tarde que nunca..

— ¿Y dices que ya va a salir? ¿Cómo te sientes al respecto? —Stiles no pudo evitar acariciar los dedos de Derek, aquellos que estaban libres. Era como un mudo gesto de consuelo que no quería que fuera malinterpretado por su novio.

—Extraño —respondió sinceramente—. Sé que puedo defenderme y ayudar a otros, pero también estoy seguro de que ella no me hará nada... realmente es un concepto nuevo para mi.

Stiles lo observó en busca de signos que demostraran ansiedad en Derek.

—Pero fuera de eso... no siento nada distinto. Excepto tal vez un gran alivio por saber que no soy como ella. Por fin pude entenderlo a verla a los ojos.

Stiles sonrió finalmente. Su Derek no estaba nervioso ni se sentía mal. 

—Ahora, tomaré un merecido baño. Tengo un terrible dolor muscular que me está matando desde hace horas.

***

Esa noche, cuando Stiles había caído dormido sobre el pecho de Derek después de un maratón de The Good Place; Derek recordó bastante todo lo que había sucedido en los últimos años.

La graduación de Stiles como médico de emergencias fue un momento muy hermoso; puesto que todos los chicos de la manada habían asistido a la ceremonia, y aunque fuera por un día, habían regresado a ser ese grupo de adolescentes revoltosos que en más de una ocasión le había sacado gruñidos y dolores de cabeza. Esa misma noche, cuando todos los demás estaban dormidos en la sala de estar de la casa de Derek y Stiles, el graduado estrella sedujo al gran sheriff de Beacon Hills y lo convenció de hacer una de las fantasías que tenía desde hace tiempo; una donde los uniformes eran los protagonistas.

El siguiente día fue incómodo, pero de cierta forma divertida.

Después de eso, en la familia Hale llegó el nacimiento del primer hijo de Laura y James: Ethan Edwards. Era un hermoso niño con el cabello castaño claro como su padre, un poco regordete y con el ceño fruncido de la familia Hale. Lloraba mucho, igual que todos los bebés que alguna vez conoció Derek; pero era bastante amoroso son sus tíos; en especial con Cora y Stiles, quienes llevaban la escasa mecha de la juventud aún encendida. Talía y Robert, su padre, estaban tan enternecidos con su nieto que la mudanza de Laura le había dolido mucho más. 

Pero ya era tiempo que Laura dejara atrás a sus padres. 

Con ello, los siguientes años pasaron como un suspiro.

Los amigos de Stiles hicieron sus propias vidas. Scott fue el primero en casarse con una hermosa chica que había conocido en la veterinaria, la cual había llevado a un zorro herido al consultorio que había encontrado deambulando en la carretera; el nombre de ella era Kira. Al día de hoy seguían juntos, con un enorme refugio de animales que cada día crecía más. Después de él, le siguió Allison, quien se comprometió con un extraño tipo de Francia que había conocido en uno de los viajes que ella había realizado para buscar la razón de su existencia; pero tristemente, dicho matrimonio no había funcionado. 

Después vino Malia, la prima de Derek, quien al final de tantas rupturas y regresos con Theo, habían decidido adoptar a un niño y formar una familia. Su boda fue discreta y bonita, en primavera. El niño crecía cada vez más con dos padres que —extrañamente— habían resultado ser muy buenos; y era la fuente de amor de ambos, quienes decidieron ir a terapia para resolver sus problemas. Y finalmente, el último en casarse fue el tímido Isaac, cuya ceremonia había sido el año pasado.

Derek al tiempo se enteró que sus viejos compañeros de clases harían una reunión por los viejos tiempos de la secundaria. Él, lógicamente, fue invitado. Llevó a Stiles con él, y lo presentó como su novio. Muchos estaban realmente impactados, y por tantas cosas que ni siquiera sabían por donde empezar.

Ese año fue la primera vez que vio a Paige en mucho tiempo. Estaba muy hermosa. Al parecer se había casado con un novelista inglés, y su carrera como músico de orquesta estaba yendo realmente bien; por lo que estaba muy feliz. También tenía una hija de tres años. 

Después de eso, no muchas cosas interesantes ocurrieron. Algunas vacaciones vinieron y tanto Derek como Stiles aprovecharon ese tiempo para viajar hacia distintos lugares que no habían tenido la oportunidad de conocer; y Derek escaló de jerarquía laboral muy rápido, siendo reconocido como una persona importante en varios condados alrededor de Beacon Hills.

Y ahora, que ya muchas cosas estaban hechas, Derek comprendió que la felicidad que tenía era una de las mejores sensaciones que nunca podría volver a experimentar.

—Te amo, Stiles. —susurró sobre el cabello del chico dormido.

Y aunque las ironías cósmicas existían, y los grandes problemas que aparecieron fueron realmente molestos, Derek los miraba esa noche con una sonrisa en la cara, porque a pesar de todo Stiles y él estaban destinados a estar juntos.

Fin.

———

 

Notas finales:

Madre mía.
Finalmente puedo cerrar este pequeño capítulo de mi vida con esta historia que me dejó muchas sonrisas y dolores de cabeza.
Se siente raro saber que este es el último capítulo.
Pero se siente bien saber que tuvieron un buen final ^^


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