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Excusas por BocaDeSerpiente

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"Scorpius y Albus son muy cariñosos porque..."

Alessandro Zabini tenía la buena suerte y la desdicha de ser un Slytherin, por lo que compartía el cuarto de los chicos de sexto con Albus Potter y Scorpius Malfoy.

Buena suerte, por una parte, porque todos sabían que la última línea de los Malfoy tenía la obsesión ferviente de los Black por las estrellas y pociones, y los Potter tendían a vérselas fácil en las clases de Defensa contra las Artes Oscuras; más allá de eso, cuando insistía y resultaba convincente, como era de esperar de un miembro de la Casa de Salazar, podía acompañarlos a estudiar con los Scamander y los hermanos Weasley. Aquella era la táctica gracias a la cual debía una considerable serie de Extraordinarios en sus notas.

La desdicha era, irónicamente, compartir el espacio íntimo y el horario de clases con Potter y Malfoy durante casi diez meses al año.

A veces, era sencillo de sobrellevar. Alessandro sabía lo que le convenía y lo que no, con qué podía fastidiarlos y cuándo la mirada de Albus le advertía que no se acercase ni un centímetro más a su amigo. El resto del tiempo, era como vivir en un giratiempo, estando atrapado en el fragmento de reloj de arena.

Y era una mierda.

Zabini conocía a Scorpius de toda la vida, claro, porque sus padres se criaron y estudiaron juntos. Y en los primeros once años de sus vidas compartidas, nunca había visto a Malfoy tan malditamente pegajoso a alguien.

Al principio, era lo usual, y él admitía que era soportable, a pesar de no ser un comportamiento común en las serpientes, porque hacía feliz a Scorpius y Scorpius no era un Slytherin común tampoco. Durante los primeros dos años, el extraño par Potter-Malfoy se escurrían a la cama del otro para hablar entre susurros por la noche (él nunca prestaba atención, si es que llegaba a estar despierto, y se hizo muy bueno con los hechizos de silenciamiento), se tomaban de la mano o del brazo y salían corriendo entre risas, o estaban más cerca de lo que Alessandro le permitiría a cualquier persona diferente de su madre.

Y luego ocurrió lo de los baños.

Alessandro tenía por costumbre levantarse temprano, no tanto como Scorpius, pero lo suficiente para no andar con prisas antes del desayuno y darle un último repaso ansioso a los apuntes, para recomponer la máscara de suficiencia y tranquilidad que le tocaba llevar fuera de las mazmorras. Una mañana, sin darse cuenta de que las cortinas de sus compañeros estaban descorridas, se dirigió al baño con calma y se preparó para todo lo que tendría que hacer antes de estar presentable.

—...y entonces le dije que...que...—La voz de Albus se silenció al verlo entrar, hasta callarse por completo. Estaba sentado en un banquillo, junto a la cortina de una de las duchas, y el rostro se le puso rojo cuando se quedó unos segundos con la boca y los ojos muy abiertos.

—¿Al? —Llamó otra persona. Y Alessandro entendió; entendió que el sonido del agua corriendo no era porque él la estuviese desperdiciando, que no estaba sentado fuera de la ducha porque los Potter eran brutos (frase muy utilizada por su padre), y que Scorpius estaba detrás de la cortina, porque ellos estaban hablando en el baño, como si fuese cosa de todos los días, ¿y quién le aseguraba que no lo era a esas alturas?—. ¿Qué pasa? ¿Olvidaste lo que dijo? Ya casi estoy listo. ¿Me puedes traer la toalla, por favor? Creo que la dejé sobre la cama, perdón.

Albus se puso de pie despacio, sin despegar la mirada de él.

Zabini puso en práctica sus cualidades Slytherin y se largó. Salió del baño, se metió a su cama, cerró las cortinas, y se hizo el dormido mientras oía a sus compañeros terminan de alistarse.

Nunca lo habló con Albus, ni lo mencionó hasta el sexto año, cuando una broma los delató por sí mismos, pero se dedicó a dormir un rato más cada mañana y fingió encontrar otros puntos del cuarto más interesantes cuando, por mera casualidad y descuido, los veía salir juntos del baño.

Aparte de esos detalles a horas específicas y los traslados de una cama a otra, que llenaban el silencio nocturno con el rebote de los colchones y susurros, Alessandro estuvo cómodo con sus compañeros. Para el tercer año, era de lo más normal encontrarlos tendidos en la misma cama, rodeados de pergaminos y libros, y hablando en voz baja; Zabini pensaba que era, de cierto modo, más aceptable que el asunto de los baños, pero como era un buen Slytherin y no era asunto suyo, se dedicaba a otras cuestiones.

A mediados del cuarto año, aquello comenzó a transformarse en la relación que él conocía ahora.

Empezó con un año particularmente desastroso y Scorpius soñando con su madre difunta alrededor de la fecha del fallecimiento; no había ocurrido antes, y Alessandro casi estaba orgulloso de su autocontrol, cuando lo vio derrumbarse en el cuarto y comprendió que su amigo de la infancia necesitaba eso, el desahogo, el llanto. Y si, también, necesitaba los brazos de Albus Potter en torno a él, que fue como los encontró al asomarse tras la puerta, Alessandro admitía que no le importaba. No cuando el otro estaba en ese estado tan lamentable.

Sin embargo, no se detuvo ahí, ni siquiera lo hizo cuando Scorpius volvió a la normalidad y era un chico alegre que le dejaba rollos de canela en la almohada cada viernes, aunque él no los pedía ni los agradecía con palabras.
Un par de veces, se percató de que un ambiente extraño inundaba el cuarto cuando él entraba. Albus y Scorpius estaban demasiado cerca, ¿pero no lo estaban siempre, después de todo?

Fue una noche en la que, a la salida del baño y luego de una ducha de vapor agradable y larga, que se topó con el siguiente avance. Scorpius estaba apoyado en su escritorio, la mano con una pluma a la espera, sobre un trozo de pergamino, pero tenía la cabeza girada y ojos brillantes que no se mostraban interesados por escribir nada. Y Albus estaba ahí, parado detrás de la silla, con los brazos envolviendo los hombros del otro, el pecho apoyado en la espalda de este, y los rostros tan pegados, que Alessandro decidió que alargar un poco más su baño no era mala idea, y cerró la puerta de nuevo. No creyó que alguno lo notase.

Aquello pareció ser lo que le dio el inicio a la cuenta regresiva de la paciencia de Zabini, si miraba hacia el pasado y lo pensaba con detenimiento.

Para finales del cuarto año, era parte de su rutina fingir demencia cuando entraba al cuarto y encontraba a Scorpius sentado en su cama, con Albus recostado y apoyando la cabeza en el regazo del otro, que le cepillaba el desordenado cabello o enredaba los dedos en las hebras oscuras, o a los muchachos acostados uno al lado del otro. Jugaban y bromeaban igual que siempre, y a veces, seguían siendo ruidosos. Alessandro se decía a sí mismo que estaba bien y era normal, y cuando Scorpius parecía caer en cuenta de su presencia, le sonreía a su amigo de la infancia, porque ser un Slytherin frío y ser un imbécil con tus amigos eran dos cosas muy diferentes.

Entonces llegó el quinto año y el ambiente tenía un toque diferente, algo palpable, que casi podía olfatearse como una poción. Él no supo qué. O puede que decidiese que, si lo ignoraba lo suficiente, dejaría de estar ahí y no lo iba a infortunar.
Alessandro, que compartía el jodido cuarto y tenía la cama a la izquierda de la de Scorpius (porque a la derecha iba Albus, por supuesto), los veía incluso cuando no lo tenía planeado, porque sí, que el lugar era amplio y todo, pero aun habitaban tres personas allí; en algún momento, se verían, quisieran o no.

Cuando Scorpius tenía la cabeza de Albus apoyada en las piernas y terminaba de peinarlo, este no se levantaba de inmediato. Un par de veces, hasta notó que se dormía, y aunque consideró ofrecerle a su amigo ayudarlo a trasladarlo a su respectiva cama, sin despertarlo, no lo hizo, porque la expresión de Scorpius era tan pacífica al observarlo, como, Alessandro podía asegurar, no lo había sido desde antes de la muerte de Astoria.

Cuando se correteaban por el cuarto entre bromas y se caían, se retorcían y enredaban las piernas, y los forcejeos se hacían más débiles a medida que transcurrían los segundos. Cuando se 'peleaban', a manera de juego, por un objeto, Albus sostenía los brazos o las manos de Scorpius más tiempo del que era necesario para recuperar lo que buscaba. Y si el silencio se instalaba en el cuarto, y esos dos se quedaban mirándose a los ojos por un rato, y si Alessandro notaba que solían apartarse de golpe, y Albus lucía aturdido y Scorpius tenía una sonrisita y estaba ruborizado, nunca dijo algo al respecto.

Porque no era asunto suyo y estaba bien, siempre y cuando le diese a Scorpius esa expresión de felicidad.

Pero Zabini no era idiota, no estaba ciego, y comenzaba a preocuparse porque su amigo de la infancia aún no le contase algo.

Quinto año terminó después de una tarde cálida, en la que no irrumpió en el cuarto y terminó de empacar tarde, porque desde la rendija que dejaba la puerta del lugar, vio a los chicos recostados en la misma cama, boca arriba, con las piernas flexionadas y ligeramente entrelazadas. Hablaban en voz baja sobre un tema que no distinguió, y Albus le sujetó la mano a Scorpius para mostrarle algo. Alessandro no se quedó lo suficiente para saber qué sería.

La expresión en el rostro de Malfoy decía más de lo que él se estaba preguntando desde que notó lo extraño en el comportamiento de ambos.

Fueron unas vacaciones largas y repletas de cuestionamientos para Alessandro Zabini.

Y luego llegó el sexto año.

Y lo que él creyó haber aceptado, fue tan drástico que comenzó a plantearse nuevas dudas.

De pronto, Albus se deslizaba fuera de la cama para darle un beso en la mejilla a Scorpius de buenas noches, aunque para Zabini, no tenía sentido, porque varias veces se despertó antes de tiempo para encontrarse con que los dos Slytherin dormían apretujados bajo las cobijas, con la cortinas descorridas y formando un nudo del que era complicado diferenciar al uno del otro. Eran buenos días cuando aquello ocurría, porque Scorpius se veía radiante, y maldito Merlín, a Alessandro se le calentaba el corazón cuando su amigo de la infancia era feliz, incluso si no lo admitiría ni bajo un crucio.

La rutina de los baños siguió, y más que eso, se amplió y extendió. Se cepillaban los dientes juntos, Scorpius comenzaba a ocupar el banquillo en las duchas cada vez más largas y cuidadosas de Albus (que no llegaban a durar tanto como las suyas de todos modos, claro), mientras que Potter estaba dispuesto a aprender a usar un peine y la goma para ayudar al otro por las mañanas. Y bueno, hubo un día en el que el nido de pájaros que era el cabello de Albus, también estuvo decente, hasta que se corretearon en el jardín bajo la lluvia, y luego Scorpius hablaba sobre su trabajo arruinado con un puchero.

Era tan común encontrarlos haciendo las tareas, contestando cartas y sólo hablando, en la misma cama, que Alessandro consideró arrastrar la que quedaba libre hacia la suya y obtener una aún más grande para sí mismo. Pero aquello implicaría revelar que se daba cuenta de las cosas, y el instinto de preservación y discreción Slytherin lo superaba en ese sentido.

O al menos, así fue hasta una noche en la que regresaba del entrenamiento más extenso y agotador de Quidditch que tenía desde que se unió al equipo, durante el cuarto año. Estaba sudoroso, sucio, y Alessandro Zabini odiaba estarlo, así que tuvo menos cuidado del usual, porque, ¿quién llegaba a su cuarto de puntillas, después de seis años? Él también dormía ahí, mierda.

Y cómo debió recordar ser cuidadoso, ser más Alessandro, más Slytherin.

Escuchó las risitas desde el corredor. A través de la rendija que dejaba divisar el interior, notó los suaves balanceos y giros de dos cuerpos en un baile improvisado.

Empujó la puerta justo cuando el derrumbe sobre la cama y el rebote del colchón acallaron el sonido de su llegada. Y los vio, y jodido Salazar, no había manera de fingir demencia esa vez.

Scorpius estaba tirado en la cama con la sonrisa más dulce que alguna vez había visto en ese pálido rostro. Tenía las piernas juntas y los pies no le tocaban el suelo. Albus, que estaba subido a horcajadas sobre él, con las rodillas en la colcha, le sostenía de las muñecas los dos brazos, que estaban apenas alzados.

Estaban tan cerca que a Alessandro no le habría sorprendido que compartiesen el aliento.

De una forma tan delicada que no habría creído capaz a Albus Potter de moverse (porque, de nuevo, los Potter eran brutos y todos los Zabini lo sabían), este deslizó sus manos por la piel expuesta de los brazos de Scorpius, y por la tela de la túnica, y alcanzó sus hombros. Le rozó el cuello con la yema de los dedos, y maldito Merlín, Salazar, Godric y cualquier otro mago muerto, pero Zabini acababa de ver a su amigo de la infancia, al Malfoy que no parecía Slytherin, estremecerse por un toque y retorcerse, antes de que esas manos se moviesen hacia abajo, por el pecho y los costados, ¡y no!

¡A la mierda con la discreción! Era su jodido cuarto también, era tan suyo como de ellos, y Alessandro estaba cansado.
Dejó caer la escoba, que hizo un sonido estridente contra la roca del piso. Si alguien le hubiese preguntado, habría jurado que fue calculado; nunca admitiría que se le resbaló desde el mango y se quedó inmóvil cuando Scorpius se giró hacia él de golpe, con los ojos muy abiertos. Las mejillas se le tiñeron de un rojo que lo habría hecho pasar por un Weasley.

—Ale...Alessandro, ah, um...¡el partido! ¿Cómo...cómo te fue en el entrenamiento y...y eso?

—Bien —Respondió con voz ahogada. Scorpius comenzaba a retorcerse para ser liberado, Albus no lo soltaba.

Después Potter levantó la cabeza hacia él, despacio. Alessandro se quedó aún más quieto; ni siquiera en las peores clases de duelo, lo había visto con el rostro y los ojos tan oscurecidos. Era la viva imagen del malvado Slytherin que lo acusaron de ser en sus primeros años.

—Zabini —Pronunció, arrastrando las palabras, una mirada entrecerrada fija en él.

Alessandro se enderezó cuán alto era e incluso elevó la barbilla. Era un jodido Slytherin, era un Zabini, y era el amigo de la infancia del muchacho que ese bruto aprisionaba contra la cama. Y estaba sudado, no olvidemos eso; quería tanto un baño.

—Potter —Hizo uso de cuanta frialdad podía al saludarlo, y sin esperar respuesta, se encaminó hacia el baño. Cerró la puerta sin hacer ruido, apoyó la espalda en esta, y se deslizó hacia abajo hasta tocar piso.

Tuvo que meterse el puño a la boca y morderse los dedos para no gritar, porque ni los Slytherin ni los Zabini apreciarían tal muestra de estupidez.

Tardó alrededor de dos horas en salir. Estaba limpio, seco, en una pijama que convocó con un elfo doméstico, porque se negaba a encontrar otra escenita afuera.

Pero seguía harto, frustrado, y tan pronto como puso un pie de vuelta en el cuarto y cayó en cuenta de que Albus Potter no estaba, la serpiente interna de Zabini se preparó para morder.

Scorpius estaba sentado en su cama, una pierna flexionada debajo del cuerpo, la otra colgaba a un lado del colchón. Estaba erguido, pero miraba hacia abajo, hacia sus dedos, que jugueteaban entre sí.

—¿Estás molesto, Alessio? —Ahí estaba, la voz suave de Scorpius, junto al tono herido y el apodo que le dio de niños, cuando aún no podía pronunciar su nombre de pila sin que la lengua se le enredase.

Oírlo fue como sentir que se desinflaba. De un momento a otro, la ira ya no estaba, no quería sostener a Potter y golpearle el rostro, ni gritarle a su amigo.

Sólo quería entender. Entenderlo. A los dos, si era necesario.

Respiró profundo y soltó el aire en una lenta exhalación. El sonido llamó la atención de Malfoy, que lo miró.

Lucía como un niño que sabe que será reprendido, y eso casi lo hizo sonreírle, para asegurarle que no pretendía hacerle ningún daño. No a él.

—Un poco —Admitió en voz baja, serena, la forma practicada en que un mago decente se controlaría—, este también es mi cuarto, ¿sabes?

Scorpius asintió enseguida. La confusión se reflejó en esos enormes ojos de plata.

—Y yo soy tu amigo, ¿también lo sabes?

Entonces el muchacho ladeó la cabeza y lo observó con los labios entreabiertos.

—Lo soy, Scorpius, ¿hace cuánto nos conocemos? ¿Desde los dos, tres años de edad? —Avanzó hacia él y dio un vistazo al cuarto. Sin rastros de Albus; bien, perfecto, que siguiese así—. Sé que no somos tan cercanos como lo eres con Potter. Yo no pasé por lo mismo que tú en primer año, ni me agarré a golpes ni empecé a maldecir a nadie por ti...

—No esperaría que lo hicieras —Declaró con horror, sacudiendo la cabeza. Entonces Alessandro sí sonrió.

—Tampoco vivimos grandes aventuras donde uno o los dos casi muere, y sé que el tiempo que pasas conmigo o mi familia en vacaciones no te es tan interesante —Prosiguió y cuando notó sus intenciones de replicar, alzó una mano y lo calló con un gesto—. Pero aun somos amigos, otro tipo de amigos. Amigos más tranquilos, si lo quieres poner así; yo no arriesgo tu vida, ni tú la mía, estudiamos juntos a veces, leemos los mismos libros y tenemos muchos recuerdos de la infancia en común. Y eso debe valer para algo, ¿no?

—Por supuesto que vale —Scorpius se apresuró a ponerse de pie, pero, de nuevo, Zabini lo detuvo. Le sujetó un brazo y tiró con suavidad hacia abajo para que volviese a estar sentado, y luego él mismo se sentó a un lado—, vale muchísimo, Alessio, ¿cómo se te ocurre pensar que no? Albus es mi mejor amigo, tú eres mi amigo de la infancia. Hay cosas sobre mí que él nunca sabrá porque ni las recuerdo y tú sí, lo siento si...

—¿Y eso significa que me tienes confianza?

Malfoy parpadeó un par de veces, mientras procesaba la pregunta, supuso. Cuando la comprendió, abrió y cerró la boca sin decir nada, y dio un asentimiento energético.

—¿Y por qué no me has contado lo de Albus?

—¿Lo de Albus? —Repitió en un susurro— ¿qué pasa con Albus?

¿Ser un Zabini implicaba un deje de paciencia hacia la cara de perdido de los Malfoy, o sería sólo un efecto Scorpius? Le preguntaría a su padre en vacaciones, sí.

—Scorpius, ¿crees que soy tonto?

—¡No!

—¿Ciego?

—¿Qué...? No, ¿qué? —Volvió a parpadear a la nada. Alessandro quiso reír, y como sólo eran ellos dos, se lo permitió.

—¿Y por qué no me has dicho nada?

—¿Decirte qué?

—Sobre lo tuyo con Albus.

Un largo silencio se instaló entre ellos. Alessandro frunció el ceño.

—Albus es mi mejor amigo —Habló despacio, como si tuviese que asegurarse de que entendiese—, creí que ya lo sabías. Digo, todos lo saben.

Otro silencio prologando. Scorpius lo miraba con la cabeza ladeada, una ceja alzada y una sonrisa divertida.

—Casi se estaban besando cuando entré, o algo peor.

—¿Qué? Es muy temprano para que me dé el beso de buenas no...

—Estaba por meterte mano, Scorpius. Yo lo vi —Se inclinó hacia adelante y el otro se echó hacia atrás por reflejo. Alessandro asintió e hizo un gesto que los abarcaba a los dos—. ¿Cómo es que pasa esto? Reaccionas así con todos, a menos que te mueras de vergüenza. Todos menos Potter.

Malfoy sólo lo observó a los ojos durante un rato que pareció eterno para ambos; vagamente, mientras estaba semiapoyado encima del rubio, Zabini deseó que a Albus no le diese por entrar en ese momento. No quería más convivencias complicadas en lo que le restaba de estadía en Hogwarts.

Luego, una luz se encendió en los ojos plateados, y estos destellaron cuando Scorpius sacudió la cabeza y se rio.
Alessio, ¿es eso? ¿Te molesta que Albus y yo seamos cariñosos?

—No es que me moleste, allá ustedes con su asunto, pero si van a estar todo el día en eso, en un cuarto donde somos tres...—Dejó las palabras en el aire y optó por encogerse de hombros, enderezándose, y a la vez, permitiendo que su amigo de la infancia hiciese lo mismo.

Scorpius tuvo la decencia para lucir avergonzado y se cubrió la boca con la mano por unos segundos.

—Lo siento, imaginé que te molestaba.

—¿En serio?

Él asintió.

—Sé que...que es raro —Confesó, y Alessandro sintió que podía abrazarlo, sacudirlo y gritarle un "¡al fin!", hasta que continuó—, ni los Malfoy ni los Zabini somos así, y venimos de líneas de Slytherin, claro que es raro para nosotros, lo entiendo. Pero Al es Potter, viene de una familia de Gryffindors y además es pariente de los Weasley, Alessio, ¿has tratado con Weasley, además de Rose y Hugo? No has entrado a su casa cuando ya te tienen abrazado. Así que, sé que puede ser raro para nosotros, pero así son las cosas con Al y no voy a despreciar a mi mejor amigo por haber sido criado diferente a mí.

Alessandro se olvidó del decoro Zabini cuando observó boquiabierto al otro muchacho, que mostraba un tenue rubor y jugueteaba con sus dedos otra vez.

—¿Eres...son...son así, actúan así, porque él es medio Weasley? —Se aseguró de hablar con tanta coherencia como podía. La sola idea le daba ganas de echarse a reír.

Scorpius, sin embargo, asintió con ganas y le sonrió.

—Qué bueno que lo entiendas, intenta no molestarte con él por eso, ¿sí? En realidad, es muy lindo y divertido, y si me quiere abrazar todo el tiempo, bueno...—Él resopló y se encogió de hombros—. No tiene nada de malo.

Malfoy le dio un toque breve en la muñeca y se puso de pie. Contento de resolver la situación, le avisó que iría por Albus, que estaba esperando en la Sala Común, y lo vio marcharse con una gran sonrisa.

Y por primera vez, Alessandro Zabini sintió lástima por el bruto de Albus Potter. Pero, de nuevo, aquel no era asunto suyo, ¿cierto?

"...Albus es medio Weasley y ellos son así"


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