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EL ROBO por juda

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Estaba decidido, el atraco se realizaría el lunes a las 20,30 hs, cuando estuvieran atendiendo a los últimos clientes.

Los pasos del robo estaban anotados con todos los detalles, minuto a minuto.

Mario subiría al techo mientras ellos esperaban en el auto, el alto cortaría los cables de la alarma. Tenían exactamente 10 minutos antes que la central se diera cuenta del fallo.

Por el walkie talkie les indicaría que ya estaba, bajaría a toda prisa y los encontraría frente a la sucursal. Había una serie de árboles en la entrada que servían como decoración pero que a ellos les facilitaba el trabajo. Mario tenía que estar ahí en 38 segundos.

Se pondrían sus máscaras y a Lisandro, sobre ella, le pondrían una bolsa negra amplia.

Accionarían las armas de grueso calibre e ingresarían.

Leonel llevaría a Lisandro empujándolo, con un brazo cruzado por el cuello y amenazaría a las agentes de policía que si no tiraban las armas, mataría al cliente.

Una vez logrado el objetivo, Lautaro se encargaría de esposar las manos a las espaldas, mientras tanto Mario con pintura en spray, dejaría obsoletas las cámaras de vigilancia.

Una vez seguros, Leonel le sacaría la bolsa de la cabeza a Lisandro, (que llevaría su máscara puesta) Lautaro le daría el arma que le correspondía y que llevaría guardada en su mochila.

Todo debía ser realizado en 2 minutos, 4 como mucho.

Tomarían al Sr. Ramirez para que les abra la bóveda, bajarían Lisandro y Mario y obligarían al gerente a abrirla mientras tanto arriba Lautaro y Leonel vaciarían los cajeros.

Si todos se atenían al tiempo estipulado y al diseño, el atraco no podía fallar.

El sábado sería un día de relax, cada uno podía salir y hacer lo que quisieran.

El domingo y el lunes se ensayaría casi todo el día.

Lautaro miró la pizarra, le quedaba un día para disfrutar de la compañía de Thiago.

Estornudó fuerte.

Sólo un día.

***

Eran las 9 de la noche cuando se terminó la reunión y Lautaro estaba hambriento.

Por coger con Thiago en cada rincón de la casa había obviado almorzar y ahora el estómago le pedía a gritos por un poco de alimento.

-Hambre! -gritó para que su hermano mayor lo escuchara.

Lisandro suspiró y sacó la billetera, Leonel se preparó para salir con él.

-No tardaré, traeré comida y medicamentos -le contestó mirándolo de costado y Lautaro se encogió un poco mientras se limpiaba el agua que le escurría constantemente de la nariz con la manga de su abrigo.

-¿El bebé malcriado está enfermo? -reprochó Mario ni bien se cerró la puerta tras la salida de los mayores.

-No estoy enfermo, estaré bien para el atraco.

-Te conviene estar bien, pendejo del orto, soporté mucho como para salir de ésta sin mi parte del botín.

-Que densos que sos, tendrás tu parte y podrás desaparecer.

Mario hizo dos pasos y se acercó a donde estaba sentado el peligris para levantarlo del cuello del abrigo.

-Me voy a ir a donde se me cante el culo, vos no me vas a decir lo que tengo que hacer -y cuando Lautaro se sacudió para sacárselo de encima, el cuello lleno de chupones quedó expuesto a los ojos del más alto.

Con una mano le agarró del cabello y lo tironeó hacia un costado mientras que con la otra le bajó aun más la camisa, rompiendo algunos botones, dejando a la vista no sólo el cuello sino el hombro también.

-¿Por esto mezquinabas el culo y te la tirabas de princesita? -preguntó sacudiéndolo del cabello.

Lautaro lo agarró por la muñeca intentando soltarse pero como no obtuvo resultados le pegó un puñetazo a la altura del estómago.

Mario quedó sin aire, trastabilló y tras cuatro segundos de respiración agitada, retornó a la carga pegándole a la altura de las costillas, el peligris cayó de costado. Mario elevó un pie para patearlo y Lautaro le pegó una patada a la pierna que lo sostenía provocando que el pelinegro cayera con todo el peso de su cuerpo.

El peligris se tiró sobre él, a horcajadas sobre su cuerpo le pegó un puñetazo en el rostro y Mario le dio un rodillazo en la espalda para sacárselo de encima, con Lautaro en el piso se arrastró hacia él para golpearlo nuevamente cuando la puerta se abrió y entró Leonel.

Lisandro había encargado un par de pizzas y mientras el pedido salía había decidido volver para darle una pastilla descongestiva que acababa de comprar. El mayor entró cuando Leonel ya había separado a los dos hombres.

Lisandro ingresó y vio a Lautaro despeinado, con el abrigo casi caído, la camisa rota y sentado sosteniéndose del costado con un claro rictus de dolor en el rostro.

-¿Qué mierda pasó aquí? ¿QUÉ LE HICISTE? -gritó abalanzándose hacia el más alto pero Leonel lo detuvo.

-Pelearon los dos, nadie le hizo nada a Lautaro, PELEARON LOS DOS -gritó Leonel.

Lisandro tenía el rostro rojo. Llevó los ojos a su hermano pequeño, Lautaro lo miraba con un puchero en la boca y Lisandro quiso destruir al mundo.

-¿Por qué pelearon? -siseó el mayor intentando no agarrar a patadas todo para matar a Mario.

-Por nada importante, ya lo arreglamos -contestó el peligris mirando de soslayo a Mario, el más alto se soltó del agarre de Leonel y se fue a su cuarto dando un portazo.

-¿Qué pasó? -siseo Lisandro acercándose al menor.

-Nada! discutimos.

-Dos días antes del atraco te tienes que agarrar a las piñas con el sorete ese? -preguntó serio, Lautaro bajó la cabeza y...

PLAF

-Lisandro!!!!

-A dos días, pendejo de mierda!!!

PLAF!

-Lisandro!!!

-¿Te golpeó mucho?

-No!

-¿Lo golpeaste a él?

-Me tuve que defender!!!

-¿¿¿Eso qué significa??? ¿¿¿Lo golpeaste???

Lautaro miró con miedo a Leonel.

-Te estoy hablando, pendejo... ¿¿¿lo golpeaste??? -susurró agarrándolo por el mentón y obligándolo a mirarlo.

Se encogió llevándose la mano a la nuca.

-Un poco!!!

Lisandro sonrió orgulloso.

-Mi bebé!!! -susurró agarrándolo de la cabeza y abrazándolo con fuerza.

-Siéntate, te traeré agua para que tomes unas pastillas. El farmacéutico me dijo que con esto andarás bien! Ya traeré la comida, comerás, te ducharás e irás a la cama.

Lautaro agarró el medicamento que le daba su hermano e hizo un puchero mientras tomaba el vaso con agua.

-¿Qué pasa? -preguntó Lisandro mientras le acomodaba el cabello.

Lautaro se acercó a su oído.

-Quiero pasar la noche con la persona con la que me estoy viendo.

-¿Qué está susurrando el pendejo? -se quejó Leonel sabiendo que Lautaro podía hacer lo que quería con el mayor.

Lisandro miró con seriedad a Lautaro y Lautaro volvió a la carga, haciendo más profundo el puchero.

Se acercó nuevamente a su oído.

-Será la última noche, ya no lo veré más.

-¿A qué hora volverás mañana?

-¿MAÑANA? -gritó Leonel y Lisandro elevó un dedo en su dirección para que se callara.

-¿Al mediodía?

-Antes del mediodía, quiero que almuerces aquí, seguramente habrá más reuniones.

-A las 11.

-Y ya no podrás salir más.

Lautaro dudó.

-Y YA NO PODRÁS SALIR MÁS -sentenció Lisandro y Lautaro afirmó con el rostro.

-Anda, ve.

Lautaro se levantó como resorte, tomó su abrigo y salió de la casa sin prestar atención a Leonel que comenzaba a poner el grito en el cielo.

"¿Thiago?"

El mensaje lo tomó por sorpresa, acababa de ducharse y estaba por tirarse en la cama para ver una película.

"Hola Sr. Perez, como está?"

"Estoy con ganas de pasar la noche en algún lado, cogiendo con alguien. ¿Me recomiendas algún lugar y alguna persona con ganas de hacer lo mismo?"

Thiago leyó tres veces el mensaje.

"¿Donde estás?"

"Por tomar un taxi, dame tu dirección"

"Daeng sur 154"

"¿Sigues solo? ¿Podemos pasar la noche juntos?"

A Thiago una sonrisa le partía todo el rostro.

"Sigo solo, te estaré esperando"

Cuando el taxi paró, a Lautaro una sonrisa rectangular le partía todo el rostro.


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