Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

That blue-eyed boy por ScorpiusMalfoy018

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Después del opíparo desayuno, los alumnos de Primer Año de las cuatro Casas se dirigieron a su primera clase compartida, la de Pociones. Bajaron a las Mazmorras e hicieron una fila fuera del aula, hasta que vieron a un anciano tremendamente gordo, de calva reluciente y rostro bonachón, dirigiéndose hacia ellos con un andar lento.

 

-¡Bienvenidos! ¡Adelante, por favor!

 

Rápidamente, los niños y niñas pasaron y fueron ubicándose. Albus vio que Lorcan y Lysander se sentaban juntos en la mitad del aula, que Dominique y Rose lo hacían en la primera hilera de pupitres, y Molly, Lucy y Roxanne se ubicaban detrás de ellas en un pupitre triple. Mientras el profesor Horace Slughorn acomodaba su gigantesca humanidad detrás de su escritorio, Albus echó un rápido vistazo y notó que todos ya tenían a sus compañeros de banco, y que solo quedaba un pupitre doble, disponible justo frente al profesor.

 

-¡Potter! ¡Malfoy! ¿Por qué no se acomodan aquí? –les sugirió el profesor, como si hubieran más opciones.

 

Albus se giró, encontrándose de frente con Scorpius. Lo primero que le vino a la mente fue el comentario que Lorcan había hecho la noche anterior. Y lo segundo que pensó fue que jamás había visto a alguien más parecido a un ángel que ese chico. Era como de su altura, de cabello rubio platinado y lleno de pequeños rizos, ojos resplandecientes de un color azul muy claro –casi gris–, y sus labios escarlata contrastaban con la palidez de su rostro, de rasgos tan hermosos y delicados que parecían de cristal. Tenía un aire decididamente altivo que a Albus se le antojó atrayente.

Vio cómo un ligero rubor ascendía por su cuello hasta sus mejillas. Parecía sorprendido por algo, y también nervioso. Carraspeó y fue a ubicarse donde Slughorn le había indicado. Albus lo siguió, tomando asiento a su izquierda, y notando cómo todos en el aula parecían pendientes de ellos. Había un cierto clima de tensión en el ambiente, que el anciano profesor no pareció notar durante las dos horas que duró su clase, en la que se presentó, habló de su forma de hacer las cosas, enseñó algunos conceptos básicos e hizo varias preguntas. Albus notó que, a pesar de que Rose siempre era la primera en contestar, su compañero de banco susurraba algo, segundos antes que su prima, y una vez que la oía, asentía con la cabeza casi de forma imperceptible.

 

-Habrías ganado algunos puntos para tu Casa si hubieras respondido en voz alta. –le dijo Albus cuando la clase terminó abruptamente porque Slughorn necesitaba ir al baño, y entre el bullicio del resto de los alumnos que salían y los que esperaban para entrar a su clase.

 

-No quiero llamar la atención. –le dijo Scorpius con educada indiferencia.

 

Su voz era fría y arrastraba las palabras con arrogancia. El rubio tenía un porte aristocrático y un aura de elegancia en todos sus movimientos, como si fuera un pequeño príncipe, a pesar de que en aquel momento lo único que estaba haciendo era recoger sus cosas para marcharse a la siguiente clase. Cuando terminó y levantó la mirada, se encontró con los ojos de Albus, quien notó que volvía a sonrojarse. A Potter le resultó adorable, pero ese pensamiento se desvaneció en un santiamén cuando, fuera del aula, alguien decía:

 

-¡Deberían enviar Aurores a custodiar la tumba de Dumbledore!

 

-¡Sí, no queremos que algún niñito trastornado se lleve la Varita de Saúco!

 

Albus notó que la expresión de Scorpius no cambiaba en lo más mínimo, pero sus manos se cerraron al mismo tiempo en puños, y apretaban con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Sin decir nada, dejó sus cosas en el aula y se dirigió hacia la salida hecho un torbellino.

 

-¡Potter! –exclamó Malfoy, sorprendido.

 

Pero Albus no le respondió y al salir, efectivamente, en el pasillo había una fila de alumnos que no se veían mucho mayores que él. Dos de ellos, que por su parecido debían ser mellizos o gemelos, se rieron desdeñosamente al ver que sacaba su varita, y entonces supo quiénes habían sido los que provocaron a Scorpius con aquellos comentarios desagradables. Se sorprendió al ver en sus pechos el escudo de la Casa Hufflepuff; tenía entendido que solían ser bastante amables.

 

-¿Cuál es el problema que tienen? –preguntó Albus, sorprendiéndose del tono de su voz, que podría haber cortado el aire.

 

-¿Por qué no te metes en tus asuntos, Potter? –le dijo uno de ellos, saliendo de la fila y sacando también su varita.

 

-Sí, Malfoy debe saber defenderse muy bien él solito, considerando que desciende de magos tenebrosos. –espetó el otro, imitando a su hermano.

 

Scorpius salió del aula en ese momento, y sin hacer caso a todas las miradas que se posaron en él, tomó a Albus del brazo que sostenía la varita, y le dijo gélido:

 

-Guarda tu varita, Potter: no valen la pena.

 

-¡Lo que no valía la pena era que tu padre torturara al nuestro! –le espetó uno de los muchachos, mientras ambos lo apuntaban con sus varitas, al tiempo que Albus los apuntaba alternativamente a uno y a otro.

 

-Vámonos, Potter. Tenemos Encantamientos. –insistió Scorpius, sin siquiera mirar a los de Hufflepuff.

 

Rabiosos, los hermanos alzaron sus varitas, pero antes de que lanzaran sendos encantamientos, o de que Albus reaccionara, Scorpius hizo un veloz movimiento. Aunque Potter no había visto que Malfoy hubiera sacado su varita, los rayos de luz roja de los de Hufflepuff chocaron con algo invisible y se volvieron contra sus usuarios, provocando que se tropezaran y cayeran al suelo, al tiempo que sus varitas salían despedidas de sus manos. El resto de los alumnos que contemplaban la escena ahogaron un grito, sorprendidos.

 

-¿Qué está pasando aquí? –preguntó de pronto una voz alarmada.

 

Slughorn había regresado, e iba hacia ellos tan rápido como su edad y su peso se lo permitían. Furioso, Albus le dijo:

 

-¡Esos dos que están en el piso estaban provocando a Malfoy!

 

-¡Malfoy también nos atacó! –exclamó uno de los chicos que había sido desarmado.

 

-Yo solo usé un encantamiento escudo. –retrucó Scorpius con calma.

 

-¿Cómo dices? –preguntó Slughorn, sorprendido.

 

-Mi padre sabía que en Hogwarts tratarían de hacerme pagar por sus errores, y me enseñó a defenderme. –explicó Scorpius arrastrando las palabras.

 

-¿Cuál fue el motivo del ataque?

 

-Dijeron que el padre de Malfoy torturó al de ellos, pero por lo que entiendo, el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras de aquel entonces era quien daba esas órdenes. –espetó Albus, agitado.

 

-Doy fe de eso. De hecho, Amycus Carrow no enseñaba Defensa, sino Artes Oscuras.

 

-De cualquier manera, incluso aunque mi padre hubiera echado el maleficio Cruciatus voluntariamente, yo no tengo la culpa de eso. –indicó Scorpius fríamente.

 

Slughorn hizo una rápida inspección visual a los alumnos, y al ver que nadie contradecía al rubio, asintió con la cabeza y zanjó la situación diciendo:

 

-Diez puntos menos para Hufflepuff. ¡Todos a clase!

 

Albus se volvió para ingresar al aula a buscar sus pertenencias, pero Scorpius le dijo con altivez:

 

-Me tomé el atrevimiento de recoger tus cosas.

 

Y le entregó su mochila, antes de ponerse en camino hacia el Aula de Encantamientos. Albus se apresuró a seguirlo, y al llegar a su lado, caminaron en silencio hasta llegar al Vestíbulo, donde el rubio le dijo con timidez:

 

-¿Puedo hacerte una pregunta, Potter?

 

-Sí, claro. –contestó Albus, sorprendido al notar que el tono de voz del chico era más suave.

 

-Mi padre me ha dicho que el tuyo tenía un extraño complejo de héroe cuando era joven. ¿Fue por eso que me defendiste? ¿Has heredado eso de él?

 

-No te defendí, Malfoy. Tú mismo lo hiciste.

 

-Bueno, pero trataste de hacerlo.

 

-Es que… He visto cómo todos te miran. Deben pensar que eres como… Bueno, como han sido todos los Malfoy…

 

-No es así.

 

-Hacen conjeturas solo por tu apellido, porque saben de quiénes desciendes. Y sé exactamente cómo te sientes. No tienes idea de la presión que llevo en los hombros por ser un Potter un Weasley. Todos esperan grandes cosas de mí solo por eso. Y estoy orgulloso de mi familia y de todo lo que han hecho, pero no quiero ser reconocido por ellos, sino por . A ti te ocurre a la inversa: no quieres ser señalado por lo que han hecho tu padre y tus abuelos… Y tu bisabuelo… Sino por lo que tú hagas… Tus aciertos y tus errores. ¿Me equivoco?

 

Albus giró la cabeza hacia Scorpius, y vio en sus ojos la misma extraña sorpresa que había detectado cuando se miraron por primera vez, segundos antes de que comenzara la clase de Pociones. Tenía una mirada diáfana e inquietantemente penetrante, aparte de ser la más brillante que había visto en su vida, y a Albus le entró un repentino y alarmante deseo de quedarse así por toda la eternidad. Carraspeó, confundido, esperando una respuesta, pero Malfoy seguía viéndolo, ensimismado, por lo que continuó hablando:

 

-Hace un rato, me dijiste que no querías llamar la atención, pero inevitablemente lo harás. Y sé que a mí me pasará lo mismo, y tampoco es algo que disfrute, así que… Bueno, los amigos se apoyan mutuamente, así que… Si quieres…

 

Albus alcanzó a ver un destello de genuina emoción en los ojos de Malfoy, antes de verse interrumpido por un sorpresivo abrazo. Sintiéndose enternecido –como si Scorpius fuera un niño pequeño y él un adulto–, trató de corresponderle, pero el rubio ya lo había soltado, y tenía el rostro tan escarlata como sus llamativos labios.

 

-Lo siento mucho. No sé qué me sucedió. –murmuró Scorpius, avergonzado, y comenzando a caminar de nuevo rápidamente.

 

-Está bien, no tiene nada de malo. –le respondió Albus, riéndose mientras lo alcanzaba. -¿No acostumbras dar abrazos?

 

-Para nada. No soy muy cariñoso que digamos.

 

-Yo sí, así que, si vamos a ser amigos…

 

-Jamás he tenido amigos antes.

 

-¿No? Bueno, me alegro de ser el primero, entonces.

 

Y, a partir de ese momento, dejaron de ser Potter y Malfoy, para pasar a ser Albus y Scorpius. En menos de una semana, habían descubierto que tenían más en común de lo que suponían: amor patológico por los libros, pasión desmedida por la Snitch, un extraordinario y prematuro dominio de la magia, una inteligencia sin límites, y una osadía que rayaba en la imprudencia, entre otras muchas cosas. No obstante, también diferían en algunas otras: Albus adoraba el calor y Scorpius amaba el frío, Albus no podía vivir sin el chocolate y Scorpius sufría de una temprana adicción al café, Albus necesitaba el ruido y Scorpius prefería el silencio, Albus disfrutaba de ver las estrellas y Scorpius de estar bajo la lluvia, y un corto etcétera que solo los unió más al complementar sus diferentes gustos y preferencias. Pero lo que los hizo inseparables fue, por supuesto, aquello por lo cual se hicieron amigos en primer lugar, es decir, su deseo por librarse de la carga que conllevaban sus respectivos apellidos: Albus, por ser familiar de Héroes de Guerra; Scorpius, por ser descendiente de magos tenebrosos. Y eso los llevó a proponerse una meta: que el mundo los conociera por sus nombres, lo que significaba un nivel de popularidad solo alcanzado por unos pocos elegidos, como Merlín.

Pero haría falta mucho tiempo para lograr tamaña hazaña. Por lo pronto, solo consiguieron sobrenombres. Durante los siguientes casi cuatro meses, habían sido apodados como uña y carne, o los siameses, por nombrar algunos de los alias más amistosos. Y no eran muy lejanos de la realidad: literalmente, solo se separaban durante las comidas o para dormir, donde se veían obligados a ir a su correspondiente Sala Común. Tanto era así que Albus solo interactuaba con su hermano y sus primos allí, en el territorio Gryffindor: James solía decir –mitad en broma, mitad en serio– que aquello era una espantosa traición por parte de su hermano menor, pero Albus dejó en claro desde un principio que, si se metían con Scorpius, se metían también con él. Y esa férrea defensa de su ya –sin ningún lugar a dudas– mejor amigo había ocasionado que encontraran otras maneras de referirse a ellos, y que eran más mordaces, como los tortolitos, o los novios. Albus se ponía todo colorado al oír aquellos últimos motes, pero Scorpius –que resultó ser bastante desafiante– le pasaba un brazo por los hombros para acercarlo a él, y sus labios se torcían en una sonrisa llena de desdén, que hacía dar cuenta a sus –cada vez más escasos– detractores que sus burlas no lo afectaban en lo más mínimo.

 

-Eh, Albus.

 

Una voz conocida sacó al aludido de su ensimismamiento. Los ojos verdes del muchacho se desviaron del fuego que crepitaba en la chimenea de la Sala Común de Gryffindor para enfocarse en los orbes del color de las avellanas de su hermano James. A Albus le sorprendió ver la expresión en el rostro del mayor, como si estuviera oliendo mierda. Se preguntó cuánto tiempo habría pasado desde que se sentó allí a pensar, pues solo ellos estaban en la Sala Común.

 

-Tengo que preguntarte algo.

 

-Dime.

 

-No pensarás en invitar a Malfoy a casa durante las vacaciones de Navidad, ¿no?

 

-Hemos estado hablando al respecto, sí… -Albus se rascó el mentón, muy tranquilo. –Scor y yo decidimos concertar primero una reunión entre nuestros padres…

 

-No quiero que él venga…

 

-Scor no le ha hecho nada malo a nadie, y tú no eres la excepción, James.

 

-¿No te da ni un poco de vergüenza? ¿Haberte alejado de todos por estar siempre con él?

 

-Soy el único amigo que tiene. No tiene hermanos ni primos de su edad, y toda su vida ha estado solo, rodeado de…

 

-Dinero, lujos…

 

-Iba a decir de libros. Su infancia ha sido como una adultez muy prematura, y creo que mi compañía le hace bien. Y a mí también me hace bien estar con él. Nos entendemos. Eso nunca me ocurrió con nadie.

 

-Aún no respondiste a mis preguntas. Entiendo que te alegres de haberte distanciado de mí, porque siempre estaba molestándote. ¿Pero ni siquiera extrañas a Rose? Ella era tu mejor amiga, tu prima favorita.

 

-Para que lo sepas, haberme alejado de ti solo me ha entristecido, pero fuiste tú quien lo decidió. En cuanto a Rose, fue también ella quien se distanció de mí, por no querer estar cerca de Scor. Y, como es lógico, el resto de nuestras primas la imitan, porque siempre ha sido así: Rose es la más sabia, y cualquier decisión que ella tome está bien para Dom, Molly, Lucy y Rox. Pero no fui yo quien se alejó. Nadie les prohibió que pasen una tarde conmigo y Scor. Han sido ustedes los que se alejaron de mí.

 

James estaba respirando de forma más ruidosa. Con su mejor cara de inocencia, Albus contuvo una sonrisa; su hermano solía perder los estribos al discutir con él, pues la mayoría de las veces nunca tenía razón, y Albus lo exasperaba con su tranquilidad y sus argumentos que siempre lo dejaban sin palabras.

 

-Al menos dime que no irás a esa casa del terror en la que vive. –esta vez, el tono de voz de James tenía una cierta cuota de súplica.

 

-Por supuesto que iré si Scor me invita. –respondió Albus, fingiendo estar extrañado, y haciendo esfuerzos para no reírse a carcajadas al ver la cara que ponía su hermano. –Y he visto fotos, y no parece una casa del terror, sino todo lo contrario. ¿Por qué no iría?

 

-¡Albus, por Godric, abre los ojos! –gritó James, exasperado. -¡Papá y los tíos Ron y Herm estuvieron secuestrados allí! ¡También Luna! ¡Y tía Herm hasta fue torturada! ¡Su abuelo hizo que mamá abriera la Cámara Secreta y casi la mata dándole ese diario íntimo que tenía Voldemort! ¡Su padre siempre insultaba a nuestros abuelos, y discriminaba a tía Herm por ser hija de muggles! ¡¡Merlín, su bisabuelo era un genocida y un psicópata que quería conquistar el mundo!!

 

-Scor no tiene la culpa de nada de eso, James. –fue la simple respuesta de Albus, mientras se ponía de pie y se alisaba la túnica. –Él no siente atracción por la magia negra, y reniega de los antiguos ideales de su familia. Ni siquiera puede mencionar a Grindelwald. Es diferente. No se parece en nada a como nos han dicho que eran su padre y su abuelo. ¿O acaso piensas que yo sería amigo de un matón que se crea superior a los demás por ser de sangre pura, que desprecie a los muggles y squibs, que llame traidores a la sangre a quienes no piensen como él, y que se refiera a los hijos de muggles como sangre impura?

 

-Por supuesto que no, pero… ¡Eso no quita que su familia sea un asco!

 

-Si no lo hubieran merecido, papá no habría declarado en su favor cuando los enjuiciaron al terminar la Segunda Guerra Mágica, sino que habría dejado que fueran a Azkaban. Papá me dijo que los Malfoy se disculparon con nuestra familia por todos sus errores, y que han mantenido un perfil de lo más bajo desde entonces. Tal vez fueron un asco, pero ya no lo son. Y, definitivamente, Scor no es un asco.

 

Albus terminó de hablar y se tapó la boca para ocultar un largo bostezo, demostrando así que aquella conversación no tenía ninguna importancia para él. Y como James no continuó bombardeándolo, se dirigió hacia las escaleras para subir a su dormitorio, pero antes volteó y le dijo:

 

-Si yo aún te importo, deberías darle una oportunidad. De conocerte y de conocerlo. Cuando lo hagas, de lo único que te arrepentirás es de haber pensado todo lo que piensas ahora.

 

Satisfecho con el nuevo silencio, Albus subió al fin a su cuarto, ansioso por el día que le esperaba: Harry Potter y Draco Malfoy no sabían lo que les esperaba cuando él y Scorpius llegaran a King’s Cross.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).