Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

That blue-eyed boy por ScorpiusMalfoy018

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Albus vio a lo lejos cómo Scorpius se lanzaba a los brazos de su padre con tanta fuerza que lo hizo trastabillar, de forma algo ridícula. Era evidente que no se esperaba ser abrazado por su hijo y menos de esa manera; después de todo, Scorpius le había dicho que ser cariñoso no era una de sus cualidades. Pero eso era antes de convertirse en su mejor amigo.

 

-¿De qué te ríes? –le preguntó Harry, que estaba abrazándolo y se encontraba de espaldas a los Malfoy.

 

-De ti. Y del papá de Scor. –respondió Albus con una sonrisa, viendo cómo Scorpius abrazaba ahora a su madre, con suma delicadeza, y viendo la sorpresa y la alegría en el atractivo rostro de la bruja.

 

-¿Ah, sí? ¿Y a qué se debe? ¿Qué hicimos?

 

-Aún nada. Ya verás.

 

Harry frunció el entrecejo y volteó, viendo cómo su hijo abrazaba a Ginevra y a Lily, que James parecía furioso, y notando que los Malfoy se dirigían hacia donde él se encontraba. Aquello era algo que no se esperaba, y entendía la razón de la cara que estaba poniendo su hijo mayor.

 

-Maldición. –espetó en voz baja, pero Albus lo escuchó y estalló en carcajadas.

 

Para sorpresa de Harry, Scorpius venía algo rezagado en comparación con sus padres; la risa le impedía avanzar más rápido. Le sorprendió no ver rastros de burla o desdén en el pequeño rubio, pues así recordaba a Draco cuando sonreía o reía. Antes de hacer más observaciones –se había vuelto un experto en ello desde que había ingresado al Cuartel General de Aurores–, la aristocrática familia había llegado junto a ellos.

 

-Papá, mamá, Lily… Él es Scorpius, mi mejor amigo. –presentó Albus con voz temblorosa de risa. –Scor, ellos son mis padres, Harry y Ginny, y mi hermanita Lily.

 

Scorpius se acercó con su eterna sonrisa, y besó en la mejilla a Lily –que se había puesto más roja que su cabello– y a Ginevra –que parecía muy sorprendida–, para luego acercarse a Harry. Éste fue el único que sonrió, divertido ante el enorme parecido del muchacho con su padre, y el único que pronunció palabra:

 

-¿Cómo estás, Scorpius?

 

-No podría estar mejor. –le respondió el rubio, risueño, estrechando su mano antes de regresar junto a sus padres. –Draco, Tori, les presento a mi mejor amigo, Albus. Al, ellos son Draco y Astoria, mis padres.

 

Albus se acercó primero a Astoria, que le sonreía de forma maternal y le dio un beso en cada mejilla. Draco, en cambio, mantuvo su recta seriedad, pero le estrechó la mano con cordialidad y le dijo que era un gusto conocerlo. Luego se produjo un breve e incómodo silencio, que fue interrumpido por Harry, quien presentó a James y a Lily a los padres de Scorpius, dejando para el final las salutaciones entre los adultos. Él y Draco se miraron y asintieron con la cabeza a modo de saludo, y luego Malfoy se acercó a Ginevra como quien no quiere la cosa, y se besaron torpemente en la mejilla. Astoria, en cambio, demostró ser mucho más desenvuelta que su esposo:

 

-Nos hemos visto en el colegio, ¿no es así? –les preguntó a Harry y a Ginevra, al tiempo que los besaba en cada mejilla.

 

-Tú regresaste con Slughorn para la última parte de la Batalla de Hogwarts, incluso a pesar de que eras menor de edad. –recordó Ginevra con una sonrisa. –Fuiste de los pocos de Slytherin que tuvieron el valor.

 

Astoria le devolvió una encantadora sonrisa, y pronto las mujeres se enfrascaron en una conversación. Sonriendo él también, Albus dijo con desparpajo:

 

-Scor, ¿por qué no dejamos que nuestras madres conversen entre ellas, mientras nosotros nos encargamos de que nuestros padres nos hagan un regalo de Navidad por anticipado?

 

Scorpius se rió y asintió con la cabeza, tomando a Draco de un brazo y llevándoselo. Albus y Harry los siguieron, hasta que estuvieron a una prudencial distancia del resto de sus familiares.

 

-¿De qué se trata todo esto, Al? –preguntó Harry con amabilidad, mirando alternativamente a su hijo y a Scorpius, e ignorando por completo a Draco.

 

-Scor y yo queríamos pedirles si podemos reunirnos mañana en el Callejón Diagon a las tres de la tarde. –indicó Albus, decidiendo que era hora de ponerse serio.

 

-¿Solos? –preguntó Draco, mirando sorprendido a su hijo.

 

-Por supuesto que no. –respondió Scorpius, que contrariamente a su mejor amigo no dejaba de sonreír. –Ustedes deben acompañarnos.

 

-Ya sabemos que nunca se llevaron muy bien que digamos…

 

-Pero podrían intentarlo…

 

-Y como mañana es Nochebuena, estamos seguros de que habrá suficiente gente que impida que una hipotética discusión entre ustedes termine en un duelo…

 

-Albus, debes saber que tu padre siempre ha sido muy inmaduro, pero yo no tengo ningún tipo de problema en tomar un café con él mientras ustedes corretean por ahí. –indicó Draco con un cierto dejo de ironía en su voz glacial.

 

-Bueno, me alegra saber que hayas dejado de ser tan quisquilloso. –le contestó Potter sin perder la calma, y logrando que Malfoy lo fulminara con la mirada.

 

-¡Y para que lo sepas, yo no ando correteando por ningún lado, Draco! ¡Voy a cumplir doce años! –chilló Scorpius, irritado, mientras Albus se reía.

 

-¿Y qué quieren hacer en el Callejón Diagon? –preguntó Harry, sonriendo divertido.

 

-Oh, solo entrar en algunas tiendas y comprar algunas cosas. –respondió Scorpius, que de pronto ya no se veía nada ofendido, y volvía a sonreír de forma encantadora.

 

-No será que quieres ir a Sortilegios Weasley, ¿verdad, Scorpius?

 

-¡No me llames así, Draco!

 

-Así es como te llamas.

 

-¡Ya sabes que no me gusta! ¡Dime “Scor”, como todo el mundo!

 

-Responde a mi pregunta.

 

-¿Por qué no lo dejas ir a Sortilegios Weasley, Malfoy? –inquirió Harry, entretenido por las infantiles escenas de Scorpius.

 

-No quiero que se entusiasme con los chascos que fabrica tu cuñado y termine siguiendo su ejemplo. –respondió Draco sin inmutarse.

 

-Soy el preferido de los profesores, Draco, no voy a arruinar mi reputación armando escándalos.

 

-Discúlpame, engreído, pero no eres el único preferido de los profesores.

 

Harry y Draco miraron a sus hijos, que se sonreían mientras discutían en broma. Harry se recordó a sí mismo a esa edad con Ronald, que actualmente era su cuñado pero que nunca había dejado de ser su mejor amigo, y no recordaba la familiaridad que notaba en Albus y Scorpius. La forma en la que se miraban… Parecía haber una suerte de conexión entre ellos, y hacía menos de un cuarto de año que se conocían.

 

-En fin, también queremos ir a Flourish y Blotts, y a Artículos de Calidad para Quidditch. –les explicó Albus mansamente.

 

-Y tomar helado. –agregó Scorpius, sonriente. –Solo unas horas; ya sabemos que mañana es un día apretado.

 

-Yo no tengo ninguna objeción. –indicó Harry, mirando a Draco, quien a su vez miraba con desconfianza a su risueño hijo. -¿Tú tienes algo que hacer mañana a las tres, Malfoy?

 

-Tendría que revisar mi agenda…

 

-¡Draco! ¡Deja de molestarme!

 

-Está bien, está bien. Mañana a las tres en punto en el Caldero Chorreante, ¿está bien, Potter?

 

-Claro.

 

Albus y Scorpius sonrieron, y cada uno abrazó a su padre, felices. Harry sonreía, mientras que Draco parecía verdaderamente pasmado, algo que al primero no se le pasó por alto. Regresaron con sus familias, se despidieron y se esfumaron, pero no antes de despedirse con un abrazo. Suave y de corta duración, pero agradable.

 

 

Al día siguiente, Harry y Albus aparecieron fuera de El Caldero Chorreante. Al ver solo muggles que pasaban frente a ellos sin notar la presencia de ninguno de los dos, Albus se desesperó. ¿Tal vez el padre de Scorpius habría cambiado de opinión? Miró el abollado reloj de oro con estrellas de su padre que indicaba que eran las tres en punto de la tarde, y no había ni rastros de los Malfoy.

 

-Tú sabes, Al, que los magos no se caracterizan por su puntualidad. ¿Tal vez Malfoy piense que ser puntual hará menos pura su sangre? –bromeó Harry con una sonrisa.

 

-No vayas a hacer esos comentarios delante de él, papá. –suplicó Albus, mirando a izquierda y derecha frenéticamente. –Y menos cuando Scor y yo los dejemos solos.

 

-¿Dejarlos solos? –repitió Harry, volviéndose con brusquedad hacia su hijo. Eso no había sido anticipado en la reunión del día anterior.

 

-Son nuestros padres, no nuestros guardaespaldas. No esperarán seguirnos a cada lugar que vayamos, ¿no?

 

-Albus, soy el Jefe del Cuartel General de Aurores, y Malfoy dispone en Gringotts de la fortuna más grande que el mundo mágico ha visto jamás. Nuestros hijos serían valiosísimos rehenes…

 

-¡Ah, Potter! Llegas tarde.

 

Harry se giró de nuevo, encontrándose con Draco en la entrada de El Caldero Chorreante. El mago rubio omitió por completo saludarlo, y se dedicó en cambio a estrechar la mano de su hijo y preguntarle cómo se encontraba. Harry entrecerró los ojos, dudando de aquella amabilidad, pero optó por no decir nada y seguir a Malfoy y a Albus al interior del abarrotado bar. Vieron a Scorpius en una mesa al fondo del lugar, con una bandeja que tenía cuatro tazas humeantes.

 

-¿Cómo estás, Harry? –saludó Scorpius cuando llegaron junto a él, y estrechó su mano antes de dirigir su mirada a Albus. –Pedí chocolate para ti. –le indicó, sonriendo. –Y café para los grandes. –añadió con vivacidad.

 

-Tú eres el bebé aquí. –le espetó Albus, empujándolo y sentándose a su lado como si nada.

 

Harry y Draco evitaron mirarse. Estar uno frente al otro ya era demasiado pedir, pero tener que sentarse junto al otro… Como quien no quiere la cosa, tomaron asiento frente a sus hijos. Ambos niños sonreían socarronamente.

 

-¿Tal vez debería haber pedido chocolate para ti también? –sugirió Scorpius, ladeando la cabeza en dirección a Harry.

 

-No, no, está bien. Tomo mucho café. –contestó Harry con una sonrisa, y sin poder creer que aquel adorable niño fuera el hijo del hombre que estaba a su lado, a quien tanto había aborrecido.

 

-El que no debería tomar tanto café es otro. –espetó Draco, sin quitarle la vista de encima a su retoño.

 

-No es momento de hacer bromas de mal gusto, Draco. Además, esto es solo para romper el hielo. Una vez que terminemos con nuestras bebidas, Al y yo saldremos al Callejón Diagon a dar una vuelta.

 

-Ah, sí, me olvidé de decirte, Malfoy: nuestros hijos decidieron salir solos. –aclaró Harry, secretamente divertido.

 

-¿Cómo dices? –preguntó Draco, incrédulo.

 

-Scor y yo creemos que casi dos décadas sin verse es mucho tiempo. –explicó Albus, conteniendo la risa.

 

-Pueden ponerse al día con una copita de algo fuerte de por medio mientras nosotros entramos en algunas tiendas. –agregó Scorpius despreocupadamente.

 

Hubo unos segundos de silencio, que todos aprovecharon para atacar sus bebidas. Draco no le quitaba la vista de encima a Scorpius, y éste no solo no rompía el contacto visual, sino que sonreía con confianza, como si supiera que iba a salirse con la suya.

 

-¿Tienes el Galleon? –preguntó Malfoy de pronto.

 

Scorpius hurgó en su chaqueta y sacó un Galleon, que le enseñó a Draco y que Harry observó atentamente. Sabía reconocer una moneda falsa cuando la veía, y esa era exactamente igual a la que Hermione había fabricado para los miembros del Ejército de Dumbledore.

 

-¿Sabes cómo activarlo?

 

-Solo debo estar en contacto con él y contar tres… dos… uno… Y me llevará contigo.

 

-Un momento. –saltó Harry, y su hijo abrió grandes sus ojos verdes para evitar lo que estaba por ocurrir, pero lo ignoró. –Malfoy, ¿tú convertiste esa moneda en un traslador?

 

-Y no solo esa. –respondió Draco, sonriendo desafiante, y sacando él mismo un Galleon falso para enseñárselo. –También ésta.

 

-¡No puedes crear trasladores a tu antojo!

 

-Potter, el incumplimiento de esa absurda ley no le hace ningún daño a nadie, y así puedo garantizar la seguridad de mi hijo. Además, no sé quién te dijo que no tengo autorización.

 

Aunque no levantaban la voz y ninguno de los dos parecía verdaderamente molesto, no dejaban de discutir, por lo que Albus y Scorpius aprovecharon a terminar sus bebidas, y una vez que lo hicieron, se pusieron de pie, haciendo que sus padres dejaran abruptamente de hablar.

 

-Nos vamos. –anunció Albus, acercándose a su padre para mirar la hora en su reloj. –Son las tres y veinte. Volveremos a las cuatro para que se cercioren de que estamos bien, y a las cinco nuevamente para regresar.

 

-¿Están de acuerdo? –preguntó Scorpius, que se veía muy ansioso.

 

Ambos adultos asintieron con la cabeza, y los niños casi salieron corriendo hacia el patio trasero que conectaba el bar con el Callejón Diagon. Reinó entonces un incómodo silencio entre ellos. Los dos tenían la vista fija al frente, donde habían estado sentados sus hijos, mientras terminaban sus tazas de café.

 

-Scorpius es bastante iluso si piensa que a mí me interesa ponerme al día sobre lo que has estado haciendo en los últimos veinte años. –ladró Draco de pronto, dejando su taza vacía sobre la mesa.

 

-Bueno, considerando la fortuna que tienes en Gringotts, tú ni siquiera debes saber lo que es trabajar, así que tu vida debe ser aún más aburrida que la mía… –le respondió Harry, acabando también su café, y haciéndole una seña a la camarera. -¿Por qué no conversamos de nuestros hijos? Al fin y al cabo, es la única razón por la que estamos aquí reunidos.

 

Draco no le respondió, pero pidió un whisky de fuego cuando la camarera se acercó a tomarles el nuevo pedido. Harry pidió lo mismo, y después de tomar el primer vaso en silencio, fue Malfoy quien comenzó con la conversación:

 

-¿Tanto querías a Dumbledore como para bautizar a tu hijo con su nombre? –le preguntó, sardónico. -¿No había algún nombre de este siglo? ¿O al menos del siglo pasado?

 

-Me gustan todos los nombres de mis hijos. –afirmó Harry, divertido. –Tal vez el segundo de Albus es algo… Especial. Pero se lo debía a Snape tanto como a Dumbledore.

 

-Estoy seguro de que Snape lo habría apreciado, incluso viniendo de ti.

 

-Al adora a ambos exDirectores como si los hubiera conocido personalmente. Sabe sus historias mejor que yo. Y quiere seguir el ejemplo de los dos.

 

-¿Quiere ser Director de Hogwarts?

 

-Así es. Aspira a ser, primero, el Profesor más joven y, eventualmente, el Director más joven que haya tenido el colegio. Casualmente, ambos récords los ostentaba Snape, que fue Profesor a los veintiún años, y Director a los treinta y siete.

 

-Superarlos será difícil.

 

-Estoy seguro de que logrará todo lo que se proponga.

 

-Scorpius me ha hablado mucho de Albus en sus cartas, y solo cuenta maravillas de él. Debe ser completamente diferente a ti, ¿no?

 

Harry soltó una carcajada, y Draco se permitió sonreír brevemente.

 

-La verdad es que tienes razón. –reconoció Potter, para asombro del rubio. –Yo poseo muchos defectos: siempre tuve un carácter muy fuerte, soy impulsivo, y tiendo a elevar la voz cuando pierdo la paciencia o me hacen enojar. James y Lily son igual de explosivos. Al, en cambio… Pareciera ser perfecto. Es sumamente calmado; casi te diría que puedo ver su aura de compostura y serenidad. Su voz le trae tranquilidad a cualquiera que lo oiga. Y siempre ve lo mejor de las personas. Siempre perdona y da segundas oportunidades… Siempre pone las necesidades e intereses de los demás por encima de los suyos… Jamás inició un conflicto, pero solucionó siempre los de todos a su alrededor solo con un abrazo… Es la persona más amable, cariñosa y compasiva que alguien podría conocer…

 

-Se te cae la baba, Potter. –le dijo Malfoy con sarcasmo, pero sonreía con sinceridad al notar la emoción con la que Harry hablaba de su hijo.

 

-¿Qué hay de Scorpius? Sé que ha acaparado a Al desde un principio, y eso que siempre fue muy leal con su familia. Eso debe hablar muy bien de él. ¿Realmente es hijo tuyo, Malfoy?

 

-Muy gracioso, idiota.

 

-Creí que ya habías dejado de ser tan quisquilloso.

 

-Siempre quise que Scorpius fuera perfecto, o sea, totalmente opuesto a mí y los Malfoy anteriores a mí. Para eso, tuve que ser muy exigente con él, desde que era un bebé. Es extraordinariamente inteligente, pero a nivel social, dejaba mucho que desear. Sonreía o reía bastante poco. Era muy frío. Disfrutaba de leer o volar en escoba, y su única compañía siempre fue su familia. Antes de ir a Hogwarts, jamás había tenido trato con niños de su edad. No quería que sus amigos fueran los hijos de mis antiguos amigos, porque la mayoría de ellos aún abrazan los ideales supremacistas, y probablemente hayan educado a sus críos como los educaron a ellos. Tori y yo decidimos no seguir el ejemplo.

 

-Estoy seguro de que así es. –respondió Harry con una sonrisa de aprobación.

 

-Cuando bajó ayer del Expreso de Hogwarts, lo primero que pensé fue que alguien se hacía pasar por él. Jamás me había abrazado, ¿sabes? –Draco carraspeó en ese momento, sin duda reprimiendo su emoción. –Y en las últimas veinticuatro horas, lo vi sonreír y reír más veces que en los once años que tiene de vida. Tori hasta se puso a llorar cuando llegamos a casa y él nos dijo que nos extrañó y que nos ama.

 

-Veo que Al lo ha contagiado del espíritu Weasley.

 

-Yo diría que lo ha ayudado a despertar su costado Greengrass.

 

Pidieron otra vuelta de whisky de fuego, y Draco entonces comentó:

 

-Si te dedicaras a observar detenidamente cada retrato que hay en el vestíbulo de mi casa, podrías ver que todos mis antepasados tienen los mismos rasgos. Han variado un poco con el tiempo, pero todos somos apuestos, como de la realeza…

 

-Me encanta lo humilde y modesto que te has vuelto, Malfoy.

 

-Y a mí me alegra que lo notes, Potter. Como te decía, a lo largo de un milenio, hemos variado un poco, pero todos mantuvimos las facciones angulosas, la palidez, el cabello rubio platinado y lacio, los ojos grises… En fin, los genes Malfoy siempre han sido más dominantes que los de nuestras esposas. Y ya has visto a Scorpius: tiene la cabeza llena de rizos, imposibles de peinar o alisar… ¡Los Malfoy nunca tuvimos hoyuelos en las mejillas! ¡Ni los labios tan absurdamente rojos! ¡Y siempre conseguimos todo lo que quisimos con berrinches, dinero o favores, no con simplemente sonreír!

 

-Para mí, Scorpius es lo más parecido a un ángel que he visto jamás. Deberías estar orgulloso de que haya heredado rasgos de tu esposa.

 

A Draco parecieron afectarlo esas palabras, pues se quedó callado y le dio otro trago a su whisky. Harry creía saber la razón. Carraspeó y le dijo con la voz más suave que fue capaz de emplear:

 

-No es de Astoria de quien ha heredado todo eso, ¿no es así?

 

-No exactamente. Ese aire eufórico y salvaje que tiene al reírse… Los hoyuelos, la boca como si se la hubiera pintarrajeado, esa maldita sonrisa encantadora… Y los ojos. Ningún Malfoy tuvo ojos azules. Todo eso lo ha heredado, sin lugar a dudas, de Gellert Grindelwald.

 

Hubo otro silencio, más largo que los anteriores. Terminaron su segundo vaso de whisky antes de pedir un tercero, con abundante hielo para rebajar un poco el efecto etílico. Harry miró a Draco de reojo, y repuso:

 

-Scorpius no siente esa atracción por las Artes Oscuras que ha caracterizado siempre a tu linaje, no discrimina a las personas en base a su status de sangre, y no se jacta del enorme poder que tiene su familia. Dijiste que deseabas que tu hijo fuera distinto a ti, a tu padre y al resto de tus ancestros, y creo que tu deseo se ha cumplido. Eso es lo que debe importarte, Malfoy: le has dado una buena educación, y has logrado la diferencia que realmente interesa.

 

-Escúchame bien, Potter, porque solo lo diré una vez: puede, repito, puede que tengas razón pero, de igual manera, pienso que tal vez se me haya ido un poco la mano. Es tan diferente a mí en su personalidad que ha caído en Ravenclaw, en vez de Slytherin. Eso sí que fue una terrible desilusión.

 

-La Casa Ravenclaw ha ganado a un excelente estudiante. ¿Por qué no lo ves de esa forma?

 

-¡Draco, te dejo solo cuarenta minutos y ya estás bebiendo! –exclamó una voz altiva de pronto.

 

Albus y Scorpius habían regresado; tenían las mejillas coloradas a causa del frío, pero se veían radiantes. Draco ignoró olímpicamente a su hijo, mientras que Harry sonrió y preguntó:

 

-¿Todo va bien?

 

-Excelente. –respondió Albus, feliz. –Solo hemos venido para que vean que estamos vivos. Volveremos de nuevo a las cinco.

 

Y salieron corriendo una vez más, llenos de energía.

 

-¡No tomes más café, Scorpius! –exclamó Malfoy antes de que su hijo se perdiera de vista.

 

-¡No me llames así, Draco! –le espetó Scorpius en voz alta, aunque sin detenerse.

 

Harry se rió, divertido, antes de darle otro trago a su whisky. El resto de la conversación durante la siguiente hora fue mucho más amena, aunque Potter no sabía si se debía a su propia amabilidad, a los comentarios ácidos de Draco, o al alcohol bebido por ambos. Para cuando sus hijos regresaron, Malfoy estaba riendo a causa de una historia de Harry que involucraba a Albus y sus estallidos de magia, que solían ser muy poderosos y con consecuencias desastrosas.

 

-Bueno, esto está saliendo mejor de lo que esperaba. –le dijo Albus a Scorpius en el oído, al tiempo que tomaban asiento frente a sus respectivos progenitores.

 

El rubio asintió con la cabeza, sonriendo. Entonces, dirigió su mirada hacia Harry, quien, efectivamente, notó lo diferentes que eran los ojos del niño en comparación con los de su padre. Draco tenía ojos del color del acero, mientras que hacer contacto visual con Scorpius era lo mismo que mirar el mar.

 

-¿Podemos repetirlo? –le preguntó de pronto el chico, ladeando la cabeza en su dirección.

 

¿Acaso siempre hace eso cuando quiere algo? –se preguntó Harry, sin poder evitar sonreír él también. –Por supuesto.

 

-Funciona, ¿eh? –le preguntó Scorpius misteriosamente.

 

Harry frunció el ceño, sin comprender. Scorpius ladeó la cabeza en dirección contraria, y una traviesa sonrisa curvó sus rojos labios. Albus parecía entender, pues Harry notó que hacía esfuerzos por contener una risotada.

 

-¡Scorpius! –lo regañó Draco de pronto, quien también parecía comprender lo que estaba sucediendo. -¿Qué te he dicho?

 

-¿Qué sucede? –preguntó Harry, sin poder creer que fuera lo que estaba suponiendo.

 

-Scor es legeremante. –indicó Albus, divertido.

 

-¿Creías que exageraba cuando te hablé de lo inteligente que es, Potter? –espetó Draco, molesto. –Ya te he dicho que es de mala educación hurgar en la mente de las personas, Scorpius.

 

-Solo quería saber si se habían peleado mientras Al y yo no estuvimos, y tú siempre estás preparado para repelerme, Draco, así que tuve que mirar en la mente de Harry. –explicó Scorpius arrastrando las palabras.

 

-Le he contado a Scor que no eres precisamente el más diestro en Oclumancia. –aclaró Albus, riéndose.

 

-No hay problema, no tengo nada que ocultar. –respondió Harry, asombrado.

 

-Esto no se repetirá si sigues desobedeciéndome, ¿me entendiste? –advirtió Draco.

 

-Está bien, no lo haré más, no lo haré más. –se apresuró a decir Scorpius, repentinamente alarmado. –Pero, a cambio…

 

-Se parece más a ti de lo que crees, Malfoy. –dijo Harry, y Draco evitó mirarlo, pero se le escapó una sonrisa y no dijo nada.

 

-Queremos que nos permitan visitarnos durante las vacaciones. –fue Albus quien habló, y Harry se preguntó si Scorpius le habría enseñado a emplear la Legeremancia o si tendrían todo planeado de antemano.

 

-No podemos comunicarnos todos los días a través de cartas.

 

-¡Nuestras lechuzas acabarían odiándonos!

 

-Y tampoco podemos estar todo el día con las cabezas metidas en la chimenea.

 

-No es bueno para la salud tragar tanta ceniza.

 

-Y no podemos jugar al Quidditch en el Callejón Diagon.

 

-Aunque estoy seguro de que tío George no tendría problema en unírsenos si lo hiciéramos.

 

Los niños dejaron de hablar para respirar, agitados. Harry y Draco se miraron, y no había necesidad de ser legeremante para saber lo que el otro estaba pensando: todo había salido bien aquella tarde y, en el fondo, sabían que no había nada que temer: los dos eran adultos responsables, y jamás dejarían que algo malo le pasara al hijo del otro. Pero tal vez pasar al siguiente nivel era demasiado pronto.

 

-Podemos conversarlo. –contestó Draco luego de un corto silencio.

 

-Por favor, papá.

 

Draco se quedó mirando a su hijo, impresionado por la forma en la que lo había llamado, así como por el repentino tono suave que había usado, cuando por lo general era igual de frío y arrogante que el suyo. Sus hermosos ojos azules traspasaban los suyos grises con una intensidad que le recordó a Astoria, pues de ella había heredado aquella mirada penetrante.

 

-Debes dejar de culparte por todo lo que pasó, Draco, porque eso trae consecuencias que recaen sobre mí. Como, por ejemplo, que no me dejes invitar a Albus a casa, o que no me permitas ir a la suya.

 

Otro silencio, bastante más largo que el anterior, se hizo presente entre los Potter y los Malfoy.  Draco parecía estar en una batalla mental consigo mismo; tenía la vista perdida en los ojos de Scorpius, quien a su vez tampoco dejaba de mirarlo. Finalmente, Malfoy asintió con la cabeza y dijo con voz algo ronca:

 

-Está bien. Si Potter también está de acuerdo…

 

La sonrisa que Scorpius le dirigió a su padre entonces parecía haber encendido más luces en El Caldero Chorreante. También Albus se veía radiante, y entonces Harry zanjó la situación diciendo:

 

-Solo aceptaré si Scorpius viene primero a mi casa.

 

Draco miró sorprendido a Harry, pero asintió con la cabeza, y se puso de pie, dando por terminada la reunión. También lo hicieron Harry, Albus y Scorpius. Los padres dejaron varios Galleons en la mesa, y salieron del bar junto a sus hijos, que se despidieron con un abrazo, el cual duró un poco más que el que se habían dado el día anterior. Una vez que se separaron, Albus se colocó frente a Draco e hizo el ademán de levantar su mano para estrechar la de él, pero antes de que Malfoy reaccionara, se dejó conducir por un repentino impulso que lo invadió, y abrazó también al padre de su mejor amigo.

 

-Gracias, Draco. –murmuró Albus.

 

Impresionado, Draco asintió con la cabeza y, con cierta torpeza, le revolvió el cabello al niño antes de que éste lo soltara. Scorpius parecía igual de sorprendido que su padre, y todo indicaba que no pensaba quedarse atrás, pues de pronto abrazó también a Harry.

 

-Lo pasé muy bien con Al y contigo. –aseguró Scorpius. –Gracias.

 

-Ha sido un placer compartir esta tarde con ustedes. –respondió Harry, devolviéndole el abrazo. –La próxima vez que nos veamos será en casa, ¿sí?

 

El muchacho asintió con la cabeza sin abandonar su sonrisa, antes de separarse de él. Entonces, Malfoy inclinó su cabeza a modo de despedida, y una vez que Scorpius se tomó de su brazo, giró sobre sí mismo y ambos desaparecieron.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).