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Feeling. Cherik por midhiel

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Este capítulo va dedicado a @KiKaLoBe

 

Identidad

 

Jean estaba en el aire casi rozando las nubes y, con un leve movimiento de manos, descarriló el tren. Después bajó y arrancó de cuajo la puerta del compartimento. Con un chasquido de dedos, desprendió los collares de sus antiguos compañeros y les devolvió los poderes. Los mutantes se trenzaron con los pocos soldados que habían sobrevivido al accidente y cuando estaban en plena lucha, la mujer albina se presentó para caminar directo hacia Charles. Parecía tener asuntos pendientes con el telépata.

 

Erik notó que su amante estaba en peligro y se plantó junto a un arsenal para controlar las armas y dispararlas contra la desconocida. Ella caminó ahora en dirección a él, mientras Erik le seguía disparando con ametralladoras, pistolas y cuanta arma encontraba. Pero las balas no le hacían daño.

 

La mujer lo notó con una sonrisa sardónica.

 

-Así que tú eres el otro padre del hijo que Xavier espera – comentó la mujer y, con un chasquido, transportó a todos hacia la entrada de un edificio antiguo en el centro de Nueva York. Hasta Kurt quedó impactado de lo rápido que se habían teletransportado.

 

Jean liberó un campo de energía desde adentro de la edificación para avisar que se encontraba allí y desafiarlos a que ingresaran a buscarla.

 

Erik y Charles contaron rápidamente quiénes estaban. Beast, Kurt y Ororo. Charles volteó la vista hacia la entrada del edificio y vio que Scott ya había ingresado desesperado por detener a Jean. También notó que estaba sentado en su silla, que se suponía que había abandonado en el parque. ¿Cómo se había corporizado allí y ahora? Charles entendió que Jean o su compañera lo habían hecho en un claro mensaje para invitarlo a entrar. Volteó hacia Magneto.

 

-Tengo que hacerlo, Erik – explicó con resolución -. Es a mí a quien busca. No dejará de perseguirnos hasta que me enfrente a ella.

 

Erik estaba preocupado por su familia pero como guerrero sobreviviente entendía que era una batalla que Charles no podía esquivar.

 

-En ese caso entraré contigo. Pero la chica tiene que morir.

 

-Erik, por favor – suplicó Charles -. No te precipites. Aun hay esperanza.

 

-Charles, lo que dices es absurdo – rebatió Magneto -. No voy a permitir que continúe y va a tener que pagar lo que le hizo a Peter.

 

Beast gruñó. Después de lo que había pasado con Raven, él también quería verla muerta.

 

-Escucha con calma, viejo amigo, voy a tratar de platicarle – propuso Charles como último recurso y se tocó la frente -. Puedo sentir que allí dentro sigue la Jean que crie. Déjame razonar con ella y solo como último recurso, cuando ya no quede nada más por hacer, te pido que intervengas. Por favor, Erik, te lo ruego.

 

A regañadientes, Magneto asintió.

 

-Yo puedo teletransportalos adentro – se ofreció Kurt.

 

Hank decidió permanecer afuera transformado en Beast como refuerzo.

 

Nightcrawler formó un círculo tomándose de la mano con Erik y Charles y los transportó en un segundo a una sala con una imponente escalera de mármol. Jean estaba de pie junto a ella aguardándolos. Scott yacía en el suelo desmayado. La desconocida entró por una puerta lateral al verlos llegar.

 

Charles con Kurt de pie junto a él, observó asombrado a su pupila. Jean estaba encendida literalmente porque los ojos le brillaban con fuego y su ropaje soltaba chispas. No podía dejar de compararla con la niña desprotegida que acogió una vez y que quería como a una hija propia.

 

Sin embargo, Magneto no tenía tales sentimientos y se le enfrentó.

 

-Hiciste mucho daño – le habló gélido y pausado. Jean y su compañera lo observaron con sorna -. Me importa un bledo lo enojada que puedas estar con Charles, después de todo él solo intentó protegerte. Pero eso no te dio derecho a provocar la destrucción que conseguiste. Por tu culpa perdí a Raven y mi hijo Peter está herido.

 

-Son  daños colaterales – intervino la desconocida con frialdad -. Siempre crees que el mundo gira alrededor de ti, Magneto, pero esta vez no es algo personal.

 

-Sí, es algo personal – reiteró Erik con firmeza y miró a Jean -. Vas a pagar, niña.

 

-¿Me estás amenazando?

 

-Así es.

 

-No es una buena idea – contestó la joven y movió la muñeca para controlar el casco de Magneto con su telekinesis.

 

Erik comenzó a gruñir de dolor. El metal le presionaba el cráneo y no podía controlarlo porque la desconocida con un poder inusitado, se había metido en su mente y le inhibía la mutación. Erik sintió que se moría, no solo del dolor sino porque el casco ya casi le perforaba el cerebro. Los ojos se le enrojecieron casi al punto de salírseles de las órbitas y comenzó a gemir.

 

Lejos de conmoverse, Jean le sonreía con sadismo y arrogancia.

 

-¡Basta! – intervino Charles desesperado. Su voz logró que la joven perdiera la concentración -. Es a mí a quién quieres. ¡Deja de torturarlo!

 

Jean cerró el puño y el casco estalló en la cabeza de Magneto. La joven se metió en su mente y lo arrastró hacia atrás para arrojarlo por la ventana. Kurt se evaporó para salir a buscarlo.

 

Charles estaba jadeando por los nervios y por una presión que sentía en el vientre. Se lo masajeó para calmarse.

 

-No es la tensión, querido – explicó la desconocida tras ver su gesto -. Ya que no quieres que fastidiemos a tu amante, tendremos que hacerlo contigo y tu criatura – se volvió hacia Jean para ordenarle -. Bloquea todas las entradas. Este es un asunto entre nosotras y Charles Xavier.

 

Con un movimiento brusco, la joven selló todas las puertas y ventanas del edificio. Charles podía imaginar a Erik golpeando desesperado por entrar. Jean también creó un campo magnético alrededor de la estructura para que Kurt no pudiera teletransportarse.

 

-Jean – la llamó Charles con los ojos humedecidos por la angustia -. Tú no eres esto en lo que te convirtió – otra vez sintió culpa -. Acudiste a ella porque yo te había fallado, Jean, y es cierto porque lo hice – bajó la cabeza y comenzó a lagrimear -. Te mentí para protegerte, manipulé tus recuerdos y no debí haberlo hecho. Ahora entiendo mi error – alzó la mirada suplicante -. Pero te quiero, hija mía, y haría lo que fuera por salvarte.

 

-¿En serio? – lo desafió la joven y alzó una ceja -. Hablas de errores graves y esperas mi perdón como si fuera algo tan simple. ¡Me arruinaste la vida! Me obligaste a vivir en una mentira y te regocijabas con eso.

 

-Nunca lo disfruté – replicó Charles con vehemencia.

 

Jean se elevó por los aires y llegó hasta el primer piso.

 

-Si tanto te importo ven a buscarme.

 

Charles suspiró desconcertado.

 

-Sabes que no puedo hacerlo.

 

-Déjame ayudarte – contestó Jean con malicia y elevó a su mentor.

 

Charles sintió cómo su cuerpo dejaba la silla y fue flotando hasta el primer escalón. Percibió cómo el poder de la joven disminuía y solo le controlaba las piernas. Así comenzó la tortura: Charles se recargó contra la baranda para no caer, mientras que sus piernas se alzaban y bajaban para subir los escalones. Como no tenía control sobre ellas, las articulaciones se le doblaban como si fueran de barro y el peso le provocaba un dolor intenso en las caderas, que repercutía en su bajo vientre. Charles lloraba de dolor y se aferraba a la baranda con ambos brazos. Quería tocarse la barriga abultada para proteger a la criatura pero si liberaba solo una mano, podía caer y el golpe sería trágico para él y para su hijo.

 

Jean lo miraba con resentimiento mientras lo obligaba a ascender. La mujer misteriosa no opinaba y solo contemplaba placentera su sufrimiento.

 

-¡Por favor, Jean! – gimió al borde del desvanecimiento. Sí, era tanto el sufrimiento que estaba a punto de desmayarse. Solo le quedaba una cosa por hacer: enviarle de una sola vez los sentimientos y recuerdos más tiernos que tenía de ella -. Jean, mi pequeña Jean – murmuró como la llamaba para consolarla cuando era apenas una niña y lloraba por las noches la pérdida de sus padres -. ¿No te acuerdas del vínculo que formamos los dos? Me equivoqué y estás sufriendo por mi culpa – hizo una pausa para rechinar los dientes porque el dolor ya le era insoportable -. Recuerda, mi pequeña.

 

Jean sintió en su cabeza una oleada de recuerdos amorosos y se vio, de pronto, en el centro de su dormitorio en Westchester, acostada en la cama con un sonriente Charles sentado en el colchón a su lado. Se sabía pequeña, de nueve años, la edad que tenía cuando perdió a sus padres.

 

-¿Eso quiere decir que usted nunca va a dejarme? – preguntó confiada y con esperanza -. ¿Ya nunca más volveré a sentirme sola?

 

-Jamás, mi pequeña Jean – le aseguró un rejuvenecido Charles y le hizo una caricia en la mejilla. La niña sonrió -. Siempre me tendrás a mí y en esta casa aprenderás a hacer amigos con otros niños como tú. Todos somos una gran familia y como tal nos queremos y cuidamos unos a otros.

 

-¿Y si algo llegara a pasarme? – quiso saber Jean para quitarse todos los miedos -. ¿Si alguna vez corro peligro?

 

-No dudes que seré el primero que te socorrerá – contestó su mentor con convicción -. Y sacrificaré lo que sea por salvarte. Ahora duerme tranquila porque ya no tienes nada que temer. Ahora me tienes a mí, Jean, y estaré a tu lado siempre para cuidarte.

 

Y la niña cerró los ojos cubierta de amor y consuelo.

 

Una adulta Jean volvió en sí. El recuerdo era nítido y real, también el amor que Charles le tenía. Lloró y movió las manos para devolverlo con suavidad hasta su silla. Pero el telépata había perdido la conciencia producto de los dolores y del esfuerzo sobrehumano que había realizado. Cubierta de lágrimas, la mujer se volvió hacia la mujer misteriosa.

 

-¡Tú me confundiste y me obligaste a volverme en contra de quienes me aman! – le espetó Jean llena de furia -. ¡Eres tú la única que debe pagar por todo esto!

 

Ambas se trenzaron en una lucha que Charles, desvanecido ya, no podía sentir. Jean desbloqueó las entradas y Kurt llevó a Erik a la sala en un santiamén. Magneto no se ocupó de las mujeres que peleaban en el piso superior sino que se arrodilló junto a Charles y trató de despertarlo. Charles recuperó el conocimiento por una oleada intensa de dolor en el vientre, que lo obligó a gritar. Erik lo abrazó angustiado.

 

-El bebé – murmuró lleno de lágrimas. Erik pasó saliva -. Tienes que sacarme de aquí.  .   . algo está mal con él.   .   .

 

Kurt se les acercó y los tomó de las manos para transportarlos a un hospital.

 

………….

 

Al llegar al hospital, el equipo de médicos de guardia atendió a Charles, mientras esperaban a su obstetra. Le controlaron los signos vitales a él y a la criatura. Erik se desvivía por acompañarlo pero dada la gravedad, lo retuvieron afuera, en la sala. El metal cercano vibró y Kurt se apresuró a acompañarlo hasta una silla para que se calmara. Era difícil pero tenía que entender que su presencia solo dificultaría el trabajo de los médicos. A Erik le costó serenarse y solo después de varios minutos, Kurt notó que el metal del lugar se había aquietado.

 

Charles estaba tan tenso que tuvieron que administrarle un tranquilizante. De a poco fue cayendo en un sueño ligero y cerró los ojos. Al abrirlos se encontró sentado en un suelo de mosaicos en el mismo piso superior del edificio donde Jean los había desafiado. Tenía la espalda apoyada contra la baranda de bronce y reconoció a su lado a la mujer extraña, que al verlo se puso de cuclillas para estar a su altura.

 

-Al fin nos encontramos solos, Charles Francis Xavier – habló ella con un tono neutral que provocaba escalofríos -. Muchos años esperé para encontrarte. Décadas, antes de que Jean Grey viniera al mundo, antes de que fundaras a los X-Men, antes de que nacieras tú.

 

-¿Qué eres? – indagó Charles. A esta altura se daba cuenta de que este ser no era humano precisamente.

 

-Soy una mummudrai – explicó -. Nací en el plano astral, que es el sitio donde te traje ahora. Mira a tu alrededor, Xavier, observa el lugar – Charles empezó a recorrer con la mirada el sitio -. Estás aquí porque es el último lugar donde estuviste antes de ser llevado al hospital, pero podemos cambiarlo – ella parpadeó y se encontraron en la recámara del telépata. Él acostado en su propio lecho y ella sentada en el colchón a su lado -. Estamos dentro y fuera de tu mente, en una dimensión que no es la terrestre, en un plano que.  .  .

 

-Sé perfectamente lo que es el plano astral – cortó Charles imperante y se incorporó -. Combatí a un mutante tanto o más poderoso que tú en uno.

 

-Sí, En Sabah Nur – comentó la mummudrai -. Un hombre con poderes mutantes que se creía una divinidad y así le fue. Lo recuerdo, era tan arrogante como tú, Xavier, y mira cómo terminó.

 

-¿A qué has venido? – Charles se estaba cansando de los rodeos.

 

-Hace muchos años quise visitar la Tierra y tomar un cuerpo como huésped pero no era tan ingeniosa para conseguirlo, así que opté por replicar genéticamente uno que estaba empezando a gestarse – lo miró intensamente -. El tuyo.

 

Charles pasó saliva. No entendía de qué le estaba hablando.

 

Ella se puso de pie.

 

-Copié tu ADN en el instante mismo en que fuiste concebido y me gesté a tu lado. Pero eras demasiado poderoso, aun siendo un feto, y reconociste mis ideas malignas. Trataste de defenderte y me atacaste. Yo no esperaba que lo hicieras y no tuve tiempo de reaccionar.

 

Charles parpadeó al recordar. Sí, había escuchado a sus padres una vez contar que había tenido una hermana gemela, que su madre abortó en un accidente. ¿Cómo no lo había recordado antes? ¿No había sido, tal vez, esa la razón de que acogiera a Raven como forma de suplir a esa hermana que había perdido? Miró a la mujer, que le sonreía fría y sarcástica. No, él no lo había recordado sino que era ella enviándole esa información mentalmente.

 

-Mi nombre es Cassandra Nova – respondió la mummudrai -. Tú me asesinaste hace décadas y mi crimen quedó olvidado e impune. Olvidado para los demás pero no para mí, y todos estos años busqué la manera de cobrarme venganza. Te vigilé, Xavier, desde que viniste al mundo y busqué la manera de hacerte pagar.

 

-¡Yo no tuve la culpa de nada! – se defendió Charles enojado.

 

-Eso no era lo que decías horas atrás – rebatió Cassandra gélidamente -. Te cansaste de pedir perdón a todos, hasta a tu amante.

 

-Por lo que le hice a Jean no a ti – refutó Charles enfático.

 

-Jean – suspiró ella y sonrió maligna -. Sí, todos estos años esperé la ocasión para vengarme hasta que acogiste a esa niña. Había provocado un accidente que mató a su madre como tú habías provocado uno que me mató a mí. Tenían mucho en común.

 

Charles respiró profundo, estaba tenso, más que tenso, furioso, pero quería controlarse por la criatura y para escuchar toda la historia. Se masajeó el vientre y aunque ella notó el gesto, no dijo nada.

 

-¿Qué le hiciste a Jean? – reclamó el telépata -. Buscabas vengarte de mí, buscabas justicia y se la cobraste a una niña inocente.

 

-No me quise vengar de Jean – respondió Cassandra -. Pero la necesitaba porque su energía mental me sirvió para sobrevivir y crecer durante años. Mientras ella dormía y cientos de veces tú velaste preocupado su sueño, me nutrí de su poder desde el plano astral hasta que recibió la descarga del Fénix y eso me dio la fuerza para poder corporizarme al fin y venir a la Tierra.

 

-O sea, usaste a Jean para conseguir un cuerpo – resumió Charles, tratando de entender -. Lo lograste y aun así seguiste haciendo daño al manipularla para que nos atacara. ¿Por qué tal crueldad?

 

-Porque mi verdadera intención es vengarme de ti, Charles Xavier – replicó Cassandra fría y perversa. Se acercó a la cabecera y le murmuró al oído -. Voy a obligarte a perder a esa criatura que llevas en tu vientre como tú me arrancaste del de tu madre.

 

-¡No! – respondió el telépata con determinación -. ¡No voy a permitirlo jamás! Ten por seguro que si lo intentas, voy a asesinarte y esta vez sí será intencional.

 

-Dudo que puedas hacer mucho – se mofó ella y se alejó de la cama -. Después de todo, solo eres un hombre más con el gen mutante, un ser humano débil y efímero como todos – y se evaporó.

 

-¡No! – gritó Charles encolerizado -. ¡No! ¡No voy a permitirlo! ¡No lo lograrás! ¡No!

 

-Charles – exclamó Erik desesperado mientras trataba de despertarlo -. Tranquilízate, mi amor. Estás teniendo una pesadilla.

 

Charles abrió los ojos y se encontró acostado en la cama dentro de una habitación del hospital. Erik estaba acariciándole el brazo, visiblemente preocupado.

 

-¿Dónde está ella? – preguntó el telépata nervioso y recorrió la sala con la mirada pero solo estaban Erik y él. Quiso estirar la mano para tocarse el vientre y sintió el tirón de la sonda del suero. Presuroso, su amante le bajó el brazo con suavidad -. Erik, ¿qué pasó? ¿Cómo está el bebé? ¿Dónde está nuestro hijo?

 

-Dentro de ti sano y a salvo– le aseguró Erik y suspiró -. Tienes que descansar, Charles, y hacer reposo. Estuviste a un paso de perderlo.

 

Charles cerró los ojos. Podía recordar con nitidez la tortura de Jean, el dolor en el vientre, la desesperada angustia y el acelere de Kurt al traerlos al hospital en un parpadeo. Gracias a Nightcrawler podía decirse que su hijo estaba a salvo.

 

Al notarlo más sereno, Erik se sentó en una silla junto a la cama.

 

-Reposo absoluto, dijeron los médicos – explicó Magneto y lo miró intensamente -. Tienes que cuidarte, Charles, hacer reposo el resto del embarazo seguramente, y nada de tensión ni de conflictos.

 

Charles cerró los ojos con un suspiro. Las palabras de Cassandra le taladraban el cerebro: “Voy a obligarte a perder a esa criatura que llevas en tu vientre como tú me arrancaste del de tu madre.”

 

…………………

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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