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STREEPER por juda

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Giremos el escenario nuevamente, lector.

Alex se retiró y Bastian ha terminado de vestirse con las manos y las piernas temblando, está por ir al hospital, camina hacia la puerta pero las fuerzas, las pocas fuerzas que le quedan, están a punto de abandonarlo.

Míralo, lector, puedes verlo? puedes percibir su dolor?

Nuevamente se había equivocado.

Se sostuvo del picaporte y cayó de rodillas, un tipo como el que había salido de su departamento, no merecía ni siquiera una lágrima, pero era imposible, era imposible!!

Se tapó la cara mientras lloraba a los gritos.

¿Por qué de nuevo? ¿Por qué a él? ¿El amor le estaba prohibido? ¿Por qué se sintió tan demencialmente atraído por un lobo? ¿Por qué había bajado la guardia de esa manera?

¡Le había dicho su nombre! ¡Le había dado la dirección de su casa!

Ya no estaba seguro de quien era Alex. Recordó cuando unos años atrás un psicótico acosador lo esperó a la salida del club y lo apuñaló, se tocó inconscientemente la espalda, ahí, donde todavía residía la cicatriz. Donde guardaba las huellas de sus malas decisiones.

Era la segunda vez que le pasaba en su vida, la primera también había sido un amor a primera vista, uno de esos amores que lo dejan a uno sin respiración, que lo obnubilan. Lo amó tanto que no dudó en aceptar el trabajo que le dio en su club, tan sólo para poder verlo a diario. Cuando quiso darse cuenta, estaba trabajando para él... y prostituyéndose.

Bogum, el dueño del club, pronto se aburrió y lo cambio por otro.

Pero para él ya era demasiado tarde, la prostitución lo había ayudado a conseguir ese departamento y le estaba pagando los estudios universitarios. Un día lograría recibirse y abandonaría todo ese mundo.

Cuando creía que la construcción de V lo estaba ayudando a sobrellevar toda la inmundicia que lo rodeaba, llegaba Alex y despertaba a Bastian.

Ahora Bastian se arrastraba de vuelta al dormitorio.

No podía llegar de esa manera para visitar a su pequeño salvador, necesitaba una cura para su alma. Sacó la bolsita que tenía guardada en una cajita plateada, se paró frente al espejo, se obligó a sonreír, puso el polvo blanco sobre el dorso de la mano y lo aspiró.

El polvo ingresó por las fosas nasales causándole un dolor agudo en la frente. Cerró los ojos con fuerza y a los segundos comenzó a sentir como los latidos del corazón se ralentizaban, dando paso a una calma profunda, una calma anestesiante... si!!! eso necesitaba... ANESTESIA!

Se sonrió en el espejo, una lágrima cayó y la dejó seguir su curso, no la sacaría, era su último momento de luto por otro amor que lo destrozaba, cuando llegó al mentón y cayó al suelo, se secó el rostro, guardó la cocaína en su cajita y salió del departamento con la frente en alto, con la belleza corrupta en medio del rostro y una sonrisa que V había perfeccionado con los años.

Llegó al hospital y se anunció a las enfermeras. Una de ellas le dijo que la doctora lo estaba esperando porque Javier estaba aun alterado.

La médica salió a recibirlo con una sonrisa que poco a poco se extinguió a medida que se aproximó al rubio.

-¿Está usted bien?

-Si doctora, muchas gracias por avisarme que mi amigo despertó.

-Está demacrado, ha estado descansando bien?

-Ahora lo haré! -respondió sonriendo y la mujer lo miró con tristeza.

-Su amigo está internado bajo el nombre de Manuel Sterling, pero cuando despertó nos dio otro nombre.

Bastian quedó callado.

-Mire, la persona que los anotó pagó por adelantando y en efectivo por la estadía del joven, en teoría no tendríamos que cuestionar nada, puede entrar, verlo y por favor, sería de mucha ayuda si logra contenerlo... pero le voy a pedir otro favor.

Bastian siguió observándola sin expresión alguna en el rostro.

-No sé a que se dedican y tampoco debería importarme. Pero es usted muy joven, casi un niño!!! cuantos años tiene?

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-Si! eres un niño!!! Cuida a tu amigo y cuidate tu también. No consumas lo que acabas de consumir. No te destruyas, tienes toda la vida por delante.

-No consumí nada -susurró retrocediendo.

-Tienes las pupilas dilatadas, tranquilo, no te pongas nervioso, no diré nada. Pero si necesitas hablar, aquí está mi número, puedo ayudarte. -dijo mientras le pasaba una tarjeta y Bastian tuvo ganas de abrazarla, le recordaba a su madre, la madre amorosa que tuvo antes que se enterara que era gay y se prostituía, antes de negarlo y correrlo de la casa.

-Muchas gracias -susurró.

La mujer lo tomó del brazo con delicadeza y lo condujo hasta terapia.

Le abrió las puertas y cuando entró vio a su pequeño, con el pecho envuelto en vendas, el suero en uno de sus brazos y con una mascarilla de oxigeno.

Se acercó despacio.

Dormía.

-Chiquillo -dijo en voz baja, y el menor se movió inquieto en la cama, frunciendo el ceño, haciendo un puchero que decantó en un llanto pequeñito. -Javier, no llores, despierta, estás teniendo una pesadilla -le dijo en el mismo tono de voz mientras lo acariciaba y el joven abrió los ojos, y lo buscó con la mirada, y lo reconoció, y nuevamente hizo un puchero pronunciado con la boca, y gimió en voz queda:

-Bastian, no venías, y pensé que te había matado ese hombre. Tenía miedo, Bastian. No me dejes. -gimió arrastrando la voz, aun sedado, intentando sacarse la máscara mientras luchaba para que los ojos no se cerraran.

y esa fue la gota que colmó el vaso. Javier, con un pulmón perforado por una bala que iba para él, despertando de un coma, dolorido y sedado, había pensando en él antes que en su propio dolor. Javier se merecía que lo amara, pero no lo hacía.

Javier se merecía todo lo bueno del mundo, todo lo dulce y cálido de la puta vida, pero estaba trabajando como cantinero en un club de mierda y moviendo el culo para ricos con ínfulas de demiurgos.

Lo acarició.

Tal vez no lo amaba como el niño lo merecía, pero lo intentaría.

Por dios que lo intentaría!!!!

-Ya estoy aquí, chiquillo, no me voy a ir.

-Nunca?

Bastian tragó saliva.

-Ya lo conversaremos, chiquillo.

-No me gusta conversar, no contigo, me hieres -gimió despacito, intentando con todas sus fuerzas no quedar dormido -Tengo miedo, no me dejes solo, no quiero morir en un hospital sin nadie a mi lado -susurró.

Bastian lo abrazó sonriente.

-No vas a morir, ya despertaste, ahora solo queda esperar a que tu cuerpo esté en condiciones de salir a bailar de nuevo!!!! -le aclaró con un guiño mientras dejaba que las lágrimas le cayeran en el rostro del menor.

-Quiero estar contigo, Bastian. No me dejes más solito. Quiero estar contigo.

-No te pongas mal, mi niño. No estarás más solo.

-Volverás a mi departamento?

El rubio nuevamente tragó saliva.

Era su salvador, su pequeño salvador, una oveja por dentro y por fuera. No existían los disfraces con Javier, con él nunca debería cuidarse de que lo atacara a golpes ni que le tirara los billetes en la cara para comprar su tiempo.

-Mi pequeño, volveré a tu departamento -le aseguró y Javier cerró los ojos, se puso la mano del mayor en el rostro y quedó dormido con una tranquilidad que sólo los más inocentes tienen en sus vidas.

***

Alex había llegado a su departamento y ahora dormía en su cama, todo en su dormitorio estaba destrozado, desde la mesa del escritorio, los cuadros, el espejo, hasta el televisor y aunque creía firmemente que el amor se construía con el tiempo y que el "amor a primera vista" era sólo para personas intelectualmente inferiores... sentía que aparte de sus nudillos, algo muy dentro, se había quebrado. 

Antes de quedar dormido se tocó el pecho... ¿el corazón seguía latiendo como antes? porque podría asegurar, que estaba roto.


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