Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Plan conquistar. por 1827kratSN

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

—¿Por qué siempre que nos encontramos, bebemos?

—Pues —Ecuador lo pensó un momento—, porque es jueves chiquito.

—¿Y?

—Estamos preparándonos para el viernes de descontrol —habló con tanta seguridad, que México también se puso serio.

—Para mí que eres alcohólico.

—Qué te puedo decir —se sirvió otro vaso y suspiró—. Yo bebo cuando puedo.

—¿Acaso te dejan salir así de fácil? —porque según recordaba, solo veía a Ecuador cuando también se citaba con los otros dos hermanos, muy pocas veces lo trataba directamente a solas, al menos en la actualidad, porque en el pasado sí tuvieron sus roces. Cosa de sus largas vidas.

—Les dije a mis ñaños que salía contigo para compartir recetas —rodó los ojos—, es la única forma para que no me den lata.

—¿Estas usándome? —se hizo el ofendido.

—Tú también —lo miró entre divertido y ofendido—, ¿o quién es el que te hace paro con el gringo?

—Se me hace que babeas por el yanqui.

—Pues —elevó sus hombros antes de beber—, si me propone algo, no me negaré.

—Quién te viera, Ecuador —rio bajito.

—Soy un country centenario que puede tener control de su vida y decidir si quiere un vacile —murmuró indignado.

—Eso explícale a tus hermanos.

—Eso es asunto de otra historia —sonrió—. Ahora lo que nos compete —golpeó la mesa con su dedo índice—. ¿Qué progreso has tenido con el de la hojita?

—Me cree su amigo —se deprimió de pronto—, puta vida.

—El puto es otro —bromeó.

—Claro —lo miró—, tú.

 

La cosa era que, empezar a conquistar ese corazoncito de oro, era complicado, porque Canadá era diferente de los demás, necesitaba ser tratado con cuidado, sin asustarlo. Para nadie era secreto que el norteamericano se ponía nervioso cuando salía de su zona de confort, y después evitaba al causante de su ansiedad. Todos recordaban cuando Canadá tuvo que tratar con Rusia un par de veces y, a más de nervioso, parecía querer colapsar por el incómodo silencio que a veces se instauraba entre ellos. México lo ayudó, y desde ahí empezó todo ese lio.

Cómo no se iba a enamorar de esas mejillas rojizas y esos hermosos ojos llenos de gratitud, o de su voz temblorosa que relataba un agradecimiento. Hasta Rusia pareció muy encantado con Canadá, por eso intentó ser más expresivo y menos seco al tratarlo, pero ese era otro pedo. Que se chingue su madre Rusia, porque aquel maplecito ya tenía pretendiente, México jamás lo iba a soltar.

 

—La cosa es que… —Ecuador no quería soltar esa sopa, pero le tocaba— iré de visita a las tierras gringas.

—¿Cómo? —lo miró raro— ¿Qué pedo te traes con el yanqui?

—¡Ponte once, mi pana! —exigió—. Es tu maldita oportunidad —suspiró rascándose la nuca—. Le iba a decir al USA que si me puedes acolitar para que le hicieras compañía al Canadá, que casualmente anda en tierra gringa por unos asuntos de no sé qué, para que no se quede solito.

—El gringo no va a aceptar —hizo una mueca—, y digamos que tampoco quiero… pisar tierra de guerra.

—Y entonces ¿cómo putas vas a acercarte al Canadá?

—No sé.

—¿Al menos tienes su número?

—No —chistó—, se me olvidó pedírselo la última vez.

—Ch’ch —murmuró entre dientes—, tas bien shunsho.

—Chinga tu madre.

—¿Quieres su número? —meneó su celular, sonriendo con picardía.

—¿Y cómo vergas tienes su número?

—Cosa de gobiernos —elevó sus hombros con desinterés—. No nos llevamos taaaan bien…, pero cuando nos toca reunirnos, todo pasa fresco —buscó el contacto—. ¿Lo quieres o no?

 

Una cosa llevó a la otra, y la verdad México ya estaba dudando de si era buena idea dejar que Ecuador siguiera ayudándole con eso, porque lo veía muy unido al gringo últimamente. Rara estaba la cosa, por eso le mandó un mensaje secreto a Colombia para insinuarle que estuviera más al pendiente de su hermano menor. A nadie le haría daño aquel pequeño empujón. Pero eso también significaba que debía volverse más cercano a Canadá como fuera, para desligar al tricolor menor de ese pedo.

Aun así, despidió al ecuatoriano en el aeropuerto porque el chamaco no quiso aplazar su viaje a tierras gringas. Lo vio emocionado, llevando un sombrero de paja toquilla y unas bermudas porque así se sentía más cómodo. México sabía que Ecuador podía cuidarse solo, pero, aun así, no quería dejarlo solo con USA por mucho tiempo, porque el pequeño tricolor a veces pecaba de ingenuo y podía meterse en problemas.

 

«Hello Mexico…»

 

Casi se ahoga cuando vio el mensaje de Canadá, es más, casi se da un putazo con una puerta cuando vio la notificación donde recitaba “Maplecito de mi corazón” como remitente y parte de lo que decía el mensaje. No se la esperó. Jamás. Sus manos le temblaron y estuvo caminando de arriba hacia abajo en su casa, ignorando el desastre que hacían sus estados que llegaron de visita. Se mordía el pulgar, se quejaba en susurros y hasta se golpeaba con los muebles. ¡Es que no se la creía!

Iba a darle un beso a Ecuador.

No, no.

Estaba exagerando.

Pero algo tenía que darle para agradecerle.

Respiró profundo cuando ya pasaron dos horas de haber recibido el mensaje, cerró los ojos antes de abrir la aplicación, y maldijo antes de pasar sus ojitos sobre las letras, no sin antes detenerse para mirar la foto de perfil que detallaba a un Canadá siendo abrazado por USA. Obviamente tapó la cara del gringo con su dedo para ponerle atención al amor de su vida. Pero tuvo que volver de nuevo a la realidad para entender el mensaje.

 

«Hello Mexico. I’m Canada. Ecuador gave me your number, I'm sorry if I interrupted you.»

(Hola, México. Soy Canadá. Ecuador me dio tu número, lamento si te interrumpí.)

 

Le respondió con nerviosismo, intentando parecer normal, cosa difícil y lo demostraba con las tres veces que borró el mensaje hasta elegir el perfecto. Solo le envió un simple: «Canadá! Qué hay?», y se sentó a esperar una respuesta. Cada que vibraba su celular, le daba un mini infarto, pero después del tercer texto… o del décimo, logró calmarse lo suficiente para responder sin temblar o pensarlo mucho. Se tuvo que encerrar en su cuarto para no ser interrumpido, porque lo que le reflejaban esos mensajes eran un sueño.

Era cierto que Ecuador les llegó de visita al par de güeritos, que la pasaron el primer día los tres, Ecuador incluso les cocinó un par de cosas y los norteamericanos ayudaron. Pero después el propio USA empezó a hacer planes para pasear por algunos sitios y Canadá no quería entrometerse en los negocios —así los llamó Canadá— de su hermano, así que cortésmente rechazó la invitación para acompañarlos. Fue entonces que Ecuador le comentó al maplecito que podría platicar con México que se hallaba de vago últimamente.

 

—Pinche Ecuador —bufó—, pero se te ama, pendejo —volvió su atención al celular.

 

Hablaron durante días, por mensajes obviamente, conociéndose un poco más, tratando sobre tonterías, y pudieron seguir así de felices, ¡pero no! México tenía en claro que no podía desaprovechar esa oportunidad. Hizo un comentario de que le gustaría visitar el Parque Stanley —fue lo primero que encontró en internet—, porque le parecía muy bello, y llegó el mensaje esperado.

 

«If you want, we can go. I would be happy to invite you.»

(Si quieres, podemos ir. Estaría encantado de invitarte.)

 

Más temprano que tarde, México estaba en el aeropuerto gringo, donde haría escala para encontrarse con Canadá. No pudo evitar sonrojarse cuando lo vio a una distancia considerable, fijándose en las pantallas que dictaban los vuelos, junto a una maleta pequeña a su lado, con su típico gorrito de mapache y una camisa de cuadros suelta que en Canadá parecía alta costura. Estaba perdido. En su mente no había más que Canadá, sus sonrisas, sus ojos, y su enorme existencia.

 

—Mexique, je voulais juste te chercher —(México, justo iba a buscarte), se acercó rápidamente, esquivando a algunas personas—. Oh sorry. Sometimes I forget that you don't understand French —(Oh, perdón. A veces olvido que no entiendes el francés).

—Tú háblame como quieras —sonrió—, porque tu voz suena muy bonita de cualquier forma.

—But I need us to understand each other —(Pero necesito que nos entendamos), rio bajito, sonrojado con sutileza.

—Entonces háblame al oído —sonrió confiado—, bien cerquita, güerito…, porque así yo…

—I think it is our flight —(Creo que es nuestro vuelo), comentó al escuchar algo por el altavoz.

—¡Por qué me interrumpen cuando quiero decir algo bien bonito! —se quejó entre dientes antes de suspirar—. Bien, vamos, maplecito.

—¿Maple… cito? —repitió sin entenderlo bien.

—¿Te molesta que te diga así? Porque puedo buscar otro apodo más bonito.

—I like it! —(¡Me gusta!), elevó su voz, pero luego carraspeó—. You can tell me that —(Puedes decirme así).

—Es mejor que nos… apuremos —México desvió un poco su mirada, porque se iba a morir de amor si el maplecito seguía siendo así de tierno—. Órale.

 

La calidez con la que Canadá lo trataba no hacía más que apendejarlo más, y a veces no sabía si Canadá era así de amable con todos o qué, porque si así fuese… los celos lo estarían matando. Sin embargo, se olvidó de todo cuando estuvieron sentados en el avión, juntos, convirtiendo sus pláticas textuales en conversaciones con risitas y bromas. Todo era mejor cuando podía sentir al maplecito tan cerca, por eso compartió sus audífonos para ver una película, y sutilmente se pegó lo más posible al norteamericano para notar la colonia que este usaba.

Olía a menta fresca.

No se quejó cuando Canadá empezó a cabecear en símbolo de cansancio, fingió quedarse dormido también, posando su cabeza en el hombro ajeno, sintiendo poco después que la cabeza de Canadá se posaba sobre la suya. Lo escuchó respirar de forma suave y apacible, y ahogó su risita cuando lo escuchó susurrar algo en francés. Ni siquiera le importaba que en esa posición le doliera un poquito su cuello, disfrutó de todo hasta que hubo turbulencia y el maplecito dio un leve salto asustado.

 

—Yo te cuido, maplecito —le sonrió divertido—, tú tranquilo.

—Thank you —susurró algo avergonzado antes de jugar con sus manos—. Can I ask you a favor? —(¿Puedo pedirte un favor?).

—Los que quieras.

—Can I take your hand during landing? —(¿Puedo tomar tu mano durante el aterrizaje?)

—Agárrame lo que quieras, maple. Soy todo tuyo —se señaló entero.

—I understood that —(Entendí eso), enrojeció.

—Mejor así —le guiñó un ojo—, ya pronto te preguntaré a qué hora sales por el pan —sonrió divertido.

—Do you like bread very much? —(¿Te gusta mucho el pan?), interrogó.

—Más de lo que crees —suspiró.

 

México dejó las frases de doble sentido de lado, siguió como si nada hasta que llegó el momento del aterrizaje. Tomó la mano de Canadá y la apretó un poquito para darle confianza, enternecido al enterarse de que alguien tan grandote como el Perú con hojita tuviera cierto temor por aquel suceso. Tenía que admitir que se aprovechó un poco del momento y entrelazó sus dedos con los del maplecito, dedicándose a observar la combinación de colores que formaban y deseando que pudieran seguir así en otras ocasiones.

Tal vez por eso no lo soltó ni cuando los demás pasajeros empezaron a desembarcar.

Y se aventuró a comprobar si podía seguir de esa forma durante un rato más.

Canadá no le negó el toque, pero tampoco lo miró de frente, y México sintió que dio un gran paso de esa forma tan simple. No se lo estaba imaginando. Canadá no lo estaba rechazando, es más, cuando se soltaron para proseguir con el rutinario paso por el aeropuerto, el más alto pareció un poco decepcionado. ¡Amaba a ese pinche pedazo de algodón!

 

—I want you to have fun, Mexico —(Quiero que te diviertas, México).

—Si estoy contigo, seguro que lo haré —le dio un suave golpecito en el brazo.

—I hope so —(Espero que así sea), sonrió sutilmente.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Me muero de amor con estos dos, no puedo evitarlo.

Gracias por leer esto~

Muchos besos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).